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       Los domingos son días en lo que Yoongi aprovecha de dormir todo lo que no pudo en la semana, desconectándose muchas veces hasta de su teléfono. Un día apartado del mundo no le hace daño a nadie, sin embargo, ver a Jungsoo y Jisoo arrastrarlo a él junto a su padre a los diferentes juegos mecánicos era algo que estaba disfrutando.

Ambas corrían de un lado a otro con los rostros pintados como gatitos mientras que los mayores iban atrás de ellas con tiaras de orejas de conejito y un par de peluches que ganaron para ellas en los juegos de azar.

Por primera vez en mucho tiempo Yoongi se siente vivo.

Es increíble incluso para sí mismo. Se da cuenta que despegarse del mundo no necesariamente debe ser encerrarse en su apartamento y dormir todo el día, muchas veces se trata de reír a carcajadas en un nuevo entorno, con personas maravillosas que quizás llegaron en el momento más indicado: cuando más lo necesitaba.

Por eso disfruta con cada parte sí, enamorándose un poquito más del mayor y sus pequeñas. Ojalá poder evitarlo...

Para cuando el atardecer se planta sobre ellos, las pequeñas están más tranquilas debido al cansancio y ellos ya no deben corretearlas sino sólo caminar tras ellas a una distancia considerable pero sin perderlas. Las mejillas de Yoongi duelen lo suficiente de tanto sonreír pero aun así no para, y con Seokjin no pasa diferente.

Las cosas cambian mucho cuando dejan de ser simplemente sus hijas y él.

—Hyung… Tal vez no es prudente o adecuado de preguntar justo ahora, pero… ¿Puedo saber qué pasó con la madre de las niñas?

Seokjin sonríe, con las manos en los bolsillos de su abrigo y viéndose adorable con las orejitas de conejo.

—Ya te habías tardado en preguntar, ¿eh?

Yoongi balbucea cuando el mayor vacila.

—Está bien si no quieres hablar de eso ahora, lo entiendo. Es sólo que te veo con las niñas y pienso en lo difícil que debe ser para ti-

—Se fue, Yoongi-ah.

El pelirrojo lo mira expectante, casi deteniendo su caminar pero obliga a sus piernas a seguir moviéndose.

— ¿Se fue? —el menor frunce el ceño, hablando en puchero— ¿En qué sentido?

—Se fue. En el sentido de que un día estaba, y al siguiente no.

Yoongi jadea, incrédulo.

— ¿Se fue, sólo así? ¿Sin despedirse siquiera? ¿La típica nota? ¿Nada?

—Nada de nada —el pelinegro sacude la cabeza, su expresión ilegible para Yoongi.

Min ladea la cabeza, teniendo un tiempo difícil al digerir la información. El pensamiento se le antoja despreciable, se instaura en su pecho y le causa remordimiento. ¿Cómo Seokjin puede estar tan tranquilo al hablar sobre ello? Debe haberlo procesado y pensado cuantiosas veces.

— ¿Las niñas lo saben? —es lo que de pronto le sale preguntar, y la sonrisa del mayor es irónica, pestañeando lentamente.

— ¿Cómo le explicas a tus hijas que su madre nunca las quiso?

El menor vuelve a balbucear, ésta vez deteniendo su paso y negando con la cabeza.

—Yo- yo no quise decir eso, hyung. No fue-

—Yoongi, está bien —le da un pequeño empujón que le hace tropezar y seguir caminando, el contrario no despega la mirada de él, sintiéndose culpable—. Se fue cuando Jisoo estaba recién nacida. Esa mujer… Le temía al compromiso. La sola idea de tener que estar en un solo lugar, con las mismas personas y el mismo entorno el resto de su vida era algo que no podía soportar. Pienso que si no se largaba, de lo contrario se suicidaría o algo por el estilo.

» El tiempo que estuvo con Jungsoo no le fue suficiente para superar ese miedo, al parecer. Después de pensarlo tanto, creo que sólo se acostumbró a la idea de ser madre, pero por nada en el mundo le nacía. El pánico que había logrado controlar resurgió tres veces más fuerte cuando supo que estaba embarazada de nuevo.

» Nunca las vio con amor, mucho menos las sostuvo como tal. Intentó actuar como que todo estaba bien tal vez por mí, pero nunca olvidaré el miedo en sus ojos, y me culpo por no haberlo notado desde un principio. A penas entraba a los veinte y por supuesto el amor me tenía cegado, pero no sé por qué pienso que me habría ahorrado muchas cosas.

—Tal vez serían dos en lugar de tres —dice el menor, Jin frunce el ceño.

— ¿Qué?

—Supongamos que te hubieses dado cuenta cuando Jungsoo nació; probablemente Jisoo no estaría aquí. Te habrías alejado antes de que pasase.

La mirada de Seokjin pasea por el lugar, viendo a sus hijas tomadas de manos, juntas, como él les enseñó que siempre debía ser. Yoongi lo pone a pensar.

—A pesar de todo... Pienso que eres muy afortunado, hyung —las encías del bonito pelirrojo se muestran—. Sí, perdiste a alguien que amabas, pero ganaste a dos que te aman y te amarán incondicionalmente el resto de sus vidas. Esa mujer querrá aparecer en cualquier momento y no tendrá ningún derecho porque ellas ni siquiera la conocen. Te van a elegir por encima de todo.

» Todo el crédito, todo el aprecio, todo el amor, los besos y abrazos, ¡serán para ti! Todo para ti —sonríe, viéndose tan entusiasmado que le arranca una amplia sonrisa al mayor—. Lo que quiero decir es que... No tienes que sentirte culpable, fue ella la que se perdió de tener una familia maravillosa, pero eres tú el que puede disfrutarlo por completo ahora.

El pelinegro se siente contagiado por el entusiasmo de su dongsaeng y asiente, sonriendo y bajando la cabeza. No lo había visto de esa forma. Muchas veces dejaba que lo consumiera el "¿Qué hubiese pasado si...?", pero puede que su perspectiva cambie desde ahora.

El amor de sus hijas es indispensable. Piensa en los fines de semana, cuando se queda dormido y ellas van a despertarlo con saltos en la cama y él las termina enrollando en abrazos, entonces se quedan acostados viendo caricaturas hasta que sus panzas truenan. Los dibujos del día del padre, los regalos hechos por ellas en Navidad. Saben cómo disipar su enojo y tristeza aún cuando son las causantes de ello.

Es cierto que ha pasado poco tiempo con ellas, pero en el instante que las conoció supo que quería dedicarles el resto de su vida. Yoongi tiene razón, y eso le hace feliz.

—Gracias, Yoongi-ssi. Creo que en verdad me hacía falta escuchar eso.

Las características mariposas revolotean en el estómago de Yoongi, haciéndolo sonreír y sonrojarse. Seokjin lo nota.

Yoongi... Le parece alguien particular e intrigante. Luce como alguien tranquilo que desea ayudar y ser ayudado, amable, atento y cuidadoso. No predecible pero transparente, es sencillo conocerlo, lo cual es agradable.

De regreso a casa, los pequeños terremotos se quedaron dormidas en el auto por lo que Jin le pide el favor de ayudarlo a subirlas. Cierran la puerta del cuarto cuando verifican que ambas están bien y sonríen.

—Te invito algo de vino —el pelinegro tira de su muñeca, llevándolo hacia la pequeña sala de estar—, y no acepto un no por respuesta. Ha sido un largo día.

El pelirrojo risotea, encaminándose hacia el sofá frente al televisor apagado. Aún es temprano y las ventanas están abiertas, Jin prende un par de lámparas y el ambiente se vuelve navideño, sin importar que estén a mediados de abril.

Seokjin se ha quitado su abrigo y ha arremangado su camisa de vestir negra hasta los codos. Con una mano toma dos copas y con la otra saca una botella oscura de un pequeño gabinete junto a la pared. Yoongi lo observa cual niño a su dulce favorito.

Toma la copa cuando éste se la tiende y agradece, viéndolo sentarse a su lado.

—Quiero brindar por... Realmente no sé por qué —el mayor sacude la cabeza, riendo—, pero me siento genial. Necesitaba un día recreativo.

Yoongi piensa por un momento antes de alzar su copa.

—Brindemos porque... Jungsoo y Jisoo tienen al mejor padre del mundo.

Jin ríe, chocando ambas copas y volviendo a sacudir la cabeza.

—Me halagas, pero ahora es que me falta camino por recorrer. Mucho que aprender, mucho a lo qué adaptarme... Pero sé que todo estará bien. ¿Qué hay de ti?

El pelirrojo por poco se atraganta con el vino

— ¿De mí?

—Así es. Tú conoces gran parte de nosotros, por decir algo, pero poco sabemos nosotros de ti.

Yoongi se siente nervioso de pronto, como si tener a su hombre soñado esperando por él no fuese suficiente para tenerlo temblando. Seokjin luce precioso a la tenue luz, imponente frente a él (por no decir intimidante) y suspira.

—Me... fui de casa cuando tenía 20, desde entonces vivo solo y trabajo para mantenerme. Mi hermano y mi mejor amigo son las únicas personas con las que he contado, y el trabajo es... ¿Normal? Honestamente no hay nada interesante, sólo... Vivo. No hay una razón concreta para ello, sólo hago lo que tengo que hacer y estoy tranquilo. Te preguntarás si no me siento solo o triste de vez en cuando, y lo cierto es que no, hyung, simplemente... —encoge los hombros— Vivo de esa manera.

Seokjin asiente, pensativo. Deja que el menor acabe con su copa y les sirve a ambos de nuevo.

— ¿Nunca has tenido un sueño frustrado que por alguna razón no pudiste cumplir?

La pregunta agarra por sorpresa al menor. Su hyung está serio al respecto, por lo que indaga en su cabeza, hallando algo que de pronto oprime su pecho y no es muy agradable, pero sonríe.

—Siempre quise tocar el piano en un gran auditorio —su voz se torna en murmuro, Jin capta su mirada perdida en el contenido de la copa—. Al menos para sentir que todas esas clases valieron la pena.

Ríe y toma un largo trago de vino.
Enseguida Seokjin sabe que tocó un tema sensible con esa simple pregunta.

— ¿La música es importante para ti?

Yoongi suspira, odia que este tema siempre cale en él y odia que Seokjin haya llegado ahí sin intentarlo. Se inclina a servirse más de la bebida.

—Diste en el clavo, hyung. ¿Sueles ser así de bueno?

—Tres años en esa firma no han sido en vano —guiña y Yoongi sonríe, mostrando su dentadura y desviando la mirada. Ha hecho a sus manos temblar—. ¿Quieres hablar de eso? Soy abogado, no psicólogo, pero no me molesta escuchar.

—Estaremos aquí un rato si es por eso —el menor sonríe—. El alcohol me da sueño, Seokjin-ssi, y no te permitiré manejar en este estado. Temo por tu vida y la de las niñas.

—Puedes quedarte aquí, entonces. Tampoco es problema, pero ya sabes la regla de oro: no robes nada. Ya tienes el aprecio de mis hijas que es lo más importante.

Ambos ríen en medio de aquél deplorable silencio.

Tal vez Yoongi está mintiendo, un poco. La soledad es algo con lo que debe combatir día a día, es por ello que dormir siempre es una opción. Pero en algún momento hasta el más cuerdo acaba por enloquecer.

—No recuerdo con exactitud cuántos años tenía cuando me enamoré del piano de la sala de música en la secundaria, pero siempre que tenía un problema, iba ahí. Podía pasar horas, perder clases, caer dormido hasta que la banda de la escuela requiriera el lugar, y hacer lo mismo todos días hasta el último año.

» Me ofrecieron ser parte de la banda pero mi conocimiento, a pesar de estar ahí, era mediocre y desorganizado, así que... esta... persona, se ofreció a enseñarme. Eventualmente me enamoré todavía más del piano y la música. Al igual que me enamoré de esa persona. Mis primeros amores.

» Cuando nos graduamos, esa persona se mudaría a Japón y me rehusé a mudarme también, así que me dejó y no supe más. Desde entonces tocar un piano se volvió... Nostálgico. Aún así, más que triste, me parece precioso. Aprendí a no mezclar una cosa con otra, por lo que no me niego pero... Ya no lo prefiero.

Una cuarta copa es servida y ambos caen en un cómodo silencio, Jin procesando la información. Yoongi no sabe beber y quiere quitarle la copa en este instante para llevarlo a que pueda descansar, pero desea saber más.

— ¿Qué era tan malo en casa que decidiste refugiarte en la música y luego sólo... Irte?

La curiosidad del mayor parece genuina, pero aunque siente el alcohol empezar a calar, Yoongi sabe lo que le conviene. Y definitivamente no le conviene, al menos por ahora, que Seokjin sepa que la razón por la que se fue de la casa no es más que por la homofobia de su padre, y su madre que, a pesar de siempre haber sido buena con él, jamás dijo una palabra cuando su marido hacía cada vez menos al menor de sus hijos, lo que para éste fue la gota que derramó el vaso.

Si ellos no iban a apoyarlo con sus preferencias entonces no importaba, pero Yoongi estaba harto de sentirse en miseria, así que se largaba.

—Nunca fui suficiente para mis padres, hyung. Nunca asistieron a un partido de basquet, mucho menos a un recital en la secundaria. Papá ni siquiera se presentó en mi graduación y nunca pude costearme una carrera universitaria.

» Aunque Geumjae, mi hyung, siempre estuvo para mí, yo... Nunca supe realmente lo que es ser parte de una familia, así que... Estoy muy feliz por Jungsoo y Jisoo, porque incluso si no tienen una madre, te tienen a ti, y sé que les darás todo lo que necesiten. Desde una buena educación, hasta el apoyo, motivación y... Todos los abrazos del mundo.

Min suelta una risita que al mayor no le cuesta deducir; es una risa rota, que proviene de un alma que camina sin rumbo fijo. Seokjin recuerda haberse sentido de esa manera. Sin embargo, él recibió mucha ayuda de sus padres y su hyung también.

Para aquél entonces, cuando aparentaba ser fuerte para su familia pero en verdad quería derrumbase, recuerda que sólo necesitaba una cosa, la cual nunca obtuvo sino hasta que sus bebés tuvieron el suficiente tamaño para dárselo.

—Yoongi-ssi —dice, dejando su copa en la mesita de centro y levantándose—, ponte de pie.

— ¿Qué?

—Ya escuchaste, ponte de pie.

Yoongi balbucea, haciendo lo que su mayor le pide. Deja su copa en la mesa y se posa frente a él, sintiendo la ola de nervios arrastrarlo. La respiración del más bajo se corta y sucede tan rápido, que le toma tres sólidos segundos percatarse de que el mayor lo está abrazando.

Corresponde torpemente, pasa el brazo derecho por encima de su hombro y rodea su torso con el izquierdo, descansando su mentón sobre el otro hombro.

—Al poco tiempo de que la madre de las niñas nos dejara solos, no sabía qué hacer. Después supe que sólo necesitaba que alguien me abrazara y me dijera que todo iba a estar bien así fuese mentira, y nadie lo hizo.

Yoongi siente las caricias del abogado en su cabeza y es cuando suelta el aire junto a un par de lágrimas, aferrándose casi inconscientemente a su camisa.

—Está bien si quieres llorar, Yoongi-ssi. Está bien...

Seokjin no sabe porqué lo hace. No sabe porqué abraza y alienta a un hombre —casi— desconocido o porqué lo ha dejado acercarse tanto a él y sus hijas de un momento a otro, sólo sabe que los ojos de las personas lo dicen todo, y Yoongi está triste, aún si él dice lo contrario. Así que no lo piensa y lo abraza con fuerza, sintiendo su cuello mojarse con las lágrimas del contrario y a su delgado cuerpo estremecerse en sus brazos.

Yoongi realmente luce delgado, ahora que lo piensa. ¿Y cuándo fue la última vez que recibió un fuerte abrazo? Él los obtiene todo el tiempo de sus pequeñas y ya no quiere recordar su vida antes de ellos.

Un sentimiento de protección abarca su pecho, sentimiento que conoce poco pero que le causa el querer sostener a éste dongsaeng por otro rato más, hasta que drene gran parte de lo que lo oprime.

— ¿Le das abrazos a todos los que sepan tus pedidos de memoria y asesinan los monstruos de tu hija? —pregunta el pelirrojo con voz congestionada, aceptado el pañuelo que Jin le tiende con una sonrisa.

—No, pero tal vez empiece a hacerlo —ambos sonríen—. ¿Le has hablado a alguien de todo eso? Pienso que no es algo con lo que debes cargar.

—Sólo a mi hermano y mi amigo. Pero gracias por permitirme descargarme, hyung.

— ¿Padre? —la diminuta voz de Jisoo casi interrumpe la suya. Ambos voltean para verla en su pijama de ballenas azules, restregándose un ojo con una manito y sosteniendo su cerdito de felpa con la otra— ¿Yoongi oppa?

—Bebé... —Seokjin se levanta rápido para tomarla en brazos, siendo seguido por el pelirrojo— ¿Qué pasa?

—No me contaste un cuento antes de dormir —su labio inferior se curva hacia afuera. Los mayores no tardan en reír enternecidos.

—Te contaré un cuento, entonces —su padre besa su mejilla—. Pero que sea corto porque debo regresar con Yoongi oppa.

— ¡Yoongi oppa! —la pequeña salta en sus brazos, extendiendo su mano hacia éste.

—Dime, bonita —da un paso hacia ella, tomándola. Ella gira hacia el mayor.

—Padre, ¿Yoongi oppa me puede contar el cuento?

Seokjin mira a su hija y luego al menor, quien continúa con el rostro algo hinchado pero definitivamente no indispuesto. De nuevo éste le pide permiso silenciosamente, así que no tiene más remedio que suspirar y bajar los hombros.

Una cosa es resistirse a los ojitos de cachorro de su hija y otra muy diferente es cuando a ésta se le unen los ojitos del pelirrojo, de alguna forma se le hace insoportable.

Jisoo casi salta de sus brazos hacia los del contrario y éste la recibe con una sonrisa, la pelinegra escondiéndose en su cuello como lo hizo con su padre el día que se conocieron. Yoongi siente que ha pasado mucho desde entonces y no sólo unos cuantos días.

—Ve con calma, acomodaré el cuarto de invitados para ti —le dice una vez están frente a la habitación de las menores. Yoongi asiente, pasando sus dedos por la cabellera lacia de la bebé.

—Gracias, hyung.

Rato después, Seokjin va por el menor.

—Yoon- —se detiene a sí mismo al ver al pelirrojo sentado en el piso con la parte superior de su cuerpo recostada de la orilla de la cama de Jisoo con el libro en una mano, dormido, mientras que su hija también duerme plácidamente abrazada de su peluche favorito.

La imagen se le antoja devastadora y no sabe cuánto tiempo se mantiene en el pórtico observándolos, pero debe ir a despertar al menor aún si no quiere ya que deben descansar.

Yoongi se exalta un poco, el mayor le hace una seña de silencio que él sabe seguir. Cuidadosamente se levanta y observa al más alto apagar la lámpara y besar la frente de su hija, arropándola adecuadamente.

Luego de despedirse para ir cada quien a su habitación, Seokjin es rápido en detener a Yoongi antes de que cierre la puerta.

—Gracias por no mudarte a Japón, Yoongi-ssi —sus comisuras se elevan, al igual que el estómago del nombrado da un vuelco—. Nos alegra tenerte aquí.

Yoongi llora hasta quedarse dormido esa noche.

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