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Two Ghosts

Ethan no terminaba de comprender porqué nadie lo veía.

Pasó mucho tiempo tratando de averiguar la razón por la cual la gente siempre pasaba de él, pero siempre llegaba a la misma conclusión; no lo entendía.

Ethan procuraba no meterse en problemas, no hacía escándalo, nunca le faltó el respeto a nadie. Entonces, ¿por qué no lograba agradarle a nadie?

Esa era la pregunta que no salía jamás de la cabeza de Ethan, jamás desaparecía porque él no lograba encontrarle una respuesta.

Lo único que él quería era ser aceptado y tener amigos, en cambio, lo único que hacían todos a su alrededor era ignorarlo.

Nadie nunca se molestaba en prestarle un poco de atención, y al decir nadie, me refiero a nadie. Ni siquiera sus padres.

Todas las personas a su alrededor solían ignorarlo y sacarle la vuelta, como si no estuviera ahí o no existiera.

Ya estaba más que acostumbrado, pero aún así le entristecía y le dolía que la gente lo ignorara, que lo hiciera sentir como si no existiera. Todo el tiempo sentía esa punzada de dolor en el pecho, y en las noches era aún peor; metido en su cama, rodeado de una silenciosa y aterradora oscuridad, lo único en lo que podía pensar era en lo solo que estaba.

En sus peores noches, Ethan se recostaba en el suelo y lloraba hasta quedarse dormido. Nadie nunca se daba cuenta de ello.

Muchas veces se sentía muy enfadado. Recordaba los tiempos en los que las cosas aún estaban bien y le daban ganas de arrojarlo todo por la ventana, porque no entendía cómo era posible que las cosas cambiaran tan drásticamente.

Recordaba a la perfección la última vez que alguien no lo había ignorado, el recuerdo se repetía una y otra vez en la mente de Ethan, en un bucle interminable de imágenes confusas que no terminaba de comprender.

Era el día de la mudanza, su padre era médico y había aceptado el trabajo en un hospital nuevo, pero estaba en otra ciudad, por lo que tuvieron que mudarse de inmediato.

Ethan estaba muy emocionado por tener una nueva casa y una nueva escuela, sonreía tanto que comenzaron a dolerle las mejillas.

Solo tenía nueve años en aquel entonces, y ya habían pasado tres, por lo que no recordaba todo con total exactitud, cosa que lo volvía loco.

Su padre iba conduciendo mientras tarareaba una canción navideña, las calles estaban cubiertas por una gruesa capa de nieve blanca y los copos de nieve caían del cielo hasta el suelo suavemente, Ethan disfrutaba observarlos a través de la ventana.

Estaban teniendo un viaje tranquilo, Ethan estaba casi dormido cuando de repente sintió que el carro giraba bruscamente. Trató de observar qué pasaba afuera, pero las luces de otro auto acercándose lo encandilaron y no pudo ver mucho más. Solo recuerda un golpe fuerte en la cabeza, la voz de su madre llamándole, el sonido de una ambulancia y, finalmente, la agradable sensación de estar recostado sobre una superficie suave mientras a su lado una máquina hacía sonidos constantemente.

Luego nada, oscuridad.

A partir de ese momento la gente comenzó a ignorarlo, al inicio se frustraba y comenzaba a gritarles para que le hicieran caso o para que al menos lo voltearan a ver, pero con el paso del tiempo comprendió que no tenía sentido; la gente nunca regresaba o se giraba verlo; solo pasaban de él.

«Está bien» Se repetía Ethan cada vez «algún día alguien querrá hablarte»

Se lo había repetido a sí mismo tantas veces por tanto tiempo que ya no estaba seguro de si alguna vez pasaría.

Un día, Ethan estaba sentado en una banca mientras comía un sándwich que había preparado antes de irse a la escuela. Comía en silencio mientras observaba a los demás niños convivir, era lo que solía hacer siempre, solo observarlos en silencio mientras se preguntaba cómo sería ser alguno de ellos.

Siguió observándolos por un rato hasta que una voz a su lado interrumpió sus pensamientos.

—¿No te parece muy deprimente solo sentarte a observarlos?

Ethan se giró inmediatamente hacia el origen de la voz, se sobresaltó tanto que casi se cae de la banca donde estaba sentando, afortunadamente logró recuperar la compostura con rapidez.

Observó con curiosidad a la chica que estaba sentada a su lado, luego miró a su alrededor, buscando con la mirada a la persona con la que estaba hablando, pero no había nadie cerca; eran los únicos en la banca.

—¿Me hablas a mi? —preguntó Ethan.

Estaba acostumbrado a confundirse así de vez en cuando, a pensar que alguien estaba hablando con él cuando en realidad hablaba con alguien más, con el tiempo aprendió a dejar de ilusionarse y a preguntar primero, por lo que no esperaba una respuesta de su parte.

—No, estoy hablando con el mesero —respondió ella, poniendo los ojos en blanco.

Ethan abrió la boca, sorprendido y alarmado a partes iguales, notó que su pulso se aceleraba más de lo normal.

—¿Por qué estás hablándome? —preguntó con extrañeza, aunque pareció que se lo estaba preguntando más a sí mismo que a ella.

La chica pareció ofendida, frunció el ceño y volvió a hablar.

—Oh perdone, no sabía que era un delito —se cruzó de brazos. Parecía que quisiera lucir indignada, pero aun así Ethan notó un poco de diversión y curiosidad en su tono.

Quería decir algo más, pero las palabras no salían de su boca, hacía tanto tiempo que no hablaba con alguien, tanto tiempo desde que alguien quiso entablar una conversación con él, desde que alguien siquiera se molestó en mirarlo.

No tenía idea de qué decir, por lo que se quedó en silencio mientras su cerebro seguía tratando de volver a la normalidad.

La chica pareció aún más ofendida por su silencio y resopló, volviendo a poner los ojos en blanco, como si estuviera harta.

—Es increíble que pasara tanto tiempo tratando de que alguien siquiera me volteara a ver y que la única persona que lo hace parezca haberse desconectado de la existencia, no se puede tener peor suerte.

Eso lo hizo reaccionar, parpadeó varias veces y sacudió la cabeza, volviendo a la normalidad.

—Lo siento, no estoy acostumbrado a que alguien me hable.

Ella lo miró con curiosidad y luego asintió con la cabeza, como si lo entendiera.

—¿Cómo te llamas?

—Ethan —respondió.

—Un gusto Ethan —extendió su mano —. Me llamo Isabelle, pero puedes llamarme Isa.

Ethan estrechó su mano con entusiasmo, aún estaba un poco confundido, pero se sentía feliz, porque alguien lo estaba viendo, le estaba hablando y había estrechado su mano.

Podía parecer algo insignificante, pero para Ethan significaba muchísimo.

Esa misma tarde Isa lo invitó al parque a comer un helado y él aceptó con gusto, así que fueron y pidieron dos helados de chocolate, pero el hombre que atendía no hizo caso a ninguno de los dos, siguió atendiendo a los demás clientes como si no estuvieran ahí. Ethan iba a darse por vencido y a irse sentar a una banca, pero Isa lo detuvo, le dijo que si el tipo estaba tan empeñado en ignorarlos, debían aprovecharlo.

Ethan no lo entendió hasta que Isa tomó dos conos de helado ella misma, les puso el chocolate y le ofreció uno. Él estaba ocupado observando al dueño de los helados, pero éste ni siquiera había visto a Isabelle robarle, así que Ethan se relajó y se fue junto a Isa a comer su helado en una banca.

Ethan comprendió algo que lo dejó perplejo; mientras que él había estado tratado de averiguar el motivo por el cual todos lo ignoraban, Isa había aprendido a aprovecharlo y usarlo a su favor.

Tal vez podría aprender algunas cosas de ella.

Después de eso, Ethan e Isabelle comenzaron a verse más seguido, en cada receso Isa y él se sentaban juntos a comer, hablaban de cualquier cosa y bromeaban sin parar mientras disfrutaban de la compañía del otro.

Isa le contó muchas cosas a Ethan y él a ella, por alguna razón, les resultaba muy fácil confiar el uno en el otro.

Lo que más impresionó a Ethan fue cuando ella le contó que había comenzado a ser ignorada por todos tres años atrás; al mismo tiempo que a Ethan.

Decidieron que era solo una casualidad y cambiaron de tema.

Isabelle e Ethan se hicieron amigos cercanos, siempre estaban juntos, disfrutaban charlar y pasar el trato. Por un tiempo, todo fue perfecto.

Hasta que un día, Isabelle se encontraba un poco rara, Ethan le preguntó si algo andaba mal, pero ella no le respondió.

Ethan se agachó rápidamente para recoger el lápiz que se le había caído por accidente, solo un momento, pero cuando se levantó, Isa no estaba, había desaparecido.

No tuvo tiempo de sorprenderse, porque pronto él también comenzó a sentirse extraño, primero, un fuerte dolor de cabeza, luego un mareo, y después, la extraña sensación de volar.

Luego solo pudo ver oscuridad, y cuando estaba comenzando a entrar en pánico, lo recordó, lo recordó todo.

Recordó a su padre conduciendo, a una chica despistada cruzar la carretera sin fijarse, recordó el golpe en la cabeza, el inmenso dolor y luego el horrible sonido que salió de la máquina cuando su corazón se detuvo.

Entonces comprendió todo, al fin todo tuvo sentido.

Isabelle e Ethan murieron ese día, jamás se conocieron en vida.

Habían pasado tres años siendo fantasmas que deambulaban entre los vivos, de alguna manera estaban ligados el uno al otro, por lo que no podían pasar al otro lado sin antes haberse encontrado.

Isabelle e Ethan al fin pudieron encontrar la paz, luego de tantos años viviendo en una constante soledad.

F I N

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