Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

«Dos dedos arriba»


«Bebo para recordar, fumo para olvidar

Algunas cosas para estar orgulloso, otras para arrepentirse

Corro por algunos callejones oscuros en mi propia cabeza

Algo está cambiando, cambiando, cambiando»

Esa mañana se levantó escuchando a su mamá discutir con el señor que vivía con ellos. Se habían conocido en un bar, un par de copas, y un día llegó con su equipaje para mudarse.

Los gritos provenían de la cocina, pero JungKook apenas estaba abriendo sus ojos, le tomó unos segundos levantarse de la cama para ir al baño, orinar, cepillarse los dientes, y todo lo que se supone haces durante las mañanas. Estaba llegando tarde a la escuela, pero francamente no le importaba demasiado. Incluso tomó su tiempo para contestar algunos mensajes de sus amigos del vecindario. Podría verlos más tarde para fumar un rato.

La discusión pareció haberse detenido, así que fue su señal para bajar hacia la cocina y servirse, aunque sea un poco de cereal. Cuando estuvo ahí, su madre estaba bailando con ese señor alguna música de hace algunos ayeres; ambos estaban bebidos. A JungKook jamás le hizo gracia que su madre se emborrachase tan temprano; eran las ocho de la mañana. Sostenía un vaso a medio llenar que poco a poco se iba vaciando por los movimientos bruscos que aquel sujeto dictaba, pues era un baile y él estaba a cargo.

Caminó tratando de no sentir asco, buscó su cereal favorito y se sirvió un poco en una pequeña taza. Estaba buscando la leche cuando el señor habló.

—Hey, JungKook, ¿por qué no le sirves a tu papá un poco de eso, ¿eh?

JungKook se detuvo en seco con la leche en su mano, miró con detenimiento al señor y después paseó su vista hacia su madre.

—¿Eres sordo? —habló de nuevo el sujeto, siempre le había molestado que no le respondiesen cuando decía algo.

JungKook tragó saliva, pero siguió en lo que estaba.

—Te di una orden —dijo ahora con su voz contenida.

—Taeyong, déjalo en paz. Ahora te sirvo yo —interrumpió su madre con una cara de preocupación.

—Le di una orden a él —dijo el sujeto mirándola—, este muchacho debe conocer lo que es el respeto.

Taeyong se acercó hasta donde estaba JungKook sin dejar de mirarlo con molestia.

—Te he dado una orden. —El aliento a alcohol golpeó las fosas nasales de JungKook. Lo odió. Odió fuertemente lo que estaba siendo su vida en ese instante.

Él se había cansado de soportarlo, así que lo miró con toda la determinación posible y dijo—: Sírvete si tanto lo quieres.

Taeyong casi rio por la respuesta, estaba a punto de golpearlo, pero la mujer lo detuvo a tiempo.

—¡Déjalo! —gritó.

Taeyong la miró con más rabia que a JungKook, pero se contuvo. JungKook se había quedado congelado en su lugar, hasta que su madre le hizo un gesto de que se fuese ya. Y así lo hizo. Tomó su mochila y fue directo a la escuela; era mala, pero al menos no era peor.

La jornada escolar pasó lenta y tortuosa, tenía mucho en su cabeza dando vueltas que poco le importó enterarse su mala calificación en el examen pasado. Solamente quería salir de allí lo más rápido posible, pero al mismo tiempo no se atrevía a salir de allí, así que se aguantó.

Después de la escuela, sus buenos amigos estaban sentados en el viejo sillón que el señor Kim tiró y ellos recogieron para llevarlo a un pequeño espacio libre que estaba escondido detrás de unos árboles del parque del pequeño pueblo.

—Aquí nunca pasa nada —dijo YoonGi sorbiendo un poco de refresco—. Este pueblo es un asco.

JungKook sonrió a medias. Abrió su cajetilla de cigarrillos, y encendió uno. YoonGi siempre decía eso, parecía un disco rayado, pero tenía razón. El pueblo estaba cada vez más desgastado y sin posibilidades de brillar. La gente se mudaba cada vez más rápido a la ciudad, el único motivo por el que venían al pueblo era para pasar un fin de semana tranquilo o los ancianos que buscaban una vida sin el ajetreo tecnológico.

—Parece que estamos destinados a morir aquí —dijo JungKook después de expulsar el humo.

—Si eso quieres, eso tendrás —habló NamJoon que estaba sentado al lado de él fumando otro cigarro—. Yo no pedí nacer aquí, pero quiero irme tan pronto como pueda.

—Podría hacer lo mismo, aunque primero necesito cuidar a mi abuela —dijo YoonGi con un poco de remordimiento en su voz—. El vejestorio que tengo como padre no ayuda en nada, no puedo dejarla así nada más. Seguro la deja morir en cuanto ponga un pie fuera de este pueblo.

—Pronto. —Fue lo que dijo NamJoon viendo hacia el cielo—. Necesito terminar de ahorrar, mis padres por más que trabajan no logran solventarse por las deudas que deben pagar de mi hermano. Ese hijo de puta se lío demasiado con el grupito de Park, y ahora ellos están pagando su desastre.

El silencio se hizo presente, pero nadie prestó atención. Los tres estaban sentados en el sillón observando el cielo, y fumando cigarros. YoonGi se les había unido, aunque no muy convencido. Había querido dejarlo desde hace unos días, esperaba lograrlo. Quizás, más adelante...

—¿Qué piensas, JungKook? —lanzó YoonGi de repente al notarlo tan callado. Raramente era así, JungKook continuamente estaba hablando de cuándo y cómo se iría, y qué haría en la ciudad.

—Nada. Estoy resignado.

—¿Resignado?

JungKook suspiró pesadamente.

—Quizás mi destino sea quedarme aquí, y listo.

—¿Eres idiota? —NamJoon estaba escéptico—. ¿Por qué te quedarías?

—Me cansé de soñarlo, ¿saben? Me cansé de ver las estrellas en la noche y rogar porque mi madre amanezca viva. —Tiró la colilla del cigarro al suelo y la aplastó con su pie—. Estoy resignándome.

—Eres un idiota —dijo YoonGi—, te he escuchado cantar. Lo haces asombroso, podría irte bien si sabes cómo arreglártelas.

—Pero mamá...

—¿Tu madre qué? Ella está grande, debe saber qué es lo que hace. No puedes seguir así. Ese desgraciado la golpea, y a veces a ti. ¡Casi te mata la otra vez! ¿Qué hizo ella? ¡Sé cuánto la has intentado ayudar! Pero ¿te digo algo? A veces las personas no quieren ayuda. Por más que les digas que hay un pozo enfrente y se pueden caer, no te harán caso porque les gusta el sufrimiento, sienten que lo merecen. Solo ellas pueden cambiar sus vidas. No hay más.

YoonGi se levantó, se estiró un poco y los miró a ambos.

—Sé en qué posición me encuentro, pero no planeo quedarme aquí mucho tiempo. Siempre he creído que ustedes se irían antes que yo, a este paso lo estoy dudando. —Los miró seriamente—. No me decepcionen —dijo y se fue lentamente.

«Hay una historia por cada esquina de este lugar

Corriendo tan fuerte, sales, pero tus rodillas terminan rasguñadas

Soy un perro viejo, pero he aprendido nuevos trucos»

Al hacerse de noche, JungKook se fue a su casa. Se sintió aliviado cuando notó que se encontraba solo, y se fue directo hasta su habitación. Él estaba durmiendo cuando unos ruidos en la cocina se hicieron presentes, los sartenes sonaban fuertemente al igual que las maldiciones. JungKook tuvo que contar hasta cien para poder dormir.

A la mañana siguiente bajó cuidadosamente por las escaleras, vio a su madre discutir con Taeyong. Él estaba bebiendo algo cuando su madre le propinó una bofetada que lo hizo escupir lo que fuese que estuviese bebiendo, manchando hasta la alacena. El sonido fue fuerte, pero fue peor el silencio que vino después de eso. Taeyong estaba mirándola con ojos furiosos y dispuestos a matar. Tomó a la mujer de sus brazos y la zarandeó bruscamente gritándole lo estúpida que había sido.

JungKook no pudo contenerse, logró meterse entre ambos. Taeyong lo sujetó ahora a él, JungKook estaba dispuesto a pelear, sin embargo, su madre se interpuso.

—Déjalo en paz —rogó con lágrimas brotando desesperadamente, golpeando su pecho.

JungKook estaba lleno de cólera, miró a su madre con rabia y subió las escaleras. Fue a la habitación donde ellos dormían, guardó en una maleta la ropa de Taeyong y bajó sin importarle mucho que lo hubiesen visto. Caminó hasta su patio trasero, el cual estaba descuidado y lleno de hierbas que crecían desordenadamente. Sacó la caja de cerillos que siempre llevaba consigo, abrió la maleta tirando toda la ropa al suelo. Le costó un poco, pero al final el fuego accedió hacer su magia. La maleta estaba en llamas.

Subió rápidamente hasta su habitación, tomó su pequeña mochila y guardó lo necesario, incluso la foto familiar que se habían tomado cuando su padre aún vivía. Él tenía como ocho años ahí. Escuchó algunos gritos más por parte de ambos, muchas groserías y maldiciones.

—¡Ese maldito hijo de puta! —gritó Taeyong tratando desesperadamente de apagar las llamas con un poco de agua—. ¡Ese maldito bastardo!

También escuchaba los llantos de su madre.

Respiró hondo y sin cuestionarse demasiado cerró la puerta de su habitación. Nunca iba a regresar. Era una promesa.

Su madre estaba sentada en el sillón con un vaso en la mano y lágrimas en los ojos, tenía la cara roja y una herida en su frente, al parecer Taeyong se había ido. En cuanto vio a JungKook, ella se puso de pie, tambaleándose.

—¿Te vas? —preguntó, pero era más una afirmación.

JungKook solo pudo asentir.

—Kookie, lo siento mucho —dijo su madre acercándose a abrazarlo.

JungKook la rodeó con los suyos una vez más, tan fuerte como pudo. Hace tiempo que ella no lo llamaba de esa forma. Sintió su corazón romperse.

—Nos vemos, Iseul —susurró. Se apartó de ella y sin mirar hacia atrás salió de su casa.

Fue en busca de sus amigos, era tarde, así que sabía exactamente dónde encontrarlos. Aquel lugar había sido su salvación y refugio cuando más lo necesito, y más que el lugar, eran aquellas personas que estaban casi siempre sentadas en aquel viejo sillón.

Se plantó enfrente de ellos. Todos notaron su maleta y sus ojos cristalinos, nadie dijo nada por unos segundos hasta que YoonGi decidió hablar.

—Así que al fin te decidiste —dijo YoonGi rompiendo las dudas.

—Lo estoy haciendo ahora —sonrió ladino.

—Bien por ti, campeón —habló NamJoon sonriendo en grande.

JungKook estuvo con ellos durante un rato, fumó, bromeó y rio con ellos una última vez. Cuando decidió que era tiempo le dio un abrazo a cada uno agradeciendo todo lo que le habían dado. No solo fue amistad, fue más que eso; algo más fuerte, algo que sonaba como familia.

—Te estaré viendo brillar —dijo NamJoon dándole un fuerte beso en su mejilla.

JungKook se sonrojó un poco y YoonGi puso sus ojos en blanco.

—Sé grande y feroz, pero no te olvides de dónde vienes, JungKook —mencionó YoonGi.

JungKook puso la mochila sobre su hombro. Alzó dos dedos al aire cuando estuvo a varios metros lejos de ellos; sonriendo. Seguido de eso se encaminó hacia la central de autobuses. El futuro parecía desolado, pero esperanzador.

«Así que me despido con un beso de cada pequeño gramo de dolor

Enciendo un cigarrillo y deseo que el mundo desaparezca

Salgo, salgo, estoy vivo y estoy aquí para quedarme.

Así que alzo dos dedos al ayer

Enciendo un cigarrillo y lo fumo todo

Salgo, salgo, estoy vivo y estoy aquí para quedarme»

Había sido un viaje largo y pesado, ese día había sido doloroso con demasiada intriga de por medio. Pero habían pasado años desde eso, sin embargo, cada vez que lo recuerda su corazón tiembla y los deseos de querer llorar vuelven.

Pero él no puede dar marcha atrás. Si tuviera la oportunidad de volver a aquel día, lo haría de nuevo. Quizás hubiese cambiado aquel beso en la mejilla por uno en sus labios, pero estaba bien.

Él no podría cambiar a toda esa gente gritando su nombre para que se presentase en el escenario. Él era un cantante reconocido. Siempre daba todo en cada presentación, y siempre recordaba agradecer a todos por estar en ese momento. Siempre recordaba aquellas palabras de YoonGi con cariño.

Recuerda de dónde vienes.

Eso fue lo que le ayudó en un inicio a no perder el rumbo, y estar donde lo está ahora. Cuando alguien del staff le informó que ya era tiempo, sintió un ligero cosquilleo en su estómago. La emoción lo estaba matando, pero aun así sonrió, agarró su micrófono y salió hacia el escenario.

—¡JungKook!

—¡JungKook!

—¡JungKook!

Él lo había logrado.

Y justo cuando terminó de cantar su primera canción pudo divisar entre la multitud dos pares de ojos que nunca olvidaría. NamJoon estaba sonriéndole desde la primera fila. Solo pudo sonreír aún más y siguió cantando. El mundo podría ser bueno en ocasiones.

—¡JungKook! —gritó emocionado NamJoon.

«Hey, hey está bien

Hey, hey está bien

Hey, hey está bien

Lo he dejado atrás»

- - -

Inspirada en la canción Two Fingers de Jake Bugg, la misma está en la parte de arriba.

Un poco de NamKook no hace mal a nadie (?). Espero que te haya gustado, aunque esté cortito.

—Lali-to.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro