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• 002

Volví a la Universidad al día siguiente preparado para sufrir durante todo el día, había llegado tarde a casa y, al estar pensando en esa chica por mucho tiempo, apenas había dormido así que, prácticamente, parecía un zombie andante, más aterrador de lo que yo ya era normalmente. Me encaminé sin ningún tipo de estrés a la primera hora, es más, si podía saltármela más que mejor pero, por casualidad ese mismo día, el autobús se había encargado de dejarme más temprano de lo usual. Llegué a clase saludando apenas a mis compañeros sentándome en el mismo lugar de siempre esperando al profesor con mis auriculares puestos. Para hacer tiempo, me puse a mirar algunas redes sociales mientras mis compañeros hablaban entre ellos dejándome cómo un auténtico antisocial.

Eché la cabeza hacia detrás replanteándome seriamente dormir y abandonar esa clase que era terriblemente odiosa, además de pesada tratándose de primera hora. Suspiré a la vez que apoyaba la cabeza sobre mi mochila y apartaba los auriculares de mis oídos, quedaban cinco minutos y con lo cascarrabias que era el profesor que tenía, seguramente acabaríamos teniendo la misma estúpida discusión como si yo fuera un adolescente y no un chico de veinticuatro años a punto de terminar la Universidad. Guardé los auriculares para después volver a fundirme en buscar algo interesante en mi móvil.

—¡Tía qué guapa estás! —Exclamó una voz que por un instante me hizo sobresaltar y mirar a ver de dónde provenía. No fue el hecho de que gritara porque, ni siquiera lo hizo, simplemente, esa voz la conocía. Y vaya que la conocía.

—¿De verdad? Solo me he maquillado un poco más de lo normal —respondió una de las pocas chicas decentes de mi clase esbozando una tímida sonrisa ante las palabras de la chica. La otra tomó sus manos también esbozando una sonrisa.

—Enserio, ¡te queda genial! —Le aseguró ladeando la cabeza afirmando que, realmente, era la persona que creía. Por un momento me sentí totalmente nervioso.

Estaba seguro de que era la chica del autobús, nunca podría olvidar esa voz algo aguda y tierna que tenía. Por supuesto tampoco podría olvidar lo sedoso que se veía su pelo castaño claro que le llegaba por mitad de la espalda, ni sus ojos grandes grises que, seguramente portaban unas lentillas pero le favorecían totalmente. Tampoco podría olvidar sus finos labios rosados y la pequeña nariz que tenía acorde con su pequeña cara además, esa forma de sonreír y ladear la cabeza la habían delatado. Definitivamente, era ella.

Por un momento, realmente sentí que me importaba y, aunque había admitido que me gustaba, no estaba cien por cien seguro, es decir, estaba más confuso que un pato en un garaje y eso, ya era decir. Sentía mi corazón acelerado que, por un lado, parecía más de los nervios por saber que ella y yo tendríamos la oportunidad de al menos ser amigos pero, por otro lado, sentía que era por algo más. Realmente si era más exacto, puede que lo que sentía era una mezcla entre el amor y la corazonada de que esa persona y yo estábamos unidos de alguna manera. ¡¿Cómo no pude darme cuenta de que estaba en mi clase?!

Nuestras miradas se conectaron y, estuve a punto de apartar la mirada hasta que vi cómo sonreía saludándome tímidamente, de alguna manera, me había reconfortado que me recordara y no se hubiera olvidado de mí. Le devolví el gesto atrayendo las miradas de sus amigas que me miraban un poco curiosas de saber por qué su amiga estaba saludando a alguien como yo y, la verdad, es que las entendía.

Ella y yo fisicamente no pegábamos para nada, estaba seguro incluso de que ni siquiera en personalidad llegaríamos a pegar. Yo era absolutamente lo contrario a ella, alguien oscuro, aterrador, de esas personas que no te acercarías en el curso porque realmente dan miedo; continuamente solía vestir de negro, con cazadoras y algunas botas de militar negras que me daban un aire que algunas personas llamaban molón pero que realmente no lo parecía. Yo era de esas personas borde, poco simpática, de las que miraba mal a todo el mundo creándome mi propio muro imposible de cruzar, cosa que en el pasado, nunca lo había hecho.

Por otro lado, ella era una chica que, aún viéndola de dos días, era una chica muy alegre, brillante y bonita; su piel brillaba comparándola con mi piel morena que parecía igual de oscura que mi ropa. Solía vestir de multitud de colores, sobretodo los pastel cambiando de look haciéndose ver como una chica realmente femenina que seguramente tendría a miles de chicos detrás de ella y, aunque la conocía poco personalmente —solo de las pocas veces que había hablado en clase—, sabía que no tendría nada que ver conmigo.

El profesor entró por la puerta cortándole todo el rollo a mis compañeros obligándoles a sentarles y olvidar sus profundas historias de universitarios de esas en las que van a mil fiestas cogiéndose la del siglo mientras se llevan a nosecuántas chicas añadiendo cada detalle de ello que, una persona como yo, ajena a la situación y a la persona, no debería de enterarse. Eran unos niñitos y debía de admitirlo. Yo tenía miles de historias incluso mejores que las suyas y no iba por ahí contándolas. Respiré hondo intentando mantener las fuerzas para disfrutar de la clase sin tener ganas de matar al profesor que tenía delante de mí.

Casi grito de alegría al oír el timbre después de una hora que se hizo inmensa —incluso más de lo normal— y que pensé que jamás acabaría. Me levanté colocando mi mochila sobre mis hombros en busca de escapar de allí lo antes posible para disfrutar de la hora libre que tendría sin que nadie me molestara y me persiguiera pero, como siempre, tenía que haber algo que me impidiera hacer esas cosas y bueno, desde que estaba en esa universidad no había habido algún día que no fuera así.

—Kim Taehyung —me nombró el profesor haciéndome parar en seco a la vez que atraía algunas miradas hacia mí—, tengo algo que darte —anunció mostrándome el trabajo que le había entregado como extra para no suspender la asignatura. Volví hacia detrás hasta llegar a su mesa mientras los alumnos salían de la clase.

Por una vez en la vida, casi le beso la frente a ese hombre. Me había puesto un ocho, ¡un ocho! Las dichosas semanas haciendo aquel trabajo habían valido la pena y, por una vez en la vida, le agradecí el esfuerzo de estar corrigiéndolo durante una semana a lo que él sonrió siendo también la primera vez que le veía de esa manera. Después de todo, parecía que incluso me había cogido cariño. Salí con una sonrisa de allí sintiéndome el hombre más feliz del mundo por haber arruinado mis planes dándome esa increíble noticia. ¡Iba a graduarme y esa era la mejor noticia que podían darme!

—¿Kim Taehyung? —Preguntó tímidamente llamando al instante mi atención dejándome sorprendido al momento—. ¿Te llamas así? —Preguntó de nuevo confusa al verme totalmente embobado. No me creía que realmente esa chica, estuviera hablando conmigo.

—Así es —afirmé y ella sonrió de lado a la vez que apartaba la mirada. Me preguntaba si el destino nos había unido de alguna manera.

—Yo soy Kim también —añadió emocionada mirándome fijamente a los ojos. Me atraía mucho que tuviera los ojos de ese color, estaba empezando a volverme loco solo de mirarla—. Kim Yerin, ya que ayer no tuvimos la valentía de presentarnos —agachó su cuerpo mostrándome respeto y no dudé en imitar el gesto un poco más tarde. Me gustaba que fuera directa, en cierto modo, si que parecía que llegaríamos a tener algo en común.

—Encantado.

—¿Tienes ahora hora libre? —Preguntó curiosa ignorándome totalmente, cosa que me hizo ver más eso de su actitud de ser directa. Asentí con la cabeza haciendo que esbozara una sonrisa.

—¿Por qué? —Alcé la ceja algo confundido. Realmente, no estaba acostumbrado en que alguien estuviera interesado en mí por lo que, me extrañaba su actitud.

—Me preguntaba si podía recompensarte por lo de ayer, tampoco fue nada del otro mundo pero cualquiera me hubiera apartado con asco y bueno, aguantar a alguien desconocido para ti tuvo que ser incómodo —admitió apartando la mirada algo avergonzada a la vez que volvía a mirarme para dedicarme una sonrisa de lado. Intenté no sonreír por aquello, realmente era una chica muy mona y, admitirlo para mí era difícil.

—No hace falta que hagas nada por mí —zanjé un poco seco haciendo que su mirada cambiara por un momento. Sí, ahí estaba el Kim Taehyung que todo el mundo odiaba.

—Y-yo —medio tartamudeó. Hice una reverencia dándole las gracias indirectamente por el obsequio que había rechazado.

—Gracias igualmente Kim Yerin, te veo en clase —dije para después alejarme de ella dejándola con la palabra en la boca. Intenté no mirar hacia atrás para no sentirme culpable.

Me odiaba a mí mismo, odiaba la personalidad que tenía y sobretodo, hacer eso a pesar de que me hubiera encantado pasar tiempo con ella. Yo era frío, muy frío y no quería comerme a alguien tan cálido como ella, no quería convertirla en algo como yo, en algo que odiaba. Hacer que su cálida imagen cambiara como la mía lo había hecho. Alejarme era la opción más rápida para cortar desde la raíz el hecho de que pudiera surgir algo de aquí, no quería problemas ni causárselos a ellas a pesar de lo rápido que me latía el corazón y lo mucho que me apetecía pasar ese tiempo con ella. A pesar de lo mucho que me había empezado a gustar.

Aunque de todas formas, eso no fue un impedimento.

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