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46. Cambiando las Tornas

Momentos después, Yuu y Yukiko se fueron a dormir tranquilamente y, ya caída la noche, visualizaron el espejo de la habitación de Yuu antes de volver a encontrarse en aquel espacio gris con el que estaban tan familiarizados: ambos llevaban la misma ropa que las dos ocasiones anteriores.

—¿Otro sueño más? ¡Ya van dos días seguidos! —exclamó Yukiko mientras miraba a su alrededor.

—Veamos qué tenemos esta vez —respondió Yuu.

Las imágenes no tardaron en aparecer y los mellizos se encontraron en las orillas de una bonita laguna bajo una noche clara con la luna llena en lo alto.

—¡Mira, son ellos! —exclamó Yuu y señaló a Ariel y Eric, estaban sentados en un pequeño bote de madera y el príncipe estaba a cargo de los remos.

—Al final se transformó en humana... —comentó Yuu al darse cuenta de que Ariel estaba sentada con un par de piernas en lugar de su llamativa cola de sirena—. Un momento, ¿no lleva el mismo vestido que tú? Tiene el lazo y todo.

Se dieron cuenta rápidamente de que Ariel tenía exactamente el mismo vestido que Yukiko: con la falda azul, el corpiño y el pelo semi-recogido sujeto con el lazo a juego. Ya eran conscientes de que Yuu estaba vestido igual que el príncipe, pero era la primera vez que veían a la sirena con ropa humana.

A Yukiko no le gustó aquella revelación:
—Un momento... ¿No significa eso que tú y yo estamos vestidos...?

—¿...igual que una pareja de enamorados? —terminó Yuu, que también lo había captado.

Solo era ropa que aquel espacio les otorgaba para adaptarse a los escenarios, pero los mellizos ya no se sintieron totalmente cómodos con aquella elección.

—¡Esto es intolerable, exijo que nos vuelvan a vestir de la misma forma! —Yukiko gritó al vacío—. ¡O me dais pantalones a mí también o a él le dais el mismo vestido!

—¡Shh, escucha! —urgió Yuu cuando un cangrejo rojo de nombre Sebastián comenzó a cantar una romántica serenata para ayudar a Ariel y animar al príncipe a besarla para cumplir con su parte del trato con Úrsula y ser humana para siempre.

Los mellizos se dejaron llevar por la romántica serenata y se frustraron cuando Eric trató de besarla finalmente, pero acabó sintiendo vergüenza y echó la cabeza atrás, a pesar de que Ariel ya estaba lista para recibir el beso.

—Casi... —susurró Yuu.

La pareja siguió navegando hasta alcanzar un sauce llorón de largas ramas que crecía en medio de la laguna.

—Tengo curiosidad por saber tu nombre. A ver si lo adivino... —Eric le dijo a Ariel y paró de remar para pensar—. No será... ¿Mildred?

Ariel lo negó haciendo una mueca de disgusto

—Ah, de acuerdo, no —respondió Eric entre risas—. Tal vez... ¿Diana? —Ariel negó con la cabeza—. ¿Raquel?

—¡Ariel, pazguato! Se llama Ariel —exclamó Sebastián desde su escondite en un susurro, perdiendo la paciencia.

Eric miró hacia atrás y se preguntó si aquella voz había sido producto de su imaginación.

—¿Ariel? —repitió y la chica asintió con energía—. ¿¡Ariel!? Hm, es muy bonito. De acuerdo, Ariel.

—¡Aw...! —exclamó Yukiko.

—Parece que va bien —comentó Yuu teniendo un buen presentimiento. La música había sido de gran ayuda.

—¡Bésala! —exclamó Yukiko repitiendo la letra de la canción.

La música continuó y las imágenes saltaron al momento en que Ariel y Eric estaban por compartir un tierno beso. Los mellizos y los animales que habían trabajado juntos para crear el ambiente romántico miraban emocionados y expectantes...

Pero antes de que sus labios pudieran siquiera rozarse, el bote en el que la pareja estaba sentada se volcó de repente y ambos cayeron de bruces al agua.

—¿¡Qué!? —chillaron los hermanos al unísono; Yukiko incluso se llevó las manos a la cabeza.

Las imágenes se enfocaron inmediatamente sobre las morenas Flotsam y Jetsam, que se rieron malévolamente y se estrecharon las colas como un apretón de manos para felicitarse mutuamente por arruinar el momento.

—¡Eh, lo han hecho a posta! —chilló Yukiko enfadada.

—¿Por qué? Es el pago del trato —dijo Yuu.

Las imágenes se oscurecieron y mostraron a Úrsula en su caverna submarina.

—¡Eso estuvo cerca! Esa chica es más dura de lo que pensaba —farfulló y se llevó ambas manos a la caracola que colgaba de su cuello—. ¡Os voy a demostrar lo lejos que puede llegar mi magia!

Y una vez más, saltaron a una escena en el futuro: Ariel volvía a ser una sirena bajo el mar, estaba apresada por las dos morenas, cada una agarrándola por un brazo, y Úrsula hablaba con un tritón de cola azul y músculos fuertes a pesar de su avanzada edad, delatada por sus largas barbas y cabelleras encanecidas; la corona de oro, los brazaletes y el enorme tridente que portaba revelaban su estatus como monarca.

—Mírala, vuelve a ser una sirena —comentó Yuu con tristeza—. ¿Entonces no ha podido besarlo?

—¡Ya basta, Úrsula! ¡Suelta a mi hija! —demandó el rey Tritón no solo con la autoridad de un gobernante, sino también con todo el miedo que un padre puede sentir viendo a sus hijos en peligro.

—¡Ella me pertenece ahora, Tritón! —exclamó Úrsula victoriosa mientras le mostraba el contrato con la firma de Ariel—. Sin embargo, estoy dispuesta a aceptar un intercambio: ella, por algo mucho mejor...

Dándose cuenta de que se refería a él y su posición como rey del mar, Tritón se quedó petrificado.

—Entonces, rey Tritón, ¿aceptas el trato? —inquirió Úrsula.

Sin tener otra opción, el rey cerró los ojos con resignación y usó la potente magia de su tridente para transformar la firma de Ariel en la de él, pues no había nada más importante que su querida hija.

—¡No! —chillaron los mellizos al mismo tiempo.

Y no supieron qué pasó después, porque justo ahí se detuvieron las imágenes y el escenario se oscureció, indicando que el sueño se había acabado.

—¡Espera...! —chilló Yuu a la nada, pero al igual que las veces interiores no sirvió de nada.

—¿¡Has visto eso!? ¡Esa pava nunca tenía planeado jugar limpio! ¡¡Ha hecho trampa!!

Aquello fue lo único que pudo expresar la chica antes de ser engullida por la oscuridad.

Horas después, Yuu abrió los ojos lentamente y volvió a encontrarse en la habitación de Leona.

Se frotó los ojos y reflexionó por el sueño que acababa de tener con su hermana.

Yukiko tenía razón: Úrsula no tenía la intención de ayudar a Ariel a convertirse en humana y estar con el chico que le gustaba, y saboteó la oportunidad perfecta para que ella no pudiera cumplir su parte del contrato y esclavizarla.

Toda aquella descripción se le hizo horriblemente familiar...

«¿Será que estos sueños están ligados a la vida real?», se preguntó.

No era la primera vez que pasaba, había ocurrido antes con la tiranía de la reina similar a Riddle, y los meticulosos planes del león Scar para hacer daño a otros como Leona acabó haciendo.

...Y ahora los tratos amañados de Úrsula no se diferenciaban mucho de los de Azul.

Podría decir que eran simples coincidencias como resultado de una bizarra combinación de leer tantos libros, de pasar por tantos problemas en la escuela y, posiblemente, alguna extraña intervención de las misteriosas marcas en los hombros, pero cada vez estaba menos convencido de que se tratara solo de eso.

Y hablando del rey de Savanaclaw, este seguía dormido en su cama.

«Dudo que se levante pronto después de todo el tumulto de anoche», pensó Yuu, aún sorprendido de que el plan de emergencia que había organizado con Yukiko había funcionado y sin haber acabado devorados en el intento.

Aún era temprano, pero no podía volver a dormir. Decidió comenzar a recoger sus cosas, sabiendo que aquel era su último día en aquel dormitorio.

Tuvo el mayor cuidado de no hacer ruido y evitar despertar a Grim y a Leona, pero este último se acabó levantando de todas formas.

—Oh, buenos días, Leona —lo saludó Yuu en voz baja.

Verlo tan alegre y ya puesto a trabajar a primera hora de la mañana solo irritó aún más al líder de dormitorio:
—Anda, ya estás despierto. ¿Cómo te atreves a estar tan fresco como una rosa tan temprano? Yo apenas pude pegar ojo con la que os montasteis anoche.

«No nos quedaba de otra», respondió Yuu para sus adentros.

Leona chasqueó la lengua al levantarse de la cama con pereza y se puso la camiseta del uniforme de dormitorio.
—Hoy es el tercer día del acuerdo, lo cual significa que os echaré al atardecer sin importar cómo acaben las cosas —le recordó Leona y lo señaló con un dedo—. Preparaos.

Aquella última palabra le provocó a Yuu un pequeño calambre en el hombro izquierdo, pero lo ignoró. Era cierto: solo quedaba un día para completar el contrato de Azul, y ni siquiera era un día entero, solo tenían unas horas hasta el atardecer...

Yuu mentiría si dijera que no tenía miedo de lo que pudiera pasar, pero el plan que habían confeccionado la noche anterior tras "persuadir" a Leona tenía pocas probabilidades de fallar.

—Lo tendré en cuenta, y estaremos preparados —respondió—. Y antes de que se me olvide: muchas gracias por dejarnos estar aquí, a pesar de lo mucho que te disgustaba la idea. No lo olvidaré.

—Eh, no te inclines; recuerda que al final solo lo he hecho por Yuki —insistió Leona—. Aunque debo admitir que tienes agallas para hacer lo que hiciste y llegar tan lejos por tus propias causas, a pesar de ser un simple herbívoro.

Yuu abrió los ojos como platos; no recordaba que Leona le hubiera dicho algo más o menos bueno.
—¿Lo dices en serio?

—No te acostumbres a escuchar cosas así de mí. Además, te recomiendo que te prepares y salgas cuanto antes: el tiempo vuela.

Horas después, tras las clases de la mañana, Grim y los mellizos se reunieron con Ace, Deuce y Jack y pasaron la hora del almuerzo en el patio interior para hablar de la última estrategia con discreción; Yukiko solo aceptó estar allí con la condición de sentarse de espaldas al pozo y evitar verlo.

Tras comentarles la siguiente estrategia que habían ideado para el día, los estudiantes de Ramshackle recibieron una mirada de completa incredulidad por parte de Ace, Deuce y Jack como si hubieran dicho una auténtica locura.

—¿...Vais en serio? —cuestionó Jack rompiendo el silencio.

Yuu asintió con seguridad:
—Hoy vamos a regresar al Museo Memorial de Atlántica —repitió.

—¡Espera, espera, espera! ¿¡No habíamos dicho que descartábamos ir a por la foto por los hermanos Leech persiguiéndonos allí!? —se apresuró a decir Ace sintiendo escalofríos de solo recordar aquella horrible persecución de la que no tuvieron de otra que huir.

—Hasta yo pienso que es una locura... —admitió Deuce nervioso.

En respuesta, Grim sonrió de oreja a oreja y chasqueó la lengua mientras hacía gestos de negación con el dedo.

—Tch, tch, tch... Vamos, chicos. Primero tenéis que escuchar nuestro plan...

Se detuvo de inmediato al sentir una fuerte molestia en la garganta y tosió con fuerza.

—Eh, ¿a ti qué te pasa? ¿Te has resfriado o algo? —preguntó Ace sorprendido; nunca antes lo había escuchado toser de aquella manera.

Grim se frotó el hocico.
—¡No, qué va! Es que estuve gritando un montón anoche... Pero eso no importa, ¿sabéis? Os voy a contar lo que tenemos para hoy. Aquí va...

Tras un rato de explicaciones, los tres gritaron un escandalizado «¿¡QUÉEEEEEEEE!?»

—¡Bajad la voz, ¿queréis?! Hemos venido a comer aquí por algo —los reprendió Yukiko en voz baja.

—Pero ¿vais en serio? ¡Eso sí que es una locura! —cuestionó Ace totalmente apabullado.

Aún nervioso, Deuce fue capaz de sonreír con orgullo.
—Increíble, sí que tienes determinación cuando te lo propones, Yuu —elogió.

—Yo le di un pequeño empujoncito —insistió Yukiko, que quería recibir su parte del crédito.

—Pero ¿de verdad creéis que va a funcionar? —cuestionó Jack, sopesando los riesgos y probabilidades de que algo saliera mal.

—Hemos recorrido un largo camino, así que creo que no queda de otra que jugárnosla con la idea de Yuu; no nos queda mucho tiempo —propuso Deuce.

—Es verdad, preferiría no quedarme aquí sin hacer nada y esperar hasta el atardecer —añadió Ace.

Jack intercambió miradas entre ambos estudiantes de Heartslabyul y asintió finalmente.
—...De acuerdo, entonces no nos quedemos aquí por más tiempo. Vámonos —Miró a Yuu con algo de orgullo—. Yuu, al final no eres tan diferente de Yuki: cuando se te mete una idea en la cabeza, nadie es capaz de quitártela.

—Aunque a veces también eres un poco descarado, la verdad —comentó Ace, recordando otras veces que Yuu había sido capaz de dejar las inseguridades y la vergüenza de lado para expresarse sin pelos en la lengua—. Pero bueno, ¡pongámonos en marcha!

—¡Vamos al Museo Memorial de Atlántica a por esa foto! —exclamó Grim, decidido—. Eso sí, tú esfuérzate en hacer tu parte por aquí, ¿vale, Yuki?

—¡Por supuesto! —exclamó ella alzando un puño—. Puede que no vaya con vosotros al museo, pero ahora sí que me niego a quedarme en el banquillo sin hacer nada mientras vosotros vais a ello.

No lo decía de mala manera, pero Jack y los estudiantes de Heartslabyul la miraron en silencio hasta que este fue interrumpido por Deuce:

—Yuki, yo... —murmuró con arrepentimiento sin apenas mirarla a los ojos—. Siento mucho haber dicho eso ayer; de verdad que no pretendía dejarte de lado, y menos aún por tu magia.

Yukiko dejó de sonreír y se cruzó de brazos mientras lo miraba. Aún seguía mosqueada por los comentarios del día anterior y no estaba segura de aceptar sus disculpas.
—Bueno, es cierto que al final me libré de la emboscada de ayer, pero tampoco es como si vosotros hubieseis tenido posibilidad de ganar contra ellos.

Jack gruñó con impotencia de solo recordar aquel suceso. Quiso protestar, pero no le salían las palabras: después de todo estaba en lo cierto.

—Tienes razón —respondió Deuce—, me preocupaba que te hicieras daño o te pasara lo de aquella vez, pero siguió siendo injusto. Por eso y por no pensar en cómo te haría sentir: lo siento de verdad.

Sin parecer totalmente convencida, Yukiko alzó una ceja.

—Lo mismo digo, yo también lo siento —dijo Jack finalmente—. El otro día te dije que era mejor que no nos acompañaras, pero al final no te harás más fuerte si te quedas de brazos cruzados todo el rato. No es como si a todo el mundo se le dieran bien las clases de vuelo, pero Vargas jamás te dejará usar la escoba si continúas así...

La expresión de Yukiko se suavizó, por lo menos entendían que aquel tema era uno delicado para ella.

—Ace, ¿no deberías decirle algo tú también a Yuki? —inquirió Yuu con una ceja alzada.

Ace frunció el ceño y suspiró con fastidio: se notaba que su sentido del orgullo no se lo ponía fácil:
—Yo también lo siento, por haber sido tan insensible ayer -dijo finalmente-. Yo también me cabrearía si me desconsideraran tantas veces seguidas, ¡ni que fuera incompetente!

Incluso el rencor de Yukiko tenía un límite: no podía seguir enfadada con chicos que consideraba sus amigos después de que se disculparan de forma sincera.
—Está bien, chicos: os perdono —suspiró—. Yo también lo siento por enfadarme tanto, sé que os preocupáis y que todo esto sigue siendo muy nuevo para mí. Pero no necesito más recordatorios para ir lento y no sentirme peor al usar magia, ¡y encima ya vamos a practicar hechizos en clase! Yuu por lo menos tiene a Grim, pero ya es bastante duro no montar en escoba, ¡no aguantaré si tampoco me dejarán hacer hechizos!

Aquel era otro tema del que apenas habían tratado desde el incidente de las anémonas: los profesores les habían avisado que comenzarían a hacer más ejercicios prácticos con magia después de los exámenes. Por eso Yukiko intentó practicar por más tiempo otros hechizos sencillos aparte de levitación, como el cambio de color. La emoción tras cambiar el gris de una piedra en un vibrante amarillo con solo visualizarlo en la cabeza se había arruinado con un fuerte mareo acompañado por fiebre, lo que le llevó a los fantasmas de Ramshackle y al enfermero a insistir que lo dejara y continuara paso a paso como antes para evitar sobreesfuerzo y estrés que empeorara la producción de blot. Aquella fue otra de las razones por las que le dieron las pastillas para las náuseas.

Yuu no tenía ni una pizca de magia, pero por lo menos tenía a Grim haciendo los hechizos por él, pero ella temía ser considerada como una inútil por no poder hacer siquiera el mínimo a pesar de contar con su propia magia. Ni siquiera Azul, un hábil líder de dormitorio con una gran habilidad para la magia, consideraba la de ella como una adecuada para hacer tratos y ayudar a sus amigos; incluso si aquello no era una desventaja, sí que había sido un golpe a su ya herido orgullo.

—Así que, por favor: dejadme que demuestre lo que soy capaz de hacer, con magia o sin ella, por lo menos por esta vez.

Yuu le sujetó las manos.
—¡Por supuesto! —exclamó—. Sé que lo harás genial, y de todas formas vas a estar con Leona y con Ruggie si ocurre algo.

Deuce tragó saliva antes de continuar:
—Sé... ¡Sé que puedes hacerlo, Yuki! ¡Lucha con todas tus fuerzas y esfuérzate!

Alegrándose de arreglar las cosas y de expresar finalmente cómo se sentía, Yukiko sonrió emocionada.

—Que conste que yo no me preocupé, solo te dije que no te quejaras tanto —respondió Ace con indiferencia, por lo que Jack lo regañó con un fuerte codazo—. ¡AU! ¡Vale, ya paro...! Pero bueno, ya tienes ahí la oportunidad, ¡así que sal ahí y asegúrate de montarle un buen pollo a Azul!

—Nosotros ya tenemos nuestra parte del plan, así que asegúrate de no fallar la tuya. Y no olvides que el líder de dormitorio estará contigo, haz que se sienta orgulloso —le recordó Jack con aire de compañerismo.

—¡Pues no perdamos más tiempo! ¡Al museo! —exclamó Grim.

Largos momentos después, tras tomar por segunda vez la poción que les permitía respirar bajo el agua y el camino para llegar al museo, el pequeño monstruo y los cuatro chicos se llevaron una desagradable sorpresa:
—¿¡ESTÁ CERRADO!? —gritaron al leer el cartel de "Cerrado" colgado en las puertas del museo que no les permitirían la entrada.

—¿¡Es una broma...!? Y en el peor momento posible... —lamentó Jack.

—¿Será que los Leech lo sabían y por eso no nos atacaron? —comentó Deuce, que ya habían comentado lo sospechoso que había sido no cruzarse con ellos en todo el día.

—Pues es posible... —gruñó Ace y miró a su alrededor.

—¿Se supone que ahora debemos dar media vuelta con la cola entre las patas? —gruñó Jack, que se negaba a irse cuando habían llegado tan lejos.

—...Un momento. Tengo una idea —dijo Ace repentinamente—: creo recordar un documental en el que había otra entrada por la parte de atrás, vayamos por allí.

Nadaron hasta llegar a la parte de atrás del edificio. Tal y como había indicado Ace, había una entrada similar al de una gruta submarina fácil de acceder al no tener puertas. Sin embargo, aquella era la misma razón por la que estaba protegida por dos guardias tritones, uno joven y otro de la tercera edad con aspecto veterano: ambos tenían el torso al descubierto a excepción de una capa azul que indicaba su posición y estaban armados con dos grandes tridentes similares al los rel rey del sueño de Yuu. Debía de ser un arma común en el mundo bajo el mar, pensó él.

—Como se esperaba de un mundo de sirenas, ¡los guardias aquí también son sirénidos! —comentó Grim con algo de frustración.

—¿Por qué comentas algo tan obvio...? —bufó Deuce.

—Ya sé, yo me encargaré de distraer a los seguratas —propuso Ace con confianza.

Yuu se preocupó.
—¿Qué? Podría ser peligroso, ¿cómo vas a hacer eso?

—Tranquilo, confía en mí —aseguró Ace con una sonrisa maliciosa—. Yo me encargaré y vosotros os coláis por detrás.

—¿De verdad estarás bien solo? —cuestionó Jack teniendo dudas similares a las de Yuu.

—Vamos, Jack,tú también eres demasiado bueno —respondió Ace—. Si Deuce lo hiciera sería pillado al poco tiempo, dejadlo en mis manos.

Deuce se cabreó pero fue incapaz de decir nada porque Ace ya se había puesto en marcha y debía admitir que estaba en lo cierto.

Ace nadó hasta la entrada principal y los demás se ocultaron desde lejos para ver si el plan funcionaba.

—¡OH, NOOOO! —se puso a gritar Ace dramáticamente—. ¡No me lo puedo creeeer!

El alboroto llamó la atención de los guardias, quienes fueron a investigar la entrada principal.
—Oye, joven, ¿pasa algo? —preguntó confundido el guardia veterano al verlo con las manos sobre la cabeza.

El plan estaba funcionando, así que Ace continuó con su actuación:
—¡Dígame que no es verdad! ¿¡El museo está cerrado!? Con las ganas que tenía de venir aquí...

El tritón anciano se fijó en las piernas de Ace.
—Qué aleta más extraña tienes... Un momento, ¡eres un humano de la superficie! ¿Has venido hasta aquí tú solo? —cuestionó impresionado.

—¡Sí, señor! ¡He admirado el mundo de las sirenas desde que era pequeño! —exclamó Ace con emoción fingida—. De hecho, fui capaz de ahorrar lo suficiente para comprar una poción que me permitiera venir aquí. ¡Madre mía, un tritón de verdad! ¿Le importa si lo veo más de cerca?

Lejos de sentirse molesto por la insistencia de aquel repentino humano, el guardia sintió algo de orgullo; era bueno que gente de otros lugares, especialmente los jóvenes, sintieran curiosidad y admiración por lugares y culturas tan diferentes, y más aún que la relación entre humanos y sirénidos hubiera cambiado para mejor a lo largo de la historia.
—Oh, ¿de verdad? ¿Te gustaría ver también mi aleta dorsal?

—Guau, a ese tipo se le da bien mentir como si nada —comentó Jack sin saber si sentirse impresionado o decepcionado.

Viendo que la distracción estaba yendo de perlas, Ace les guiñó un ojo y levantó el pulgar, dándoles vía libre.

—Es nuestra oportunidad, vamos por detrás —indicó Deuce y nadaron rápidamente a la entrada sin vigilar.

Entraron por detrás y, guiándose por medio de señales y planos, fueron capaces de localizar la entrada.

El vestíbulo principal era una sala grande y amplia con una elaborada arquitectura de estilo submarino, bien iluminada gracias al abovedado techo con aberturas que daban paso a la luz solar procedente de la superficie.

—Este debe ser el lugar que nos dijo Azul —comentó Jack y señaló las paredes adornadas con decenas de marcos de fotografías de diversas formas colocados sobre los recovecos de las paredes de la entrada.

—Foto conmemorando la visita de Horacio XII, músico de la corte real —leyó—. Otro conmemorando la visita de la cuarta princesa. Hay un montón aquí, con razón nadie se dará cuenta si falta una.

—La foto conmemorando la visita del príncipe Rielle hace diez años estará... —examinó Deuce con la mirada hasta toparse con la que parecía ser una fotografía de grupo escolar—. Aquí. ¿Será esta? —comenzó a leer la descripción grabada en la placa situada debajo—: «Príncipe Rielle, visitando junto a sus amigos de la escuela». Parece ser que vinieron en la primaria.

Grim le echó un vistazo más de cerca.
—Solo son un montón de sirénidos pequeñitos —comentó sin encontrar nada especial excepto un pequeño tritón pelirrojo en el centro que debía ser el príncipe.

—¿Por qué ese tipo nos mandaría buscar algo así? —se preguntó Jack en voz alta, pensando lo mismo que Grim.

—Ni idea, pero nos la tenemos que llevar para que nos quite estas anémonas en la cabeza en cuanto antes —apremió Deuce mientras se hacía con el marco.

Jack se puso en modo alerta en caso de que saltaran las alarmas por robar algo del museo, pero no ocurrió nada.
—No suenan alarmas, al final sí que se trata de una simple foto.

Yuu quiso echarle un vistazo al cuadro, pero la gran escultura de piedra que pilló con el rabillo del ojo le llamó la atención: parecía ser de alguien como un rey musculoso que portaba un tridente.
—Un momento, ¿acaso no es...?

—¿Eh? ¡Oye! ¿¡Qué hacéis vosotros aquí!?

Al ver que el barullo solo había sido un turista humano que había venido en el momento equivocado, el guardia joven había dejado a su superior tomarse un descanso charlando con él y regresó a su puesto, pero había notado algo de movimiento cerca y decidió investigarlo dentro del edificio. Ahí fue cuando pilló a los intrusos con las manos en la masa y apuntó su afilado tridente hacia ellos como si fuera una lanza.

Los estudiantes sintieron la sangre helarse en ese mismo instante.
—¡Oh, no! ¡Un guardia! —chilló Grim.

Como buen estudiante de Savanaclaw que era, Jack actuó rápido y usó su pluma mágica para levantar con magia una nube de arena que cegó al guardia antes de que se quedara con sus caras.

Aprovechando que estaba distraído, Deuce aseguró la fotografía entre sus brazos y todos huyeron a la salida lo más rápido posible.

Salieron al exterior y vieron desde lejos que Ace todavía estaba distrayendo al guardia sin problema alguno.
—...Y realmente adoro la historia del príncipe humano y la princesa sirena, mi abuela siempre me la leía de pequeño —continuó hablando alegremente manteniendo la distracción.

—E hicieron una película de ella, ¿verdad? Mi mujer y yo fuimos a verla cuando éramos jóvenes —añadió el entrañable tritón con nostalgia y entusiasmo—. Ah, han pasado treinta años desde entonces, pero la escena final de cuando la princesa y su padre se abrazan siempre me lleva a las lágrimas cada vez que la veo.

—¡A qué sí! Esa es una que no se olvida.

—Sabes un montón de cosas a pesar de ser tan joven.

—Ah, eso es porque a mi hermano mayor le gustan mucho las películas, y las canciones son memorables. Hablando de eso: ¿es cierto que todos los sirénidos cantan muy bien?

—¡No, no, qué va! Esa no es más que una leyenda urbana; me acuerdo que en el colegio tenía varios compañeros que no paraban de desafinar.

El resto del grupo los miró desde la distancia con incredulidad y algo de decepción.

—Ace continúa la conversación así tan pancho, sabéis —bufó Grim.

—La verdad, me da pena el pobre hombre: se nota lo majo que es y míralo ahí siendo distraído tan fácilmente... —confesó Yuu en voz baja.

—Ace es realmente bueno hablando con gente que acaba de conocer —comentó Deuce, ya familiarizado con la buena labia de su compañero.

Jack no quiso perder el tiempo quedándose mirando.
—Ya hemos logrado nuestro objetivo, volvamos a la superficie.

Nadaron el camino de vuelta y Ace los pilló con la mirada, Jack le hizo una señal para indicar que era hora de retirarse.
—Oh, ¿sabe qué? Será mejor que me vaya.

Aquel muchacho humano tan entusiasta le había caído realmente bien y el tritón sintió que el tiempo había pasado volando al hablar con él.
—¿De verdad? Si tanto te gustan los sirénidos, podría dejarte echar un vistazo rápido por el museo.

—No, no. No me sentiría bien rompiendo las normas, sería injusto —insistió Ace con amabilidad—. Ya me fijaré mejor en el horario para la próxima. ¡Hasta luego!

Se despidió con la mano y dio media vuelta para seguir a los demás.

—¡Vuelve pronto! —exclamó el guardia mientras lo veía irse—. Vaya, ha pasado tiempo desde que conocí a un joven así.

Aunque no comprendía cómo era que un humano de la superficie tuviera una anémona marina implantada en la cabeza, ¿sería aquella una moda popular entre los admiradores del mar?

Los estudiantes se alejaron lo suficiente del museo y se ocultaron detrás de unas altas rocas.

—¿Y bien? ¿Qué tal os ha ido? —inquirió Ace.

—¡Lo hemos conseguido! Fue pan comido, ¿sabes? —exclamó Grim con orgullo.

—Entonces volvamos a la escuela mientras la cosa se pone buena.

—Qué ganas tengo de restregárselo a Azul en toda la cara —admitió Deuce emocionándose con solo pensarlo.

Sin embargo, Jack escuchó algo acercándose que le dio una mala sensación.
—¡...Esperad! —exclamó.

Y fue en ese mismo instante cuando dos alargadas sombras se reflejaron bajo sus pies.

—Oh, no... —murmuró Yuu al reconocerlas.

—Aaaaah~~~~. Aquí estás, Pequeña Gamba —dijo Floyd alegremente al verlo.

—Saludos a todos. Veo que no aprendisteis la lección y habéis vuelto aquí al fondo del mar —los saludó Jade.

—¡Esas morenas han venido aquí! —exclamó Jack preparándose para lo peor; al final los gemelos los habían vuelto a seguir hasta ahí en sus verdaderas formas de tritón.

—Parece ser que habéis logrado haceros con la foto —comentó Jade al fijarse en el marco en brazos de Deuce, haciendo que este lo apretara contra el pecho de forma protectora y le dirigiera una mirada desafiante.

—¡Buen trabajo! ¡Qué buenos chicos sois! —los felicitó Floyd con mofa y le acarició la cabeza a su hermano para hacer hincapié en sus palabras, haciéndolo reír—. Sin embargo... será un problema para nosotros si os la lleváis, ¿qué os parece si en vez de eso jugamos al pilla-pilla hasta el atardecer?

Nada más decir aquello, ambos gemelos nadaron hacia ellos a toda velocidad, a lo que los estudiantes de primero huyeron instintivamente.

—¡Ya decía yo que era demasiado fácil! Vuestro plan era esperar a que nos hiciéramos con la foto para después perseguirnos hasta el atardecer y quitárnosla —exclamó Ace—. Y así no solo no nos quitáis las anémonas, sino que también os quedáis con la foto.

—Je, je, je. Usar la mínima cantidad de esfuerzo para lograr el máximo beneficio: eso es hacer negocios con cabeza —afirmó Jade.

—¿¡...Cómo!? ¡Estáis podridos hasta la médula! —bramó Jack.

No importaba si estaban por ganar o perder, aquel trio de Octavinelle hacía trampas y sabotajes hasta el final.

Ace nadó hasta el lado de Yuu.
—Eh, Yuu. ¿Qué tenías planeado para esta parte?

Yuu y Yukiko ya les habían ultimado los detalles del plan, pero viendo que aún era temprano y ellos seguían con las anémonas en la cabeza, no quedaba de otra que pasar a la parte larga.

—Por ahora tenemos que aguantar y proteger la foto —indicó el prefecto—. Tenemos que correr en círculos y dejar que nos persigan, pero pase lo que pase: no debemos dejarlos volver a Octavinelle ni que nos quiten la foto.

Aceptando aquel nuevo paso, Deuce apretó la fotografía entre sus brazos y asintió.
—Me parece simple, aunque no sé cuánto podré aguantar sin mi mejor magia...

—Hemos llegado muy lejos, ¡así que a ello! —exclamó Jack, convencido de que lo iban a lograr.

Los estudiantes de primer año pasaron un buen rato nadando lo más rápido que les permitían los brazos y las piernas para evitar que les robaran el valioso marco. En un momento dado decidieron separarse en dos caminos para así evitar ataques en conjunto: Jade persiguió a Yuu y a Grim por un lado, Floyd fue capaz de interceptar a Deuce y atraparlo envolviéndolo con su larga y resbaladiza cola de pez, pero el estudiante de primero fue capaz de pasarle la fotografía a Jack y este nadó rápidamente con ella, similar a lo que solían hacer con las carreras de relevos en el club de atletismo.

Después Jack se la pasó a Ace y este pudo ganar unos minutos de tiempo y recuperar el aliento escondiéndose detrás de unas rocas, pero los gemelos lo acabaron encontrando igualmente y huyó con la cola entre las patas.

Continuaron con aquel juego del gato y el ratón aproximadamente por algo más de una hora.

La fuerza de desplazarse a través del agua para escapar de dos seres marinos era intensa y agotadora incluso para Jack y Deuce, Yuu apenas era capaz de entender cómo podía nadar tan rápido sin apenas parar, pero el lado positivo era que los gemelos también tenían su límite y necesitaban un pequeño respiro.

—Aaaah, ya me estoy cansando de perseguirlos todo el rato —se quejó Floyd mientras se estiraba.

—Aguanta solo un poco más, aprovechemos para pasarlo bien —lo animó su hermano a pesar de que a él también se le notaba el cansancio.

Jack y Grim aprovecharon el momento para acercarse a Yuu.

—¡Oye, Yuu! A este paso se nos va a acabar el tiempo —dijo Jack con preocupación.

—¿Estás seguro de que este plan funcionará? —comenzó a cuestionar Grim.

—Claro que sí —respondió Yuu sin vacilación alguna y no pudo evitar esbozar una sonrisa ladina—. ¡Después de todo Yuki está haciendo su parte con todos ellos!

En ese mismo momento en la sala VIP del Monstro Lounge, Azul se encontraba sentado en frente de su escritorio y revisaba la hora en su móvil marcando las 16:48. No quedaba mucho para la llegada del tercer atardecer.
—Je, je. Parece ser que a Jade y Floyd les está yendo de perlas —comentó satisfecho—, el dormitorio Ramshackle y esa foto ya son prácticamente míos.

Saboreando su victoria, se rio suavemente hasta hacerlo en carcajadas que sonarían escalofriantes para otras personas.

Su pequeña celebración fue sustituida con alguien llamando a la puerta antes de abrirla de golpe.

—¡Disculpe, gerente! —entró nervioso un estudiante de Octavinelle vestido con el uniforme de dormitorio.

—¿A qué viene este alboroto? —preguntó Azul sin disimular lo mucho que le molestaba que alguien que no fuera alguno de los gemelos entrara sin permiso, especialmente de aquella forma.

—¡Mis más sinceras disculpas, pero hay problemas en el Monstro Lounge...!

Azul alzó una ceja, aquello era realmente inusual:
—¿Cómo dices?

—Una gran cantidad de estudiantes bulliciosos están causando alboroto, y como los señores Jade y Floyd se encuentran fuera en este momento...

Azul suspiró exhausto.
—No me lo puedo creer, ¿acaso no les han enseñado a comportarse en un establecimiento de restauración? —Se levantó de su escritorio—. De acuerdo, me ocuparé de ello. Dudo mucho que a Jade y Floyd les vaya mal por su parte. Madre mía... —suspiró; aquel problema no podría haber surgido en un momento más inoportuno, justo cuando estaba esperando su asegurada victoria.

El ambiente del restaurante, más alborotado de lo normal, se hacía más sonoro a medida que se acercaba y cuando abrió las puertas vio el lugar completamente invadido por estudiantes de Savanaclaw fuera de control: unos festejaban de pie, otros comían ruidosamente en los sofás y asientos elegantes y no paraban de moverse.

https://youtu.be/FUtE9tCkZsc

Se quedó mudo con horror: nunca antes había pasado algo así en su elegante y organizado establecimiento, ahora convertido en una reunión de bestias.
—¿Pero qué...? Acabamos de abrir, ¿¡cómo es que tenemos tanta gente!? —exclamó al ver la falta de asientos vacíos y el gran gentío acumulado.

—¡Oye! ¡Traednos las bebidas de una vez! —gritó impacientemente un estudiante de Savanaclaw.

—¡Carne! ¡Carne! ¡JA, JA, JA, JA, JA! —se rio otro sentado en la misma mesa atiborrándose de ternera.

—¡Eh, capullo! ¡Esa es la carne que pedí! —le reclamó furioso otro más.

Era difícil moverse entre aquel gentío formado por trabajadores del restaurante tanto con anémonas en la cabeza como sin ellas, estudiantes de Savanaclaw caóticos y otros clientes de diferentes dormitorios que no entendían qué estaba pasando; el líder de dormitorio trató de hacerse paso entre ellos para investigar el problema.

—Voy a pasar. ¡Dejadme paso! —fue diciendo hasta detenerse con las carcajadas de un grupo rodeando el bar en el lado derecho del establecimiento que le llamaron la atención.

—¡No, es en serio! El tipo hizo un gesto obsceno con la mano justo antes de cortársela y esta se quedó así. Pero no os preocupéis, le volvió a crecer.

Se giró para ver de qué se trataba y localizó a Yukiko vestida con su uniforme de dormitorio y sentada en uno de los taburetes bebiendo toda contenta un batido de chocolate con nata.

—¡No me esperaba que te gustaran las pelis de acción y el humor irreverente! —admitió entre risas un compañero cuando ella les habló de una de sus escenas favoritas de una película de su mundo.

Ella alzó una ceja con ironía.
—¿Por qué? ¿Acaso lo dices porque soy pequeñita y adorable?

—¡Eso! ¿¡Tan raro te parece que haga eso a pesar de su aspecto!? —exclamó otro, furioso.

—¿¡Qué!? ¡...No! ¡Simplemente no me lo esperaba porque apenas la conozco!

—Tranqui, chicos, solo os estoy tomando el pelo —se rio ella—. Ojalá pudierais verla, es una de mis pelis de superhéroes favoritas, aunque este es más bien un antihéroe, la verdad. Eso sí, solo está disponible de donde yo vengo.

Algunos se rieron con aquel chiste, pero ella ocultaba en el fondo lo mucho que echaba de menos tanto sus videojuegos favoritos como las películas y series de televisión que le gustaba ver con Yuu y con su tía... Por lo menos Ortho le recomendaba otras cosas interesantes que podía ver allí en Twisted Wonderland.

—Pero bueno, con razón me han recomendado tanto este sitio, ¡la comida aquí es lo más! —alzó su vaso al aire—. ¡Vamos, chicos! ¡Brindemos por Savanaclaw!

Todos gritaron con júbilo y la imitaron alzando sus vasos.

—Eh, ¿y qué más te gusta? —le preguntó con curiosidad un compañero—. A lo mejor te puedo recomendar algo más. ¿Alguna otra escena así de divertida, por ejemplo?

Ella se lo pensó mientras bebía su batido con la pajita.
—Hmm... ¡Oh, ya sé! Esta es una serie con un prota similar a ese antihéroe, hay un momento en que este se cae de un balcón y se topa con una princesa, y tras mirarse a los ojos intensamente por un buen rato, él le dice como si nada... —Trató de aguantarse una risa—: "¡Lo siento, me f*llé a tu marido!"

Un compañero escupió su bebida ante aquel comentario tan inesperado, causando un desastre sobre su ropa y la superficie de la tabla, y se unió al coro de carcajadas del resto.

Azul hizo una mueca de asco al ver aquella desagradable escena acompañada de lenguaje vulgar, pero realmente le sorprendía que la hermana del prefecto estuviera allí: a excepción de Jack y Ruggie, y que su relación con Leona había mejorado un poco, ella no se llevaba bien con nadie de su dormitorio, pero la veía ahí, disfrutando del alboroto junto a sus compañeros de dormitorio. No supo decir si la respetaban como la única estudiante femenina o si solo querían quedar bien con Leona, ambos casos eran posibles.

¿Acaso había organizado ella todo aquel alboroto para vengarse de la pérdida de Ramshackle? No, aquello no podía ser, concluyó; ella era la que tenía menos que perder al estar fuera del contrato, y Jade y Floyd habían confirmado que los demás básicamente la habían dejado de lado por preocupación hacia el estado de su magia, así que no estaba participando en cumplir las condiciones. Si estaba allí, era más probable que solo quisiera unirse a la alocada reunión de su dormitorio como si de una fiesta se tratara, la cual aún tenía que investigar y controlar.

Continuó abriéndose paso entre el gentío con prisa hasta chocar con fuerza contra un estudiante.

—¡Mis disculpas! —dijo apresurado sin siquiera fijarse que se trataba de Ruggie y continuó su camino.

Cuando se alejó lo suficiente, Ruggie apretó algo en su mano izquierda.
—Tranquilo, no te preocupes —susurró con voz cantarina antes de reírse malévolamente—: ¡Shi, shi, shi!

Aquello era un juego de niños para él: aprovecharse del gentío y de la falta de espacio para chocarse con alguien, haciendo parecer que fue sin querer, y deslizar la mano entre los bolsillos desprotegidos de esa persona para llevarse el botín.

Yukiko, que había visto toda aquella escena desde lejos, dio un respingo emocionado: ahora venía la siguiente parte del plan.

Apartó la pajita, se terminó de beber el batido a grandes sorbos y se limpió la boca con el dorso de la mano. Su madre la habría regañado por comportarse así, pero tenía mucha prisa en irse y a sus alborotadores compañeros no les importaba.

—¡Ah, eso estuvo de muerte! Bueno, chicos, ha sido divertido pero me tengo que ir —anunció.

—¿De verdad? Seguro que te queda espacio, te invito a otra —insistió un compañero de dormitorio antes de dirigirse al camarero maleducadamente—: ¡Eh, tú! ¡Sírvele otra a la señorita!

—¡Sí, enseguida! —respondió con pavor el pobre estudiante de Octavinelle de pelo verde que ya estaba realmente liado limpiando la mesa de lo que había escupido el estudiante anterior y aún tenía que servir algo más.

Incluso si ella quisiera tomarse algo más, no iba a aceptar una invitación así de horrible ni darle más tormento al pobre camarero.

—¡No, no, gracias! De verdad me tengo que ir. ¡Algo me dice que las cosas se van a poner buenas y no me lo pienso perder! —insistió ella aún más mientras se bajaba del taburete—. ¡Seguid sin mí!

Se despidió y apretó el paso para seguir a Ruggie.

Justo en ese momento, Azul llegó a una parte menos ajetreada y dos estudiantes de dormitorio se acercaron apresurados.

—¡Líder de dormitorio! ¡Hoy hemos recibido tantos pedidos que ya nos hemos quedado sin comida para el resto del día! —le informó ansioso el de pelo castaño claro.

—¡Incluso las bebidas están comenzando a agotarse! —añadió el otro de pelo rojo, nervioso.

—¿¡Tan rápido!? —exclamó Azul con incredulidad antes de suspirar con fastidio (por lo menos era bueno que el restaurante recibiera tantos clientes) y llevarse la mano al bolsillo interior de la chaqueta—. No queda de otra, iré a sacar dinero de la caja fuerte para que vayáis a la tienda escolar y...

Su corazón dio un vuelco al no notar nada dentro del bolsillo y dio un respingo:
—¿Eh? ¡No está! ¡La llave de la caja fuerte no está! —tartamudeó mientras se revisaba todos los bolsillos sin éxito—. ¿Cómo...? ¿Dónde...?

No se le podría haber caído ni perdido, él siempre era muy cuidadoso con sus cosas, especialmente las más importantes.

Entonces se acordó del choque de hace tan solo un minuto y abrió los ojos como platos al comprenderlo: no había sido un accidente, ¡aquel estudiante se había chocado deliberadamente contra él para robarle la llave de la caja fuerte!

No vaciló un segundo en correr de vuelta a la sala VIP y abrió las puertas de golpe esperando pillar al ladrón con las manos en la masa. En su lugar se encontró con el líder de dormitorio de Savanaclaw sentado en la silla de su escritorio tranquilamente como si lo hubiera estado esperando, ni siquiera se había inmutado por la brusca llegada.

—Qué hay, pulpo bastardo —lo saludó Leona con una sonrisa malévola.

Azul no apreciaba que alguien que no fuera él se sentara en su silla, pero Leona era una de las últimas personas que esperaba encontrarse ahí, incluso si su dormitorio había invadido su elegante restaurante.

—Leona Kingscholar...

—¿Qué pasa? Para ser alguien con la cabeza fría, te ves bastante alterado ahora mismo —le preguntó Leona sarcásticamente.

Tratando de recuperar aquella compostura perdida, Azul se reajustó el sombrero y la gabardina sobre los hombros.
—Eso no es de tu incumbencia —replicó mientras se acercaba al escritorio a paso tranquilo—. De todas formas, ¿qué estás haciendo tú aquí?

Aparte de la puerta aún abollada desde el día anterior y la presencia no invitada, no parecía haber nada más fuera de lo ordinario.

Leona le mostró la llave desaparecida.
—¿Que por qué? Esta llave es tuya, ¿no? Acabo de recogerla por ahí, me dio la sensación de que era tuya y vine aquí a devolverla.

Azul dio otro respingo: no había visto aquel líder de dormitorio en todo el día, ¿cómo era que tenía en sus manos la llave que le acababa quitar otra persona?
—¡Es mía! —tartamudeó mientras hacía ademán de cogerla, pero Leona se la apartó alzándola por encima de su cabeza.

—Entonces acerté —respondió él con una sonrisa satisfecha sin intención de dársela sin más.

—Devuélvemela. ¡Robar es un delito grave! —demandó el líder de dormitorio de Octavinelle.

—Ja, vine hasta aquí para devolvértela con toda la buena fe del mundo, y vas tú y me acusas de ser un ladrón —se burló Leona antes de lanzarla en su dirección—. Anda toma, ahí la tienes.

Azul atrapó la llave torpemente entre sus manos y se quedó mirándola perplejo: se esperaba que iba a ser más complicado recuperarla.

Leona se levantó de la silla y se dirigió a la salida.
—Mi deber aquí ha terminado, nos vemos —se despidió con una sonrisa ladina.

Azul no se movió y esperó a que el líder de dormitorio cerrara la puerta para apresurarse en abrir la caja fuerte: no se creía que alguien que se había hecho con la llave no tuviera por lo menos la tentación de querer usarla.

—¡Los contratos...! ¿¡Estarán bien los contratos...!? —farfulló.

Introdujo la llave y la contraseña, y abrió la pesada puerta casi de golpe.

El cajón que guardaba el dinero parecía estar bien, pero eso no le importaba: tal y como se temía, todos los estantes mostraban los centenares de contratos estaban completamente vacíos...

Se quedó de piedra mientras procesaba lentamente la gravedad de la situación.

—...No están. No están, no están, ¡¡¡no están!!! ¡¡Todos los contratos han desaparecido!! —gritó cada vez más alto y miró acusatoriamente la puerta por la que Leona acababa de salir—. ¿¡Acaso ese bastardo...!?

Pocos minutos después en el exterior del dormitorio cubierto por aire, Leona se reunió con Ruggie y Yukiko, quienes dejaron en el suelo las pilas de contratos en el suelo que el primero había sacado de la caja fuerte gracias a la llave que le relevó después. Después no fue muy difícil sacar la combinación girando la rueda en varias direcciones y, tras sacarlos, nadie del dormitorio les había prestado atención al estar tan ocupados lidiando con el caos aún insistente en el restaurante.

—¡Shi, shi, shi! Las hemos podido birlar todas sin ningún problema —anunció Ruggie con orgullo.

Leona sonrió satisfecho con la habilidad de su asistente.
—Hmpf. Tus habilidades para robar nunca dejan de impresionarme.

Aquello era un cumplido para Ruggie, quien sonrió malévolamente con solo pensar lo fácil que había sido:
—Si no quieres que te roben algo, debes cuidarte bien los bolsillos. Aún así, estos sí que son un montón de contratos, deben de ser unos quinientos o seiscientos. Gracias por echarme una mano sacándolas aquí, Yuki, ¡igual hacemos equipo para hacernos con más botines como este!

Yukiko se rio nerviosa en respuesta:
—Tentador, pero creo que estoy bien solo esta vez.

Leona suspiró aparentemente decepcionado al ver aquella considerable cantidad de papeles.
—Debe de haber estado haciendo estos contratos turbios para atrapar gente desde mucho antes de matricularse en esta escuela —supuso—. Ahora que las hemos sacado de la sala VIP, lo único que nos queda es...

Sacó su pluma mágica y la transformó en su báculo de madera con la cabeza de león sujetando la gema entre sus fauces.

—"Yo soy hambre. Yo soy sed" —comenzó el conjuro de su destructiva Magia Única—. "Soy aquel que te roba el mañana..."

—¡¡Alto ahí!!

El hechizo fue interrumpido por Azul, quien había corrido todo el camino desde su despacho hasta allí con todas sus fuerzas para recuperar sus contratos robados y ahora trataba de recuperar el aliento entre grandes y pesados jadeos. Aquella expresión agotada le confirmó a Yukiko que lo que le habían dicho del líder de dormitorio teniendo poca estamina y siendo malo haciendo ejercicio era cierto.

—Oh, vaya, qué rápido has venido —dijo Leona divertido y volvió a levantar ligeramente el báculo—. No des un paso más si no quieres que les pase algo a tus queridos contratos.

Azul no se movió de su distancia alejada y segura; incluso alguien con dos dedos de frente podía comprender por qué le habían robado los contratos y un paso en falso causaría su inmediata perdición.
—Devuélvemelos... —murmuró con algo de dificultad para repetirlo con más energía—: ¡Devuélvemelos, por favor!

Yukiko no pudo evitar sentir algo de satisfacción de ver al tipo que le tendió una trampa a sus amigos y a su hermano sumirse en la desesperación.

Sentimiento que no pasó desapercibido por Leona, que también disfrutaba.
—Oh, vamos, por lo menos trata de fingir mantener la calma. ¿Qué le ha pasado a tu comportamiento controlado? —se burló, después de todo una presa era más fácil de dejarse capturar si mostraba vulnerabilidad—. Basándome en lo alterado que te pone esto, la intuición de ese enano dio en el clavo.

Azul no comprendía a qué se refería.
—¿Có... cómo dices?

Leona le resumió todo lo que habían hablado la noche anterior en su habitación: desde el presentimiento de Yuu de que los contratos no eran tan indestructibles como Azul reclamaba y que precisaban de ser guardados en la caja fuerte para estar a salvo, hasta la conclusión de Leona de que si querían hacerse con ellos, primero tendrían que sacarlos cuando Azul y los gemelos estuvieran fuera.

Azul prestó atención a cada detalle. ¿Cómo era posible que aquel inocente estudiante que no podía usar magia había sido capaz de descubrir de la nada su mayor debilidad que había mantenido oculta por tantos años?

—¿¡Yuu planeó todo esto!? —exclamó incrédulo—. ¿Por qué? ¿¡Por qué continúa él interponiéndose en mi camino!? Incluso si llega a eliminar las anémonas, ¡él no ganará con eso!

—¿No ganará nada? —repitió Yukiko perdiendo la paciencia—. ¿¡Y qué me dices de salvar a sus amigos, a quienes tú engañaste e intentaste hacer lo mismo conmigo, y evitar ahora que tú le quites su dormitorio!? ¿¡No se te ha ocurrido eso!?

—¡¡A ti nadie te ha preguntado!!

—Calma, calma. No nos pongamos a pelear en vuestro primer encuentro directo —intervino Leona y alzó una ceja con aire socarrón—. En lugar de eso, Azul —le tendió la mano libre con aire desafiante—, hagamos un trato.

Azul lo miró confundido, siempre era él quien ofrecía tratos cuando encontraba la oportunidad, pero nunca antes se lo habían propuesto a él, menos aún de forma tan repentina.
—¿...Qué?

Leona señaló la pila de papeles dorados en el suelo con el báculo y le preguntó:
—Si fuera a devolverte estos contratos, ¿qué me darás a cambio?

Yukiko dio un respingo y miró a Leona con sospecha. El plan era entretener a Azul, robar la llave y sacar los contratos para destruirlos. Azul acababa de interrumpir la última parte, pero ¿de qué iba Leona ahora? ¿Acaso iba a traicionarlos y tirar todo por la borda solo para recibir algo a cambio? ¡¿Acaso había olvidado las amenazas de la noche anterior?!

Ruggie se percató de su aprehensión y la sacó de sus pensamientos colocando ambas manos sobre los hombros, esta vez para calmarla en lugar de asustarla.
—No te alteres tanto, confía en el proceso -le susurró con aire juguetón.

Azul, viendo que aún tenía oportunidad de negociar y recuperar sus contratos, tragó saliva y se llevó una mano al pecho para ofrecer todo lo que estaba a su alcance. Trató de mantener la calma y una expresión serena a pesar de estar hecho un manojo de nervios por dentro.

—Haré lo que sea: guías de estudio, tu tesis de graduación, alterar las listas de asistencia... ¡Haré que cualquier cosa que desees se haga realidad!

Leona se llevó una mano al mentón como si considerara aquellas opciones.
—Ya veo, esa es una oferta realmente tentadora.

Azul dio un respingo aliviado, pensando que había recuperado los contratos.

—¡Entonces...!

—SIN EMBARGO —lo detuvo Leona, que no había terminado de hablar—. Lo siento, si eso es todo lo que tienes que ofrecer, me temo que no te los voy a poder devolver.

El corazón de Azul se hundió con aquel cambio de respuesta tan cortante y burlón.
—¿...Qué?

—Yuu me ha metido en un aprieto: si no lo ayudo a deshacerse de estos, esa bola de pelo y él montarán un buen pollo en mi habitación todas las noches hasta el amanecer. Y Yuki no solo se unirá a ellos, sino que será la más ruidosa. Es decir: si tú les quitas el dormitorio Ramshackle, ellos me quitarán mis noches de descanso.

—¿Qué....? —repitió Azul realmente confundido, cuestionando si había oído correctamente.

Casi le dio dolor de cabeza con solo volver a pensar en el indeseado concierto improvisado que habían organizado en su habitación para chantajearlo, pero Leona debía admitir que respetaba un poco el hecho de que aquel pequeño herbívoro fuera capaz de llegar tan lejos y adoptar las tácticas malévolas del Night Raven College para proteger y recuperar su territorio.

Apoyó el pie sobre la pila de contratos.
—Quiero a esos dos fuera de Savanaclaw, así que voy a asegurarme de destruir todos y cada uno de estos.

Azul era incapaz de creer lo que estaba pasando, todo parecía demasiado surrealista para ser verdad. ¿Habían invadido su restaurante y encima le habían robado solo para que un león perezoso pudiera seguir durmiendo?
—¿¡...De eso se trataba todo esto!?

—Eso, y que Yuki se quede en el sitio más adecuado para su recuperación —añadió Leona y se giró hacia la chica—, además de que me guardará rencor si me niego a ayudar su querido hermanito.

—Pero ¿¡no es ella residente de tu dormitorio!? ¡Ella es la que tiene menos que perder en este asunto, cumplí mi palabra y la dejé al margen del contrato!

—Lo sé, y te respeto por tener ese mínimo de decencia. Pero ella ha dejado muy claro dónde va dirigida su lealtad.

—Qué injusto~, tenemos una traidora muy peleona entre nosotros~ —canturreó Ruggie mientras sacudía suavemente a Yukiko, haciéndola reír.

—Y aún así aceptasteis —contestó ella.

—En pocas palabras: te han superado en villanía, Azul —sentenció Leona, dejando en claro que no había trato.

Azul se paralizó; no podía creerse lo que estaba pasando. Hacía tan solo un momento que podía palpar la victoria. ¿¡De verdad iban a destruir sus contratos!?
—Esto no puede estar pasando... ¡Detente!

Leona le hizo caso omiso y volvió a colocar el cetro por encima de los contratos para terminar el hechizo:
—...Ahora, "Arrodíllate ante mí".

¡Estaba pasando de verdad! ¡Iban a destruir sus valiosos contratos delante de él! El avanzado nivel en lenguas felinas, la capacidad de nadar más rápido en su forma de tritón, aquel complicado hechizo que combinaba electricidad y agua... ¡Todos los innumerables talentos y habilidades que había acumulado a lo largo de los años gracias a aquellos contratos iban a desaparecer!

—No... ¡No...! ¡PARAAAAAAAAAAAAAAAA!

Corrió lo más rápido que podía para rescatar los contratos, pero ya era tarde.

Kings Roar!

Al finalizar su Magia Única, los contratos se alzaron en el aire y en cuestión de segundos se transformaron en polvo de arena que se dispersó.

Viendo aquel devastador espectáculo que no había podido evitar, Azul se detuvo en seco y, perdiendo todas las fuerzas, cayó de rodillas al suelo. Estaba demasiado consternado como para poder pronunciar una palabra.

—Ah... Aaaaaaaaaah... ¡¡¡AAAAAAAAAAAH!!! Mis contratos dorados... ¡Reducidos a polvo! —tartamudeó a duras penas, deseando que todo se tratara solamente de una horrible pesadilla.

En contraste, Yukiko sonrió victoriosa: incluso si no le habían dado la fotografía del museo, ¡habían ganado! ¡Eso significaba que los estudiantes serían liberados y recuperarían el dormitorio Ramshackle! ¡El reino de terror de Azul había llegado a su fin!

—¡Lo hemos conseguido! —exclamó dando un salto.

A Ruggie y Leona tampoco les afectó en absoluto la devastada reacción de Azul y lo miraron con indiferencia.

—Tu Magia Única es "It's a Deal" —comenzó a decir Ruggie—. Una vez firmado el contrato, nadie es capaz de ponerle la mano encima ni destruirlo sin importar qué.

—Montaste un buen papelón para convencer a la gente que eran indestructibles, pero ningún hechizo es infalible —continuó Leona, explicando cómo habían llegado a la conclusión que los condujo a la victoria—. Me dio la sensación de que solo eran intocables cuando estaban guardados en la sala VIP o cuando los tenías entre las manos —pisó parte de la arena de lo que fueron los contratos y le dio una pequeña patada—. Y como mi magia los pudo transformar en arena como si nada, veo que estuve en lo cierto. Al final los contratos no son más que trozos de papel.

Azul se mantuvo cabizbajo con la mirada perdida en el suelo.
—Cómo... ¿Cómo habéis podido...? —se limitó a responder con voz casi inaudible.

Viendo que su trabajo ya había terminado, Leona volvió a transformar su báculo en la pluma mágica y dio media vuelta para salir del dormitorio.

—Vámonos, Ruggie —urgió—. Tú también, Yuki; supongo que tendrás ganas de dar la noticia a los demás.

Ruggie se quedó mirando un momento a Azul antes de seguir a su líder de dormitorio y rodeó a Yukiko por detrás del cuello con el brazo izquierdo.
—Tendrías que haberte visto la cara, ¡parecía que te ibas a lanzar encima de Leona! ¿Ahora ves por qué te dije que confiaras en el proceso?

Yukiko se acomodó el brazo y sonrió levemente.
—No puedes culparme de que sospechara por un momento, realmente parecía que nos ibas a traicionar ahí —respondió.

—Incluso tras llegar tan lejos mandando a todo el dormitorio que montar un pollo en el restaurante y robar la llave para conseguir los contratos para ayudar al herbívoro de tu hermano, ¿dudaste de mí por un segundo? Me partes el alma, Yuki. ¿Qué más debo hacer para que te fíes de mí, tu buen líder de dormitorio que se preocupa tanto por ti? —preguntó Leona con sarcasmo y una sonrisa ladina.

—¡Shi, shi, shi! Cierto. Además, si Leona se hubiera negado a ayudaros desde un principio, no habría tenido problema alguno en mandar a Yuu por los aires de un golpe tras vuestras amenazas, ¿no crees? —continuó Ruggie—. Lo que me lleva a pensar, Leona: en parte has hecho esto por Yuki, pero creo que tenías otra razón más para ayudar a esos dos también.

Leona se detuvo y lo miró inquisitivo.
—¿Hm?

Ruggie sonrió de oreja a oreja:
—Leona, tú mismo firmaste un contrato con Azul; al final decidiste involucrarte en esto para poder destruirlo junto a los demás.

Yukiko dio un respingo al recordar la conversación de aquella noche. Ahora comprendía a qué se referían con aquellas conversaciones cuando Yuu y los demás no estaban cerca, y las intenciones de querer usarlos por fines propios...

—¿Eso era a lo que te referías al aprovecharte de la situación de Yuu y Grim para encontrar el punto débil de Azul? ¿Para poder recuperar lo que te quitó él?

No sabía qué le había dado a cambio de aquella poción, pero al final las intenciones de usar a Yuu y Grim no habían ido más allá de darle una lección a Azul. Incluso si no era una situación exactamente amigable y seguían siendo intenciones ocultas, ¡no había sido tan malo y peligroso como se temía!

Leona volvió a sonreír ladinamente.
—Oh, vamos. Solo soy alguien de corazón bondadoso incapaz de dejar a su suerte a aquellos que están en problemas. Je, je, je —insistió con ironía.

—Pfft, ¡ja, ja! ¿Ves? Ni siquiera puedes decirlo con cara seria —se rio Ruggie, que conocía demasiado bien a su jefe—. Podrías haberte limitado en buscar solo el tuyo y transformarlo en arena. Pero bueno, espero que mires a Leona con otros ojos después de esta, Yuki; estará podrido hasta la médula, pero no es como si fuera un ogro malvado. Eso sí, voy a echar de menos la ayuda de Yuu y Grim, estuvo bien terminar la colada más rápido y tener algo de tiempo libre antes de irme a dormir.

Estaban tan centrados en celebrar su victoria que se habían olvidado de Azul, que seguía lamentando la pérdida de sus contratos.

—Ah... Aaaaah...

Se detuvieron al escucharlo gemir de aquella manera tan ruidosa y se giraron para ver qué estaba pasando ahora. No se esperaban en absoluto lo que iba a ocurrir.

—Aaaaaaaaah... ¡¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAH!!! ¡¡¡ODIO ESTO!!!

Azul había empezado a lloriquear a grito limpio mientras se llevaba las manos a la cabeza. Lágrimas y mocos caían de su cara a borbotones, incluso se le cayó el sombrero de la cabeza.

Ruggie y Yukiko lo miraron alterados y Leona con una combinación de repulsa e incredulidad, la rabieta que estaba montando aquel tranquilo y compuesto líder de dormitorio no se diferenciaba mucho de la de un niño de tres años... Era la primera vez que lo veía así de patético.

—Todo perdido... —murmuró Azul mientras tocaba el polvo de lo que fueron una vez sus contratos—. ¡La grandiosa colección que trabajé tanto en acumular! ¡Todo mi gran poder...!

Se echó a llorar en el suelo desgarrado por el dolor.

—¿...Pero qué? —preguntó Leona en voz alta.

Ruggie soltó a Yukiko para colocar el brazo delante de ella con afán protector, el cambio había salido así de la nada.
—Parece otra persona... —murmuró pasmado.

—¡¡AAAAAH, TODO REDUCIDO A NADA!! ¡¡¡¡¡CÓMO HABÉIS PODIDO HACERME ESTO!!!!! —Azul chilló furioso dirigiéndose a los tres estudiantes antes de seguir llorando desconsolado—. Sin los contratos, yo... ¡volveré a ser ese pulpo torpe e incompetente!

Aquellos contratos eran como los tentáculos que le daban fuerza y poder, lo que le permitía ser una versión mucho mejor de sí mismo y que lo harían más respetable ante los demás... Y ahora que ya no los tenía...

Se rodeó con los brazos, desesperado.
—No quiero eso... —sollozó—. No, no, ¡¡¡NO!!! ¡NO QUIERO VOLVER A SER COMO ANTEEEES!

Antes de que los demás pudieran preguntarse de qué narices estaba hablando surgieron cosas mucho más importantes de las que preocuparse cuando una especie de niebla negra comenzó a emanar a grandes cantidades de la espalda de Azul tras aquel último alarido.

Yukiko se paralizó: ¡se parecía demasiado a lo que había surgido de ella cuando estuvo a punto de caer en Overblot!

Leona y Ruggie también reconocieron bien aquel indicio.

—¿¡Pero qué...!? Esta aura negra es... —exclamó Leona.

—¡Eso es porque le diste esperanzas solo para pisotearlas! —lo recriminó Ruggie en pánico y comenzando a arrepentirse de algunas decisiones de su vida.

Aún era temprano, todavía se podía aliviar el asunto antes de que fuera a peor, así que el joven chico-hiena se acercó a Azul con aprehensión:
—Eh, Azul... Venga, vamos a intentar calmarnos —tartamudeó con una sonrisa nerviosa—. ¿De acuerdo?

—¡¡¡CÁLLATE!!! —gritó Azul furioso mientras lo agarraba violentamente por el cuello de la chaqueta—. ¡Como si vosotros pudierais entenderme! Ser constantemente humillado y blanco de burlas por ser un "pulpo lento y patoso"... ¡¡JAMÁS LO ENTENDERÉIS!!

Ruggie se soltó del agarre y dio varios pasos atrás completamente consternado; no tenía ni idea de lo que estaba hablando, pero comprendió que los contratos eran mucho más que un simple medio para robar algo: eran una posesión preciada con significado personal que acababan de destruir delante de él. Aquello iba mucho más allá de haber sido derrotado por primera vez en su vida.

Leona tampoco se habría imaginado que detrás de aquella fachada de hombre de negocios elegante y confiado hubiera un alma fácilmente quebrantable.

Al mismo tiempo, Yukiko trató de mantener fuera de su mente aquellos horribles recuerdos de ser rodeada por la gran niebla de blot que le había nublado la vista y la había sumido en la desesperación; se aseguró una y otra vez de que el cierre de su gargantilla negra estuviera bien puesto para que no le pasara lo mismo que le estaba pasando ahora a él.

Tras una larga y pesada inspiración que el líder de dormitorio de Octavinelle inhaló para recuperar el aliento tras aquel griterío y, aún con los ojos llenos de lágrimas fijados en la arena de los contratos, fue capaz de esbozar una sonrisa que daba escalofríos de solo verla...

—Je... Je, je, je... —rio por lo bajo—. Ah, es verdad... —murmuró monótonamente—. Si han desaparecido, solo tengo que comenzar de nuevo...

Se volvió a poner de pie muy lentamente, dejando caer al suelo su gabardina, transformó su pluma mágica en el bastón con la empuñadura de pulpo mostrando la gema mágica color gris claro ahora completamente teñida de color negro y se acercó a los tres estudiantes de Savanaclaw con la mirada perdida y una sonrisa forzada.

—Entregádmelos. ¿Me habéis oído? Todos esos talentos que apreciáis tanto... ¡ENTREGÁDMELOOOOOS!

¡Había perdido por completo la cabeza!

—¡Yuki, detrás de mí! —le ordenó Leona mientras volvía a crear su báculo.

Yukiko obedeció, pero tambaleó por un momento y se llevó una mano a la cabeza con mucha incomodidad.

—¡Eh! ¿¡Estás bien!? —preguntó Ruggie con preocupación y se acercó a ella en caso de que necesitara ayuda.

—¡Sí...! —insistió ella.

Pero en realidad estaba escuchando en su cabeza el pesado e incómodo sonido de goteo resonando con más fuerza e intensidad que las veces anteriores, como una lluvia de desesperación...

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