44. Menosprecio Abismal
Mientras Yuu y Grim trabajaban con Ruggie para limpiar el cuarto de Leona antes de irse a dormir, Azul tomaba té tranquilamente en la sala de estar de Octavinelle.
—¿Cómo habéis dicho? ¿Que el señor Yuu está con Leona? —cuestionó sorprendido tras el reporte de los gemelos.
No podría importarle en lo más mínimo dónde se establecerían el prefecto y su monstruo con forma de gato o mapache después de confiscarles el dormitorio, pero jamás se le habría ocurrido que el perezoso y huraño de Leona les ofrecería ayuda.
—Así es —asintió Jade—, parece ser que nuestro cliente ha encontrado refugio en Savanaclaw.
Azul dejó la taza sobre la mesa y se llevó una mano al mentón, pensativo.
—Ya veo. Esto es... realmente inesperado. Aunque supongo que tener amigos y familia en ese dormitorio le ha facilitado su estancia allí...
—¿Qué hacemos con ellos? ¿Los apretujamos? —sugirió Floyd.
No sabían qué podría ocurrir, ahora que su cliente contaba con una pequeña ayuda de uno de los líderes de dormitorio. Sin embargo, Azul negó con la cabeza:
—No, creo que podemos dejar a Leona en paz.
Jade no estaba completamente de acuerdo con la decisión de su líder de dormitorio; a pesar de que habían hecho tratos con él en el pasado, Leona era fuerte y un hueso duro de roer, a diferencia de otros clientes y estudiantes.
—¿No sería un problema si acaba tornándose en nuestro oponente? —puntualizó—. Creo que sería prudente ocuparnos de él cuanto antes, pero...
—A fin de cuentas, es un león perezoso; dudo mucho que quiera meter las narices en asuntos engorrosos —refutó Azul con calma—. Por supuesto que sería un enemigo complicado, de eso no me cabe duda, pero... Seguro que él piensa lo mismo de mí. Dudo mucho que considere siquiera entrar en conflicto conmigo solo por diversión.
Tras escucharlo, Jade comprendió su decisión:
—Entendido. Entonces no nos meteremos con él para evitar meternos nosotros en problemas.
—Jo, qué ganas tenía yo de darle un buen apretón —se quejó Floyd, quien, en cambio, no solía dudar en meterse en líos con tal de encontrar algo de diversión.
Terminada la discusión de planes, Azul volvió a tomar el té tranquilamente. Tenía un plan perfecto y nada ni nadie sería capaz de desbaratarlo en los dos días que quedaban para que se finalizara el contrato.
—Cuento con vosotros dos para continuar vigilándolos de cerca —les dijo a sus competentes secuaces.
Ambos gemelos respondieron al mismo tiempo: Jade con un "Entendido" mientras hacía una formal reverencia, y Floyd con un animado "Ok".
Al día siguiente, durante la hora de comer, Yuu, Jack, Yukiko y Grim se reunieron con Ace y Deuce en uno de los pasillos de la escuela. Se terminaron lo que habían comprado en la cafetería mientras se apoyaban en ventanales que daban al patio interior.
—¿Buscar una manera de destruir los contratos invencibles? —repitió Ace después de escuchar la sugerencia que Leona les había ofrecido la noche anterior—. ¡Suena bien! Aunque parece una opción de cobardes.
Deuce tragó su comida antes de hablar:
—Seguro que es nuestra mejor apuesta. Aunque es cierto, suena cobarde —comentó.
Igual que Jack, a Deuce no le gustaba la idea de terminar con el contrato con un medio diferente al establecido, y a Ace le habría gustado confrontar a sus opresores en la cara en lugar de hacerlo a escondidas.
—¡Ah, cerrad el pico! ¡No es momento ir diciendo que es cobarde, sabéis! —exclamó Grim, irritado.
—¡Y fue Azul el que empezó! Nos tendieron una trampa —les recordó Yukiko, apretando lo que quedaba de su sándwich de queso.
—Exacto, Azul y sus matones están en lo mismo. Nos dijeron que fuéramos a por una foto en el fondo del mar, pero ya tenían la intención de interponerse en nuestro camino —añadió Jack—. Puede que la estrategia de Leona sea de tramposos y cobardes, pero él es muy inteligente.
—Creo que merecerá la pena intentarlo —opinó Yuu, estando de acuerdo con Jack.
—Creo que la palabra "cobarde" está perdiendo su significado... —susurró Deuce, dándose cuenta de que ya la habían repetido varias veces en aquella conversación sin darle importancia.
—Dijisteis que era imposible derrotar a los gemelos en sus verdaderas formas, ¿no? Será mucho mejor derrotarlos en tierra y actuando a sus espaldas —resumió Yukiko.
Grim se estremeció al pensar en la batalla de la tarde anterior.
—Ooh... ¡Me dan escalofríos de solo pensar en ellos persiguiéndonos bajo el agua, sabéis! —gimió nervioso.
Deuce apretó los puños con frustración.
—Eran tan rápidos... ¡Si pudiera usar una rueda mágica bajo el agua, les enseñaría una lección! —farfulló.
—Ajá, claro... —bufó Ace, no queriendo imaginarse a Deuce dando vueltas por las profundidades del mar, lo que le llevó a otra posibilidad—: Sirénidos, ¿eh? Si los hermanos Leech son morenas, supongo que será lo mismo con Azul y él también se transforma bajo el agua.
Yuu arrugó en una bola el envoltorio de su comida nada más acabar.
—¿Te refieres a que él también es un tritón? Seguramente lo sea, él mencionó conocer a Jade y Floyd desde hace tiempo. Y no me extrañaría si él mismo hace las pociones que los transforman en humanos.
Jack alzó las cejas por un segundo al recordar algo:
—Ahora que lo mencionáis, Leona suele llamarlo como "pulpo bastardo" —murmuró. Ahora comprendía el significado y no le gustaba en absoluto.
Deuce se alarmó:
—¿Significa eso que él es realmente un tritón pulpo?
—¡Fgna! ¡Entonces si tiene más patas bajo el agua, será mucho más fuerte que unas morenas! —exclamó Grim antes de tragar saliva.
—¡Y por eso estamos diciendo que tenemos que buscar una forma de derrotarlo en tierra! —insistió Jack, que ni siquiera él quería imaginarse enfrentándose a un individuo tan fuerte en su propio territorio.
—Pero ¿acaso sabemos dónde guarda sus contratos? —cuestionó Yukiko. No tendría sentido ir a buscar aquellos malditos papeles si ni siquiera sabían dónde buscar.
—Hay una caja fuerte enorme en la sala VIP, y tiene una pinta bastante sospechosa... —respondió Jack, pensando otra vez en lo similar a las cajas fuertes que podías encontrar en un banco.
—¡Es verdad! Yo pensé que guardaría allí el dinero del restaurante, pero podría usarlo para guardar cosas igual de valiosas —comentó Yuu, preguntándose cómo no se le había ocurrido.
—¡Pues muy bien! ¡Entonces nos escabulliremos en Octavinelle! —exclamó Grim, aceptando inmediatamente la idea.
Deuce observó a su alrededor, fijándose en que había pocas más personas aparte de ellos.
—Aún no debería haber nadie allí, ahora que todos se han ido a comer. Echemos un vistazo.
Todos se pusieron en marcha, aunque Yukiko apenas se movió de su sitio.
—¿No te vienes, Yuki? —le preguntó Grim.
—Bueno, me encantaría ir, pero tengo que tomarme esto, ahora que he terminado de comer.
Sacó de su bolsillo un blíster con las pastillas contra las náuseas que el médico que la visitaba cada dos o tres semanas le había dado, y no podía moverse mucho tras tomarlas para evitar que le sentaran mal después. Podría saltársela, pero más tarde tendría clase de Alquimia con Crewel y no sabía si los iban a mandar emplear magia para la lección. Mejor prevenir que curar, como le habían aconsejado.
—Pensándolo mejor, también me la puedo tomar más tarde. Iré con vosotros, destruimos el contrato y...
—¿Estás segura? —la interrumpió Deuce—. No sabemos qué podría pasar y puede que necesitemos usar magia...
—¡Deuce! —lo detuvo Yuu con energía.
Pero era demasiado tarde, Yukiko ya había comprendido a dónde quería llegar. Fue la gota que colmó el vaso.
—Ah, que ir a destruir un trozo de papel puede ser demasiado peligroso para la chica con magia inestable, ¿verdad? —escupió con ironía—. Bueno, supongo que ya de por sí sois más que suficientes y no me necesitáis. ¿Verdad, Jack?
Era la tercera vez consecutiva que cuestionaban su ayuda en el asunto de los contratos. Ya era bastante duro no poder usar su magia igual que los demás, y más aún que se lo repitieran constantemente cuando ella ya tenía el recordatorio literalmente atado al cuello. Lo peor de todo era sentir que las personas a su alrededor, incluidas sus amigos, la consideraban frágil e incapaz de hacer otras cosas.
El ambiente se tornó incómodo. Deuce se arrepintió inmediatamente de mencionar la posibilidad de usar magia; ya de por sí le costaba verla directamente a los ojos para hablar con ella sin ponerse nervioso, a pesar de que ya se conocían desde hace unas semanas, y ahora le acababa de soltar aquel comentario.
Jack sintió algo de arrepentimiento al recordar que él mismo le había dicho algo similar.
—Nunca dijimos que no te necesitáramos... —repuso—. Tampoco pretendemos dejarte de lado, Yuki, pero recuerda lo que dijo Ruggie: es mejor si somos menos para escabullirnos en territorio enemigo.
—Y tampoco hace falta ponerse así —la reprendió Ace—. Para ti es fácil decirlo, no has sido tú la que ha sido perseguida por dos tipos tan rápidos como tiburones ni a la que le han puesto una de estas cosas en la cabeza. Además, no es como si no tuvieras un motivo lógico para no ir: tienes las pastillas
—¡Ace! —exclamaron Yuu y Deuce con energía, el segundo tratando de compensar el hecho de que le había herido los sentimientos.
Yukiko, ofendida, le dirigió una mala mirada.
—No sé tú, Ace, pero a mí no me gusta que me tomen por un estorbo solo porque mi magia no funciona tan bien como la vuestra. Tampoco quiero sentirme como una espectadora inútil que no hace nada, ¿sabes? ¡Te recuerdo que a mí también me pueden quitar Ramshackle!
Frustrada y desanimada, Yukiko volvió a apoyarse en la baranda y se quedó mirando el patio exterior, pero cerró los ojos de inmediato al fijarse en el pozo, justo en el lugar donde habría caído en Overblot de no ser por su hermano y sus amigos. ¡Cuánto miedo y desesperación había sentido aquel momento! Y por mucho que se esforzara, aún estaba lejos para asegurarse de que no volviera a pasar...
—Yo también me enfadaría mucho si me dijeran todo el rato que no me necesitan, ¿sabéis? —comentó Grim, empatizando con ella.
Yuu sabía que no podría comprender a su hermana, siendo él incapaz de hacer magia y teniendo a Grim en su lugar, pero comprendía bien lo que era sentirse subestimado en aquella escuela de magia. Se acercó a ella y le colocó una mano en el hombro con delicadeza.
—Yukiko, no eres un estorbo para nadie —le aseguró—. Puede que aún te cueste usar magia, pero eres muy fuerte. No tengo magia ni tanta fuerza como tú y no puedo hacer esto solo. Y tienes razón, tú también estás por perder el dormitorio, estás en todo tu derecho de ir a derrotar Azul. Si vienes con nosotros y ocurre cualquier cosa, podemos contar contigo como el otro día en Savanaclaw. Ni siquiera tendrás que usar magia...
Yukiko agradeció que su hermano aún la tuviera en estima y que tomara en consideración sus capacidades más allá de la magia. Sin embargo, acabó negando la cabeza y le apartó la mano suavemente.
—Gracias, pero ¿sabéis qué? Olvidadlo —respondió y sacó nuevamente las pastillas—. Mejor iros sin mí, no perdáis más tiempo por mi culpa.
Sentía que la situación se había vuelto demasiado incómoda y que solo la dejarían participar en la misión porque ella se había quejado. Además, el orgullo le impedía admitir que ahora le acababa de entrar miedo; en el fondo quería volver a evitar aquella horrible pesadilla si podía evitarlo.
—Pero...
—Insisto, estaré bien —lo interrumpió ella con una sonrisa triste—. De todas formas tengo que ir a comprarme una botella de agua para esto.
Comprendiendo que ahora necesitaba estar sola, Yuu dio unos pasos atrás.
—De acuerdo, nos vemos luego...
—Claro, hasta luego. Que os vaya bien —les deseó antes de fijar la vista en el manzano del patio para evitar el pozo.
Los demás, con cierto remordimiento y pesadumbre, comenzaron a alejarse por el pasillo en dirección a la bóveda de los espejos.
Cuando se aseguró de que Yukiko no fuera capaz de escucharlos, Grim resopló con frustración.
—¡Agh! ¿¡De verdad tenías que decirle esas cosas, Ace!? —lo recriminó—. ¡Serás desconsiderado!
—¡Eh, tú no estás en derecho de decirme eso! —respondió Ace, ofendido—. Además, no he sido yo quien sacó el tema de la magia.
Sabiendo que se estaba refiriendo a él, Deuce apretó los puños.
—¿¡Me estás echando la culpa a mí!? —gritó, antes de darse cuenta de que se estaba dejando llevar por el enfado y suspiró arrepentido—. No era mi intención subestimarla... Estuvimos allí cuando ella estuvo a punto de caer en Overblot, ¡incluso se puso a vomitar! Simplemente no quería que se arriesgara otra vez en caso de que ocurriera algo. Aunque... yo también odiaría sentirme como ella.
—¡Basta ya! No sirve de nada seguir peleando como críos —los reprendió Jack—. Admito que yo también le dije cosas similares y no estoy orgulloso de ello, pero Yuu le propuso esta vez venir y al final ella decidió que no. Y ahora mismo tenemos que centrarnos en cosas mucho más importantes.
—Jack tiene razón —lo apoyó Yuu con calma—. No os preocupéis por Yukiko, estará bien. Eso sí, ella no nos perdonará si perdemos esta oportunidad, así que vamos a Octavinelle.
Minutos después, atravesaron el espejo del dormitorio Octavinelle y fueron transportados al interior del edificio por medio de las enormes burbujas mágicas.
A pesar de que los pasillos de aquel elegante lugar con motivos marinos estaban vacíos a aquellas horas, los chicos mantuvieron la guardia alta en caso de que hubiera una trampa o un casual estudiante pasándose por ahí que pudiera dar la voz de alarma.
Recordando el camino hacia el restaurante, se hicieron camino hacia la Sala VIP del Monstro Lounge. Abrieron la puerta ligeramente, confirmando que no estaba cerrada con llave, y Grim entró sigilosamente para inspeccionar el lugar.
—Nada a la izquierda. Nada a la derecha —susurró y, viendo que no había peligro a la vista, se puso de pie—. ¡Ok, chicos, seguidme!
Los cuatro jóvenes entraron con cuidado y miraron alrededor. Los muebles seguían en el mismo lugar, los sofás colocados frente a frente, la mesa baja situada entre ellos, el escritorio... Y el motivo por el que se habían colado en el dormitorio: la gran caja fuerte empotrada contra la pared que debía contener los contratos.
—Es verdad, no hay nadie aquí —comentó Jack.
Yuu sintió un escalofrío al volver a caminar por aquella sala, lugar donde había apostado su dormitorio y su libertad a cambio de la de sus amigos. No pudo evitar preguntarse si las cosas podrían haber acabado de otra manera, o por lo menos no haber acabado en la situación en la que se encontraban ahora...
Se acercaron a la caja fuerte y Deuce, aficionado a las máquinas y a los aparatos que podrías encontrar en casa, le echó un vistazo y señaló una cerradura y una rueda con números.
—Está doblemente cerrada con contraseña y llave, se ve bastante segura —comentó. Estaba claro que no iba a ser tarea fácil abrirla.
Pero no tenían tiempo para descubrir cómo porque Jack detectó con su agudo sentido del oído unos pasos acercándose y se alarmó:
—¡¡Viene alguien!! —susurró.
El sonido de pasos se hizo más intenso al acercarse a la puerta, indicando que serían descubiertos con las manos en la masa si aquella persona entraba en la sala.
—¡Oh, no! ¡Esconderos! —exclamó Ace en voz baja. Apenas había sitios en los que esconderse, pero pensó rápido y no dudó en meterse bajo el escritorio. Deuce y Jack hicieron lo mismo y también se ocultaron ahí.
—¡Jack, ocupas mucho espacio! —se quejó Ace, tratando de acomodarse en aquel espacio demasiado justo para tres personas, especialmente con lo alto y robusto que era Jack.
—¿Cómo has dicho? —gruñó Jack, quien tampoco estaba exactamente contento.
Viendo que no quedaba más espacio bajo la mesa, Yuu siguió a Grim y se escondió debajo del sofá izquierdo con él. Se aseguró de que no sobresalieran ni la cabeza ni los pies y le hizo un gesto a Grim para que guardara silencio.
Lograron esconderse justo a tiempo antes de que se abriera la puerta y entrara Azul. Tenían dado por supuesto que él estaría comiendo en la escuela, ¿qué hacía él ahí a esas horas?
Yuu se tapó la boca para contener la respiración y Grim lo imitó. Los dos vieron los pies de Azul caminar hacia la caja fuerte.
—Muy bien, entonces... —murmuró Azul para sí mismo mientras sacaba un pequeño manojo de llaves del bolsillo de la chaqueta.
Desde su escondite, los estudiantes bajo el escritorio observaron a Azul introducir el código de la caja de seguridad dándole vueltas en tres direcciones diferentes y, a continuación, una llave alargada en la cerradura.
Tras abrir la pesada puerta, creando un profundo sonido metálico, reveló que en su interior había tres estantes, cada uno de ellos con dos gruesas pilas de por lo menos cien folios dorados.
—¡Los contratos que firmamos! —identificó Deuce con una voz casi inaudible.
—Así que al final los guardaba ahí —murmuró Ace.
Yuu y Grim asomaron ligeramente la cabeza, lo suficiente para no ser descubiertos, y observaron a Azul agarrar unos veinte contratos mientras esbozaba una sonrisa siniestra y comenzó a contarlos.
—Uno, dos, tres...
Y se rio por lo bajo, como si verlos le otorgara algún tipo de satisfacción.
—Ese capullo está contando los contratos como si fueran billetes —susurró Grim con un escalofrío.
—Ese sí que es un pasatiempo siniestro... —añadió Yuu, preguntándose si su contrato estaba entre ellos.
Daba miedo ver la gran cantidad de papeles dorados en la caja fuerte. Azul acababa de lograr algo más de doscientos tratos y no había tenido el mismo éxito el año pasado, lo que significaba que debía haber estado firmando contratos desde mucho antes de entrar en la escuela (años, incluso) para ser dueño de tantos ahora mismo.
Se podría entender que los contratos eran para él trofeos de éxitos, la mayoría seguramente logrados por medio de trampas, promesas falsas y la intervención de los gemelos...
Tras terminar de contar los contratos, Azul volvió a guardarlos.
—Bueno, supongo que es hora de volver —murmuró antes de cerrar la caja fuerte, echarle la llave y volver a introducir la contraseña.
Una vez terminado, Azul salió de la sala y los chicos no se atrevieron a mover un solo músculo hasta que escucharon la puerta cerrarse y los pasos alejarse en otra dirección.
Ahora que el peligro había pasado, todos dieron un enorme suspiro de alivio y salieron finalmente de sus escondites; los que estaban bajo el escritorio estiraron las extremidades para desentumecerse tras estar apretados el uno contra el otro.
—Casi nos pilla de lleno... —farfulló Grim, aún con el corazón a mil por hora.
—Menos mal que no se le ocurrió mirar bajo el escritorio —suspiró Yuu.
Al terminar de recuperarse, Jack se fijó en algo que no estaba allí al principio y señaló el escritorio.
—¡Mirad! Se ha dejado aquí un contrato.
Un único contrato dorado reposaba ahora sobre la superficie del escritorio.
Emocionados y aliviados de no perder el tiempo tratando de abrir la caja fuerte, los cinco estudiantes se colocaron a su alrededor; Grim se subió a los hombros de Yuu para poder ver.
—¡Jo, qué suerte! —exclamó Ace y acercó la mano al papel—. Salgamos de aquí y busquemos cómo descubrirlos.
—Azul es más despistado de lo que pensaba... —se mofó Grim—. Veamos de quién es...
El comentario de Grim le dio una mala sensación a Yuu: no, Azul era muy astuto e inteligente; había demostrado ser muy detallista a la hora de crear planes y siempre se aseguraba de tomar la delantera. Y los contratos eran tan importantes que eran guardados bajo llave, él no se despistaría tan fácilmente para dejar uno fuera sin intención.
Además, Azul aún andaba cerca...
—¡¡No, espera!! —chilló.
Pero era demasiado tarde. Al momento en que las yemas de los dedos de Ace rozaron el papel dorado, una fuerte descarga eléctrica fulminó a los intrusos. Y no fue como un rayo, la energía era tan intensa que los hacía convulsionar y no les permitía moverse.
Yuu no había sentido un dolor tan intenso desde aquel fuerte ardor que había sufrido repentinamente en el hombro izquierdo meses atrás, cuando estaba leyendo en la biblioteca.
Tras unos largos segundos que se le hicieron eternos, la electricidad se detuvo finalmente y los chicos se desplomaron en el suelo, agotados y gravemente debilitados.
Como si la cosa no fuera a ir a peor, estalló de repente la escalofriante carcajada de Floyd:
—¡JAJAJAJAJAJAJAJAJA!
—Vaya, vaya. Estáis temblando como si os hubiera atacado un pez gato eléctrico —sonó con burla la voz de Azul aguantándose la risa mientras volvía a entrar en la sala, esta vez acompañado por los gemelos—. ¡Tendríais que veros!
Estaba claro que no había sido una coincidencia que el líder de dormitorio hubiera regresado tan rápido tras dejar el contrato sobre la mesa.
—¡Malditos...! ¡Sabíais que estábamos aquí! —exclamó Jack, adolorido.
—Pues claro que sí, esa cola peluda tuya estaba a simple vista bajo el escritorio —respondió Azul.
Jack apretó la mandíbula con frustración; las prisas por esconderse le habían hecho olvidarse de esconder la cola para evitar ser descubierto. Si Leona hubiera estado allí, ya lo estaría regañando por ser tan descuidado frente al enemigo.
Azul se acercó al escritorio.
—Parece ser que pretendíais robar el contrato para destruirlo... —dijo antes de agarrarlo él mismo sin problema—. Sin embargo, están protegidos por un hechizo que electrocutará a todo aquel excepto yo que trate de tocarlo. Pobres de vosotros.
—¡¿Habías planeado hasta tan lejos?! —tartamudeó Ace incrédulo mientras intentaba ponerse en pie.
—Ya os lo había dicho, ¿no? Mis contratos son imposibles de destruir.
Viéndolos aún en el suelo, Floyd fue incapaz de aguantar la risa.
—¡Ahjajajajajajajá! ¡¡Menuda panda de imbéciles!! ¿Por qué os molestáis en intentarlo si sabéis que no va a funcionar?
Jade resopló haciendo un esfuerzo descomunal en no reírse él también.
—Floyd, no te rías tanto de los pobres —dijo mientras mostraba sus afilados dientes con una sonrisa malvada—. Están haciendo lo mejor que pueden con la poca inteligencia que tienen. Jejeje.
Los chicos se recuperaron lo suficiente para ponerse de pie, pero Azul no los iba a dejar irse tan fácilmente.
—Los niños malos que intentan robar tesoros valiosos deben ser castigados —dijo amenazante.
—Es verdad; tenemos que disciplinarlos para que no se les vuelva a ocurrir hacer esto —asintió Jade.
—Voy a tomarme mi tiempo para apretujaros a todos uno a uno —avisó Floyd mientras se estiraba los brazos.
Los cinco intrusos sabían bien que no ocurriría nada bueno si no escapaban cuanto antes.
—¡Rápido, retirada! —gritó Jack.
Todos corrieron hacia la puerta, pero Azul agarró su pluma mágica y los fulminó con un doloroso ataque eléctrico, volviendo a hacerlos caer.
Era la primera vez veían a Azul usar su magia sobre alguien; hasta entonces habían sido los gemelos quienes se encargaban de pelear.
Jack trató de recuperar el aliento y las fuerzas para volver a ponerse en pie.
—J*der... ¿El líder de dormitorio era tan fuerte? —jadeó con furia.
Sabiendo que aquello no era un halago, Azul se enorgulleció igualmente de escucharlo.
—Si no sois capaces de aguantar siquiera esto, ya os podéis ir olvidando de robar el contrato —se jactó con arrogancia.
—¿No sería más rápido ir al Museo Memorial de Atlántica? —les preguntó Floyd con mofa mientras los veía en el suelo.
—Se os está acabando el tiempo, solo os queda hasta el atardecer de mañana —les recordó Jade.
Yuu les dirigió una mirada furiosa con las fuerzas que le quedaban; lo decían como si no fueran a intervenir en su camino si intentaban ir al museo.
—Cobardes... —farfulló.
—Bueno, supongo que esta paliza os llevará a dormir en la enfermería todo el día —dijo Floyd con aire peligroso y se crujió los nudillos—. Y para el momento en que os levantéis, ¡ya será demasiado tarde!
¡Iba a hacer con ellos lo mismo que había hecho durante la primera batalla en el dormitorio!
Incluso teniendo dificultades para ponerse en pie, Ace no se iba a dejar vencer tan fácilmente.
—M*erda, la magia de invocación no es mi fuerte —dijo tras sacar su pluma mágica—. Pero... ¡Ven aquí, caldero!
—¡Eh, no me copies! —exclamó Deuce; se arrepentía de haber entregado su habilidad de invocar calderos y le molestaba que Ace fuera capaz de hacerlo.
Un enorme caldero apareció de la nada, sorprendiendo a los estudiantes de Octavinelle, y amenazó con caer sobre las cabezas de los gemelos.
Rápidamente, Floyd sacó su pluma mágica entre risas.
—¡Ya os dije ayer que vuestros hechizos no funcionarán! —exclamó Floyd—. ¡Bind the Heart!
Al momento en que el pesado caldero los iba a alcanzar, Floyd usó su Magia Única con todas sus fuerzas para desviarlo en otra dirección. Sin embargo, no se dio cuenta de que había apuntado justo en dirección a la caja fuerte, creando un fuerte impacto que resonó por toda la sala.
Azul sintió su corazón dar un vuelco al ver que la puerta que protegía sus contratos se había visto gravemente afectada.
—¡Floyd! ¿¡A dónde te crees que estás apuntando!? —gritó furioso.
—Ups, perdóon —se disculpó Floyd burlonamente mientras se llevaba una mano a la cabeza.
Olvidándose por un momento de los intrusos, Azul corrió a examinar los daños de la puerta: el mango con forma de timón que permitía abrirla estaba ahora visiblemente abollada por la parte superior izquierda, afectando la imagen.
—¡¡Aah, la puerta está dañada!! ¿¡El manillar y las bisagras seguirán bien!? —gimió temiéndose lo peor.
Introdujo la contraseña y las llaves y se alivió enormemente al ver que aún podía abrir la puerta sin problema.
—...Oh, menos mal —suspiró, antes de volver dirigirse a Floyd y agarrarlo sin cuidado del cuello de la camisa—. ¡Te he dicho un montón de veces que dejes de usar tu Magia Única tan descuidadamente! ¿¡Cuántas veces más tengo que hacerlo!?
Floyd perdió el buen humor con los gritos.
—Ya he dicho que lo siento —respondió él con voz chillona—. No tienes que enfadarte por un simple rasguño.
—¡¡Será demasiado tarde si acaba destruido!!
—Calmaos los dos —intervino Jade con seriedad—. O de lo contrario... Ellos se escaparán.
Señaló la puerta con la mano, mostrando que Grim y los chicos de primero habían aprovechado para ponerse en pie y ya estaban corriendo hacia el pasillo.
—¡Esta es nuestra oportunidad! ¡Hasta luego, sabéis! —exclamó Grim en la distancia.
Azul los tenía justo en frente y no los había podido perder de una forma más tonta. Soltó a Floyd inmediatamente.
—¡No os mováis! ¡Jade! ¡Floyd! ¡Tras ellos! —les ordenó.
Pero en lugar de escucharlo como solía hacer, Floyd se dejó caer sobre uno de los sofás.
—¿Sabes? Me ha puesto de mal humor que me gritaras y te enfadaras conmigo —respondió con desinterés, negándose a perseguir a los estudiantes a los que hacía tan solo un momento quería apretujar.
Desde que se conocían desde la niñez, Floyd siempre había mostrado cambios de humor repentinos: en un momento estaba alegre y entusiasmado para hacer algo, y al segundo se ponía de mal humor y perdía las ganas de hacer las cosas; también ocurría a la inversa.
—¿¡De verdad crees que es momento para esto!? ¿¡Cómo puedes cambiar tanto de humor!?
—Además, ¿por qué te alteras tanto, Azul? Tus contratos son indestructibles, ¿qué importa si se te casca la caja fuerte?
—¿¡Me estás diciendo que debería llevar toda esa cantidad de contratos encima todo el rato!? —gritó Azul una vez más, esta vez ofendido.
Pero rápidamente se dio cuenta de que no llegaría a nada si seguía discutiendo con Floyd por un asunto así; jadeó para recuperar el aliento y la compostura y se ajustó las gafas.
—Ah, esto no servirá de nada; me he vuelto a dejar llevar por Floyd —murmuró abochornado—. Hay qué ver... Jade, continúa vigilándolos de cerca, y cuida de Floyd mientras estás a ello.
—A sus órdenes —obedeció Jade inmediatamente con una leve inclinación y animó a su hermano a levantarse del sofá.
—Ah, qué aburrido. Creo que me voy a saltar las clases de la tarde y echarme una siesta por ahí —farfulló Floyd mientras salían de la sala VIP.
Jade suspiró con una sonrisa:
—Madre mía...
A pesar de que deseaba que su querido hermano no cambiara nunca, debía admitir que sus cambios de humor podían convertirse en un problema en el peor momento posible.
Azul apretó la mandíbula; aquello estuvo cerca, quedaba muy poco tiempo para alcanzar su victoria y no debía bajar la guardia ni cometer el más mínimo error si no quería comprometerla, especialmente ahora que sus oponentes estaban dispuestos a hacer cualquier cosa para arrebatársela.
Mientras tanto, los estudiantes de primero corrieron con todas sus fuerzas sin mirar atrás hasta regresar a la bóveda de los espejos.
Se desplomaron sobre el suelo para recuperar el aliento. No parecía que Azul y sus secuaces tuvieran la intención de perseguirlos hasta ahí, así que se consideraron a salvo por el momento.
—Eso dio miedo —jadeó Deuce mientras trataba de calmar el frenético palpitar de su corazón.
—Jo, y todo esto porque Jack es un gigante —se quejó Ace, refiriéndose que el chico-bestia había delatado su escondrijo sin querer.
—¿Cómo? ¡Solo soy más robusto que vosotros! Y los lobos tendemos a ser más altos —se defendió Jack.
Deuce observó las anémonas en las cabezas de Ace y Grim con un sentimiento de derrota. Aún seguían atrapados en el trato de Azul.
—No hemos podido destruir esos contratos, y menos aún destruirlos... —se lamentó.
—Dejémoslo por hoy —propuso Jack, sabiendo que ahora tenían que ir a clase y después se les haría demasiado tarde para seguir buscando cómo derrotar a Azul.
—Hemos malgastado un día entero... —se quejó Grim.
—Me pregunto si de verdad se podrán destruir esos contratos —se cuestionó Ace con cansancio.
Yuu era el único incapaz de decir nada. Estaba aterrado; Azul y los gemelos tenían razón, solo le quedaba un día para recuperar Ramshackle y evitar convertirse en una anémona a merced de ellos. ¡Ya se temía que fuera incapaz de lograrlo incluso con ayuda de sus amigos...!
Aún así, tenía la sensación de que algo no tenía mucho sentido: era la primera vez que veía a Azul tan enfadado; se había alterado muchísimo cuando la caja fuerte que guardaba los contratos sufrió daños. A lo mejor le asustaba no poder volver a usarla, pero ¿por qué se preocuparía tanto si había demostrado que los contratos eran indestructibles?
Aquellos pensamientos fueron interrumpidos cuando sus amigos lo llamaron para ponerse en pie y regresar a clase; solo quedaban unos minutos para que sonara la alarma que anunciara el inicio de las clases.
Su miedo y sus preocupaciones aumentaron cuando volvió a resonar en su cabeza el sonido del pesado goteo que había sentido hacía tan solo dos días atrás... Solo que esta vez goteaba con más insistencia.
Sonido que Yukiko también escuchó mientras esperaba sentada a su siguiente clase. Dio un respingo preocupado; Yuu le había dicho que aquello no auguraba nada bueno.
—¿Pasa algo, Yuki? ¿Te está sentando mal la pastilla? —le preguntó Epel, notando su inquietud.
Se habían encontrado en el camino y habían decidido sentarse juntos para la clase de Historia de la Magia con el profesor Trein.
Ya les había puesto los pelos de punta a Ace y Deuce cuando les explicó que podía escucharlos antes de llegar a Twisted Wonderland a través de Yuu, no sería una buena explicarle a Epel lo del estremecedor sonido.
—Estoy bien, Epel, gracias. Solo estoy preocupada por Jack, mi hermano y los demás...
Aquello seguía siendo cierto y sí que lo podía compartir con otras personas.
—Es verdad, lo del contrato... —suspiró Epel, que se había enterado algo del asunto por medio de Jack y ella—. ¿Cómo lo lleváis?
Muchos estudiantes de Pomefiore también habían caído en la estafa de Azul y, por lo tanto, les había crecido una anémona en la cabeza; teniendo en cuenta que les importaba mucho su aspecto físico y aquella cosa les arruinaba la imagen, perder sus habilidades y ser forzados a trabajar eran la segunda peor cosa que habían sufrido de todo aquel tumulto (según ellos), y Vil no ayudó en nada al castigarlos severamente por quebrantar de una forma tan estúpida no uno, sino dos de los valores más importantes del dormitorio: el esfuerzo, por haber hecho trampas para aprobar los finales, y cuidar la imagen, por haberla arruinado con aquellas espeluznantes plantas en la cabeza.
—Pues no lo sé... Aún no tenemos ni idea cómo ganar —confesó Yukiko mientras apretaba la botella de agua que se había comprado en una máquina expendedora—. ¡Y el imbécil de Azul quiere hacer todo lo posible para que perdamos, con trampas y sabotaje!
—¿¡Qué!? ¡Eso es horrible! ¿Y tu hermano sigue sin poder volver al dormitorio Ramshackle contigo?
—Sí, y solo puede seguir en Savanaclaw hasta mañana. Y en el peor caso posible, yo también me tendré que ir de Ramshackle...
A Epel le habría encantado quedarse por unos días en Savanaclaw, aquel dormitorio que admiraba tanto, pero era consciente de que las circunstancias en las que se encontraba el prefecto estaban lejos de ser ideales y estaría de más decir que tenía buena suerte.
—¿No hay nada que puedas hacer al respecto? Si por mí fuera, ¡les daría la del pulpo a esos de Octavinelle para que me devolvieran mi casa! —gruñó Epel y carraspeó al darse cuenta que no había sido exactamente discreto—. Quiero decir... Ojalá pudiera ayudar en algo, pero conociéndolo, Vil me detendrá y me dirá que no me meta, seguramente... Y los gemelos Leech también son muy fuertes; si son tan buenos jugando Magift, no me quiero ni imaginar cómo debe ser enfrentarse a ellos cuerpo a cuerpo.
Yukiko sonrió levemente; se alegraba de que su amigo se enfadara por ella.
—Gracias, Epel. Te agradezco la consideración, pero si los demás me dicen a mí que mejor no haga nada, a ti te dirán lo mismo.
Epel se extrañó al oír eso.
—¿Por qué te dicen eso? ¿No se trata de tu hermano y de vuestra casa?
—¡Lo sé! —estalló ella con frustración—. No paran de decir que es demasiado peligroso que vaya o que haga algo por mi magia inestable, a pesar de que podría hacer otras cosas sin ella...
Epel la miró pensativo; la situación le recordó un poco que el profesor Vargas le había prohibido participar en clases de vuelo como todos los demás hasta que dejara de hacerse tanto daño con su magia, algo que ya la sumía en un fuerte sentimiento de impotencia.
—Aunque comprendo que se preocupen tanto por tu condición. ¿Les has dicho cómo te hace sentir eso?
—Sí, pero estaba enfadada y ellos se tenían que ir rápido. Y...
Estuvo a punto de confesarle que al final se había dejado llevar por el miedo de lo que podría ocurrir y que se repitiera lo de su primer día, pero se detuvo.
—Bueno, que al final no me fui con ellos —concluyó sin más y dio un sorbo a su botella de agua.
—Nunca tuve problemas con mi magia, así que no puedo comprender realmente tu situación; pero sí cómo te hace sentir: a mí también me cabrea un montonazo... Digo, me molesta mucho que me tomen por débil incluso para cosas simples; realmente apesta.
Yukiko volvió a mirarlo; él ya le había hablado de cómo otras personas lo prejuzgaban por su apariencia inofensiva y baja estatura, cuestionando su fuerza para hacer actividades que requirieran algún tipo de esfuerzo.
—Es verdad, me lo dijiste aquel día en el jardín botánico —comentó ella, sonriendo al recordar el día en que se habían hecho amigos.
Epel le devolvió la sonrisa.
—Debe ser frustrante que te insistan en no hacer nada, pero apuesto que aprecian el hecho de que quieras ayudar y participar —continuó—. Ya que ellos están tan empeñados esta vez, ¿por qué no les damos la oportunidad para que demuestren hasta dónde pueden llegar? Cómo decirlo... Será como en un entrenamiento de Magift: no te podrán impedir jugar en el campo por mucho tiempo, ya llegará tu turno.
A Yukiko le seguía molestando que la hubieran hecho quedarse atrás por algo que ella no podía controlar, pero Epel estaba en lo cierto: debía confiar un poco más en Yuu y sus amigos.
—Entonces propones que espere un poco y les dé mi apoyo desde aquí hasta que me toque, ¿verdad?
—Esa es una buena forma de resumirlo, sí. Por lo menos yo apreciaría que alguien que me respalde en un aprieto.
—Tienes razón, yo también.
El enfado por sentirse dejada de lado se había disipado gracias a las palabras de Epel.
—Eso sí, espero que lleguen a tiempo; la clase va a comenzar dentro de poco —comentó él mientras observaba la hora en el reloj; muchos estudiantes entraban en el aula y ocupaban sus asientos a la espera del profesor, pero no había ni rastro de Jack.
Y hablando del rey de Roma, Jack hizo aparición unos minutos antes de que comenzara la clase.
Yukiko dio un respingo inaudible y lo miró expectante: quería noticias y esperaba que hubieran encontrado una respuesta para derrotar a Azul.
Sin embargo, Jack hizo contacto visual con ella y, bajando la mirada con chasco, negó con la cabeza para dejar claro que no habían logrado nada.
—Oh, no... —susurró ella. Quería hacerle muchas preguntas, quería saber qué había pasado...
Pero aquello tendría que esperar: la alarma escolar comenzó a sonar y Jack se sentó para la clase.
—Lo siento mucho, Yuki... —murmuró Epel.
Yukiko se quedó mirando la superficie de la mesa con impotencia; ahora les quedaba un solo día para cumplir el contrato, estaban con el agua al cuello y seguro que Azul se estaba considerando como el victorioso.
¿¡Qué más podrían hacer!?
[Publicado el 26/9/2024]
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