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39. Encuentros Repentinos

Desde que Yukiko había comenzado su día a día en la escuela, le habían pasado muchas cosas tanto buenas como no tan buenas: se había ganado una imagen moderadamente buena en su dormitorio, había hecho algunos amigos y prácticamente un enemigo con pintas de cocodrilo. Pero aparte de tener que entrenar con su magia para dejar de sentirse cansada con solo levantar un pedrusco, también tenía que prepararse para los exámenes de final de semestre que estaban prácticamente a la vuelta de la esquina.

Había sido capaz de ponerse más o menos al día con Historia de la Magia, tener un hermano que tenía unos apuntes perfectos sobre aquella materia había ayudado mucho; y había podido dominar la parte de Educación Física que no requería de magia. También fue capaz de pillarle el tranquillo a la creación de pociones; si seguía las instrucciones, era casi como cocinar, y muchas de las más sencillas que había aprendido en clase eran de carácter medicinal y podían servirles para combatir el dolor de estómago y el dolor muscular (siempre y cuando el enfermero le permitiera consumírselas, claro estaba).

Y como una pequeña ventaja, a medida que leía los contenidos de los libros, fue capaz de ir recordando algunos de los contenidos que había podido escuchar en oídos de su hermano durante aquella inexplicable época de espionaje inintencionado; así que se podía decir que había podido asistir a clase con él. Pero obviamente no era capaz de recordar todo de inmediato, y menos algo que había escuchado solo una vez; así que tenía que estudiar igualmente todo desde el principio si no quería suspender...

Pero aquel no era el momento de pensar en ello, era la hora de comer y debía de tener la mente libre de preocupaciones si quería disfrutar la comida de su hermano sin que se le revolviera el estómago por los nervios; ya era suficiente que le ocurriera eso por el proceso de arreglar su magia.

En caso de que volviera a sentirse mal después de comer mientras estaba en proceso de rehabilitar su magia, el enfermero le había recomendado consumir platos caseros en lugar de los de la de la cafetería, que así podría controlar mejor las cantidades.

Yuu, Grim y los demás iban a salir más tarde de clase, pero no iba a estar sola; teniendo en mano la fiambrera, una botella de agua y una alargada caja de galletas, entró a la cafetería de la escuela y buscó a su nuevo amigo con la mirada.

—¡Yuki, aquí!

Yukiko localizó el origen de la voz que la llamaba, sonrió y se sentó frente a él.

—¡Hola, Epel! —lo saludó mientras colocaba todo sobre la mesa—. Siento la espera. Me pasé por la tienda de Sam en el camino.

—Tranquila, la fila estuvo un poco larga, así que me acabo de sentar —aseguró él—. ¿Es esa la comida que preparaste en tu dormitorio?

—Sí, con mi hermano —respondió ella mientras levantaba la tapa para revelar un sencillo plato consistente en arroz blanco, rollitos de huevo y su comida favorita: carne picada—. Hoy insistió en hacerla él solo, pero me sentaba mal que se levantara un poco más temprano por mí, así que insistí aún más y me puse con él.

—Qué considerado de tu parte. ¿Soléis cocinar mucho en casa?

—Mi madre suele ser la que cocina, pero mi hermano siempre la releva cuando está demasiado ocupada; también solemos ayudarla entre los dos si hay que preparar mucho —comenzó a decir Yukiko—. Puedo cocinar, pero él sabe mucho más que yo. Deberías probar sus filetes empanados, ¡están de muerte!

En ese mismo momento, un par de estudiantes que también pertenecían a la clase 1-B se fijó en ellos y no pudieron evitar sentir curiosidad. Había sido muy fácil notar el cambio de dinámica entre la chica de Savanaclaw y el estudiante de Pomefiore: este último no solo había dejado de ser ignorado por ella, también se habían hecho amigos.

—Esos dos sí que se llevan bien, parece mentira que empezaron con mal pie —comentó el de Octavinelle.

—Es verdad. Pasan tiempo juntos así desde esta semana, ¿verdad? —respondió el de Scarabia.

—Me pregunto qué habrá pasado...

El cambio había tenido lugar justo el pasado domingo por la tarde, cuando ya habían terminado las clases y los mellizos finalmente tuvieron la esperada conversación con Riddle y Leona.

La charla había dado mucho de qué pensar, pero no alcanzaron muchas conclusiones nuevas, pues el misterioso encuentro con Leona tras su incidente de Overblot no había sido muy diferente del de Riddle, exceptuando la presencia visible de Yukiko.

Tratando aquel tema, Yukiko fue capaz de confirmar una vez más haber visto los recuerdos de Riddle al señalar que el pequeño broche con forma de corona que este siempre llevaba en sus uniformes era exactamente el mismo que tenía de pequeño (ni siquiera Yuu se había dado cuenta de aquel pequeño detalle durante aquel confuso momento), y le dio el pésame por tener una madre tan cruel, que si bien no había pasado por lo mismo que él, había perdido a alguien que fue una vez importante por culpa de una similar. Riddle no tardó en comprender que estaba hablando de su antiguo novio, forzado a dejarla por una estricta madre que no aprobaba la relación a causa de sus prejuicios medievales hacia ella. Tras asegurar de que ella estaba bien y hacía mucho tiempo que lo había superado, le propuso la idea de usar sal para "exorcizar el demonio" como habían hecho aquella vez. Leona no entendió la broma del todo, pero Yuu y Riddle estallaron en una risa y este último, si bien apreciaba la intención, aseguró que no sería necesario llegar tan lejos.

—¿Seguro? Bueno, la oferta sigue abierta —le había dicho en respuesta.

—Mamá dijo que no hiciéramos eso nunca —le recordó Yuu con una ceja alzada, a pesar de que le gustaba la idea.

—¡Mamá no está aquí para verlo! ¡Estaremos bien!

Sin embargo, después de que se marcharan los líderes de dormitorio, Yukiko volvió a asustarse por las consecuencias de las que ambos le habían advertido, como el exceso de blot y los sentimientos negativos apoderándose de su cuerpo y de su voluntad, transformando su aspecto y creando una temible criatura que no se separaba de su lado. Y ahora que su cuerpo produciría blot de forma constante si no llevaba puesta su gargantilla negra, debía de ser aún más precavida que nadie con el uso de su magia.

Decidió irse al jardín botánico para dar una vuelta y despejarse la mente allí; le habían dicho que era un buen lugar para relajarse, así que no tardó mucho en querer comprobarlo por ella misma, ahora que no tenía clase y podía explorar el lugar. Logró calmar a los fantasmas de Ramshackle al asegurar que se llevaría el llavero de alarma por si acaso ocurría algo similar.

El lugar era incluso más bonito por dentro; repleto de una hermosa vegetación en la que se incluían plantas y flores que jamás había visto. Se preguntó si Leona estaría por ahí, pues uno de sus lugares favoritos para echarse la siesta (y también el lugar donde había amenazado a Yuu con hacerle daño, pero ella no había ido allí para recordar aquello).

Al lograr calmarse un poco comenzó a tararear la melodía de una de las canciones que había escuchado en el MP3 de su hermano. Había tenido sumo cuidado en no toparse con una canción infantil pegadiza que se le quedara en la cabeza por a saber cuánto tiempo, pero aquella era una que le parecía bonita y trataba de una persona declarándole su amor a otra. Por lo menos aquella no era una irritante y no le importaba tenerla en "modo repetición" en su mente.

Creía estar sola, ya que no había absolutamente nadie a la vista, pero un estudiante que se había agachado para examinar algo en el suelo captó la voz cantante y la curiosidad lo animó a levantarse.

«¿Quién está cantando?», preguntó para sus adentros y miró a su alrededor.

Dio un respingo suave al verla dándole la espalda mientras observaba unas flores blancas, ¡era ella! Se preguntó si era un buen momento para acercarse y hablar con ella, pues parecía tener un momento de calma y no quería arruinárselo, especialmente tras haberla recibido de mala manera en su primer día...

Pero también sentía que perdería su oportunidad si no actuaba ahora, así que se armó de valor y se acercó a ella con cuidado.

—Disculpa... 

—¡Oh!

Sobresaltada por la repentina voz, Yukiko liberó un respingo sonoro y se dio la vuelta rápidamente, algo cohibida por haber sido descubierta tarareando sola.

—Oh, ¿te asusté? —preguntó el chico, que se había sorprendido a su vez por la repentina reacción—. Perdona, no era mi intención.

La vergüenza se tornó en inquietud al reconocer al compañero de clase de pelo lila que le había gritado durante su primera clase de Alquimia; estaba incluso vestido de la misma forma que aquella vez: con la bata de laboratorio y las gafas de protección sobre la cabeza. Incluso si él trató de disculparse inmediatamente, Yukiko estaba dando un paseo para quitarse las preocupaciones de la cabeza y verlo ahí no ayudaba mucho.

—Lo siento, pero me tengo que ir —se excusó con suavidad antes irse en dirección contraria, apresurando cada vez más el paso hasta echar a correr.

—Espera. ¡Por favor, espera! —le pidió Epel, pero ella lo ignoró—. ¡No te vayas!

Primero le decía que lo dejara en paz, ¿y ahora quería hablar con ella? Pues ahora no estaba de humor, pensó Yukiko. No iba a arriesgar que le hiciera daño otra vez, ya había tenido suficiente con Sebek. Dándose cuenta de que aún seguía tras ella, decidió adentrarse en la zona tropical del jardín botánico y se escondió detrás de unos arbustos de largas hojas para despistarlo. Desde ahí lo vio aparecer y este, suponiendo que no debía de andar muy lejos, echó un vistazo alrededor.

—No, no te escondas. No voy a hacerte daño —prometió Epel, pero sabía que solo empeoraría las cosas si la atosigaba—. Está bien, no hace falta que salgas. Solo óyeme, por favor: ¡¡lo siento mucho!!

Yukiko dio un respingo sorprendido; incluso si su primera disculpa había sido interrumpida por aquellos plastas de Savanaclaw, no se esperaba que llegara tan lejos como volver a hacerlo de una forma en la que arriesgaba a que alguien lo tomara por raro por hablar solo. Y por alguna razón, escuchar aquella palabras le produjo una cálida sensación en el hombro derecho acompañada de un sentimiento de serenidad...

—Sien... ¡Siento mucho lo del otro día! —continuó Epel—. Era apenas tu primer día de clase y ya estaba siendo grosero contigo. Y ese golpe que me diste ni siquiera me dolió, sabía que fue sin querer y aún así exploté. Créeme, llevo queriendo pedirte perdón desde entonces, pero me interrumpían cada vez que era un buen momento. Juro que no era mi intención hacerte daño, sé lo difícil que es comenzar de cero en una escuela nueva y no pretendía ponértelo peor... No te pido que aceptes mis disculpas, solo quiero que sepas que lo siento de verdad...

Yukiko había prestado atención cada segundo de aquel monólogo y se notaba que hablaba con un atisbo de arrepentimiento. Su disculpa también parecía genuina, no como la de Sebek, que si bien se sintió mal al darse cuenta de lo graves que habían sido sus insultos, era demasiado orgulloso para pedir perdón a menos que le mandaran hacerlo.

Teniendo ella unas cuántas cosas que decirle a él también, salió de su escondrijo y mantuvo la distancia.
—Eso no moló nada; lo sabes, ¿verdad? —le dijo, aún molesta por lo de aquella vez.

Epel se sorprendió un poco, pues no se esperaba del todo que fuera a dejarse ver.
—Eh... Sí, estuvo fatal... Y fui muy injusto contigo —respondió, arrepentido.

—Y la verdad, no sé me ocurre qué podría haberte hecho —continuó ella—. Entiendo que no todos estén cómodos con la idea de una chica en un colegio masculino, pero no creo que sea razón para que me miraras como si te hubiera robado algo y después gritarme, ¿sabes? Tampoco es que tuviera muchas opciones.

—¡No, no es eso en absoluto! —exclamó Epel, apresurado—. Es cierto que me sorprendió la idea de una chica en el Night Raven College, pero ¡te juro que jamás me molestaría por eso!

—¿Entonces por qué? ¿Qué fue lo que hice?

—No hiciste nada. Es que... —Epel se ruborizó rápidamente y desvió la mirada—. Ahora me da vergüenza decirlo, pero resulta que... estaba celoso.

Yukiko parpadeó un par de veces, preguntándose si había oído bien.
—¿Que tú estabas celoso DE MÍ? ¿Es en serio? —cuestionó con incredulidad y reprimió una risa amarga.

—Suena estúpido, lo sé. Ni siquiera me di cuenta de ello hasta que Jack me lo hizo notar; incluso Rook, mi vice-líder de dormitorio, me lo dijo después de que mi líder de dormitorio me regañara por...

—No me refiero a eso. ¿Por qué estarías celoso? —lo interrumpió ella—. Literalmente no tengo NADA que puedas envidiar: tengo una magia inestable que me pone enferma, debo comer con cuidado para que la comida no me sienta mal después de usarla y, por si no te has dado cuenta, no me dejan participar en clases de Vuelo. Vamos, dímelo. ¿Por qué?

Dicho de aquella forma, Epel sintió que el motivo de sus celos era más ridículo de lo que se imaginaba.
—Yo... Estaba celoso de que fueras elegida en Savanaclaw —murmuró y apretó los labios, nervioso por su reacción.

Yukiko frunció el ceño, confundida.
—¿Qué? ¿Por qué ibas a estar celoso de algo así? —preguntó. Jamás se habría imaginado que alguien se pondría celoso de alguien por estar en un dormitorio específico.

—Cuando escuché la noticia de tu llegada, se decía por Pomefiore que eras guapa y adorable; hasta te comparaban con la hijastra de la Reina Hermosa. Y cuando Vil nos dijo que el Espejo de la Oscuridad te había puesto en Savanaclaw. ¡Fue una gran sorpresa para todos! Incluso Jack, Ruggie y Leona me lo confirmaron; ellos estuvieron allí en tu ceremonia de entrada, ¿verdad?

Ya conocía a Jack por estar en la misma clase, pero a Yukiko le sorprendió saber que conocía a Ruggie y a Leona personalmente.
—Sí. Y créeme, he oído mucho eso de la Princesa Hermosa —suspiró—; y a decir verdad, lo único que tengo igual a ella es el color de pelo, creo yo —Había visto representaciones de aquella figura histórica en libros—. Algunos pensaron que podría estar en Pomefiore solo por eso.

—Me lo puedo imaginar... —suspiró Epel—. Es cierto que a mí también me sorprendió oír que al final estabas en Savanaclaw después de aquellos rumores, pero no pensé demasiado en ello, al menos hasta que te vi por primera vez en clase. Y realmente me molestó ver que no tuviste problema en hablar con nuestros compañeros de Savanaclaw. Me molestó mucho... ¡Oh, pero no estoy tratando de poner excusas! No me di cuenta hasta más tarde que estaba celoso, ¡y me comporté de forma inmadura y horrible contigo!

—Me alegro que lo admitas, pero sigo sin entender por qué estarías celoso. ¿Acaso querías estar en Savanaclaw o algo? 

Epel tragó saliva, sabiendo que tendría que ponerse un poco personal para continuar con la disculpa.
—Eso es, tenía muchas ganas. ¡Estaba seguro de que tenía potencial para ser elegido y me haría más fuerte allí! —exclamó con entusiasmo antes de fruncir el ceño, frustrado—. Pero el Espejo de la Oscuridad me puso en Pomefiore, el peor de todos los dormitorios...

Se podía comprender la frustración de no obtener el puesto deseado, así que Yukiko lo miró con curiosidad.
—No sé mucho de Pomefiore, pero ¿tan malo es? —cuestionó.

—¡Es horrible! —gritó, como si hubiera estado conteniendo la exasperación por mucho tiempo, pero carraspeó y se recompuso rápidamente para seguir hablando con calma—. Está lleno de finolis... Quiero decir, de gente frívola y melodramática que no para de hablar de belleza y de elegancia, y algunos piensan que soy igual que ellos por estar en el mismo dormitorio.

—Madre mía... —respondió ella con incredulidad—. Pero la gente guapa y elegante puede ser fuerte también, ¿no crees?

—No voy a negar eso, pero lo peor de todo es el líder de dormitorio: ¡Vil Schoenheit! —continuó Epel con indignación—. No hace más que decir que hay que alcanzar la belleza y lograr la mejor versión de uno mismo: me regaña constantemente por cada cosa que hago, me manda a seguir rutinas muy específicas y se enfada si me equivoco o algo me sale mal. De hecho, tengo que llevar esta camisa con volantes solo porque me lo dice él —Apretó los puños—. ¡Todo es muy superficial! ¿¡Cómo voy a hacerme más fuerte con eso!?

—Guau, ¿en serio? —preguntó Yukiko con preocupación—. ¿Y por eso tuviste envidia?, ¿porque yo estoy en Savanaclaw y tú no? —inquirió, regresando al tema principal.

—...Sí —suspiró él—. Estoy seguro de que el Espejo de la Oscuridad se equivocó conmigo, y no entendía del todo por qué tú fuiste elegida allí y yo no, a pesar de que tenemos un aspecto similar...

—¿Un aspecto similar? ¿A qué te refieres?

—Siempre se han burlado de mí por ser bajito y tener cara adorable, ¡hasta me llegan a confundir con una chica! Por eso muchos de Savanaclaw me toman por débil, pero ese no fue el caso contigo. Eso me irritó mucho, pero al final fui yo el que se acabó desquitando contigo y te hice daño... Y encima olvidé que Jack me había dicho antes que eras realmente fuerte, y fui incapaz de ver más allá de tu aspecto. Qué hipócrita, ¿verdad?

Yukiko se lo quedó mirando por un momento, preguntándose cómo responder a eso.
—Oh, ¿crees que soy mona? —preguntó de repente, sonriendo de oreja a oreja—. ¡Gracias! Qué amable de tu parte. Tú tampoco te ves nada mal.

—¿¡Qué!? ¡No! —exclamó él, atónito—. Quiero decir, tú no te ves mal tampoco, pero... ¡Eh!

—Tranquilo, estoy de cachondeo —dijo ella entre risas—. Y si me lo preguntas, jamás habría pensado que podrías ser una chica.

—¿Ah no? —preguntó Epel, sorprendido—. ¿Lo dices en serio?

—Completamente, ni se me había ocurrido hasta que lo mencionaste —dijo ella antes de fruncir el ceño nuevamente—. Pero al grano: entiendo lo frustrante que es que no te toque lo que querías y no sé cómo de difíciles son las cosas en tu dormitorio, pero lo último que me hacía falta era que alguien que me tratara así por eso, ¿sabes? Ya tengo suficiente con mi magia. —Dijo esto último mientras se señalaba el cuello y Epel volvió a desviar la mirada, recordando ahora cuando la vio salir apresurada de la cafetería en compañía del prefecto—. Además, no sé por qué te lo tomaste así, ni siquiera vivo en ese dormitorio.

—De eso me enteré más tarde, no sabía que vivías en el dormitorio Ramshackle.

—Sí, con mi hermano; el director insistió mucho en ello. Ni siquiera pensé que me tocaría Savanaclaw, casi todos creían que iba a estar en Heartslabyul; y para ser sincera, yo misma tenía ganas de estar ahí.

—¿De verdad? ¿No es ese un dormitorio con muchas normas muy raras, quiero decir, estrictas?

—Sí, pero me dijeron que es un sitio muy bonito, ¡y que tiene un jardín enorme hasta arriba de rosas! —dijo ella, sonriendo de solo imaginarse aquel sitio que no había visto aún—. Y tampoco es que me fuera a morir por no comer hamburguesas de ternera los martes con tal de comer tarta en una fiesta, ¿sabes? —añadió, haciendo que él se riera un poco—. Pero no sé qué le idealizas tanto a Savanaclaw, a mí no me parece lo mejor del mundo.

No se le había ocurrido que ella diría algo así sobre su dormitorio, así que Epel no pudo evitar sorprenderse una vez más.
—¿Por qué dices eso?, ¿acaso no te gusta?

—No es que no me guste, pero ¡está lleno de tipos horribles! —respondió Yukiko con energía y apretó los puños—. Excepto Jack, ¡casi todos los que he visto son unos brutos que les encanta usar la fuerza para asustar y hacer daño a la gente, se burlan de aquellos con menos capacidades y atacan antes de pensar!

Por mucho que le gustara aquel dormitorio, Epel no podía negar aquellas características generales sobre Savanaclaw. Y había sido un gran choque para él cuando se enteró de lo que había ocurrido al inicio del torneo de Magical Shift, jamás se le habría ocurrido que algo así pasaría en la escuela. En cualquier caso, el resentimiento en su voz dejaba en claro que lo decía de forma personal.

—¿Es cierto que un estudiante de Savanaclaw intentó atacarte cuando estabas herida? —preguntó con pesadumbre, recordando que Jack también le había dicho algo así.

—Sí... Lo derribé dos veces, pero digamos que esa no fue la mejor primera impresión del dormitorio, ¿sabes?

—Cuánto lo siento. Debió de ser aterrador...

—Lo fue. Pero no he venido aquí para volver a pensar en eso —respondió ella e inspiró aire para ponerse firme nuevamente—. Estamos aquí porque querías pedirme perdón; ya nos quejaremos de nuestros dormitorios otro día, ¿ok?

—¡Oh, claro...! Nos hemos puesto a hablar de otra cosa otra vez —comentó Epel, sorprendido por su capacidad de calmarse tan rápido. Pero también le estaba recordando que aún tenían pendiente el tema de la disculpa—. Esto... Realmente lo siento, lo que hice estuvo fatal y...

—Tranquilo, te perdono —lo interrumpió Yukiko con una pequeña sonrisa—. Se nota que lo dices en serio.

Epel liberó un pequeño respingo conmovido y abrió los ojos como platos.
—¿De verdad? ¿Me perdonas? —preguntó, casi sin creerse lo que estaba oyendo—. ¿A pesar de todo?

—Sí, pero no lo vuelvas a hacer, ¿de acuerdo?

—¡Lo prometo! No te defraudaré —juró Epel con una gran sonrisa que podría contagiar a cualquiera.

—Genial entonces. ¡Eh, ya sé! Te enfadaste por no ponerte con alguien de Savanaclaw la última clase de Alquimia. ¿Qué te parece ponerte conmigo para la próxima? Así podríamos tener un compañero asegurado.

—¿Lo dices de verdad? 

—Bueno, solo si te apetece. Todavía soy nueva, así que si prefieres ponerte con Jack o con alguien más...

—¡No, no es eso! Quiero decir... Creo que eso estaría bien, así también podría compensarte por lo de aquel día —respondió Epel, aceptando su propuesta—. Además, se me da bien el cuidado de plantas, podría ayudarte si nos mandan algo sobre eso.

—¿¡De verdad!? ¡Pues trato hecho! —exclamó ella con entusiasmo, pues una pequeña ayuda así no le vendría nada mal, y le extendió una mano—. Te llamabas Epel, ¿verdad? ¿Qué tal? ¿Borrón y cuenta nueva?

Sonriendo tímidamente, Epel asintió y le estrechó la mano en un suave apretón.
—Sí, Epel Felmier. Y tú, Yuki, ¿verdad? Un placer conocerte.

—Lo mismo digo. Soy Yukiko Oshiro, pero puedes llamarme Yuki. Hablando de plantas, ¿qué estabas haciendo aquí? ¿Buscando algo para la próxima clase?

—Algo así. Ven, te lo puedo enseñar.

Regresaron al sitio donde se habían encontrado y Epel señaló cinco macetas, en cada una de ellas habían plantadas un decenar de plántulas con capullos de flor cerrados. Yukiko arrugó la nariz al sentir la notoria peste del abono.

—Lo dimos hace unas semanas en clase, pero ¿sabes lo que son las flores linterna? —le preguntó Epel.

—Leí algo sobre ellas; son unas flores brillantes que acumulan energía mágica, ¿verdad?

—Sí. Pues el caso es que...

Le contó que el profesor Crewel lo había regañado severamente por romper por accidente un tarro entero de néctar de esas flores, un recurso difícil de obtener, y le había dado dos meses para recuperar lo malgastado o lo lamentaría. Pero una semana después, Cater le había dicho que era imposible recoger el néctar en ese límite de tiempo, pues aquellas flores solían tardar de dos a tres años para florecer y el profesor solo le había dicho aquello para que se rindiera. Y encima hubo algunos compañeros de clase que lo habían subestimado... Pero en lugar de echarse atrás, él decidió hacer que se tragaran las palabras y lograr que las plantas florecieran según lo acordado.

—No pareces ir mal, ¿cómo lo estás haciendo? —cuestionó Yukiko con curiosidad.

Epel sonrió de oreja a oreja, emocionado de poder explicar el proceso.
—El profesor Crewel dijo que estas flores convierten los nutrientes del suelo en magia, así que me figuré que si las alimento con un montón de nutrientes sin parar, crecerán mucho más rápido. Y como el fertilizante de la tienda escolar no daba para mucho, decidí crear uno yo mismo. —Señaló un saco cerrado que reposaba cerca de las macetas—. Usé un poco hace un rato, así que a lo mejor huele mal.

Yukiko aseguró que no le importaba la peste y Epel explicó que lo había hecho él mismo mezclando basura orgánica de la cafetería con excrementos de caballo obtenidos del club de Equitación como componente principal; así no solo crearía los nutrientes necesarios para las flores, también alimentaría el suelo y las flores crecerían incluso más rápido.

—Guau, con un fertilizante así te deberían florecer a tiempo —comentó Yukiko, pasmada por el componente principal—. Parece que vas bastante bien.

—¿A que sí? —afirmó Epel y sonrió con orgullo—. Y esto es lo que llevo plantado por el momento, calculo que para el mes que viene tendré por lo menos un centenar y obtendré mucho más néctar del que debo compensar. ¡Ya tengo ganas de ver la cara del profesor Crewel!

—¡Tío, qué bien! —exclamó Yukiko, contagiada por su entusiasmo—. ¡Hasta yo tengo ganas de verlas florecer ahora! Seguro que serán muy bonitas.

—¿De verdad? Pues te avisaré cuando florezcan; seguro que brillarán mucho con los nutrientes del fertilizante.

—¿Lo dices en serio? ¡Gracias!

Tras ese encuentro habían comenzado a hablar con más frecuencia, y el miércoles fue el día en que habían encontrado una oportunidad para sentarse a comer juntos y conocerse un poco mejor.

—¿Y esa otra caja? —preguntó Epel mientras señalaba el paquete que Yukiko se había traído junto a la fiambrera.

—¡Galletas! Las acabo de comprar en la tienda de Sam —reveló ella con esmero mientras rompía el plástico—. Me han dicho que tenga cuidado con lo que coma, pero me las he comprado por si me quedo con hambre. Hay un montón, ¿quieres una?

Las galletas blancas correctamente alineadas en la caja tenían forma rectangular y simulaban las cartas de la baraja francesa con respectivos símbolos grabados de colorante rojo y negro.

Tenían buena pinta, pero Epel suspiró con frustración.
—Me encantaría, pero Vil fue severo al decir que debo tener cuidado con los dulces esta semana, para cuidar la piel y eso...

Yukiko se irritaba aún más con aquel líder de dormitorio cada vez que aprendía algo nuevo de él y lo estricto que era con Epel. Miró a su alrededor para asegurarse que nadie indeseable estuviera cerca y le acercó el paquete deslizándolo sobre la superficie de la mesa.
—Pero no te matarán solo una o dos, ¿verdad? —respondió ella con una sonrisa ladina—. Venga, agarra, no hay nadie más de Pomefiore por aquí. Y si te pillan, diré que fue culpa mía. Ya me inventaré algo. Tal y como diría mi tía: "¡No puedes obtener estos músculos con solo ensalada!" —dijo esto último imitando una voz grave mientras flexionaba el brazo derecho. 

Epel se rio con la divertida forma en la que había dicho aquello y sonrió con timidez, también conmovido por su consideración.
—Gracias, entonces tomaré una después —aseguró.

—¿En vuestro dormitorio tenéis normas sobre comida, como en Heartslabyul? —preguntó Yukiko mientras observaba el sencillo filete de pescado con verduras y un poco de cebolla cortada que él mismo había añadido en secreto, pues el tipo de comida que Vil le recomendaba (o más bien, le imponía) no tenía tanto sabor como a él le gustaría.

—No, pero Vil insiste en un menú específico para mantener la línea, cuidar la salud y obtener energía. También me dice que aproveche el momento para practicar etiqueta usando los cubiertos.

—Eso no suena tan mal, ¿pero de verdad deben mandarte a seguirlo?

—Vil se toma muy en serio su puesto como líder de dormitorio de Pomefiore con los ideales de la Reina Hermosa y el vice-líder de dormitorio siempre le sigue la corriente, así que...

—Bueno, pues eso no será suficiente para detener mi "tráfico ilegal" de galletas —replicó Yukiko mientras esbozaba una sonrisa ladina y deslizaba los dedos sobre el plástico del paquete con aire misterioso—. ¡Jamás me atraparán con vida!

Epel no pudo evitar reírse una vez más con aquella broma hasta que fue interrumpido por un sonido de notificación procedente de su teléfono móvil.

—Un momento, eso debe ser mi familia —supuso mientras lo sacaba y observó la pantalla con ternura.

—¿Qué te dicen? —preguntó Yukiko, curiosa.

—Mis tíos están en el zoo de una ciudad con mi primo y acaban de enviar una foto al grupo de familia, parece que lo están pasando bien —respondió él antes de enviar una respuesta—. Tenían ganas de llevarlo allí por primera vez, decían que era importante introducirlo a los animales desde temprano.

—¿Cuántos años tiene tu primo?

—Querrás decir meses. Nació este verano, así que solo tiene unos poquitos meses de edad.

Los ojos de Yukiko brillaron a los pocos segundos de oír eso.
—¿Un bebé? ¡Aw! —exclamó, conmovida—. ¡Y recién nacido, felicidades por el nuevo miembro en la familia!

—Jaja, ¡gracias! ¿Te gustan los bebés?

—Sí, los encuentro adorables —asintió ella—. En casa, mi hermano y yo solíamos ayudar a mi madre y a sus compañeros de trabajo en la guardería. Solíamos ocuparnos más de los niños de 3 a 6 años, pero a veces echábamos una mano con los bebés también.

—¡Qué trabajo tan adorable! —exclamó Epel y deslizó rápidamente los dedos sobre la pantalla de su móvil, como si estuviera buscando algo—. Pues, si quieres, podría enseñarte fotos de él. Mira: esta es de cuando lo sostuve en brazos por primera vez.

—¿Puedo? —preguntó ella vacilante antes de fijarse en la imagen del joven sentado en un sofá con un bebé de apenas unos días de edad—. ¡Aw, qué mono! ¡Es tan pequeñito!

—¿A que sí? Ahora está un poco más grande, pero para entonces era así de chiquitín. Y esta es la que acabo de recibir con ellos en el zoo.

—Y tiene el mismo color de pelo que tú, ¡parecéis hermanos y todo!

—¿Tú crees? Soy hijo único, pero siento que mi primo es como un hermanito para mí. ¡Así que me alegra mucho oír eso!

—Oh, ¿no tienes hermanos?

Epel negó con la cabeza.
—No, pero seguimos siendo una familia bastante grande: mis padres, mis abuelos, mi bisabuela, mi tío y su mujer, que tuvieron a mi primo... —enumeró—. Somos ocho en total y vivimos en la misma casa.

—Guau, cuánta gente; vuestra casa sí que debe ser grande —comentó ella sorprendida antes de llevarse un rollito de huevo a la boca.

—Para ser sincero, en realidad no; ya de por sí vivimos un poco apretados —suspiró Epel—. Pero no hay problema, nos las apañamos y nos llevamos todos bien. ¿Y qué hay de ti? Sé que el prefecto de Ramshackle es tu hermano, pero me gustaría saber más de tu familia, si no te importa hablar de ello, claro.

—Sin problema —aseguró ella con una sonrisa—. Mi hermano mellizo y yo vivíamos con nuestra madre; mis tías, la hermana de mi madre y su novia, viven juntas en la misma ciudad que nosotros; y también está mi abuela, que vive sola pero sale mucho con sus amigas y la visitamos con frecuencia.

—Seis personas —enumeró Epel en voz alta, siendo ahora su turno de sentir curiosidad—: ¿Y no tenéis primos?

—Ah ah —negó Yukiko—. Mi padre era hijo único y mis tías no tienen planeado tener hijos aún, tía Sakura quiere centrarse en su trabajo y tía Yoshiko dice que mi hermano y yo somos como hijos para ella, así que no tiene prisa. En pocas palabras: nosotros dos somos los más jóvenes de la familia.

—Ya veo. Lo de tu tía es realmente cariñoso —dijo Epel. Supuso que era mejor no preguntar sobre su padre, el hecho de que ella lo mencionara solo una vez en tiempo pasado implicaba varias razones que no sonaban exactamente alegres...

—Sí, ella es genial —respondió Yukiko, esbozando una sonrisa que reflejaba su nostalgia—. Seguro que te habría encantado visitar su gimnasio: tiene un montón de pesas y máquinas para hacer ejercicio.

—¿¡De verdad!? ¡Cómo mola! —exclamó Epel, maravillado—. Ah, eso me recuerda: ¿has pensado en lo que te dije ayer?

Tras comprender mejor por qué no la dejaban tomar parte en clases de Vuelo, Epel le había propuesto unirse al club de Magical Shift para así hacer ejercicio y trabajar con su magia al mismo tiempo, y así también podría practicar montar en escoba hasta que le permitieran hacerlo en clase.

—¿Lo del club de Magift? Sí, pero no sé... —respondió ella con el ceño fruncido—. Me lo han recomendado mucho, pero... Leona es el capitán de ese club, ¿verdad?

—¿Es eso lo que no te gusta? —inquirió Epel—. Es realmente fuerte y se toma realmente en serio su papel en el club, y es tu líder de dormitorio. ¿Sigue sin caerte bien?

—¡No, no me cae bien! —admitió Yukiko sin vacilar—. Aprecio que me respete y me quiera ayudar, pero... Sigo sin fiarme de él. Es arrogante, usa la fuerza para imponer miedo... —Epel palideció cuando alguien apareció detrás de ella—. Y está justo detrás de mí, ¿a que sí?

—¡¡Premio!! —exclamó Ruggie mientras le agarraba repentinamente un hombro, provocando que ella chillara por el sobresalto y llamara la atención de algunos alumnos cercanos.

—¿¡Quieres dejar ya de hacer eso!? ¡Ya van tres veces! —exclamó ella con irritación mientras se daba la vuelta, encontrándose con Ruggie sujetando una bandeja con comida y Leona, mirándola con una sonrisa ladina. Estaba comenzando a hartarse de los sustos sorpresa que su compañero de clase superior le hacía desde que le mostró el dormitorio.

—¡Shi, shi, shi! Ya te dije el otro día que si no te cuidas la espalda, acabarás siendo la cena de alguien —respondió él mientras se encogía de hombros y mostró su bandeja—. Por suerte para ti, nosotros ya tenemos nuestra propia comida.

—Bu... buenas tardes, Leona y Ruggie —los saludó Epel, nervioso.

—Qué bien que nos hayamos encontrado con vosotros —dijo Leona antes de agarrar el sándwich de carne que había dejado en la bandeja para que Ruggie lo llevara por él—. No quedan muchos asientos libres, supongo que no os importará que nos sentemos aquí, ¿verdad?

Antes de que ninguno de los estudiantes de primero pudiera decir algo, Leona se dispuso a sentarse junto a Epel y Ruggie lo hizo al lado de Yukiko.

—Curioso encontraros los dos juntos aquí, veo que los rumores de que habéis amigado eran ciertos. Parecíais tener una conversación la mar de interesante —comentó Leona y cerró los ojos, fingiendo pésame—. Aunque admito que me has roto el corazón, Yuki, creía que nos llevábamos mejor desde aquel día.

Yukiko rodó los ojos ante aquel comentario sarcástico y Ruggie reprimió una risa.
—Dale tiempo, Leona. Acabará viendo con sus propios ojos lo poderosa que puede ser la dominancia —dijo este último antes de fijarse en la caja de Yukiko—. ¡Oh, galletas! ¿Te importa si te robo una o dos? —Sin decir nada, ella suspiró y le acercó la caja—. ¡Oh, pero qué chica de primero tan generosa! ¡Gracias!

—¿Y qué hay de ti, Epel? —lo saludó Leona con una sonrisa ladina mientras abría el envoltorio del sándwich—. Asumo que Vil se aseguró de que no vuelvas a portarte mal con ella, ¿verdad?

Epel se sobresaltó y desvió la mirada. Cuando Leona se enteró por parte de sus compañeros de clase de lo que había ocurrido, decidió decírselo a Vil en lugar de regañarlo él mismo.
—Sí, le pedí perdón de forma apropiada —murmuró.

—Bien, por lo menos tienes más decencia que ese ruidoso de primero en Diasomnia. Y pensar que quiere ser un caballero de la guardia real; jamás sería aceptado en el palacio de Sunset Savannah con ese tipo de actitud.

—Es verdad, Sebek nos estuvo dando la lata por un tiempo, pero ni se me ocurrió que lo haría contigo, Yuki —añadió Ruggie—. Se pasó tres pueblos contigo, ¿eh?

—He hablado un par de veces con él y parecía majo, pero jamás pensé que le diría algo así a alguien —comentó Epel con suavidad, que se había enterado recientemente del pequeño incidente que Yukiko había tenido con él—. Sabía que era muy protector con su líder de dormitorio, pero no que llegaría tan lejos...

—Ser protector es muy diferente a ser un imbécil que insulta gente por tener dificultades para hacer algo —gruñó Yukiko, que no quería pensar en él—. Sí, ya sé que acabo de obtener mi magia, pero no tienes que llamarme patética por eso.

—¿Es por eso que quieres unirte a nuestro club? —cuestionó Leona—. ¿Para poder hacerte más fuerte y controlar tu magia? Porque dudo mucho que yo sea la razón.

Ruggie se rio por lo bajo y Yukiko, sin negar aquella última afirmación, frunció el ceño mientras se ruborizaba. Ya la habían pillado hablando de otra persona por segunda vez, pero ahora se estaba dando cuenta de que cualquiera podría escucharla en el peor momento posible si no prestaba atención a su alrededor.

—Me lo han recomendado mucho desde mi primer día —se limitó a responder—. En ese sentido, sería el club perfecto para mí y arreglar mi magia más rápido, o por lo menos hasta que Vargas me deje usar magia en sus clases. Estoy lenta con mis entrenamientos y las clases de Alquimia no son suficientes, ya que aún no hago mucho con magia.

—Entiendo —dijo Leona después de tragarse un bocado más—. ¿Y qué es lo que te detiene de apuntarte, aparte de mi presencia? ¿Acaso tienes miedo?

—No es eso, es que... ¿Acaso valdría la pena? —Yukiko tragó saliva mientras se acercaba una mano al cuello—. Ya se me está haciendo difícil crear hechizos sencillos, ¿cómo se supone que juegue un deporte que se basa en la magia? No creo que pueda hacer mucho estando como estoy.

Los tres jóvenes la observaron con serenidad, comprendiendo que la situación era preocupante para ella. Hasta Ruggie se sintió raro al no verla tan alegre o tan fiera como se había acostumbrado al verla.

—¿Acaso estás dejando que las palabras de ese idiota ruidoso te afecten? —cuestionó Leona con severidad.

—¿Qué? ¡No! Es solo que...

—Pues te diré una cosa —la interrumpió él mientras la señalaba con un índice—. Muy atenta, porque no te lo pienso repetir: si crees que lo que estás haciendo ahora no es suficiente, tienes que buscar una alternativa mejor. Los demás clubs de deporte apenas usan magia y no cuentes con las clases de ese profesor. Y con los pasos de tortuga que estás dando, no lograrás nada si te paralizas por el miedo como una cobarde; solo te quedarás atrás.

—¡Eh, estás siendo demasiado duro con ella! —trató de defenderla Epel, preocupado, al ver que Yukiko se estaba sintiendo peor.

—No, no, tiene razón con eso. Déjalo continuar —lo detuvo Ruggie.

—Te estoy diciendo esto para que tengas en cuenta que si quieres avanzar y lograr un cambio, tienes que empezar en algún momento —dijo Leona, ahora con un poco más de suavidad—. Si quieres unirte a nosotros, no tengo problema en meterte. Si te cuesta usar magia o montar en escoba, comenzarás con cosas pequeñas hasta que le pilles el truco, puedes ver incluso a los demás jugar para ver cómo va la cosa. Pero quiero que quede bien claro que esto es para que te hagas más fuerte, si alguna vez te veo vaguear o que no lo aprovechas lo suficiente...

—¡Vale, vale, lo pillo! —lo interrumpió ella, abrumada—. Solo déjame pensar en ello.

—A mí me parece una buena oferta, no irás a rechazarla, ¿verdad? —inquirió Ruggie, aunque sin intención de presionarla—. Ya te aviso que está siendo bastante considerado contigo

Pensativa, Yukiko apretó los puños sobre la superficie de la mesa. Aquella propuesta era realmente tentadora y le estaban dando una oportunidad para mejorar; empezó incluso a fantasear con llevar a su hermano por el aire para que experimentara volar en escoba por primera vez... Regresó rápidamente a la realidad al recordar que ni siquiera había comenzado a hacerlo en clase porque le estaba costando.

—Si te ayuda en algo, a mí me costó un poco cuando comencé en el club —intervino Epel—, pero tras entrenar duro por un tiempo y buscar nuevas estrategias, estoy mejorando mucho. Deberías intentarlo, ¡seguro que te gusta! Tal vez... Por lo menos a mí me gusta.

—Es cierto, antes no parabas de hacerte daño y llenarte de barro, pero a este paso podrías estar en el próximo juego y todo —dijo Leona con una sonrisa ladina.

—¿Eh? ¿¡En serio!?

—Tal vez, pero que no se te suba a la cabeza; puedo seguir cambiando de idea —respondió el líder de dormitorio y volvió a dirigirse a Yukiko—. Esperaré si necesitas darle vueltas al asunto, pero creo que sería realmente satisfactorio demostrarle a ese cocodrilo estúpido que...

—¡Vale, acepto! —lo interrumpió Yukiko con insistencia y lo miró con el ceño fruncido, esta vez con determinación, pero carraspeó para calmarse y no parecer desesperada—. Digo, lo he decidido, quiero entrar en el club de Magift.

Los tres jóvenes la miraron con estupefacción. La simple mención del estudiante de Diasomnia que tanto detestaba le había quitado las dudas de inmediato.

—Eso ha sido rápido —comentó Ruggie sin ocultar su asombro—. Entiendo que estés enfadada con Sebek por lo que te hizo, ¿pero tanto lo detestas?

—¡Sí, y mucho! ¡Y quiero verle la cara cuando vea que se tiene que tragar sus palabras! —contestó Yukiko con energía antes de inspirar hondo para calmarse—. Y si Epel piensa que podría gustarme, creo que valdrá la pena por lo menos probarlo.

Epel dio un suave respingo al recordar que él había dicho algo similar en el jardín botánico y sonrió. Ahora los dos iban a trabajar duro para demostrar que las personas que habían dudado de ellos habían cometido un error.

Iba a decir algo, pero fue interrumpido por Leona:
—Me gusta que la gente no tarde en decidirse. Más te vale no arrepentirte, porque estás dentro —dijo, aceptando su solicitud—. Ruggie te dará el formulario después de clase, entonces irás con él al campo de deporte esta tarde para que comiences.

—¡Eh, no duele avisar antes! —se quejó Ruggie, que era la primera vez que oía aquella indicación.

—Espera, ¿empezamos ya hoy? —cuestionó ella. Se esperaba que fueran a comenzar al día siguiente, no justo después de apuntarse.

—Si quieres que Vargas te deje tener una clase de Vuelo normal pronto, sí —respondió Leona con indiferencia—. Además, queda poco para los exámenes y cada vez irá menos gente a las actividades, así que te recomiendo que empieces en cuanto antes.

—Oh, claro... Los exámenes...

Casi se le había olvidado aquel otro dilema: además de trabajar con su magia, aún tenía que terminar de estudiarse un mes entero de asignaturas nuevas...

—Puedo echarte una mano con eso, si lo necesitas —se ofreció Ruggie con una sonrisa aparentemente inocente—. Como con Lenguas Animales, por ejemplo.

—¿¡Lo dices en serio!?

—Sí, pero no será gratis —avisó él y agarró otras tres galletas—. Y con esto me cobro por adelantado el interés de llevarte a las actividades de hoy.

—¡Eh! Si quieres galletas, te compro una caja, ¡pero no me robes las mías! —lo recriminó ella.

Ruggie se rio con su típico estilo de hiena y trató de comerse las tres de un bocado, pero palideció al darse cuenta de que Leona parecía querer fulminarlo con la mirada.

—Tienes razón, son tuyas —murmuró con una sonrisa nerviosa mientras las devolvía a la caja—. Y no he terminado de comer, aún no es hora del postre...

Epel tragó su comida con dificultad al sentir el aura hostil del líder de dormitorio, especialmente porque estaba sentado justo al lado de él.

—De todas formas, teníamos planeado estudiar Alquimia y Pociones un día de estos, ¿a que sí, Yuki? —dijo para intentar aliviar la tensión en el ambiente y ella asintió—. Rook también se ha ofrecido a ayudar si tenemos alguna duda.

—Si vais a estar con él, no contéis conmigo —gruñó Leona mientras se llevaba una mano a la sien—. Ya es suficiente tener que aguantar su incesante mirada sobre mí en clase.

—Oh, es verdad. Vais a la misma clase, la 3-A, ¿cierto?

Ruggie se llevó un trozo de carne a la boca, pero se fijó en algo que le llamó la atención y se dio prisa en tragar para hablar:

—Hablando de merodeadores siniestros, esos dos están a ello otra vez.

Señaló con el tenedor a dos estudiantes altos que parecían haber terminado de comer y estaban caminando alrededor de la cafetería con aire observador, como si estuvieran buscando algo de interés. Yukiko los había visto una vez de lejos, pero no tenía ni idea de quiénes eran.

—Vosotros dos, a ver si giráis más el cuello para que os pillen mirándolos como buitres hambrientos —gruñó Leona con sarcasmo para reclamar la falta de discreción de ambos estudiantes de primero, quienes se sobresaltaron y se apresuraron a fijar la vista en la mesa.

—Perdón... —murmuró Epel, imaginándose a Vil regañarlo severamente por ser maleducado.

—¿Quiénes son? —preguntó Yukiko en voz baja y volvió a comer para disimular.

—Los gemelos Jade y Floyd Leech, de Octavinelle —respondió Ruggie—. Son los que hacen el trabajo sucio por su líder de dormitorio: Azul Ashengrotto. Al parecer este año también están ofreciendo ayuda para aprobar los exámenes sin tener que estudiar tanto, o eso fue lo que oí durante mi último turno en el Monstro Lounge. Me ofrecieron un trato, pero pasé rotundamente.

Yukiko reconoció aquel nombre como uno de los estudiantes que estaban presentes durante su ceremonia de entrada. Recordó que él había sido uno de los primeros en expresar su incredulidad por ser colocada en uno de los dormitorios menos esperados.

—¿Por qué?, ¿qué te dijeron? —preguntó, intrigada por saber más de aquella tentadora oferta.

—Ese pulpo bastardo jamás perdería la oportunidad de aprovecharse de gente lo suficientemente idiota o desesperada como para caer en sus trucos —intervino Leona y volvió a dirigirse a la chica—. Oye, Yuki: no me importa lo que pienses de mí, pero si esos dos o su líder de dormitorio intentan convencerte con esas lenguas de plata o te ofrecen algo tentador, recházalo sin importar qué. Puede que te ofrezcan todo lo que desees, pero lo único que lograrás son consecuencias problemáticas y te arrepentirás de haberlos siquiera visto.

Yukiko estaba interesada por saber más de ese tipo de ayuda para los exámenes, pero aquella severa advertencia le quitó la idea rápidamente de la cabeza.

—Qué duro... —susurró Epel, también estremecido—. Vil me contó una vez que hizo un trato con él a cambio de una loción para la piel de calidad, pero no recuerdo nada de un precio tan alto. Y no es alguien que se deja engañar fácilmente.

—Depende del tipo de trato, pero es peor si él ve una oportunidad y se acerca a ti primero —explicó Leona—. Desde el año pasado ha demostrado tener los medios para ofrecerte todo lo que desees a cambio de un precio.

—¿Has hecho un trato alguna vez con él? —preguntó Yukiko, sintiendo que Leona hablaba como si lo dijera por experiencia.

—Hice un intercambio con él hace unos días y le pagué lo que me mandó, nada más —farfulló él con hastío, dejando en claro que no quería hablar del tema—. Que sepáis que fui yo el que se le acercó a él y no al revés, como acaban de hacer con esos herbívoros ilusos que se acaban de ganar.

Pudieron ver que uno de los gemelos le hablaba a dos interesados estudiantes de Scarabia con una sonrisa cortés mientras del otro asentía satisfecho, como si hubieran llegado a un acuerdo.

—Será cuestión de tiempo que zanjen el asunto en su dormitorio, pero tampoco es que sea asunto nuestro —dijo Ruggie mientras se encogía de hombros y volvía a centrarse en su comida—. Si se meten en problemas, es cosa de ellos.

—¿Qué suele pedir a cambio? ¿Dinero? —preguntó Yukiko. Por la forma en que hablaban, el precio debía de ser realmente caro, lo que significaba que no podría permitírselo si acaso se le ocurría acudir a él.

—Él gana ya bastante con su restaurante en Octavinelle, así que le interesa más obtener otras cosas que ya tienes en tu posesión, como hizo con Leona —negó Ruggie.

—Vale, ya me estoy hartando de este tema —gruñó Leona, no apreciando exactamente que el compañero de dormitorio que tenía a su servicio se le ocurriera mencionar aquel humillante detalle—. ¿Qué tal si mejor hablamos de nuestra nueva incorporación en el club, que vendrá a entrenar duro por la tarde? Sigues sabiendo las reglas del juego, ¿verdad?

—Sí, se parece mucho a un deporte que mi padre jugaba cuando era joven, ¿pero qué más hay que hacer, aparte de meter el disco en la portería?

—Te lo podemos explicar. Y, si quieres, podría enseñarte vídeos de jugadores profesionales también, para que veas cómo es un partido oficial —propuso Epel.

—¿Quién sabe? Puede que hasta una pequeña fierecilla como tú acabe en las ligas profesionales gracias a nosotros; pero tienes claro que ahora tendrás que hacerle caso a Leona en todo lo que te diga, ¿verdad? ¡Shi, shi, shi! —se rio Ruggie.

—Meh, tal vez —dijo ella con una sonrisa ladina que fue imitada por su líder de dormitorio—. Pero antes quiero terminar de comer, estas galletas me están esperando y Epel tiene una reservada.

—¿Me puedes reservar una a mí también?

—¡No! ¡Ya has tenido suficiente, Ruggie!

—¡Nop, no es suficiente! Yo también necesito energía para esta tarde, ¡shi, shi, shi!

Mientras continuaban comiendo entre conversaciones sobre Magical Shift y divertidos intentos de robo de comida, apenas se dieron cuenta de que los gemelos que habían estado hablando de negocios con los estudiantes alrededor los estaban mirando desde la distancia.

—Mira por dónde, parece ser que se está llevando mejor con su líder de dormitorio —comentó Jade en voz alta mientras observaba a la chica—. Azul había dicho que se había mostrado hostil nada más verlo, que había sido realmente repentino.

—Jo... ¡Cómo me habría gustado verlo! —se quejó Floyd con chasco—. Es difícil ver a un pezqueñín enfrentarse a un tiburón sin acabar devorado en el intento. Aunque no sé si eso habría sido tan interesante, la verdad: nadie se peleó al final.

—¿Quién sabe? Pero no soy capaz ni de imaginarme la situación de esa pobre alma sin sol... —murmuró Jade con un tono apenado que estaba claramente fingido—. Tener que estudiar tanto para los exámenes finales y tratar con el asunto de su... peculiar magia al mismo tiempo.

—¡Es verdad, pobre criaturita! —exclamó Floyd, imitando la falsa lástima de su hermano—. Suena a un problema muy grave. Si tan solo hubiera una forma en que pudiéramos ayudarla...

En ese mismo momento, ambos gemelos intercambiaron una mirada y junto esbozaron en sincronía una sonrisa siniestra. Se podía notar en ellos una sensación de hostilidad y maquinación que le daría escalofríos a cualquiera con solo echar un vistazo.

—Pero claro que la hay. A Azul le interesaría mucho saber de esta situación, ¿no piensas tú lo mismo, Floyd?

—Totalmente, Jade.

[Publicado el 28/10/2023]


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