30. Leona Kingscholar
...Cuando Yuu abrió los ojos, se encontró en un extenso espacio gris que no parecía tener fin. Por un momento creyó estar soñando, pero seguía llevando el uniforme escolar de siempre y se acordó de la batalla contra Leona. Miró a su alrededor al sentir una extraña sensación de no encontrarse solo.
—¿Hola? —preguntó antes de encontrar a su hermana y dar un respingo—. ¡Yukiko!
Estaba vestida tal cual como la había visto la última vez en la enfermería, con el conjunto de ropa que venía con la túnica ceremonial de la escuela: pantalones negros, camisa del mismo color con adornos dorados, el choker negro en su cuello y los pies cubiertos únicamente con calcetines oscuros. Incluso la camisa mantenía el enorme espacio quemado en el hombro derecho que revelaba su marca azul.
—¡Yuu! —la chica exclamó al verlo y se apresuró en abrazarlo.
El chico le devolvió el abrazo, deseando internamente que llegara en cuanto antes el momento en que dejaran de verse únicamente de aquella forma.
Los destrozos y la suciedad en su uniforme no pasaron desapercibidos ante la vista de Yukiko y esta le sujetó ambas manos.
—Eh, ¿qué te ha pasado? ¡Estás hecho un desastre! ¿Te han hecho daño? ¿¡Quién te hizo esto!? —insistió en saber.
—Tranquila, estoy bien, de verdad —aseguró él con una sonrisa tranquila y le estrechó las manos—. Nada podría ir mejor ahora.
Yukiko no parecía convencida del todo, pero decidió confiar en su palabra y miró a su alrededor.
—¿Qué sitio es este? ¿Otro sueño? —preguntó. Yuu iba a responder que no, pero ella pareció recordar algo y lo soltó—. No, espera. Creo que ya he estado en un sitio como este.
Antes de que Yuu pudiera preguntarle de qué estaba hablando, la figura en blanco y negro de Leona apareció delante de ellos.
—¡Leona! —exclamó Yuu al verlo.
—¿Quién? —preguntó Yukiko, confundida, después de todo era la primera vez en su vida que lo veía.
—Eh... Digamos que es alguien con quien acabo de interactuar... —le dijo Yuu, sabiendo que no era el momento adecuado de decirle a su hermana que había sido atacado por él.
Tal y como había ocurrido con Riddle aquella vez, Leona no parecía darse cuenta de la presencia de los mellizos y fijó una apesadumbrada mirada en el suelo. Él tampoco movía los labios para hablar, por lo que su voz y sus pensamientos se escucharon en forma de un lejano eco:
—Desde que nací, siempre sentí el peso de una enorme piedra inmóvil sobre mi cabeza... —susurró su voz en un tono triste y desolador que Yuu jamás se habría imaginado escuchar en él, el fiero líder de dormitorio que temía.
La imagen de Leona desapareció para dejar paso a lo que parecía ser el pasillo de un edificio grande y ostentoso, seguramente un palacio.
El lugar estaba completamente abierto, sin una pared que lo separara del exterior, una larga fila de columnas sujetaban el techo y el suelo. A la vista se divisaba un extenso paisaje de sabana, lleno de vegetación simplemente conformada por hierba y arbustos, y rocas iluminadas por la bermeja luz del ocaso. Lo más destacable era una enorme roca con un desfiladero que a Yuu se le hizo muy familiar. De hecho, Yukiko lo señaló rápidamente con asombro.
—¡Un momento! ¿No es esa la roca gigante donde estaban los leones? —se adelantó a decir.
—¿Qué? —preguntó Yuu, confundido.
—¿No la viste antes? En ese... sueño en el que un mandril mostraba un bebé león a un montón de animales.
Nada más procesar eso, Yuu dio un suave respingo.
—¡Es verdad! Pero ¿acaso será la misma? La de aquella vez solo fue un sueño, ¿no? —recordó.
—Cierto... Supongo que esta solo se parece un montón a esa —comentó Yukiko antes de mirar a su alrededor—. ¡Eh, viene alguien!
En otro pasillo cercano que conectaba al interior del palacio se acercó caminando hacia ellos una figura de pequeño tamaño que Yuu no tardó en reconocer.
—¡Leona! —exclamó de forma involuntaria—. Hablando de bebés leones.
Aquel pequeño niño de unos nueve años de edad se trataba ciertamente de un joven Leona. Su espesa melena era corta y solo le alcanzaba hasta la mitad del cuello, pero seguía teniendo un fiero brillo en sus ojos verde esmeralda, con la diferencia de que aún no había recibido su cicatriz en el izquierdo. Estaba vestido con un elaborado atuendo de colores oscuros con detalles étnicos.
—¿Es él? —preguntó Yukiko, sorprendida, mientras caminaba hacia él para verlo más de cerca.
—Sí, debemos de estar en sus recuerdos del pasado, por eso lo vemos así. Tampoco podemos interactuar con él —explicó Yuu mientras la seguía antes de suspirar—. Y pensar que será terrorífico en el futuro, es tan adorable...
—Tiene pinta de tener mal genio, pero tienes razón: ¡es monísimo! —concordó Yukiko—. Pero ¿a qué se referiría cuando dijo eso del peso?
Justo cuando estaban por regresar al final del pasillo, una de las orejas de Leona se movió bruscamente a un lado, como si hubiera detectado algún tipo de sonido y apoyó la espalda a la pared con aire vigilante para ocultarse de algo, extrañando ambos mellizos.
—¿Qué pasa? —preguntó Yukiko.
Los dos se asomaron y se dieron cuenta de que tres personas altas, dos hombres y una mujer, vestidos con ropajes más sencillos y de colores más claros caminaban hacia ellos. Uno de los hombres y la mujer tenían orejas y cola de cebra, el otro tenía rasgos de un animal que no reconocían bien, pero parecían ser de un herbívoro. Los tres hablaban entre ellos mientras sujetaban unas cestas con sábanas recién lavadas, por lo que era seguro deducir que se trataban de sirvientes que trabajaban allí en palacio.
No supieron de qué estaban hablando hasta que el hombre con orejas de cebra suspiró agotado:
—Ah... Su Alteza Falena es jovial y alegre, pero... ¿por qué su hermano menor, el príncipe Leona, es tan difícil de complacer?
—Por si eso fuera poco, tiene una magia que puede transformar cualquier cosa en arena, ¡qué miedo...! —murmuró nerviosa la sirvienta.
El segundo hombre se alteró al escucharlos hablar de aquella forma sobre uno de los príncipes y dio un respingo.
—¡Eh, dejad de cotillear! ¿Qué pasaría si alguien os oye? —los regañó en un susurro mientras miraba a ambos lados para asegurarse de que no hubiera nadie alrededor, sin darse cuenta aún así de la presencia de Leona.
Los tres pasaron de lado por el pasillo y dejaron atrás a los mellizos, quienes intercambiaron una mirada preocupada y regresaron su atención hacia Leona, quien mantenía el ceño fruncido fijado en el suelo y apretaba sus puños y mandíbula con frustración, dejando en claro que aquellas duras críticas le habían afectado.
—Pobrecito... —murmuró Yukiko con pena.
—Solo es un niño, ¿cómo pueden decir eso sobre él? —preguntó Yuu con indignación. Otra cosa sería cuando fuera un adulto, pero en aquel momento solo se trataba de alguien muy joven.
El escenario desapareció para regresar al espacio gris y al Leona adulto.
—Si yo hubiera nacido primero, seguramente dirían otras cosas —continuó la voz de Leona—. Cosas como: "Su Alteza Leona es considerado y un hechicero formidable. No se parece en nada a su despreocupado hermano." —Frunció el ceño con desengaño—. Pero como nací el segundo, todo lo que recibo son críticas. Ensalzan al primogénito a expensas del segundo. No importa lo que haga, nunca seré el primero.
—Jamás me habría imaginado pensar que se sentía así... —dijo Yuu en voz alta.
Yukiko le quiso preguntar algo al respecto, pero fue interrumpida cuando el sitio volvió a desaparecer para materializar un gran dormitorio con muebles de madera e iluminado con la luz del día a través de unas grandes ventanas. Las paredes estaban adornadas con unos elegantes tapices que debieron de ser tejidos por manos expertas, con un diseño similar al de la cama, donde Leona, ahora con unos quince años de edad, miraba el dosel sobre él con serenidad. Esta vez sí que presentaba la fina y larga cicatriz en el ojo izquierdo.
Nada más terminó de aparecer, la puerta se abrió de golpe, sorprendiendo a los tres jóvenes, y un hombre de unos veinticinco años de edad entró a paso rápido.
Era alto y robusto, tenía piel bronceada, pelo largo y pelirrojo que le alcanzaba por debajo de los hombros, ojos de un oscuro marrón rojizo y unas orejas y cola de león. Estaba vestido con elegantes y elaborados ropajes sin mangas, acompañados por una larga capa que caía sobre su brazo izquierdo. Su muñecas estaban adornadas con brazaletes dorados y su frente con una cadena de oro que hacía juego con la que le colgaba del cuello.
—Ese debe ser el rey Falena —supuso Yuu a partir del aspecto del recién llegado y de la información que había aprendido sobre él días antes.
—Entonces debe de ser también su hermano —recordó Yukiko mientras miraba a Leona, aún tumbado en la cama.
Decir que Falena se veía enojado sería quedarse corto.
—¡Leona! ¿¡Por qué no has asistido a la ceremonia de hoy!? —preguntó en un fuerte tono autoritario.
Leona no se sintió intimidado por la conducta de su hermano ni en lo más mínimo y solo de dignó a mirarlo por un segundo antes de fingir revisarse las uñas con desinterés.
—¿Ceremonia? Ah, ¿te refieres a esa fiesta de padres cariñosos que organizaste para presumir de tu hijo ante todo el mundo, hermano? —le preguntó y esbozó una sonrisa burlona—. Mis disculpas, parece que me volví a quedar dormido —dijo sin vacilación alguna.
—¡Hoy era un día importante para presentar al reino su futuro rey! —respondió Falena, no menos molesto.
Los mellizos volvieron a mirar a Leona moverse finalmente para sentarse en el borde de la cama y dirigirle a su hermano una mirada llena de amargura.
—Sí, todo un día de celebración —respondió él sarcásticamente—. Después de todo es el día en el que el odiado segundo príncipe ha perdido para siempre su derecho al trono.
Falena dio un inaudible respingo y su mirada enfadada se tornó en una preocupada antes de volver a fruncir el ceño.
—¡No digas eso! —insistió con severidad.
Sin cambiar su actitud, Leona rodó los ojos con hastío.
—Debe de ser genial haber sido el primero en nacer. Incluso si eres un vago y te quedas durmiendo o cantando todo el día, puedes seguir siendo el rey —dijo antes de quedarse mirando el suelo, negándose a seguir mirando a su hermano.
Aunque el comportamiento orgulloso de Leona no le parecía ni de lejos la más adecuada, Falena pareció comprender que el día se trataba de uno complicado para su hermano menor, el príncipe subestimado. Se acercó para sentarse a su lado y posó una mano sobre su hombro. Leona frunció el ceño con amargura, pero no rechazó el gesto ni se apartó de él.
—Leona... incluso si no puedes ser rey, eres muy inteligente —le dijo con determinación—. Todavía hay muchas cosas que puedes hacer por este reino.
A pesar de la tensión que se notaba en la discusión entre ambos hermanos, Yuu no pudo evitar mirar con una suave ternura la compasión del rey.
Sin embargo, Leona miró a Falena con furia y apartó su mano con brusquedad.
—Si este reino necesitara de alguien inteligente, ¡ya habría podido hacer algo hace tiempo! —dijo con apatía antes de levantarse y dirigirse a la puerta de su habitación, haciendo que los mellizos le dejaran paso de forma instintiva.
—Eh, Leona. ¡Detente ahora mismo, Leona! —demandó Falena antes de que la puerta se cerrara detrás de su hermano. Suspiró y se llevó una mano a la cabeza con agotamiento, como si se preguntara qué podría hacer con él.
—Por lo menos está intentando ayudarlo... —comentó Yukiko mientras las imágenes volvían a desaparecer y regresar con Leona.
—¿Por qué tengo que pasar por todo esto por solo haber nacido unos años más tarde? —preguntó Leona, apesadumbrado—. Puedo estudiar cualquier cosa, aprender toda la magia existente en este mundo... Pero desde el día en que nací hasta que me muera, jamás seré colocado al nivel de mi hermano... y nunca seré el rey. ¿Por qué tuve que nacer como el segundo príncipe? ¿Por qué me prohibirán siempre ser el número uno? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿¡Por qué!? —unas pequeñas lágrimas se asomaron por sus ojos tras repetir aquella pregunta—. ...La vida no es justa.
Yuu y Yukiko se apretaron de la mano mientras lo veían en aquella posición tan vulnerable, tan desesperanzada... Yuu pudo comprender por qué Leona mostraba poco interés en lo que hacía teniendo aún así una gran capacidad de lograr lo que quisiera: porque, según él, a nadie le importaría, nadie apreciaría esos objetivos alcanzados, nadie lo vería más allá de su imagen de hermano menor y solo sería comparado con otros que recibían el aprecio que él nunca tuvo.
A pesar de que ahora veía a Leona desde una perspectiva un poco más distinta, Yuu no supo qué hacer. Si bien fue capaz de empatizar con Leona, nunca había sufrido críticas negativas ni el desprecio por haber nacido en una posición que trajera desventajas, por lo menos no de la misma forma que él. Con Riddle había ocurrido una situación completamente distinta, y ya de por sí no era como si Leona lo viera con buenos ojos, por lo que la idea de intentar animarlo tenía pocas probabilidades de salir bien.
Por su parte, Yukiko miró a ambos simultáneamente mientras pensaba qué decir hasta que se dio cuenta de que la figura en blanco y negro de Leona recuperaba gradualmente sus colores originales.
—Mira, se va a dar cuenta de que estamos aquí —dijo antes de comenzar a acercarse con decisión hacia él.
Verla hacer eso hizo que Yuu saliera de sus pensamientos con temor y se adelantara a detenerla por el hombro.
—¡Yuki, no! —le dijo mientras negaba con la cabeza. A pesar de que lo veía de una forma distinta y en aquel mismo momento no se sentía intimidado por él tras la batalla y aquellos descorazonadores recuerdos, Yuu no quería que Leona mostrara a su debilitada hermana la hostilidad que le había presentado a él mucho antes del Overblot.
Leona recuperó los colores, miró hacia adelante y se sorprendió con la repentina presencia de los mellizos allí.
—¿Pero qué...? ¿¡Prefecto!? Pero ¿cómo has...? —preguntó antes de fijarse en Yukiko—. ¿Quién eres tú?
Era la primera vez que Leona no se dirigía a él con apodos ofensivos como "herbívoro" o "enano", pero Yuu mantuvo la guardia, le dirigió una mirada desconfiada y colocó un brazo delante de Yukiko con afán protector.
Aquel valeroso gesto y el claro parecido entre los jóvenes fueron indicios suficientes para recordarle a Leona sobre el incidente que había ocurrido días atrás, cuando uno de sus compañeros de dormitorio trató de atacar a una chica que había aparecido de la nada, hermana del único chico humano que habitaba en el dormitorio en ruinas.
—¿Qué sitio es este? —preguntó Leona antes de recordar los pensamientos que acababa de tener y fruncir el ceño, pero no con enfado ni molestia—. Habéis oído todo lo que he dicho, ¿verdad? —les preguntó en un suspiro.
Yuu relajó su posición, pero mantuvo en todo momento el brazo levantado.
—Sí, lo hemos visto todo. Y siento mucho que hayas tenido que pasar por todo eso —le dijo con melancolía.
—Yo también —añadió Yukiko antes de sujetar el brazo de su hermano con suavidad—. ¿Podría decir algo al respecto?
Leona lo miró con una combinación de sorpresa y extrañeza.
—¿¡Qué!? —murmuró Yuu, asustado.
Yukiko conocía bien a su hermano, así que no necesitó prestar demasiada atención para suponer que algo debería haber pasado entre ellos para que estuviera tan precavido.
—Estaré bien, solo será un segundo —le aseguró antes de acercarse a Leona.
—¿Y bien? ¿Vas a intentar consolarme con algún discurso sacado del corazón? —le preguntó este con sarcasmo, tratando de no sonar demasiado bruto.
—No exactamente —le dijo Yukiko con calma—. No te conozco y no creo que te interese mucho mi opinión ni mi consejo, pero por lo que acabo de ver, puedo concluir que varias personas a tu alrededor te hacen sentir anclado en una imagen que tienen de ti... —desvió la mirada—. Que dudan de que seas capaz de llegar lejos. Tanto que hasta tú mismo te lo acabaste creyendo.
Leona desvió la mirada también, supo que era inútil negar todo lo que ella había dicho.
-Sí, ¿y?
—Tampoco sé cómo funcionará eso de la magia de arena, pero digamos que comprendo lo que es ser juzgada porque alguien te ve de forma negativa porque razones estúpidas. No como tú, por supuesto, pero siguió doliendo. E incluso perdí a alguien que me importaba por culpa de eso.
—Yuki... —murmuró Yuu con un tono triste, ya que supo enseguida que estaba hablando de la madre de su ex.
—Pero tengo personas que me quieren —miró a su hermano con una pequeña sonrisa—, y eso me ayudó a rechazar ese desprecio. Hice todo lo que pude para no dejar que el daño se quedara dentro de mí. Dime, ¿sabes de alguien que te tenga en estima? ¿Que no te rechace por ese poder que tienes? Debe de haber por lo menos una persona.
Leona la miró con sorpresa y se lo pensó por un momento, pero volvió a fruncir el ceño.
—Si esperas a que diga mi hermano, no estás ayudando. Sé que él no tiene la culpa, y que más de una vez ha intentado ayudarme, pero él jamás comprendería lo que siento. Así que él no cuenta.
—Es cierto que él parece un buen tipo, pero a lo que me refería era si hay alguien que te conoció y lo primero que vio de ti no fue esa magia o tu fecha de nacimiento. ¿Se te ocurre alguien?
Tras reflexionar en ello por un momento, Yuu desvió la mirada y finalmente se dio cuenta de que, en realidad, él también había sentido algo similar cuando llegó al Night Raven College. Después de inscribirse como estudiante, pudo escuchar a otros estudiantes hablar a sus espaldas, criticándolo y dudando de que pudiera lograr algo allí como estudiante no mágico. Incluso si era inevitable sentirse un poco herido en ese entonces, pudo ignorarlo gracias a Grim, Ace y Deuce, y ahora las cosas eran diferentes después de ayudar a salvar a Riddle. Con eso, se le ocurrió algo para apoyar la idea de Yukiko.
—¿Qué me dices del dormitorio Savanaclaw? —preguntó—. Todos parecen admirarte y reconocer tu fuerza.
Yukiko asintió con aprobación.
—Eso suena bien. ¿Qué dices de eso? ¿Eres capaz de encontrar un lugar ahí donde demostrar tu verdadero potencial? ¿Con ellos?
—Qué pregunta tan estúpida, por supuesto que lo soy —farfulló Leona antes de darse cuenta de lo que acababa de decir y abrir los ojos como platos y fijar la mirada en el suelo en silencio—. No creo que ellos lo lleguen a entender tampoco, pero fui yo el que reaccionó de esa forma cuando me pidieron que no los abandonara...
Reflexionando sobre lo que recordaba antes de llegar a aquel misterioso sitio, el espacio gris se fue tornando negro lentamente. Yuu se adelantó para volver a sostener la mano de su hermana.
—¡Eh, despierta! —se escuchó la voz de Grim desde algún punto.
—¡Grim! —exclamó Yuu, comprendiendo la situación.
—¿¡Y ahora qué pasa!? —preguntó Leona, preparándose para luchar contra lo que fuera que les esperara.
—No te preocupes, solo vamos a salir de aquí —lo calmó Yuu.
Sabiendo que no le quedaba tiempo, Yukiko dio un respingo al ver la oscuridad acercarse y miró a Leona una última vez.
—¡No tienes ni por qué responder! —exclamó—. No sé si crees que te servirá, pero ese es mi consejo. ¡Si fui capaz de encontrar mi camino y personas que me animan por ahí, seguro que cualquiera podrá hacerlo!
Tampoco era como si Leona supiera exactamente qué decir. Era cierto que había escuchado en más de una ocasión en boca de su hermano la mayoría de lo que aquella desconocida le había dicho, pero no recordaba la última vez en que alguien que comprendía lo mismo que él, por lo menos un poco, se lo dijera con un afán luchador en lugar de compasivo o convincente.
La oscuridad terminó de rodearlos por completo y Yuu abrió lentamente los ojos.
—¿Eh? —preguntó, desorientado.
—Veo que por fin regresas con nosotros, joven Yuu —dijo Crowley, aliviado.
Yuu miró a su alrededor, confundido. Aún se encontraba arrodillado junto a Leona, aún inconsciente, y Grim estaba a su lado. Se dio cuenta de que Riddle no estaba allí y que los demás estaban de pie junto al director, mirándolo con una combinación de alivio y sorpresa.
—¿Director? ¿Desde cuándo está aquí? —preguntó.
—Desde hace unos minutos —respondió él—. Ni siquiera reaccionaste cuando llegué, ¿te encuentras bien?
—Sí —murmuró Yuu, pensando en el encuentro que acababa de tener con Leona—. ¿Ha pasado algo?
—Tu cabeza se perdió en el espacio... Otra vez —respondió Ace, nervioso—. Por lo menos no te moviste como si algo te estuviera controlando.
—¿Suele pasarte eso? —preguntó Jack con un ligero toque de preocupación.
—¡Mirad, está abriendo los ojos!
Tal y como Grim había dicho, los párpados de Leona se movieron lentamente hasta abrirse por completo y mirar a su alrededor con cansancio. La primera persona que vio con claridad fue Yuu, quien sonrió tímidamente.
—Hola otra vez —lo saludó.
—Tú... —murmuró Leona, aún confundido por el encuentro que acababan de tener—. Pero ¿cómo...?
—¡Qué bien! ¡Por fin te has despertado! ¡No sabíamos qué hacer si seguías desmayado, sabes! —lo interrumpió Grim con alegría antes de fruncir el ceño y señalar al director—. Venga, ahora confiesa que los accidentes fueron plan tuyo.
Aún desorientado y confundido por la situación, Leona se irguió y se llevó una mano a la cabeza.
—Cómo... ¿Cómo has dicho? —preguntó con ojos como platos.
—Joven Kingscholar —comenzó a hablar Crowley con un tono sereno de voz—, provocaste una batalla tras caer en Overblot tras ser consumido por blot y energía negativa, ¿lo recuerdas?
Leona parpadeó un par de veces y miró a la gente a su alrededor. Imágenes como las de las rocas flotantes, las grietas abriéndose en el suelo, del temible monstruo cuadrúpedo situado a sus espaldas y de sus estudiantes apuntando sus plumas mágicas hacia él regresaron a su cabeza.
—Causé una batalla... —murmuró antes de volver a mirarse a las manos con horror e incredulidad—. ¿Overblot? ¡No puede ser...! —susurró de forma casi inaudible.
Como si se acabara de acordar de algo, Grim dio un respingo.
—¡No pienses en eso! El torneo de Magical Shift está a punto de comenzar. ¡Si no confiesas ahora, perderemos la recompensa de participar, sabes! —exclamó con insistencia.
Leona lo miró con indiferencia.
—¿Ah? ¿De qué estás hablando?
—Ellos dos decidieron ir a por vosotros para que el director les diera permiso para participar en el torneo de Magical Shift —explicó Jack y Yuu asintió para confirmar la verdad.
—¿¡Qué!? ¿Lo hicisteis solo por eso? —preguntó Ruggie, atónito.
Yuu se encogió de hombros mientras esbozaba una tímida sonrisa, pero Grim se indignó:
—"¿¡Solo por eso!?" —repitió con un chillido—. ¡Fuisteis vosotros los que fueron haciendo daño a la gente "solo por eso", sabéis!
Ruggie frunció el ceño, desconcertado, y tragó saliva.
—Eh... Supongo... que tienes razón —murmuró derrotado, sabiendo que no podía decir nada para negarlo.
Tras escucharlos, Crowley volvió a dirigirse a Leona para regresar al asunto principal.
—¿Entonces podemos asumir que esta serie de accidentes alrededor de la escuela fue obra de tu dormitorio? —preguntó.
Consciente de que no tenía escapatoria, Leona cerró los ojos en silencio antes de responder.
—...Sí, lo fueron —confesó.
—Entendido. Entonces, en primer lugar, el dormitorio Savanaclaw queda descalificado del torneo de este año —anunció Crowley—. Se decidirán más castigos después de hablarlo con todos los heridos. ¿Está claro?
—Cristalino —murmuró Leona. Aquella reprimenda era mucho más fría y severa que la que había recibido días atrás, después de que Yuu reportara su violento partido.
Tras escuchar la sentencia, Ruggie y Jack desviaron la mirada con frustración. Yuu no pudo evitar sentir pena por ellos, por lo menos por Jack, quien se había rebelado contra su propio dormitorio para tener un torneo justo en el que ya no podía ni participar.
Sin embargo, el melancólico silencio fue interrumpido por un sonido de pasos acercándose a ellos.
—Director, espere un momento, por favor —dijo Riddle con calma, seguido por un nuevo grupo de estudiantes, entre ellos Trey, Jamil y aquellos que fueron entrevistados durante la investigación.
Crowley los recibió con desconcierto y reconoció a los estudiantes recién llegados.
—¿Joven Rosehearts? Y... ¿Y vosotros sois?
—Exacto. Todos son las víctimas de los accidentes —afirmó Riddle.
Algunos seguían teniendo vendas en las manos, pero otros como Trey parecían sentirse mejor y podían estar en pie.
—Director, como víctimas, tenemos una petición para usted —comenzó a decir Trey—. ¿Podría seguir permitiendo a Savanaclaw participar en el torneo?
Aquella pregunta era completamente inesperada para las personas que estaban allí, incluso para Leona, que no se movió de su sitio.
—¿Cómo? ¿Estáis diciendo que... vais a personarlos? —preguntó Crowley, sorprendido.
Leona frunció el ceño, extrañado, y Jack y Ruggie no supieron qué decir ante la piedad de aquellos que fueron heridos por su propio dormitorio.
—Chicos... —murmuró Ruggie.
—No, no los estamos perdonando —dijo Jamil con mucha seriedad.
—Si Savanaclaw no participa, nosotros no obtendremos la venganza que queremos.
—¿Espera, qué? —farfulló Yuu, atónito. Ahora todo cobraba sentido, las cosas parecían demasiado tiernas para ser verdad.
—¿¡Qué!? —preguntó Ruggie, confundido.
—¿¡Venganza!? —repitió Jack con la misma reacción.
—Está prohibido el uso de magia en peleas personales dentro de la escuela —comenzó a explicar Riddle.
—El Magical Shift es un deporte muy respetado, ¿verdad? —continuó Trey, esbozando una sonrisa maliciosa que Yuu apenas había visto en él—. Sin embargo, es conocido por dar la posibilidad de atacar con magia a tus oponentes todo lo posible.
—Exacto, no estaré tranquilo si no les doy por lo menos un golpe —dijo el estudiante de Heartslabyul.
—¡Esto es un duelo! ¡Recoged el guante! —exclamó con su grave voz el estudiante de Pomefiore mientras se quitaba el guante izquierdo.
—No sé qué os ha pasado, pero parece que Savanaclaw está en peor forma que todos nosotros —dijo Jamil con una mirada tenebrosa.
—Ya que sabemos quién es el culpable, me parece bastante conveniente eliminar nuestro rencor con un partido —añadió Trey.
Cater tuvo una idea y se colocó al lado de Trey.
—¿Te acuerdas, Leona? Tú mismo dijiste que uno puede atacar todo lo que quiera sin tener que romper ninguna norma —le dijo con picardía.
Riddle lo miró con incredulidad.
—Normalmente, usar nuestras tradiciones para resolver disputas personales sería motivo para cortaros la cabeza —dijo—. Pero si esto es lo que Trey y los demás quieren, haré la vista gorda por hoy.
—Entiendo cómo os sentís, pero aún no estoy seguro de dejar participar a Savanaclaw en el estado que se encuentra —dijo Crowley con duda—. Sobre todo tú, joven Kingscholar, ¿acaso puedes ponerte en pie?
Para su sorpresa, Leona aguantó en vano una risa para estallar en una carcajada que por una vez no sonó malvada.
—No me subestimes, Crowley. Soy capaz de enfrentarme a estos hervívoros heridos incluso dormido —dijo tras calmarse y lo miró con decisión.
—Ya veremos si es verdad —respondió Jamil.
—No tengo ni la más mínima intención de disculparme. Si queréis que lo haga, tendréis que obligarme en el campo —añadió Leona con malicia, haciendo que Yuu diera un nervioso paso atrás para alejarse de él.
—Ahí tiene, director. ¿Le parece bien esto? —preguntó Trey.
—Madre mía, me siento como un idiota por creer que ibais a pronunciar un enternecedor discurso. De acuerdo, permitiré que Savanaclaw juegue en el torneo, tal y como estaba planeado —anunció antes de inclinarse cerca de Yuu y susurrarle rápidamente al oído—: Y como director, me gustaría evitar que un escándalo como este sea transmitido por todo el mundo durante el día del torneo.
Yuu parpapdeó un par de veces con incredulidad antes de reír nervioso.
—Eso suena malvado, pero supongo que es un problema menos... —murmuró en respuesta.
Crowley se apartó y carraspeó.
—Muy bien, la audiencia está esperando a los jugadores —dijo con una sonrisa—. Será mejor que os preparéis.
—Yo también debería irme —dijo Leona antes de agacharse para recoger su báculo tirado en el suelo, pero lo soltó nuevamente al sentir un fuerte dolor y se llevó una mano al estómago—. Grr... Jod-, au...
Ruggie se fijó en esto y alzó una ceja antes de acercarse a él.
—Oye, que sepas que aún no te he perdonado... —le dijo con molestia.
Leona era consciente de que Ruggie había sido uno de los que más habían sufrido tanto por su insistencia de tirar la toalla como por su magia, incluso antes de caer en Overblot, por lo que comprendía que uno de sus seguidores más leales se sintiera lógicamente disgustado con él.
—Oh, ¿de verdad? —preguntó con indiferencia, pero sus ojos cerrados expresaron finalmente un ligero sentimiento de arrepentimiento por haber herido a alguien que confiaba en él.
—Pero... ¿cómo decirlo? No quiero volver a verte con esa cara triste que tienes ahora —dijo Ruggie con un poco de lástima—. Esa sonrisa arrogante que sueles tener te sienta muchísimo mejor —añadió alegremente antes de sacar su pluma mágica—. ¡...Así!
Leona entendió lo que Ruggie estaba a punto de hacer y lo miró alarmado, pero ya era demasiado tarde para hacer algo al respecto.
—¡Laugh With Me!
Un brillo salió de la gema mágica y fue directo hacia Leona. Entonces Ruggie cerró los ojos y esbozó una sonrisa de oreja a oreja, movimientos que fueron forzosamente imitados en Leona.
—¡Ah, Aah! ¿¡Fe femonios Raffi!? (¿¡Qué demonios, Ruggie!?) —preguntó Leona con una irritación que se veía frustrada por aquella sonrisa que le dificultaba hablar bien.
Ruggie se rio, colocó la mano izquierda en la cintura y la otra la alzó en el aire, haciendo que Leona lo copiara.
—¡Shi, shi, shi! ¡Fiemfre quife profar efto em pi! (¡Siempre quise probar esto en ti!) —dijo Ruggie con el mismo obstáculo para hablar, pero sin dejar sonreír.
—¡Fara afora mifmo! (¡Para ahora mismo!) —demandó Leona.
La escena era demasiado cómica para no poder reírse con ella, por lo que Ace y Yuu no pudieron evitar reírse.
—¡Una buena venganza! —exclamó Yuu, satisfecho por ver a Leona de aquella forma después de sus violentos ataques.
Por otra parte, Jack miró atónito a sus compañeros de clase superior.
—¿Pero qué están haciendo? —preguntó antes de sonreír levemente.
Yuu se fijó en él y dio un suave respingo.
—¡Eh, has sonreído! —exclamó con una mezcla de sorpresa y alegría.
En respuesta, las orejas de Jack se levantaron rápidamente y este lo miró con vergüenza.
—¡No, no estoy sonriendo ni nada! —insistió, pero suspiró y volvió a hacerlo mientras miraba al grupo—. Debo admitir que nos pillasteis pero bien. Gracias a vosotros podré dar todo de mí.
Riddle sonrió en respuesta.
—A partir de ahora seremos rivales, no vamos a ponéroslo fácil —le dijo.
—¡Lo mismo digo! —respondió Jack.
—Caso cerrado —suspiró Yuu antes de acordarse de algo con aquellas palabras y se acercó a Crowley—. Director, no se habrá olvidado de algo, ¿verdad?
No iba a dejar la pregunta para más tarde, después de todo no había entrenado con los fantasmas solamente por distraerse de la inconsciencia de Yukiko.
—¿El qué?
[Publicado el 9/9/2022]
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