3. De mal en peor
Aquella misma tarde, tras terminar con la calle principal de la escuela, Yuu y Grim llegaron a la cafetería con dos cubos llenos de agua, espray de limpieza y dos trapos.
—Ya estoy cansado de haber limpiado todo el día... Y ahora tengo que limpiar cien ventanas —se quejó Grim.
—Si no te hubieras peleado con ese Ace no estaríamos aquí —le recordó Yuu.
—¿¡De verdad esperabas que me quedara quieto después de lo que me dijo!? ¡Si se burló de ti también!
—Lo sé... Aún así, mira a lo que eso nos ha llevado...
—¡Eh! ¡Por lo menos tú te has librado del castigo! —chilló Grim con frustración antes de tornar su mirada a una con la que parecía demostrar arrepentimiento—. Por cierto, ¿cómo están tus brazos?
Yuu se levantó ambas mangas para revelar ambos brazos vendados, aquella mañana había hecho caso al director y fue a la enfermería justo antes de limpiar la calle principal con Grim, quien no había dicho nada al respecto hasta aquel momento.
—Ya no me duelen tanto —le dijo—. Me han dicho que las quemaduras no son graves y que en unos dos o tres días estaré mejor.
—Yo... No quería hacerte daño, lo juro —lamentó Grim.
—Lo sé, pero espero que veas por qué está mal atacar a las personas de forma impulsiva.
—Aún así —lo interrumpió Grim—. ¿Por qué te ofreciste a acompañarme en el castigo si el director dijo que no tienes por qué hacerlo? Cualquier persona en tu lugar estaría furiosa y me dejaría solo con ese idiota...
—Porque sigo siendo responsable de ti y tengo que vigilarte. Además, a pesar del caos que has provocado, sigo sin pensar que no eres un mal tipo. Por eso no estoy enfadado contigo, lo digo de verdad.
—Oh... —comentó Grim sin saber qué responder a su amable comentario—. Eh, hablando de idiotas, ese Ace está tardando mucho en venir aquí. ¿¡Quién se cree que es haciéndome esperar!? ¡Estoy harto!
Yuu tuvo una mala sensación, pero se quedó mirando junto a Grim la entrada de la cafetería con expectación.
Pasaron veinte minutos, siguieron esperando. Pasaron cuarenta y cinco minutos, se hartaron.
—¡No me importa qué pueda haber pasado, no hay forma de que se le ocurra llegar así de tarde! ¿Eh? A menos que... ¿se esté escaqueando?
—No me extrañaría si fuera así —suspiró Yuu.
—No voy a permitir que me deje a mí el castigo. ¡Vamos, secuaz! ¡Encontremos a Ace y hagamos que limpie las ventanas él solito! —dijo Grim antes de ponerse en marcha.
—Vale, vamos a buscarlo —concordó Yuu antes de fruncir el ceño—. ¡Y ya te he dicho que no soy tu secuaz!
Decidieron entrar a una de las clases más cercanas y Grim entró a grandes pasos.
—¡Oye! ¿¡Dónde estás, Ace!? ¡No vamos a dejarte escapar! ¿Eh? ¿¡No hay nadie aquí!? —dijo al fijarse que el lugar estaba vacío.
—No, yo estoy aquí —dijo una voz aguda delante de ellos.
Yuu buscó la dirección de la voz, pero Grim reaccionó antes y gritó de espanto:
—¡¡El retrato ha hablado!!
Yuu se fijó en el retrato de un hombre con vestimentas antiguas y barba negra cuyos ojos parpadeaban y su boca volvió a moverse.
—¿Qué pasa? —preguntó extrañado el hombre del cuadro ante las miradas estupefactas de ambos recién llegados—. No es raro que las pinturas hablen en esta escuela. La señorita de la pared de allí, el caballero de esta pared, todos podemos hablar porque tenemos boca. Es algo normal, ¿sabéis?
—Normalmente las pinturas no hablan —comentó Yuu, intentando establecer un punto—. ¿Sois por casualidad amigos de los fantasmas que nos encontramos ayer?
—Más que estar flotando sin parar todo el día, yo me he quedado quieto por más de cincuenta años en esta pared. Y lo que es "normal" para ti es diferente a lo que es "normal" para mí por nuestras diferentes circunstancias, ¿no crees? —Yuu asintió—. Dejando eso de lado, ¿estáis buscando a alguien?
—Un tipo llamado Ace —respondió Grim—, tiene una marca con forma de corazón en la cara y el pelo escalado.
—Ah, sé quién es —respondió—. Es uno de los nuevos que han comenzado hoy, hace no mucho fue de regreso a su dormitorio.
—¿Eh? —preguntó Yuu con indignación.
—¿¿¡¡Quéeeeeeee!!?? —gritó Grim furioso—. ¡Así que intenta escaparse! ¿A dónde se fue?
—Al edificio situado al oeste de la entrada de la escuela —contestó el retrato.
—¡Venga, vamos a por él! —dijo Grim antes de correr.
—Creo haber visto antes ese edificio. ¡Muchas gracias por la ayuda, señor! —exclamó Yuu antes de seguir a su compañero.
El lugar indicado era un edificio circular cercano a Ramschackle, a lo lejos pudieron ver a Ace entrar en él.
Se apresuraron y lograron alcanzarlo. En el lugar habían unos siete espejos que daban la sensación de ser puertas con lo que parecía ser el escudo de su respectivo dormitorio en la parte superior de cada uno.
—¡¡¡¡Tú!!!! —gritó Grim con furia.
—¡Eh! ¡Me han pillado! —exclamó Ace sobresaltado.
—¡Quieto ahí, maldito! ¡No voy a dejar que seas el único que escape! —exclamó Grim nuevamente—. ¡Yo también quiero saltarme el castigo!
Sin embargo, Ace sonrió.
—¡No voy a quedarme aquí esperando! —exclamó—. ¡Me voy de aquí!
Corrió hacia el espejo con detalles de corazones, del cual salió coincidentemente un joven de pelo azul y una marca con forma del símbolo de picas de color negro en el ojo derecho.
El otro joven se sorprendió al ver la inesperada escena y se quedó quieto de pie delante del espejo.
—¡Aparta, apártate! —exclamó Ace.
El chico estaba confundido.
—¡No lo dejes escapar, por favor! —le pidió Yuu en voz alta mientras corría hacia ellos.
—¿¡Eh!? ¿¡Magia para capturar a alguien!? —preguntó el chico en voz alta antes de pensar en algunas fomas posibles—. Tal vez deba congelarle las piernas. No, ¿y si las paralizo solamente?
—¡No importa! ¡Solo dale de cualquier forma! ¡Ya! —lo presionó Grim.
—¿¡Cualquier forma!? De acuerdo —dijo sacando su bolígrafo del bolsillo para alzarlo en el aire—. ¡Ey! ¡Cualquier cosa me vale, así que te invoco, algo pesado! —formuló.
En menos de un segundo se materializó un enorme caldero de metal negro que cayó sobre Ace.
—¿¡Qué es esto!? ¿¡Una olla!? —preguntó Ace con espanto y dolor.
Yuu miró la escena boquiabierto, se habría reído de no ser por la situación, pero por su parte Grim se desternilló de risa.
—¡Ja, ja, ja, ja, ja! ¡Mira eso! —chilló el monstruo mientras Yuu se acercaba al fugitivo atrapado—. ¡Ace está aplastado como una tortita bajo el caldero! ¡Qué patético!
—Muchas gracias por ayudarnos —dijo Yuu al desconocido antes de acercarse a Ace e intentar mover el pesado caldero para quitárselo de encima.
Las quemaduras en sus brazos no lo ayudaron en el complicado proceso y apretó los dientes en un intento de aguantar el ardor. El joven de pelo azul se percató de esto, de las vendas que sobresalían de sus mangas y se apresuró en ayudarlo.
—No pensé que obtendría un caldero —comentó el joven al ver a Ace—. ¿Me habré pasado?
El caldero desapareció mágicamente en el momento en que se volcó al suelo.
—¿Estás bien? —no pudo evitar preguntar Yuu al ver a Ace aún tirado en el suelo.
Ace se levantó lentamente.
—Tío, eso duele... —murmuró todavía adolorido antes de mirar a Yuu con el ceño fruncido—. Deberíais estar bien sin mí, seguro que se pueden limpiar cien ventanas en un santiamén.
—¿En serio? ¡Eso no es algo que alguien pueda hacer "en un santiamén"! ¡Y menos en mi estado! —dijo levantando un brazo en un intento de recordarle lo que le había pasado aquella mañana—. Además, son órdenes del director que os ha impuesto a vosotros dos —dijo señalando a Grim con una mano—. Y tengo que asegurarme de que cumpláis el castigo.
—¿Limpiar cien ventanas como castigo? —preguntó el joven de pelo azul—. ¿Qué narices hicisteis para tener que hacer eso?
—Me metí en una pelea con esta bola de pelo y puede que hayamos quemado un poco la estatua de la Reina de Corazones —explicó Ace, olvidando por completo mencionar los brazos de Yuu.
Los tres estaban tan enfrascados en la conversación que no se dieron cuenta de que Grim se estaba escabullendo lentamente con una sonrisa maliciosa.
—¿¡Estropeasteis una de las estatuas de los Siete Grandes!? —preguntó horrorizado el desconocido—. ¡Eso enfadaría definitivamente a cualquiera! —cambió su expresión a una de incredulidad—. Entras a una escuela prestigiosa y lo primero que haces es algo así, y justo en el primer día...
—Tú cállate —le espetó Ace con enfadado—. Además, ¿quién eres tú?
—Soy Deuce. Deuce Spade — respondió antes de devolverle la mirada molesta—. No te hará daño recordar por lo menos la cara de un compañero de clase, ¿no crees? Esto...
Si había dicho eso deberían de haberse visto antes, pensó Yuu, pero Deuce se quedó mirando a Ace como si tratara de recordar su nombre.
—Tú tampoco te acuerdas del mío —respondió Ace con indignación.
—¡E-eso no importa! —tartamudeó Deuce—. Si el director os ha mandado a hacerlo, os lo tenéis que tomar en serio.
Yuu se alivió de que hubiera por lo menos una persona responsable en aquel lugar.
Incluso Ace pareció rendirse tras aquellas palabras.
—Vale, vale. De acuerdo... —dijo finalmente—. Solo tenemos que ponernos con ello y acabar de una vez —levantó la vista para buscar a Grim—. ¿Eh?
Yuu se dio cuenta de que Grim había estado demasiado callado en todo aquel rato en lugar de hacer comentarios de burla y tuvo una sensación peor que las anteriores.
—¿Eh? —dijo mientras dirigía la vista hacia la entrada, todavía abierta.
—¡Ah! ¡La bola de pelo se ha ido! —exclamó Ace espantado cuando divisaron a Grim correr a lo lejos.
—¡Je, je! —se rio Grim en voz alta—. ¡Os dejo a vosotros el trabajo! ¡Adiós! —gritó antes de continuar su escape.
—¡¡Grim!! —gritó Yuu—. ¡Ven aquí ahora mismo!
—¡Gato estúpido! —exclamó Ace con frustración—. ¡Me ha hecho ocupar su lugar! ¡Oye, tú! —se dirigió a Deuce antes de intentar recordar su nombre—. Esto... ¿Juice?
—¡No soy Juice! ¡Deuce! ¡Con "Deu"! —exclamó molesto.
—Eres en parte responsable de esto, así que ayúdanos a capturar esa bola de pelo —le dijo Ace.
—¿Eh? ¿Por qué tengo que hacerlo? —preguntó no menos molesto que antes.
—¡Exacto, Ace! —le dijo Yuu—. Él no tiene por qué ser arrastrado a esto, ¡así que déjalo en paz!
—Porque este tipo es incapaz de usar magia, así que él no cuenta —respondió Ace a la pregunta de Deuce mientras señalaba a Yuu, sin molestarse en escucharlo—. ¡Venga, vamos!
Comenzó a correr detrás de Grim. Yuu y Deuce intercambiaron una mirada antes de seguirlo.
Los tres lograron localizar a Grim y alcanzarlo hasta el interior de la escuela.
En la persecución estuvieron a punto de lograr capturarlo con sus bolígrafos mágicos en dos ocasiones, pero perdieron ambas oportunidades porque los dos jóvenes magos se pelearon por quién debería atacar y Grim aprovechó las distracciones para volver a escapar.
Eso frustró muchísimo a Yuu.
Acabaron por regresar a la cafetería, donde Grim de alguna forma se había subido a la enorme lámpara de araña que colgaba del techo.
—¡¡Grim!! ¡Baja de ahí ahora mismo! ¡Ya te has quedado sin latas de atún por toda la semana, no te quedes ahora con huesos rotos si te caes! —exclamó Yuu.
Él solo se rio en respuesta.
—¡Venid a por mí, perdedores!
—Aún no hemos aprendido magia de vuelo —se lamentó Deuce—. Tenemos que pensar en algo... —murmuró algo para sí mismo antes de exclamar— ¡Ah! ¡Ya sé!
—Necesitamos una buena idea —comentó Ace antes de preocuparse al ver a Deuce—. ¿Eh? ¡Oye, oye, oye! ¡Espera! ¿¡Por qué estás apuntando tu bolígrafo hacia mí!?
—¡Voy a lanzarte arriba! —respondió Deuce, convencido de que su idea iba a funcionar.
A Yuu tampoco le gustó como sonaba aquello.
—¿¡Eeeeh!? ¡Detente! ¡¡No es una buena idea!! —insistió.
—¿¡Estás de broma!? —exclamó Ace, pero Deuce ya estaba concentrado en su bolígrafo y logró alzarlo en el aire.— ¡Uaaa! ¡No me hagas flotar! ¡¿De verdad vas a lanzarme?! ¡Para!
Deuce no escuchó a ninguno de los dos.
—Asegúrate de agarrarlo cuando llegues arriba —le indicó Deuce—. Apunten... ¡ya!
Ace gritó con horror al ser lanzado al candelabro. Viéndolos desde arriba, Grim también supo que la cosa no iba a acabar bien.
Al chocarse con el candelabro, este se descolgó del techo y cayó al suelo con un fuerte estruendo que resonó en toda la cafetería...
Ace tosió por la gran nube de polvo que se levantó.
Con un maullido, Grim se desmayó en brazos de Ace por el gran impacto.
Yuu y Deuce miraron con horror el desastre producido.
—¡Oh, no! —exclamó Deuce—. No se me ocurrió pensar dónde llegarías a a aterrizar —le dijo a Ace.
Mientras Yuu cogía a Grim de sus brazos, Ace, furioso, lo miró por unos tres segundos antes de gritar:
—¿¡ERES IDIOTA!? —y miró con el mismo horror que sus compañeros la escena—. He cogido a Grim, pero si el director se entera de que hemos destruido el candelabro...
—¿Qué yo me entere de qué? —dijo furiosa la voz que menos querían oír en aquel momento.
—Ah, director... —murmuró Ace derrotado.
—¿¡¿¡¿¡¿¡Pero. Qué. Narices. HABÉIS HECHO?!?!?!?! —gritó Crowley con más furia que nunca.
—La cabeza me da vueltas... —murmuró Grim tras recuperar un poco la consciencia por el grito.
—¿¡No fue suficiente destruir la estatua, y ahora vais y destruís el candelabro!? —continuó Crowley—. ¡No voy a tolerar esto ni un poco más! ¡Todos estáis expulsados!
—¿¡Qué!? —exclamaron Ace y Deuce ante el anuncio.
—¡No, por favor! ¡Perdóneme! —rogó Deuce—. ¡Aún tengo objetivos que alcanzar en esta escuela!
—Los únicos que tienen la culpa aquí sois vosotros por actuar como tontos —respondió Crowley con frialdad.
—¡Haré lo que sea con tal ser perdonado! —insistió Deuce—. ¡Incluso pagaré los daños!
Yuu sintió mucha pena por Deuce. Podía notar perfectamente la desesperación en su voz. Y si bien era cierto que fue él quien había lanzado a Ace hacia la lámpara, no estaría en aquel lío si no los hubiera acompañado para pillar a Grim...
—Esta no es una lámpara de araña cualquiera, es una mágica. Y se suponía que las velas estarían iluminadas por toda la eternidad —explicó Crowley—. Es una obra maestra que fue construida por un antiguo maestre mágico y ha estado aquí desde la fundación de la escuela. Con un valor histórico así, esta lámpara de araña no debería valer menos de un billón de madol. ¿De verdad crees que podrás pagar algo así?
Deuce se horrorizó por el imposible precio a pagar y apartó la mirada.
—Pero ¿no se podría arreglar con magia, director? —preguntó Ace en un intento de salvar el pellejo.
—La magia no es tan poderosa, no sería suficiente —contestó Crowley mientras se agachaba para recoger algo del suelo—. El cristal mágico, que era el corazón y fuente de energía del candelabro, está roto. Y no hay dos piedras mágicas iguales, es posible que la lámpara no se vuelva a iluminar nunca —comentó con pena.
—No puede ser... —murmuró Ace.
—Maldita sea, pero ¿qué he hecho? —se lamentó Deuce—. ¿Qué le voy a decir a mi madre?
Yuu no supo qué decir. El director le había dicho que debía hacerse responsable de él por el incidente con el espejo, pero ¿y si cambiaba ahora de idea? ¿Estaba él incluido en la expulsión? El miedo de ser echado del único lugar que podía devolverlo a su mundo lo paralizó por completo...
—Cierto, hay una forma. Es posible arreglar el candelabro —comentó Crowley.
—¿Eh? —preguntaron los tres jóvenes con esperanza.
—El cristal mágico fue recogido en la Mina de los Enanos. Si tuviéramos uno similar al anterior, sería posible arreglar el candelabro.
—Iré a buscar el cristal, ¡permítame ir, por favor! —pidió Deuce con determinación.
—Sin embargo, no creo que queden muchos cristales en la mina, ha estado cerrada por mucho tiempo y es posible que queden pocos —repuso Crowley.
—Haré lo que sea con tal de que no ser expulsado —insistió Deuce.
—De acuerdo, os daré una noche —dijo el director—. Traedme un cristal antes de la mañana o tendréis la expulsión.
—¡De acuerdo! ¡Muchas gracias! —exclamó Deuce.
—Uaah, supongo que no hay más remedio. Encontremos ese cristal y acabemos con esto —farfulló Ace.
Yuu le dirigió una mala mirada, ya se estaba hartando de su incompetencia.
—Usad la puerta de la Sala del Espejo para que os lleve directamente a la Mina de los Enanos —indicó Crowley.
—¡Sí, señor! —exclamó Deuce antes de irse corriendo.
Grim, aún en brazos de Yuu, terminó por recuperar la consciencia.
—¡Ah! ¿Qué ha pasado? ¿Qué me he perdido?
—Desearás seguir desmayado —le respondió Yuu—. Te lo diré todo ahora, ¡y más te vale no quejarte!
Estaba claro que no estaba soñando, pero aquella absurda situación era toda una pesadilla...
Se dio cuenta de que el director lo estaba mirando, se preocupó y se fue de allí antes de temer más cosas. Ace lo siguió.
Los jóvenes cruzaron los pasillos para llegar a la sala y se colocaron frente al Espejo de la Oscuridad.
—Aahh... ¿Por qué todo ha acabado así? Este no es mi día... —volvió a quejarse Ace.
—Me pregunto por qué... —murmuró Yuu con ironía.
—¡No es el momento de quejarse! ¡Vamos! —exclamó Deuce—. ¡Espejo mágico de la pared! ¡Llévanos a la Mina de los Enanos!
El espejo se iluminó y Yuu apretó los ojos con fuerza al sentir que su cuerpo se movía bruscamente de su sitio.
Al abrirlos nuevamente, los cuatro se encontraban en un oscuro bosque nocturno, el ambiente era solitario y lúgubre, y pudo sentir la tensión de Grim entre sus brazos.
—Esta es la Mina de los Enanos —explicó Deuce—, solía ser próspera por la recolección de gemas y cristales mágicos, pero...
—Uh... Siento como si algo fuera a aparecer de repente... —murmuró Grim asustado.
—Mirad, allí hay una casa —señaló Ace en dirección a una cabaña cercana—. Vayamos a preguntar por la mina.
Se acercaron y Deuce llamó a la puerta antes de entrar.
—Buenas tardes... —saludó—. Parece estar abandonado, está hecho un desastre.
De hecho, el lugar parecía llevar años abandonado, igual que el dormitorio Ramschackle.
—¡Puaj! Se me ha pegado una telaraña en la cara —dijo Grim con asco tratando de quitársela de encima. Yuu lo ayudó como pudo.
—¿Os habéis fijado que la mesa y las sillas son pequeñas? ¿Vivirían niños aquí? —preguntó Ace antes de ponerse a contarlas—. Uno, dos... ¡Siete! ¡Son un montón!
Tras escuchar eso, Yuu volvió a sentir el mismo ardor en el hombro izquierdo que recibió aquella mañana, esta vez mucho más leve y acompañado de un extraño sentimiento de tristeza.
—Dijisteis que este lugar se llama Mina de los Enanos, ¿no? ¿Vivirían enanos aquí y de ahí la razón del pequeño tamaño? —preguntó mientras se acariciaba el hombro con cuidado de no apretar mucho a Grim.
—Posiblemente —respondió Deuce—. Este lugar debió de ser muy animado en una época mejor para la mina.
—Hicieron lo que tenían que hacer, ya que los cristales se encontraban en el carbón —comentó Ace—. Ahora veamos la mina.
Yuu echó un último vistazo a la casa antes de salir, extrañado por lo que acababa de sentir.
Los cuatro caminaron por unos minutos hasta llegar a la entrada de la mina.
—¿¡D-de verdad tenemos que entrar en ese oscuro túnel!? —preguntó Grim nervioso.
—¿Estás asustado? —le preguntó Ace con malicia—. Qué patético.
Yuu le dirigió otra mala mirada que fue ignorada.
—¿¡Qué has dicho!? —exclamó furioso el pequeño monstruo—. ¡No estoy asustado en absoluto! —se soltó de los brazos de Yuu y caminó con paso decidido sobre dos patas—. ¡Voy a tomar la delantera! ¡Vosotros seguidme!
Los tres chicos se intercambiaron miradas antes de adentrarse con él en la mina.
—Aquí hay varias gemas —comentó Yuu—. Pero no tienen mucha pinta de ser las que buscamos, ¿no?
—¿Tú qué crees? —le preguntó Ace a su vez sin mucho tacto.
—No lo sé, nunca he visto un cristal mágico en persona y por eso lo pregunto —contestó Yuu, sin disimular su molestia tampoco.
—Esperad —los detuvo Deuce, nervioso—. ¿Habéis oído eso?
—¿El qué? —pregunto Ace antes de prestar atención a su alrededor.
—¡Aquí hay algo! —exclamó Deuce, justo antes de que dos fantasmas vestidos con capas grises aparecieran detrás de ellos.
Grim chilló de espanto.
—¡Je, je, je! Tenemos visitantes después de diez años —rio uno de los fantasmas.
—Sentíos como en casa —dijo el otro—. ¡Por toda la eternidad!
—¡No! ¡Más fantasmas no! —exclamó Yuu—. ¡Corred!
Los cuatro corrieron por los laberínticos caminos de la mina mientras Ace y Deuce lanzaban como podían ataques a los fantasmas para intentar repelerlos.
Finalmente pudieron perderlos de vista y pararon para recuperar el aliento.
—¡No nos habían dicho que este lugar también está habitado por fantasmas! —exclamó Ace entre jadeos.
—No tenemos tiempo para ocuparnos de ellos. ¡Será mejor que vayamos! —apremió Deuce.
—Tienes razón, vamos —concordó Yuu con él.
—No creas que puedes darme órdenes —respondió Ace—. ¡Si no hubieras hecho algo tan estúpido no estaríamos en este lío!
—¿De verdad quieres discutir quén empezó? —le preguntó Deuce con molestia—. ¡Todo esto es porque no querías limpiar!
—¡Eso fue porque esta bola de pelo quemó la estatua de la Reina de Corazones!
—¡Fgna! —exclamó Grim indignado al ser aludido—. ¡Eso te lo buscaste por burlarte de mí!
—¡Vosotros dos! —gritó Deuce, provocando que Yuu se sobresaltara—. ¿Acaso recordáis nuestra situación? ¡Nos expulsarán si no volvemos por la mañana con un cristal mágico.
—¡Déjame en paz! ¡Me estás tocando las narices! —exclamó Ace.
En la discusión, Yuu escuchó lo que parecía ser un gruñido.
—¡Chicos, calmaos ya! —insistió—. Creo que he oído algo.
—No... dar...
Los cuatro se sobrecogieron al escuchar aquella tenue voz grave y profunda.
—¿Quién ha dicho eso? —preguntó Ace.
—Piedr... ssss... mías... —volvió a gruñir la voz con más intensidad.
—C-creo que se está acercando... —murmuró Deuce.
Surgió de las sombras una especie de criatura amenazante sin rostro cuya cabeza parecía estar formada por una especie de frasco de cristal lleno de un líquido similar a tinta negra, de la cual sobresalía de una gran grieta sobre la superficie. Estaba vestido con una túnica color burdeos y sobre el corcho de la tapa del frasco llevaba un pequeño gorro marrón, a su vez todo el cuerpo parecía emanar una aterradora aura oscura. En la mano derecha llevaba una linterna de gas que emanaba una luz morada, con la izquierda arrastraba un pico gigante que no daba la sensación de ser para trabajar en la mina.
En sus dieciséis años de vida, Yuu jamás se le habría pasado por la cabeza imaginarse algo así.
—Las piedras... ¡¡¡SON MÍAS!!! —gritó la criatura en un tono gutural.
[Publicado el 19/6/2021]
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