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Discusión silenciosa

Con las manos arriba y evitando la mirada del adulto que había puesto en fila a los siete menores, los mellizos Cell y Mash se preguntaron que habían hecho para merecer tal castigo.

Tan solo llevaban una hora de haberse mudado y se encontraban castigados por una pelea entre Delisaster y Famin. ¿Porque? No tenían idea y siendo honestos no les importaba, era injusto que los involucren cuando ellos apenas iban desempacando.

—Se quedarán en esa posición hasta que reflexionen sobre sus actos.

—No tiene sentido, nosotros no hicimos nada—. Cell frunció el ceño de igual manera que el padre de sus cinco primos.

—La pelea fue en tu habitación ¿Seguro que no hiciste nada?

—Si, estoy seguro. Esos dos tontos entraron gritando que la niñera los perseguía con una motosierra...

—Pero la tía Meliadoul de verdad nos perseguía con una motosierra—. Intervino rápidamente Famin, Delisaster asintió frenéticamente a su lado.

—¿Por qué Amy los perseguiria con una...

La puerta fue abierta de golpe por la rubia mencionada, haciendo que el padre de los niños se tragara sus palabras.

—Innocent Zero, tienes que ver mi nueva motosierra.

El adulto de ojos rojos no supo si reclamarle que no lo llamara por ese nombre que usaba para ocultar su identidad, o por hacerlo quedar como idiota frente a sus hijos.

Así que solo pudo articular una sola oración.

—Manos arriba y a la fila.

Y así, fue como siete niños y Meliadoul quedaron castigados en una esquina arrinconados por órdenes de Cyril Marcus, alías Innocent Zero.

Cyril se fué, había dado como última orden que nadie se moviera, nadie hablara y que reflexionaran sobre sus actos. Lo cual Cell consideraba injusto, Famin, Delisaster y la señorita Meliadoul eran los únicos que debían estar en tan mala situación, no él ni su hermano, ni siquiera sus primos que ni siquiera parecían sorprendidos por tan grande injusticia.

Cuando volteó listo para desobedecer, notó que su mellizo contenía las ganas de reír mientras los cinco niños y la "adulta" entre ellos usaban carteles, golpes, señas, o lectura de labios para reprocharse todo.

Hacían todo para que su tío Cyril no se diera cuenta de que en realidad estaban discutiendo.

«¡No pensé que podían ser más raros!». Gritó internamente Cell viendo a las personas con las que tendría que convivir por todo un mes.

No pasó ni medio minuto hasta que la puerta de la oficina del hombre de rojos ojos se abrió.

—Sin golosinas por una semana.

¡No!—. Gritaron siete de ocho personas ahí. Meliadoul era una entre esos siete.

(…)

Esa misma noche, los mellizos fueron despertados por el alegre Delisaster.

—Si quieren dulces vengan conmigo.

—Son las once de la noche, deberíamos estar durmiendo...

—¡Yo si quiero!—. Bociferó el azabache saltando de la cama, de igual manera interrumpiendo a Cell.

Rápidamente Delisaster pidió que guardara silencio, su padre estaba encerrado en su oficina a esa hora, pero sin duda saldría si escuchaba un mínimo de alboroto.

—¡Mash, ni se te ocurra!—. Reclamó entre susurros el mellizo mayor.

Pero Mash ya había seguido a Delisaster fuera de la habitación. Y Cell como todo hermano que se respeta, pensó en acusarlos con su tío.

Resopló. No tenía sentido que lo hiciera, el que se metería en problemas sería Mash, no él. Entonces se acostó y volvió a dormir dejando a suerte a sus primos y hermano.

Cuando Mash siguió a paso lento y sigiloso a Delisaster con el objetivo de llegar a la cocina sin hacer un mínimo de ruido, no se esperaba encontrar a sus otros primos en la cocina discutiendo en mute por el único frasco con caramelos que habían encontrado sin posibilidades de hacer ruido.

Los cinco hermanos estaban en la cocina, y a Mash le dió curiosidad el porqué Doom se había quedado frente a la mesa, sin hacer nada más que resignarse. Al nacer ciego, para Doom las discusiones silenciosas no funcionaban por lo que no podía discutir, así que optaba por expresarse con golpes para exigir su objetivo en las discusiones silenciosas.

Y por eso mismo los hermanos de Doom optaban por alejarse aprovechando que éste no podía calcular la distancia de los que lo rodeaban si no los oía.

Mash se acercó a Doom, ignorante a la razón por la que los cuatro restantes hermanos habían tomado distancia, dirigió al ciego hacia sus hermanos.

Golpes se repartieron en cuanto Doom sintió el aroma a bebé de Domina, quien aprovechó su estatura para escabullirse antes de recibir los golpes.

Las quejas fueron saliendo de forma descuidada de los otros tres hermanos que estaban recibiendo golpes de Doom. Y el pequeño Mash por fin comprendió el porqué lo habían dejado de lado en la discusión por el frasco de caramelos.

«Las discusiones silenciosas dan miedo». Pensó después de ser arrastrado por el infante de cabello rosa hacia la sala.

Domina hizo una señal de que guardara silencio, el azabache obedeció. Logrando escuchar algo más que las quejas por los golpes que estaban recibiendo del niño ciego sus tres hermanos menores.

Desde su escondite, vieron a Cyril bajar las escaleras, dirigirse hacia la cocina con una expresión para nada feliz.

—Es nuestra oportunidad—. Susurró lo suficientemente bajo para que solo Mash escuchara.

Aprovechando el alboroto en la cocina, subieron las escaleras, ambos con dificultad y ruido, pero no tanto como el que estaba haciendo Cyril y los cuatro hermanos mayores siendo regañados y probablemente castigados.

—¡Domina se llevó los dulces!—. Escucharon a Famin desde la cocina.

Ingresaron rápidamente en la habitación más cercana que había, la de los mellizos. Empujando a Cell que se quejó inmediatamente, Mash y Domina, se subieron en la cama, escondieron entre las almohadas el frasco, Domina revolvió su cabello, luego el de Mash y se acurrucaron en el preciso momento que la puerta fue abierta.

La luz fué encendida, y el progenitor de siete traviesos niños y tuvo una de las mejores vistas que había presenciado en años.

—¿Que ocurre?—. Preguntó el pelirosa con los ojos entrecerrados, aparentando sueño.

—Nada, ví la puerta semi abierta y quise verificar que todo estuviera bien—. Respondió el mayor. —¿Que haces aquí?

—Tuve una pesadilla, como no encontré a mis hermanos vine para preguntarle a mis primos si podía dormir con ellos, Mash dijo que sí. Olvidé cerrar la puerta, perdón si te preocupé.

—No, está bien. Descansa.

La luz volvió a apagarse, y al cerrarse nuevamente la puerta, un par de destellos en los orbes rosas del más pequeño brillaron al igual que su sonrisa.

—Eres una mala influencia—. Susurró Mash en la oscuridad. —Pero te perdono porque me vas a dar una parte de los caramelos.

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