Tengo que confesar
Entré decidida, ya todos estaban dentro, tomé aire y atravesé la puerta, entonces sentí la ráfaga de aire azotar mi cabello. Tal y cómo pensé, Edward sintió mi olor y llevó su mano hacia su boca y nariz. El maestro me presentó y me dio el libro de texto, también me indicó donde sentarme pero yo ya sabía perfectamente mi lugar. Caminé con temor hasta llegar a su lado pero sus ojos me asustaron. Yo sabía el esfuerzo que hacía por no saltarme encima y dejarme más seca que un árbol muerto, no imaginaba verlo como un monstruo. Era aterrador, sus ojos dorados cálidos eran de un negro intenso.
¿Qué hago? ¿Qué le digo? ¿Podría pasarme una hora intentando fingir que esto no pasa, mientras que él está sufriendo? ¿O podría hacer algo para evitarlo?
—No respires— susurré muy bajito. –Sé que es difícil pero tú puedes hacerlo Edward— volví a susurrarle.
Si dejaba que él se fuera a Alaska como en el libro, tardaría al menos una semana en volver y yo no tenía ese tiempo. Planeaba regresar a casa a la media noche y obligar a la verdadera Bella a ocupar su lugar aquí, a dónde pertenecía.
Este no era mi mundo, este no era mi lugar. Yo no soy Bella Swan, aunque el reflejo en el espejo me diga que sí.
Y lo más probable es que todo esto sea un sueño. El mejor que he tenido. Pero sólo me quedaban unas horas junto a Edward y no quería desperdiciarlas.
Miré hacia sus dedos que acababan de romper parte de la mesa donde estábamos.
—Más autocontrol por favor— susurré. –Tal vez sea difícil de creer pero yo te conozco. No, no soy parte de los Vulturi— empecé a hablar muy bajito para que sólo él lo escuchara.
No quería que se fuera, o que dudara de mí. No represento ningún peligro para ellos. Sólo soy un peligro para mí misma.
—Vine sólo para conocerte. Es todo...— quería decirle lo mucho que me alegraba poder verlo. Que era infinitamente hermoso. Que en el diccionario al lado de la palabra perfección debía aparecer su nombre.
Pero no pude.
—Señorita Swan, deje de murmurar ¿O tiene algo que decirnos?— preguntó el profesor.
Sentí un calor insoportable en mis mejillas.
—Lo siento— me excusé.
—Es mi culpa profesor, me estaba presentando con mi nueva compañera— la voz firme y suave de Edward resonó en toda el aula. Era tan melodiosa, varonil... irreal. Parecía terciopelo, tal y cómo Meyer lo describió.
Tengo un par de ojos en forma de corazón y mi pulso se ha disparado. Muero de amor, les juro que muero de amor.
— ¿Quién eres?— preguntó por lo bajo. Sus brazos seguían tensos.
—Bella Swan o eso parece. Espera que termine la clase.
Me pareció un largo tiempo hasta que escuché sonar el timbre. Poco a poco los estudiantes fueron saliendo y yo con ellos, sabía que Edward me estaría siguiendo por eso fui directamente al estacionamiento, divisé su volvo plateado y me acerqué. Cuando él llegó y abrió la puerta del copiloto dudé. Si la sangre de Bella o sea mi sangre en este momento, le causa tanta tensión no es buena idea encerrarnos dentro del auto.
—Ponte contra el viento— le pedí. –Es para que no puedas olerme, no tengo planeado morir bajo tus colmillos— dije con rapidez. Sus ojos se abrieron desmesuradamente pero me hizo caso.
—Habla— dijo volviendo a cerrar la boca. Sé que estaba conteniendo el aliento para no sentir mi sangre, le daba gracias por eso.
—Sé que eres un vampiro, que todo ustedes los Cullen lo son. No pertenezco a los Vulturi ni a ningún clan. Quizás no me vas a creer incluso para mí es difícil explicarlo pero no soy de aquí. Es decir, no de Forks ni de Phoenix, en realidad no soy de esta dimensión.
— ¡Edward!— escuché una voz aguda y cantarina a mis espaldas. –Tranquilo no parece peligrosa— identifiqué quien era aun antes de volverme. Alice, mi personaje favorito después de Bella. Le sonreí apenas verla y ella me devolvió la sonrisa aunque algo confundida.
—No logro verte, apareciste de pronto y no puedo ver que va a pasar— me dijo aturdida.
— ¿Quién es ella?— preguntó Rosalie que venía de la mano de Emmett.
—Sabe quiénes somos— le explicó Edward. Todos me miraron con desconfianza menos Alice aunque yo le intrigaba.
— ¿Eres de Italia?— preguntó Emmett.
—No, en realidad soy de América pero más al sur— dije. Jasper se tensó al escucharme. –No conozco a María— dije para tranquilizarlo lo cual causó el efecto contrario. Antes que pudiera darme cuenta me tenía con los brazos en la espalda. Yo temblaba como una hoja, este vampiro ha vivido de sangre humana durante años y ahora le cuesta seguir la dieta vegetariana de su familia, si me huele soy mujer muerta.
— ¿Cómo sabes de ella si no la conoces?— preguntó.
—Lo leí, supe de ella por algo que escribieron— me defendí.
—Suéltala— Edward a su lado forcejeó para que me libere, sin pensarlo dos veces recordando el cumpleaños de Bella en Luna Nueva me abracé a Edward de inmediato. No quería que Jasper cargue con la culpa de haberme lastimado.
— ¿Quién eres?— preguntó Rosalie enojada.
—Tengo que hablar con Edward, se lo diré a él— dije sin soltarme de aquella gruesa chaqueta gris.
Todos me quedaron mirando sin confiar y no los culpo, una humana extraña llega a decirles que los conoce, que sabe quiénes son, es como para desconfiar, más sabiendo que deben guardar el secreto de su raza.
—Vamos— Edward tomó mi mano y me sacó de allí casi a rastras, bueno él caminaba intentando parecer humano pero yo no contaba con que estos pies estuvieran chuecos. Cada diez pasos me tropezaba porque mi pie derecho se ladeaba hacia adentro. Y las converse de Bella son muy viejas, casi no tienen suela.
Caminamos hacia el bosque, no tengo idea hacia donde se encuentra el prado, sería muy romántico que me lleve allí pero no creo tener tanta suerte. Apenas nos hemos conocido, Edward se enamoró de Bella porque reconoció que era una buena persona, aprendió a controlar su sed por ella cuando se dio cuenta que esa frágil humana era un ser especial. Yo no tengo su alma, solo el cuerpo de Bella, él nunca me va a amar a mí.
Pero bueno, no tengo mucho tiempo tampoco, quizás despierte de un momento a otro, debo aprovechar cada segundo al lado de mi sueño hecho realidad.
Cuando nos internamos en el bosque y ya nadie pudo vernos ni oírnos, incluyendo vampiros, Edward se volvió hacia mí.
— ¿De dónde saliste?— preguntó, parecía más tranquilo, la curiosidad se reflejaba en su rostro pero ya no le afectaba tanto mi aroma. O quizás no estaba respirando.
—Vengo de otra dimensión, así como existen los vampiros y los hombres lobo, existen mundos paralelos. Por error estoy aquí, no debería, fue un accidente.
—Esa otra dimensión ¿Es el futuro?— me preguntó mucho más interesado.
—No, pero es un mundo donde se sabe de la existencia de lo sobrenatural, está escrito. En realidad allá no hay nada de esto, lo leemos... como fantasía— me encogí de hombros, es todo lo que le podía decir.
— ¿Fantasía? ¿Nosotros somos fantasía?— llevó su mano hacia su sensual cabellos cobrizo alborotado y mi corazón retumbó de gozo. Él me miró fijamente, parecía haberse dado cuenta de mi cambio.
—Te dije que era difícil de explicar. Incluso creo que estoy soñando y esto no existe. Sólo es un sueño muy vívido en el que he caído producto de mi obsesión por ti— confesé sin darme cuenta muy bien de lo que había dicho.
— ¿Entonces no eres Isabella Swan hija de Charlie Swan el jefe de policía del pueblo?— preguntó obviando mi desliz anterior.
—No, al menos por dentro no. El cuerpo si pero es que lo intercambié por error con la verdadera Bella.
— ¿Y la verdadera Bella dónde está?
—En mi mundo. Verás, se abrió como un portal dentro de mi espejo y ella se quedó el mío y yo atravesé hacia el suyo. Tal vez esta noche el espejo vuelva abrirse, Bella pueda volver y yo regrese a casa.
—Entiendo...— murmuró, no me lo creí, protesté.
—No me crees ¿Verdad?
—Si existen los vampiros, los hombres lobo y otras alimañas ¿Por qué no podría creer que tienes un portal bidimensional en tu espejo?— esbozó una pequeña sonrisa pero tan rápido como vino se fue dando pasó a un rostro hostil y fiero.
— ¿Qué sucede?— pregunté alarmada.
—Creo que alguien se acerca...
— ¿Lobos? ¿Los puedes oír? ¿Qué dicen?— pregunté pensando en Jake pero creo que él aun no es licántropo. A lo mejor Sam.
— ¿Cómo es que sabes cuál es mi don?— volvió a estar a la defensiva.
—Eso no importa ¿Quiénes son?— pregunté.
—Dos hombres una mujer. Ella es pelirroja, son de los nuestro, no hay cuidado al parecer nómadas de paso— dijo mientras yo ahogué un chillido de espanto.
¡No! ¡Ellos no!
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¡Hay que correr! Auxilio, me come James jajajaja
Gracias por leer
PATITO
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