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Quiero despertar

No voy a negar que estaba temblando como una hoja al viento en cuanto bajamos del auto. Aquellos edificios de piedra, viejos, altos, guardaban secretos que ningún turista podría siquiera imaginar. Dentro de esas paredes, en los sótanos de estas fortalezas, reside el clan de vampiros más sanguinario de todos los tiempos. Y el más poderoso.

A buena hora acepté venir, creo que me estoy acobardando. No tengo el valor de la verdadera Bella Swan, no creo ser capaz de soportar estar allí con los líderes de los Vulturi y toda esa guardia rondando. ¿Y si termino siendo su almuerzo?

Al verme titubear Edward me miró, se colocó frente a mí y tomó mi mandíbula.

—Podemos volver, estamos a tiempo de regresar por donde vinimos y olvidarnos de esto. Aunque eso significaría no volver a ver a tu familia.

—No tengo miedo de quedarme contigo... con ustedes— corregí pateándome mentalmente por no controlar mi lengua. –Lo que de verdad me atemoriza es que ellos no me dejen salir de aquí... y no volver a verte— mis ojos se llenaron de lágrimas, las cuales fueron secadas por sus dedos antes de que cayeran sobre mi rostro.

—Eso no pasará— sentí sus brazos envolverme y me aferré a su ancha espalda. –Te prometo que no pasará— me cobijó en su pecho. Estábamos en una especie de burbuja personal cuando escuchamos un carraspeo.

—Señor Edward Cullen, señorita Isabella Swan, tienen una entrevista dentro de poco— era una mujer delgada, hermosa y alta.

—Gra... gracias Gianna— dije en un mal italiano.

—Sí, ya vamos— me secundó Edward. —¿Cómo sabías su nombre?— preguntó, luego se le formó una leve sonrisa en los labios y no dijo más.

El bajar hacia las mazmorras fue tan tétrico como se contaba en el libro, alguien debería poner más atención en refaccionar esos elevadores que parecen de película de terror de los años sesenta

Aquellos pasillos fríos y húmedos me hicieron encogerme, por suerte, los brazos de Edward me cobijaban bastante bien, haciéndome olvidar el miedo por momentos.

Al llegar al lugar, temblé detrás de aquellas enormes puertas de fierro. Apenas se abrieron pude ver a dos de los tres líderes de los Vulturi, no en sus tronos sino a un lado, sobre una mesa grande llena de libros y objetos tan viejos como ellos. Al sentirnos, se dieron vuelta. Eran Aro y Caius. Edward tomó mi mano porque no se vería bien que me siguiera abrazando de esa manera.

La sonrisa ladina de Aro me distrajo un momento, su cabello largo y oscuro estaba atado detrás. A medida que me acercaba pude observar mejor que su piel era tan rara. Parecía una estatua vieja cuyas capas de cal se estaban descascarando. Sentía que si estiraba mi mano podría arrancarla pedazo a pedazo. No era bello ni se parecía a Charlie Sheen, era aterrador y se asemejaba más a una momia egipcia. A su lado, un rubio y pedante Caius no miró con indiferencia.

—Edward Cullen, bienvenido— el líder de los Vulturi nos sonrió con bastante curiosidad.

—Aro. Caius. Gracias por recibirnos— Edward hizo una reverencia que yo imité bastante bien.

—¿Qué tenemos aquí? Una hermosa humana ¿Cuándo será su conversión?— preguntó.

—Lo más pronto posible, si usted nos da la bendición— intenté verme como la adorable Bella del primer libro. Tan inocente y llena de ilusiones.

—Tus mensajes advertían sobre su raro don pero nunca hablaste de su dulzura y su belleza— sonreí ante el cumplido. –Dame tu mano pequeña humana y muéstrame lo que tienes— ofreció sus feos dedos en forma de garras. Sin des hacer mi sonrisa tuve que darle mi mano como si no me desagradara. No pasó más que unos segundos cuando frustrado abrió los ojos.

—Es un escudo, no hay duda, me pregunto si...

—También soy inmune a otros dones, no creo que traer a Jane sea...— sentí la mano de Edward tocándome un segundo. Creo que estaba siendo indiscreta.

—¿Puedes leer mis pensamientos?— me miró abriendo los ojos.

—Ella no puede, yo sí— Edward se adelantó a ofrecer su mano a Aro. Pude ver de reojo que habíamos logrado captar la atención de Caius que dejó sus libros por un momento para vernos.

Los ojos de Aro se abrieron de forma imprevista, me miró asombrado.

—¿Ocurre algo hermano?— preguntó Caius, mirándome.

—No realmente— sonrió Aro intentando parecer relajado. –Me fascina esta humana, creo que podría ser una joya en nuestra guardia— me miró como si quisiera matarme en ese preciso momento.

—No soy guerrera mi señor— bajé la vista. –Sólo soy una humana que desea cumplir su más grande sueño y unirme al amor de mi existencia— susurré muy bajito, sabiendo que esos tres vampiros podrían oírme sin problemas.

—Tienen poco tiempo de conocerse— nos hizo esa pequeña observación ante la cual temblé, es cierto, dos semanas no es suficiente tiempo para amar a alguien desesperadamente, salvo que lo conozcas desde hace años por libros, películas y mercancía que sacaron los de Summit y Lionsgate.

—El tiempo es relativo cuando encuentras a tu mitad— esta vez fue Edward quien habló dejándome estupefacta. –He caminado en este mundo casi un siglo y jamás había sentido lo que esta humana me hizo conocer.

—¿Y qué es?— sonrió Aro con burla.

—Mi ferviente deseo de protegerla, aún con mi existencia.

—Deben estar cansados, vayan a ponerse cómodos, lleva a tu pareja a pasear por la ciudad, aliméntala y regresa en la noche. Creo que tengo un tiempo libre a eso de las nueve. Quisiera conversar un poco más sobre su aquelarre y la vida en el otro lado del charco— no fue una petición, era una orden. Miré a Edward y me incliné ante su reverencia. Tomó mi mano y salimos sin decir nada más. El agarre de Edward se intensificó, su brazo cubría casi toda mi cintura, no supe porque hacía esto hasta que divisé en el ancho corredor, la alta figura de Félix. Su mirada me dio escalofrío y la sonrisa que me lanzó, casi me hace correr para ponerme a salvo.

—¿Qué haremos?— le pregunté a Edward cuando ya estuvimos en la primera planta.

—Vamos a dar una vuelta, alimentarte y hablar con Carlisle desde el lugar donde nos van a hospedar.

—¿Tenemos que volver a bajar?— dije temblando.

—Sí. Aro sabe que tienes información muy peligrosa, está dispuesto a negociar. Pero no está en sus planes dejarte ir de Volterra, quiere que tu conversión sea pronto, aquí mismo.

—¿Qué?— casi grité.

—Tienes que convencerlo de que lo que tú conoces no es un don. Debes cruzar ese espejo y traer los libros para demostrarle que estás aquí por accidente. Entonces, cuando él tenga eso, podrá dejarte marchar y romper el portal por el que entraste...

—¿Y Bella?

—No creo que este sea un lugar seguro para ninguna de ustedes.

No dijo más, habló con la recepcionista quien le entregó una tarjeta. Caminamos cruzando algunas calles hasta llegar a un hotel muy lujoso, lo supe cuando miré todo el mármol que había y las arañas doradas. Edward nos registró, subimos unas escaleras y allí estábamos, sin saber cómo pasar el tiempo hasta que Aro decida qué hacer. Yo estaba al borde de una crisis emocional y existencial. No podía creer lo que pasaba ¡Me metí en mi historia favorita! ¡Y la estoy cagando monumentalmente! ¿Tan idiota soy?

—Lo estoy arruinando— casi rompo a llorar mientras me sentaba en la cama. –Esto es un sueño del que no puedo despertar ¿Verdad? ¡Es una pesadilla! ¡Quiero despertar! ¡Ayúdame a despertar!— grité sin poder controlarme.

—Tranquila— me sostuvo entre sus brazos. –Ya, calma. Vas a despertar, lo prometo. Esta noche te irás y este mundo lleno monstruos sólo será un recuerdo.

—¡Tú no eres un monstruo!— me aferré más a él. –Ningún Cullen lo es, la única que lo está desgraciando todo soy yo...

—Te aseguro que no— hizo círculos en mi espalda, calmando mis temblores. –Tu presencia es una de las pocas cosas por las que vale la pena ser inmortal— me susurró al oído, logrando que deje de llorar.

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OME creo que Edward está sintiendo cositas por mi jajajaja

Gracias por leer

PATITO

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