Capítulo 9
En aquella tarde, Leyna me hizo llamar a James para que no viniera, pues ella ya había resuelto aquel tema. Cuando llamé a James, era demasiado tarde, él ya estaba en el aeropuerto listo para conducir el coche que alquiló a una empresa. Miré a Leyna preguntándole qué hacer con la mirada, pero ella estaba tranquila y me dijo en un susurro que viniera.
— Te veo demasiado tranquila con esto, ¿pasa algo? — pregunté a Leyna cuando colgué.
— Antes de venir aquí fui a la casa de los padres de Daphne, dije que era una amiga de su difunta hija y que iba a darles mi más sincero pésame. Muy amablemente me invitaron a pasar y, sutilmente, les pregunté sobre su muerte — hizo una pausa breve —. Es cierto que hablaron con James sobre ti, pero nada malo, solo que James les preguntó por ti y tuvieron que contestarle.
— Menos mal, no pienso decirle a James sobre los alters y todo esto que me pasa, me tacharía de loca y, encima, me meterían en la cárcel.
— En verdad, es donde deberías estar por todos los crímenes que Twila ha cometido, siento decirte que Daphne no fue la única persona que Twila mató al ver todos los reportes de muchas muertes que se hicieron en Nueva York con el mismo modo superandi.
— No es justo pagar por unos crímenes que yo no he cometido porque no era yo — añadí recalcando la última parte.
— Ya, pero físicamente eres tú. ¿Ahora entiendes la importancia de hacer "dormir" a Twila? Ese alter solo te está causando problemas y eso es raro ya que son una solución al trauma que provoca la disociación.
Asentí con la cabeza mientras estaba analizando lo que acababa de decir Leyna y, aunque me esforzaba por entenderla, no podía ya que todo esto era nuevo para mí. Nunca presté mucha atención a este tema porque no creía que fuera real. Creía que era una pura imaginación de mi mente, pero no, era real y no sabía cómo confrontarlo más que tomándome aquellos medicamentos que el psiquiatra me recetó. Después de divagar mucho sobre este tema, el sonido del timbre de la puerta de mi casa sonó indicándome que James ya había llegado. Por inercia, me levanté para abrir la puerta, pero Leyna me cogió del brazo haciendo que me girara hacia donde estaba parada.
— Voy a estar delante para asegurarme de que no cometes algún error y para identificar si Twila sale o no. Si pregunta quién soy yo, le dices que soy una amiga de la infancia, que vives conmigo y que no puedes echarme. ¿Entendido?
Asentí incrustándome esas palabras en el cerebro para que no se me olvidara y no cometiera ningún fallo. Leyna me soltó de inmediato y dejó que me fuera a abrir la puerta. Al abrirla me encontré con un James totalmente diferente a como solía verlo puesto que en ese momento llevaba ropa informal y no el clásico traje que siempre llevaba para trabajar.
— Hola — saludé con indiferencia ya que era como siempre lo trataba.
— Vaya, y yo que pensaba que la muerte de Daphne te hizo ablandarte conmigo, que pena que no fuera como pensé — contestó hacia mi saludo indiferente mientras sonreía.
— Desde que me fui de Nueva York tuve tiempo suficiente como para aclararme la mente y volverte a coger el cariño que siempre tuve hacia ti, es decir, nada de cariño.
— ¿Segura? — pronunció su estúpida sonrisa que reflejaba diversión —. Por teléfono no sonabas igual que ahora.
— ¿Quieres pasar de una maldita vez? — pregunté con fastidio, no sabía por qué, pero su presencia me estaba fastidiando y más con esa jodida sonrisa.
Sin quitar su irritante sonrisa de su rostro, subió los dos escalones de la entrada y me abrazó sin previo aviso haciendo que me sorprendiera por ese gesto que no era para nada usual entre nosotros dos. Después de unos segundos, sentí a Leyna carraspear a un metro de distancia de nosotros provocando que nos sobresaltáramos.
— Vaya, Nancy, no sabía que teníamos visita — dijo Leyna fingiendo sorpresa.
— Ah, ¿no? Vaya, soy bastante olvidadiza. Leyna, este es James un compañero de trabajo de Nueva York.
— Vaya, el famoso James — Leyna extendió su mano a modo de saludo —, Nancy me habló mucho de ti. Encantada de conocer a esta leyenda al fin.
— Ah, ¿sí? — noté como el ego de James incrementó con lo que Leyna le dijo ya que su sonrisa se pronunció más mientras me miraba.
— Deja de mirarme así o te prometo que te daré un puñetazo.
James empezó a reír ligeramente al escuchar eso mientras levantaba las manos a modo de inocencia. Después de ese rato, estuvimos en el salón hablando sobre cosas triviales hasta que el tiempo pasó y la hora de la cena llegó. Los tres optamos por pedir comida a domicilio y todos estuvimos de acuerdo de pedir sushi.
— Y bien, James, ¿qué te trae por Madison? — preguntó Leyna.
— He venido a visitar a mi compañera que, aunque no nos llevamos muy bien, tenía ganas de hablar con ella y verla.
— ¿Y eso? Nadie va a visitar a una persona con la que no te llevas — preguntó Leyna que estaba frunciendo el ceño por la respuesta que dio James.
— Lo hace para fastidiarme — irrumpí en la conversación sin dejar de contar en dinero para pagar el pedido.
— Tonta y ciega.
Me puse tensa al escuchar esa voz en mi cabeza, Leyna se dio cuenta y al momento me hizo una señal sutil para que me calmara y no hiciera caso. Seguidamente, llevó su mirada a James, el cual estaba mirándome embelesado. En cuanto hicimos contacto visual, él desvió la mirada a Leyna y ésta lo único que hizo fue sonreír por el acto que acababa de presenciar.
— No es para fastidiarte, tú desenterraste un hacha de guerra que yo nunca desenterré, solo te llevaba la corriente porque me gustaba cuando te cabreabas al no poder contestarme — admitió James un poco avergonzado.
Miré a Leyna con el ceño fruncido mientras ella me miraba con una cara de felicidad por lo que acababa de decir James. Puse los ojos en blanco y enfoqué toda mi atención al dinero que tenía encima de la pequeña mesa frente al sofá arrepintiéndome por haber intervenido en la conversación.
— Bueno, supongo que queréis compartir un rato a solas para hablar de vuestras cosas, así que, en cuanto haya cenado, me iré a mi habitación para dejaros un rato a solas — informó Leyna mientras me guiñaba un ojo. ¿Qué estaba haciendo?
— En realidad, quería preguntar a Nancy si podía quedarme por unos días en esta casa, me he pedido toda una semana libre para visitarla y, de paso, la ciudad. Claro, no sabía que estaba viviendo con otra persona en la casa, así que aprovecho para preguntártelo a ti también.
— ¡Claro! — asintió enérgica —. Al irme a la cama te prepararé la habitación en la que te vas a quedar.
— Em... yo también vivo aquí — irrumpí de nuevo mientras agitaba mi mano en forma de saludo para que Leyna me notara.
— No cuentas Nancy, seguramente le digas que no y ya no son horas para que se busque una habitación de hotel o un apartamento.
— Pero... — intenté rechistar, pero fui interrumpida por James.
— No quiero causar ningún problema, por lo que me buscaré algo si Nancy no está conforme con esta proposición.
— No causas ningún problema, ya está decidido y te quedarás aquí por el tiempo que necesites.
— Leyna... — intenté llamar su atención.
— Nancy, no me puedes llevar la contraria.
Eché la espalda hacia el sofá soltando un "está bien", estaba cediendo porque sabía que de ninguna manera podría hacer cambiar de opinión a Nancy respecto a lo que estaba haciendo. Iba a meter a ese hombre en la casa por una semana estando Twila al mando de mi mente. No sabía por qué, pero sentía que algo malo iba a suceder.
El timbre empezó a sonar avisándonos de que el repartidor había llegado con nuestra cena y, por mi suerte, desconectándome de mis pensamientos que me hizo inquietar. Fui hacia la puerta no sin antes coger todo el dinero para pagarle, me tendió la bolsa donde iba el sushi y, por mi parte, le di la cantidad de dinero correspondiente. En un abrir y cerrar de ojos estábamos devorando nuestra cena con gran ímpetu.
— Estoy llena — rompió el silencio Leyna mientras se recostaba en la silla de la mesa después de terminar de cenar —. Llevaré esto a la cocina y me iré a acomodarte la habitación, James.
— No hace falta — habló James levantándose de su correspondiente silla mientras cogía todo lo que había en la mesa —, lo haré yo. Es todo lo que puedo hacer para demostrar mi gratitud por dejar que me hospede en vuestra casa.
— Bueno, pues yo sí que me voy a dormir — digo mientras me levanto de mi respectiva silla para encaminarme a mi habitación.
— ¿No te quedas conmigo por un rato? — preguntó James. En cuanto lo miré, estaba serio y dolorido al mismo tiempo por lo que dije anteriormente.
— Lo decía por ti, estarás cansado después del viaje — mentí intentado sonar neutral.
— Yo estoy bien.
— Nancy, anda, quédate un rato con James. Seguro que tenéis mucho de lo que hablar.
— Vale, te ayudo a llevar esto a la cocina.
— No te preocupes, lo llevo yo — dijo James poniendo de nuevo en su rostro aquella jodida sonrisa.
Después de recoger el salón, Leyna subió para prepararle la habitación a James, cuando estaba sentada en el sofá esperando a que James viniera, me llegó un mensaje de Leyna diciéndome que ella se quedaría a dormir conmigo en la habitación para actuar rápido en caso de que Twila despertara. Al segundo, mi móvil se encendió por culpa de otro mensaje de Leyna recordándome tomar las pastillas correspondientes para después de la cena. Le agradecí por el recordatorio y, sin que James me viera, me las tomé. Después, me acomodé en el sofá mientras que James ya venía para luego acomodarse a mi lado sin quitar sus ojos de mí.
— Si sigues viéndome así no dudaré en darte una foto — dije con tono de burla.
— Sería una buena idea — siguió mi juego, lo cual me hizo reír levemente —. Creo que solo me tratas mal delante de la gente ya que cuando estamos a solas pareces otra persona completamente diferente conmigo, ¿a qué se debe?
— Se debe a que me he acostumbrado a tratarte mal en público, pero luego me das pena y decido mostrarte algo de cariño.
— ¿Segura?
— ¿Qué más podría provocar eso?
— No sé, puede que te guste y no lo quieras aceptar — contestó con timidez mientras se quitaba las gafas para frotarse los ojos por el cansancio.
— Creo que el sueño y el cansancio te están afectando.
Él se volvió a poner las gafas, algo que le hacía sentir sexy. Al pensar aquello, cerré los ojos con fuerza para que aquel pensamiento se fuera de mi mente, no podía ver atractivo a un compañero de trabajo que, supuestamente, odio, porque lo odio, ¿verdad? Desvié mi vista a mis manos, me sentía realmente avergonzada por aquel pensamiento que se coló revolviéndome por completo. De pronto, siento unos dedos cogerme del mentón haciendo que mirara a James. Al hacer aquello, sentí como mis mejillas se tornaron rojas por el fuego que sentía en aquella parte.
— No te avergüences por sentir, Nancy — añadió con una voz seductora cuando vio los colores de mis mejillas.
— ¿No me tenías que contar algo sobre lo que te dijeron los padres de Nancy? — pregunté para poder cambiar de tema cuanto antes.
— Eso puede esperar — respondió estando a un centímetro de mi cara con el mismo maldito tono de voz, para luego, fundirnos en un beso que, aunque fue corto, fue de los besos más intensos que nunca me habían dado.
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