Capítulo 11
Nuestra conversación se vio interrumpida. Leyna salió de la habitación para hablar con James, solo escuchaba murmullos, pero eso no me importó en absoluto. Después de cinco minutos, Leyna volvió a entrar a la habitación con la intención de seguir con la sesión de hoy, pero en el salón. Obviamente pregunté por qué y me contestó que James se fue a desayunar fuera y dar un paseo por la ciudad. En cuanto me dijo aquello supuse que teníamos toda la mañana por delante. En cuanto bajamos al salón, me senté en el sofá, sin embargo, ella se sentó en una silla que puso frente a mí.
— Muy bien, sigamos por donde lo hemos dejado.
— ¿Vas a obviar el hecho de que haya...? — me vi interrumpida por Leyna.
— Ya que no me quieres decir de quien o de qué quieres proteger a Nancy, te voy a hacer otra pregunta muy simple — dijo mientras apuntaba algo en su libreta para luego dirigir su mirada hacia mi posición —, ¿cuándo te formaste?
Iba a contestar, pero me vi detenida por un fuerte y repentino dolor de cabeza. Oía muchas voces a la misma vez hablar dentro de mi cabeza, pero, no era solo eso, esas voces estaban gritando cosas que no podía descifrar. Sin embargo, había una voz que resaltaba entre las demás y, que al contrario de las demás, sabía lo que decía. Aquella voz estaba pidiendo ayuda de una manera muy desesperada. De un momento a otro, mi mente solo se concentró en aquella voz pidiendo auxilio haciendo que las demás voces quedaran en segundo plano hasta que solo era esa voz la que sonaba.
— ¡LEYNA, AYÚDAME!
— ¿Qué? ¿Qui... quién eres?
— Twila. Soy Twila.
— Si esta es una broma, tienes que parar, no hace gracia. ¡Concéntrate en esta sesión!
— No, Leyna. Tienes que ayudarme, te lo suplico, ayúdame. ¿Acaso no notas la desesperación en mi voz? Tienes que escucharme, lo que te voy a decir es muy importante.
— Estoy segura de que me arrepentiré de esto, pero... te escucho.
— Yo no soy la que cometió esos crímenes en el pasado ni ahora.
— ¿¡Qué!? ¿¡Me estás vacilando!?
— No, esto no es una broma. Escucha, su mente se fragmentó cuando ella era una niña debido a un trauma que sufrió. De esa fragmentación salí yo, eso es cierto, pero nunca haría nada que pudiera poner en peligro a Nancy o a más personas. Sin embargo, es ella la única persona que se está poniendo en peligro ya que cuando comete esos crímenes no se produce la disociación. Más bien, intentamos disociar para que pare, pero su fuerza e ira son más poderosos que nosotros. Cuando se pone así, es incontrolable. Te lo pido por favor, ¡ayúdame! ¡Ayúdanos!
— ¿Me estás diciendo que es Nancy la que mató a esas personas sabiendo completamente todo lo que hacía?
— Sí, y si me echa la culpa a mí es porque sabe que, tarde o temprano, irá a la cárcel. No obstante, sabe que su condena se reducirá al tener este trastorno puesto que no era ella la que controlaba su cuerpo ni actos, por eso maquilla todos sus delitos y me pone mí como autora de esos crímenes cuando no tengo nada que ver.
— ¿Qué pasa con los crímenes que se cometieron en Nueva York?
— Ella mató a ese chico en aquel callejón y a Daphne. Leyna, y ella lo sabe, os está mintiendo. Por favor, no dejes a James solo, nosotros no podemos hacer más.
— Y, ¿cómo puedo creerte? Otro alter llamada Valerie me dijo que no te nombrara. ¿Cómo puedes explicar eso?
— ¿Valerie? No hay ningún alter que se llame así.
— Veo la confusión en tu rostro, no me estás mintiendo. Pero, ¿cómo debo reaccionar después de saber todo esto?
— Cuando se haga el shift y ella tome posesión de su cuerpo, actúa como si no supieras todo esto, de lo contrario, te matará. Intentaré aparecer más de seguido, pero no te prometo nada. Por favor, ayúdanos.
— Lo haré, Twila. Lo haré.
De un momento a otro empecé a despertarme y a tomar conciencia de todo. Al despertar tenía un fuerte dolor de cabeza, sentía que ésta me iba a explotar en cualquier momento. En cuanto me enfoqué en el sitio donde estaba y en la persona que tenía frente a mí, me sentí a salvo. Por otro lado, me asustó la expresión que Leyna tenía en su rostro, no recordaba nada salvo que nos bajamos para el salón aprovechando la ausencia de James.
— ¿Qu... qué ha pasado? — pregunté mientras me llevaba la mano derecha a la cabeza.
Al oír esa pregunta, Leyna se sobresaltó. Su rostro era de terror, era como si hubiera visto a un fantasma. De pronto, se dio cuenta de su expresión y empezó a relajar sus facciones hasta que volvió a estar tranquila, como antes.
— No lo sé, te desmayaste. Puede que te haya bajado la glucosa al no comer nada, así que vamos a desayunar.
Asentí mientras veía que se levantaba de la silla donde estaba sentada e iba dirección a la cocina. No obstante, volvió a por la libreta y grabadora y se las llevó consigo para la cocina. Intenté no pensar mucho en eso y la seguí para ayudarla a hacer el desayuno. En cuanto entré, cogí el pan para meterlos en el horno y así tostarlo para hacer unas tostadas. Por otro lado, Leyna cogió dos tomates para triturarlos.
— Leyna, ¿pasa algo?
— No, no pasa nada Nancy — contestó con nerviosismo.
— Twila, soy Twila. Puede que me haya desmayado, pero sigo siendo yo.
— Ah... lo siento, Twila.
De nuevo, el silencio volvió a inundarnos, algo que sentí muy extrañó ya que siempre estaba hablando de Twila y deseando hablar con ella. No sabía qué estaba pasando, ¿será que la Twila real apareció y le contó todo a Leyna? No, no podría ser eso ya que Twila nunca aparecía, no podía aparecer.
De pronto, el sonido del horno indicándome que las tostadas ya estaban tostadas, me sacó de mis pensamientos. Me agaché para poner el pan en un plato y, al levantarme, me encontré con la cara de Daphne frente a mí. Podía saber por su expresión que estaba muy enfadada.
— ¡ERES UNA PSICÓPATA!
— No, no lo soy. No me dejaste otra opción — dije bajo para que Leyna no me sintiera, aunque, por el rabillo del ojo, vi como levantaba la mirada hacia mí, por lo que intuí que me escuchó.
— Me mataste estando completamente consciente de todos tus actos. ¿Eres consciente de lo que has hecho?
— Cállate — ordené mientras cogía un cuchillo para cortar el pan en dos.
— Me mataste sin ningún tipo de pudor.
— Cállate — volví a ordenar mientras sentía que mi furia iba creciendo en mí.
— Y no solo a mí, también mataste a tus padres y a un montón de gente inocente. ¡ASESINA!
— ¡CÁLLATE! — grité con todas mis fuerzas a la nada mientras clavé el cuchillo en la madera de la isla haciendo que Leyna saltara en su sitio por el miedo y el susto por mis gritos.
— ¿Está todo bien? — preguntó Leyna con temor y sin saber si acercarse a mí o no.
— Sí — miré al sitio donde estaba Daphne, pero ya no había nadie —, estoy bien — afirmé mientras miraba hacia el cuchillo que había clavado en la isla —. Necesito ir a dar una vuelta, luego vuelvo.
— ¡No! — exclamó Leyna con determinación —. No vas a ir a ningún sitio.
— ¿Qué has dicho? — pregunté mientras me acercaba lentamente a ella no sin antes coger el cuchillo —. ¿Estás segura de lo que acabas de decir?
— S... sí — contestó con inseguridad a medida que retrocedía sus pasos. Pude sentir cómo tragaba saliva pesadamente mientras me acercaba a ella.
— ¿De verdad? ¿Estás segura de ello? — pregunté acortando la poca distancia que quedaba ya que ella estaba acorralada por la pared. Sin pensarlo, levanté el cuchillo hacia ella. Leyna cerró los ojos esperando el impacto del frío cuchillo introducirse en su cuerpo. Sin embargo, clavé el cuchillo en la pared del lado derecho de su rostro, provocando que gimiera de miedo al sentir el impacto. Después de eso, abrió los ojos encontrándose con los míos —. Antes de hacerte la valiente, piensa en lo que hice con la amiguita de Nancy — susurré en su oído riéndome como una loca al final de la frase.
Cogí el cuchillo de la pared, lo escondí en un gran falso bolsillo de la chaqueta de cuero que estaba en el perchero de la entrada y me fui a dar ese paseo. La alucinación o aparición de Daphne me había hecho enfadar y, en esos momentos, quería desfogar o, ¿quién sabe? Encontrar una nueva presa. Cogí el móvil y abrí una carpeta secreta con contraseña donde solo yo podía acceder. Al tener acceso a los documentos, me encontré con un nombre: Mason Davis. Este hombre seguía viviendo con su dulce familia en Madison. Sonreí maliciosamente al leer esa información. De nuevo, volví a centrarme en la información que ese documento me brindaba. Al terminar de leerlo, bloqueé el móvil y me dirigí hacia una dirección en específico mientras mi mente repetía: Mason Davis, es hora de que pagues por lo que me hiciste.
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