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La Libertad (21)

Charlie estaba contando una divertida anécdota y, mientras lo hacía, gesticulaba con su rostro y sus manos, provocando las risas de todos los presentes. Justin también reía, aunque no estaba prestando verdadera atención a lo que su amigo decía.

Estaba sentado en el sofá, justo en medio de Charlie y Victoria, tan cerca de ésta que podía oler su perfume en cada inhalación. El aroma le resultaba embriagador, por lo cual tenía que empeñar todo su esfuerzo para no inclinarse a un costado y enterrar su nariz en el cuello de la chica.

Con el mayor disimulo posible, la miró por la periferia de su visión. Ella estaba mostrando una gran sonrisa mientras oía a Charlie. Tal como la recordaba, su rostro seguía remitiendo una belleza exquisita y su semblante continuaba siendo dulce, pero algunas cosas habían cambiado en esos dos años que no se habían visto. Sus rasgos habían madurado y podía vislumbrarse en ellos (y en las perfectas curvas que su cuerpo había moldeado) la hermosa mujer adulta que estaba destinada a ser.

Aquel pensamiento produjo que el estómago de Justin se contrajera a causa del deseo. Apartó la vista rápidamente, pretendiendo centrarse en cualquier otra cosa para desviar el curso de su mente.

Contempló los alrededores del departamento. El comedor y la sala se encontraban en la misma habitación, una mesada separaba los muebles pertenecientes la cocina de los sillones y la televisión que funcionaban como espacio recreativo. Había tan solo dos cuartos más y el muchacho adivinó que uno debía tratarse del dormitorio mientras el otro debía ser el baño.

Era pequeño, mas era realmente cómodo y pintoresco. Pensó en ese momento que a él también le hubiera gustado tener un departamento para sí mismo. Luego, pensó en cómo lo hubiese decorado. Luego, pensó en la economía de los Países Bajos... Estaba empezando a desesperarse por conseguir distracción porque el perfume de Victoria parecía haber aumentado su intensidad y estaba inundando su cerebro, haciendo sus pensamientos difusos, y no sabía cuánto más podría soportar sin tomarla por los hombros y empezar a olerla como un psicótico.

-Iré por más frituras -anunció la joven entonces, tomando los platos vacíos sobre la mesa y poniéndose de pie.

Justin suspiró, denotando alivio cuando tomó distancia de él, sin embargo, pronto comenzó a sentirse vacío por el lugar que ella había abandonado. Parándose del sofá, la siguió hasta la mesada.

-¿Necesitas ayuda? -ofreció.

-¿Podrías sacar algunas bebidas del refrigerador? -le pidió ella, curvando sus labios.

Él asintió, mas se encontraba un tanto embobado por esa dulce sonrisa así que se tardó unos segundos en obedecer.

Mientras tomaba algunas latas de soda, se maldijo a sí mismo por vigésima vez en la noche. No podía creer que siguiera tan afectado por Victoria como el primer día en que la vio. Lo que ella causaba en él no era normal... Pero se sentía tan bien.

Y era aún mejor en ese momento de sus vidas, pues ya no experimentaba el arrebato de culpa por sentirse atraído hacia la joven. No. Ya no era la fruta prohibida a la que no se podía acercar. Los dos eran libres entonces y él podía derretirse por ella si así le apetecía.

Sonriendo, cerró la puerta del refrigedor y dejó las sodas en la mesada.

-Tu departamento es muy lindo. Ya quisiera yo vivir solo como tú -comentó.

Victoria negó con la cabeza.

-No lo creo. Según noto, vivir con Charlie debe ser interesante -señaló, luciendo divertida.

-En eso tienes razón -coincidió Justin, echando un vistazo a su amigo, quien seguía cosechando carcajadas en el grupo- No hay días aburridos con él... Pero a veces extraño la privacidad.

-No es que yo tenga mucha privacidad aquí -confesó la chica- Mis amigas se la pasan llenándome el lugar de gente.

-Consecuencias de tu privilegio -remarcó él, posicionándose frente a ella para observarla mejor.

Todavía le costaba procesar que eso en verdad estaba sucediendo. Haber vuelto a encontrarse con ella por semejante casualidad era difícil de asimilar. Pensaba mucho en lo que Charlie había pregonado sobre razones cósmicas y designios celestiales. No creía verdaderamente en ello. No se inclinaba a pensar en el destino y su fortuna, sino a enfocarse en las oportunidades. Aquella era una enorme oportunidad. De hecho, era la oportunidad que había estado deseando desde el principio.

-Oye, ¿vas a hacer algo mañana al mediodía? -preguntó, tratando de no sonar tan nervioso como se sentía.

-No tengo planes -negó Victoria- ¿Por qué?

-Tal vez quieras venir a almorzar conmigo. Conozco un lugar donde sirven el mejor pollo frito. Y también hay futbolitos. Creo que podríamos divertirnos -sugirió con el tono más casual que logró emplear.

-¡Seguro! -aceptó ella de inmediato, sorprendiendo un poco a Justin.

-¿En serio? -dejó escapar éste, sin pensarlo.

-¿Pollo frito y futbolito? Incéndiame ahora si hay una mejor combinación que esa -explayó la muchacha.

Era cierto que esas cosas atraían a Victoria, pero también otros factores habían influido en su apresurada respuesta, como lo bien que se sentía estar cerca de Justin a pesar de los años en los que no se habían visto y de lo tenso que habían sido los momentos previos a su despedida.

Él había sido un gran amigo, aún cuando su amistad había tenido muchas complicaciones. No importaba cuántas personas habían entrado y salido de su vida, con ninguna había conectado tan bien como lo había hecho con Justin.

Definitivamente, era alguien a quien ella había extrañado, y estaba feliz por volver a encontrarlo. Después de todo, el pasado ya había quedado atrás de ellos y eran libres de retomar lo que tenían. Por algo la vida estaba dándoles esa oportunidad.

-¡Perfecto! Paso por ti a las once, ¿sí? -anunció Justin.

Mientras hablaba, mordía su labio inferior para no mostrar la inmensa sonrisa que amenazaba con curvar sus labios. La emoción estaba estallando su pecho como fuegos artificiales ante la perspectiva de salir con Victoria. No estaba seguro cuáles motivaciones albergaba la chica, si planeaba frecuentarlo en el marco de una mera amistad o si era algo más y podía llamar a su encuentro una cita, mas iba a dilucidar esas cuestiones después. En ese instante, simplemente estaba feliz por tenerla en su vida otra vez.

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