La Fiesta (18)
Con sus noches y días, con sus veranos e inviernos, transcurrieron dos años desde la última vez que Justin Bieber vio a Victoria.
Ni siquiera supo la más nimia cosa de ella en ese tiempo, aunque había intentado buscarla a través de diversos medios. Las redes sociales de la chica estaban inactivas y, al parecer, tampoco se había creado otras. En las primeras vacaciones, cuando Justin volvió a su ciudad natal de visita, pasó por la Iglesia con la esperanza de averiguar algo.
-Victoria abandonó el voluntariado poco después de que tú lo hicieras -le comunicó una de las encargadas- No la he visto por aquí desde entonces.
Incluso, ya lo suficientemente desesperado como para preocuparse por ser discreto, había ido a la casa de la joven solo para encontrar que ella ya no vivía allí. En realidad, absolutamente nadie vivía allí, como indicaba el hecho de que habían demolido la vivienda y estaban construyendo unas oficinas para cierta empresa de automóviles.
Victoria había desaparecido de la faz de la tierra, eso parecía en el plano fáctico, pero la realidad era otra: ella no se había ido. No... Justin todavía la veía cuando cerraba sus ojos y recordaba las momentos que habían pasado juntos. A veces hasta soñaba con ella. Se hubiera esperado que, después de tanto tiempo, ya la habría superado, mas eso distaba mucho de ser cierto.
Por momentos, se sentía patético por extrañarla de aquella forma. Ni siquiera había sido suya. Había sido la novia de Jason, la novia de su hermano, la fruta prohibida que no había podido tocar.
Sin embargo, era él el que estaba sumido en la más profunda melancolía. No podía imaginar a su gemelo sintiéndose de esa manera, aunque no sabía mucho de éste. Evitaban encontrarse, pues la mera idea de tenerlo cerca suyo le causaba a Justin una repulsión sin igual. Planeaban sus visitas a casa de sus padres de modo que nunca coincidieran en la misma.
Tampoco es que Jason los visitara menudo. Volvía a casa tan solo una o dos veces por año. Continuaba viviendo en la costa y haciendo dinero con su empleo de instructor de buceo en un barco. Eso era todo lo que su madre le había contado y, entendiendo la mirada áspera que Justin le dedicó cuando terminó de hacerlo, la mujer fue sabia y no volvió a mencionar a su otro hijo frente a él.
Pero no todas las esferas de su vida marchaban tan mal como su persistente corazón. Era muy bueno en las materias que cursaba en la Universidad, donde estudiaba Producción de Contenido Audiovisual. Pasaba largas horas metido en la sala de edición, retocando las imágenes que filmaba de escenarios que él mismo creaba.
Además, se había encargado de instalar un buen editor en su propia computadora portátil, de manera que podía seguir dedicándose a sus proyectos aún en la tranquilidad de su habitación.
Por supuesto, la tranquilidad se hallaba solo cuando su compañero de cuarto no estaba presente.
-¡Es sábado, Bieber! -exclamó éste- ¡No voy a permitir que te quedes aquí frente a esa pantalla si ni siquiera estás viendo porno!
Charlie era tan especial que la mejor palabra para calificarlo no se trataba de un adjetivo. Su apariencia, su actitud y su comportamiento se describían diciendo "rock".
Era un chico desestructurado, un tanto salvaje, mas guardaba dentro de sí una amabilidad y una lealtad para sus seres queridos que no se adivinarían a primera vista. Justin lo sabía muy bien. Apenas lo conoció, creyó que iba a necesitar mudarse de habitación a los pocos días, a una que, preferentemente, estuviera lo más alejada de Charlie posible.
No obstante, al conocerlo mejor, se volvieron cercanos y era al único que Justin podía catalogar de amigo allí.
-Levanta tu trasero y vamos a esa fiesta -insistió Charlie.
-Prefiero quedarme hoy -respondió él.
-Hoy, el sábado pasado, y el anterior a ese, y todos los benditos fines de semana desde que empezamos la Universidad -señaló su amigo en tono de queja- ¡Han pasado dos años, Justin! Olvídate de esa chica.
El aludido suspiró y sacó su mirada de la computadora para frotarse los ojos.
Contarle sobre Victoria a su compañero había sido un error que lamentaba, pero lo había hecho una noche en la que había bebido demasiado y dejó que todos los sentimientos en su corazón se explayaran por su boca.
Se mantuvo alejado del alcohol desde entonces.
-No puedo -exhaló en un murmullo imperceptible.
-Bieber, te lo juro por mi vida: si no sales de aquí y me acompañas a la fiesta, voy a estrellar tu maldito portátil con mi guitarra. Ya sabes sobre mi sueño de destruir habitaciones de hoteles.
-No estamos en un hotel.
-Voy a olvidarme de ello si no vienes conmigo ahora -advirtió.
Justin suspiró una vez más, pero su mente había empezado a considerar la propuesta.
Charlie tenía razón. No podía pasarse todos los fines de semana encerrado dedicándose solo a sus cursos. Necesitaba salir a entretenerse, necesitaba distracción, ¿cómo podía sacar a Victoria de su mente si él mismo no se esforzaba por hacerlo? Era evidente que estaba estancado y no accionaba para avanzar, ¿cómo dejar el pasado atrás si no aprovechaba el presente?
Debía tomar la decisión de continuar con su vida.
-Bien -aceptó, poniéndose de pie.
Por un instante, Charlie no hizo más que quedarse de pie allí, observándolo con la boca abierta. Luego, sonrió con amplitud.
-¡Ese es mi chico!
La fiesta era en una de las residencias del campus más cercanas a la suya. Tan solo unos diez minutos les bastaron para recorrer los cuatro kilómetros que los separaban del penthouse donde se llevaba a cabo el festejo.
-¡Adelante! -los invitó a pasar el joven anfitrión cuando les abrió la puerta.
La música que despedían los enormes parlantes era atronadora. La sala estaba repleta de gente al punto que todos los cuerpos se rozaban entre sí al bailar. Ellos tuvieron que pegarse a la pared para avanzar.
-¡Hey! -Charlie saludó a uno de sus conocidos- ¿Qué es lo más fuerte que hay para beber aquí? Logré que mi pequeño amigo saliera de su cueva -lo señaló.
Justin le dedicó una mirada glacial, mas su compañero no le prestó atención.
-Hay unos tragos muy buenos en la cocina -indicó el muchacho, haciendo señas para que lo siguieran.
Pasaron un umbral y llegaron a lo que parecía ser otra sala donde la cantidad aglomerada de gente era menor. Allí había una mesa de billar, un mini fútbol y unos sillones frente a una enorme televisión. Ésta exhibía una interesante partida de videojuegos que dos asistentes disputaban.
Cruzaron otra puerta y, al fin, se encontraron en la cocina, cuya mesa estaba llena a rebosar con diversas bebidas.
-Ven aquí -Charlie lo tomó del codo y lo situó frente a ésta- Bien, sirvete lo que quieras.
Justin observó que todas las botellas ostentaban alarmantes grados de alcohol.
-¿No hay nada que no prometa un coma etílico? -preguntó.
Charlie hizo rodar sus ojos.
-En la pequeña mesada del rincón hay sodas y esas cosas.
El joven se dirigió en la dirección señalada, encontrando una torre hecha con latas de soda que, a juzgar por su altura, nadie había tocado. Sin embargo, a un costado se ubicaba otra pila un poco más solicitada hecha con bebidas energizantes.
Justin se entusiasmo ante la visión de su infusión favorita. Tomó una lata justo cuando una voz femenina pronunció detrás de él:
-Esos son los energizantes, ¿cierto?
Se dio la vuelta y encontró una chica examinando la torre atentamente.
-Sí, son estos, ¿quieres uno? -ofreció, estirando la lata que acababa de agarrar en su dirección.
-Gracias -ella la tomó y miró la etiqueta- ¿Solo hay un sabor?
-Nop. Ese es el clásico, hay otro de lima y otro de fresa -explicó Justin.
La muchacha resopló.
-Lo siento, es que mi extraña amiga solo bebe de estas cosas -se excusó antes de aspirar aire y vociferar sobre su hombro: -¡Oye, Vicky! ¿de qué sabor?
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