(8) La Aceptación
Efectivamente, Victoria arribó a su casa esa noche y la escena consabida volvió a repetirse, aunque en esa ocasión Justin procuró no ser tan evidente al admirarla.
Pero en el curso de los acontecimientos, algo nuevo sucedió. Al concluir la cena y luego de ayudar a lavar la vajilla, Victoria no se despidió dispuesta a marcharse, sino que tomó la mano de Jason y dejó que éste la guiara a su cuarto.
Justin, quien se encontraba en el sofá de la sala viendo televisión junto a su padre, los siguió con la mirada. Iba estirando su cuello a medida que los veía transitar el pasillo, frunciendo el ceño pronunciadamente.
-¿Qué te sucede?
Estaba tan concentrado en la pareja que el repentino sonido de la voz de su padre lo sobresaltó. Dio un respingo y volvió a acomodar su postura en el sillón.
-¿Eh?
-¿Qué te sucede? Estuviste muy callado hoy y todos sabemos que eso es raro en ti. Además, no es la primera vez que lo haces... -insinuó Jeremy, dando a entender que había notado su actitud las veladas anteriores cuando Victoria se les había unido.
-No me pasa nada. Estoy bien. Tal vez un poco estresado por la escuela, eso es todo -se excusó.
-¿Seguro?
-Sí.
Volvieron a enfocarse en el televisor unos pocos segundos antes de que el hombre suspirara y retomara el habla:
-Vicky es muy linda, ¿no?
Aquellas palabras tomaron desprevenido a Justin. Le dedicó a su padre una mirada que manifestaba desconcierto y se puso muy nervioso buscando la respuesta adecuada.
-Ah...Supongo, eso creo, no lo se -balbuceó.
-¿No lo sabes?
-Yo...
-Después de todo el tiempo que pasas mirandola, ¿aún no lo sabes? -interpeló Jeremy.
Justin sintió sus mejillas calentarse a causa del rubor que se apresuró a teñirlas. No respondió a la acusación, ni siquiera se atrevió a hacer contacto visual. Mantuvo su vista pegada a la pantalla que en ese momento exhibía un programa de automóviles.
-Escucha, hijo -empezó a enunciar el hombre- Entiendo que Vicky es una jovencita encantadora, pero es la novia de tu hermano, entiendes eso, ¿verdad? Está totalmente fuera de los límites. Límites de lealtad, de sangre, de todo. Hay millones de chicas en el mundo, Justin, pero solo tienes un hermano.
-Hablas como si me estuviera tirando sobre ella -masculló el aludido, enfadado.
-El pecado entra por los ojos... -dijo su padre, y señaló su cabeza antes de proseguir- Se instala en la mente, donde lo maquinas, y si no lo deshechas de tus pensamientos a tiempo... -deslizó su dedo hacia su pecho- ...pasará a tu corazón, y es en ese momento exacto cuando terminarás por llevarlo a cabo, lo hayas querido o no -palmeó la rodilla de su hijo- Por favor, Justin, tu madre no soportaria otro problema entre Jason y tú -concluyó.
Se levantó del sillón y se dirigió a su dormitorio, dejando a Justin en compañía de su propia culpa y mortificación. Sabía que no estaba siendo muy discreto, pero tampoco al extremo de que su padre lo notara y le diera un sermón.
Un inútil sermón, en su opinión. No era como si él no hubiese ya intentado sacar a Victoria de su cabeza, solo no había encontrado manera de hacerlo y la impotencia lo sobrepasaba. Tal vez, el dulce pecado ya había llegado a su corazón y no existía forma de erradicarlo.
Apagó la tele y fue a su habitación. De repente, se sentía muy cansado.
Su cuarto se situaba junto al de Jason en el pasillo oeste de la casa. En el lado este, alejado de ellos, se encontraba el de sus padres, lo que les daba cierta intimidad a los jóvenes.
Justin se atavió con un pijama y se acostó en su cama, tapándose con la frazada hasta el mentón. Cerró sus párpados con fuerza, intentando no pensar en el hecho de que solo una pared lo estaba separando de Victoria y de Jason, y de lo que sea que estuvieran haciendo juntos.
Bufó y se dio la vuelta, poniéndose boca abajo. Trató de desviar su mente a cualquier otra cosa, lo que fuera. Esperaba que el sueño lo sumiera en la inconsciencia.
De repente, un sonido irrumpió el sepulcral silencio de la noche y llegó a oídos de Justin, provocando que éste abriera sus ojos de inmediato. No era un ruido cualquiera. Era un gemido. Un suave gemido emitido por una voz dulce.
No. No, no, no. Eso sí que no podía tolerarlo.
Sus musculos se tensaron, quedó tieso sobre el colchón, hasta su corazón parecía haber cesado sus latidos. Esperaba que su audición lo hubiera traicionado, que hubiera malinterpretado lo que acababa de oír.
Pero no. Volvió a escuchar lo mismo, y esa vez lo percibió con mayor claridad. Sintió su estómago revolverse y aquel malestar empeoró cuando escucho un gruñido que denotaba satisfacción, claramente expedido por Jason.
Se levantó de la cama dando un salto. Abrió la puerta de su dormitorio y caminó por el pasillo dando pasos pesados, procurando así generar ruido suficiente para interrumpir a la pareja.
Se dirigió a la cocina y cuando llegó allí, apoyó una mano en la mesada y se dobló sobre sí mismo. Los celos retorcían sus entrañas y sentía que estaba a punto de vomitar. Deseaba ingresar de imprevisto en la habitación de su hermano y matarlo a golpes por estar siquiera tocando a Victoria, por estar brindándole el placer que él anhelaba entregarle.
-¿Por qué? -murmuró- La unica chica a la que quiero con mi corazón , ¿por qué?
Pensó en ese instante que, tal vez, los caminos que había considerado hasta entonces no eran los únicos para salir de la encrucijada. No existían solo las opciones de ceder a sus sentimientos o eliminarlos. Una alternativa más madura era aceptar el hecho de que quería algo que no podía tener y vivir con eso. Lidiar con su anhelo frustrado, con su enojo, con su dolor, porque éstos también eran parte de la vida.
Enderezó su postura, exhalando una larga bocanada de aire. Decidió que eso era lo que haría. Nunca iba a tener a Victoria como añoraba tenerla. Sí, era un golpe duro, sin embargo, no todo se reducía a eso. Aún podía ser su amigo. Además, estaba a pocos meses de graduarse e irse a la Universidad. Había otras cosas en las que enfocarse.
El mundo no dejaría de girar porque estuviera enamorado de la novia de su hermano
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