(14) Las Verdades
-Iba a decírtelo -se apresuró a explicar Victoria, rompiendo el tenso silencio que reinaba entre ella y su novio- Pero sabía que armarías un escándalo por ello y no es realmente tan importante. No quería causar problemas, así que decidimos guardar silencio al respecto.
Ambos se encontraban al costado de la Iglesia, en el pasillo que se formaba con los pocos metros que separaban la pared de ésta con el muro del edificio contiguo. El lugar era oscuro pues las dos construcciones eran lo suficientemente altas para bloquear la luz del sol y las sombras se proyectaban en el rostro de Jason, poniendo aún más nerviosa a la joven.
El chico se mostraba impertérrito como habituaba, mas algunos indicios delataban que un potente enojo hervía en su interior.
-Decidieron -pronunció él con lentitud- Parece que tuvieron bastante tiempo para crear acuerdos además de leer cuentos. Dime ¿hace cuánto hace que ustedes dos se ven a escondidas?
-¡¿Qué?! No es así, Jason, no es eso -repuso su novia, espantada- No "nos vemos a escondidas", solo colaboramos en el mismo lugar.
-En ese lugar se ven uno al otro, ¿no es así? -apuntó el muchacho.
-Sí...
-Y estuviste ocultando eso, ¿cierto?
-Sí, pero...
-Bueno, ¿no es esa la definición exacta de ver a alguien a escondidas?
-¡No! -negó ella con rotundidad- Porque tú estás implicando que nuestro único propósito es vernos uno al otro, lo que es totalmente falso. Estamos aquí para ayudar con la obra comunitaria, pasar tiempo juntos es tan solo una consecuencia de ello, nada más que una casualidad.
-¿Quieres saber algo sobre las casualidades, Victoria? -insinuó él con aspereza- Son momentáneas, duran tan solo unos pocos segundos, no se extienden en el tiempo... Si lo hacen, dejan de ser casualidades y se convierten en acciones voluntarias de las personas.
-Mi única voluntad es estar con estos niños y ayudar en lo que pueda -se defendió la aludida- Y tú sabes eso. He estado aquí casi dos años. Amo a esos pequeños, amo esta obra.
-Lo sé. Sé cuáles son tus intenciones y es por eso que, aunque estoy enojado como el infierno contigo, Victoria... -espetó entre dientes- No eres tú a la que voy a culpar.
-No -lo detuvo la joven, sabiendo a lo que se refería- Por favor, no vuelvas a empezar un pleito con Justin. Él tambien está en esto solo por los niños.
-Seguro que sí -escupió Jason, al fin empezando a manifestar su furia- No te preocupes, no voy a lastimar a tu preciado Justin -enunció con resentimiento.
Le dio la espalda y empezó a dirigirse a la salida del pasillo con pasos rígidos pero apresurados.
-¡Jason! ¡Espera! -lo llamó su novia.
Él se detuvo. La miró sobre su hombro y con un asentimiento de su cabeza señaló la flor que ella aún sostenía.
-De verdad me sentía mal por haberte mentido... Espero que estés sintiendo lo mismo ahora -añadió antes de marcharse definitivamente, dejando a la muchacha tras de sí sintiéndose fatal consigo misma.
Lo que Justin estaba sintiendo, por su lado, era una inmensa sorpresa. Llevaba ya un tiempo considerable formando parte del voluntariado en la Iglesia y Victoria jamás se había ausentado antes. No verla allí ese día lo había asombrado mucho.
-Muchas gracias, Justin -le sonrió otra de sus compañeras cuando él terminó de recolectar la vajilla de las mesas y se la alcanzó a la cocina.
-No es nada. Oye... ¿sabes por qué Vicky no está aquí hoy? -indagó.
La chica elevó sus cejas, denotando sorpresa.
-¿No lo sabes tú? Te vi hablando con ella en la puerta antes que entraras.
Esa vez, fue Justin quien lució confundido.
-Eh, no, no he hablado con ella hoy. Ni siquiera la he visto.
-¡Pero si yo los vi, Justin! Oh... -la joven pareció cavilar algo y luego continuó: -Ahora que recuerdo, llevabas puesta otra ropa -comentó, mirándolo de arriba a abajo- ¿Qué está pasando?
Pero Justin ya no la escuchaba. Su semblante se había puesto pálido y sus labios estaban ligeramente entreabiertos.
-Ay, no -murmuró- Debo irme.
Se marchó enseguida. Necesitaba constatar qué tan grave era lo que estaba sucediendo. Era evidente que Jason había estado ahí con Victoria allí ese día, no obstante, eso no significaba que su secreto había sido descubierto.
Eso deseaba. De eso dependía que su amistad con la chica estuviera a salvo.
Cruzó la salida y se dirigió en dirección a su casa a paso apresurado, mas no logró avanzar mucho. Apenas caminó unas pocas cuadras cuando, para su pasmo, chocó de frente con Jason.
Sin darle tiempo a reaccionar, éste tomó el cuello de su camiseta y lo estiró, acercando sus cuerpos de forma amenazante.
-Eres una basura -masculló, mirándolo con furia brillando en sus ojos.
-¡¿Qué te pasa?! -exclamó Justin, moviéndose para intentar librarse del agarre.
-El maldito niño consentido no pudo soportar que, por primera vez, yo tuviera algo que él no -expuso Jason- Eres patético.
-¡No sé de qué hablas! ¡Suéltame!
-Sigue negándolo y voy a matarte. Sabes muy bien lo que estás haciendo con Victoria -esclareció.
-No estoy haciendo nada con ella -se defendió Justin.
Su hermano lo soltó de repente, empujándolo hacia atrás, provocando que sus pies se desestabilizaran y tambaleara un poco. Cuando logró el equilibrio necesario, miró a Jason y descubrió, para su desconcierto, que éste exhibía una sonrisa.
-¿Tú de verdad crees que tienes oportunidad con ella? -se mofó, provocándolo.
Justin no respondió, se dedicó a mirarlo con enojo, mas su silencio pareció alentar de alguna manera a Jason, pues la sonrisa del mismo se tornó maliciosa.
-Inténtalo -lo retó, tomando desprevenido a su gemelo- Ve e inténtalo. Juro que estoy ansioso por verlo.
Justin estaba más allá de confundido. Seguramente, su expresión debió delatar eso, porque su hermano agregó:
-No vas a conseguirlo. Nunca vas a tener lo que yo tengo con Victoria. Nosotros compartimos algo único y no importarían tus mediocres intentos de conquista que crees la gran cosa, ella siempre va a elegirme a mí -sentenció- Nunca vas a tenerla. Aunque fuera lo suficientemente estúpida para sentirse atraída por tu miserable "encanto", no haría nada al respecto, porque ella tiene algo que tú no conoces: ética.
Jason se regodeaba pronunciando cada palabra, sabiendo que tenía razón. No era necesario dar rienda suelta a su enojo y recurrir a la violencia en esa ocasión. Sabía que sus palabras bastaban para golpear a Justin con mayor fuerza que cualquier puño.
-Así que, por favor, ve e inténtalo -concluyó- Voy a reirme mucho viéndote fracasar.
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