(12) La Tentación
-Los golpes son incapaces de resolver problemas, Jason -sentenció Victoria- Dime, ¿qué lograron Justin y tú con lo que acaban de hacer? ¡Nada! Lo que sea que pasa entre ustedes sigue estando inconcluso.
-Pues yo siento que logré mucho -repuso su novio- ¿O acaso no viste como le quedó la cara? -comentó con petulancia.
La joven negó con la cabeza al tiempo que inhalaba con fuerza, tratando de no perder los estribos ella misma y sucumbir al enojo.
Enredó en un trapo los cubitos de hielo que había tomado del refrigerador minutos antes y tomó la mano del muchacho, apoyando el objeto frio contra sus nudillos.
Se encontraban en la casa de Vicky. Por suerte, su madre y su hermana pequeña estaban dormidas así que no la habían visto escabullirse con su novio en su cuarto. El único testigo del hecho había sido Max, pero sabía que él no iba a delatarlos ya que apreciaba mucho a Jason (y estaba agradecido de tener al fin un poco de influencia masculina en la familia).
-Espero que sepas cuánto detesto las peleas y cuánto repudio lo que hiciste -emitió con firmeza- Especialmente, porque fue con tu propio hermano.
Jason soltó un gruñido que delataba fastidio.
-No empieces con eso. Él no significa nada para mí y jamás lo hará.
-Es tu familia.
-Es mi pariente, no mi familia, y ya deja el maldito tema -quitó el trapo de las manos de su novia y lo sostuvo él mismo contra sus inflamadas manos.
Ella suspiró y se alejó de él, parándose junto a la ventana y observando a través de ésta.
La imagen de la pelea era lo único que acaparaba su mente. Había sido desagradable vislumbrar tal grado de violencia. Se sentía tensa, nerviosa y, cada vez que recordaba el estado de Justin, preocupada.
La tentación de llamar a su amigo y constatar cómo se encontraba era muy fuerte, mas no podía hacer nada.
Por su lado, Justin también sentía la urgencia de llamar a Victoria.
Estaba solo en su cuarto, descartando el algodón que había utilizado para pasar crema desinfectante en su rostro. Tenía un corte en el labio y otro en la ceja que la necesitaban, luego, para su ojo hinchado y pómulos heridos, solo podía utilizar hielo.
Jason se cegaba por completo cuando estaba enfadado, como un maldito animal, pensaba su gemelo. Lo único que le importaba a la hora de pelear era hacer el máximo daño posible al otro. Eso quedaba evidenciado en el lamentable estado de Justin.
No obstante, éste no pensaba en sí mismo, sino que su mente volvía a Victoria. Había sido imprudente de su parte ceder a sus instintos más primitivos y continuar el confrontamiento ante la chica. Quería disculparse por haberse comportado así en su presencia.
Además, tenía miedo de lo que Jason pudiera decirle. Si le revelaba el motivo de su pelea (el hecho de que él tenía una fijación en ella) podía ir despidiéndose de su amistad.
Pero nada restaba por hacer en ese momento. Ella estaba brindándole atenciones a su hermano y él no tenía el derecho siquiera a llamarla.
Contuvo su frustración y esperó. La espera duró unos días hasta que volvió a verla en el voluntariado. Apenas la divisó en el salón de la Iglesia, se acercó a ella.
-Tori... -pronunció con suavidad.
Victoria lo miró y exhaló un prolongado suspiro cuando notó las heridas en su rostro.
-¡Justin, mira cómo estás! -señaló, indignada- De verdad no puedo creer lo que hicieron, ¡lo que le hicieron a Patrice!
El aludido esquivó su mirada, sintiéndose culpable. Ya había hablado con su madre y le había pedido disculpas. Si bien ella las había aceptado, todavía se encontraba dolida y eso agregaba pena también a su hijo.
-Lo sé. Fui un tonto. Me dejé llevar por el momento. Debí comportarme mejor que eso y no sabes cuánto lo lamento.
Silencio prosiguió a sus palabras y se extendió lo suficiente para llamar su atención. Levantó la mirada y encontró una expresión de sorpresa moldeando el semblante de Victoria.
-Bueno... Es bueno que lo reconozcas -articuló ésta.
-Quería pedirte disculpas -agregó él, dejando a su interlocutora aún más atónita- Sé que debió ser horrible presenciar eso. Lo siento.
Victoria estaba impresionada por la actitud de Justin, lo suficientemente madura para reconocer y afrontar sus propios errores. Era el tipo de acciones que ella valoraba en quienes la rodeaban.
-Está bien, Jus. No importa -cedió.
-Sí que importa... -contrapuso él- Tú me importas -agregó en tono nervioso, humedeciendo sus labios con su lengua- ¿Me perdonas?
Una vez más, la chica experimentó esa extraña sensación en su pecho. La ignoró, pues por algún motivo que su inconsciente se negaba a reconocer, la asustaba.
-Te perdono -dijo- Todo está bien.
Justin sonrió al escuchar esas palabras.
-Todo está bien -repitió.
Durante unos segundos, se quedaron de pie allí, simplemente mirándose uno al otro.
-Bueno, debemos ir con los niños -se apresuró a anunciar Victoria.
-Sí. Vamos.
El muchacho experimentaba sensaciones agridulces. Alegría y satisfacción mezcladas con impotencia y pena. Cada vez se convencía más que Victoria iba desarrollando sentimientos por él y estaba a un paso de mandar su sentido de la lealtad al demonio para hacer avances con ella.
Fantaseaba con hacerlo. Sutilmente, por supuesto. Sabía que Vicky no era el tipo de mujer que saltaría de un hombre a otro, mucho menos si ellos eran hermanos, pero tal vez, si intentaba desplegar sus encantos de a poco, dando pasos cortos, llegarían a algún lado.
La posibilidad estaba allí, tentándolo más que nada. Lo único que todavía lo retenía era pensar en sus padres.
¡Oh, deber moral! ¡Cuánta angustia le causaba!
Ver al amor de su vida en brazos de otro era una tortura. Que ese otro fuera su hermano incrementaba la intensidad de su suplicio.
Las tácticas que se había propuesto para afrontar la situación (aceptar, procesar, distraerse) cada vez eran menos útiles.
¿Qué hacer? Era la pregunta que asediaba su mente...
Pronto, recibiría la respuesta.
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