PCapítulo 40: Bajo la luz de la luna
Historia escrita por dos autoras: Kaoru Himura y Fullbuster
Dentro de la cocina, el sonido del agua era lo que se escuchaba, junto con el ruido que hacían los platos al ser colocados unos encima de los otros tras ser lavados. Minato cogió el último vaso que quedaba por fregar, le pasó el estropajo lleno de espuma y, cuando creyó que ya estaba limpio, lo enjuagó.
Tras colocarlo con el resto de la vajilla limpia para dejar que escurriera un poco el agua que tenía, se secó las manos y sacó de uno de los armarios una tetera. La llenó de agua y la puso a calentar. A esa hora de la tarde, le apetecía un té bien caliente.
Sacó una pequeña caja de madera de otro armario y la abrió. En su interior, tenía bolsitas de té de diferentes sabores. Se quedó pensativo durante unos segundos, tratando de decidir cuál se iba a hacer ese día. Al final, se decantó por un té verde al limón.
Sacó la bolsita de la caja y, a continuación, la cerró para guardarla en su lugar. Después, tomó una taza y metió la bolsita dentro. Agarró la taza entre las dos manos y se la llevó consigo hasta la mesa donde comían. Minato se sentó en la silla frente al sitio donde había dejado la taza, a esperar a que el agua se calentara. Si Naruto estuviera en la cocina con él, podrían ponerse a hablar para hacer más amena la espera, pero éste se encontraba en su cuarto descansando.
Su hijo había estado liado durante toda la mañana. Primero, estuvo acomodando la casa y arreglando algunas cosas que se habían estropeado al estar tanto tiempo descuidadas. Pese a que Kakashi, de vez en cuando, se pasaba por la vivienda, ésta necesitaba cuidados que requerían más tiempo. Después de terminar esas labores, Naruto se había puesto a entrenar hasta al mediodía. Por eso, en cuanto terminó de almorzar junto a él, el adolescente se fue a su cuarto a dormir un rato.
Los últimos días, solía entrenar por su cuenta cuando el resto de la manada se encontraba en las clases de la universidad. Una mueca de culpabilidad se reflejó en el rostro del adulto al pensar en aquello.
Su hijo no había podido matricularse ese año en la universidad por su culpa, aunque al menos consiguió convencerle de terminar el instituto a distancia. Sin embargo, no había podido hacer lo mismo con la universidad. Su hijo se había empeñado en quedarse con él y centrarse en protegerle en vez de seguir con sus estudios.
Era cierto que, como Naruto le dijo, no pasaba nada por empezar más tarde una carrera o no estudiarla para nada, pero no podía evitar sentirse mal porque él era la causa de que su hijo hubiese tenido que tomar aquella decisión. Parecía que solamente servía para complicarle la vida a Naruto.
Unos ligeros golpes en la puerta de la entrada de casa le sacaron de sus pensamientos. Pensó que quizás se tratase de alguien de la manada de Kakashi para pedir un vaso de agua o algo de comer, ya que solían hacer guardia por la zona para evitar que Zabuza fuera a por él, así que Minato se levantó y caminó con lentitud hasta la puerta principal. Quitó la cadena y giró el pomo para abrir. Se sorprendió al ver quién se hallaba al otro lado: Kakashi.
No le había visto desde hacía alrededor de un año, más exactamente, desde que se despidieron en la habitación del hospital el día en que se marcharon Naruto y él de Twain Harte. Desde que volvieron a la ciudad, no le había visto. Él apenas salía de casa y Kakashi no se había pasado por allí hasta ahora, pese a que sabía que estaban de vuelta. ¡Claro que sabía que estaban allí! ¡Si ya en la noche en que llegaron, su hijo le hizo una visita nada cordial! Además, Kakashi siempre mandaba a alguien de su manada a vigilarle.
- Hola, Kakashi. Cuánto tiempo – le comentó con cordialidad.
- Hola, Minato – le devolvió el saludo.
- ¿Es una visita rápida o tienes tiempo para pasar y tomarte un té conmigo? Me estaba preparando uno – le preguntó Minato.
Aquella invitación no era algo que esperase, así que le pilló desprevenido y, por tanto, tardó en contestar.
- Eh... puedo tomarme uno, sí – aceptó.
- Pasa – dijo Minato con una sonrisa, apartándose para que Kakashi pudiera pasar.
Tras cerrar la puerta, ambos caminaron por el interior de la vivienda hasta la cocina.
- Siéntate donde quieras. Voy a echar más agua en la tetera.
Mientras Minato se centraba en su tarea, Kakashi se sentó frente al asiento que debía haber estado ocupando el rubio antes de su llegada.
- ¿De qué quieres el té? – le preguntó Minato dándole la espalda mientras cogía otra taza del armario y la cajita del té.
- Eh... me da igual, cualquiera de los que tengas estará bien – le contestó.
El rubio cogió uno igual que el suyo y lo depositó en el interior de la taza.
- Aquí tienes –. Minato dejó la taza con la bolsita de té delante de Kakashi –. Ya sólo queda esperar a que el agua esté lista. He puesto la temperatura al máximo para que tarde menos.
Minato tomó asiento en su sitio y observó con detenimiento al hombre frente a él. Parecía estar agotado, tenía ojeras, sus ojos estaban ligeramente rojos como si no hubiese dormido en bastante tiempo y veía alguna arruga en su piel que no recordaba que tuviera la última vez que se vieron. Incluso le daba la impresión de que hasta su pelo estaba más canoso que antes, si es que acaso eso era posible. Todo en Kakashi gritaba que necesitaba dormir de inmediato.
Al verle tan demacrado, Minato se preguntó si el motivo para no haber ido a verle hasta ahora era que estaba muy liado, o por el contrario, como su esquivo rostro parecía indicar, Kakashi había evitado ir a verle por sus remordimientos.
- ¿Qué te trae por aquí? No has venido antes a visitarnos, así que me imagino que tendrás un motivo para aparecer en persona –. Minato inició la conversación.
- Acabo de recibir cierta información que te puede interesar y quería que la supieras cuanto antes. Si hubiese delegado en otra persona, habría tardado más – le explicó –. Son buenas noticias, aunque me temo que breves.
Aquel último apunte llamó la atención de Minato. ¿De qué podría tratarse? El rubio observó a Kakashi abrir la boca para contarle esas buenas noticias, pero antes de que alguna palabra saliera de su boca, el estridente sonido de la tetera le interrumpió.
Minato se levantó y apagó la vitrocerámica. Tomó la tetera por el asa y se acercó a la mesa para verter el agua, primero en la taza de Kakashi y, después, en la suya. Se dio la vuelta y dejó la tetera en la parte fría de la vitrocerámica.
- ¿Qué te parece si salimos al porche y nos tomamos el té fuera? – le preguntó el rubio.
Kakashi se percató de la manera en que miraba por la ventana, como embelesado.
- ¿No es mejor quedarnos aquí? Fuera hace frío, creo que estaremos más a gusto aquí.
- ¿No te apetece disfrutar de la maravillosa vista del atardecer? Con esa relajante mezcla de colores – dijo intentando convencerle.
- ¿Desde cuándo te has aficionado a observar los distintos tonos en el cielo del atardecer? – preguntó Kakashi curioso, pero con un ligero tono de burla. Minato no tenía por costumbre hacer ese tipo de cosas –. Esto no es propio de ti, al menos no desde...
- Que éramos jóvenes – terminó la frase Minato.
- Aún lo somos – le corrigió Kakashi.
- Cuando todavía lo éramos más. – Dejó salir una pequeña sonrisa. Minato se encogió de hombros antes de contestar a su pregunta –. Me he dado cuenta de que no disfrutamos de los pequeños momentos que nos regala la vida, siempre vamos con prisa a todo sin pararnos un instante ni tomarnos nuestro tiempo para mirar a nuestro alrededor y apreciar todos esos detalles que dejamos pasar.
Kakashi permaneció en silencio durante unos segundos pensando en las palabras de Minato. Razón no le faltaba, pero no esperaba esa respuesta. No sabía el qué, si era el propio mensaje, la forma de decirlo u otro motivo, pero notaba a Minato diferente. Quizás su estancia en Alaska, donde no tendría mucho que hacer, le había hecho apreciar otras cosas que aquí pasaba por alto. Si ése era el caso, él no iba a impedirle que disfrutase de sus nuevas costumbres.
- De acuerdo, admiremos esa puesta de sol que tanto te atrae – le comentó Kakashi mientras se ponía de pie y tomaba su taza entre las manos.
Con una sonrisa, Minato le imitó y le siguió hacia el exterior de la casa. Ya en el porche, ambos se sentaron en el columpio que había en éste, meciéndose mientras disfrutaban tanto de su té como de las vistas.
- ¿Y bien? ¿Cuál es esa noticia que tenías que contarme? – le cuestionó tras dar un sorbo a su té.
Sin apartar la vista del frente, Kakashi habló.
- Zabuza se ha ido de la ciudad temporalmente, así que Naruto y tú podéis relajaros durante unos días. La parte mala es que no sé cuántos – le contó Kakashi, esperando que aquella noticia alegrase un poco a Minato.
- De acuerdo – fue la escueta respuesta del rubio.
Kakashi frunció el entrecejo confuso ante la indiferencia mostrada por Minato. Por un momento, creyó que le animaría saber que, por unos días, no tendría que preocuparse por la amenaza que suponía Zabuza. Le descolocó tanto la actitud del otro que su única reacción fue seguir explicando lo que sabía.
- Como hace unos pocos días que volvisteis y hemos intentado evitar que llegase a sus oídos, no creo que aún sepa que estáis aquí, por eso, una de las hipótesis que barajamos es que haya ido tras una falsa pista sobre tu paradero. Sin embargo, la otra es que se ha marchado para ajustar cuentas con un cazador en otra ciudad – le explicó –. No hemos podido confirmar si se trata de una u otra, pero lo importante es que podéis estar tranquilos por unos pocos días.
Al no recibir ningún tipo de respuesta, Kakashi se atrevió a mirar directamente a Minato. Desde su llegada, había evitado hacerlo, pero ahora que lo hacía, se percató de algo.
Cuando pensó que notaba al rubio cambiado, pero no sabía el qué exactamente, no se había fijado demasiado en el aspecto de éste. Ahora podía afirmar que, al menos físicamente, Minato estaba diferente. Al intentar no mirarle demasiado por su sentimiento de culpa, no había podido prestarle atención. Sin embargo, ahora notaba que estaba más delgado y pálido; se le marcaban más los pómulos y aquel viejo jersey le quedaba más holgado que antes.
Se imaginó que quizás se debía a tener que preocuparse por su vida y la de Naruto, y a que el miedo le había afectado más de lo que creía. Seguramente no comería ni dormiría bien pensando en que, en cualquier momento, Zabuza podía presentarse en Alaska o en su casa, y matarles.
- Sí, es una buena noticia, pero como me has advertido antes de dármela, es algo temporal, así que... no sé. ¿Qué más dará unos días más o menos antes de que... todo termine? – dijo Minato interrumpiendo las cavilaciones de Kakashi.
El rostro del hombre-lobo reflejó su anonadamiento por esas palabras, pero sobre todo, por la manera cansada y vacía con que las había pronunciado. Parecía como si Minato se hubiese rendido ante la lamentable situación a la que llevaba enfrentándose desde hacía mucho tiempo. Más del que él deseaba.
- Siento todo esto. Lamento no haber podido hacer nada en todo este año y que la situación se haya alargado más de lo esperado. Realmente creí que podría con él, pero la realidad me dio un buen golpe – se disculpó por su ineptitud e incapacidad para arreglar la situación.
- Ya... bueno, supongo que subestimamos a Zabuza. Es una lección que hemos aprendido.
- Sí, ahora lo tengo en cuenta cuando intento planear cómo derrotarle y que os deje en paz.
Kakashi vio cómo Minato temblaba y tomaba un poco más de té en un intento por calentarse por dentro. De repente, el rubio comenzó a toser. Al principio, era normal y, por eso, Kakashi no le dio mayor importancia. No obstante, poco a poco, esa tos se fue intensificando, como si a Minato le faltase la respiración. El hombre-lobo se incorporó sobre el asiento y dejó la taza de té a un lado del suelo, por si tenía que ayudar al rubio.
Kakashi observó con mucha preocupación cómo Minato tosía con violencia y se ponía rojo, pero no hizo nada porque recordaba que, cuando aprendió primeros auxilios, había que dejar a la otra persona toser e, incluso, animarla a hacerlo. El momento en que había que preocuparse era cuando alguien no podía toser porque no podía respirar. En ese supuesto era el momento para actuar.
Tras largos y angustiosos segundos, Minato pareció calmarse y la tos desapareció.
- ¿Estás bien? – preguntó Kakashi alarmado, viendo cómo pequeñas lágrimas se habían formado en los ojos azules del rubio.
- Sí – contestó tras carraspear un poco – se me ha ido la bebida por el lado incorrecto de la garganta – bromeó con la intención de quitarle hierro al asunto.
- Vamos para adentro – sugirió Kakashi –. Tienes frío y esa tos indica que estás resfriado.
- Ya te he dicho que ha sido por culpa del té. Estoy bien, no te preocupes, en serio. Simplemente me he atragantado – insistió Minato.
Aunque Minato le dijera que no lo hiciera, Kakashi no podía evitar preocuparse por él, así que, sin pensarlo, se quitó el abrigo que llevaba y se lo pasó a Minato.
- Toma, póntelo. Si insistes en quedarte aquí fuera, al menos abrígate.
Minato observó cómo le tendía aquella prenda. Dejó a un lado la taza que milagrosamente no se le había caído ni derramado su contenido en aquel ataque de tos, y alargó la mano para tomar el abrigo. Se separó ligeramente del columpio y se lo puso.
- Gracias – le dijo Minato.
- Lo hago más por mí que por ti, no quiero morir de un ataque de corazón al verte sacar los pulmones por la boca si te da otro ataque de tos igual – bromeó restándole importancia a su gesto.
Debido al susto, se olvidaron de la conversación que estaban manteniendo y dejaron que el silencio fuera el protagonista. No les molestaba estar callados disfrutando del paisaje y de la compañía, más bien, al contrario; parecían disfrutar de esa tranquilidad momentánea.
El rubio se subió el cuello del abrigo para taparse mejor y evitar que la ligera pero fría brisa llegase hasta su piel. Al hacerlo, la fragancia de Kakashi llegó hasta sus fosas nasales y eso provocó que la nostalgia le invadiera. Hacía muchos años que no olía tan de cerca el aroma de Kakashi, no desde que fueron novios y solían compartir momentos íntimos típicos de pareja. Parecía que había pasado una eternidad desde aquel tiempo en el que todo era más sencillo, o eso pensaba Minato ahora en comparación con todo lo ocurrido muchos meses atrás.
Mientras pensaba en todo ello, se llevó las manos a la boca y sopló en ellas para calentarlas, pero no era suficiente, así que decidió meterlas en los bolsillos del abrigo de Kakashi. Seguro que el interior estaba calentito y conseguiría que sus manos dejaran de estar heladas.
Cuando lo hizo, su mano izquierda notó que dentro del bolsillo había algo. Lo tocó con sus dedos, notando que se trataba de algo pequeño con forma circular. Su cara reflejó confusión al estar casi seguro de lo que era, así que decidió sacarlo para cerciorarse.
Diferentes emociones recorrieron el interior de Minato al ver que, efectivamente y como había pensado, era un anillo. Sin embargo, ahí no residía el problema, no. El motivo por el que se sentía perplejo, molesto, triste, emocionado y abrumado a la vez era que se trataba de aquel anillo que una vez simbolizó el amor que se profesaban ambos, pero que también representó el fin de su relación.
Kakashi estaba tan distraído bebiendo un poco de su propio té y mirando el horizonte que no se percató de lo que acababa de descubrir Minato hasta que notó aquella mezcla de emociones venir del rubio.
- ¿Por qué...? ¿Cómo...? – balbuceó Minato justo cuando Kakashi giró la cabeza para preguntarle qué le ocurría.
Se podía ver la sorpresa y el terror en la mirada del hombre-lobo al darse cuenta de lo que Minato sostenía entre sus dedos. ¡Joder! Se le había olvidado por completo que lo había guardado en su abrigo cuando se le rompió el colgante donde normalmente solía llevarlo.
- Yo... puedo explicarlo – tartamudeó nervioso.
- Lo tiraste, te vi hacerlo – dijo Minato desconcertado con la mirada fija en el anillo.
Kakashi pensó en inventarse alguna excusa como que era otro anillo igual, o que lo buscó después de tirarlo, pero, en el fondo, sabía que mentir no serviría de nada, excepto acarrear problemas.
- Es lo que te hice creer – confesó.
Minato giró su rostro con rapidez para mirar a Kakashi ante el desconcierto que le había provocado escuchar esas palabras. El hombre-lobo agachó ligeramente la cabeza al ver los ojos lacrimosos del rubio.
- ¿Por qué? – preguntó consternado.
- Era lo mejor – fue la escueta respuesta de Kakashi.
- ¿Lo mejor? ¿Lo mejor para quién? Me rompiste el corazón cuando tiraste... cuando fingiste tirar el anillo – se corrigió – y me dijiste que un lobo jamás se enamoraría de un humano, que lo nuestro solamente fue una atracción pasajera. Así que, dime, ¿fue lo mejor para mí o lo mejor para ti?
Pese a recordar perfectamente las palabras que le dijo Kakashi cuando rompió con él, Minato no podía evitar pensar que el hecho de que Kakashi no tirase aquel anillo, que aún lo conservase indicaba que nunca dejó de quererle, ¿no? Entonces, ¿por qué fingió hacerlo? ¿Por qué le rompió el corazón?
- Pese al daño que te hice en el momento, era lo mejor para ti – le contestó –. Cuando estábamos juntos, creí que podríamos superar cualquier obstáculo, que podría protegerte, pero como has podido ver, el mundo de los hombres-lobo es muy peligroso y me di cuenta de que no podría protegerte si estábamos juntos. Siempre serías un objetivo para mis enemigos si éramos novios, si sabían cuánto te amaba.
- Así que me partiste el corazón y me hiciste sentir que no era nada solamente por haber nacido humano, ¿para alejarme de ti y así protegerme? – le preguntó y Kakashi asintió.
El dolor y la humillación que sintió en aquel momento estaban regresando de nuevo a él, a la vez que se mezclaban con la impotencia y la rabia que ya sentía. Por eso no pudo evitar que las lágrimas se acumulasen en sus ojos peleando por salir.
Mientras Minato intentaba impedir que las lágrimas consiguieran su objetivo, no pudo evitar pensar en qué hubiera pasado si no hubieran roto. ¿Seguirían juntos en la actualidad? ¿Su vida correría peligro igualmente por la amenaza de Zabuza? ¿Estaría Kushina viva si no se hubiese casado con ella? ¿Realmente fue lo mejor acabar con su relación?
- ¿Para qué? – fue la pregusta que salió de los labios de Minato y que dejó a Kakashi desconcertado –. ¿De qué sirvió? Porque yo lo único que veo es que, de una manera u otra, sigo involucrado en el mundo de los hombres-lobo; que mi hijo fue transformado en uno cuando era un bebé; que Zabuza quiere matarnos a mi hijo y a mí; y que mi esposa está muerta. Así que, ¿puedes decir con sinceridad que romper conmigo trajo algo bueno?
Kakashi podía sentir cómo Minato se derrumbaba a cada palabra que pronunciaba. Estaba viendo todo lo negativo, aunque tampoco podía culparle por ello. Sin embargo, necesitaba que no se centrara en eso sino que fuese capaz de ver que sí pasaron cosas buenas después de su ruptura.
- Conociste a Kushina y te enamoraste de ella gracias a que no estábamos juntos. Te pudiste casar con una mujer increíble, atenta, amable, cariñosa, fuerte, independiente, empática... Pudiste estar con alguien que te amaba y complementaba más que yo. Y no sólo eso, sino que juntos tuvisteis a Naruto, quien es un joven extraordinario, que pelea por lo que cree que es justo, que se preocupa por lo demás y hace lo imposible por las personas que quiere, incluso sacrificarse si hace falta. – Kakashi se acercó un poco a Minato y posó una mano sobre la muñeca de éste, pese a que se muriera por limpiar aquellas gotas saladas que habían logrado escapar de su prisión –. No niego que haya habido dificultades por el camino, pero tampoco todo ha sido un completo infierno.
Aunque sabía que Kakashi tenía razón, Minato estaba demasiado abrumado por muchas razones.
- No puedo lidiar con esto ahora mismo – le dijo quitándose el abrigo, dejándolo sobre el columpio y devolviéndole el anillo a Kakashi.
- No, quédatelo, es tuyo. Siempre lo fue.
- ¡Lo busqué! Lo busqué con desesperación durante toda una maldita noche, Kakashi. Estuve en el lago toda la noche, me sumergí una y otra vez para intentar encontrarlo y estuve a punto de pillar una pulmonía. ¡Joder! Mi madre creyó que me había pasado algo, casi llama a la policía y yo tuve que explicarle que habíamos roto.
- Lo sé. Estuve allí. Te vigilé toda la noche para que no te ocurriera nada y me rompió el corazón ver tu desesperación por encontrar el anillo.
- ¡Eres increíble!
Kakashi le tendió el anillo a Minato, pero éste apartó las manos evitando volver a cogerlo. Él siempre había creído que Kakashi no le quiso, pero ahora resultaba que sí. Ese anillo era prueba de ello. Y ahora, ¿qué significaba eso para ellos? ¿Cambiaría algo en su relación? No lo creía. Él aún amaba a su difunta esposa y todavía estaba de luto. Además... su momento pasó y descubrir aquel secreto no iba a cambiar nada. Seguían siendo de mundos muy distintos, él seguía siendo un simple humano. Minato se agarró el jersey a la altura del pecho cuando pensó aquello último.
- Es demasiado tarde – murmuró cansado y triste Minato.
Tras decir aquellas últimas palabras, el rubio se levantó y se metió dentro de la casa, dejando a Kakashi con el brazo extendido y el anillo entre sus dedos.
***
Tan sólo eran las cinco de la tarde, pero la luz disminuía con rapidez. La noche pronto se cerniría sobre Twain Harte y hoy, día de luna llena, la gente se escondía en sus casas. Nadie conocía la verdad que se ocultaba en las sombras del pueblo, nadie imaginaba que las leyendas sobre hombres-lobo pudieran ser reales, pero todos sabían que en noches de luna llena, la criminalidad aumentaba. Por esa razón, los padres recogían a sus hijos de los colegios con la intención de guarecerse hasta el próximo día.
En su camino por la zona residencial a las afueras del bullicio, Sasuke conducía su Jeep por las calles secundarias. Sacado del desguace más cercano, fue el regalo que su padre le hizo cuando entró en la universidad. ¡Lo habían arreglado juntos! Todavía podía escuchar con su agudizado oído los engranajes bajo el capó en un ruido metálico que le indicaba lo viejo que estaba, pero... pese a que ese coche vivió días mejores, aún funcionaba y era todo lo que él necesitaba.
La luz derecha parpadeaba ligeramente, lo que le indicaba que debería cambiar la bombilla en breve. La humedad de la zona provocaba que se fundieran y tuviera que sustituirlas demasiado rápido, más de lo que él deseaba.
Como en todas las lunas llenas, buscaba refugio en el único lugar donde se sentía a salvo: su manada. Por desgracia, no podía contar con su nueva manada para ello. ¿Cómo se controlaba a toda una manada que se dejaba llevar por sus impulsos en esa noche? ¡No se podía! Era imposible como alfa controlar a todos ellos y tampoco es que a Pain le interesase demasiado enseñarles algo así. Simplemente, era más fácil dejarles sucumbir a sus impulsos. Pain sólo entrenaba una cosa con su manada: hacerlos más fuertes. Todo lo demás carecía de sentido.
Sabía que Konan tenía su lugar seguro. Nunca le preguntó dónde ni quería saberlo. Conocer algo así la habría puesto en riesgo, puesto que él todavía perdía el control y, por tanto, podía acabar preso de sus instintos más bajos y haber ido a por ella. ¡No! Era mejor que cada cual tuviera su lugar donde refugiarse. El problema era.. que él sólo tenía una persona a la que acudir: Sai.
Sai, Naruto y la manada de Kakashi eran los únicos lobos que él conocía que controlaban sus impulsos bajo la luna llena. Sasuke resopló. Le ponía en una difícil situación. Sai quería proteger a Ino a toda costa, pero él llevaba meses pidiéndole que le atase en cualquier lado lejos de la civilización. Se sentía mal por ello. Era algo que siempre le pidió a...
- Naruto – susurró al mirar por la ventanilla del coche.
Acababa de frenar, estaba detenido junto a la acera de la casa de la única persona con la que se sentía a salvo de verdad. Sonrió con incredulidad. ¿Cómo había terminado allí? Su subconsciente le había jugado una mala pasada. No debería pedirle esto a Naruto, pero... tampoco quería impedirle más a Sai ir con Ino.
- Maldición – susurró Sasuke sabiendo que esto era un tema propio de un alfa y... Naruto era su alfa, así lo consideraba. Nunca dejó de pensar en ello y, por tanto, jamás quiso aceptar el puesto de alfa por él.
Con desgana, abrió la destartalada y chirriante puerta del Jeep y bajó buscando una bolsa de deporte de la parte de atrás. La colgó en su hombro y cruzó la desierta calle hacia el jardín de Naruto. ¡Se la estaba jugando al ir allí! Pero... si lo hacía bien, Pain no se enteraría de esto. Él estaba ocupado con su propia luna llena como para vigilar a su beta.
Todavía no había llegado a los peldaños del porche cuando la puerta se abrió. Era evidente que a Naruto no le había pasado por alto los ruidos de su coche viejo.
- A tu nuevo alfa no le va a gustar saber que estás aquí – comentó Naruto al verle allí.
- Deja que yo me ocupe de manejar a mi alfa. Vengo por algo importante.
- Si es tan importante, es mejor que hables con él – dijo Naruto a punto de cerrar la puerta, sin embargo, la mano de Sasuke fue más rápida y le impidió cerrar.
- No te atrevas a huir de mí de nuevo. – Se enfadó Sasuke antes de apartar la mano de la puerta que había detenido y llevarla hacia el asa de la bolsa sobre su hombro. La tomó y lanzó la bolsa al suelo con la cremallera ligeramente entreabierta. Un ruido metálico fue escuchado automáticamente por Naruto, intuyendo de qué iba todo el asunto.
- ¿Vienes a mi casa a pedirme ayuda con la luna llena? Creía que estabas enfadado conmigo.
- Esto no tiene nada que ver con mis sentimientos, no te estoy pidiendo ayuda. Ni siquiera iba a venir, pero eres de los pocos a los que aún le importa la gente de este pueblo. Si no me detienes, podría asesinar a alguien. ¿Quieres cargar con eso sobre tu conciencia? Sinceramente, yo preferiría no matar a nadie.
- Te he visto transformado en lobo completo, nadie de la manada, excepto Sai y yo, puede convertirse en lobo completo, así que dime, Sasuke... ¿Qué has estado haciendo este año para controlar la transformación pero no la luna llena?
- A Pain no le interesa en absoluto la gente del pueblo. Le da igual si nos cargamos a unos cuantos, pero sí quiere que seamos los más fuertes.
- Vaya mierda de alfa te has buscado – se quejó Naruto con una sonrisa de incredulidad.
- Veo que ha sido mala idea. Iré a pedírselo a Sai. Al menos, él nunca me ha abandonado.
Sasuke recogió la bolsa del suelo y se la colgó al hombro de nuevo para volver al Jeep. ¿Dolía el rechazo de Naruto? ¡Claro que dolía! Era su alfa y le negaba la ayuda cuando la necesitaba, pero entendía que Naruto ya no se sintiera como su propio alfa y le echase. Él se había ido de la manada, ¿por qué debería ayudarle?
El tacto de la mano de Naruto sobre su muñeca disparó su corazón. Ese contacto suave pero de agarre firme le hizo volver a sentir esa seguridad y confianza que añoraba. Todo era fácil con Naruto, con un simple contacto le hacía creer que podía superar cualquier cosa. Puede que ahora la manada no le respetase como alfa, pero... seguía considerándolo como tal, así lo sentía Sasuke. Ni siquiera fue capaz de moverse. Sasuke se quedó inmóvil mirando su coche.
- Espera, Sasuke. Te ayudaré. Sabes que tú siempre podrás contar con mi ayuda para lo que sea.
Como un bálsamo relajante, sus palabras calmaron su preocupación. ¡Le amaba! Estar allí y tener que mantenerse a cierta distancia era un suplicio, pero tenía que hacerlo por la manada. Si Pain se enteraba de todo esto, iría uno a uno a por ellos.
- Déjame ir a por las llaves de mi coche.
- No. Vamos en el mío.
¿Una trampa? Fue lo primero que pensó Naruto. Entornó los ojos y miró a su antiguo beta dándole la espalda. No se atrevía a mirarle por algún motivo y no estaba seguro de qué era. La química del cuerpo de Sasuke era confusa para él. Olía a preocupación, miedo y... ¿atracción? Ese último aroma que no debería estar presente en el chico si tanto le odiaba hizo que Naruto soltase el agarre y entendiera que no era una trampa. Si llegó a pensar que Sasuke era un cebo para alejarle de los demás y que así Pain pudiera acabar con él, ahora desechaba esa idea. El miedo que sentía emanar de él posiblemente era temor a ser descubierto por su alfa estando allí.
- Vale, vamos en tu coche, pero yo conduzco – se aseguró Naruto de que si él podía controlar su ruta de escape, no sería una trampa. Sasuke se giró y le lanzó las llaves de su coche intuyendo lo que Naruto estaba pensando –. Y ponte esto.
Naruto lanzó un trozo de tela oscura que Sasuke agarró al vuelo. Al principio, Sasuke no entendió qué era lo que quería su antiguo alfa. Observó el trozo de tela estrecho pero de un grosor considerable, lo cual, sumado a su idea de querer conducir él, le dio a entender que quería que se tapase los ojos. ¿Acaso ahora Naruto siempre llevaba consigo ese trozo de tela para estar preparado por si tenía que taparle los ojos a alguien o había sido casualidad que lo tuviera encima?
- ¿Es necesario? – preguntó Sasuke.
- Estás en otra manada, no voy a llevarte donde las otras veces y me sentiría más tranquilo de saber que no les estás llevando a los demás al lugar donde iremos.
- Como quieras – sonrió Sasuke con incredulidad. No se fiaba de él, pero en parte, podía entenderlo sabiendo cómo era Pain y su manada. Usaban cualquier truco sucio para salirse con la suya.
Sasuke caminó hasta el vehículo, dejó la bolsa con las cadenas en la parte de atrás y se sentó de copiloto antes de empezar a cubrir sus ojos con la tela que Naruto le dio. Todavía tenía el resto de sus sentidos para sentirse a salvo, aunque sinceramente, con Naruto habría ido al fin del mundo. Confiaba en él a tal nivel que estaba seguro de que estaría a salvo a su lado.
Cuando Naruto subió al coche, su aroma inundó el pequeño recinto. Ante aquello, Sasuke echó la cabeza atrás hasta apoyarla sobre el apoyacabezas y trató de relajarse. No era complicado al concentrarse en los latidos del rubio. Tranquilos y regulares.
Los dedos de Naruto dieron la vuelta a la llave en el contacto para encender el vehículo. Por un instante, con el pie sobre el embrague, Naruto desvió la mirada a Sasuke. Era cierto que olía a Pain, pero teniéndole con los ojos vendados a su lado, oliendo la química de su cuerpo que le indicaba lo tranquilo y confiado que estaba pese a sus condiciones, le hizo sonreír ligeramente. Amaba a Sasuke Uchiha y él se sentía cómodo a su lado pese al dolor que le había infringido.
Inició la marcha. En Estados Unidos era normal conducir coches automáticos, sin embargo, él siempre prefirió los manuales. El coche de Sasuke era de los viejos. Naruto todavía recordaba lo nervioso que se ponía Sasuke cuando debía conducir, más si eran manuales. Él le acompañaba siempre que tenía que conducir para que se calmase. Hoy, Sasuke no conducía, pero estaba igual de calmado.
Durante el trayecto, ninguno de los dos inició una conversación. Sasuke sabía que estaban yendo por algún camino de montaña. Los baches y los olores del bosque le indicaban eso, aunque no podía estar seguro de dónde se encontraba exactamente o en qué dirección iban.
Naruto, en cambio, miraba de vez en cuando hacia su compañero sentado a su lado. Una y otra vez, se preguntaba cómo era posible que Sasuke estuviera tan tranquilo y entonces, se acordó de algo. ¡Sasuke siempre escuchaba sus latidos! Era su manera de relajarse y no parecía haber cambiado esa costumbre pese a la separación.
- Te dije que era un mal sistema para relajarte.
Sasuke sonrió al escuchar su voz. Sabía perfectamente de lo que estaba hablando. Desde que Naruto le explicó hacía años sobre ese mal hábito, supo que tenía razón. No podía depender de sus latidos, pero a la vez, necesitaba escuchar su corazón.
- Has acelerado tu ritmo cardíaco – susurró Sasuke.
- Me pone nervioso estar contigo después de lo sucedido. Sigo enamorado de ti.
- Dejemos ese tema – ladeó la cabeza Sasuke hacia la ventanilla. Con los ojos tapados, no podía ver a Naruto, pero tampoco deseaba que él pudiese captar sus dudas o sus sentimientos hacia él. Ahora le gustase o no, era el beta de Pain y todo su plan se desmoronaría si Naruto se enterase de que aún era el culpable de que su corazón latiera a esa velocidad.
Con un movimiento suave, Sasuke llevó su mano hacia el bolsillo de la chaqueta para sacar su teléfono móvil. Debía avisar a Sai de que no era necesario que viniera a ayudarle, por tanto, podía ir a ver a Ino. ¡Ino! Otro tema que tenía pendiente. Sasuke resopló. Por su culpa es que Sai e Ino andaban todo el día cabreados pero no sabía cómo arreglar ese tema ahora mismo.
Sai siempre había sido muy directo al decir las cosas, no medía sus palabras y eso hacía pasar vergüenza en más de una ocasión a Ino, sin embargo, ella era una chica especial que le entendía y pese a que a veces se enfadaba con él o le llamaba pervertido, en realidad, le quería. Ino siempre se había sentido protegida con Sai y, desde luego, Sai siempre se había preocupado de evitar que algún daño pudiera ocurrirle a la chica.
- ¿Podrías marcar el número de Sai? – preguntó Sasuke, tendiendo el teléfono hacia el asiento del conductor para que Naruto lo agarrase.
- ¿Sai tiene teléfono?
- Le obligué a llevar uno después de... – se calló al darse cuenta de que daría más información de la necesaria. Naruto no tenía por qué saber que fue atacado por Pain, era un tema que Sai manejaría como prefiriera – después de no poder localizarle humanamente posible, ya me entiendes – fingió Sasuke que el problema era tener que salir corriendo por medio bosque a contactar con él.
- Pues ya conseguiste más que yo. Sai jamás quiso un teléfono, me decía que aullaría si necesitaba ayuda.
- No fuiste lo suficiente convincente. Sólo tuve que sugerirle que Ino estaría más a salvo siempre que ella pudiera localizarle al instante.
Naruto cogió el teléfono con una sonrisa. ¡Echaba de menos a su beta! Sasuke siempre había sido inteligente y observador, tanto como para conseguir que Sai llevase el teléfono encima. Buscó en la memoria del teléfono el nombre de Sai y pulsó el botón de llamar antes de depositar el aparato una vez más en la mano de Sasuke. Al sentirlo, Sasuke lo llevó hasta su oreja. La conversación fue corta. Lo justo para decirle que fuera a cuidar de Ino en la luna llena, que él estaría bien.
- ¿Sabes? Me habría gustado ser yo quien te enseñase la transformación completa – susurró Naruto.
- Ya, y a mí – dejó escapar Sasuke mientras colgaba el teléfono y lo guardaba de nuevo en el bolsillo de su chaqueta.
- La primera vez que te vi en la carretera tras mi coche, me impactaste. Un lobo negro perfecto, eres realmente hermoso, apenas hay lobos de pelaje negro en estas tierras y...
- ¿Falta mucho para llegar? – preguntó Sasuke en un intento por desviar el tema de conversación.
- No. Ya llegamos.
Durante los siguientes diez minutos, el silencio reinó nuevamente en el interior del vehículo. No fue hasta que el motor se detuvo, que Naruto le indicó que ya podía quitarse la venda de los ojos. Mientras Sasuke lo hacía, el rubio llevó la mano hacia el asiento trasero para agarrar la bolsa con las cadenas.
- Vamos.
- ¿Qué es este lugar? – preguntó Sasuke al ver la vieja estructura frente a él. El sendero era estrecho y montañoso, entendía ahora los baches y los movimientos bruscos del vehículo así como la reducida velocidad a la que Naruto había ido. Ese camino no estaba pensado para coches normales.
- Es la vieja caseta de vigilancia forestal. Lleva años abandonada, pero todavía tiene algunos suministros. Gaara y yo solíamos venir a veces para mantenerla. Nos ayudó un par de veces en las lunas llenas.
- ¿Es el lugar seguro de Gaara?
- Lo era, hace mucho tiempo. Ahora tiene otro. Supongo que si no tienes otro lugar al que ir, éste te puede servir. El sótano tiene unas vigas anchas y resistentes, si te encadenas a ellas, no las tirarás con facilidad y además, este bosque tiene plantas de acónito repartidas por ciertas zonas, si escapases, tu instinto te haría ir con cuidado para evitarlas, así que retrasaría tu marcha hasta el pueblo. Seguramente se haría de día antes de que llegases a Twain Harte y, por tanto, tu transformación acabaría.
- Gracias.
- No hay por qué darlas. Necesitabas un lugar donde sentirte seguro, ¿no? Puedes usarlo siempre que quieras.
El ruido de la puerta abriéndose obligó a Sasuke a bajar también. Naruto fue el primero en dirigirse hacia la caseta. Subió las pequeñas escaleras y justo en el porche, se agachó frente a la pared de madera para mover una maceta con una planta prácticamente muerta. Abrió una de las tablas del suelo y sacó la llave del lugar.
- Pasa – le indicó Naruto al abrir la puerta. Sasuke entró al lugar. No estaba sucio, pero tampoco limpio. Había polvo y algunas telarañas, pero todo estaba recogido y en su lugar. Era un buen sitio, sólo que se notaba que hacía meses que nadie iba por allí. – Vamos al sótano.
Naruto cerró la puerta tras ellos y fue el primero en abrir la puerta de las escaleras que bajaban. Sasuke le siguió. Ambos agacharon la cabeza en el último tramo y entraron al sótano. Naruto tenía razón, era un buen lugar.
Con un ruido metálico, la bolsa tocó el suelo. Naruto la había dejado caer y se agachaba frente a ella para abrir la cremallera y sacar las gruesas cadenas de hierro.
- ¿Cuánto controlas en luna llena? – preguntó Naruto al ver las cadenas.
- Lo suficiente como para no necesitar el maldito collar de púas – sonrió – pero no tanto como para dejarme suelto.
- Pues, comencemos – sacó las cadenas Naruto.
***
Con los ojos cerrados y sentado con la espalda apoyada sobre uno de los brazos del sillón dejando que sus piernas se movieran libremente tras el otro brazo, Naruto mantenía la cabeza contra el respaldo.
El sótano era húmedo y frío. Sin ventanas, el sol nunca calentaba esa zona y ahora de noche era mucho peor encerrarse allí. Naruto cruzó sus brazos sobre el pecho y trató de acurrucarse un poco mejor, dejando las plantas de sus zapatillas sobre el brazo del sillón y elevando las rodillas hacia el pecho.
El ruido de las cadenas mitigaba el viento que se estaba levantando fuera. Escuchaba el ruido de las ramas azotando, las hojas moverse con violencia y todo ello se camuflaba entre el ruido metálico del interior y la respiración alterada de Sasuke.
Naruto observó a Sasuke atado contra el pilar de carga de la estructura. No había perdido el control del todo, pero se notaba la lucha agotadora que mantenía contra sus propios instintos. La luna llena realzaba los instintos más primarios: alimentarse, cazar, reproducirse...
Tampoco es que fuera fácil para Naruto mantenerse cuerdo y no sucumbir a todo ello, mucho menos teniendo a Sasuke tan cerca. Prefería quedarse en el sillón a estar demasiado cerca. No tenía miedo a que Sasuke le atacase, pero era difícil controlar sus instintos en luna llena con la persona a la que amaba.
El ruido abrupto de la cadena deslizándose le hizo incorporarse con rapidez. Hasta el momento, Sasuke se había mantenido estable en su forma humana, pero en ese instante, acababa de convertirse por completo en un lobo, por lo que sus cadenas se soltaron ante la transformación, permaneciendo impasible la correa de su cuello que le impedía salir del lugar.
- ¡Sasuke! – gritó Naruto al ver cómo en su forma de lobo, con las cuatro patas bien apoyadas en el suelo, tiraba hacia atrás tratando de liberar la última cadena que apresaba su cuello.
Naruto se levantó para acercarse a él y sujetar la cadena con sus manos. Se la estaba jugando, sabía eso. Sasuke debía odiarle después de su marcha, tras romperle el corazón y en esa situación, lo más lógico sería esperar un ataque por su parte al perder el razonamiento humano.
- Sasuke, cálmate, por favor – susurró Naruto con una voz suave y calmada.
Ese precioso lobo de pelaje oscuro gruñía, pero Naruto se mantuvo firme frente a él. Echar atrás en un caso así sería mucho peor y esperaba que, en caso de un ataque, Sasuke todavía atendiera a su aullido. Fue su alfa una vez, quizá... sólo tal vez... él aún podría reconocer una parte de él como su alfa y detenerse.
- Shhh, vamos, Sasuke, concéntrate. Baja tu ritmo cardíaco y cálmate. No luches contra lo que sientes.
- ¡Joder! – susurró Sasuke volviendo a la normalidad. Completamente desnudo, con su ropa hecha jirones y de rodillas en el suelo, se sostenía la cabeza con ambas manos llevando su frente hacia el suelo.
- Estoy aquí, no pasa nada. Todo está bien. Busca ese sonido que te relaja.
¿Relajarle? Lo único que le relajaba a él era lo que también le provocaba. Escuchar los latidos del corazón de Naruto era apacible, pero a la vez, aceleraba su corazón. Le amaba, no podía simplemente pensar en sus latidos sin querer besarle. Gruñó nuevamente y se mordió ligeramente el labio inferior dándose cuenta de que estaba perdido. No podría controlarse estando Naruto allí.
Primero una mano y luego la otra, sin soltar la cadena, Naruto las movió por ella para ir hacia Sasuke. Sufría, lo veía. Recordaba su sonido favorito, ése que siempre le dijo que era un mal sonido para calmarse pero que él jamás quiso cambiar.
- Ven aquí – llegó Naruto hasta su lado, agarrando su cabeza y empujándola hasta que la oreja de Sasuke golpeó su pecho. Naruto cerró los párpados y trató de bajar su propio ritmo cardíaco para que Sasuke escuchase cómo disminuía y lo bajase él también.
- No me hagas esto – escuchó el susurro de Sasuke cuando sus manos se agarraron a la camiseta del rubio, estrujándola ante la presión que sentía.
Escuchar aquella frase hizo que los latidos de Naruto acelerasen y, por tanto, también los de Sasuke.
- Me dices que no luche contra mis instintos, pero... – sollozó Sasuke – no puedo dejarlos ir tampoco.
- Aquí no puedes hacer daño a nadie, Sasuke. Cuanto más los contengas, más sufrirás.
- No puedo...
- Déjalo salir – susurró Naruto – si quieres golpearme... hazlo. Me curo rápido, no pasará nada. Deja salir esa rabia que...
¡No era rabia! Naruto lo supo cuando sus labios fueron apresados con rapidez por los de Sasuke. Ni siquiera parecía estar pensando en lo que ocurría. Le había dicho que lo dejase salir por no verle sufrir y ahora... se daba cuenta del motivo por el que todo ese tiempo Sasuke luchaba. Sus sentimientos por él seguían allí, quizá le odiase por lo sucedido, quizá no quisiera nada con él, pero... seguía atrayéndole como un imán, seguía queriéndole aunque hubiera escondido sus sentimientos lo más hondo que pudo.
- ¿Sasu...ke? – preguntó Naruto extrañado.
- ¡Mierda! – gritó Sasuke con frustración volviendo a su razonamiento humano, golpeando con su puño el hormigón del suelo y dejando escapar un par de lágrimas –. No deberías estar cerca de mí ahora. Aléjate o tú también acabarás cayendo.
Verle así destrozaba el alma de Naruto y, a la vez, entendía el miedo de Sasuke. Él, que siempre había tenido todo bajo control, notaba cómo lo perdía ligeramente tras ese beso. Su instinto le decía que le besase, que siguiera aquella acción, pero... él ya no era su beta, no debería hacer algo así. Era tan complicado intentar escuchar a la razón y no sucumbir a los instintos que...
- ¡A la mierda! – se quejó Naruto, agarrando el rostro de Sasuke y besándole con pasión. Si no se dejaban ir, los dos sufrirían la luna llena estando juntos.
- ¿Naru...?
- Cállate. Si luchas contra ello, sufrirás toda la noche. Tu instinto no es atacar, no es hacer daño, Sasuke, lo tienes controlado. Estás a salvo, así que deja de sufrir sólo porque quieras besarme, hazlo, no pasa nada.
- Sí pasa. ¡Maldita sea! Tú te largaste... no debería estar aquí contigo, no queriendo besarte.
- Sólo es un instinto primario, Sasuke, lo entiendo. Cuando pase la luna llena puedes volver a tu vida, no diré nada de lo ocurrido. Te lo prometo. Pero no me hagas verte sufrir por algo que tiene una solución fácil. Por favor.
Los chasquidos que Sasuke dejaba escapar le daban a intuir a Naruto que no estaba de acuerdo con esa idea, pero a la vez, se dejó llevar, volviendo a unir sus labios con los del rubio. Hacerlo aliviaba el dolor y su corazón, pese a acelerarse, no sentía los efectos de la luna llena más allá de esa sensación de querer sexo con Naruto.
Ambos dejaron que la luna llena les afectase, ambos se negaron a soltar ese beso y finalmente, la cabeza de Sasuke golpeó contra el pilar mientras los dedos de Naruto sostenían su barbilla y le impedían moverse, besándole con pasión y tomando el control de lo que jamás debió pasar.
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