Entre cambiar pañales, alimentar bebés y salir a recorrer las calles para buscar a sus amigos, tres días pasaron como un suspiro y ahora sólo les quedaban seis días. Jace estaba desesperado, no dormía, no comía y no hacía comentarios sarcásticos como acostumbraba, ya casi había perdido la esperanza de encontrar a Clary y todo gracias a Asmodeo.

En medio de su aburrimiento el demonio había estado divirtiéndose a su costa desde que su hermano Gabriel le había pedido cuidar de Yezalel —Ya resígnate rubio nefilim, nunca la encontraras, lo más probable es que viva en otra ciudad o país, tal vez está casada... —hasta ese momento Jace no había considerado esa posibilidad, pero el sólo pensar que jamás volvería a verla lo hundía en la angustia y la desesperación y eso le encantaba al demonio, mientras más infeliz fuera, más se alimentaba el de sus emociones.

—  Ya déjalo en paz padre, vamos a encontrarlos, tenemos que hacerlo —Magnus aún no perdía la esperanza y más ahora que tenía el pequeño capullo en sus brazos.

— No seas aguafiestas hijo, déjame divertirme que me aburro encerrado aquí. Además lo que le dije es una posibilidad, ya hemos buscado en toda la ciudad, nada nos garantiza que la enana aún este aquí.

— Lo se..., se que podrían estar al otro lado del planeta... —el rostro de Magnus mostró terror, tenía miedo que las suposiciones de su padre fueran verdad —saldré un momento, tengo que seguir buscando, debo encontrar al autor de ese libro, tal vez tenga alguna pista que me lleve a Alexander.

— Esta bien, pero yo voy contigo —ante la mirada confusa del brujo Asmodeo agrego —ese mocoso de Amón podría aparecer en cualquier momento, llevas contigo las almas de mis nietos, no podemos arriesgarnos a que les pase algo —Luego de eso padre he hijo salieron una vez más.

Al mismo tiempo Robert y Maryse recorrían aquel sucio callejón en donde murió la desconocida bruja. Todo estaba como en los recuerdos de aquel hombre lobo, las mismas botellas de cerveza, los mismos contenedores de basura, incluso el mismo gato roñoso junto al alcoholizado vagabundo, no había nada raro y estaban por retirarse cuando Máx que también los había acompañado se dio cuenta que en el viejo cascabel del gato parecía haber escondido algo, se acercó sigilosamente, pero el mínimo parecía entender cuáles eran sus intenciones y logró escapar. Estuvo persiguiendo al gato mucho tiempo hasta que con ayuda de su padre pudieron atraparlo, pero el papel sólo era una sucia y arrugada hoja en blanco. Rendidos y exhaustos regresaron al Instituto, ya eran las cinco de la tarde, un día más había pasado y no tenían ni una sola pista que los lleve con Alec o Clary.

— ¿Qué traes ahí Máx? —Yezalel lo había estado observando mirar el papel con tanta desilusión que sintió ganas de llorar.

— No es nada, sólo es un viejo papel que encontré —máx arrugo la hoja y la tiró a la chimenea y en ese momento unas letras empezaron a aparecer.

— Máx —Yezalel gritó llamando su atención —hay unas letras brillantes

— ¡Que!... —Max corrió hacia el fuego y sacó el papel, ni siquiera se había quemado, un mensaje dirigido a él estaba allí escrito, aquella bruja le había dedicado sus últimas palabras, ella sabía que él lo encontraría

— Mi hermano Raziel tenía razón, tu eres el nexo y por lo mismo también corres peligro.

— No me importa, haré lo que sea para encontrarlos.

Esa misma noche mientras todos dormían Yezalel uso un encantamiento para que Jace no despertara y Máx aprovechó para tomar al pequeño Alexander y huir.