Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

5. La propuesta

Mae.

Miro por la ventana al escuchar rechinar las ruedas de los lujosos autos frenar y aparcar frente a la "mansión" del sr Connelly. Camionetas destartaladas y viejas eran lo único que conocí en mi colonia. No costosos descapotables automóviles extranjeros. Están parqueados unos junto a otros en una fila interminable.

—¡Niña, muévete!. ¿Qué haces mirando de largo! ¡A trabajar!, la mesa A, B, C y D necesitan más bebidas. ¡Muévete! —Doy un respingo cuando la señora Alissa me sorprende mirando por la ventana. Es la encargada del evento y tiene el orden de las camareras y las mesas.

Por un momento casi olvido que solo soy una sirvienta y no una invitada en la lujosa fiesta.

—Lo siento, de inmediato iré a servir las bebidas.

—¡A trabajar, a moverse!

—Sí, sí, de inmediato.

Rápidamente tomo la bandeja llena de Martini y me dirijo a una pareja en la mesa A. La pareja ni me nota cuando cambio sus copas vacías por unas llenas. Me siento lo más parecida a un fastasma cuando nadie parece notar mi existencia o si lo hacen me miraban de una manera insignificante —Como si fuera un sucio en sus zapatos. Los entiendo, no tienen por qué mostrar empatía hacia una simple sirvienta; y estoy bien con eso.

Evito intencionalmente la mesa en la que está sentada la futura señora Connelly. La mujer cada que tiene una oportunidad intenta atacarme como si fuera una amenaza. Escucho sus carcajadas mientras tiene la atención de un hombre rubio. Lleva un vestido corto, rojo y apretado que le abraza cada curva existente en su esbelto cuerpo. No quisiera aceptarlo, pero se ve muy impresionante de rojo. Es absolutamente hermosa. Sus largos rizos rubios caen a la altura de su escote demasiado revelador. Pero eso es solo superficial, su encanto desaparece una vez que abre la boca y se convierte en una serpiente venenosa.

Cuando voy de camino hacia la mesa C, mi bandeja está vacía así que vuelvo a la cocina y lleno mi bandeja con más Martini. Un grupo de hombres me detiene para tomar más bebidas y las miradas lascivas que me abarcan no me pasan desapercibidas. Está bien. Puedo tolerar eso. No soy tonta, sé que ninguno haría un movimiento más que mirar.

Mientras me giro para que los demás puedan tomar sus bebidas, mis ojos se traban con unos ojos grises y helados como los de un lobo siberiano que me dejan clavada en mi lugar. Estuve toda la noche tratando de no toparme con él, pero aquí estaba luciendo caliente como el infierno. Sus ojos se estrechan mientras me mira.

Mi corazón bombea fuerte en mi pecho cuando lo veo caminar por el salón. La expresión de superioridad en su rostro está ahí de nuevo… su rostro en alto y su mandíbula tensa mientras deja caer su cuerpo contra un mural y cruza los brazos sobre su pecho manteniéndose alejado de la multitud pero sin apartar sus ojos de mí. Está estudiandome. Casi puedo notar cómo se forma en su boca una sonrisa de suficiencia.

No pasa 1 segundo de su llegada cuando un grupo de mujeres lo abordan como buitres a un jugoso cadáver. Me adelanto hacía la otra mesa pero aún así mi mirada sigue volando hacia él. Jamás había visto tal descaro en una mujer, lo están tocando, coqueteando abiertamente con él y hasta haciéndo bailes sensuales para acaparar su atención. ¡Por Dios! ¡Es un hombre comprometido!

Aunque las entiendo. Es difícil que un hombre como Gabriel Connelly pase desapercibido con sus casi dos metros de altura y sus extremadamente claros ojos grises tan profundos como el mar y vacíos como un agujero oscuro. Su apariencia intimidante y depredadora solo te da una advertencia de que es el tipo de hombre que podría destruirte.

De pronto algo frío se filtra en mi uniforme y escucho un estruendo de copas caer al suelo. Mi corazón se detiene en ese instante al notar que por estar absorta mirando al sr Connelly ocasioné un desastre.

—¡Oye! Fíjate en dónde estás parada. ¿Eres estúpida? Casi arruinas mi vestido—la femenina voz quejumbrosa me saca del trance.

La chica con el pelo castaño y el vestido verde luce muy enojada. —¿No hablas? Ten más cuidado por Dios. Gabriel debió tener más cuidado con las personas que contrata.

—Lo siento mucho, señorita. No fue mi intención. De inmediato voy a limpiar esto, discúlpeme —me disculpo una y otra vez totalmente horrorizada de que por esto puedan despedirme.

—¡Eres un desastre! Cómo pueden contratar personal como tú.

—Cariño, ya basta. No le pasó nada a tu hermoso vestido, estás preciosa. Vamos —un hombre rubio la toma suavemente del brazo tratando de calmar a la morena la cual rueda los ojos con fastidio y se va pisoteado.

Rápidamente me alejo de la multitud de personas y corro al cuarto de lavado. Un nudo se forma en mi garganta cuando intento quitar la mancha que ha dejado el vino en mi uniforme blanco y por más que restringo la mancha no se va. Me miro al espejo. Mis ojos azules están abiertos y dilatados, mi pelo es un desastre y mis mejillas están de un tono rojizo casi igualando al color de mi pelo.

La preocupación me empieza a escocer. Me despojo de la camisa por completo quedando en solo un sostén negro y mi falda. Cuando estoy a punto de echar mi blusa a lavarse un ruido sordo me hace saltar.

Escucho risas ahogadas provinentes del cuarto de secado.

Me quedo inmóvil cuando del pequeño cuarto sale la futura señora connelly en los brazos del hombre rubio. Me quedo de pie mirándola como una estatua de mármol. Las risas se detienen cuando se percatan de mi presencia. La cara antes sonriente de Vanessa se pone con una expresión pétrea.

¡Genial! Para compensar mi mal día tengo que ver esto. 

—vaya, vaya. ¿Quieres unirte a la fiesta preciosa? —Pronuncia el hombre, sus ojos me recorren desde la punta de mis pies hasta mis pechos —. ¿Escuchaste todo? Pareces ser entonces de las que les gusta ser espectadora.

Doy un paso atrás cubriendo mis pechos de su vista.

—¡Ya basta, Adam! —masculla Vanessa —es una sirvienta. ¿No ves su ropa?

El hombre me observa con lo que creo que es decepción en su rostro —. Es cierto...pero aún así ella es caliente como...

—¡Ella no es nadie! —interrumpe Vanessa mirándome con furia —es solo una puta que contrató mi marido para vengarse de mí.

—Yo solo mojé por accidente mi ropa y solo quería venir a lavar...

—No necesito que me expliques por qué te estás desvistiendo como una prostituta —espeta.

Mis ojos se aguan pero levanto mi barbilla y la miro directamente a los ojos. No dejaré que esta perra me vea llorar.

—No dirás nada sobre esto, no si quieres mantener tu trabajo, ¿Está claro?

—No diré una palabra —asiento —si eso es todo — me giro y camino hacia la puerta pero una mano se aferra a mi brazo.

El hombre con el que Vanessa se estaba revolcando me sujeta del brazo sin intenciones de dejarme ir.

—Lo siento, preciosa. Pero no puedes irte aún —una sonrisa surca su rostro —no pueden vernos salir juntos así que Vanessa saldrá primero.

—¡Suéltame! —exijo. El pánico sube por mi espina dorsal —ya dije que no diré nada.

—¿Estás asustada? No muerdo, podemos esperar juntos hasta que ella salga.

—Mantenla aquí unos minutos —Ordena Vanessa mientras se arregla su vestido rojo y sale de la habitación.

—¡Suéltame! —grito safándome de su agarre. De inmediato me arrincono del otro lado de la habitación, lo más lejos posible de él.

Levanta sus manos en señal de rendición y una sonrisa sarcástica cruza su rostro cuando dice: —Tranquila, ratón asustadizo. No te comeré... a menos que quieras.

—¡Aléjate de mí!

Suelta una carcajada y saca un cigarrillo de su bolsillo.

—Es una broma, princesa. Sé que eres propiedad de Gabriel —pronuncia llevándose el cigarrillo a los labios —nadie se mete con las mujeres a las que se folla, no si quieren conservar sus estremidades en su lugar —vuelve a reír.

—No soy su propiedad. Solo trabajo para él.

—Eres demasiado joven para trabajar como sirvienta en un lugar como este —su mirada observa lentamente cada parte de mi cuerpo. Me tenso y me presiono más contra la pared —Está claro por qué estás aquí. Si aún no le perteneces, lo harás. No es un hombre al que se le pueda decir que no. Es un maldito.

—Es mi jefe. Nada más que eso. —digo rotundamente —y si tanto le temen, por qué tú te metes con su esposa en su propia casa. ¿No quieres mantener tus huesos intactos?

Adam me mira y de inmediato su sonrisa desaparece. Sus zapatos hacen un ruido sordo cuando camina rápidamente hacia mí y agarra mi barbilla entre su mano. Un grito ahogado sale de mi boca.

—Nadie se enterará. No sería muy conveniente para ti, para tu mala suerte estás en el momento y lugar equivocado.

De repente siento sus labios húmedos sobre mi boca, su lengua intenta hacerse paso dentro de mi boca pero aprieto los dientes. Mi sangre hierve y mi corazón se aprieta en mi pecho. Mis manos van a sus hombros e intento alejarlo pero no se mueve ni un milímetro. Es muy fuerte.

Y es entonces cuando me percato de la sombra oscura de pie en la puerta. El flujo de aire en la habitación cambia. Mi corazón se detiene, y siento náuseas amenazar con hacerme vomitar. Tenso mis músculos cuando por fin Adam me suelta y mis ojos van a la puerta y una mirada helada me golpea.

Mi corazon sube a mi garganta cuando me topo con la presencia abrumadora del señor Connelly observando la escena con los brazos cruzados sobre su pecho.

Sus ojos grises se clavan en mi cuerpo semidesnudo. Su mirada se detiene en mis pechos pero no de una manera sexual, luce ¿Asqueado? Después, sus ojos caen a mis labios. Mi lápiz labial es rojo sangre, pero sé que ahora debe estar corrido por todo mi rostro por el asalto de los labios de Adam. Su mirada no se aparta de mis labios, su mandíbula está tan apretada que temo que pueda romperse el hueso. 

—señor... —susurro y camino hacia él. Siento que en cualquier momento voy a estallar en lágrimas.

—¡oh hombre! Lo siento. No despidas a la chica —escucho la voz de Adam a mis espaldas —solo estábamos divirtiéndonos un rato.

—Eso no es cierto... No, yo jamás... —mi voz sale en un susurro adolorido apenas audible.

—Puedes retirarte. Arreglaré esto con mi empleada —la voz del señor Connelly es rotunda y sin emociones.

En cuanto nos quedamos a solas, me mira de arriba hacia abajo una y otra vez.

—¿Qué pretende, señorita Corbin?  —su voz es amenazante.

—Él... Él me besó yo no, no —niego desesperada —. No.

—Sí, ví claramente lo que estaban haciendo.

Lágrimas se derraman por mis mejillas. Apenas puedo mantenerme en pie y procesar todo lo que acaba de suceder. Él me está mirando con desaprobación cuando se quita su chaqueta y la pone sobre mis hombros. La tela se siente pesada pero aún así agradezco volver a estar cubierta.

—Gracias —susurro entre lágrimas

—No me agradezcas aún —Su mirada es tan intensa que casi da miedo —. Vamos —demanda. 

Extiende su mano hacia mí. Están cubiertas por unos guantes negros, tomo su mano y jadeo adolorida por su apretón de hierro.

Me dirige a una habitación fría y oscura que apenas y sé que existe en esa casa. Lo único que hay en la habitación son dos sillas a cada lado y una mesa pequeña. Nada más.

—¿Qué hacemos aquí? —Lo miro totalmente confundida.

—Toma asiento

Hago lo que me dice y él toma asiento al otro lado de la mesa. Incluso en una silla como esa y en este lugar luce poderoso e intimidante.

—no me importa a quién le estabas abriendo las piernas en el cuarto de lavado. Estás aquí por otra situación.

—No es lo que parece —trato de explicarme.

De pronto su celular empieza a sonar. El señor Connelly se levanta y contesta mientras camina hacia la puerta.

—¿Ya están aquí?  —pregunta y guarda silencio después de unos segundos hasta que cuelga.

Sale de la habitación y me quedo unos minutos sola. Sin entender por qué estoy en esta habitación. Es fría y me aterra estar encerrada en un cuarto tan pequeño.

Después de unos minutos el clic de una cerradura suena, la puerta se abre de golpe y entran dos hombres de pelo oscuro, de por lo menos dos metros, vestidos de traje totalmente de negro y con gafas de sol. Mi corazón se acelera y doy un paso hacia atrás.

Mis manos están temblorosas mientras busco con la mirada al señor Connelly. Está de pie en la puerta mientras los hombres entran.

—Vanessa dice que robaste un collar extremadamente costoso —suela las palabras con calma aterradora —. Estos hombres son policías y detectives. Tendrán que someterte a una requisa. Me temo que te desnudaran por completo.

—¡Oh, Dios, no! Esto debe ser un terrible mal entendido no soy una ladrona—. Digo en respuesta, y trato de acercarme a él pero los enormes hombres me toman de los brazos y me alejan.

Siento como tiran mi sosten y mis pechos salen al aire, rebotando por los jalones de los hombres. Mi rostro enrojece y levanto la mirada hacia el sr Connelly.

Tomo aire profundamente al notar su mirada oscurecida. Sus ojos están mirando mis pechos desnudos con total descaro. De pronto, se alejan del minucioso examen a mis pechos y se fijan en mis ojos. Bajo la vista. Mis mejillas arden con vergüenza ya que ningún hombre a excepción de Dylan me había visto desnuda, y ahora son tres hombres los que están presenciando mi desnudez y no puedo hacer nada al respecto.

Mi corazón se aloja en mi garganta cuando siento la pesada mano de los extraños en mi falda. ¡Dios, por favor ayúdame! Lo veo cerrar los ojos, evitando verme y darse la vuelta para salir de la habitación.

—¡Espere, por favor! ¡Por favor! Yo no lo hice, es mentira —grito desesperadamente —¡Señor, por favor!

Lágrimas empañan mi rostro. Y sé que luzco patética.

—¡Por favor! Espere, no quiero que estos hombres me toquen —digo entre sollozos —por favor...

Guarda silencio un momento, aún dándome la espalda hasta que su voz ronca llena la habitación —Déjenla. Yo lo haré.

Sus pasos son fuertes mientras entra a la habitación. Vuelvo a respirar correctamente cuando los hombres extraños me sueltan.

—Esperen fuera de la habitación. En la puerta y no entren hasta que termine de comprobarla.

Los hombres salen sin decir una palabra y escucho el sonido de la cerradura.

—Muy bien —. Dice y suelta algunos de los botones superiores de su camisa y afloja su corbata —tengo que registrarte. Muévete mirando hacia la pared y ponte en posición.

—Por favor, esto es un mal entendido —lo miro con los ojos muy abiertos. Tengo que dejar caer mi cabeza hacia atrás para poder mirarlo a los ojos. Es demasiado alto. Su presencia se siente en toda la habitación.

—¿Quieres que esos dos hombres te toquen? —gruñe

Niego con la cabeza.

—Entonces muévete

Su mano me agarra fuertemente del brazo y me hace girar contra la pared. Un escalofríos recorre mi sistema al sentir su mano en mí y la cercanía de su pecho contra mi espalda. Se ha quitado los guantes.

Mi cuerpo se tensa cuando siento sus manos agarrar mi falda y bajarla lentamente. Aspiro, obligando al torrente de emociones a calmarse—tengo que mantener la calma, cuando se de cuenta que no robé nada podré irme a mi casa y jamás volver a este lugar.

Siento sus manos pesadas recorrer mis nalgas y engancharse en mi ropa interior. Mi respiración se detiene cuando siento bajar la tela por mis piernas. ¡Dios mío!

—¿Terminaste? —la vergüenza da paso al enojo —quiero tomar mis cosas y largarme de aquí. 

El aire de mis pulmones se va cuando sus manos toman mi cintura y me tira hacia él. Mis pechos desnudos se presionan contra su ropa costosa.

—Ya venía venir esto —susurra, su voz es profunda y abrumadora. Masculina —no sé por qué estoy tan enojado entonces. Sabía que me causarías muchos putos problemas.

Presiona mi cuerpo más contra él. Siento la sangre fluir en mi sistema, líquida y caliente. El aguijón en mi entre pierna comienza como algunas pequeñas contracciones, pero explota y se extiende por todo mi cuerpo cuando el rostro del señor Connelly se entierra en mi cuello y sus manos vuelan a mi cabello jalandolo hacia atrás. Gimo del dolor pero aún así, una llama de excitación me recorre todo el cuerpo como la electricidad.

¡Mierda!

Mi corazón late con fuerza. Sus manos bajan por mi espalda y se posan en mi trasero desnudo. Siento su dureza en mi estómago.

El contacto, la cercanía amenazante y viril, hacen burbujear sentimientos que no logro desifrar: me siento extrañamente excitada.

Lo odio y le temo, pero sus manos sobre mi piel desnuda hace que mi cuerpo empiece a arder. Mis pezones hipersensibles hormiguean cuando sus músculosos brazos se envuelven como hierro en mi cintura empujándome contra su macizo pecho. 

—Luces tan jóven. Tan inocente que no podría creer jamás que hicieras algo malo—murmura, sus labios rozando mi cuello hasta mi barbilla—. Casi podría decir que eres la inocencia personificada si ya no te conociera bien.

Debería apartarlo y darle una cachetada. Pero mi cuerpo actúa solo cuando me empujo sobre su cuerpo sin decir una palabra.

—Quiera saber cómo luce este rostro mientras te esté follando —sus dedos tocan mis labios y yo me siento en una nube —. Sé que tus expresiones de placer serán de lo más interesantes.

No quiero tener sexo con alguien tan horrible como él pero mi cuerpo se está moviendo solo contra su largo cuerpo, el calor húmedo entre mis piernas casi me hace gemir.

Apenas puedo respirar cuando sus manos agarran mi garganta y la aprieta un poco.

¡Dios! No puedo creer que su trato bruto me esté exitando. Pero la humedad en mi entrepierna no es ningún chiste.

De pronto su teléfono vuelve a sonar. El señor connelly no aparta su mirada depredadora un segundo de mí mientras contesta la llamada.

—¿Lo encontraron? —pregunta —está bien, yo arreglaré esto. No presenten cargos aún.

Guarda el celular en su bolsillo. Su mano aún continua sujeta a mi cuello. Su pecho me presiona contra la pared.

—Encontraron el collar en tu habitación —su voz es ronca.

Maldita sea.

—Yo no robé nada. Lo juro. Jamás haría eso, no soy una ladrona.

Lo miro fijamente rogando que me crea.

—Te haré una oferta en cambio —  mi pulso golpea fuertemente cuando sus manos suben hasta la comisura de mis pechos. Su tacto hace que mi piel hormiguee en dónde está tocando —si te comprometes a ser mía por unos meses, olvidaré lo del robo y no levantaré cargos en tu contra.

—¿Qué? Ya te dije que no robé nada. No tengo por qué hacer ese tipo de cosas.

—No tienes otra opción, Mae—me informa con frialdad — las joyas fueron encontradas en tu habitación. Y te estoy dando una mejor opción que ir a la cárcel

—¿Cómo es una mejor opción ser una prostituta?

—llámalo como quieras. Pero vendrás a mi cama cuando a mí me apetezca y eso no es negociable. Harás lo que yo quiera, vivirás para complacerme desde ese momento hasta que decida qué me cansé de tí—explica él—. Recuperarás tu libertad cuando termine contigo. Incluso te pagaré los meses que estuviste aquí.

Niego con la cabeza, la ira se apodera de mí —. ¡No soy una maldita prostituta! No puedes chasquear un dedo y tener a todo el mundo a tus pies.

—Te concedo cuatro días para que tomes una decisión. Piénsalo, solo tienes dos opciones, la cárcel o mi cama. Estoy siendo más considerado de lo que debería. 

Se aleja de mí y camina hacia la puerta. Me quedo de pie absorta en lo que acaba de pasar. No me muevo. Sé que no está bromeando. Su propuesta y su amenaza de enviarme a la carcel son reales.

—ah, y sí. Puedo hacer lo que me plazca. Cuando quiera y con quién quiera. Después de que examines la situación en la que te encuentras súplicaras por calentar mi cama.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro