Introducción.
Leila.
Años antes...
~
— ¡Bien! Ahora todos una fila, van a patear con fuerza el costal dos veces y vuelven a formarse.
El sargento de la academia señala el costal de boxeo que cuelga del techo y se aparta para anotar algo en su pizarra. Es apenas el segundo día y no hemos hecho más que correr en círculos.
— ¡Formación! — Grita cuando hemos pasado todos. — Vamos a empezar con el entrenamiento en defensa personal, formen parejas.
Oh, genial. La otra chica en la academia es una rubia mucho más alta que yo, con cabello largo y voluptuosa cadera que rápidamente es rodeada por chicos.
Yo tengo que girar para mirar a los que están detrás de mi, esperando que alguno de ellos quiera ser mi pareja.
— ¡Yo quiero a la rubia!
Grita un chico de ojos azules y sonrisa coqueta. Detrás de él, otro más de ojos grises y un rubio niegan con la cabeza.
— No deberías, no querrás ser expulsado por comportamiento indebido. — Señor ojos grises lo regaña.
— Es parte del entrenamiento, Christian. Podría darle realismo.
El chico del profundo ceño fruncido que ahora conozco como Christian, lo golpea con el puño cerrado en el brazo antes de responder.
— Tienes razón, será bastante real cuando grites porque ella te arrancó las bolas.
— Mierda. — Sonrisa coqueta presiona sus piernas juntas y se encorva ligeramente.
El chico rubio que ha estado callado levanta la vista como si apenas me notara.
— Será mejor que me quede con el pervertido. — Christian empuja a su amigo para alejarlo. — Tu puedes ayudar a la señorita.
— Leila. Leila Williams. — Levanto la mano para saludar.
— Soy Christian, él es Ethan y el gracioso de llama Luke.
— Mucho gusto.
Ethan me observa con sus grandes ojos castaños y se acerca lentamente como si me tuviera miedo.
— No muerdo. — Hago una mueca de disgusto. — Aunque si hubiera golpeado a tu amigo en sus...
Mi dedo señala involuntariamente hacia la entrepierna de Ethan y siento el calor del rubor subir a mi rostro.
— Preferiría que nada se acercara a mis testículos, sobre todo tu pie. — Sus cejas se alzan un poco.
Cerrada la conversación, observamos a los instructores al frente hacer una demostración sobre un atacante y su víctima con la intención de practicarlo.
— Venga, Ethan. Atácame.
— No.
— ¡Ethan, vamos! No puedo defenderme si no me atacas. — Mantengo mis puños en alto.
— No quiero lastimarte.
Dios.
— Oye, niño bonito. ¿Cómo se supone que practique si no me atacas? ¿Crees que los delincuentes se detendrán porque podrían lastimarme?
Tuerce la boca en un gesto de desagrado pero se lanza sobre mi y lo esquivo más por instinto que por entrenamiento.
— ¡Mierda! — Golpea el piso con el pecho, incapaz de usar las manos para frenar el golpe. — Se supone que me enfrentes.
— Lo sé, lo siento. — Estiro mi mano para ayudarlo a levantarse. — Debí advertirte que años de peleas con mi hermana Lidia me tienen bien entrenada.
— ¿Peleabas con tu hermana? — Su ceño se vuelve a fruncir.
— Por el control remoto de la tele y del estéreo... El último chocolate, la última rebanada de pizza y de vez en cuando por algún chico.
Una pequeña sonrisa se estira en sus labios.
— Entonces siento pena por los delincuentes, y ojalá no roben pizza o chocolate.
Ethan me hace sonreír el resto de la clase y no puedo dejar de pensar en él. Por eso, al día siguiente lo busco tan pronto como llego al complejo deportivo.
La lluvia comienza a caer mientras corremos alrededor de la cancha de fútbol, ubico por delante de mí a los tres chicos de ayer y apresuro el paso para alcanzarlos.
Christian va concentrado como siempre con su amigo Luke corriendo a su lado y hablando sin parar. Detrás de ellos, Ethan corre con la mirada fija al frente.
— Hola. — Lo saludo cuando me detengo a su lado.
— Hola. — Esperaba recibir una sonrisa, pero Ethan arruga las cejas. — Tienes frío.
Señala a mi pecho con su barbilla y entiendo a lo que se refiere. Mis pezones se marcan por encima del sostén y la apretada camiseta gris de la academia.
— Oh, mierda.
Cruzo los brazos frente a mi pecho pero no sirve de nada, el rubio mantiene su vista ahí.
— No tienes por qué avergonzarte, es una reacción natural del cuerpo.
— ¿A qué? — Balbuceo sonrojada. ¿Puede sentir mi excitación?
— Al frío. Mira, los míos también están erectos.
Se frota el pecho con las manos y me mira como si fuera la cosa más normal del mundo, por un segundo caso tropiezo en la grava roja de la pista.
— ¡Carajo! — Recupero el paso antes de caer de cara al piso. — Eres un tonto.
— O un genio. — Sonríe y asiento, manteniendo mi trote a su lado.
Más tarde los chicos proponen ir a un bar cerca de la estación de policías para entrar en ambiente, idea de Luke. Aprendo rápidamente que él es el bufón, Christian el sentido común y Ethan la lógica.
— ¡Rubia! ¡Toma un trago conmigo!
Luke pasa su brazo por mis hombros y recarga su cabeza, demasiado cerca para mi gusto.
— ¿Luke? — Christian palmea su hombro. — ¿Puedo hablar contigo?
— Estoy ocupado aquí con mi amiga rubia sexy, ¿No ves?
— Estoy seguro que ella no quiere ser TU amiga rubia. — Insiste.
— ¿Por qué no? ¿Eres lesbiana? — Me mira. — ¡Eso sería genial! ¿Te van los tríos?
— Luke... — Christian gruñe antes de arrastrarlo lejos de la barra.
Ethan permanece ahí sentado mirando en la pantalla el juego de los mariners, de nuevo ajeno a todo el relajo con sus amigos.
— Hey.
— Hola Leila, ¿Una cerveza?
— Claro.
Fuera de la clase y sin el estúpido uniforme, puedo echarle un vistazo a su abdomen plano y los ajustados jeans azules.
— ¿Cuándo piensas invitarme a salir? — Decido ser directa.
Su ceño vuelve a arrugarse como si no comprendiera lo que digo.
— No sabía que querías que te invitara.
— ¿Por qué no querría? — Contesto, pero me detengo. ¿No le gusto?
— Tienes novio.
— No lo tengo. — Contesto sorprendida. — ¿Por qué piensas que tengo novio?
— Las chicas hermosas como tú siempre tienen a alguien cerca.
Carajo.
— Invitame a salir.
— ¿Ahora? — Sus cejas se arquean. — ¿O prefieres que sea espontáneo?
A la mierda. Me lanzo sobre él y lo beso ante la mirada atónita de Luke y la extraña sonrisa de Christian.
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