Capítulo 9. Christian.
— Estás siendo necia otra vez.
Ana me dedica una mirada de fastidio antes de volver a asegurar el cinturón con los elementos básicos y la pistola en la funda.
— ¡No lo soy! Llevo este estúpido chaleco pesado y caluroso para tu tranquilidad, a pesar de que soy la única oficial que apoya el tránsito en llevarlo.
— No me importa, estás protegida.
— ¡Christian! ¡Ni siquiera puedo respirar!
— En todo caso te hace falta condición física. Mañana te llevaré al gimnasio y probablemente al campo de tiro, no quiero que pierdas tus habilidades.
— Estás loco, ¡Loco! — Sale de la habitación y yo la sigo. — ¡No puedes cuidarme siempre! ¡Puedo defenderme por mi misma!
— ¡No me importa! No vas a arriesgarte.
— ¡Agh!
Sale de nuestro departamento azotando la puerta. Sé que no irá lejos porque estamos yengo juntos a la estación como todos los días. No es que tenga muchas opciones.
— Deberíamos buscar un departamento con mayor seguridad. — Digo para cambiar el tema. — Pensé que podríamos ir ésta tarde a ver algunos.
— Aún creo que estás loco, pero — Deja de mirar la ventana para hablarme. — ¿Qué tienes en mente?
— Escala.
— ¿Escala? — Sus cejas se alzan por la sorpresa. — Sé que amaré vivir ahí, Christian.
— Lo sé nena, voy a vender mi catamarán y entonces podremos...
— ¡Uy! ¡Quiero el ático! — Chilla.
— No, no el ático, pero podría ser el quinto piso o alguno de esos...
— Espera, ¿Por qué vas a vender el catamarán?
Sonrío triunfante porque ella olvidó el puto asunto del chaleco.
— Porque los departamentos aquí son costosos y preferiría invertir el dinero en un departamento.
— Yo lo compraré.
¿Qué?
— No, no puedes comprar el catamarán...
— No. Estoy comprando el departamento y quiero el último piso.
— Cerecita, no estoy aceptando el dinero de tu padre.
— Es solo dinero, Christian. Además, papá ya no está aquí y estoy segura que querría que lo usara en algo que me hiciera feliz.
— ¿Cómo un departamento?
— ¡Como el mejor departamento de todo Seattle!
La conversación termina cuando estaciono el auto y Ana baja acomodando su chaleco. ¿Por qué no permito que se cambie en los vestidores como todos los demás? Nadie está jodidamente mirando a mi esposa desnuda.
— ¡Adiós amor! ¡Te veo más tarde!
Me da un pequeño beso en los labios y corre al auto patrulla en el que Abernathy la está esperando, luciendo como la mierda aunque no es que me importe.
Saludo a Mía cuando paso por el vestíbulo y subo corriendo las escaleras hasta nuestro piso donde Luke está sentado en su silla y Leila tomando lo que parece su segunda taza de café.
— Buenos días. — Tomo una taza y me sirvo. — ¿Problemas para dormir?
— ¿Qué? — Leila se gira para que no mire su rostro. — Si, un poco.
— Ve a consulta, te preescribirán algo. — Voy a mi escritorio y me siento.
Luke tiene una mirada extraña cuando habla.
— Se vería mejor si redujera sus actividades nocturnas. — Reconozco la burla en su voz. — Nuestra querida Lay ha estado compartiendo fluidos con el enemigo.
— ¿Qué? — Gruño confundido.
— En primer lugar, eww — Leila lo enfrenta levantando su dedo índice. — En segundo lugar, ¿Por qué es el enemigo?
— ¡Porque se quiere acostar con nuestra esposa! — Grita Luke.
¿Qué mierda?
— ¡No es tu esposa, idiota! ¡Es Mía! — Golpeo su brazo con mi puño.
— ¡Ay!
Lay nos mira confundida pero soy yo quien no termina de entender las cosas. ¿Luke está tratando de decir lo que creo que dijo?
— Espera, ¿Tú y el jodido rubio?
— Si. — Confirma Luke.
— No te pregunté a ti, jodido chismoso, estoy hablando con Leila.
— ¡Pero es cierto! ¡Tiene la culpabilidad escrita en la cara!
— ¡No es cierto! — Chilla Lay.
— ¿Tú cómo lo sabes? — Mi atención sigue puesta en el jodido Luke. — ¿Los vigilas?
— Nop. Yo solo fui a tomar un trago al bar como siempre y...
— Fuiste a levantar una chica. — Corrijo.
— Si Christian, no cambies el tema. El punto es que se embriagaron y se fueron juntos. — Leila desvía la mirada ante la acusación. — Hoy llegaron juntos, luciendo como zombies y apuesto lo que quieras que se irán juntos.
— No tengo mi auto. — Dice la rubia. — Jesse me trajo.
— ¿Qué tan lejos está el bar? ¿Dos cuadras? — Se burla Luke. — Venga Lay, no soy tan tonto como crees que soy.
Atrapada.
— De cualquier forma no es tu jodido asunto. — Gira para ignorarlo como si eso la pusiera en una dimensión diferente.
— Estoy seguro que el viejo Et se siente traicionado ahora mismo.
Eso activa la furia de Leila, que sin pensarlo lanza la taza al piso.
— ¡Pues el viejo Ethan no está sintiendo nada en este momento!
Eso lo explica todo.
¿Terminaron?
Creí que iban a casarse, Ethan me mostró el anillo que compró.
— Luke, cierra la boca ahora.
— ¡Pero ella...!
— ¡Basta!
Leila baja la cabeza y regresa al mostrador a traer un trapo, la cerámica de la taza regada en el piso de madera.
— Sube al auto, espera ahí. — Gruño para Sawyer.
— Mierda. Si, papá. Ya me voy.
Me acerco a ayudarle a Leila a recoger pero ella ya tiene casi todo bajo control.
— ¿Leila?
— Es un bastardo insensible, no sabe nada.
— Lo sé, es Luke. — Intento aligerar la tensión.
Pero sé que no lo logro cuando ella se endereza con los ojos húmedos y se limpia las mejillas.
— ¿Qué pasó?
— Ethan me dejó, terminó conmigo.
— Me cuesta creerlo, él no...
— Pero lo hizo. — Me interrumpe. — Fue bastante claro.
Lanza los restos dentro del contenedor y se agacha de nuevo para limpiar el líquido café del piso.
— Escucha, no sé cuál es tu situación con Abernathy y no es de mi incumbencia, pero que abuses del alcohol si lo es.
— ¿Por qué? Yo no digo nada cuando Luke y tú llegan los lunes con resaca.
— Lo sé, pero bebemos en fin de semana, nunca en días laborales. Solo prométeme que tendrás más cuidado.
— Bien.
Presiona los labios con fuerza para no decir de más.
— Y si quieres que hable con Abernathy sobre su mala influencia solo dilo.
— Solo dame algo qué hacer, es todo lo que pido.
— Seguro, puedo hacer eso.
Por ahora.
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