— ¡Pero yo te amo!

— ¡Yo también, pero me fastidias!

Me quedo callada sorprendida de sus palabras. Jamás lo había visto actuar así, Ethan jamás me trató mal. Hoy lo desconozco.

— ¡Es por tu bien! — Insisto. — La terapia es mejor ahora cuando tus nervios intentan adaptarse, incluso tus padres piensan que...

— ¡Mis padres respetan mi desición! — Grita con la cara roja de coraje. — ¡Lárgate de una maldita vez!

— Ethan...

— ¡Largo!

No puede alejarse de mí, así que toma el despertador de su mesita de noche y lo lanza al otro lado de la habitación, muy lejos de mi. No intenta golpearme, solo asustarme lo suficiente para que me vaya.

Antes de que pueda decir algo más, la puerta de su habitación se abre y su madre sostiene mis hombros para sacarme de ahí.

— Lo siento, no quise alterarlo.

— Sé que no. — La señora Kavanagh trata de sonreír sin lograrlo. — Pero quiero pedirte que le des algo de tiempo, no quiero herirte pero siento que tenerte cerca le ocasiona más frustración.

— Yo solo quiero ayudar.

— Lo sé, cariño. — Ella me lleva hasta la gran sala de su casa. — Mi hijo está haciendo difícil las cosas para todos pero, honestamente, ¿Puedes culparlo?

— Supongo que no.

Quiero gritar de la impotencia, quiero llorar, tirarme en mi cama y dejarme morir porque no resisto ver al amor de mi vida de ésta manera. Si tan solo yo pudiera aliviar su dolor...

— Leila, ¿Por qué no te tomas unos días de descanso? Te llamaré cuando Ethan esté de mejor humor, quién sabe, incluso extrañarte un poco le haría bien.

Como sea.

— Gracias, señora Kavanagh.

Me despido de ella y subo de nuevo a mi auto. Vine aquí tan pronto como terminó mi turno en la estación pero aún es temprano y no quiero ir a casa. Ese departamento no hace más que recordarme mi vida sin Ethan.

Justo como el día anterior, conduzco hasta el bar esperando ver a Luke por ahí pero no lo encuentro. Es incluso tan temprano que solo hay dos clientes más aparte de mi.

— ¿Qué te sirvo? — El cantinero de lentes de la otra vez me mira.

— Dame un whisky.

— Es muy temprano para el whisky, ¿No?

— Estoy segura que puedo manejarlo.

Me mira con los ojos entrecerrados, seguramente recordando el día anterior que Luke y yo salimos de aquí bastante ebrios y mareados. Fuimos imprudentes, lo admito, pero el alcohol parece ser lo único capaz de calmar el ardor en mi pecho.

— Brandon, dale a la señorita lo que pide. — Una mujer de cabello castaño muy claro le ordena antes de acercarse.

— Gracias.

— No te preocupes, reconozco un corazón roto cuando lo veo.

Mierda.

— Auch. — Hago una mueca. — ¿Es tan obvio?

— Si. ¿Por qué otra razón una mujer tan linda como tú estaría aquí, desesperada por un trago?

— Tienes razón.

El chico pone el vaso frente a mi y vuelve a alejarse en silencio.

— Creo que lo hice enojar ayer, — Señalo al chico. — Tengo un vago recuerdo de haberle dicho que se metiera en sus jodidos asuntos cuando cuestionó la cantidad de tragos que había bebido.

— Si, ese es Brandon.

La mujer sonríe y es entonces que noto el parecido entre ellos, seguramente hermanos o primos.

— Sea lo que sea, no bebas demasiado. — Ella me señala con su dedo. — Este lugar no tarda en llenarse de chicos ansiosos por una mujer, los tendrás sobre ti como moscas.

— Más les vale que no. — Desengancho la placa de mi cinturón. — Puedo hacer que los arresten por acoso.

— Mierda, chica. Por ahí hubieras empezado. — Ríe y golpea la barra con su mano.

Ella se aleja para atender a otros clientes mientras me quedo ahí disfrutando mi bebida fría y mi corazón roto por un tonto.

Después de mi tercer trago me pregunto si voy a terminar en un grupo de autoayuda o si seré la nueva compañera de copas de Luke... ¿Qué estará haciendo ese idiota?

— Oye chico, sírveme otro.

Frunce el ceño antes de acercarse.

— Me llamo Brandon, y no creo que deberías beber más.

— ¿Ves el dinero? ¿Lo ves? — Las palabras se arrastran de mi boca al tiempo que deslizo los billetes sobre la barra. — Tú tienes que servirme mientras yo siga pagando, así funcionan las cosas.

— No estás bien, es obvio que debes parar. Te pediré un taxi.

— ¡No quiero un maldito taxi! ¡Quiero un trago!

Brandon cruza los brazos y se inclina para mirarme.

— Escucha, Lay. ¿Tu nombre es Lay, no?

— No. Me llamo Leila. Solo mis amigos me dicen Lay por joder, es Leila, no Layla.

Estúpido Luke y su lengua enredada.

— Bien, Leila. Creo que es peligroso que sigas bebiendo porque vas a conducir y por lo que ví, eres policía. Eso no se verá bien, ¿Lo entiendes?

— ¿Ahora eres consejero? ¡Vaya! — Me burlo. — Este bar si que lo tiene todo.

— Agh, maldita sea, — Golpea la barra con el puño. — ¡No pienso servirte otro trago más!

¿Quién mierda cree que es este?

Un momento. ¿Un consejero? ¿Y si eso es lo que Ethan necesita? ¿Alguien externo que hable con él?

¿Funcionaría?

Me levanto de la silla alta buscando las llaves de mi auto y el dinero para los tragos. Los billetes se extienden frente a Brandon pero son las llaves las que no parecen estar por ningún lado.

— Ay, mierda. Las dejé en el auto.

Mi gentil cantinero pone los ojos en blanco.

— De hecho se cayeron cuando llegaste, ¿Lo ves? Estás tan intoxicada que ni siquiera lo notaste.

— ¡Eso no te importa! — Me inclino a levantarlas y me enderezo con el cabello en la cara. — ¡Solo dame mis llaves para que pueda irme!

— Las tienes en la mano. — Me dedica otro gesto de fastidio. — Bien, ve y mátate, eso definitivamente te enseñará una lección.

Ahora estoy molesta. Intoxicada, mareada y molesta pero no ebria todavía.

— ¡Eres el peor cantinero del mundo! Sirves tragos y luego lo echas en cara a los clientes, ¡Quiero hablar con el gerente!

— Ese sería yo.

Maldita sea con este chico.

— ¿Williams?

Giro hacia la voz conocida y me encuentro de frente con unos ojos azules.

— Jesse.

— ¿Qué haces aquí? — Me mira confundido. — ¿Todo bien?

— Vine por un trago.

— Lleva cuatro. — Agrega Brandon y casi le gruño que cierre la boca.

— Está bien, sírvenos otra ronda, yo invito.

~ • ~

Holis.

Sorry por la hora 😅, apenas terminé el capítulo.