Capítulo 33. Christian.
No entiendo nada.
Absolutamente nada.
Escribí toda la información que Taylor me dió en una libreta como si fuera uno de mis casos regulares, pero sigo sin entenderlo.
Echo un vistazo a Ana que sigue tecleando información en la computadora sobre los expedientes archivados del año pasado. Luce tan concentrada que la dejo continuar.
Hasta ahora mis anotaciones son escasas: Steele se casó con Lincoln y poco tiempo después tuvieron al chico Elliot, tres años después tuvieron a la chica Katherine, pero ese mismo año nació Ana.
Lo que me lleva a pensar que Lambert estaba engañando a Carla con Elena, luego lleva a su novia a trabajar a la misma casa donde vive su amante pero es Carla quien se entiende con Raymond.
¿Cambiando de pareja como en un jodido club swinger?
Supongo que Lincoln no esperaba que Raymond embarazara a Carla y por eso la ataca y a la bebé de ambos.
Pero sigo sin entender la participación de Franklin Lambert en todo esto, especialmente cuando Wilks dice que murió. ¿No es eso extraño?
— ¿Amor? — Levanto la vista hacia Ana, que me mira con el ceño fruncido. — Te ves estresado.
— Lo estoy. — Admito.
¿Qué tanto de ésta información debería compartir con ella? Para mí sigue siendo un jodido lío.
— ¿Algo en lo que pueda ayudarte?
Lo único que necesito son respuestas.
Se acerca lo suficiente para recargarse en el escritorio, asi que tiro de su mano para que se siente en lo regazo.
— Háblame de tus padres. — Le pido. — ¿Cómo eran ellos?
— Desde que tengo recuerdos, mamá ha sido aficionada del alcohol. — Sus hombros se encogen ligeramente. — Papá no acostumbraba beber frente a mi.
— ¿No?
— No. Por eso peleaban mucho, de hecho siempre estaban discutiendo.
— ¿Cuándo supiste que tu padre tenía otra familia?
— Siempre lo supe. No era un secreto porque mi mamá siempre decía que él estaba con Elena, que tenía otra familia.
Aún no puedo imaginar que una madre quiera preocupar de esa forma a sus hijos, sobre todo cuando fue ella quien eligió mantener una relación con un hombre que sabía era casado.
— ¿Quieres una aspirina? No te ves bien.
— Necesito aire fresco. — Respondo, apartándola. — Voy a salir, avísame cuando Luke y Abernathy estén de vuelta.
— ¿A dónde vas? — Sus cejas se fruncen. ¿Pregunta como mi esposa o como mi compañera de trabajo?
— Quiero ver a Ethan, no he tenido noticias de él en semanas.
— Bien.
Da la vuelta y regresa a su escritorio, manteniendo la vista sobre la pantalla en un claro gesto indiferente.
Me acerco para besar su cabeza.
— Cerecita, te prometo que no voy a tardarme. Solo quiero tomar un respiro de este caso y verificar a mi amigo.
— ¿El caso del homicidio?
— Si. — Miento.
— Bien, vete. De cualquier forma voy a llamar a Leila para saber cómo va.
— Claro.
Tomo las llaves de mi auto, el móvil y la libreta de las anotaciones por su mi curiosa esposa decide revisarlas. Esta vez conduzco en dirección a Bellevue para encontrarme con los Kavanagh.
Presiono el botón del timbre y espero.
— ¿Si? — La señora Kavanagh me mira por la puerta entreabierta. — ¡Oh, Christian!
Me hace una seña para que pase y sigo adelante hacia la sala.
— Buen día, señora Kavanagh. ¿Cómo está?
— Muy bien, gracias. Me alegro de verte y por favor, pasa, Ethan está en su habitación.
Asiento con una sonrisa y subo la escalera con calma hasta la puerta de mi amigo. Golpeo dos veces y espero a que me llame.
— Adelante. — Empujo la puerta. — ¡Christian!
Ethan está sentado junto a la ventana con una mochila a su lado en la mesita, cierra el libro en sus manos y lo hace a un lado.
— Hey, ¿Cómo estás?
La cabeza de Et se ladea.
— No hay nada más seguro que estar sentado aquí, así que estoy bien.
No fue eso lo que pregunté.
— Me alegro.
— ¿Que tal el trabajo? — Me hace una seña para que me siente en su cama.
— Ocupado, lo sabes. Robos, homicidios, drogas, lo usual...
— Genial. Y ¿Cómo están los chicos?
No me pasa desapercibido que evite mencionar directamente a Leila.
— Bien.
— Me alegro. — Acaricia la rodilla de su pierna derecha. — ¿Y tú?
— No me quejo. — Esta conversación está tornándose incómoda. — ¿Cómo va la rehabilitación?
Ethan desvía la mirada antes de responder.
— No está yendo muy bien. El terapeuta vino una semana pero aún no soy capaz de sostener mi peso.
— Pero es un buen comienzo. — Puedo sentir la tensión emanando del cuerpo de Ethan. — Estoy seguro que en unas semanas más podrías estar listo para...
— Si, tal vez. — Me interrumpe. — Gracias por venir, Christian.
¿Está echándome?
— Cuando quieras, cuídate hermano.
Golpeamos nuestros puños en un gesto de despedida y doy la vuelta.
Mierda, ahora entiendo cómo se sentía Leila cuando venía aquí. Ethan no es el más cooperador en este jodido asunto de la rehabilitación.
Pongo un pie en la escalera pero me detengo. Las palabras duras de Ana empujando a Leila a recibir ayuda me detienen, inseguro si debería presionar a Ethan de la misma manera.
¿Debería hacerlo?
¿O debería darlr su espacio y respetar sus deseos?
Regreso sobre mis pasos sabiendo que Ana va a interrogarme cuando vuelva y seguramente estará molesta porque no intenté más.
— Lo siento, olvidé... — Empujo la puerta al mismo tiempo que hablo, buscando con la mirada a Ethan.
Me congelo en la puerta cuando me doy cuenta de lo que hace ahora, el libro que leía antes fue arrojado al piso. Ethan me mira, bajando su arma de cargo y dejando los tiros restantes fuera del cargador.
— ¿Qué mierdas haces?
— Solo limpio mi arma...
— ¡Es una puta mentira y lo sabes! — Lo señalo a él y a las balas. — ¡Dame la jodida arma!
— Christian...
— ¡Que me des el arma, dije! No me hagas patear tu culo cobarde porque sabes que lo haré. — Extiendo la mano hacia él. — Dámela.
Sus cejas se fruncen por el enojo.
— Es mi arma mientras no me retire.
— Lo sé, y voy a cuidarla por ti. Ahora dámela. — Casi lo escucho gruñir cuando la pone en la palma de mi mano. — También los tiros.
— Christian...
— Dame. Los. Putos. Tiros.
— Mierda.
Los guardo en el bolsillo y lo miro fijamente. Este es un jodido desastre y mi Cerecita tenía razón, ¿Qué mierda se supone que haga ahora?
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