Capítulo 24. Christian.
Ana acompaña a Lay hasta la puerta y le da un abrazo fuerte. Puedo ver incluso sus labios moviéndose con frases motivadoras o lo que sea que se haga en estos casos.
— ¿Qué crees que están diciendo? — Pregunta Luke intrigado igual que yo.
— Supongo que dice que la llame si necesita algo, mi mujer es muy noble.
— Por eso nos casamos con ella, — Se ríe Sawyer. — Bien pensado, Christian.
Jodido idiota.
Ana se despide y gira para volver al auto.
— Muévete al asiento trasero.
— ¿Por qué? — Chilla Luke.
— Mi esposa se sienta a mi lado, tu puedes ir atrás.
— ¡Pero ya estoy aquí!
Lo miro con los ojos entrecerrados hasta que él exhala y sale del asiento, abre la puerta trasera y se acomoda en medio de los asientos.
Pongo el auto en marcha cuando Ana está lo suficientemente cerca, pero ella me sorprende tomando la manija de la puerta trasera para abrirla.
— Muévete. — Le ordena a Luke.
— ¿Cerecita?
Luke se coloca detrás de mí asiento y la veo deslizarse en el otro lado, sus ojos azules y sus cejas fruncidas hacia mi amigo.
— Conduce, amor. Voy a tener una pequeña charla con Sawyer mientras vamos de regreso a Seattle, solo para aclarar algunas cositas.
— Mierda. — Decimos al mismo tiempo él y yo.
¿Pequeña charla? ¿Durante una hora y medio? Es su maldito fin.
— ¡No aceptes! ¡Di que no! ¡Christian! — Sawyer se acurruca contra la puerta. — Tu esposa quiere matarme.
No, claro que no. ¿O si?
Le lanzo una mirada de compasión a mi amigo por el espejo retrovisor y hago lo que mi esposa pide, incorporándome de vuelta al tráfico.
— Luke. — Ana le habla con voz suave.
— ¡Déjame bajar! ¡Iré en autobús!
Tira de la manija olvidando que los seguros están puestos y no tiene escapatoria.
— Cállate y escucha, lo diré una sola vez, ¿Está bien?
Su voz es tan calmada y tranquila que no pareciera que discuten. Bueno, no todavía. Pero eso es cuestión de minutos.
— Entiendo que Christian y tú son mejores amigos y acostumbran hacer muchas cosas juntos, pero eso tiene que cambiar. Él ahora tiene una esposa, que soy yo y me quiere en su vida tanto como a ti. — Pareciera que Ana le habla a un niño. — Yo me casé con un solo hombre, que es él. No debes llamarme esposa ni opinar en nuestros asuntos de pareja.
Mierda. Luke permanece contra la puerta, pálido y sin quitar los ojos de Ana como si ella fuera a atacarlo.
— Cuando seas invitado a nuestro departamento y esa es la clave, INVITADO. — Casi la escucho deletrear. —Incluso estaré feliz de verte.
— ¿Pero qué hay de nuestro día de béisbol? Dijiste que me darías un día de la semana.
— Así es, y aún honro ese compromiso si tú accedes a mi petición.
— ¿Tengo alternativa?
— No.
— Mierda, no quiero morir joven y sin haber salido con... — Echo un vistazo al retrovisor para verlo revisar un trozo de papel en su mano. — ...Caroline.
— ¿Quién mierda es Caroline? — Pregunto.
Él guarda de nuevo el papel en el bolsillo de su saco.
— La chica con la que estaba hablando ésta mañana, antes de que me secuestraras. ¡Ay, mierda! ¿Planearon ésto juntos? ¿Decidieron emboscar al pobre Luke?
— No. — Ana gruñe con un ligero tono de fastidio. — Volviendo al punto, ¿Quedó claro o necesito ser más persistente?
— No, estoy bien, estamos bien. — Levanta las manos en un gesto de rendición. — La señora Grey tiene razón, debes dejar de involucrarme en tu vida de casado. ¡Por Dios, Christian! ¡Más confianza, hombre! Lo harás bien.
¿Qué mierda dijo?
— Yo no... — Me interrumpe.
— Ya se lo había dicho, Ana, pero tú sabes cómo es él de obstinado y terco. Su inseguridad lo obliga a buscarme todo el tiempo.
— ¿Ah, si? — La ceja de mi esposa se alza.
Presiono los labios con fuerza, dejando que sea mi esposa quien se hace cargo de la conversación con Luke. Callar parece ser lo más sensato en éste momento.
— ¡Hey, miren! ¡Un restaurante! — Su brazo señala por un costado de mi cabeza. — ¿Quieren comer algo? Yo invito.
Giro un poco para mirar a Ana y ella asiente en acuerdo, por lo que me orillo para entrar al estacionamiento. La estrategia de Luke funcionó.
El lugar parece sencillo y cómodo, con algunas mesas repartidas al frente para mirar por la ventana de cristal grande. Sawyer parece haber entendido el mensaje porque camina un par de metros por detrás de nosotros.
— ¿Aquí está bien? — Señalo la mesa y aparto la silla para Ana.
— Si, me gusta este lugar. — Ella mira alrededor. — Y huele delicioso.
Los enormes señalamientos que prohíben fumar me recuerdan el vicio que trato de eliminar, haciéndome sentir ansioso.
— ¿Por qué no ordenan algo mientras vuelvo? Tengo qué hacer una llamada. — Me excuso.
— ¿Es urgente?
Mierda, ella lo sabe.
— Prefiero hacerlo ahora antes de que lo olvide.
Salgo del local sin darle tiempo a que replique, ubicándome en el lado que queda a su espalda y busco desesperadamente por un cigarrillo en el bolsillo interno de mi traje.
— Jodidas gracias. — Susurro.
Tomo el encendedor y doy una calada lo más rápido que puedo, cuidando de no mirar de forma insistente a mi esposa. Esa chica podría sentir mi mirada en una multitud.
Luke está sentado en el puesto frente a ella cuando un chico se acerca con los menús, demasiado sonriente para mi gusto. Mi amigo vuelve su completa atención a la comida, dejando a mi Cerecita a la jodida merced del puto camarero sonriente.
— ¡Ese jodido chico!
Gruño apretando el cigarro con los labios para que no caiga, sin quitar la vista del imbécil que se apoya en la mesa demasiado cerca de ella y señala algo en el menú.
— Jodido Sawyer. — Buen momento eligió para mantener la puta nariz lejos de nuestros asuntos. — Mira al chico, pedazo de idiota.
Ana levanta su mano mostrando el anillo en su dedo pero eso tampoco aleja al fulano.
Bien, se acabó.
Camino dentro a toda prisa y lo empujo levemente para que me mire.
— ¿Se te perdió algo, chico?
— Señor. — Él se endereza para hablarme. — Le voy a pedir que apague su cigarro en este momento.
Mierda.
— ¡Christian! ¡Dije que se acabó el cigarro para ti! — Chilla Ana.
Busco con la mirada a mi amigo buscando su apoyo, pero solo encoge los hombros.
— Debiste poner más atención a los señalamientos. — Luke apunta a uno de ellos.
Jodido Sawyer.
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