Capítulo 2. Christian.
— ¿Sabes algo de Ethan? — Volteo para mirar a Luke.
— Mmm, no. ¿Por qué?
— Leila estaba mal esta mañana y me pidió hablar con él, al parecer no está tomando bien lo de la rehabilitación.
— Es normal, ¿no? Necesita un tiempo para aceptar que necesita ayuda. — Sawyer dice con tanta seriedad que me sorprende. — Si yo fuera él, estaría agradecido con Dios de no haber recibido ese tiro en las bolas, solo eso ya me hace feliz.
Si, ahí está el idiota.
— ¿Esa es tu preocupación? ¿Tus bolas?
— Pues si, las necesito. — Señala con la cabeza hacia el frente. — ¿Quieres ponerte las tuyas y poner al chico en su lugar?
Mierda.
Ambos miramos a través del vidrio delantero de mi auto hacia la concurrida calle que vigilan mi Cerecita y el puto Abernathy. Ella luce toda profesional mientras él solo está ahí mirándola.
— ¿Cuánto apuestas a que le doy un tiro en el pié desde aquí?
Luke sonríe con malicia.
— ¿Estás pensando en lastimar a alguien, Christian? — Su jodida sonrisa es incluso más grande. — Estamos un poco violentos hoy, ¿No?
— Solo porque creo que lo merece. — Doy otro sorbo a mi café americano. — El jodido chico no ve el anillo en su dedo.
Cada vez que el semáforo está en rojo y Ana retrocede, el jodido rubio encuentra la forma de tocarla y yo estoy a dos segundos de reventar como un puto globo.
— Es el karma, hermano. — Sawyer palmea mi hombro. — ¿Recuerdas la rubia con la que cogías? La alianza en su dedo tampoco te detuvo.
Mierda.
— Será mejor que vaya ahí a hablar con él y... — Tiro de la manija de mi puerta pero Sawyer me detiene.
— ¿Y qué vas a hacer? ¿Solo aparecer ahí y decirle que hemos estado vigilándolos las últimas dos horas en lugar de investigar un robo?
Levanta la carpeta en su regazo con la información para enfatizar su punto y yo quiero golpearle la cabeza.
— ¡Bien! Nos vamos en este instante y hablaré con el condenado chico más tarde, así tenga qué amenazarlo para que deje de tocar a mi mujer.
— ¡Así se habla, Christian! Que el chico entienda que no puede seducir a tu esposa en tus narices. — Asiente. — Siempre puede esperar a que estén en un lugar más privado.
Jodido Sawyer.
— Hermano, cierra la maldita boca ahora o también recibirás un tiro en el pie.
— Estoy bien mientras no te acerques a esta área. — Señala su entrepierna. — Pensándolo bien, tampoco te acerques a mi rostro.
Ignoro los incesantes parloteos de Luke y tomo el rumbo hacia la licorería que fue asaltada en la madrugada, cerca de mi zona.
— Estoy pensando en vender mi departamento. Después de la intromisión de Taylor y lo que le pasó a Ana, sé que no es tan seguro como creía.
— ¿Y a dónde piensas mudarte? ¿A la casa de tu suegra? Ese lugar parece una fortaleza.
Estaciono un momento frente al imponente edificio de cristal en la cuarta avenida y señalo para Luke.
— Quiero un piso aquí.
Sawyer gira confundido para mirar.
— ¿Escala? ¿No es éste un edificio demasiado caro?
— Lo es. Tengo que vender el departamento y el catamarán para conseguir algo por debajo del sexto piso.
— ¿Qué? ¿Por qué el catamarán? — Hace un puchero. — ¡Me gusta mucho navegar en él!
— La mitad del tiempo estás vomitando... — Gruño. — Y ya te lo dije, necesito el dinero.
— ¿Ya le dijiste a la cosita sexy?
— No.
— ¿Puedo estar ahí cuando se lo digas?
— ¡No!
Retomo el tráfico hacia el sur y en unos minutos estamos llegando al lugar. Hablo con el dueño mientras Sawyer revisa las cámaras de seguridad y anota las características del vehículo de los asaltantes.
— El dueño dice que eran un par de adolescentes. — Señalo cuando salimos. — No creo que fueran ladrones profesionales.
— Creo lo mismo, fueron tan tontos como para estacionar delante de la cámara para que pudiéramos obtener la matrícula. Llamaré a Leila para que la revise.
— Bien.
La mención de ella me hace recordar su petición y decido que este sería el mejor momento para esa visita. Apenas subimos al auto, nos llevo hasta su casa.
— ¿Tiempo de una visita social al viejo Ethan?
— Si, baja. Y no digas mierdas inapropiadas, ¿Esta bien?
— ¿Yo? ¿Qué podría decir? Solo tengo curiosidad por saber si aún puede... Ya sabes... Levantar la bandera.
— Carajo, Luke. ¡Quédate en el puto auto!
Bajo y cierro la puerta de golpe para enfatizar mi jodido punto y me dirijo a la entrada. La señora Kavanagh amable como siempre, me permite ir hasta la habitación de Ethan.
— ¿Et?
— Hey. Hola Christian.
— Hola, ¿Cómo estás?
Me detengo al pie de su cama con los brazos cruzados e intento sonreírle.
— He tenido días mejores.
— Lo sé, pero confío en que todo mejorará con el tiempo, Leila ha estado muy preocupada por ti.
Su ceño se frunce ligeramente.
— Lay se preocupa por todo.
— La chica te ama, ¿Puedes culparla?
— No. Pero tiene que dejar de presionarme con eso.
— ¿Con qué?
— Con ir a terapia física. No la necesito ahí mirándome con lástima cuando no lo logre.
— Lo lograrás. — Le aseguro con un gesto de indiferencia. — Eres el más listo de todos, sabes que puedes hacerlo.
— ¿Y si no quiero?
— ¿No quieres caminar? — Mis cejas se alzan por la sorpresa.
— No quiero levantarme de esta cama por ahora.
— Tomate tu tiempo pero no demores mucho. Realmente creo que lo lograrás cuando lo intentes y Leila solo quiere ayudarte.
— Leila espera mucho de mi y no sé si quiero verla decepcionarse. — Encoge los hombros como si no fuera nada. — No sé si yo quiero intentarlo y decepcionarme.
— Te apoyaremos en lo que sea necesario, ¿Está bien? Solo dilo.
— Gracias. — Se pasa la mano por el cabello rubio. — ¿Así que te casaste con la hija de Steele?
— Si.
— Eso fue rápido, ¿No? ¿Ella está embarazada?
— Mierda, no.
— ¿Y cuál es la prisa?
— Soy impaciente. — Sonrío.
— En eso tienes razón, Christian, eres demasiado impulsivo para tu propio bien. Yo todavía pienso que somos muy jóvenes para casarnos.
— Solo considéralo, ¿Está bien? Y no le digas eso a Leila, ella probablemente piensa diferente.
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