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Capítulo 18. Leila.

— ¿Y qué piensas?

Me inclino sobre el cuerpo para volver a revisarlo, aguantando el fuerte olor que sale de él y me causa náuseas.

— Entiendo por qué piensan que es un homicidio. —Señalo la expresión atormentada en el rostro del cadáver. —Pareciera que fue asustado hasta la muerte y luego envenenado o algo así.

— ¿Y no lo fue?

— No lo creo pero pidamos un toxicológico. Huele a algo más, a...

— ¿Muerto? —Jesse se ríe.

— A alcohol, pero no del whisky suave. Yo diría que es alcohol industrial.

— ¿Qué clase de idiota bebería alcohol industrial? —Se rasca la cabeza con el bolígrafo que usa para hacer las anotaciones.

— Uno con una gran adicción al alcohol... O alguien que no sabe lo que está ingiriendo. —Me enderezo para mirar un poco más alrededor sin encontrar botellas o latas que quedaran tiradas después de haberlas bebido. —Los chicos de tu accidente, escuché a tu papá decir que estaban alcoholizados.

— Si, —Asiente. —A ambos les hicieron la prueba y tenían un alto porcentaje de alcohol en la sangre.

— ¿Encontraron las latas o las botellas dentro del auto?

— No. — Su ceño se frunce y sé que está en mi línea de pensamiento. —¿Piensas que están relacionados?

— Si, pero necesitamos las pruebas que lo corroboren. ¿Sabes si les hicieron pruebas en el hospital?

— Seguramente, mi padre es muy estricto en cuanto a seguir el protocolo. ¿Quieres que llame y pregunté?

— Es mejor si vamos directo a la fuente, de cualquier forma a los forenses les tomará un rato hacer la autopsia y darnos los resultados. ¿Trajiste la cámara?

— Si, jefa.

Contengo la respiración cuando veo el estuche de la cámara fotográfica profesional que Ethan solía cargar a todos lados, tratándola con tanto cuidado como si fuera una mascota.

— ¿Leila?

— ¿Ah? —La mano de Jesse se agita frente a mi.

— ¿Estás bien? ¿Quieres que tome las fotografías?

— Si, hazlo. Necesito hacer una llamada.

Me aparto de Jesse y de la escena que investigamos para sacar el móvil del bolsillo, buscando el primer nombre del listado rápido. Presiono el botón y espero en la línea.

— Contesta bebé, vamos. —Cierro los ojos con fuerza esperando escuchar su voz.

El número que usted marco... — La grabación salta avisando que el número ya no se encuentra disponible.

— Mierda.

Busco el siguiente número de contacto, el de la casa de los Kavanagh y espero durante tres timbres.

— ¿Si, diga?

— Señora Kavanagh, soy Leila.

— Oh, Leila cariño, ¿Cómo estás?

— Bien, gracias. Lamento molestarla pero quería saber cómo está Ethan. Intenté llamarlo pero su número no está activo.

— Si, lo sé. —Dice con un tono apenado. —Él está bien, bueno, sigue igual sin salir de la habitación pero Eamon es optimista ahora que Ethan está durmiendo más.

— ¿De verdad?

— Si.

— ¿Cree que yo podría visitarlo?

Suspira, haciendo una pausa demasiado larga.

— No lo creo, cariño. Pidió que no te dejáramos entrar si venías a buscarlo, así que tal vez es mejor que intentemos después.

¿Después cuando?

— Está bien, señora Kavanagh. Gracias por tomar mi llamada, que tenga buen día.

Termino la llamada sin esperar sus lastimosas palabras de despedida. Seguro esto es lo mejor. Ethan aún no quiere verme y no podría mentirle si preguntara si estoy viendo a alguien más.

Guardo el móvil y vuelvo al lugar donde Jesse sigue tomando las fotografías desde cada ángulo posible, incluso fotografía los alrededores para futuras referencias.

— Es suficiente, vamos.

Espero a que guarde la cámara de vuelta en el estuche y le hago una seña para que la guarde en el maletero lejos de mi y de todos los recuerdos que me provoca.

— ¿Vamos a la estación? —Jesse pone el motor en marcha.

— Si.

— Creí que íbamos a esperar el reporte de la autopsia.

— No, eso les tomará por lo menos un par de horas y no quiero esperar en el auto.

Sus cejas rubias se arquean cuando se detiene en un semáforo.

— Podríamos hacer otra cosa.

— ¿Cómo qué? —Gruño de fastidio.

— Como estacionar por aquí y movernos al asiento trasero. —Señala hacia atrás con su pulgar y yo lo miro con incredulidad.

— ¡No vamos a tener sexo en el auto!

— ¿Por qué no? Esta zona está prácticamente desierta, podría estacionar debajo de un árbol y...

— ¡No! —Chillo. —¡Mi jefe sube a este auto! ¡Y no voy a perder mi placa por conducta inmoral!

— ¿Inmoral? —Se ríe. —Bien, podemos ir a tu departamento.

— No, olvídalo. Puedes creer que tener el apellido Abernathy te da privilegios, pero no es así. ¿Quieres hacer que te despidan? Bien, pero no me involucres.

La sonrisa burlona se congela en su rostro y exhala frustrado por mi actitud, pero tiene la gentileza de no decir nada más.

— ¿Sabes qué? Mejor conduce al hospital y obtengamos esos registros para compararlos con los de la morgue.

Bajo del auto patrulla penas estacionamos e ignoro si Jesse viene detrás de mí hasta la estación de enfermería. Después de unas palabras y pedir favores, obtengo los documentos que necesito.

— ¿Ahora a dónde? —Esta vez su tono es frío.

— Ahora si podemos ir a la estación para entregarle esto a Grey e imprimir las fotografías que tomaste.

Mantengo mi mente enfocada lo más que puedo hasta que es la hora de salir y tan pronto como el reloj indica que son las 4 de la tarde, me dirijo a mi nuevo lugar favorito.

Estaciono un poco más atrás para ocultar mi auto y voy hasta el bar de Becca y Brandon por una copa.

— Cariño. —Becca me mira con algo de pena. —¿Tan pronto estás aquí?

— Si, dame dos vasos de whisky.

Sus cejas se elevan en su frente.

— ¿Esperas compañía?

— No, ambos son para mí porque ha sido un día difícil.

— ¿Problemas con tu novio?

— Si. No. Ex novio.

— Ay, no, ¿El rubio guapo?

— Si. Espera, ¿Te hablé de Ethan?

— ¿Así se llama? El chico que ha venido a beber contigo últimamente.

— No, no, ese es Jesse. Él no es mi novio.

— No entiendo. ¿Quién es tu novio?

— Nadie. —Mis hombros caen. —Tengo un ex novio y un amigo con derechos.

Becca ladea la cabeza como si fuera difícil para ella entender mi extraña situación. Cuando se inclina para hablarme, desvía la mirada hacia algo detrás de mí.

— Buenas tardes. —La nueva señora Grey se sienta en el banco a mi lado. —Leila, ¿Podemos hablar?

No.

— Por supuesto.

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