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Día dos

Segundo día, Walter había llegado exactamente a la misma hora del día anterior, esta vez, usando un suéter de un color gris oscuro con una camisa blanca debajo de éste.

Tocó la puerta y tuvo que esperar varios minutos parado afuera de la casa con los libros en mano, escuchando unas voces de allí dentro que decían cosas como "¿Quién será?", "¿Alguien quiere más salsa?" y un que otro chisme. Hasta que la misma señora que había visto salir tan apresuradamente del lugar la última vez le abrió la puerta.

—¡Maravilloso! Pase, por favor—dijo apenas lo miró—.

White, mientras entraba, le daba vueltas al hecho de que siempre que veía a esa señora, parecía apurada o ansiosa por algo; formulándose una pregunta de "¿Por qué?", pero sin llegar a una respuesta concreta debido a que no la conocía a fondo.

La señora lo llevó hasta el comedor frente a las escaleras, donde pudo ver un gran grupo de personas adultas sentadas alrededor de la mesa, tomando café, comiendo pequeñas porciones de postres medianamente elegantes y riendo. Algún que otro curioso le pegó el ojo al profesor, pero no le dirigieron la palabra para nada.

—Jesse está arriba, adelante.

Walt asintió y le sonrió a la mujer antes de subir las escaleras.

Ya arriba, pudo ver un pequeño pasillo con varias puertas completamente cerradas y una entreabierta de donde salía luz y música. Entre toda la bulla, pudo escuchar a la misma mujer decir "Él es el tutor de Jesse". Decidió dirigirse hacia la puerta y pararse frente a ella, tocando tres veces para ver si obtenía señales del chico.

—Sí—respondió Jesse a los suaves y cautivantes golpes en la madera de la puerta, apagando el dispositivo de donde salía la música—.

—Jesse, soy yo—dijo Walter, entrando a la habitación—.

—Ey, "tutor".

Jesse lo miraba con unos preciosos ojos azules mientras yacía recostado en su cama, usando nada más que una holgada camiseta de color verde pálido que cubría su cuerpo desde el pecho hasta un poco más abajo de su entrepierna, en una posición en la que invitaba a Walter a hacerle mil cosas.

—Bien. Arriba, y ponte presentable—mandó Walter, haciendo una pausa—. A estudiar.

Walter avanzó unos pasos y se sentó en la cama de Pinkman, junto a él. Luego abrió un moderno libro de Química, sin dirigirle la más mínima mirada al joven. Éste se levantó y avanzó con sus manos y rodillas, como si imitara a un perro, hacia el mayor; al llegar hasta él, puso una mano en su hombro y la otra en su pierna, miró lo que hacía un rato, fingiendo estar interesado, y después comenzó a mirar sus labios.

—Señor White, ¿de veras tenemos que estudiar?—preguntó Pinkman—

—Si no quieres reprobar, sí.

Jesse le quitó el libro de las manos y lo puso en su mesa de noche, avanzó un poco más de la misma manera en la que lo había hecho antes y se sentó en el regazo de Walter, abrazando su cuerpo con sus flacas piernas delicadas. Lo único que los separaba eran unas cuantas telas finas. El mayor estaba sorprendido y algo extrañado, pero trató de mantenerse tranquilo.

El muchacho comenzó a acariciar la cara de Walt con su mano mientras lo miraba fijamente; su cara estaba rojísima; no podía creer lo que hacía, pero no quería que parara.

—¿Intentas chantajearme con sexo para que te apruebe?

La pregunta retumbó en el corazón y la cabeza de Jesse, y su cara cambió drásticamente.

—¡No! ¿Usted cree que todos los adolescentes hacen eso por... para ser aprobados?

—¿Por qué más lo harían?—preguntó White, con una calma voz grave— ¿Por qué más alguien como tú, un joven fiestero y rebelde que no hace más que distraerse en clases, haría algo como eso, Jesse Pinkman?

Walter White lo miró fijamente, usando sus profundos ojos verdes para esbozar una mirada aún más seria; una mirada deseosa de una respuesta.

—Porque lo amo—afirmó, con algo de miedo al no saber cómo iba a reaccionar su profesor—. Digo, a usted.

White suspiró en un tono incierto.

—Eres un adolescente, no sabes lo que quieres.

—¡Maldición! ¡Tengo diecisiete años!—gritó, mientras su profesor le hacía señas para que bajara la voz— ¡Sé lo que quiero, y sé que lo amo!

Silencio total en el segundo piso de la casa, y también en el primero, cosa que inmovilizó a ambos.

—¿Jesse? ¿Todo bien arriba?—una voz femenina exclamó— Voy a subir.

—¡No es necesario que suba!—gritó el mayor— No pasa nada.

No hubo respuesta, aún se escuchaban sus pasos mientras subía las escaleras.

Pinkman inmediatamente se apartó del regazo de Walter; en el que había un visible bulto en la parte de la entrepierna, bulto que fue cubierto rápida y astutamente por él mismo con el libro que estaba en la mesa de noche; y volvió a sentarse a su lado mientras fingía leer un libro al revés.

Una mujer diferente a la que había visto inicialmente Walter, y un poco más joven, se asomó por la puerta para mirarlos.

—¿Todo bien?—preguntó, sonriendo de una forma que no irradiaba confianza de su parte—

—No, sí, sí. Todo bien—respondió Walt, con una pasiva agresividad—. Y, de hecho, estaba en medio de enseñarle algo; así que, si no le molesta...

Ella continuó con su extraña mirada, pero ésta cambió al Jesse mirarla y darle una tierna mueca.

—Está bien, los dejo—dijo con una sonrisa, mientras se iba lentamente—.

El pasillo volvió a estar vacío. Era un ambiente tétrico, contrastado por la fuerte tensión presente entre ambos hombres que se encontraban en la habitación.

—Que emocionante, ¿no?

Jesse miró a Walter con una sonrisa y éste se volvió a mirarlo, notó, con algo de sorpresa, que estaba agitado y extremadamente feliz, como si acabara de tener sexo; Walter lo miraba fijamente, incrédulo.

—Jesse, ¿en qué pensabas?

Ninguna palabra salió de la boca de Pinkman; aún procesaba la pregunta: "¿En qué pensaba?", ni idea, ¿tenía que pensar en algo? ¿Por qué haría eso?

—Está bien, Jesse, me marcho.

—Si te marchas, tendrás que darle explicaciones a mi mamá—amenazó Jesse de una forma rápida y sin rodeos, lo tenía todo planeado—.

—Es mucho mejor a que me atrapen abusando sexualmente de un estudiante.

La respuesta lo derrotó, ¡eso no estaba en su maldito plan! ¡Se supone que debía quedarse! ¿Qué, no era lo suficientemente encantador?

—¿Podemos, al menos, seguir estudiando? No quiero defraudar a mi familia esta vez—mintió Jesse, en un intento de que se quedara—.

Walter miró sus zapatos. Supuso saber lo que planeaba el chico, pero no estaba completamente seguro.

—No te negaré el estudio.

White, en su interior, tenía ganas de más de lo que había sucedido hace apenas unos minutos, minutos que se sintieron como horas; pero no iba a arriesgar su trabajo, reputación, familia y libertad por un muchacho seductor, era algo extremadamente peligroso. Aún así, Jesse sólo era uno de esos adolescentes que son simplemente irresistibles por alguna razón, "Ya se irá de mi mente" pensaba.

Pobre inocente.

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