XXXIV - Despedida
Al día siguiente.
Ibrahim se levantó de manera robótica, actuaba más por costumbre que por verdadera ganas, sabía que hoy sería un día difícil y que menos que nunca, debía ser fuerte y estar para Reyna tanto o más de cómo ella necesitaba.
Una vez que estuvo listo, les avisó a sus amigos —que se habían levantado igual de temprano— que iría a buscar a Reyna ya que Rocket estaría a las 9:00 am., en la entrada.
Se encaminó hacia el cuarto de ella, totalmente ensimismado. Iba cabizbajo y con las manos en los bolsillos, cuando sintió que alguien le palmeó el hombro y al levantar la mirada, vio a Nicolás.
—Hola.
—Hola —respondió sin muchas ganas.
—¿Vas a buscar a Reyna?
—Si, hoy debe llevar a Yancelis a la casa-hogar —Ibrahim sabía que el chisme había corrido como pólvora.
—¿Y cómo está? —Quiso saber Nicolás, quién no se había atrevido a acercársele por miedo a su reacción.
—Bueno... tan bien como puede estarlo teniendo en cuenta la situación.
—Ya que vas a buscarla, cuando puedas dile que lamento mucho todo esto y que... realmente espero que esta situación cambie —Nicolás tenía la mirada baja; más que triste, se sentía avergonzado, pues él sospechaba algo de la participación de Gabriel en el secuestro, pero nunca dijo nada por no tener la certeza.
—¿No planeas verla otra vez? —Quiso saber Ibrahim.
—Prefiero verla directamente en el salón y esperar un poco a que la herida de todo esto sane. No me siento listo para hablar nuevamente con ella —Nicolás se sinceró con él, pues con toda esta situación ya casi no tenía con quién hablar.
Para bien o para mal, Gabriel lo escuchaba y lo aconsejaba siempre que lo necesitaba; Hernán al menos servía para hacerle creer que lo estaba escuchando; su novia, Vanesa, tenía muchos problemas con la salud de su papá como para acarrearle sus problemas él también.
—Mira, esto lo digo porque no te veo bien, a pesar de todo lo que está pasando, puedes contar conmigo si necesitas hablar o que te ayude en algo, no dudes en pedirlo —Ibrahim no sabía muy bien qué decirle, pero lo cierto es que notaba que no estaba bien y eso le preocupaba. Cuando él estuvo pasando su mal momento por haber terminado con Reyna, Nicolás le tendió la mano.
—¡Gracias! Por ahora solo te pido que estés con Reyna, ella te necesita, no es tan fuerte como aparenta y debe estar muy mal con toda esta situación —dijo mientras sonreía con alivio—. Luego hablaré con ella y veré que tal toma lo que tenga que decirle.
—Entonces nos vemos después —Se despidió y volvió a emprender su marcha hacia la habitación de Reyna.
Al llegar, tocó la puerta y fue Vico quien le abrió, aún a pesar de que ya había pasado más de un mes desde que apareció, las muchachas seguían impresionándose con su presencia casi tanto como el día en que lo vieron de nuevo en aquel hospital.
—Pasa —dijo haciéndose a un lado para que entrara.
—¡Buenos días! —dijo a modo de saludo en general—. Hola princesas —Reyna, que estaba de pie con Yancelis en brazos viendo por la ventana, absorta en sus pensamientos, se volteó enseguida.
—Hola —respondió sin muchas ganas.
—¿Cómo te sientes? —Sabía que era una pregunta estúpida, pero sentía la necesidad de hacerla.
—Tan bien como debería... ya casi es hora y aún no he terminado de arreglar la maleta, ¿quieres ayudarme? —pidió con una leve sonrisa, la verdad es que le dolía guardar todas las cosas de Yancelis sabiendo que no volvería a tenerlas de vuelta.
—Claro —Ibrahim le dio un beso a Yancelis en la mejilla y tomó a Reyna de la mano guiándola hasta la cama de ella, donde estaba la maleta abierta rodeada de ropa y juguetes.
Con algo de dificultad, fueron guardando varias cosas, él notaba como los movimientos de Reyna eran lentos, no quería hacerlo, pero luchaba con todas sus ganas por guardar lo que agarraba. Al principio, intentó ser el único que guardara las cosas hasta que sin darse cuenta, ella se dispuso a hacerlo sin siquiera decir palabra.
Yancelis jugaba con Carmen, que le hacía cosquillas en el estómago mientras Vico movía un peluche y hacía voces como si el oso de felpa hubiese cobrado vida.
—Ico... Ico —dijo Yancelis llevándose las manos a la boca.
—¿Qué? —preguntó Vico sorprendida, pues parecía haber dicho su nombre.
—Es tu nombre. Lo ha dicho varias veces la última semana, igual que el de Carmen, sólo que nunca cuando están ustedes. Se me olvidó comentarles —Se unió Reyna a la conversación, aunque su única intención era cargar a Yancelis.
—Casi parece que no fuera real. Nunca pensamos que diría nuestros nombres —Carmen estaba muy feliz de que Yancelis ya tuviese la capacidad de reconocerla.
—¿Y el nombre de alguno de los muchachos? —preguntó Ibrahim—, estoy seguro de que se volverían locos si eso pasara.
—No, de ellos no, aunque hay veces en las que parece que quisiera llamar a José, pero como que no le sale. —Una leve sonrisa se asomó por sus labios pero se esfumó al soltar la siguiente frase—: Supongo que ahora no llegará a decirlo.
Surgió un silencio incómodo. Ibrahim decidió que era mejor al mal tiempo, darle prisa.
—¡Vamos que ya se nos ha hecho la hora! —Tomó la maleta y salió, seguido de los demás.
Reyna no tardó en colocarse a su lado y él le agarró la mano en señal de apoyo, pero ella la apartó con sutileza y se adelantó, dándole a entender que quería caminar sola.
En la entrada estaban José, Diego, Cristian, Rocket y Samuel, que solo se animaron a sonreír levemente. Ahora que ya estaban todos juntos, se acomodaron como pudieron en el carro, quedando Samuel y Carmen en el asiento del copiloto y los demás en la parte de atrás.
Estuvieron todo el viaje en silencio, era casi una hora de viaje en la que solo se escuchaba a Yancelis jugando con un sonajero y su oso de felpa favorito.
En frente de la casa-hogar, ya estaban Rubén, Vicente y por alguna razón misteriosa, el abogado Bertucci también se encontraba ahí; estos apenas los vieron, se acercaron a saludar. Bertucci optó por un saludo lejano; Rubén quiso saludar como de costumbre, pero sabía que no era el momento ni el lugar, por lo que sólo dijo: "Hola"; y Vicente por su lado, saludó como siempre hacía.
—Ya la directora de la casa-hogar nos está esperando —dijo Bertucci, ya que Rubén le había pedido que él se encargara de decir todo lo que hiciese falta.
Cuando iban a entrar, apareció un tercer carro, del cual se bajó Bennet con una radiante sonrisa, dejando a todos sorprendidos, pues no contaban con su presencia.
—Lamento la demora. Al parecer la dirección que me diste estaba mala Bertucci. Por suerte me encontré con una pareja que me ayudó y aquí estoy.
—Quizá me equivoqué en algo, pero no importa, ya estás aquí —Bertucci sonrió tal cual político, aunque internamente maldecía una y mil veces a Bennet y a esa pareja que le indicó la dirección.
—Cierto, ya no importa. Vamos a pasar entonces —Bennet le dedicó una leve sonrisa a Reyna, esperando transmitirle algo de calma; si él estaba ahí, era para no permitir que esto quedara así.
La directora salió a recibirlos invitándolos a entrar, tan sonriente como siempre.
—Tengo que reconocer que me sorprende que todo esto esté pasando y que las cosas se estén dando así precisamente —dijo con tono de pesar.
—Bueno, no había otra forma en la que se dieran —Reyna se encogió de hombros, no quería escucharla a menos que no dijera algo importante.
—Quiero informarles que acá contamos con un departamento de psicología infantil en el que ella podrá continuar con su seguimiento, así que no deben preocuparse por eso. Esta vez, se le asignó una habitación compartida con dos niñas de la misma edad en el que contarán con dos cuidadoras encargadas de cubrir todas sus necesidades —explicaba la directora con esmero.
—¿Cómo sería el proceso menos traumático para dejarla aquí? —Bertucci apresuró las cosas, pues dentro de unos minutos tenía una reunión con los abogados de Jhonny para finiquitar unos papeles de la asociación de ambas empresas.
—Ella pasa con nuestra psicóloga infantil, que evalúa su comportamiento, actitudes, etc., y le explicará de la forma que crea conveniente que va a quedarse en este sitio. Luego pasa a volver a ver a las personas con las que ha estado para cerrar el ciclo de la despedida. Posiblemente tengan que venir en un par de ocasiones para poder cerrar bien ese ciclo y que sea más sencillo para el niño —explicó la directora.
—Entonces empecemos por dejarla con la psicóloga y que ella inicie su evaluación —insistió Bertucci.
—Si, me parece buena idea, así podemos arreglar entre nosotros, unos detalles que hay que finiquitar —Esta vez, fue Bennet quién habló.
—Pasemos por aquí. Necesito que me la entreguen para yo dejarla personalmente con la psicóloga —La directora extendió sus brazos hacia Reyna, quien le dio un beso en la frente a Yancelis y se la entregó, por suerte permaneció tranquila. Ambas desaparecieron por una puerta al final del pasillo.
—Bueno Rubén, supongo que ahora queda firmar algunos papeles y luego iremos a la reunión —dijo Bertucci en un suspiro.
—¿De qué tienes que hablar Bennet? —preguntó frunciendo el ceño.
—Sobre la re-adopción de la niña —respondió el mencionado, encogiéndose de hombros.
—¿Cómo? ¿Qué te pasa? ¿Planeas volver a pasar por todo eso? —Bertucci lo miraba como si estuviese loco, pues fue él quien se encargó de facilitar la primera adopción, tuvo que moverse rápido ya que era una adopción ilegal. Incluso ahora, tenía mucho que hacer.
—¡Claro! Solo que esta vez, será de manera legal. Después de todo, se llegó a un acuerdo con Reyna —habló como si fuese obvio.
—¿Planea ayudarme a recuperarla? —Reyna no pudo permanecer callada ni reprimir el brillo de esperanza que irradiaban sus ojos.
—¡Por eso estoy aquí! En el juzgado no pude hacer nada porque la jueza tenía pruebas y además sus argumentos eran totalmente válidos, pero podemos empezar de cero con un proceso que vaya de acuerdo a la ley —explicó.
—¿Y será posible? Las condiciones de cuidado serían las mismas y... —Reyna se calló.
—¡No te preocupes! De eso me encargaré yo —Se encogió de hombros restándole importancia, ya sabía como lidiaría con Rubén.
La directora volvió con ellos, e inmediatamente fue abordada por Bennet pidiéndole unos minutos de su tiempo. Hablaron en una oficina distinta, al parecer la que pertenecía a la directora.
Fueron casi cuarenta minutos los que estuvieron ahí, a la espera, muriéndose por saber lo qué pasaba en ambas oficinas, deseando que las puertas dejaran que el ruido se colase entre ellas.
Los primeros en salir fueron Bennet y la directora, ambos muy sonrientes y con unos documentos en las manos.
—¿Y? ¿Qué ha pasado? —preguntó Reyna con desesperación, los nervios la estaban matando.
—Nos hemos puesto de acuerdo, el proceso será llevado a cabo, solo hacen falta tu firma y la de Rubén, tenemos la solicitud de apelación, solicitud de adopción, compromiso a seguir las leyes y ofrecer aptas condiciones para con Yancelis, y otro documento pero que te explicaré en privado —Bennet dudó al mencionar lo último.
—¿Por qué carajo estás haciendo esto? ¿Quieres que se forme un escándalo? —Bertucci se acercó a él y se lo dijo casi en el oído, aunque igual se notaba su demanda en el tono de su voz.
—¡El escándalo ya se formó! ¿Crees que Rubén quedó muy bien al adoptar a esa niña ilegalmente? ¿Piensas que no se habla de él desde el secuestro de ambas? —Bennet comenzaba a perder la paciencia, siquiera Rubén no decía nada pero su colega, lo estaba sacando de sus casillas con esa actitud.
—¿Qué vas a hacer tú Rubén? Deja de escudarte detrás de tu abogado y di lo que harás —Rocket estaba obstinado de la actitud de Rubén; apartado, callado y silencioso, viendo cómo todo pasaba. El aludido se tensó al escuchar su nombre, pero dio un paso al frente y con toda la seguridad que lo caracterizaba, decidió hacer lo que se había propuesto la noche anterior.
—Firmaré el papel que tenga que firmar y llegaré al acuerdo que haga falta llegar.
—Bien, entonces firmen dónde les voy señalando. —Bennet colocó los papeles sobre el escritorio de la recepción, les tendió un bolígrafo a ambos y les indicó dónde debían firmar. Al terminar con el papeleo.
—Quiero decirles que lo que viene no será un proceso fácil, se darán buenas recomendaciones de ambos ya que la niña está en buenas condiciones de salud, pero como comprenderán, nuestra palabra puede ser puesta a duda —habló la directora.
—No se preocupe, no queremos causar más problemas —Una de las puertas se abrió, dejando ver a Yancelis de la mano de quien todos supusieron, era la psicóloga, se veía tranquila.
—¡Buenos días! —Los saludó—. Ya he hablado con ella, mediante dibujos y cuentos le expliqué lo que iba a ocurrir, ahora necesito que ustedes se lo repitan de una manera sutil, ella quiere hablar con su mamá Reyna.
—¿Y qué debo decirle para que sea sutil? —preguntó Reyna, ya que desde su punto de vista, no había forma de que eso fuese posible.
—Necesito que le digas que las cosas van a cambiar, que ustedes van a separarse, que ahora esta va a ser su nueva casa y que esto no quiere decir que no volverán a verse —La psicóloga se puso seria, pues era un tema delicado y no creía que Reyna contara con la madurez suficiente para hacerlo; después de todo —a su ojos—, era otra niña.
—Entiendo. Ya yo le había comentado la idea anoche, pero no expliqué todo eso —reconoció Reyna asintiendo, sabía que esta parte sería difícil, pero contó con lo que ella creía, era tiempo suficiente para prepararse.
—Entonces acompáñame, tú misma la dejarás en su nueva habitación y se la entregarás a una de las cuidadoras; antes de dársela, le dirás todo lo que te indiqué.
—¿Y nosotros? ¿Nos despedimos desde ahorita? —Ibrahim la miró con duda, quería por lo menos darle un beso. No estaba de acuerdo con que Reyna pasara sola.
—Háganlo, pero no utilicen palabras como adiós, extrañar, lo siento o falta, la idea es que ella permanezca serena para la despedida con Reyna, que es la más le costará aceptar —La psicóloga sabía que luego de despedirse de Reyna, ella quedaría triste y posiblemente entraría en un cuadro depresivo.
Poco a poco, cada uno se fue acercando para decirle algo, procuraron que fuesen cosas alegres y darle muchos besos y abrazos, a todos les haría una falta tremenda; y aunque intentaron, fue inevitable que algunas lágrimas se escaparan de sus ojos.
Cuando Reyna la volvió a tener en brazos, siguió a la psicóloga hasta una habitación un poco más grande que en la que ella se encontraba anteriormente, en donde habían dos niñas y dos chicas de más o menos veinticinco años, que mostraron una sonrisa cordial en cuanto las vieron.
—Angeli, Gabriela, ella es Reyna y ella es su hermana Yancelis. Son el caso que la juez designó que se debía revertir, así que no hubo tiempo suficiente de una preparación previa y su proceso de adaptación será más complicado que el resto, les pido que tengan paciencia —explicó la psicóloga.
—No se preocupe, nos encargaremos de que se sienta a gusto —Gabriela fue la primera en acercarse a Yancelis.
—¡Se los agradeceré eternamente! Ella se muestra algo reacia a socializar y a mantener contacto físico con alguien distinto a mí, pero ha ido mejorando en ese aspecto. También hay ocasiones en las que suele tener pesadillas, pero basta con que abrace el peluche de Garfield que tiene entre sus cosas y se queda tranquila —Reyna fue explicando las actitudes y características de Yancelis, cosa de facilitarles el trabajo. La psicóloga se sorprendió con su desenvolvimiento pero lo disimuló muy bien.
—Tomaremos todo eso en cuenta para que ella se sienta más cómoda, no se preocupe —Angeli intentó cargar a Yancelis y por suerte, esta cedió. Con sumo cuidado, la dejó en la que sería su cama a partir de ahora, y se apartó para hacerle espacio a Reyna y que pudiera despedirse.
—Recuerda seguir las mismas indicaciones que les dije a los que se quedaron fuera —Sabía que ella lo tenía presente, pero creía necesario mencionarlo de nuevo. Reyna solo asintió y se acercó hacia Yancelis.
—¡Te quiero mucho! Trabajaré para que esto sea algo temporal. Sé que te adaptarás bien a todo esto y que... quiero que sepas que... pensaré en ti y espero que... no duré más de lo necesario —Reyna tenía un nudo en la garganta que no le permitía hablar. Optó por dejarlo hasta ahí y solo darle un beso en la frente y acunarla en sus brazos.
—Necesitas decirle que volverán a verse —La psicóloga podía ver cuánto le costaba a Reyna, entendía el vínculo que se había creado entre ambas.
—Prometo que volveré, nos veremos de nuevo; por ahora nos separaremos, pero no será definitivo —Se apartó, dejándole junto a ella su sonajero y un caramelo masticable de fresa, cosa de que se distrajera y le diera chance de salir de la habitación, no sin antes decirles un: «Se las encargo», a las cuidadoras.
Reyna y la psicóloga, abandonaron la habitación y se reunieron con los demás, se veían más abatidos que antes. Ibrahim se acercó y abrazó a Reyna, pero ella no le correspondió, simplemente se dejó abrazar.
—¿Cómo te sientes? —preguntó en un susurro.
—Bien. —respondió de manera inaudible, se apartó y volteó a ver a la psicóloga nuevamente—. Ahora, ¿qué más debemos hacer?
—Yo me estaré comunicando contigo para avisar los días en los que se podría cuadrar la próxima cita, lo más seguro es que sea la semana que viene, pero antes de eso, necesito hablar directamente a solas contigo.
—¿Tiene que ver con Yancelis? —preguntó Ibrahim con preocupación.
—En parte, son algunas cosas que hay que ajustar, pequeños detalles. —Aunque intentó restarle importancia, no lo consiguió, igual la mirada en Ibrahim y Reyna, le dejó claro que ambos se alertaron con eso—. La directora tiene sus datos, a penas concrete algunas cosas, les haré saber cómo procederemos. Fue un gusto verlos, les pido calma y paciencia.
Sabiendo que lo mejor era darle fin a esto, estrechó las manos de todos lo ahí presentes como despedida, y se marchó hacia su oficina; ahora con lo que había visto, debía analizar bien esto y sacar varias preguntas cruciales.
—Yancelis se quedó tranquila, agradecemos que le hayan traído todas sus cosas, nos alivian en ese sentido. Seguiremos en contacto y manteniéndolos al tanto de todo —La directora también comenzó con su despedida, pues tenía que atender otros pendientes.
—¡Gracias por todo directora! Disculpe las molestias —Se despidió Reyna y salió rápidamente de ahí.
Se subió en el asiento del copiloto del carro de Rocket y se cruzó de brazos observando la ventana; segundos después, fue interrumpida por Bennet, quien le estaba tocando el vidrio.
—¿Qué quiere?
—Necesito hablar contigo del tema que te dije que sería en privado.
—¿De qué se trata?
—¿Podemos ir a otro sitio? Hay un restaurante muy bueno de camino aquí, perfecto para que hablemos —Bennet sonreía, un poco nervioso al no saber muy bien cómo lidiar con la actitud de Reyna.
—Está bien —Reyna se despidió de los demás, explicando que se iría con Bennet.
Una vez que ambos estuvieron en el carro, se pusieron en marcha y en menos de media hora, llegaron al restaurante en donde pidieron una mesa para dos. Bennet se adelantó a pedir unos quesos con crema de trufas para comer mientras hablaban.
Ya con los aperitivos enfrente, comenzaron a comer y él decidió dar inicio al tema.
—Reyna, la directora del orfanato y yo hablamos y sacamos muchas conclusiones, entre esas hay dos muy importantes y con las que tenemos que trabajar desde ya si se quiere recuperar la custodia de Yancelis.
—¿Cuáles cosas son esas conclusiones? Sea lo que sea, yo estoy dispuesta a hacerlo —dijo sin dudar.
—Me gusta tu determinación, pero deja que te las explique antes —Se removió en su asiento, incómodo—. Bien, primero que nada, Rubén, él es muy inconstante en sus decisiones, ahorita puede comprometerse a asumir esto, pero luego puede cambiar de parecer bien sea por sí mismo o por influencia de terceros, en caso de que eso pase, debemos tener un plan de contingencia —Reyna asintió.
—Eso lo sé y lo entiendo pero, ¿qué cosa podemos hacer? Si eso ocurre, todo el proceso sería en vano.
—Ahí va la segunda cosa que quería decirte. ¿Qué opinas tú de emanciparte?
—¿Qué? ¿Emanciparme? ¡¿Yo?!
—Si, emanciparte. Verás, si Rubén se echa para atrás a último minuto, podremos hacer el cambio de tutor para la solicitud de Yancelis, pero primero necesito saber si estás dispuesta a asumir ese papel.
»Serían grandes cambios para ti, dejarás de ser considerada una menor de edad ante los ojos de la ley, deberás conseguir un trabajo que te permita mantenerte a ti misma y ya que es con el propósito de adoptar a Yancelis, también a ella. Te harán evaluaciones psicológicas e incluso psiquiátricas, para determinar tu madurez y comodidad con ambos hechos. Firmarás un compromiso de manutención.
—Puedo hacer todo eso. Tendría que montarme desde ya con lo del trabajo, sé algunas cosas de uno que otro oficio, de música, en las vacaciones hice un curso de computación y auxiliar contable —Reyna intentó hacer memoria de lo que ha aprendido que pudiese ayudarla a desempeñarse en el ámbito laboral.
—Reyna, no es tan fácil. Es cierto, tienes un curriculum prometedor con esos cursos, podrías desempeñarte en alguno de los oficios que haz aprendido, pero no puedes descuidar tus estudios, vas a tener que equilibrarte y te negaran el empleo por eso mismo, porque tu trabajo será de medio tiempo y con eso, será muy difícil que logres mantener a Yancelis. Además, necesitas una persona de confianza con quién puedas dejarla —Bennet sabía que podía sentirse abrumada.
—Tengo esa persona que dices, eso no es problema. Empezaré a solicitar empleos, de ser necesario podré trabajar doble turno y sacar el bachillerato de noche —Ella no descartaba esa posibilidad, de hecho, la tenía muy en mente.
—¡No! ¡Eso no! No podrás con todo eso. Mira, todo esto es sólo como segunda opción, piénsalo, analízalo con calma y luego hablamos. Por ahora come, yo te llevaré hasta el internado —Bennet le indicó que siguiera comiendo y cambió el tema; no pasó desapercibido que Reyna apenas probó su platillo, pero no dijo nada, optó por dejarlo pasar, suponía como debía sentirse.
Rocket y el resto, una vez que se acomodaron, emprendieron la marcha. Las chicas se quedaron dormidas y los chicos iban sumidos en sus pensamientos, ninguno hizo el más mínimo intento de romper el silencio.
Fue un viaje largo para algunos y rápido para otros, pero eso si, deprimente a niveles increíbles, no era igual si no estaba Yancelis con ellos.
Cuando llegaron al internado, todos se bajaron y se despidieron de Rocket y Samuel. Al entrar a la escuela, cada uno agarró camino hacia sus habitaciones, los chicos llegaron a su cuarto y se tiraron en la cama, agotados.
—Ha sido más difícil de lo que creí —Cristian fue el primero en romper el silencio.
—Tienes razón... soltarla luego de despedirme fue... —Diego suspiró, no encontraba palabras para describir lo que sintió en ese momento.
—Si así fue para nosotros, imagínense cómo fue para Reyna —José se sentía mal, le había agarrado mucho cariño a esa niña y saber que ya no la vería todos los días, que no la cargaría, le afectaba de sobremanera.
Ibrahim había permanecido callado, solo escuchando, analizando y preguntándose de qué habrá querido hablar Bennet con Reyna a solas, qué le dijeron a Reyna mientras se despidió de Yancelis y por qué ella no demostraba ninguna emoción luego de que salieron de ahí.
Las chicas al entrar a su habitación, notaron el vacío. El cuarto no estaba lleno de juguetes, no había dibujos en las paredes, no estaban las cosas de Yancelis regadas en la peinadora, no estaba su cuna, no había nada, solo el recuerdo.
—¿Cómo se sentirá Reyna al volver? —Carmen se sentó en su cama, abrazando su almohada.
—Toda la habitación me recuerda a Yancelis, va a ser un choque muy fuerte para ella cuando vuelva —Vico recogió un zapato que se había quedado de Yancelis, eran unos que les compraron el día en el que ella llegó, pero no le quedaron y optaron porque los usara para jugar.
—Pobrecita —A Carmen se le llenaron los ojos de lágrimas, todo esto era un golpe para todos, pero aún más para su amiga.
—Recuerda pensarlo bien y... no te preocupes, no me rendiré en esto —Esa fue la despedida de Bennet, que dejó a Reyna enfrente de la puerta de entrada y se fue.
Ella entró y caminó por los pasillos lentamente, sentía un gran peso sobre sí, iba arrastrando los pies y sin un rumbo cómo tal. Justo al llegar al pie de las escaleras, vio a Ibrahim esperándola sentado en uno de los escalones.
—Al fin volviste —Se levantó y la abrazó, llevaba rato esperándola.
—¿Me estuviste esperando? —preguntó Reyna.
—Si, no sabía cuando ibas a volver. ¿De qué quería hablar Bennet contigo? —No pudo reprimir su curiosidad, no la veía con ojos llorosos ni nada que le diera algún indicio de algo.
—Hablamos de algo muy importante y... que tengo que tomar en cuenta —No estaba dispuesta a mentirle, le diría la verdad.
—¿Qué cosa?
—Me habló sobre la posibilidad de emanciparme.
—¿Y eso cómo para qué? —preguntó Ibrahim frunciendo el ceño.
—No sabemos si Rubén será capaz de mantener su palabra de apoyar con la adopción de Yancelis y al hacer este proceso por la vía legal, tomando en cuenta lo que ha pasado, querrán que todo esté perfecto; necesitamos tener un plan b, en caso de que las cosas no salgan como lo esperamos —Reyna hablaba con un tono de voz sumamente bajo, sabía que Ibrahim no estaría de acuerdo.
—Pero Reyna, tendrías que trabajar, mantener tú a Yancelis, tomar muchas responsabilidades, no puedes hacer eso —A Ibrahim le parecía absurda, descabellada la idea.
—Esa sería la única forma de que Yancelis vuelva.
—Reyna, emanciparse no es un juego, tú no estás lista para eso, apenas tienes doce años, es mucho peso. —La agarró por los hombros—. Mírame Reyna, emanciparte te traerá muchos problemas.
—¿Y qué hago? ¡No puedo renunciar a Yancelis! Ella me necesita y yo a ella. —Comenzó a elevar el tono de voz—. No me quedaré viendo como después de que mentí para que se quedara a mi lado, me la arrebatan. ¡No estoy dispuesta a perder a alguien más! —Ibrahim quedó helado. En esa última frase, había una gran confesión.
Reyna al caer en cuenta de lo que dijo, desvió la mirada, pero Ibrahim quería que lo mirara, quería ser capaz de leer a través de su mirada lo que pensaba.
—Mírame. ¡Hazlo! ¡Mírame! —Los ojos de Reyna se llenaron de lágrimas que no tardaron en salir de sus ojos—. ¿Qué me escondes? Sé que hay algo que no me dices, algo que te atormenta y no sé definir si ha sido desde siempre o desde... el secuestro —Casi como un acto reflejo, Reyna evadió su mirada.
—No... no sé de qué estás hablando —Intentó terriblemente de sonreír, pero sólo le salió una mueca.
—No tienes que mentirme ni mucho menos disimular —Ibrahim suavizó el tono de su voz y ella poco a poco, comenzó a sollozar, hasta que no aguantó más y se entregó al llanto.
Gruesas lágrimas cargadas de dolor, tristeza, rabia y decepción, resbalaban por sus mejillas, acompañadas de leves temblores y fuertes sollozos que eran capaces de romperle el corazón a cualquiera.
Ibrahim la abrazó, la acunó en su pecho tratando de darle un soporte, no le pediría que se calmara, no le diría que todo estaría bien, no le mentiría de esa manera, solo se quedaría ahí junto a ella.
Era la primera vez que la veía llorar así, y aunque le daba miedo que terminara por quedarse privada, sabía que ese era su desahogo y que realmente lo necesitaba.
Ninguno de los dos sabe con exactitud cuánto estuvieron ahí o cuánto tiempo pasó, lo que si es cierto, es que ya estaba oscureciendo, al parecer habían pasado horas y ellos apenas lo sintieron como minutos.
Él fue el encargado de romper el silencio.
—Ven, te llevaré a tu habitación —Le limpió el rostro, tenía los ojos rojos e hinchados por el llanto, sus labios estaban igual o peor, además de resecos y heridos debido a las constantes mordeduras; le agarró la mano y entrelazó sus dedos, pero cuando dio un par de pasos, Reyna lo detuvo por la manga de la camisa.
—No... no quiero... ir a mi cuarto —No levantó la mirada, no se atrevía. Ibrahim creyó entender el porqué de su negativa, así que solo suspiró y con cuidado, la cargó y la llevó consigo hasta su habitación.
Los chicos al verlos llegar, iban a decir algo, pero él alcanzó a hacerles una señal para que se quedaran callados y siguieran con lo que estaban haciendo.
Con sumo cuidado, depositó a Reyna en su cama, le quitó los zapatos y se acostó junto a ella, quedando unidos frente con frente, la cobijó y le dio un ligero beso en los labios, procurando no lastimarlos aún más.
Ella mantenía la mirada fija en sus ojos, pero no pudo permanecer así mucho tiempo; la debilidad, el sueño y el llanto estaban pasándole factura, sus ojos cansados comenzaron a cerrarse hasta que rápidamente, se sumió en un sueño profundo.
Al sentir que su respiración era totalmente acompasada, se intentó levantar cuidando no hacer algún movimiento brusco, pero en algún momento, ella había cerrado su puño fuertemente sobre su pecho, impidiéndole levantarse como tenía planeado.
—Mejor hablemos mañana, no vayas a despertarla —susurró José apagando la luz—. Déjala descansar, se ve que lo necesita.
—Avísenle a las muchachas.
—Ya Diego les mandó un mensaje. ¡Buenas noches! —Y se acostó.
—¡Buenas noches! —dijo Ibrahim acomodándose levemente y posando su brazo en la cintura de Reyna.
Luego de eso, por alguna razón se sentía ansioso, algo dentro de él le decía que Reyna había derribado parte de ese muro que se sentía entre ambos, pero al mismo tiempo, algo le decía que no estaba listo para escuchar lo que ella tenía por decirle.
Era increíble, pero todo esto se desencadenó por aquella frase que ella había soltado en un momento de desesperación, un instante en el que se dejó llevar por sus emociones.
«¡No estoy dispuesta a perder a alguien más!».
Eso había afirmado ella, y si él lo analizaba cuidadosamente, le daba aún más miedo, Reyna se estaba aferrando a Yancelis, quizá porque ante sus ojos, era el único familiar que le quedaba. También estaba el hecho de que hasta el momento, ella no había contado nada de lo que les pasó mientras estuvieron secuestradas y quizás, sentía que tenía una deuda con Yancelis por esa situación. Y ni hablar de la soledad oculta tras esa frase, se sentía sola y él no sabía que hacer para remediar eso.
Esperaba que mañana ella no se arrepintiera de lo que había dicho y por el contrario, se animara a contarle por completo todo eso que llevaba guardándose y que no hacía más que atormentarla. Él sabía que si eso ocurría, podría ayudarla y sentirse tranquilo al, finalmente, saberlo todo de ella.
Hay que tener en cuenta que cada cosa que se calla, termina siendo una carga. Gran capacidad es la que tiene Reyna de guardar tantas cosas dentro de sí misma y solo cuando es llevada al límite, soltarlas.
¿Y qué decir de Ibrahim? Se requiere mucha paciencia, amor e incluso empatía, para lidiar con todas esas situaciones y aún cuando el deseo es involucrarse a fondo, terminar siempre viéndose limitado por algo más allá de sus manos.
¡Hola tazmanias! Les pido una mega disculpa por la demora pero les tengo noticias: Dos buenas y una mala. Comencemos con la mala para pasar el mal sabor rápido.
Perdí en uno de los concursos en los que estaba participando: «Concurso al límite». La dinámica consistía en que el público votara por mi historia, pero no se consiguieron votos, así que perdimos L.
Por otro lado, como buena noticia les quiero comentar que pasamos a la segunda fase de los «Premios Historias Errantes», con una calificación de 15/20.
Y gracias a eso, obtuve ciertas observaciones y consejos que decidí poner en práctica para la escritura de este capítulo, he ahí el porqué principal de la tardanza y demora. Si se fijan bien, cambié el uso de guiones, la extensión de los párrafos, el uso de las comas, etc.
Quiero notificarles que la historia ya está próxima a su final, posiblemente no se necesiten más de cinco capítulos para que termine, no lo sé, aún tengo que trabajar en la organización de eso, pero ya estoy montada en esa labor.
Como siempre, espero que les haya gustado. Quisiera que por aquí, a través de la página de Facebook: Trilogía "piezas" Reyna_151, o mi Facebook "Reyna Escritora", me dijeran qué les parece este capítulo o si tienen alguna recomendación para mejorarlo, lo apreciaría muchísimo. Además de que quisiera poder interactuar más con ustedes.
Los quiero, nos leemos próximamente. Esta vez, no me comprometo a actualizar los domingos ni la semana que viene, pero si me comprometo a hacerlo apenas tenga un chance, aún me estoy adaptando a ese cambio que hice.
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