XXXI - Nuevas noticias
Reyna estaba en su casa, ya podía caminar sin ningún problema, ya su costilla estaba totalmente bien y los moretones habían desaparecido por completo, cualquiera que la viera, no notaba que algo hubiese pasado.
Había costado, pero finalmente Fournier le dio el alta; claro, luego de cerciorarse de que no había ninguna posibilidad de que pudiera lastimarse en el aspecto físico. Sin embargo, no todo estaba tan bien.
Cuando Reyna despertó, no le gustó encontrarse sola, pues en sus recuerdos, lo último que había escuchado era la voz de Ibrahim, y esperaba tenerlo cerca. Una vez que se levantó, llamó a la enfermera para que la llevara al baño, y cuando regresó a su cama, entró el doctor Fournier.
—¡Buenos días Reyna! ¿Cómo amaneces hoy?
—¡Buenos días! Bien. Dormí bastante y me siento más descansada —respondió sincera.
—¡Que bueno! Hoy iniciarás con tus ejercicios. Una enfermera te traerá el desayuno y cuando termines, vendré a buscarte para llevarte con la fisioterapeuta. Me dijeron que te comiste todo ayer y quiero que hagas lo mismo hoy —Reyna asintió, él solo sonrió y salió de la habitación.
Esperó impaciente a que le trajeran el desayuno y comió de mala gana, ni hambre tenía, pero quería levantarse de esa cama, odiaba estar acostada tanto tiempo.
Al terminar, llamó a la enfermera y entró Fournier junto a Ibrahim.
—¡Buenos días princesa! —Saludó este último.
—¡Buenos días! ¿Qué haces aquí? —Quiso saber, no esperaba que lo dejaran entrar.
—Dejaré que nos acompañe hasta la sala de fisioterapia. Llegamos al acuerdo de que si lo dejaba acompañarnos, él iría a su casa a dormir un poco. Si sigue así, terminará pegado a la silla —aclaró Fournier.
—¿No te has movido de aquí? —preguntó sorprendida.
—No. Tú y Yancelis están aquí, no tengo porqué hacerlo —Ibrahim se encogió de hombros.
— Necesitas descansar —dijo Reyna seria.
—Lo haré una vez que te deje en la sala de fisioterapia —Se acercó a ella y con ayuda del doctor, la pasó a la silla de ruedas y la llevaron con la fisioterapeuta, quien ya los estaba esperando.
—¡Buenos días, los esperaba! Mi nombre es Liz Ramírez, seré tu fisioterapeuta Reyna —Ambas se estrecharon la mano y se sonrieron. Ibrahim y Fournier pasaron a Reyna a una colchoneta y por petición de Liz, las dejaron solas para que ella pudiera concentrarse y hacer sus ejercicios.
Reyna no quería que se fueran, pero entendía que debía cooperar para recuperar la movilidad en sus piernas. Por lo que se dispuso a hacer todo lo que Liz le decía y a poner todo su esfuerzo en realizar los ejercicios, lo mejor que podía, cuidando siempre no afectar su costilla.
Ibrahim, había sido puesto al tanto de su situación y se hizo los exámenes que le indicó el doctor. La verdad es que no era un bulto tan preocupante, pero que si debía ser tratado para evitar que creciera. No había presentado ningún síntoma más allá de algunos leves dolores de cabeza. Sin embargo, todavía debía analizar lo que le había dicho Betancourt, pues requería de una operación; él no sabía qué hacer.
Debía operarse, de eso no cabía duda, su problema era en cómo decírselo a los demás; recién habían salido de ese hospital ahora que Reyna y Yancelis fueron dadas de alta. Creía conveniente esperar a que Yancelis siguiera con sus citas con la psicóloga, consiguiera algún progreso y que él pudiera tocar la cuestión del secuestro con Reyna, pues a pesar de haber pasado tres semanas, no había logrado entrar en el tema como quería; y es que siempre que lo intentó, Reyna le dio una respuesta evasiva.
Algo que si lo mantenía en constante preocupación, era el estado de Yancelis, ya que efectivamente, no hablaba bajo ninguna circunstancia. También demostró que se altera cada vez que Reyna se aleja de ella, se orina al escuchar un ruido fuerte, no deja que nadie más a parte de Reyna, la toque.
Todo esto, explicó la psicóloga, son secuelas que ocasionó la situación que ha vivido, pero que con terapia y ayuda de los familiares, podría solucionarse. Sin embargo, hay otro problema que se ha presentado, la psicóloga exigió hablar con Rubén, pero él no ha hecho acto de presencia desde que ambas aparecieron; se sabe que está en un viaje de negocios por Estambul y que, han intentado ponerse en contacto con él, sin éxito.
Otra cosa que ocupaba su mente, era todo lo que esto había desencadenado en Reyna a nivel mediático. Y es que cuando salieron del hospital, había alrededor de veinte periodistas y camarógrafos queriendo hablar con ella y sacándole infinidad de fotos, al punto de que los flashes los cegaban. Lanzaban cientos de preguntas, todas de lo más indiscretas e imprudentes.
En este momento, mientras pensaba en todo eso, preparaba un té para Reyna, que estaba en su cuarto acostada junto a Yancelis, quien se había dormido a penas llegaron. Rocket y Eustaquia estuvieron ahí hace un rato, pero él se fue ya que debía ir a ver al Titi para entregarle a Diablo, y Eustaquia, debía ir a hacerse un chequeo médico; habían quedado los tres solos, junto a los de la servidumbre, pero Ibrahim les pidió privacidad en la cocina, él se encargaría de prepararle algo a Reyna.
Una vez que terminó el té, puso unas galletas en una bandeja como acompañante y se dispuso a llevárselo a Reyna; la encontró dormida, abrazando a Yancelis. Solo dejó la bandeja en el buró y se puso de cuclillas junto a la cama, con delicadeza tomó las manos de ambas.
—¡Perdónenme! Lamento mucho no haberlas cuidado. —Un nudo se instaló en su garganta—. Si yo hubiese sido más rápido e inteligente, te habría quitado a Gabriel de encima y hubiésemos podido alejarnos de ahí.
»Y tú también, perdóname princesa. Si te hubiese protegido mejor y hubiese corrido más rápido, habríamos podido escondernos y no te hubiesen llevado, no estarías pasando por todo esto. Estás así por mi culpa, ambas están así por mi culpa... No fui capaz de cuidarlas como debí hacerlo.
Era inevitable que las lágrimas salieran de sus ojos, pues aunque no del todo, ya recordaba gran parte de lo que había pasado ese día que se llevaron a Yancelis y no podía evitar sentirse culpable.
Su llanto se vio interrumpido por tres golpes en la puerta.
—¡Adelante! —Se secó las lágrimas y se levantó.
—Disculpe joven, pero tres de sus amigos lo están esperando en la sala, dicen que quedaron con usted en que vendrían hoy —Era una de las empleadas.
—Gracias Rosa, en un momento bajo. —Ibrahim le sonrió y ella volvió a salir. Él besó la frente de Reyna y Yancelis, y bajó. Se encontró a Cristian, José y Diego, quienes lo abrazaron con efusividad—. ¡Hola muchachos! Gracias por venir.
—No íbamos a dejar que hicieras algo así tú solo —dijo Diego con una sonrisa.
—Vamos de una vez, afuera está mi chofer y si queremos que nos rinda el tiempo antes de que Reyna despierte, debemos irnos ahora —Lo apuró José.
—Tienes razón, vamos. ¿Te quedarás tú aquí Cristian? —preguntó Ibrahim.
—Si, vayan ustedes. Yo resuelvo aquí por si Reyna despierta —Todos asintieron, se despidieron y José, Ibrahim y Diego, se montaron en el carro y le indicaron al chofer la dirección, quien dudoso se dispuso a dirigirse hacia allá, pues era ordenes del joven Diego.
Rocket iba con Diablo rumbo a un parque en el que quedó de verse con el Titi. Aunque no lo quisiera admitir, quería saber cómo se encontraba su hermano.
Lo vio sentado en un banco, Diablo inmediatamente corrió hacia él y comenzó a lamerlo con emoción mientras movía su cola. Rocket se acercó y se sentó junto al Titi.
—Se nota que te ha extrañado.
—Nunca ha estado tanto tiempo sin verme y aunque los ha visto, no los conoce lo suficiente —Titi acariciaba al Diablo, que ladraba con emoción.
—Para nunca hacerme caso, esta vez hizo todo lo que le dije, aunque no fue fácil. Cedía más con Olivia... y más de una vez lo encontré lamiéndole la cara a Rose —Rocket se reía con el recuerdo, acordarse de eso, le causaba gracia. Diablo en solo segundos, se ganó el cariño de ella, quien siempre buscaba de jugar con él y montarlo como un pony.
—Es muy juguetón con los bebés —Titi sabía que a pesar de lo que cualquiera podría pensar por su tamaño, Diablo realmente era un amor, sobretodo si era un bebé o un niño.
—Nunca más vuelvas a hacer una locura así —dijo Rocket.
—Era la única opción que tenía. No podíamos darnos el lujo de que Argenis le hiciera algo a alguna de las dos —Titi estaba serio.
—Ella no ha querido tocar el tema con nadie, siempre da una respuesta evasiva o se hace la loca. Yancelis ha iniciado una terapia ya que ha tenido varias secuelas. pero la psicóloga quiere hablar con Rubén y ese tipo no se digna a hacer acto de presencia. Ibrahim apareció ese mismo día con lagunas mentales. —Rocket se lo dijo para ponerlo al tanto, pero a su vez, para tomar un poco de valor y soltar la pregunta que le daba vueltas en la cabeza—. ¿En qué condiciones las encontraste? —Titi tragó para aclarar su garganta y poder hablar.
—Ambas estaban en un sótano. Yancelis estaba en el piso, envuelta en una cobija, inconsciente. Reyna estaba amarrada a una columna, semidesnuda, con los moretones y... el tal Gabriel ese, la estaba besando —Titi se sumió en los recuerdos de ese momento. Rocket se pasó las manos por la cara.
—¿Él la desnudó?
—No lo sé —Titi necesitaba hablar primero con Reyna para contar que fue Argenis quien la desnudó, además, de enterarse de qué fue exactamente lo que le hizo.
—¿Podrías con tus hombres, intentar que Rubén regrese cuanto antes? —Esperaba por lo menos, solucionar esa parte de los problemas que tenían.
—Iré yo mismo a buscarlo, tengo algunos asuntos que arreglar ahí.
—Evita meterte en problemas. Esta vez tuviste suerte que el imbécil ese te atacara a traición de una forma tan débil —Rocket se levantó dispuesto a irse, pero no podía hacerlo sin decir lo que había estado pensando desde que experimentó aquel sentimiento de pérdida al enterarse de que a Reyna le había dado un paro cardíaco—. A ver que día llevas a Diablo por la casa, así juega un poco con Rose, se quedó llorando al saber que ya se iba —Y se fue, no se sentía capaz de escuchar una respuesta.
Titi sonrió como un idiota sin poder evitarlo. Él, Rocket, su hermano, lo estaba invitando a ir a su casa, no de una manera directa, pero lo estaba haciendo. ¿Sería posible que de esta situación que fue tan catastrófica, esa relación que ya había dado por perdida con su familia, pudiera recuperarse?
Ibrahim, José y Diego, llegaron a la comisaría y pidieron hablar con el detective Pablo Arias, quien los recibió en su oficina.
—Cuéntenme, ¿qué puedo hacer por ustedes? Si no me equivoco, son amigos de Reyna.
—¡Así es! No he tenido la oportunidad de hablar con usted. Soy Ibrahim Arango, desaparecí el mismo día que la hermana de Reyna.
—¡¿Qué?! ¿Cuándo apareció? ¿Por qué no había venido anteriormente? —Arias estaba sorprendido; aunque no había desistido en la búsqueda de ese muchacho, no estaba enterado de que había aparecido.
—El mismo día que rescataron a Reyna y a Yancelis, estuve todo este tiempo en el hospital y aproveché que ambas fueron dadas de alta para venir. Estuve inconsciente la mayor parte del mes que Yancelis estuvo secuestrada y para cuando reaccioné, no podía levantarme —Ibrahim esperaba todas esas preguntas.
—¿Y dónde estuvo ese tiempo? ¿Dónde se quedó? —Arias estaba verdaderamente sorprendido, recordaba perfectamente haber acusado a ese joven de participar en el secuestro de Yancelis.
—Un señor me encontró moribundo en la carretera, me llevó a su casa y me cuidó. No pude ponerme en contacto con alguien al despertar porque en ese pueblo no tienen teléfono, y ya que debíamos venir a la ciudad para hacerme unos exámenes, quedamos en que iría a buscar a mi tío, a Rocket o a Reyna —explicó, ahorrándole el trabajo de preguntar.
—Dice que tiene lagunas mentales, ¿no recuerda nada del secuestro? —Ibrahim negó—. ¿Está trabajando en eso? —Asintió—. ¿Y hago bien en suponer que no ha venido a responder mis preguntas?
—¡Así es! Quisiera hablar con los secuestradores, tengo entendido que dos de ellos son personas que conozco.
—Eso no va a poder ser, estamos en proceso de conseguir un juicio y usted es menor de edad, a menos que su representante lo autorice, no puedo siquiera considerar su petición —Arias no entendía por qué quería verlos.
—Su psicólogo se lo ha recomendado, ya que tiene las lagunas mentales, es posible que viéndolos, recuerde algo —Intervino José.
—Me imagino que quieres ver al prefecto y al que estudió con ustedes —Arias pasó a hablarle de tú.
—Si, quiero verlos. Solo necesito dos minutos con ellos, no es mucho lo que tengo que decirles.
—Te llevaré a la sala de visitas, estarán dos policías cerca para evitar cualquier inconveniente. Tendrás dos minutos con cada uno, literal —Arias se levantó seguido de Ibrahim, y le pidió a José y a Diego, que se quedaran ahí ya que, era el único sitio donde no estorbarían.
Arias dejó a Ibrahim en la sala de visitas y fue a buscar a Jhonny; lo sentó frente a Ibrahim y le indicó a dos de sus guardias que entraran a vigilarlos.
—Así que después de todo, quedaste vivo.
—No tuvieron tanta suerte como para matarme. —Ibrahim se encogió de hombros—. Nunca me caíste bien, pero tampoco me imaginé que serías capaz de hacer algo así.
—La vida es una cajita de sorpresas. Todo ese mes que te desapareciste, me encargué de cuidar a Yancelis y de apoyar a Reyna, tanto que cuando Argenis se puso en contacto con ella, me buscó para ayudarla —Jhonny sonrió con ironía—, la pobre estaba tan desesperada que no cayó en cuenta de lo sospechoso que resultaba todo.
—¡Eres una basura! Ella confió en ti y te aprovechaste de eso —Sentía como la rabia crecía en su interior.
—Nada de lo que ha pasado, ha sido por casualidad. —Jhonny no tenía ningún tipo de remordimiento por lo que había hecho—. Si no viniste a decirme nada de importancia, iré a seguir fortaleciendo mi amistad con mi compañero —Se levantó dispuesto a irse.
—Solo quiero que sepas que haremos hasta lo imposible para que te pudras aquí. —Ibrahim hizo mucho énfasis en sus palabras—. Y ten cuidado de que se te caiga el jabón en los baños —Jhonny se rió de una manera escandalosa mientras uno de los guardias lo llevaba de vuelta a su celda.
El otro guardia fue a buscar a Gabriel, quien a penas vio a Ibrahim, quiso lanzársele encima, pero fue detenido a tiempo por quien lo escoltaba.
—¿Qué haces tú aquí? —preguntó forcejeando con el policía.
—Quería verte a la cara y preguntarte directamente, ¿por qué?
—¡Tú sabes perfectamente por qué! Sabes que no te la mereces y que no vas a hacer más que lastimarla —Gabriel lo miraba con rabia.
—¡Yo no fui quién secuestró a su hermana y luego a ella! ¡Estás loco! Tu obsesión llegó muy lejos. ¿Crees que colocándola en manos de su tío, ella iba a estar bien? ¡No seas idiota! —gritó fuera de sí.
—¡Vas a lastimarla! Tarde o temprano, vas a hacerlo —Gabriel volvió a forcejear, esta vez con más ahínco.
—Joven, le pido que salga —dijo el policía, que ya se estaba cansando.
—¡Si, solo una cosa más! Ten por seguro que no la lastimaré, la voy a cuidar y no cometeré el mismo error esta vez. Y suponiendo que salgas algún día de aquí o del psiquiátrico, podrás verlo con tus propios ojos —Ibrahim se dispuso a salir, bajo los gritos e insultos de Gabriel, pero ahora que los había visto a ambos, sentía un pequeño alivio al comprobar por sí mismo que estaban tras las rejas.
Volvió con sus amigos y con el detective, que inmediatamente le dijo:
—Próximamente será llamado a rendir su declaración de los hechos. Es posible que nos pongamos en contacto con su psicólogo para discutir cuánto tiempo podría tomarle dejar de tener las lagunas mentales; además, necesito que me anote la dirección de la casa en la que se estuvo quedando y el nombre del señor que dice usted, lo cuidó —Arias volvió a hablarle de usted mientras le entregaba una libreta en donde Ibrahim anotó los datos solicitados.
—Disculpe detective pero, ¿cuándo será el juicio? Tenemos entendido que uno de ellos sigue en el hospital —Quiso saber Diego.
—¡Es cierto! No tenemos fecha para el juicio, el caso ha sido expuesto al fiscal y él está determinando la fecha —Los puso al tanto, pues era algo para lo que todos debían irse preparando.
—¡Muchas gracias! Nos veremos —Se despidió entregándole la libreta y marchándose junto a sus amigos, quienes lo dejaron en la entrada de la casa de Reyna, diciéndole que fuera por Cristian; estaban seguros de que los padres de Diego, ya habían notado que el chofer y uno de los autos, no estaban.
Ibrahim se despidió de ellos y al entrar a la casa, vio a Cristian sentado en el mueble, parecía nervioso, ni siquiera lo miró cuando entró.
—¿Qué te pasó? ¿Por qué estás así?
—No me dejó acercarme. Subí un momento para verificar que siguieran dormidas, Yancelis estaba en una mala posición y la cargué para acomodarle la almohada, pero en eso Reyna se despertó y me la quitó, comenzó a gritarme y se encerró en su cuarto, no ha querido abrir desde entonces —A Cristian le había desconcertado mucho verla así.
—¿Hace cuánto fue eso?
—Creo que una hora. Ni a las empleadas ha querido abrirles. Te juro que yo no hice nada malo, solo quería acomodarla un poco —aclaró Cristian; la verdad es que haber visto a Reyna gritándole todas esas cosas, lo había hecho sentir muy mal.
—¡No te preocupes, no lo dudo! Discúlpala, dale un tiempo. Está todavía a la defensiva por todo lo que ha pasado, quizás no se fijó bien que eras tú. Hablaré con ella —Ibrahim intentó justificarla y hacer sentir mejor a su amigo, quien solo sonrió, asintió y se despidió, todavía cabizbajo.
Ibrahim subió al cuarto de Reyna y tocó la puerta, no recibió respuesta. Se vio en la obligación de ir por la ama de llaves, quien debía tener una copia que le permitiera abrir la puerta. Ella cedió a abrirla sin consentimiento de Reyna, pero lo hizo ella misma, recibiendo un ataque de almohadas que Reyna lanzaba desde su cama. Él entró y con gran esfuerzo se acercó y la detuvo.
—¿Qué te pasa? ¿Es que ya no quieres que me quede?
—¿Dónde estabas? —preguntó seria.
—Fue a buscar ropa que ponerme estos días, fui con los muchachos y te dejé con Cristian para que él te pusiera al tanto, pero no le diste chance —Ibrahim lo dijo con una leve sonrisa, tratando de que ella se calmara.
—¡No vuelvas a hacer eso! Si ibas a salir, podías despertarme —Reyna intentó soltarse, pero él no la dejó.
—Ven acá tontita, no hacía falta despertarte si no iba a tardar nada —La abrazó, sabiendo que así ella lograría calmarse. Como era de esperarse, ella cedió y terminó por abrazarlo también—. Ven, vamos a comer algo. Preparé unas galletas que les van a encantar —La tomó de la mano y cargó a Yancelis con cierta duda, pensó que Reyna reaccionaría igual que con Cristian, pero ella solo lo siguió.
Bajaron a la cocina donde las empleadas les sirvieron las galletas y un poco de té junto a un vaso de jugo para Yancelis, quien sonreía al soplar el pitillo y ver las burbujas en el jugo.
Pasaron la tarde tranquilos, comiendo, riendo y viendo tv, un día común y corriente antes de que ocurriese todo esto.
Al momento de dormir, Yancelis durmió con ellos, ya que Reyna no quiso que durmiera en la cuna.
Para Ibrahim no podía pasar desapercibida la actitud tan extraña que tenía con Yancelis, se mostraba más posesiva, y es que aparte del incidente de Cristian, anteriormente Rocket intentó acercársele sin recibir ninguna respuesta negativa de parte de Yancelis, pero fue Reyna quién se lo impidió; además de que insistía en saber lo que hacía en el hospital las veinticuatro horas del día, de lo contrario, tomaba una actitud agresiva.
Él suponía que era normal y que con el tiempo cambiaría, solo esperaba no equivocarse. Estaba seguro de que superarían esta mala racha, él las iba a ayudar.
Cuidando no hacer ruido, tomó su celular y le escribió un mensaje a Cristian, que decía:
"Ya hablé con ella, se asustó al verte pero ya todo está arreglado. Diles a los demás que para la semana que viene, regresaremos al liceo".
A lo que recibió:
"No importa, me alegra que ya esté bien. Yo les digo, aunque lo considero muy pronto".
"Es necesario, la psicóloga de Yancelis dice que hay que rodearla de los ambientes que ella ya estaba acostumbrada a ver. Los mantendré al tanto de todo".
Y a su vez, le escribió a Gregorio para que él pusiera al tanto a los de la banda y al mismo Fernando, quien había ido un par de veces al hospital:
"Hola Gregorio, disculpa la hora. Avísales a los muchachos y a Fernando que ya les dieron el alta, estamos en su casa. Necesito que se pongan en contacto con ella la semana que viene, antes no, ya que debe entrar poco a poco en confianza".
Inmediatamente le respondieron:
"¡Hola! Claro, no hay problema. Hablaré con todos y nos pondremos de acuerdo, cuídalas".
Suspiró esperando que en esta semana, Reyna fuera sintiéndose un poco más cómoda con el hecho de quedarse sola y con irse despegando de Yancelis, que fue lo que le había recomendado la psicóloga.
Muy lejos de ahí, estaba Rubén en el penthouse de un hotel cinco estrellas, tomando un vaso de whisky mientras veía la luna por el ventanal.
—¿Qué demonios estás haciendo Rubén? ¿Planeas quedarte aquí todo el tiempo? —cuestionó Vicente, que había viajado con él y se había enterado gracias a la prensa escrita, que Reyna y Yancelis estaban en el hospital.
—¡Déjame en paz! Tengo negocios que atender aquí y eso hago —Rubén estaba fastidiado de Vicente, no había parado de joderle la paciencia.
—Tienes un par de hijas que acaban de pasar por un secuestro y no te han visto la cara durante todo esto. No sabes si están bien, no sabes quiénes eran los secuestradores, no sabes dónde están. ¡No sabes nada!
—¡Están bien! Sé que se están quedando en la casa, para eso tengo gente bien pagada, para que me informe. Sé que Reyna ha terminado sus ejercicios terapéuticos y tiene movilidad en sus piernas. Sé que Yancelis asiste a una psicóloga que la revisa porque no habla y ha mostrado otras conductas preocupantes. Y sé que cuentan con sus amigos y con Rocket, que es como un padre para ella. ¡No me digas que no sé nada cuando sé cada paso que dan! —gritó molesto.
—¿Y de qué te sirve saber todo eso? No has hecho más que darle la espalda a la situación. Tienes que ir y verlas a la cara, abrazarlas, decirles que las amas y que este tiempo ha sido terrible para ti —Vicente había visto como Rubén se ahogaba en el alcohol desde que se enteró que a Yancelis la habían secuestrado.
—¡No digas estupideces! Yo seguiré cerrando mis negocios y cuando termine, iré a verlas. ¡Y no se toca más el tema! —Rubén agarró la botella y se encerró en su habitación. Vicente suspiró con pesadez mientras negaba con la cabeza.
—Ojala pudiera hacerte entrar en razón —conocía a Rubén de toda la vida y sabía que sería difícil. Sin embargo, no dejaría de intentarlo, le insistiría hasta hartarlo esperando que en esta ocasión le hiciera caso, así como hace cinco años atrás, cuando lo convenció de que buscara a Reyna y la reconociera como su hija.
Hola mis tazmanias, hasta aquí el capítulo de hoy. Les quiero comentar que mi computadora colapsó y se me borraron los capítulos de Word y casi muero. Les confieso que estuve a nada de tirar todo a la borda, pero me convencí de no hacerlo.
Me ha costado que el capítulo llegara al punto que quiero, pero lo he conseguido. Espero les guste ya que puse mi mejor empeño para que quedara lo más parecido al que tenía escrito anteriormente.
Calculo que en unos diez capítulos se habrá llegado al final de está parte de la trilogía. Les recuerdo pasarse por la página de Facebook: Trilogía "piezas" Reyna_151, y agregarme en mi perfil: Reyna escritora.
Los quiero, nos leemos, bye.
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