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XXVIII - Reencuentro

El de la foto, es Argenis. Tampoco tendrá banner ya que lo que necesiten saber, él u otros personajes, lo revelarán.

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El Tití había estado buscando a Yancelis y a Ibrahim, pero no tenía rastro de ellos. Buscó en hospitales, clínicas, centros de refugiados, orfanatos, hoteles y posadas, simplemente no lograba dar con alguna pista.

Tenía varios de sus hombres buscándolos en todos los estados del país; había movido sus influencias, incluso las del bajo mundo, pero nada. ¡Se estaba exasperando! Justo en ese momento, tocaron la puerta, él dijo un seco «Adelante», y entró uno de sus hombres de confianza.

—¿Qué noticias me traes?

—No hemos logrado dar con algo de la bebé ni del muchacho, pero... —Dudó si continuar o no, pero Titi le hizo un ademán para que prosiguiera—: Nos han informado que Argenis, el tío de Reyna, ha regresado al país.

—¡¿Qué?! ¡Eso no puede ser! Ese maldito se había ido. —Quizás esto era lo que necesitaba para que todas las piezas, comenzaran a encajar—. ¿Dónde se encuentra ahora?

—¡No sabemos! Lo último que supimos, es que cruzó la frontera con Colombia, entró por el estado Zulia hace un poco más de dos meses —El hombre estaba nervioso, no sabía cuál podía ser la reacción del Titi.

—¡¿Y por qué mierda me vengo enterando ahorita?! Me vas a dar su ubicación. Necesito saber su dirección, qué está haciendo, con quién se junta; quiero saber si sale, si va al baño, si duerme, si come, quiero saberlo. ¡Todo! ¡Esta información la quiero para ayer, así que muévanse! —El Titi se alteró y se puso nervioso. Esperaba equivocarse y que todo esto terminara siendo solo una idea pero como solo pensarlo no lo hacía quedarse tranquilo, decidió ir a casa de Reyna esa noche. Gracias a uno de los hombres que dejó vigilando en la clínica, supo que le habían dado de alta.

Se fue en su camioneta sin dejar que sus hombres lo siguieran, junto a él, estaba Diablo, quien no logró hacer que se bajara. Solo esperaba que todo estuviera bien.



En la casa a las afuera de la ciudad, estaban tomando los dos hombres en la sala. Ya habían hablado con Reyna. El plan consistía en que uno de ellos fuera a la dirección que le darían a Reyna, una vez que tuvieran el dinero, secuestrarla a ella y así poder obtener más dinero por ambas. Claro que había un agregado, pues tenían planes un poco diferentes respecto a Reyna.

Yancelis y el más joven de todos, estaban en el cuarto dormidos, así que aprovechando esa paz. El tío de Reyna, Argenis, llamó a su otro cómplice, quien los ayudó desde un inicio. Luego de tres tonos atendieron.

—¡Ya hablamos con ella! Quedamos en pasarle la dirección y vernos allá mañana en la tarde —dijo Argenis riendo.

—¡Si serás imbécil! La idea era que lo hicieras hoy en la noche. Yo voy para allá en el carro que usaron ese día, vuelve a llamarla y corrige tu error. Dile que tiene que ser hoy, que le mandarás un mensaje cuando el carro que la llevará contigo, la esté esperando afuera —dijo una voz molesta al otro lado de la línea. Argenis colgó.

—¡Este tipo si jode! —Volvió a marcar el número de Reyna y enseguida contestaron—. Hay un cambio de planes, nos veremos hoy.

—¿Dónde? —preguntó Reyna seria.

—Mandaré un carro para que vaya a buscarte hasta tu casa, tú verás la forma de escabullirte. ¡Te montarás sin hacer preguntas!

—¿Y cómo sabré yo que si me darás a mi hermana? —dijo Reyna molesta.

—Cierto... No acordamos eso antes. ¡Escucha bien! Busca algún imbécil o alguien de tu confianza para que vaya al Centro Plaza, ahí va a estar uno de mis colegas con la mocosa, pero para ese momento, tú debes estar con otro de mis colegas montándote en el carro —dijo Argenis pensativo.

—¿Cómo sé que no es una trampa?

—¡Te toca confiar en mí! El carro llega a las 11:30 pm., para esa hora debe estar alguien buscando a la mocosa. Ten mucho cuidado con llamar a la policía porque es tu hermanita la que va a pagar las consecuencias. ¡Te mandaré un mensaje cuando el carro esté afuera! —Argenis colgó.

—¿De verdad le darás a la niña? —dijo el otro hombre sorprendido.

—¡No seas imbécil! ¡Claro que no! Dentro de dos horas la tendremos aquí —Argenis se levantó para avisarle al más joven que Reyna llegaría hoy.



Titi llegaba y el portero al reconocerlo, lo dejó pasar sin ningún problema. Entró a la casa junto con Diablo, y en la sala se encontró a Rocket.

—¿Qué haces aquí? —Rocket se levantó molesto.

—¿Acaso ella no está aquí? —preguntó el Titi serio, no estaba de humor para él.

—Debe estar dormida, comprenderás que la situación es bastante difícil para que vengas a decirle que no tienes noticias de su hermana o de Ibrahim.

—¡Necesito hablar con ella! Tengo que ponerla al tanto de una cosa, pero aprovecharé de hablar contigo también. Argenis regresó al país, tiene dos meses que cruzó la frontera, no sé dónde se encuentra ahorita, pero he pensado que él tiene a Yancelis —explicó el Titi tenso.

—¿Ese desgraciado de nuevo aquí? Pero, ¿por qué se llevaría a la niña? ¿Por qué dejar a Reyna? ¡Todo esto es muy confuso! Jhonny dijo que cuando reaccionó, vio a Reyna en el piso sangrando con una herida de bala y varios golpes, encontró al hombre de la grúa muerto, pero no había nadie más. En vez de dejar a Reyna, se la fuera llevado —dijo Rocket pensativo.

—Sabemos que ese tipo no está bien de la cabeza. Con tal de atormentar a Reyna, pudo haberse llevado a la niña y a Ibrahim.

—No es bueno que ella lo sepa, eso podría alterarla más. Esta tarde se alteró mucho y aunque ella no lo sabe, su estado de salud sigue siendo delicado.

—Titi, ¿qué haces aquí? ¿Viniste solo? —preguntó Olivia entrando a la sala.

— Quería ver a Reyna pero creo que mejor me voy — Respondió dispuesto a irse

—Si quieres puedes quedarte a comer —propuso Rocket, ambos lo vieron sorprendidos—, digo... ya que viniste hasta acá.

—Está... bien —Titi se sorprendió, no se esperaba esa invitación de su parte.

—¡Vengan al comedor! Pondré otro plato en la mesa —Olivia regresó a la cocina con una sonrisa, ambos la siguieron. Titi volteó buscando a Diablo con la mirada, lo vio subiendo las escaleras y no lo detuvo, sabía que iba al cuarto de Reyna.



Reyna caminaba de un lado a otro, pensando a quien decirle que no se fuera a oponer. Escuchó como rasgaban la puerta y decidió abrir, el Diablo le saltó encima tumbándola al piso y haciéndola reír al lamerle la cara.

—¿Qué haces aquí? Si viniste, quiere decir que el Titi está aquí. ¡Maldición! —Se levantó como pudo y se asomó por la ventana, el único carro diferente, era la camioneta del Titi, pero no había hombres en la entrada, al parecer había ido solo.

Cuando se sentó en la cama, alguien entró a su cuarto.

—¡Hola! Disculpa que entre así pero... supuse que estabas dormida y no quise despertarte.

—¡Tranquilo Jhonny! De hecho, que bueno que viniste porque necesito pedirte un favor. —Reyna se le acercó, pero Diablo se atravesó y empezó a gruñir viendo a Jhonny—. Diablo, quédate tranquilo. ¡Déjame pasar! —Lo hizo a un lado, pero él volvió a impedirle el paso.

—Parece que no le caigo bien —dijo Jhonny con cierta gracia.

—No sé qué le pasa, no suele portarse así. —Reyna rodeó al Diablo y se acercó a Jhonny finalmente—. ¡Ya sé quién tiene a mi hermana!

—¡¿Cómo?! ¿Cómo que ya sabes? —preguntó Jhonny sorprendido.

—Hoy me llamaron para pedirme el rescate, fue mi tío el que lo hizo. Necesito a alguien que vaya a buscar a Yancelis al... —Reyna no pudo terminar.

—¿Cómo es que tu tío va a tener a tu hermana? Eso signif... —dijo Jhonny impresionado.

—Es una historia muy larga Jhonny, pero es él. ¡Es él quién la tiene! Estoy segura que él era el tipo del arma. Quedamos en que iba a entregar a Yancelis en el Centro Plaza. ¡Necesito que estés allá a las 11:30 pm., y para eso debes irte ahorita!

—Pero no entiendo. ¿A cambio de qué, entregará a tu hermana?

—Mientras tú vas a buscar a la niña, vendrá uno de ellos a buscar el dinero. Yo tendré el teléfono encima, por eso te pido que apenas tengas a Yancelis, me avises —Reyna sacó un portafolio donde había guardado el dinero que pedía su tío. Eran los ahorros de toda su vida, más un poco que tomó de la caja fuerte de Rubén.

—¿Y si crees que funcione?

—¡Espero que si! Ahora por favor, vete o se va a hacer tarde

—¡Está bien bella! Pero por favor, cuídate mucho —Jhonny le besó la frente y se fue.

Reyna suspiró, no confiaba en su tío y estaba segura de que todo era una trampa, pero le tocaba correr el riesgo; sin embargo, no iba a dejar que todo fuera en vano. Supo que eso era lo mejor que podía hacer, y fuera una trampa o no, no saldría todo como su tío lo planeaba.


30 minutos después.

Reyna recibía un mensaje:

"Te están esperando a dos casas de la tuya, mueve ese culo".

—¡Muy bien! Llegó el momento. —Abrió cuidadosamente la puerta de su habitación y al no ver a nadie en el pasillo, salió seguida de Diablo. Una vez afuera de la casa, puso el portafolio en el suelo, se arrodilló frente al perro—. ¡Cuento contigo Diablo! 1, 2 y 3 —Lo abrazó esperando que todo saliera bien.

Salió de su casa sin problema, le llamó la atención no ver al portero en la entrada y notar que había dejado el portón abierto, pero ahorita solo podía pensar que se le habían facilitado las cosas. Vio el mismo Honda Civic 2010 de la otra vez y se dirigió hacia allá, dio dos golpes en la puerta trasera y entró en el asiento del copiloto, pero vio a quien menos se esperó.

—Pero que... ¿qué haces... aquí? Se supone que... —No pudo terminar.

—¡Lo siento Reyna! —Jhonny le apuntó con un arma a la sien—. Obviamente no te lo esperabas. ¡Pon el portafolio en los asientos traseros! —Reyna lo hizo—. Extiéndeme tus pies y luego tus manos —dijo Jhonny serio, Reyna hizo lo que le dijo.

—¿Por qué? ¿Por qué te volviste parte de todo esto? ¿Tú sabes dónde está Yancelis? Sabías desde un principio que ese mal nacido la tenía y aun así, ¿no dijiste nada? ¿Tienes idea de lo que él es capaz de hacer? —Reyna empezaba a perder el control.

—¡Tranquilízate! ¡Ella está bien! Ha tenido un poco de fiebre estos días, nada grave. Uno de mis compañeros la cuida muy bien y... estoy seguro de que te impresionarás aún más cuando lo veas a él —Jhonny terminó de amarrarle los pies y siguió con las manos.

—¿Por qué estás haciendo esto? ¿Desde cuándo lo tenían planeado?

—¡Desde que te conocí! ¡Nada ha sido por casualidad! Al principio solo éramos tu tío y yo, pero luego unimos a dos más al plan. ¿Cómo crees que sabía el lugar exacto dónde estarías? ¿Cómo crees que se enteró de que te habían dado de alta? Toda esa información se la di yo —explicó Jhonny.

—¿De dónde lo conoces? ¿Cuál es tu relación con él? —Reyna estaba confundida.

—Lo conocí de pequeño. Él le vendía droga a mi papá, yo lo admiraba, lo veía con dinero, sin preocupaciones y dándose la buena vida. Hace casi siete meses me enteré de que había huido del país y lo busqué, sabía que estaba realizando algunos trámites de un terreno en Colombia. Cuando lo encontré, me contó lo que pasó con tu abuela, se culpaba y lloraba. Al mes me dijo que quería verte de nuevo y se le ocurrió la idea, de que yo entrara como prefecto a tu escuela, me ganara tu confianza y el día menos esperado, te secuestrara.

—¿Y por qué involucrar a terceros? Si el plan era conmigo, ¿por qué se llevaron a Yancelis?

—¡Los imbéciles esos no fueron cuidadosos! ¡No debían tocarlas a ninguna de las dos! Cuando vieron a Ibrahim huyendo, se desesperaron y el mismo que te dio la patada, te disparó. Luego de eso, cuando ya estabas inconsciente, te golpeó varias veces y por eso tu costilla se fracturó. Les dije que no podíamos llevarte así, ellos fueron por la bebé sabiendo que así, al ponernos en contacto contigo, tendrías que ceder —Jhonny sacó una venda para ponérsela en los ojos. Luego pasó a revisarle los bolsillos para sacar el teléfono que ella había guardado y arrojarlo por la ventana.

—¿Y con Ibrahim? ¿Qué hicieron con él? —Reyna no pudo disimular el miedo en su voz. ¡No recibió respuesta! En lugar de eso, sintió como Jhonny la amarraba al asiento del auto—. ¡Respóndeme! —exigió.

—¡Quédate quieta! No te he vuelto a apuntar con el arma y no quiero tener que golpearte —dijo Jhonny serio. Reyna esperó a que él terminara de amarrarla, necesitaba calmarse. Sintió como Jhonny se separó y arrancaron. Esperaba que su plan no saliera mal, porque de lo contrario, no sabría qué más hacer.


25 minutos después

En todo momento reinó el silencio, ninguno de los dos decía nada. Jhonny la miraba, notándola nerviosa y tensa, era de esperarse. Fue él quien habló:

—¡Ya casi llegamos! Solo como recomendación, no le contestes a tu tío, está en sus días últimamente.

—¡Siempre! —respondió seria. Jhonny suspiró, estacionó el carro y se bajó. Reyna escuchó que hablaba con alguien y luego se abría la puerta, alguien la desató, la agarró del brazo y la sacó de ahí. La guiaron por un camino, en el cual ella pisaba muchas hojas y ramas.

Entraron a una casa y le quitaron la venda de los ojos, el lugar estaba en muy malas condiciones, olía a humedad y a marihuana. Jhonny era quien la llevaba. La metió a un cuarto pequeño, con una cama, un closet y una silla, la sentó ahí y la amarró cuidando de no apretarla mucho, sabía que su costilla no se había curado del todo.

—¿Dónde está mi hermana?

—Mi compañero la sacó un momento. ¡Tu tío se puso a fumar marihuana y el olor es muy fuerte para ella! —dijo Jhonny serio.

—Pero es muy tarde. ¡Se va a resfriar! —Se alarmó Reyna.

—¡No te preocupes! Me encargué de comprarle ropa de todo tipo, tiene una chaqueta bastante abrigadora. —Jhonny le dedicó una sonrisa leve. Reyna suspiró resignada, sentía que no podía conservarse tranquila, sabía que en lo que viera a su tío, esa calma fingida se iría a la mierda—. Por cierto, ella duerme aquí las noches que tu tío está fuera de la casa. Si te das cuenta, intenté que estuviera lo más cómoda posible —Creía que debía decírselo para que por lo menos se sintiera un poco calmada, suponía que esperaba encontrarla en muy mal estado.

—¡Gracias! —susurró Reyna, pues vio toda la ropa que estaba en el closet, junto con los potes de leche, los teteros e incluso un oso de peluche; eso la hizo pensar que al menos tanto trabajo, Yancelis no había pasado.

—No entiendo como estando en esta situación por mi culpa, me agradeces —Jhonny negaba con la cabeza, incrédulo. En ese momento, abrieron la puerta de golpe dejando ver a Argenis, quien la miró y sonrió con picardía.

—¡Pero miren a quién tenemos aquí! ¿Cómo se siente la princesita? —Estaba borracho.

—¡No se supone que te emborracharas antes de que la trajera! —reprochó Jhonny frunciendo el ceño.

—¡Tú cállate y déjanos solos! —Jhonny se levantó y miró a Reyna, ella tenía la mirada fija en su tío.

—¡No vayas a hacerle nada! —advirtió serio. Salió de la habitación, dejando la puerta entreabierta.

—Parece que estos meses te han sentado bien —Argenis se sentó en la cama.

—No puedo decir lo mismo.

—¡Vaya! ¿Ya no me tienes miedo? ¡Eso es decepcionante! Dime, ¿qué tal te fue estando sin tu hermanita? Que por cierto, es insoportable. ¡Más de una vez quise callarla a mi manera! —se burló Argenis.

—¡No te atrevas a tocarla! Con ella no vas a hacer lo mismo que hiciste conmigo. ¡Ella si tiene quién de la cara! —aseguró con fiereza.

—Me sorprende que la defiendas, cuando hasta hace unos meses no podías ni defenderte tú misma. —Por una milésima de segundo, Reyna desvió la mirada, y fue suficiente para que Argenis se diera cuenta de que si le tenía miedo, quizá no como antes, pero él ya se encargaría de que eso cambiara. Se acercó a ella—. ¡Debiste haber desarrollado ese instinto maternal que les sale a las mujeres con cualquier mocoso! Cuéntame, ese muchacho con el que estabas, ¿cuánto tienes con él? Si mal no recuerdo, en tu presentación, dijiste que tu novio era otro —Sacó un cigarrillo y lo encendió.

—¡Eso no te importa! Mejor dime, ¿qué hicieron con él? ¿Dónde está? —Levantó un poco la voz.

—¡A mí no me vas a hablar así! —Argenis la abofeteó. Reyna sabía que la golpearía y trató de voltear la cara para el lado que creyó que lo haría, así el golpe no le atinó como Argenis quería—. ¡Eres una maldita zorrita! ¡Estás muy equivocada si crees que me vas a hablar como se te de la gana! Recuerda la situación en la que te encuentras —Se acercó a su rostro y le arrojó el humo.

Entró el más joven con Yancelis en brazos y quedó impactado al ver a Reyna ahí, pero no se compara a la reacción que tuvo Reyna al verlo de pie, con su hermana en brazos, siendo parte de todo esto.

—¡¿Gabriel?! Gabriel que... ¿qué haces aquí? ¡¿Tú eres parte de todo esto?! —Se esperó de todo menos eso. Argenis disfrutaba ver la confusión en el rostro de Reyna, era toda una obra de arte para él.

—Reyna yo... te lo puedo explicar —Gabriel dejó a Yancelis en la cama e iba a acercarse, pero un grito de ella lo paralizó en su lugar.

—¡No! ¡No te me acerques! ¡Eres un maldito! ¿Cómo pudiste hacerme esto? ¡Tú fuiste quién me amenazó con el puñal —El poco control que había mantenido al ver a Argenis, lo estaba perdiendo.

—Reyna no fue... no fue así... yo... —Gabriel no sabía ni qué decir.

—Gabriel, ve a hablar con Carlos, él te dirá lo próximo que haremos —ordenó Argenis, pero cuando vio que Gabriel iba a cargar a Yancelis, se interpuso—. ¡Déjala! ¡Ella se quedará! Debemos tener una conversación en familia —Le dedicó una sonrisa a Reyna.

—¡No! Ella se va conmigo —afirmó Gabriel serio.

—¡Ya te dije que se queda conmigo! ¡Ve a hacer lo que te dije!

—Deja que me la lleve, no vas a hacer nada teniéndola aquí. Además, le puede subir la fiebre

—¡Lárgate! Yo te avisaré cuando debas venir —Argenis lo miraba amenazadoramente, perdiendo la paciencia. Gabriel sabía que era mejor irse, pues si lo molestaba más, podría dañar a Yancelis. Vio a Reyna con preocupación, pero esta no le dirigía la mirada, solo podía concentrarse en Yancelis; sin más que decir, se fue.

Argenis se acercó a cerrar con seguro la puerta, mientras Yancelis bajaba de la cama y se acercaba a Reyna con una sonrisa, y lágrimas en sus ojitos.

—Mamá. Mami nena. Mamá —Tenía una sonrisa en su rostro, intentaba subirse en sus piernas. Reyna iba a responderle, pero Argenis la cargó.

—¿Por qué no dejaste que Gabriel se la llevara? ¿Qué quieres hacer?

— Quiero tener una conversación con mis dos sobrinas. ¿Hay algún problema con eso?

—¡Por favor! No digas tonterías. Dime, ¿qué es exactamente lo que quieres lograr con todo esto?

—¡Quiero demostrarle a tu papá que no siempre se saldrá con la suya! ¡Quiero dejarte muy en claro que mientras me seas útil, debes entender cuál es tu lugar! ¡Y quiero que veas que de mí no te librarás tan fácilmente! —Las palabras de Argenis estaban cargadas de rabia—. ¡Para eso vamos a celebrar! Juntos, en familia —Acomodó a Yancelis en sus piernas—. Si te das cuenta, no soy tan malo. Te di chance de verla, escuchar como te decía mamá. ¡Resultaste hasta buena madre! Sacrificándote por ella —Pasó una pequeña navaja por los brazos de la niña, sin llegar a lastimarla.

—¡No te atrevas a tocarla Argenis! No le hagas daño. Mátame a mí si quieres, pero a ella no la toques —Reyna se removió, no podía evitar actuar instintivamente, se le hacía imposible pensar y no reaccionar como él quería.

—No dudes que lo haré, pero a su debido tiempo.

—No la toques desgraciado. ¡Deja a mi hermana en paz!

—¿Qué te pasa Reyna? ¿Se te revolvieron los sentimientos o qué? —Hizo un ligero corte en el brazo a Yancelis, quien se quejó. Reyna estaba alterándose, no soportaba ver eso. Argenis se burló y le hizo tres cortes más, hasta que Yancelis le mordió el brazo—. ¡Maldita! Desgraciada mocosa. Me mordiste. —La empujó, haciendo que cayera al suelo. Por suerte, logró sujetarse de la cama y no se golpeó tan fuerte; corrió a esconderse detrás de Reyna—. ¡Ya vas a ver maldita! —Argenis se levantó, dispuesto a pegarle.

—¡Déjala a ella! Ven, atrévete conmigo, ¿o qué? ¿A mí me tienes miedo? —Lo retó Reyna, sabiendo que así lograría que su atención, se desviara hacia ella.

—¡Cállate!

—¡No me callo! Te quiero contar todo lo que te puede hacer el Titi.

—¿El Titi me va a hacer algo a mí? —Se burló.

—¡Si! Así como lo hace con todos los que le deben. Tú lo sabes, y por eso le tienes miedo, por eso huiste. ¡Cobarde!

—¡Ese no tiene los riñones para matarme! No puede hacer nada, estás en mis manos.

—¡Pero dejaré de estarlo! Y estoy segura de que con lo que estás haciendo, te tendrá preparada una muerte especial. ¡Muy especial! —Reyna sonreía de una manera macabra. Sintió como Yancelis se agarraba de su blusa, y supo que debía censurar un poco lo que decía.

—No me asustas con eso; pero ya que te gustan las muertes feas, te voy a contar una que de seguro te va a encantar —Le dio otra bofetada.

—¡Así! ¡Pégame! Asqueroso, poco hombre, solo sabes pegarles a las mujeres. ¡Pégame! —Reyna lo miraba con asco.

—¡Te voy a repetir la historia, te la voy a repetir completa! Te vas a ver a ti en esa mocosa. Va a llorar lo mismo que tú, va a gritar igual que tú, me va a temer aún más, y así, así vas a entender que no puedes tener nada bueno en esta vida porque todo lo destruyes —Argenis agarró a Yancelis por el brazo y la apartó.

—¡Déjala! Haz lo que quieras conmigo, pero déjala a ella. Por favor, déjala, por lo que más quieras en este mundo, deja que ella se vaya —pidió con lágrimas en los ojos.

—¡Suplícame! ¡Me encanta! ¿Sabes por qué estás aquí? Porque quiero que veas lo que le voy a hacer a tu hermana, y quiero que la niñita, vea lo que te voy a hacer a ti —Una sonrisa sádica adornaba su rostro, mientras sacaba a Yancelis de la habitación y la bajaba al sótano. Un sitio con solo un bombillo al pie de las escaleras, que brindaba muy poca iluminación, un olor a encerrado y un montón de cosas inservibles en el suelo.

Arrojó a Yancelis en una esquina y fue a por Reyna. La desató y la sacó a la fuerza, ella forcejeaba con él pero era en vano. Vio que sus compañeros habían entrado a la casa debido al escándalo, por lo que con suma seriedad les dijo:

—¡No se atrevan a molestarme! —Llevó a Reyna al sótano y la amarró a una columna que había en medio del lugar. Yancelis seguía en el mismo lugar, así que él solo se acercó mientras se quitaba el cinturón.

—¡Déjala! Ven, ven y pégame a mí. ¡Ella no tiene nada que ver! Tu problema es conmigo —Reyna lloraba con desesperación. Argenis levantó el cinturón y lo dejó caer con fuerza sobre las piernas de Yancelis, que lloraba e intentaba cubrirlas con sus brazos. Reyna seguía gritando, intentando que parara.

Él volvió a hacerlo una vez más y Yancelis, en un intento desesperado porque parase, escondió su cabeza en sus piernas y le dio la espalda, él se detuvo al ver ese acto tan inocente y a su vez, infantil; sonrío con malicia y le dio dos golpes en la espalda, uno de esos logró que sangrara. Yancelis quedó inconsciente, temblando y abrazándose en el piso.

—Definitivamente no es tu hermana. ¡Tú tenías más aguante! —dijo Argenis, viendo a Yancelis con sorna.

—¡Eres un maldito! ¡Esto lo vas a pagar muy caro! —Soltó Reyna con rabia, se removía, pero no lograba siquiera aflojar la cuerda.

—No te preocupes que tú también tendrás tu parte —Argenis se sentó en una vieja silla.

—Yancelis, Yancelis levántate. ¡Despierta! —Reyna la llamaba intentando que reaccionara, pero la pobre estaba muy lastimada.

—Te contaré la historia. Ese día después de que te fueras, seguí tomando tranquilo en la sala, pero mi mamá empezó a joderme la paciencia así que la encerré en el cuarto. Al rato me pidió que le abriera, que debía tomar su pastilla para el corazón; yo se la di pero, me di cuenta de que si se dormía era mejor.

»La forcé a tomarse tres pastillas para dormir, se las tomó llorando, eso solo me hizo arrecharme más todavía y la cacheteé. Salí del cuarto y a los minutos, la veo tirada en la cama, le salía espuma de la boca y temblaba, le faltaba el aire. No supe qué hacer, no quería verla así, no quería que sufriera, así que agarré una almohada y se la puse en la cara hasta que dejó de pelear —Una lágrima traicionera, resbaló por su mejilla.

—Entonces ella... ella no murió de una intoxicación... murió por asfixia. Murió por tu culpa. ¡¡Maldito asesino!! ¡¡Tú la mataste!! —gritó Reyna, llorando de frustración.

—¡Ella murió por tu culpa! Nunca debiste haberte ido, nunca debiste dejarla sola. Te llenas la boca diciendo que la querías, que era como tu madre, pero cuando ella estaba muriendo, ¿Dónde estabas? ¿Qué hiciste por ella? ¡Nada! Solo le trajiste problemas, como a todos los que te conocen.

»Bastó que tu madre te tuviera, para que la mataras; bastó que mi mamá se encargara de ti, para que acabaras con ella; bastó que ese niñito, el tal Tomás, intentara protegerte para que lo mandaras a la tumba; bastó que tu noviecito se fijara en ti, para que esté quién sabe dónde. Y mira, mira a esa niña, bastó que la tuvieras a tu lado para que esté pasando por todo esto. ¿No te das cuenta de que todo lo que tocas, lo destrozas? —Esta vez, le pegó con el puño en el rostro. A Reyna le salía sangre del labio, pero eso no impidió que se volteara y le escupiera la cara—. ¡Maldita! No debiste haber hecho eso.

—¡Desgraciado, maldito! Nunca terminarás de arrepentirte de todo lo que estás haciendo. ¡Rata inmunda! —dijo Reyna viéndolo con sorna. Argenis la abofeteó—. ¿Y sabes qué? ¡No me cayo! Poco hombre. Escoria. Cobarde.

—¡Que te calles! —Le dio otro golpe, esta vez en la sien.

—¡Anda, pégame! Solo te puedes enfrentar a mi cuando tienes la ventaja. Pégame, pégame ahora que puedes. ¡Pégame!

—¡¡Suficiente!! —dijo cerrando el puño y dándole en el estómago. Ella se encogió como pudo, ese golpe si le había dolido, lo resintió en toda la costilla; sin embargo, tomó valor y siguió.

—¿Suficiente? ¡Imposible! No existen en este mundo suficientes insultos para ti asesino, ni para ti, ni para los otros imbéciles que están contigo. Desgraciados, malditos, mal nacidos, se pudrirán todos en el infierno. —Reyna no quería guardarse nada—. ¡Te maldigo una y mil veces! Morirás como viviste poco hombre. Mírame, mírame porque me aseguraré de ser lo último que verás sobre esta tierra —Ambos mantenían la mirada fija sobre el otro.

—¡Me sabe a mierda todo lo que me digas! Yo te voy a demostrar quién manda aquí, te voy a demostrar lo que es un hombre de verdad. ¡Un hombre! —Argenis agarró su cinturón nuevamente y lo azotó contra Reyna; una y otra y otra y otra y otra vez. Ella estaba conteniéndose de gritar y él con mucho gusto, le sacaría los gritos a como dé lugar.

Agarró una tabla pequeña que había en el piso, ya podrida, y la estrelló en las piernas de Reyna con tanta fuerza, que la tabla se rompió. Ella no pudo contenerse ante eso y gritó, pero se mordió el labio sacándose más sangre para evitar alargar el grito, las piernas le temblaban y de no ser por el agarre firme del amarre, habría caído al piso. La ropa de Reyna tenía ciertas rasgaduras que hicieron que Argenis se detuviera y se le quedara viendo.

Reyna respiraba agitadamente, le dolía cada golpe que había recibido, y sentía de nuevo el dolor en su costilla, pero dejó de concentrarse en eso cuando vio la mirada de Argenis, esa mirada cargada de deseo y lujuria.

—¿Qué me ves imbécil? ¡¿Qué me ves?! ¿Ya te cansaste? ¿O te sale mejor golpear a una bebé? —dijo con odio.

—¡No seas ridícula! Por mi podría golpearte toda la noche pero... no veo por qué privarme de pasar un rato más agradable. —Argenis comenzó a desabrocharse el pantalón. Reyna intercalaba la mirada entre él y su bragueta, sentía miedo, y de seguir así, no podría disimularlo más—; aunque... ¿no te parece mejor si dejamos que la niñita nos vea?

—¿Qué vas a hacer? No, déjala tranquila. Haz lo que quieras conmigo, pero ya no la atormentes más —Las fuerzas se le estaban acabando, se sentía débil y asustada.

—No seas egoísta Reyna, tú vas a gozar, deja que ella goce un poco también —Argenis agarró un cubo de agua sucia, el cual estaba lleno gracias a una gotera.

—¡No lo hagas! ¡No te atrevas! Yancelis, Yancelis despierta. ¡Yancelis! ¡No lo hagas! —Y sin más, Argenis le arrojó el agua. Poco a poco, Yancelis fue abriendo sus ojitos, se veía agotada y adolorida. Argenis la cargó y la acomodó para que viera hacia Reyna.

—¡Ahora continuemos con la fiesta! —Volvió con Reyna y al tenerla en frente, le rompió la blusa, su piel tenía varios moretones—. Sigues pareciendo una palomita. ¿Te acuerdas? Así te decía —La agarró de la cintura.

—¡Eres un asqueroso! —Reyna luchó con las lágrimas. Argenis sonrió y comenzó a besarle el cuello, ella giró la cabeza para el lado contrario, evitando sentir su aliento. No pudo contenerse y trató de alejarse, pero no daba resultado—. ¡Suéltame! ¡No me toques! —Reyna trataba de removerse, solo consiguiendo sentir más presión en sus muñecas. En cualquier momento, sus piernas ya no serían suficientes para sostenerla—. ¡No! ¡Déjame! —Argenis se separó y volteó viendo a la débil niña que en un intento por defender a su hermana, lo jalaba del pantalón.

—Pero mira que es graciosa la mocosa esta. —Argenis se rió y la empujó haciendo que cayera al piso, estaba demasiado débil, parecía estar a punto de quedar inconsciente—. Tengo que reconocer que me sorprende. Tú nunca trataste de detenerme. ¡Tiene agallas! —La cargó y la dejó donde estaba. Vio la marca del cinturón en su cuello y la acarició.

—¡Déjala! Ven, sigue acá conmigo. ¿Ya te diste cuenta de que no eres lo suficientemente hombre como dices? —dijo Reyna con una sonrisa burlona, recibió una bofetada tan fuerte que la aturdió—. ¡Así! Demuestra lo salvaje que siempre has sido, sigue sacando tu lado bestia. ¡Vamos, sigue! —Lo retó esperando que dejara a Yancelis tranquila de una vez por todas.

—Sé que quieres que te siga pegando para que te desmayes y no te haga sentir como la perra que eres. ¡Buen intento! Pero no te salvas —Volvió a besarla, solo que esta vez intentó meter su lengua, pero como era de esperarse, ella no cedía, así que le apretó un seno y cuando ella abrió la boca, él la metió hasta el fondo. Reyna en un acto desesperado, lo mordió hasta que sintió sangre, él se separó como pudo y ella le dijo:

—¡Me das asco!

—¡Maldita infeliz! Me mordiste la lengua. ¡Maldita! —Argenis se agarraba la boca con mucho dolor. Le dio con la rodilla en el estómago y le volvió a golpear con un puño en la sien, esta vez, haciendo que saliera sangre.

Reyna sabía que de seguir así, no faltaba mucho para quedar inconsciente, y aunque muy en el fondo lo deseaba, no podía. Necesitaba proteger a Yancelis, necesitaba ser inteligente así que optó por quedarse callada.

—¿Qué es lo que quieres? ¿Quieres que sea rudo contigo? ¡Muy bien! —Argenis escupió la sangre, le desabrochó el pantalón y como pudo, se lo bajó dejando ver sus largas piernas, también marcadas por el golpe de la tabla. Se quitó la camisa y luego de volver a escupir, la tomó fuerte de la cintura y siguió besando su cuello—. Mmm... hueles delicioso —Argenis inhaló el aroma de su cabello. Reyna vio a Yancelis, todavía estaba consciente, la miraba asustada, veía lo que ese mal nacido le estaba haciendo.

—Shhh, tranquila princesa. ¡Todo está bien! ¡Todo va a estar bien! —Reyna le sonrió, tratando de calmarla. Argenis no pudo evitar reírse.

—¡Eres patética! —Argenis pensaba en todo lo que podía hacerle ahora que la tenía a su total disposición, podría hacer lo que tantas veces se le cruzó por la mente, pero algo en él no funcionaba; su "amigo" no respondía y eso le molestaba, sabía que era por el alcohol y la droga que había consumido—. ¡Maldita sea! —Se separó. Suspiró frustrado y se sostuvo de los hombros de ella, dejando la cabeza hundida en su pecho—. Estoy borracho, no voy a poder ahorita... pero ya se me pasará. Ahí sabrás lo que es un hombre —Le dejó una marca en el cuello y subió con la intención de dormir un poco y recobrar energías.

Reyna sintió alivio cuando escuchó que él cerraba la puerta, vio que Yancelis ya estaba inconsciente y al verse prácticamente sola, se le escapó un sollozo.

—¡No llores, no llores! Con estos cobardes es peor si te ven llorar. ¡Aguanta! —Reyna luchaba con sus lágrimas y sollozos pero, no pudo contenerse mucho—. No... no puedo. ¡Es horrible! —No podía creer que todo esto estuviera pasándole. Por más que buscaba, no veía forma de salir de ahí, y aunque en un momento pensó que podía contar con Jhonny o con Gabriel, al ver que ninguno de los dos bajó a pesar de oír los gritos de su hermana, los cuales fueron desgarradores, desechó esa idea. Quizás con el otro tipo podría negociar, su interés era el dinero y ella podría ofrecerle mucho.

Necesitaba agotar todas sus opciones antes de que Argenis le diera por matarlas a alguna de las dos o por culminar lo que había iniciado hoy. «¡Tengo que calmarme! De mí depende que logremos salir vivas y sanas de aquí», pensó para oprimir su llanto. Yancelis se movió lentamente, parecía tener un momento de lucidez, la vio y dijo:

—Mamá... —Pero volvió a caer en la inconsciencia. Reyna intentó llamarla en vano; pensó que lo mejor era que durmiera y recuperara fuerzas.

—Duerme princesa. Yo te voy a cuidar y... por nada del mundo dejaré que ese miserable vuelva a ponerte una mano encima. Duerme que yo velaré tu sueño —empezó a cantar una canción de cuna, la misma que Tomás le cantaba cuando se quedaba en su casa y a él le tocaba la labor de arrullarla—. Diablo, espero que si hayas podido hacerlo. ¡Cuento contigo!



En la casa de Reyna, habían terminado de comer y estaban Rocket y Olivia en la puerta, a punto de despedir al Titi, que silbó para llamar al Diablo, pero este no venía.

—Será mejor que suba a buscarlo. —Titi se dirigió al cuarto de Reyna. Al llegar y tocar la puerta, no recibió respuesta. Entró y entendió el por qué, el cuarto estaba vacío—. ¡Maldición! ¡No puede ser! —Salió de la habitación y al volver con todos, les dijo—: Reyna no está.

—¿Cómo que no está? ¡No puede ser! Ella no puede salir, no se ha recuperado del todo —dijo Eustaquia preocupada.

—¿Y tu perro? ¿No se supone que lo tienes entrenado? ¿Por qué no avisó? —Le reprocho Rocket al Titi.

—Está entrenado, pero si Reyna salió por voluntad propia, él no nos avisará. ¡Maldita sea! —El Titi fue a hablar con el portero, él debió haberla visto salir, pero no lo encontró—. ¿Y es que aquí nadie hace su trabajo? —dijo frustrado. Regresó a la casa y escuchó que ya habían llamado a la policía.

—Será mejor que te vayas. La policía viene para acá y si te ven, empeoraría todo —A Reynaldo le preocupaba que pudieran atraparlo. Se había levantado al escuchar cierto revuelo.

—¡Pondré a mis hombres a buscarla! Si está con Diablo, tengan la certeza de que estará bien. —Titi salió de la casa, se montó en su carro y cuando bajó para abrir el portón, entró Diablo con la lengua afuera, cansado—. ¿Qué pasó campeón? ¿Dónde está Reyna? —preguntó acariciándole las orejas, el perro lo jaló del pantalón, su intención parecía ser que lo siguiera—. Toma agua y recupérate. —Lo llevó al jardín para que bebiera de un pequeño pozo que había ahí y regresó a la casa—. Diablo regresó, viene solo, él sabe dónde está Reyna, pero necesito una moto o algo así para seguirlo.

—Yo he visto una en el estacionamiento, tiene las llaves pegadas, pero no estoy seguro de que sirva —Samuel se dirigió hacia allá, seguido por el Titi. Intentaron hacer que la moto prendiera y al cuarto intento, lo lograron. Titi se montó y siguió al Diablo; por suerte, era de madrugada y no había carros en la vía.



Gabriel entraba al sótano cuidando no hacer ruido, llevaba una bandeja de alimentos y bebidas, además de un cambio de ropa para Yancelis y sus medicamentos, pero no esperó ver algo así. Yancelis estaba en el piso, temblando, bastante lastimada; y Reyna estaba intentando zafarse de su amarre, también tenía varios golpes, incluso sangraba, además de que estaba semidesnuda.

—¡No puede ser Reyna! ¿Qué te hizo ese mal nacido? —Gabriel dejó la bandeja en el piso y se le acercó.

—Eso... eso no importa. ¡Ayúdala por favor! No ha dejado de temblar. Tiene la ropa mojada, le puede dar algo grave —suplicó con desesperación; llevaba rato así y ella no podía hacer nada. Gabriel le quitó la ropa mojada a Yancelis y le puso lo que había llevado, se quitó su suéter y le secó el cabello; la abrazó a su cuerpo tratando de darle calor, estaba muy fría, lo único que le ayudaba a no entrar en pánico, era que respiraba—. Busca algo para abrigarla, solo con tu cuerpo, no entrará en calor —dijo Reyna. Gabriel dejó a Yancelis en una esquina del piso, se quitó la camisa, la envolvió en ella y la siguió abrazando.

Poco a poco, fue recuperando la temperatura normal de su cuerpo y el color en sus mejillas, aunque cargaba una expresión de cansancio.

—¡Discúlpame! ¡De verdad lo siento mucho! Yo no quería que esto llegara hasta aquí —Gabriel contenía las lágrimas, era lamentable verlas en ese estado.

—¿Cómo pudiste hacerme esto? Te metiste con mi hermana, sabiendo cuánto la quiero y lo angustiante que es no saber dónde se encuentra un ser que uno quiere y que depende de ti. Tú no tienes a tu hermana por cosas de la vida, pero querías que yo pasara por lo mismo.

—Yo solo quería estar contigo, solo quería que me dijeras que si. Pensé que con Yancelis acá... no tendrías razones para negarte.

—¡Gabriel por favor escúchate! Ya yo te había dicho antes que no y ahora con todo esto, menos. Tienes que entender que yo no te quiero más que como un amigo —Reyna intentaba hacerle ver su error, verdaderamente la forma en la que él hablaba, la asustaba.

—¡No! Tú... tú estás confundida. Si, eso es todo, una confusión por lo que está pasando y por lo que acabaste de vivir, pero esto te ayudará a darte cuenta de que si me quieres como yo a ti —Dejó a Yancelis sobre un saco que si bien no estaba muy limpio, era mejor que el piso; se le acercaba a Reyna mientras hablaba y sonreía como un enfermo; ella sabía que debía seguirle el juego, quizás así, lograría que él la ayudara a escapar.

—Si, si Gabriel pero... pero yo no puedo decirlo porque... Argenis... Argenis no estará de acuerdo con lo nuestro y... él no nos dejará estar tranquilos, juntos, como tú quieres, como queremos —dijo con una sonrisa nerviosa.

—¿Estás diciendo que si me quieres? ¿De verdad? ¿Lo dices en serio? —Gabriel le acariciaba las mejillas.

—¡Si! ¡Claro que es en serio! Nunca... nunca te lo había dicho porque... porque me daba pena. No quería que nuestro trato, se viera afectado por eso —Desvió la mirada, tenía miedo de que él descubriese su mentira.

—No te creo. ¡Me estás mintiendo! Si es verdad, demuéstramelo —dijo Gabriel serio.

—¿Cómo quieres que lo haga? —Reyna lo miró sin entender.

—¡Eso es algo que tú deberías saber! Si de verdad me quieres, tienes que demostrarlo. —Gabriel se decepcionaba con cada segundo que pasaba y ella no hacía nada—. ¡¿Ves?! Conmigo no sabes, pero con Ibrahim si sabías cómo hacerlo. ¡Es mentira! ¡Lo que dices es mentira!

—¡No, claro que no Gabriel! Si quieres que te lo demuestres, está bien, lo haré... ¡Bésame!

—¿Qué dijiste?

—¡Que me beses! —Le mantuvo la mirada. Gabriel se acercó lentamente, le acarició la mejilla con suavidad y rozó sus labios—. Anda, hazlo —Reyna trató de no sonar impaciente. Vio la duda en la mirada de Gabriel y decidió besarlo ella. Gabriel no tardó en corresponderle, le puso una mano en la nuca para profundizar el beso y otra en su cintura.

Reyna se forzó a responder lo mejor que pudo, aunque el asco y las náuseas crecían dentro de ella. Gabriel cortó el beso por falta de aire y juntó su frente con la de ella.

—¿Por qué no me lo pediste así la primera vez que nos besamos? ¿Me quieres?

—¡Si, si te quiero Gabriel!

—¡Te daré de comer! Necesitas recobrar un poco de fuerzas. —Le besó la nariz y fue por la bandeja, empezando a darle la comida, aunque realmente, Reyna comió menos de la mitad. Al terminar, Gabriel revisó que Yancelis no tuviera fiebre y que estuviese respirando adecuadamente, para volver con Reyna—. ¡No te preocupes princesa! Pronto podremos estar juntos. —La besó de nuevo, esta vez ella si se quejó del dolor de su labio—. ¡Lo siento! Tengo que subir, vendré temprano —Sonrió con ternura y se fue.

Reyna suspiró, esperaba que con eso fuera suficiente para que Gabriel la ayudara, ya después veía cómo se lo quitaba de encima. Aún cuando la situación lo ameritaba, no podía evitar sentirse mal por lo que estaba haciendo. No por manipular a Gabriel, sino porque hace un rato, había sido besada por su "tío" y ahora por Gabriel, se sentía sucia, como una ofrecida, una cualquiera. Se daba asco a sí misma.






Hola a todos, ¿cómo están? Espero que bien. Aquí les dejo el capítulo, trabajé mucho en él, sin embargo, estoy consciente de que tiene errores, pero la cuestión es que mañana viajo y quería dejarlo ya publicado para ponerme a trabajar en el próximo. ¿El plan de Reyna funcionará? ¿Hacia dónde llevará Diablo al Titi? ¿Argenis terminará aquello que dejó pendiente? ¿Gabriel si ayudará a Reyna? ¿Lograrán encontrarlas? ¿Qué pasó con Ibrahim? Todo esto y más en el próximo capítulo. Espero les guste, bye.

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