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XXVII - Secuestro

Reyna despertaba demasiado temprano y ya que estaba activa, decidió aprovechar ese tiempo para comenzar a arreglarse.

Al ya estar lista, guardó las invitaciones en su cartera y preparó el desayuno de Carmen, Vico y Yancelis, quien ya comenzaba a despertar. Se encargó de acomodar lo que se llevarían para estar todo el día fuera, y una vez que ya estaba todo listo, se dedicó a arreglar a Yancelis.

Ya estando ambas vestidas y peinadas, despertó a sus amigas para que se alistaran y asistieran a clases.

—¿Y ustedes para dónde van? —preguntó Vico enarcando una ceja.

—Repartiré las invitaciones con Ibrahim y Jhonny, me llevaré a Yancelis —respondió Reyna. En ese momento tocaron la puerta y al abrir, era Ibrahim, lo saludó con un beso en los labios—. Dame un chance —Entró a buscar a Yancelis, se despidió de sus amigas y salió del cuarto. Ibrahim se dispuso a ayudarla con la pañalera.

Cuando llegaron a la entrada del liceo, vieron a Jhonny, que le dedicó una sonrisa a Reyna.

—¡Hola bella, buenos días! ¿Cómo amaneciste? —preguntó dándole un beso en la mejilla.

—¡Buenos días! Muy bien, ¿y tú? —respondió Reyna, sonriendo.

—¡Bastante bien! Veo que esta princesita todavía tiene sueño. —Yancelis, bostezaba y se rascaba un ojo con pereza—. ¡Será mejor ponernos en marcha de una vez! Tenemos muchos sitios y un solo día para ir a todos bella —Jhonny le indicó que pasara primero.

Para ambos jóvenes, no pasó desapercibido el hecho de que Jhonny había ignorado olímpicamente a Ibrahim, pero hasta cierto punto, era mejor así, se evitarían discusiones.

Estuvieron toda la mañana, recorriendo distintas zonas de Caracas, repartiendo invitaciones a familiares y amigos muy, muy cercanos.

Era medio día y ya tenían hambre, así que comieron en un restaurante, donde Ibrahim y Jhonny casi terminan discutiendo por quién pagaba la cuenta de Reyna; para darle fin a la riña, terminó pagando ella la comida de todos.

Al salir del restaurante y volver a montarse en el carro, fueron al departamento de Eustaquia, pero se cansaron de tocar la puerta sin obtener respuesta.

—¡No contesta! —dijo Reyna pensativa, mientras sonaba la operadora del teléfono de la casa.

—A lo mejor salió —Ibrahim se encogió de hombros.

—Pero es raro que no conteste su celular —Reyna intentó de nuevo pero seguía mandándola al buzón de mensajes. Jhonny tuvo que convencerla de volver mañana, pues de lo contrario, no alcanzarían a entregar las otras hoy.

Siguieron con el recorrido, todavía les faltaba dar las invitaciones en la casa-hogar que aunque no estaba muy convencida, decidió invitarlos, pues necesitaba aclarar algo con la directora.

Iban a mitad de camino por la carretera, cuando el auto se detiene de repente. Jhonny intentó arrancar nuevamente, pero se dio cuenta de un detalle.

—Nos hemos quedado sin gasolina. ¡Maldición! —Le dio un golpe al volante.

—¿Y no revisaste el tanque antes de salir? —dijo Ibrahim exasperado.

—No se me ocurrió hacerlo.

—Solo hay que llamar a una grúa que nos busque y nos acerque a la gasolinera más cercana. O quizás algún conductor pueda ayudarnos —dijo Reyna evitando una posible discusión.

—¡No! Esta carretera no es muy concurrida. ¡Llamaré a la grúa! No te preocupes bella. —Jhonny se bajó del carro y se alejó para realizar la llamada. Luego de tres pitidos, contestaron—. Nos accidentamos a la mitad de la carretera, ya les mando la ubicación —No dio chance a contestar, mandó la ubicación y volvió al carro



—¡Te juro que no soporto a ese tipo! ¡Por su culpa estamos aquí! ¿Y desde cuándo te dice bella? —Ibrahim tenía el ceño fruncido.

—¡No exageres! Él no esperó que nos quedáramos aquí. Y respecto a lo de bella, lo está haciendo desde hoy, pero no le des importancia. —Reyna trató de calmarlo. Él suspiró y ella cambió de tema—. Yancelis ya se durmió

—¿Ya la has llevado al pediatra?

—La llevaré después de su cumpleaños. Me he visto atrasada con eso, igual que con las vacunas y también necesito comprarle unas cosas para que esté más cómoda en el cuarto —Reyna tenía una sonrisa maternal.

Ibrahim se dedicó a admirarla, no entendía como Reyna podía ser capaz de demostrar todo ese amor cada vez que veía a Yancelis. No sabía si era el hecho de que se negaba a ver que a la hora de la verdad, iba a ser ella quien llevara la responsabilidad por esa bebé, o porque simplemente, no le importaba. Pero su momento se vio interrumpido por Jhonny.

—Dentro de treinta minutos estarán acá, dicen que la gasolinera más cercana queda a quince minutos, que esperemos a que lleguen. Todavía estamos a tiempo de entregar la invitación que nos falta bella —Jhonny estaba repentinamente nervioso.


Varios minutos después, un hombre con un uniforme de mecánico, tocó la ventanilla de la puerta del conductor; Jhonny, inmediatamente bajó el vidrio.

—¡Buenas noches señores, señorita! Mi nombre es Luis, soy trabajador del taller mecánico Dos Santos. Solicitaron una grúa para trasladar el carro a la gasolinera?

—¡Buenas noches, yo soy Jhonny! Efectivamente, nos hemos quedado accidentados acá.

—Les agradecería bajar del carro y subirse al camión, yo me encargaré de todo aquí —dijo Luis con una sonrisa amable. Siguieron sus indicaciones sin rechistar, primero se subió Reyna con Yancelis y luego Ibrahim. Jhonny se quedó un momento conversando con el tal Luis y de la nada, se escuchó un grito fuerte y claro: «¡No!»; y un golpe seco.

Ibrahim bajó del camión y enseguida, le apuntaron con una pistola en la frente, eran dos hombres encapuchados. El que lo apuntaba le hizo señas al otro para que sacara a Reyna del camión. Ibrahim empezó a gritar para advertirle que no saliera, pero recibió un golpe en el estómago que lo dejó sin aire, solo pudo ver como él que fue a buscar a Reyna, la sostenía del brazo mientras ella escondía a Yancelis en su pecho.

—¡Miren que tenemos aquí! Tres mocosos —comentó el de la pistola. Debido al pasamontañas, la voz se le oía más ronca, pero parecía ser un hombre de ya más de treinta años.

—¿Qué es lo que quieren? ¿Qué hicieron con Jhonny? —Reyna se notaba preocupada, el panorama no era nada bonito. No veía a Jhonny ni a Luis por ningún lado y temía que les hubiesen hecho algo, Ibrahim todavía estaba encorvado por el golpe y ella tenía a Yancelis en brazos, sin contar el hecho de que el hombre que habló, tenía un arma.

—¡Muy sencillo! Por ahora quiero que te coloques junto a él. —El mismo tipo señaló a Ibrahim, Reyna no se movió—. ¿No me escuchaste? ¡Colócate junto a él! —Apuntó el arma en su dirección y ella dio pequeños pasos hasta llegar con Ibrahim, que inmediatamente la colocó detrás de sí, con la clara intención de cubrirla.

—Si es dinero lo que quieren pueden llevárselo todo, eso está en el carro, llévense el carro también pero no nos hagan nada —Ibrahim estaba serio, pero se palpaba el miedo en su voz. El hombre se rió.

—¡Tú cállate! ¿Por qué me llevaría unos cuantos miles y un carro, cuándo sé que el padre de esta perrita me puede dar billones y hasta tres carros mejores que ese?

—Estamos perdiendo mucho tiempo en charlas. ¡A lo que vinimos y vámonos! —dijo el otro hombre fastidiado.

—¡Tienes razón! ¡Sepáralo! —Esta vez apuntó a Ibrahim, cosa de que su compañero pudiese apartarlo sin problemas, aunque igual Ibrahim peleaba y se removía. Reyna tuvo la intención de acercarse, pero el sujeto la miró y se acercó mientras le apuntaba a la cabeza—. ¡No te atrevas a interponerte porque te puede ir muy mal! —El otro hombre terminó de apartar a Ibrahim y empezó a golpearlo—. Ahora que mi compañero está ocupado con tu noviecito, dame a la bebé —Intentó arrebatársela, pero Reyna la apretaba más a su cuerpo.

—¡No! ¡No por favor! Lo que sea que quieran, díganlo, pero dejen que ella se quede conmigo —suplicó Reyna, forcejeando con el tipo, estaba decidida a evitar que se la llevaran.

—¡Déjenlas! ¡No les hagan nada! —dijo Ibrahim tirado en el piso, escupiendo sangre; aún así, estaba pendiente de ambas.

—¿Por qué está consciente todavía? —El de la pistola vio molesto al otro hombre, que solo se encogió de hombros—. Bueno, ¿qué importa? ¡Está débil! Tú ven y ayúdame a que me dé a la mocosa —Reyna se atrevió a darle una patada en la pierna y salir corriendo, pero no avanzó mucho porque una tercera persona, también encapuchada, la agarró del brazo, aunque este parecía mas joven, incluso podría asegurar que era contemporáneo con ella.

—¿Adónde crees que vas? —Ella se removía intentando soltarse, pero los otros dos llegaron y entre los tres, lograron arrebatarle a la niña. El del arma era quien la tenía cargada y le susurraba para que siguiera dormida.

—¡Por favor! ¡Por favor, no le hagan nada! ¡Por favor! ¡Por lo que más quieran! —Reyna estaba al borde de las lágrimas.

—Será mejor que empieces a colaborar —Apuntó directamente a Yancelis y Reyna palideció.

—¡Está bien, está bien! Haré lo que me pidan, pero no le hagan nada —dijo Reyna asustada, mientras el más joven le amarraba los brazos por la espalda.

—¡Ve a buscar el carro! —Se refería al que había golpeado a Ibrahim.

Mientras la estaban amordazando, Reyna se fijó que Ibrahim estaba escondido detrás del camión, haciéndole una seña para que no hiciera ruido. Vio como agarraba una roca y se dirigía al hombre que cargaba a Yancelis, pero le dio miedo que él que la amarraba se diera cuenta, así que empezó a forcejear con él, logrando que la atención de ambos cayera sobre ella.

Aunque Ibrahim se preocupó, logró lo que se proponía, levantó la roca y la estrelló en la cabeza del tipo, previendo que no cayera aplastando a Yancelis, lo empujó hacia un lado y Yancelis cayó junto a él. Justo cuando Ibrahim cargó a Yancelis, que debido a la brusquedad de los movimientos y la bulla, estaba llorando, el joven agarró a Reyna y la amenazo con un puñal en su cuello.

—¡No te vas a ir! ¡Si te mueves, la mato! —Ibrahim se paralizó en su lugar, no sabía qué hacer. No podía moverse y arriesgar a Reyna, pero si no hacía algo para liberarla de ese imbécil, cuando él que golpeo despertara —si es que lo hacía— y él que fue a buscar el carro volviera, podían desquitarse con Yancelis y todo habría sido en vano.

—¡No le hagas nada! Yo estoy seguro de que podemos negociar... pueden llevarse el carro y el dine... —Trató de hacerlo ceder pero no parecía cosa fácil. Algo que él no entendía, era por qué esa voz le parecía conocida.

—¡No digas estupideces! Nos las llevaremos a ellas. Contigo podemos hacer lo que nos dé la gana —interrumpió el muchacho. Reyna intentaba hablar, pero la mordaza no la dejaba. Ibrahim encontró su mirada y no le gustó lo que vio, ella quería pedirle que se fuera, que corriera lejos pero él negó con la cabeza.

Ella dirigió su vista hacia el arma que, hasta hace unos instantes, sujetaba el tipo inconsciente en el piso, la cual cayó a sus pies, volvió su vista a Ibrahim y repitió ese gesto un par de veces; él comprendió su plan, pero en ese momento, regresó el otro sujeto con el carro.

—¡Vámonos! —dijo apenas se bajó del auto, y sorprendiéndose por ver a su compañero en el suelo, inconsciente y sangrando—. ¿Qué ha pasado?

Reyna aprovechó la distracción y se soltó del agarre del muchacho, pateó el arma hacia unas ramas y cuando iba a correr, el muchacho la agarró de la cintura haciendo que cayera al piso. Gracias al forcejeo, se quitó la mordaza; vio que el tipo que trajo el carro, iba hacia ella para ayudar a su compañero, así que cuando estuvo lo suficientemente cerca, gritó:

—¡Corre! ¡Vete! ¡Llévatela! —El tipo que ya estaba frente a ella, se volteó hacia Ibrahim, pero no pudo acercarse ya que, Reyna logró morderlo en el tobillo. Para quitársela, le dio una patada en la cabeza, eso la desubicó y la hizo cerrar los ojos con fuerza, todo lo vio borroso.

Había perdido el enfoque, solo escuchaba un pitido ensordecedor. Sintió que el muchacho la soltó y le gritaba algo al que la golpeó, vio como Ibrahim corría con Yancelis y, claramente, escuchó tres disparos. No pudo más, quedó inconsciente.


O0O0O0O0O0O


Todo era confuso, escuchaba voces a lo lejos y el ruido de una maquina con un pitido constante y aturdidor. Sentía los párpados pesados, quería abrirlos pero no podía. Sentía dolor en todo el cuerpo, sobretodo en la mejilla y el pecho, le costaba respirar.

Con mucho esfuerzo, logró abrir los ojos, pero la luz cegadora, le hizo doler la cabeza, volvió a intentarlo un par de veces más, hasta que se acostumbró a ese foco encandilador. Lo primero que hizo, fue ver a un doctor sonriéndole tranquilizadoramente, movió un poco la cabeza y vio a Eustaquia a su lado, con lágrimas en los ojos.

—¿Qué pasó? Me... me duele... todo —preguntó con voz rasposa, sentía la garganta seca.

—¡Buenos días Reyna! Soy el doctor Fournier, estoy encargado de seguir tu caso. ¿Cómo te sientes? ¿Sabes dónde estás?

—En un hospital... eso es... obvio. Me due-le el p-echo. —Reyna intentó tragar saliva, pero como un balde de agua fría, recordó todo lo que pasó, cómo esos hombres llegaron, cómo intentaban quitarle a Yancelis, cómo golpeaban a Ibrahim, cómo uno de ellos la amenazó con un puñal, cómo la patearon y luego... luego tres disparos—. ¿Qué pasó? ¿Dónde está Yancelis? ¿Por qué no está aquí? ¿Que pasó con Ibrahim? ¿Están bien? —Hablaba sin parar, ansiosa por saber las respuestas.

—¡Necesito que te calmes! Tu estado es delicado, llevas inconsciente cinco días, tienes una costilla rota y recibiste un impacto de bala en el hombro, gracias a eso, te he vendado el torso y el hombro, es normal que sientas dificultad al respirar; además, recibiste dos golpes en la cabeza. ¡Perdiste mucha sangre! Tu amigo Jhonny, te trajo justo a tiempo, él solo presentó una contusión en el brazo y unos golpes en el cuerpo. —explicó el doctor, tratando de no confundirla, pero ella solo lo miraba impaciente; prosiguió—: Según tengo entendido, con ustedes estaba tu hermana y tu novio, la policía tiene más información respecto a eso pero... actualmente están desaparecidos.

—¡¿Qué?! ¡No! ¡No puede ser! Eso no... ¡No es verdad! Me está diciendo que... ¿Dónde está mi hermana? ¡Yo quiero verla, ella me necesita! ¡Quiero verla! ¡Debo ir a buscarla! —Reyna estaba alterada, se quitó la intravenosa y todo aparato que le impidiera levantarse.

El doctor llamó a las enfermeras para que la agarraran, pues estaba perdiendo el control e iban a tener que inyectarle un sedante. Con mucho trabajo, se lo inyectó y ella poco a poco, fue quedándose dormida. El doctor aprovechó que ella se durmió, para pedirle a Jhonny y a Rocket que ingresaran a la habitación, explicándoles la reacción que tuvo Reyna al recibir la noticia.



Unas horas después.

Reyna despertó, encontrando a Rocket a su lado.

—¿Cómo estás? ¿Cómo te sientes?

—Me... me sedaron —dijo un poco aturdida—. Dime que es mentira, que no es cierto, que todo fue una mala broma —suplicó con los ojos llenos de lágrimas.

—Lo siento Reyna... han estado haciendo todo por encontrarlos pero... no se ha logrado nada —Lloró, gritó y se lamentó mientras Rocket la abrazaba.

¡No podía ser cierto! Su hermana, una bebé, alguien que la necesitaba, estaba quién sabe dónde, quién sabe con quién, quién sabe cómo. Se preguntó si estaba bien, si dormía, si comía, si había llorado mucho. ¡Su pequeña princesa estaba lejos de ella!

Luego de calmarse, pidió hablar con algún policía, alguien que estuviera involucrado en el caso. Al rato entró un detective.

—¡Buenos días señorita! Soy el detective Pablo Arias. Estuve esperando para hablar con usted, necesito que me diga qué es exactamente lo que pasó, qué recuerda y qué fue lo último que vio mientras estuvo consciente.

—No tengo muy claras las cosas. Lo que recuerdo es que cuando nos subimos mi novio, mi hermana y yo al camión, se escuchó un grito y un golpe. El primero en bajar fue mi novio, Ibrahim, pero al rato aparecieron dos tipos, uno de ellos armado. Me hicieron bajar del camión y el del arma intentó quitarme a mi hermana, pero no pudo, así que apartaron a mi novio de mí y comenzaron a golpearlo. Intenté correr lejos pero de la nada, salió un tercer tipo que me lo impidió, me quitaron a mi hermana y uno de ellos fue a buscar el carro.

«El tipo que sostenía a mi hermana se desmayó y mi novio la cargó, pero el último en aparecer, me amenazó con un puñal y él no pudo irse corriendo. Cuando volvió el que fue a buscar el carro, aproveché que se me acercó para darle la oportunidad a mi novio de que se fuera con mi hermana.

«Sé que mordí al tipo que se me acercó y él me pateó, de ahí no recuerdo bien qué pasó. Escuché que él que me agarraba, le decía algo al que me golpeó y vi como Ibrahim corría con mi hermana, escuché tres disparos y... de ahí no recuerdo más nada, todo lo veo negro desde ese momento, supongo que ahí habré quedado inconsciente y que uno de esos disparos, fue el que recibí en el hombro.

Reyna mintió en lo del desmayo porque no sabía si ese hombre seguía vivo o si había muerto, y en caso de ser lo segundo, al mencionar lo del golpe que Ibrahim le dio con la roca en la cabeza, quedaría él como culpable.

—¿Podría darme alguna descripción de los hombres que aparecieron? —El detective llamó a un oficial a través de su radio y en lo que este llegó, Reyna comenzó.

—Los dos que aparecieron primero, eran hombres de quizás unos treinta años o más, altos, robustos, la voz un poco... ronca. Uno tenía los ojos marrones y el otro los tenía verdes. El que apareció después parecía más joven, de diecinueve años cuando mucho, tenía ojos marrones, no era tan alto, era delgado, pude ver por sus manos que su piel era morena... No le puedo decir más, llevaban pasamontañas y no logré ver mucho.

—¿Recuerda las prendas de su hermana y de su novio? —El detective no había podido obtener esa información de parte de Jhonny.

—Mi hermana llevaba un vestido azul marino con lunares blancos, unas sandalias blancas y un cintillo del mismo color, con un lazo azul; y mi novio llevaba una camisa roja con letras negras, unos jeans oscuros rasgados y unas Nikes blancas.

—¡Muy bien! Su información en algo nos podrá ayudar. Necesito que me aclare algo, dijo que vio como su novio corría junto con su hermana —Reyna asintió—, ¿no ha pensado que quizás, él haya decidido llevársela? Me refiero a que... él haya secuestrado a su hermana —El detective analizaba las expresiones de Reyna.

—¡No! ¡No es posible! ¡Él sería incapaz de hacer eso! ¿Se da cuenta de lo que está diciendo? Él solo quiso cuidarla y alejarla del peligro —Reyna casi volvía a alterarse.

—¡Piénselo señorita! Si solo quería alejarla del peligro, ¿por qué no ha regresado? ¿Por qué no se ha puesto en contacto con nadie? Le pido que sea objetiva, ¿su novio no tenía ninguna razón para hacer eso? —Reyna quedó muda, enseguida pensó en la venganza. ¿Y si esto era parte de su venganza? ¿Y si Ibrahim estaba haciendo todo esto por desquitarse de Rubén y de ella? ¿Y si lo que decía el detective era cierto?—. Le pido que lo piense. Por ahora se han distribuido fotos de su hermana y su novio por todo el país, ya la noticia es parte de los medios de comunicación y se ha puesto una orden que prohíba la salida del país de ambos. Si recuerda algo, cualquier cosa, hágamela saber, puede ser esencial para encontrar a su hermana.

—Por favor detective, encuentre a mi hermana. ¡Encuéntrela! ¡Ella solo es una bebé, me necesita! Por favor, haga hasta lo imposible para encontrarla —suplicó Reyna. El detective asintió, le sonrió tranquilizadoramente y le dijo que cualquier novedad, se la haría saber.

Reyna esperó pacientemente a que ambos salieran y como pudo, se levantó a buscar su teléfono en las cosas que habían traído desde su casa. Lo encontró en un bolso y marcó el número de Samuel, quien atendió luego de tres tonos.

—¡Necesito que me ayudes a salir de aquí! —dijo seria.

—¡¿Qué?! ¡Estás loca! ¡Tu estado de salud es delicado! ¡Yo no voy a hacer eso!

—¡Poco me importa eso! ¡No puedo quedarme aquí sabiendo que Yancelis está corriendo peligro y que Ibrahim está quién sabe dónde! Aquí más nadie me va a ayudar, necesito que tú lo hagas.

—¡No voy a hacer eso Reyna! Te dieron un tiro, estás herida. ¿Sabes que llegaste justo a tiempo al hospital? ¡¿Sabes que por poco y te mueres?! Yo voy en camino, espérame y hablamos —Reyna colgó la llamada, sabía que cuando Samuel llegara, se le iba a hacer imposible irse; también sabía que si se desconectaba los aparatos, las enfermeras vendrían a ver que pasaba. Tenía que correr el riesgo, iba contra reloj.

Revisó el bolso nuevamente, sacó todo el dinero que había y, rápidamente se desconectó todos esos aparatos que le estorbaban.

Salió de la habitación encontrando el pasillo despejado, se acercó al ascensor y presionó el botón del estacionamiento. El elevador descendió hasta dicho lugar, abrió sus puertas y Reyna salió.

Caminó un poco, buscando alguna salida por la que le fuera fácil escapar, pero todas tenían más de tres vigilantes. De repente, vio como todos hablaban por la radio y salían corriendo hacia los pisos superiores, supuso que ya se habían dado cuenta de su desaparición.

Aprovechó para caminar hacia la salida; tomó un taxi, indicándole que la llevara a su casa. Le dolía el pecho y sentía una punzada en su costilla derecha, pero lo ignoró.

Llegó y no vio a nadie de la servidumbre. Se bañó rápidamente y se vistió, sabía de alguien que podía ayudarla a encontrar a su hermana, agarró algo que iba a necesitar y se fue.

Tomó otro taxi y emprendió camino hacia su viejo barrio, el lugar donde creció. Vio las calles y casas igual a como las recordaba hace siete meses. Se quedó en la esquina que debía, pagó el taxi y caminó. Sintió varias miradas sobre ella, a ninguna le prestó atención, tenía algo importante que hacer.

Una vez estaba llegando a la casa que quería, unos hombres la detuvieron.

—¡Sabes que no puedes venir acá!

—¡Ya sé! Pero necesito hablar con él; es algo importante —dijo seria.

—Déjame ver si puede atenderte —El hombre entró a la casa. Reyna esperó impaciente hasta que lo vio salir, con un movimiento de cabeza, le indicó que lo siguiera.

Al llegar a una habitación algo lúgubre, Reyna pudo ver a quién buscaba, sentado sobre una silla giratoria, frente a un escritorio y un montón de papeles regados.

—¡No sé cuántas veces te he dicho que no vengas acá!

—¡Necesito que me ayudes!

—Siéntate y dime qué necesitas. —El hombre se acomodó y le indicó a su empleado que se retirara. En lo que quedaron solos, se levantó y la abrazó—. ¡Estoy enterado de todo! ¿Cómo te sientes?

—¡Todo fue mi culpa! ¡Yo dejé que me la quitaran de los brazos! Ahora no sé dónde está, la policía no tiene idea y ya tiene cinco días así. ¡Necesito que me ayudes Titi! Necesito que muevas tus influencias para buscarla —pidió sollozando.

—¡No es tan fácil! No tienes idea de quién pudo llevársela, y tratándose de una bebé, es más complicado —dijo el Titi serio.

—¡Yo sé que tú podrías hacerlo! El dinero no es problema, aquí tengo mucho, y si necesitas más te lo puedo dar, pero por favor... ayúdame. ¡No sé qué hacer! ¡No sé por dónde empezar! La policía dice que me avisará si saben algo, pero ellos no le ponen empeño al ver el caso tan difícil. No sé dónde está Rubén o si está haciendo algo para encontrarla. —Reyna se secó un par de lágrimas y continuó—: Si buscarla a ella es muy difícil, busca a Ibrahim. Él podría ayudarnos o quizás la niña... quizás esté con él.

—Reyna, necesito que comprendas que la situación no está fácil... —Intentó explicarse, pero ella no quería perder tiempo en eso.

—¡Eres un mentiroso! Dices que no puedes hacerlo, que la situación es difícil, pero te aseguro que si se tratara de la hija o el miembro familiar de algún cliente que te debe mucho dinero, harías hasta lo imposible por encontrarlo, moverías cielo y tierra de ser necesario. ¡Eres un maldito mentiroso! —Soltó molesta. Se levantó y cuando estaba en la puerta, se volteó y dijo—: ¡Me decepcionas! Quizás después de todo, Rocket tiene razón —¡Y se fue! Iba ensimismada, se sentía perdida.

De tanto caminar, terminó frente a una iglesia y entró. Se acercó a una imagen de la Virgen María y se arrodilló frente a ella.

—Virgencita, tú sabes perfectamente que no soy muy creyente, no cumplo muchas de las cosas que predican en la religión, pero siempre he procurado respetarlas —dijo con lágrimas en los ojos—. Yo me sentía perdida, estaba... desorientada, y me dieron un hermoso regalo, me dieron la oportunidad de adoptar a una bebé maravillosa que se encargó de alegrarme la vida, a la que quiero como una hija.

«Tú que eres madre y conoces el dolor de perder a un hijo, puedes entender cómo me siento; por eso te pido, te suplico, ayúdame a encontrarla... y mientras esté lejos, cuídala. ¡Cuídala mucho! No dejes que algo malo le pase. Por favor virgencita, te prometo que la cuidaré bien, seré todo lo que ella necesité y más... solo quiero que aparezca, necesito saber que está bien, necesito verla. Haz que regrese a mi lado. Tú haz sufrido el peor de los dolores, tú que comprendes mi angustia y mi sufrimiento, atiende mi súplica.

«No me abandones virgencita. Aquí a tus pies, te pido, te suplico, te imploro... te imploro que te apiades de mí, apiádate virgencita. ¡Por favor, te lo suplico! ¡Regrésame a mi hija! Solo tú puedes concederme ese milagro, permíteme tenerla conmigo de nuevo.

Reyna pudo llorar frente a la imagen de la Virgen sin ningún tipo de contención. Lloró tanto como pudo, tanto como necesitó, hasta que sentía sus ojos arder debido al esfuerzo.

O0O0O0O0O0O0O

Fue después de casi dos horas de llanto, que se dio cuenta de que la iglesia empezaba a llenarse para la misa, por lo que se limpió el rostro, se persignó, se levantó y se fue.

Caminó sin dirección ni rumbo, ya se sentía bastante cansada y cada vez los dolores en el pecho eran más constantes, se dio cuenta de lo lejos que estaba, tanto de su casa, del hospital y de la comisaría, a la cual planeaba ir. Tomó un taxi a la primera oportunidad y fue hacia allá.

En la entrada, le pidió a un oficial que buscara al detective Pablo Arias, el oficial lo buscó y le indicó que pasara a una oficina. Enseguida llegó el detective.

—¿En qué puedo servirle señorita? ¿Usted no debería estar en el hospital?

—¡Eso ahorita es lo de menos! Vine porque quería decirle el modelo del carro de los hombres, supuse que podría ayudar en algo, era un Honda Civic 2010, de color negro y vidrios polarizados; y también porque necesito saber que están haciendo para encontrar a mi hermana y a mi novio —dijo seria.

—Señorita, el doctor me aclaró que usted está delicada de salud, me dijo que no debía alterarse; puedo notar en sus ojos que ha estado llorando y lo entiendo, no es para menos, pero darle información del caso, solo logrará que se alteré —explicó el detective.

—Mire, yo sé como funcionan los casos que ustedes manejan. Sé que cuando ven el caso muy complicado, deciden dejarlo de lado hasta que los involucrados se cansen. ¡Yo solo le pido que sea sincero conmigo! Necesito saber si realmente harán algo por encontrar a mi hermana, o simplemente me darán vueltas hasta que me canse y me digan que deben cerrar el caso. ¡Quiero la verdad! —Reyna estaba siendo directa y clara. El detective suspiró.

—¡Le aseguro que haré hasta lo imposible por encontrar a su hermana! He cedido otros casos a mis compañeros para enfocarme en el suyo al máximo. Tomará tiempo y será difícil lograr, siquiera dar con una pista fundamental, pero prometo que encontraré a su hermana —aseguró Arias; Reyna asintió un poco más tranquila—. Ahora déjeme llevarla al hospital, tengo entendido que se escapó y han estado todo el día buscándola.

—¡No hace falta! ¡No regresaré a ese lugar a perder el tiempo! Por ahora regresaré a mi casa, necesito ver y pensar algunas cosas.

—Entonces déjeme llevarla a su casa. No es bueno que en su estado de salud y a esta hora, ande sola por ahí —Arias se levantó sin dar espacio a una negativa. Se montaron en el carro del detective, que curiosamente era un escarabajo.

—Quizás sea imprudente al preguntar pero, ¿por qué tiene un escarabajo? Digo, son pocas las personas que tienen un carro de estos —Reyna buscó las palabras para que no se ofendiese.

—Me gustan los autos clásicos. Los prefiero más que a un último modelo. Además, este auto tiene un valor sentimental, me lo dejó mi padre al fallecer —explicó con una sonrisa nostálgica.

—No sabía... No debí preguntar —dijo avergonzada. Arias se encogió de hombros restándole importancia y permanecieron en silencio. Entendía que Reyna estuviera pensativa, y de hecho, la prefería así, necesitaba que no se diera cuenta de hacia donde se dirigían.

Luego de unos minutos, se estacionó y alguien abrió la puerta del lado de Reyna, la agarró del brazo y la sacó de ahí con brusquedad.

—¿Se puede saber qué es lo que tienes en la cabeza? ¿Cómo se te ocurre desaparecer? ¿Tienes idea de lo preocupados que estábamos? —Rocket estaba totalmente alterado.

—¡Rocket cálmate! Estás demasiado alterado y... —Olivia lo agarró del brazo.

—¡Y un coño! ¿No te das cuenta del estado de salud en el que estás? ¿No ves que la situación ya es bastante difícil como para que la compliques más?

—¡No pienso quedarme tirada en esa camilla, mientras Yancelis está quién sabe dónde! No puedo quedarme de brazos cruza... —Pero no pudo terminar por la bofetada que recibió. No fue un golpe fuerte, y por suerte, fue en la mejilla contraria a la que recibió la patada anteriormente, pero igual le dolió. Sobretodo porque Rocket no la había soltado del brazo y al girar la cabeza, sintió un dolor punzante en la costilla.

—¡Le pido que se controle! —dijo Arias frunciendo el ceño. Rocket soltó a Reyna del brazo, e inmediatamente ella cayó al piso de rodillas—. ¿Qué tienes? ¿Te duele algo? —Arias se acuclilló frente a ella, pero entonces vio su blusa bañada en sangre.

Empezó a gritar por un médico, sabía que no podría cárgala ya que empeoraría las cosas. Enseguida apareció el doctor Fournier junto con tres enfermeros y una camilla. Subieron a Reyna —ya inconsciente— con sumo cuidado, y se la llevaron a la sala de cirugías.


4 horas después.

Nadie se movió de la sala de espera. Rocket se había apartado de todos, se sentía culpable por el estado de Reyna y por haberle levantado la mano. Estaba desesperado; veía como todos caminaban de un lado a otro, el doctor nada que salía y ninguna enfermera daba información respecto al estado de Reyna. Todo esto lo estaba volviendo loco.

De repente se abrieron las puertas de la sala de cirugías y salió el doctor Fournier, todos lo rodearon en un círculo, al punto de ponerlo nervioso, y empezaron a hacerle preguntas.

—¿Cómo está? —preguntó Jhonny ansioso.

—Ya les había dicho que su estado era delicado, ahora con todo esto empeoró. De ser una fractura cerrada, pasó a ser una fractura abierta, es decir, el hueso se salió de la piel debido a la actividad física a la que se expuso. El sangrado se ocasionó porque la herida se abrió, pero ya le pusimos puntos nuevamente. Tiene un hematoma periostio en la pierna que estamos tratando. —Hizo una pausa y siguió—: Quería preguntarles, ¿qué fue exactamente lo que pasó? Reyna tiene la marca de una bofetada y unos dedos marcados en su brazo izquierdo —Rocket decidió hablar.

—¡Fue mi culpa! Me alteré cuando vi que llegó, perdí el control, la tomé muy fuerte del brazo y la golpeé. Gracias a eso empezó a sangrar.

—Yo entiendo su estado de preocupación, fue un acto inconsciente de parte de ella salir de esa forma, pero debió controlar su carácter. ¡Ya sabía usted que su estado era delicado! Le pido por favor que se retire, lo menos recomendable es que ella lo vea, hay que evitarle cualquier disgusto —dijo el doctor con neutralidad.

—¿Podría quedarme hasta que despierte? —El doctor asintió.

—¿Cuándo va a despertar doctor? —preguntó Carmen agarrando la mano de Cristian, sentía que en cualquier momento se caería, le dolía mucho el estado de su amiga y ver todo por lo que estaba pasando.

Ella, Vico y los muchachos habían llegado hace un poco más de dos horas, junto con los del grupo que se presentó en tv; también se encontraban Juan, Franco, Raúl, Olivia, Samuel, Oscar y Reynaldo, quienes la estuvieron visitando todos estos días; además, estaba Eustaquia que no se movió del hospital desde que Reyna estaba ahí, al igual que Rocket y Jhonny.

—Eso no sabría decirlo. Lo más probable es que dentro de una o dos horas, pero les informo que por hoy, no podrán entrar a verla. Necesito hacerle unos exámenes y esta vez, asegurarme de que si cumpla con el reposo absoluto. Les informaré cuando reaccione. Detective, le pido que por favor, a menos que tenga buenas noticias, no hable con ella. ¡Con permiso! —El doctor se retiró.

Todos suspiraron aliviados, habían sido días muy tensos y largos. Algunos decidieron ir al cafetín, otros salieron a tomar un poco de aire fresco, otros simplemente se sentaron a esperar que el tiempo siguiera pasando.



En una casa abandonada a las afueras de la ciudad, se encontraban tres hombres y una bebé, la cual no paraba de llorar.

—¿Quieres callarla? —dijo el que estaba sentado en un sillón viejo, al más joven.

—¡Eso intento! Ya comió, durmió y se bañó, no entiendo por qué está así —respondió el más joven, meciéndola de un lado a otro.

—¿Hasta cuándo nos seguiremos calando a esa mocosa? ¡Todo nos salió mal! Debimos haber traído a la hermana junto con nosotros —dijo el mismo tipo con fastidio.

—Esa en lo que sepa que tenemos a su hermana, accederá a venir. Solo es cuestión de esperar —Entró una tercera persona, a la habitación.

—¿Esperar qué? ¡La noticia ha sido boom! De seguir, los policías nos encontraran en un abrir y cerrar de ojos. Debemos abandonar todo esto, dejar a la mocosa tirada por ahí e irnos.

—¡No! Esa malagradecida tiene una deuda conmigo. En lo que me entere que ha despertado, me pondré en contacto con ella y todo volverá a la normalidad; seguiremos con el plan —Toda esta plática, se realizó con el llanto de la bebé de fondo.

—¡Si no la callas tú, lo daré yo! —dijo el que estaba en el sillón, refiriéndose nuevamente al más joven.

—¿Quieres calmarte? ¡Es imposible que se calme teniéndote cerca! —El más joven entró al único cuarto que había en aquella casa. Ahí logró calmarla y la recostó en la cama.

Él se había encargado de cuidarla; no había sido fácil, pero siempre buscaba la forma de que pasara menos trabajo, entendía que el hecho de estar separada de Reyna, ya era un cambio radical. Al salir de sus pensamientos, la encontró dormida.

—Duerme princesita, descansa un poco. Te prometo que todo será pasajero —Le besó la mano. Casi se queda dormido, pero optó por pararse y quedarse sentado en el borde de la cama, velando el sueño de ella. No había dormido bien cuidando de Yancelis, no confiaba en los sujetos que estaban con él y temía que le hicieran algún daño. Esperaba que Reyna apareciera y poder acabar con todo esto pronto


————.......................————


1 mes después.

Ya había pasado el tiempo y todo seguía igual. Reyna continuaba en el hospital, cada vez más desesperada. Recibía visitas diarias, todos la habían estado visitando, incluso Fernando había ido una vez por semana.

Se enteró por Samuel, que Rubén había puesto infinidad de denuncias por la desaparición de Ibrahim y Yancelis, y que al parecer estaba moviendo influencias para ver si el proceso era más rápido.

El Titi había ido a verla una vez hace dos semanas, le prometió hacer hasta lo imposible por encontrar a su hermana. Jean Carlos también había ido a verla, se le veía bastante mal y aunque trataba de darle ánimos, se notaba que él tampoco lo estaba pasando bien.

A quien si no había visto, era al detective Arias, al parecer no estaba dispuesto a darle la cara. Todas las noches, Eustaquia se quedaba con ella, se cansaba de insistirle que fuera a casa a dormir, pero no le hacía caso.

Ya había mejorado, le costaba menos respirar, habían desaparecido los golpes y hematomas, y hace una semana le habían quitado los puntos de la herida, dejándole una pequeña cicatriz, bastante clara a decir verdad; lo único que no mejoraba del todo, era su costilla; cada vez que le daba dolor, le ponían compresas de hielo, le daban medicamentos y practicaba ejercicios de respiración.

Como si fuera poco, la obligaban a comer una sopa que sabía horrible, todo para que ella terminara devolviéndola, no soportaba comida en su cuerpo, por ende, tenía el suero puesto todavía. La dejaban pararse y caminar por la habitación, pero sin ningún tipo de esfuerzo.

—¡Buenos días Reyna! ¿Cómo amaneces hoy? —preguntó el doctor Fournier entrando a la habitación con una sonrisa, como cada mañana.

—¡Bien! Hoy no me ha dolido nada y logré comer todo sin devolverlo. ¿No hay alguna posibilidad de que me den de alta? Siento que me voy a volver loca si sigo encerrada en estas cuatro paredes —dijo Reyna con una leve sonrisa, sabía que entre más bien se aparentara, podrían darle de alta lo antes posible.

—Ciertamente has demostrado una gran mejora, ahorita lo que nos queda es tu costilla, todavía no se ha recuperado del todo. Podría hacerte unos rayos x a ver que tal estás y considerar la posibilidad de darte de alta... pero eso si, tienes que seguir al pie de la letra las indicaciones que te dé —dijo el doctor serio. Reyna asintió—. Veré si en un rato mando a alguien para que te lleve a la sala de rayos x —El doctor salió de la habitación.

Reyna suspiró cansada; en lo que pusiera un pie fuera del hospital, iría a la comisaría a hablar con el detective Arias y preguntarle por el caso, nadie le decía nada y cada hora que pasaba, sentía como el mal presentimiento en ella, crecía.

Al rato, llegó una enfermera que la ayudó a sentarse en la silla de ruedas para llevarla a la sala de rayos x. Una vez que le hicieron las placas, el doctor vio que ya casi todo el proceso estaba listo, que con el debido reposo y cuidado, Reyna podría ser dada de alta, así que se lo informó a ella y a sus familiares, quienes la ayudaron a alistarse, teniendo claro que debía volver dentro de tres días para seguir con su revisión y ejercicios.

A la casa de Reyna fueron Eustaquia, Rocket, Olivia, Juan, Reynaldo, Samuel, Vico y Carmen, distribuidos en dos carros para mayor comodidad de Reyna.

Una vez en la casa, la dejaron descansando en su cuarto; Vico y Carmen se quedaron con ella, mientras los demás estaban en la sala o la cocina. Reyna estaba ensimismada.

—Reyna por favor, no te quedes así. ¡Nos preocupas! No haz querido hablar de lo que pasó ni de cómo te sientes —Carmen le agarró la mano, pero ella la apartó.

—¿Cómo me siento? ¿Cómo crees que me siento cuando Yancelis tiene un mes desaparecida? ¡¿Crees que estoy bien?! Ninguno de ustedes ha querido decirme algo al respecto, los tipos esos no se han puesto en contacto y eso solo me hace pensar una cosa —Reyna tenía los ojos llenos de lágrimas.

—¿Qué piensas? —Vico se sentía mal por verla así.

—El detective me insinuó una vez que... fue Ibrahim quien se la llevó —dijo seria—. ¡Y estoy segura que él la tiene! Todo esto lo está haciendo para vengarse de mí y de Rubén. Como no le funcionó su plan inicial, se la llevó a el... —No pudo seguir porque entró José al cuarto, junto a Cristian y Diego.

—¡No puedes estar hablando enserio! ¿De verdad lo crees? Ibrahim sería incapaz de hacer eso Reyna, él te quiere, te ama y adora a Yancelis.

—¿Cómo puedes estar tan seguro de que él no lo hizo? ¿Entonces por qué no aparece? ¿Por qué no se ha sabido nada de él? Justamente en el momento en el que desapareció Yancelis, desapareció él, ¿no te parece mucha casualidad? —Reyna se levantó, aún cuando eso le causó un dolor fuerte en la costilla, no lo demostró.

—¿Y no se te ha ocurrido pensar que a lo mejor los dos están en manos de esos tipos que los interceptaron? —José no lograba entender por qué Reyna decía eso.

—¡No! A estas alturas, es para que hubiesen llamado pidiendo un rescate. Él quería seguir con su venganza y por eso está haciendo todo esto, debe estar feliz al ver que si está consiguiendo lo que quiere —gritó Reyna, pasándose la mano por el cabello con frustración. Todos los que estaban abajo, subieron al escucharla.

—Entiendo que lo estés diciendo desde tu dolor y desesperación, pero por favor, trata de pensar un poco las cosas. Ibrahim ha demostrado que te quiere y... —José fue interrumpido.

—¡Cállate! ¡No me interesa lo que tengas que decirme, y menos si es para defenderlo! ¡No quiero escucharte! Él no ha hecho más que mentirme desde que lo conozco, no me sorprende que lo haya hecho una vez más. Tú dices que no es capaz de hacer algo así, pero fue capaz de venir hasta acá, dejando atrás su familia, sus amigos, su casa, su vida, todo por una venganza. —Se acercó hacia él—. ¡Dime que no lo crees capaz! Dime, ¿dónde está? ¿Por qué no aparece? ¡Vamos, dime! —Lo golpeaba en el pecho para descargar un poco su rabia, José ni siquiera intentó detenerla.

Cristian y Samuel la agarraron para que dejara de golpearlo, justo antes de que cayera al piso; cayó llorando, aferrada al pantalón de José.

—Chamo, lo mejor es que salgas, verte la altera más. —Samuel logró que Reyna soltara a José, que salió con la mirada baja; si bien sabía que Reyna tenía su lado frágil, nunca imaginó verla así—. Ya Reyna, vamos, cálmate. ¡Debes levantarte! —Samuel y Cristian la ayudaron a acostarse mientras ella seguía llorando.

—¡Quiero hablar a solas con Cristian! —susurró Reyna. Todos los dejaron solos y ella le indicó que se sentara—. Ustedes son los mejores amigos de Ibrahim, sabían los planes de su venganza y todo eso. Por favor, dime la verdad, si esto es parte de su venganza, dímelo. Yo... yo te prometo no hacer nada, solo quiero que me devuelva a mi hermana, puedo darle lo que quiera pero... por favor, si sabes dónde está o algo, dímelo por favor —pidió sollozando.

—No sabes como me gustaría ayudarte, pero yo tampoco creo a Ibrahim capaz de hacer eso, y tengo la misma información que tú. ¡Yo sé que él te quiere y no haría nada para lastimarte! —Cristian le acarició el cabello, mientras ella suspiraba frustrada. Se limpió las lágrimas con cierta brusquedad y le pidió que la dejara sola, él asintió y se fue.

Como pudo, se levantó y buscó una foto de Yancelis, la abrazó a su pecho y se permitió llorar, llorar lo que había tenido que reprimir todo ese mes en el hospital.

—Yo sé que estás con él, yo sé que todo esto es un plan suyo, yo... yo necesito que así sea. Él no te hará daño, te cuidará bien, él... te va a tratar bien y cuando... cuando recapacite, te traerá conmigo... yo... yo lo sé —Sentía que se iba a volver loca si eso continuaba.



En la sala estaban todos sorprendidos por haber escuchado a Reyna así, podían entender su dolor, pero ella siempre defendía a Ibrahim, todos los ahí presentes, habían visto que él trataba a Yancelis con mucho amor y cuidado, igual que a Reyna. Ninguno lo veía capaz de hacer algo así.

—Yo no creo que ella lo dijera en serio, es solo producto de sus mismos nervios —dijo Diego serio.

—Lo mejor es no seguir tocando ese tema, está muy alterada y ahora que recién está saliendo del hospital, no podemos darnos el lujo de que se haga daño nuevamente —Juan se sentó en uno de los sillones y se pasó las manos por el cabello con frustración.

—¿Ustedes realmente creen que Ibrahim haya hecho eso? —preguntó Samuel pensativo.

—¡Claro que no! Yo sé que la situación podría darse para malentendidos, pero si hay algo que es cierto, es que él ama a Reyna y sería incapaz de lastimarla de alguna forma —dijo Cristian bajando las escaleras—. Lastimosamente, ella no piensa igual. Ahorita lo mejor es irnos chicos, ella quiere estar sola —Diego y José asintieron. Volvieron al internado junto con las chicas.

Los que se quedaron comieron y descansaron un poco, pues sabían que ahora que Reyna estaba en su casa, la cosa no sería más fácil.



En la misma casa de hace un mes, seguían los mismos hombres, esta vez decididos a llamar a Reyna ese mismo día, la mocosa ya los tenía hartos y de seguir dejando que pasara el tiempo, todo podía complicarse. Estaban marcando el número pero nadie contestaba.

—¡Tráela! Seguro pide escucharla —dijo el que sostenía el teléfono, el mismo del arma. El otro fue, pero en lo que la cargó, empezó a llorar y se dio cuenta de que estaba muy caliente.

—¡Le volvió a subir la fiebre!

—¡Maldición! Ya los imbéciles esos deben estar en camino. Nadie contesta, llamaremos más tarde —Entraron dos personas, entre esos el más joven que participó en el secuestro, quien apenas ver a Yancelis en brazos de ese hombre, dijo:

—¿Qué coño haces cargándola? ¡Dámela! —Se la llevó al cuarto y le puso unos trapos mojados en la frente, le dio un jarabe que compró en la farmacia, según la dependienta era muy efectivo. Se quedó ahí, junto a ella, preocupado.

—¡Es increíble como la cagaron! Se los puse en bandeja de plata a los dos y no pudieron hacerlo bien —dijo el hombre que entró hace un momento junto al más joven.

—¡Yo mejor me voy! —El que aún cojeaba por la mordida de Reyna, se fue.

—¡No fue tan fácil! Nunca nos imaginamos que iban a dar tanta pelea. Tengo que reconocer que Reyna sigue teniendo sus agallas. Y del muchacho, dijiste que él no iba a interferir; aún después de la paliza que le dimos, seguía intentando proteger a la mocosa.

—Tengo entendido que ya le dieron de alta, debemos movernos con cuidado, está siempre rodeada de gente.

—Esa buscará la forma de escaparse, siempre se las ingenia. Ahora vete. ¡Esta casa cada vez se hace más pequeña!

—¡Cuiden de la bebé y avísenme si su situación empeora! —El cuarto hombre se fue. Regresó a la ciudad y se encerró en su apartamento, ya más tarde saldría.



Reyna despertaba ya de noche, con un dolor de cabeza, se había quedado dormida mientras lloraba, sentía la garganta seca. Se sentó con dificultad y volvió a recordar con imágenes el secuestro, solo que esta vez, algo pareció encajar en su cabeza. El más joven, ella podía jurar que conocía esa voz solo necesitaba asociarla a un rostro.

Fue un momento al baño a lavarse la cara para refrescarse. Sin poder evitarlo, se acordó de los momentos que vivió con Yancelis, todos sus llantos, sus gritos, sus risas y sus juegos... pero fue sacada de sus pensamientos cuando por el sonido de su celular, vio que era un número privado.

—¿Alo?

—¿Reyna? —contestó una voz grave al otro lado de la línea, parecía que pusieron un trapo en la bocina para que se oyera así, lo único que Reyna tenía claro, era que pertenecía a un hombre.

—¿Quién habla?

—¡Sigues teniendo la misma voz de niña! Ojala con tu cuerpo pasara lo mismo.

—No estoy para bromas, si quiere joder a alguien, vaya a joder a su ma... —Pero no pudo terminar.

—¡Ten mucho cuidado en cómo me hablas! No querrás insultar a mi mamá después de que la quisiste tanto, ¿aún lloras su muerte? —Reyna quedó muda, ese tono y la forma en la que hablaba, tenía idea de quién era, pero estaba negada a creerlo, él estaba fuera del país, había huido—. ¿No piensas responder? No importa; tengo alguien que quiere hablarte.

El hombre le dijo a alguien: «¡Haz que hable!». Habló otra voz, pero Reyna no logró descifrar lo que decía, y de nuevo la voz del mismo tipo «¡No me importa!». Entonces se escuchó el llanto de una bebé y un grito, ¡era Yancelis! Escuchaba su llanto y ya tenía las lágrimas afuera, escuchó como la llamaba: «Mamá nena» decía a gritos, la necesitaba.

—¡Ya! ¡Por favor! ¡No le hagan nada! Dime, ¿qué es lo que quieren? ¿Qué quieren que haga? —suplicó desesperada; se escuchó una risa al otro lado.

—¡Debo reconocer que tiene una buena voz! No ha parado de llorar en todo este mes. Ahora escucha, quiero que vayas sola a una dirección que te voy a mandar, queremos 1.000.000.000$ en efectivo para mañana en la tarde.

—¡Está bien! Les daré lo que quieran, pero no le hagan nada.

—¡Así me gusta! Siempre tan inteligente. Pronto tendrás noticias nuestras. ¡Hasta mañana sobrina! —Y colgó.

Reyna quedó en shock, su tío, el mismo que se cansó de maltratarla y despreciarla, que la usaba para encubrir su venta de drogas, el mismo que había matado a su abuela, ese, ese es él que tenía a Yancelis.






Hola a todos, ¿cómo están? Les pido una súper mega disculpa por el atraso, la verdad es que me he dedicado más a la lectura de varias historias que tenía pendiente en mi biblioteca desde hace más de un año, pero en fin. Acá les dejo el capítulo, espero que les guste. ¿Qué pasó con Ibrahim? ¿Quiénes serán aquellos hombres? ¿Reyna realmente llegó a creer que Ibrahim hizo eso? ¿O fue solo la desesperación? ¿Qué hará Reyna ahora? Todo esto y más en el próximo capítulo, los quiero, bye.

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