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XXV - El Intento

https://ae01.alicdn.com/kf/HTB1OjJCJFXXXXbCXXXXq6xXFXXXI/Halter-moldeado-sin-mangas-Backless-azul-y-verde-lima-corto-De-dos-piezas-Vestidos-fiesta-Vestidos.jpg_640x640.jpg Vestido de Reyna

https://http2.mlstatic.com/vestidos-bebe-fiesta-bautismo-cumpleanos-D_NQ_NP_700903-MLA27663018991_062018-F.jpg Vestido de Yancelis

https://i.pinimg.com/236x/b1/66/e4/b166e45bb77b7acf89ec134ff2f440fc--agora.jpg Vestimenta de Ibrahim

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31 de diciembre.

Reyna terminó de vestir a Yancelis con un hermoso vestido anaranjado, de flores blancas con un bordado en las mangas y un lazo en la cintura. Ella por su parte, tenía un vestido negro, más arriba de las rodillas, que cubría su espalda con unas cintas entrelazadas y unos tacones negros; además, decidió plancharse el cabello.

Estaba terminando de maquillarse cuando se acordó del día en que se fueron de casa de Rocket.


Esa mañana bajaron a comer, estaban todos en la mesa y Reyna no pudo quedarse callada más tiempo.

—Olivia, siento no poder ayudarte a preparar la cena este año.

—¿Por qué? —preguntó Rocket sin entender.

—Ibrahim, Yancelis y yo nos vamos a casa de Rubén —Soltó como si nada.

—¿Cuándo decidieron eso? —dijo Rocket serio.

—Ayer —Ibrahim lo miraba lo más sereno posible, aunque por dentro, se estaba muriendo de los nervios.

—¿Cuándo se van?

—Hoy en la tarde —Ibrahim sentía que debía responder solo para asegurarse de que Reyna no dijera algo de más.

—Entonces los llevo en el carro —Rocket se servía jugo de lo más calmado.

—¿Enserio vas a dejar que se vayan? —Reynaldo quedó atónito.

—¿No debería?

—Si aquí hacen todo lo que hacen, imagínate estando solos —dijo Reynaldo como si fuera obvio.

—¿Y qué quieres que haga? ¡No puedo retenerla! —Rocket se encogió de hombros, mostrando indeferencia con respecto al asunto, cosa que no le gustó mucho a Reyna.

—¡Claro! Como siempre la dejas hacer lo que quiera —Odiaba decir las cosas con sarcasmo, pero la ocasión lo ameritaba.

—No estamos hablando de una niña —Rocket frunció el ceño, entendiendo perfectamente a qué se refería. Nadie más que él, le había prohibido miles de cosas a Reyna.

—Pero sabes que... no es momento para que esté allá —Reynaldo trató de cuidar muy bien sus palabra.

—Imagino que vendrás a recibir el año aquí —Rocket se dirigió a Reyna.

—Nos quedaremos esa noche —respondió viendo a Reynaldo—. ¡Y no es una consulta! Les dije que nos vamos a casa de Rubén.

—¿Y ya? ¿Eso es todo? Reyna, no creo que sea buena idea que estés ahí, no tienes ningún problema con quedarte —Reynaldo trató de persuadirla, pues siempre fue bueno en eso.

—¡Tú no dejas de buscarle pelea a Ibrahim! No nos dejarás estar tranquilos —dijo exasperada.

—Más allá de eso, esa casa es muy grande y de alguna manera siempre que vas, terminas mal —Juan también tenía sus dudas.

—¡Exageran! Para que te calmes Reynaldo, no estaremos solos, los empleados siguen ahí y estaremos con Yancelis todo el tiempo —Pensó que ahí finalizaría el asunto, pero no.

—Yancelis estaba con ustedes y eso no impidió que pasaran la noche juntos.

—Ya ellos aclararon que no pasa nada. Si quieren estar allá, déjalos —dijo Raúl con seriedad, entendiendo que Reyna quería su espacio, pues con todos ellos, era normal que se sintiera sofocada.

—¡Gracias Raúl! —Agradeció Reyna y todos siguieron comiendo. El desayuno siguió su curso y en la tarde, Rocket los llevó a la casa de Rubén, donde los dejó y se despidió sin ninguna advertencia de por medio.


Reyna sabía a lo que se refería Juan, pero no quiso decir nada por estar Ibrahim ahí. Ibrahim, aún recordaba la expresión que puso cuando vio su casa, el pobre quedó perplejo, y dijo, textualmente:

"¿Cómo es que necesitan casas tan malditamente grandes? Esta casa es enorme, tiene como veinticinco ventanas, ese montón de columnas. ¡Esto no es una casa, es una mansión!".

Le causó mucha gracia su reacción, y ni hablar de cuando vio la piscina, casi se desmaya. Era el primer novio que llevaba a su casa, y sobretodo, era la primera persona que iba, y reaccionaba así.

Alguien tocó la puerta, sacándola de sus pensamientos.

—Disculpe señorita pero ya termine con mis quehaceres. ¿Puedo irme? —dijo una de las sirvientas.

—¡Claro Miranda! Todos pueden irse. Tienen hasta el ocho libre.

—¡Muchas gracias señorita! Deseo que tenga un feliz año junto a la niña Yancelis —María sonreía emocionada.

—¡Tú también! Dale saludos a tu hija —Reyna la abrazó para despedirse, solía tener buena relación con todos los empleados.

—¡Si, muchas gracias señorita! —María se despidió y se fue.

Reyna al verse lista, agarró a Yancelis de la mano y ambas bajaron poco a poco las escaleras. Ibrahim estaba abajo esperándolas, vestía una camisa blanca de cuello y manga larga, arremangada hasta los hombros; un chaleco Cotton gris y una corbata negra; un pantalón de vestir gris, ajustados en las zonas correctas; unos zapatos negros de vestir y la americana colgada del hombro. ¡Estaba para morirse!

Él al verlas, quedó boquiabierto, su atención se centró más en Reyna obviamente, pero Yancelis también estaba hermosa, parecía una muñequita.

—Se te va a salir la baba —dijo Reyna riendo.

—¡Y no es para menos! ¡Se ven hermosas! Mira nada más a esta princesita que ya camina. —Cargó a Yancelis, cuidando no arrugar su vestido ni su traje—. ¡Y tú también te ves muy hermosa! —Le dio un beso suave en los labios.

—¡Gracias! Tú tampoco te quedas atrás, te ves muy guapo —Le sonrió, gesto que Ibrahim devolvió pero no dijo más nada. Ya ambos sabían que él odiaba que lo halagaran.

—Ya guardé todas las cosas, Jean Carlos está esperándonos afuera con Britany —Le extendió el brazo, como todo un caballero y se dirigieron al carro. Saludaron a Jean Carlos y a Britany, esta no dejó de hablar con Reyna todo el camino, contándole de sus juguetes, su mamá —la cual no asistió porque se sentía mal—, su padrastro que la trataba muy bien, y su hermanito, con quien jugó antes de venir y dejó durmiendo junto a su madre.

Cuando llegaron a la casa, Rocket los recibió. Todos se saludaron afablemente, pues ya se conocían, pero a Reyna le llamó la atención, no ver a Eustaquia, por lo que le preguntó a Daniel ya que él era su sobrino.

—Está arriba, le duele la cabeza —susurró en respuesta. Reyna subió preocupada a la habitación de Eustaquia, y la vio acostada—. ¿Te sientes mal? —preguntó sentándose junto a ella.

—No mi niña, solo me duele un poco la cabeza —Eustaquia se sobaba la sien.

—¿Tomaste algo? De seguro no has descansado bien —Reyna buscaba unas pastillas para el dolor de cabeza.

—Tranquilízate, ya tomé una —Eustaquia sonrió levemente.

—Vieja, te he dicho que no te esfuerces. ¡Te traje un regalo! —Reyna bajó a buscarlo en el carro y fue de vuelta al cuarto con emoción. Antes de entrar, escondió la bolsa en su espalda—. ¿A que no adivinas que te traje?

—No debiste molestarte —dijo Eustaquia, sentándose en el borde de la cama.

—¿Qué dices? No es ninguna molestia vieja. ¡Estoy segura de que te va a encantar! —Fue abriendo la bolsa y al sacar el contenido, Eustaquia quedó sorprendida.

—¡Es hermoso!

—Cuando te sientas mejor, te lo pruebas —Reyna sonreía entusiasmada, tenía tiempo sin comprarle algo a su vieja.

—¡Gracias mi niña! Está precioso —Le dio un beso en la frente.

—¡Ay viejita! Me alegra que te haya gustado. —La abrazó—. Tengo tanto que contarte, estos días me ha ido muy bien. Yancelis ahora se la pasa hablando, Ibrahim y yo estamos bien, con él me siento tan tranquila, tan feliz, tan... completa —dijo con ilusión.

—¡Me alegra verte así! Me sorprendiste mucho cuando dijiste que se iban a casa de tu padre.

—Al principio Ibrahim se sentía incómodo por lo grande de la casa y por las sirvientas, pero las fue tratando e incluso las ayudaba, se porta tan amable... me da miedo que lo nuestro no funcione vieja. Cuando Brian vino, dijo que Anthony estuvo en la casa de mi abuela, en cualquier momento puede aparecer en la casa de Rubén o en el liceo y yo no quiero ni imaginarme si eso ocurre —A Reyna ese pensamiento la estuvo torturando todos esos días.

—¡No pienses eso mi niña! Anthony es un cobarde y no se atreverá a buscarte —aseguró Eustaquia. Reyna no dijo nada, pero en su expresión, se vio un poco más de calma—. Ahora déjame probarme lo que compraste—. Se levantó y Reyna la ayudó a ir al baño para que se probara la ropa.



Olivia había terminado de arreglar la mesa y llamó a todos para que fuesen a cenar.

Reyna bajó junto a Eustaquia, la cual vestía un pantalón negro de ceda, con una camisa un poco holgada de color vinotinto, también de ceda, y unos tacones cafés bajos; Reyna la había peinado haciéndole unos rulos con la maquina y la maquilló.

—¡Te ves preciosa tía! —Daniel estaba sorprendido.

—¿Verdad? Díselo tú que no me cree.

—Me siento rara —dijo un poco incómoda.

—¡Tonterías! Estás hermosa viejita —Reyna le dio un beso en la mejilla y fueron a sentarse en la mesa con los demás.

La cena fue entre risas, bromas, juegos y chistes. Era increíble la atmósfera que creaban todos en ese lugar, pues aunque algunos eran personas nuevas, hablaban como si conocieran a los presentes de toda la vida; brindaban calidez y alegría al sitio.

Al terminar la cena, Reyna se levantó y llamó la atención de todos, con un par de ligeros golpecitos a su copa, tal como en las películas.

—Quiero aprovechar para obsequiarle algo a cada uno de ustedes, y no me pueden decir que no. —Fue a buscar los regalos al carro, con ayuda de Ibrahim—. Cada regalo tiene su nombre, pero no quiero que los abran hasta después de las 12:00 p.m.

—Entonces, ¿por qué nos emocionas? —Juan se desanimó.

—Necesitaba sacarlos del carro —Se encogió de hombros, quería entusiasmarlos para que ninguno se negara a recibirlo. Era absurda su idea, pero nada perdía con llevarla a cabo.

—Mientras pasa el tiempo, vamos a bailar —Franco encendió el equipo de sonido y se escuchó una salsa. Enseguida se formaron parejas, teniendo en cuenta que solo había tres mujeres en la casa y tres niñas, Jean Carlos bailaba con Eustaquia, Rocket con Olivia, Ibrahim con Britany, Rose con Oscar y Yancelis con Juan. Los demás bailaban solos o bromeaban bailando entre ellos.

Reyna por su lado, se fue a la cocina para servir las bebidas; acomodó las copas en una bandeja y las repartió. Al terminar y volver a la cocina, se sentía ansiosa, así que tomó un trago.

—¿Planeas emborracharte? —preguntó Samuel entrando y arrebatándole la copa.

—No, no quiero arruinar la fiesta —Reyna suspiró, debía medirse.

—¿Por qué te ves tan feliz? —Samuel no entendía por qué desde que llegó, ella tenía una sonrisa radiante que no había quitado hasta ahora, cuando casi se bebe ese trago.

—Es la primera vez que recibiré el año con Ibrahim y Yancelis —Automáticamente, su sonrisa se activó.

—No creí que volverías con él.

—¿Por qué?

—No lo sé —Se encogió de hombros, siempre pensó que Reyna sería incapaz de perdonarlo.

—Mejor haz algo productivo con tu vida y reparte las uvas —Reyna le entregó la cesta llena de las mismas.

—¡Si eres mandona!

—¡Ve y haz lo que te dije! —Samuel se fue con la cesta al verla tan seria, se parecía a Olivia. Ella se recostó en el marco de la puerta de la cocina, viendo a Yancelis bailar feliz de la vida con Juan, que se reía y movía graciosamente.

Estaba muy tranquila y absorta en sus pensamientos, cuando Ibrahim se le acercó.

—¿Qué tienes?

—¿Por qué lo dices?

—¿Tomaste algo? —Su tono fue serio y severo.

—¿Sabes? Esto de responder a una pregunta con otra, no tiene mucha lógica. —Reyna trató de que sonara como una broma, pero no le salió, la mirada de Ibrahim seguía siendo de seriedad—. Solo un trago —Imitó su expresión y tono.

—¡No tomes más Reyna! ¡No quiero que te emborraches! —Le ordenó Ibrahim.

—¿Por qué dices eso? ¡No voy a tomar! —Reyna se fastidió y se fue a bailar con Raúl.

Ibrahim subió un momento al cuarto donde Rocket le indicó que dormiría junto a Jean Carlos, se asomó por la ventana y suspiró, intentando calmarse. Reyna no se emborracharía, ya habían hablado de eso antes de venir, él no quería verla como el veinticuatro, eso le partiría el alma.


Horas después.

Entre bailes y risas, se fue pasando la noche. Estaban comiendo las uvas y lanzándose las semillas antes de que sonaran las doce campanadas, todos se abrazaron y se dieron el feliz año.

Reyna se apartó y vio a Olivia con Rose, esta la abrazaba, le daba un beso y le susurraba algo en el oído. Sin darse cuenta, tenía los ojos llenos de lágrimas.

—¡Feliz año mi amor! —Ibrahim la abrazó, tomándola por sorpresa.

—¡Feliz año! Espero que te haya gustado recibirlo aquí —Reyna se frotó los ojos para disimular un poco las lágrimas.

—¿Qué veías? —Ibrahim la notó extraña.

—Todos están emocionados —dijo desviando la mirada.

—¡Es hora de abrir los regalos! —Juan estaba un poquito muy tomado.

—¡Ábranlos! —Cada uno buscaba su nombre en las bolsas—. Ve a abrir el tuyo.

—¡¿Yo?! —Ibrahim se sorprendió, no se fijó que alguno tuviera su nombre cuando los guardó en la maleta del carro.

—Si, te encantará —Reyna sonreía como una niña traviesa. Ibrahim agarró la bolsa que quedaba y al abrirla, se sorprendió. Cada uno tenía un regalo que logró emocionarlo, y a muchos, conmoverlos.

—Reyna... no puedo recibirlo —Raúl negó con la cabeza.

—Si el de los demás es tan importante para ellos como para mí, creo que hablo por todos cuando digo que no podemos recibirlo —Rocket estaba apenado, muchísimo.

—¡¿Cómo que no?! ¡No me vengan con esas excusas! Son regalos para ustedes; lo que no pueden, es despreciarlos —dijo fingiéndose indignada.

—Debió costarte mucho conseguir esto —Jean Carlos le devolvió los papeles.

—¡Pues por eso! Por lo que me costó conseguirlos, acéptenlos. Me sentiré muy mal si los rechazan; es más, digan lo que les regalé y verán que entre ustedes mismos se convencerán de no rechazarlos —aseguró con una mirada retadora, hicieron lo indicado.

Franco tenía la notificación de que su hermana saldría de la cárcel dentro de un mes, gracias a buena conducta; Oscar tenía el consentimiento para traer a sus dos hijos de Colombia; Daniel tenía la aprobación para ir al servicio militar; Samuel tenía información sobre el paradero de su padre; Raúl tenía el titulo de propiedad de la casa que tanto quería y la cual no había podido obtener, debido a que no le aprobaban el crédito en el banco; Juan tenía un pasaje para Francia, donde estaba su novia con la que tuvo que posponer los planes de boda, debido a que a ella le había salido una beca para sacar el doctorado de su carrera en el extranjero.

Reynaldo tenía la aprobación para entrar a la Universidad Central de Venezuela (UCV); Olivia tenía el horario de su nuevo trabajo en la UCV, donde siempre quiso trabajar; Eustaquia tenía un pasaje para Puerto La Cruz, donde no iba desde hace dos años por no tener dinero, y donde estaban enterrados sus dos hijos; Rocket tenía las aprobaciones del seguro medico, funerario y de vida; Rose, Britany y Yancelis tenían cuatro boletos cada una para ir a Disney World; Jean Carlos tenía el titulo de propiedad del carro que estaba usando; Ibrahim tenía la carta donde le informaban que dejaba de ser becado, además de un papel donde lo autorizaban a trasladar los restos de su padre a Venezuela, cuando lo creyera conveniente.

—Ahora reto a uno de ustedes, que le diga al otro que no acepte el regalo. —Reyna se cruzó de brazos, todos se vieron entre sí sin atreverse a decir nada—. Les doy una oportunidad de mejorar, de obtener algo por lo que siempre han luchado, de superarse, ¡¿por qué decir que no?! ¿Por qué es mucho? ¡Por favor! Si no quieren los regalos, véndanlos o bótenlos porque no los aceptaré de vuelta.

—¡Muchas gracias Reyna! ¡Gracias a ti podré ver a mis niños! —Oscar la abrazó, todos excepto Samuel se unieron al abrazo. Cuando se separaron, Samuel estaba subiendo las escaleras y le hizo una seña a Reyna para que lo siguiera.

Ella esperó a que todos se fueran a bailar y subió a la terraza. Vio a Samuel en el piso, recostado de una pared y se sentó junto a él.

—¿Por qué haces eso?

—¿Qué? —Él la miró, dándole a entender que se refería a los regalos—. Solo quería despilfarrar el dinero —Se encogió de hombros.

—Esto debió llevarte tiempo. Esto no se consigue de un día para otro. —No obtuvo respuesta, así que siguió—: ¿Por qué quieres que encuentre a mi padre?

—¿Por qué quieres encontrarlo?

—Tengo cosas que preguntarle. —Se encogió de hombros— ¿Quieres que me vaya con él? —preguntó con rabia, cosa que ella notó.

—¡Claro! Te desapareces y todos hacemos como si nunca hubieses existido —dijo con una gran sonrisa.

—En caso de encontrarlo, te aseguro que no me quedaría con él. ¡Le diría lo que le tengo que decir y ya!

—Eso dices ahora. ¿Cuándo ves a Rocket con Rose, no te da celos?

—¿A qué te refieres? Es su hija y además una bebé, es obvio que toda su atención esté en ella —Samuel no comprendía lo que Reyna quiso decir.

—Me refiero a ver cómo es de amoroso con ella, ver que ella tiene un padre que se preocupe y de la cara.

—No puedo decir que sean celos —Se sinceró, pues creía entender de qué hablaba ella.

—¡Como sea! Ya te dije el por qué de los regalos —Reyna se levantó y se sacudió las piernas.

—Gracias —susurró levemente, pero igual Reyna lo escuchó, sin embargo, optó por no decir nada. Al bajar, vio que algunos hablaban y otros bailaban.

—Reyna, vamos a bailar —Reynaldo se le acercó y la agarró de la cintura.

—¡No, gracias! No tengo ganas. —Reyna se acercó a Yancelis, estaba jugando con dos muñecas—. Hola princesa. ¿Qué juegas? —Agarró una de las muñecas y jugó con ella. Todos veían el amor en la mirada de Reyna, se veía un amor maternal—. ¿Tienes sueño? ¿Quieres dormir? —Yancelis asintió. La cargó y la llevó a su cuarto, se acostó junto a ella y empezó a cantar; logró dormirla, pero no pudo evitar caer también en los brazos de Morfeo.

Reynaldo vio que Reyna subió y aprovechó que Ibrahim estaba distraído bailando con Olivia para subir tras ella. Estaba dormida junto a Yancelis, por lo que se puso de cuclillas y le apartó el cabello de la cara, cuidando no despertarla.

—Te quiero... y ni te lo imaginas —Se acercó y la besó, fue a penas un roce, ella se removió inquieta pero no se despertó. Reynaldo se acomodó mejor, sentándose en la cama y volvió a repetir ese roce con cuidado. Apoyó su mano en el colchón para no incomodarla, cuando la puerta se abrió de repente causándole un sobresalto.

—¿Qué demonios crees que haces? —Franco se acercó a él y lo agarró por el cuello de la camisa.

—Yo... yo no... ¡No es lo que piensas!

—¿Qué pretendías hacerle?

—Nada, obvio que nada —Samuel se soltó de su agarre. Franco suspiró con frustración, conteniéndose de golpearlo, era su primo mayor, casi su hermano.

—¡Mejor lárgate de aquí sino quieres que te caiga a golpes! —Lo amenazó empujándolo hacia la puerta. Reynaldo se fue con la mirada baja, se sentía avergonzado, sabía que lo que estaba haciendo estaba mal.

Franco por su parte, estaba molesto, no quería armar un escándalo, no iba a arruinarles la celebración a todos los demás, pero tampoco estaba dispuesto a dejar eso así, tocaría ese tema con la sobriedad del día siguiente. Decidió irse a su cuarto luego de cubrir a Reyna y a Yancelis con una cobija, para protegerlas de la fría noche.


1 hora después.

Reyna despertó sintiendo una pesadez en el cuerpo. Verificó que Yancelis siguiera dormida, se levantó, arregló su cabello y bajó. Estaban Ibrahim, Juan, Oscar, Eustaquia y Raúl, el resto estaban durmiendo.

—¿Dónde estabas? —preguntó Ibrahim apenas la vio, se había preocupado al notar su desaparición, pensó que podría estar llorando.

—Me quedé dormida.

—¡Veré cómo está Britany! Ya vengo —Ibrahim subió a su cuarto, la notó dormida y la cubrió con una cobija para que no pasara frío. Volvió a bajar luego de un par de minutos.

Reyna fue a la cocina, ya no había ningún problema en que se tomara algo, agarró una botella de vodka y se sirvió un poco en una copa.

—¿Qué haces? —Samuel entró y la miró entornando los ojos.

—¿Qué te importa? —Reyna estaba exasperada de sus interrupciones, según ella, debía estar dormido.

—¡Ya vas a emborracharte! ¿Qué crees que diría Ibrahim o Rocket si te viera? —Samuel la detuvo cuando pretendía irse.

—¿Qué harás? ¿Les irás con el chisme? —Reyna se soltó de su agarre y se fue a su habitación, logrando esconder la botella. Entre un trago y otro, fue emborrachándose. Quiso asomarse por el balcón, pero...



Ibrahim al volver a la sala y no ver a Reyna, se preocupó. Fue a la cocina pero no estaba. Subió y entró a la habitación de Reyna, la vio empinada en el balcón a punto de caerse.

Tuvo que acercarse sin hacer ruido para no asustarla, y la agarró de la cintura, pegándola a su cuerpo.

—¿Qué demonios haces? ¿No ves que casi te caes? —Al acomodarla y verla, entendió todo—. ¡Estás borracha!

—Shh... no lo digas tan alto que Ibrahim no debe saberlo —Estaba totalmente risueña.

—¿Por qué no debe saberlo? —Decidió seguirle la corriente para ver qué decía.

—Me va a regañar y se molestará. Le prometí que no iba a tomar.

—¿Y por qué tomaste? —preguntó serio.

—¡Me gusta! Dile a Tomás que venga, él me ayudará a que no se den cuenta —Reyna trataba de no tambalease, pero era mucho pedir. Ibrahim se sorprendió ante su respuesta y con tristeza le dijo:

—Él no puede venir.

—¿Por qué? Dile que yo lo llamo, así viene. Necesito que termine el cuento, no me dijo el final —Reyna puso una voz de bebé, según le había comentado una vez, así le hablaba a Tomás cuando quería que hiciera algo.

—Princesa, no puede venir —Ibrahim no sabía muy bien qué decir ni cómo continuar.

—¡Necesito que venga! Tiene que ver a mi mamá, decirme que me parezco a ella. —Sus ojos se llenaron de lágrimas—. No puede venir porque está muerto... por mi culpa —Comenzó a llorar.

—¡No fue tu culpa! Hay cosas que pasan y no podemos hacer nada —La abrazó, no soportaba verla así.

—¿Cómo con mi abuela? No pude hacer nada. ¡Los dos murieron por mi culpa! —Se dejó caer de rodillas—. Quiero que estén conmigo, necesito que estén conmigo —Un nudo en la garganta, le impedía respirar con normalidad.

—Ya princesa, ven conmigo, acuéstate y descansa —Ibrahim la ayudó a levantarse y la llevó a su cama, dónde la acostó con sumo cuidado, pues Yancelis también estaba ahí.

—¿Te quedas conmigo? —pidió jalándolo del brazo, él asintió y se acostó junto a ella, dejando la cara de Reyna en su pecho. Gracias a eso, ella pudo llorar silenciosamente, escondiendo un poco más su rostro, pero Ibrahim sentía como se aferraba a su ropa y en ocasiones, temblaba y sollozaba.

Unos minutos después, Reyna quedó profundamente dormida. Él quiso levantarse pero ella mantenía un agarre firme en la manga de su camisa, por lo que se resignó a pasar la noche ahí.

—¿Qué tanto hay en ti? ¿Cuántos secretos escondes? ¿Cuánto te lastimaron? —Le besó la frente con ternura. La acurrucó un poco y al rato, también se quedó dormido, esperando que mañana fuese un mejor día.



Al día siguiente

Reyna se levantó temprano, bastante tomando en cuenta lo tarde que se acostó y la resaca infernal que tenía. Como pudo se tomó una pastilla que aliviara un poco su dolor de cabeza y se metió a bañar.

Una vez que estuvo vestida y peinada, se colocó sus lentes de sol y se ocupó de dejar una carta sobre la mesa del comedor, para después irse.

Tomó el primer taxi que vio y fue al centro, ya que la calle no estaba muy transitada y no podría irse en camioneta como pensó en un principio. Se encargó de comprar dos ramos de rosas mientras el taxista la esperaba estacionado junto a la vereda. Al volver con él, le pidió que la llevara al cementerio.

Una vez que llegaron, Reyna le pagó y le dijo que se fuera, pues ella no iba a terminar pronto. Al principio el taxista insistió en esperarla, pero viéndola tan decidida, terminó por irse.

Ella caminó entre las tumbas hasta que finalmente llegó a la que quería, la de su abuela. Se arrodilló y le puso uno de los ramos.

—El primer año nuevo que recibo sin ti. ¡Me hiciste mucha falta! —dijo en un suspiro—. Si pudieras conocer a tu otra nieta. ¡Es hermosa! —Hizo una pequeña pausa para que el nudo en su garganta no terminara por impedirle continuar—. Nunca terminaré de pedirte perdón.

—¡Que sorpresa verte aquí! —Jhonny apareció detrás de ella, asustándola.

—Lo mismo digo... ¿De quién te acordaste? —Reyna giró un poco el torso para verlo a la cara.

—Visité la tumba de mi hija. ¿Aquí está tu abuela?

—¡Si! Vine por ella y otra persona —Se levantó y sacudió sus rodillas.

—¿Viniste sola? — Jhonny buscó con la mirada a alguien conocido, pero no había nadie.

—Los dejé dormidos.

—¿Te estás quedando en casa de Rocket? —preguntó Jhonny, pues sabía que no había asistido al vacan school.

—Solo por hoy.

—El carro está estacionado a una cuadra de aquí, te espero —Jhonny se fue para darle privacidad y para evitar que ella se negara a su ofrecimiento.

—¡Prometo volver pronto! —Reyna acarició la lápida y fue hacia la tumba de Tomás, en donde vio unas rosas rojas—. Imagino son de tu mamá. —Colocó las suyas junto a las rosas y se arrodilló—. Te quiero contar tantas cosas... ¡Me haces mucha falta!... ¿Por qué te metiste? ¿Por qué decidiste por mí? ¿Por qué prometiste algo que no ibas a cumplir?

«Lamento no haberte valorado como debía... Si estuvieras aquí, no me sentiría tan sola. Estarías feliz de ver que ya me deje de Anthony, que tengo una hermana preciosa y que tengo a una nueva persona en mi vida, alguien bueno... Gracias... Gracias a que están ellos, recuperé la alegría que solo tenía contigo... Nunca te lo dije pero, ¡Gracias! ¡Por todo! Y también te prometo que vendré lo más que pueda a visitarte, cumpliré la promesa que te hice.

Se secó las lágrimas que salieron mientras se desahogaba, y se levantó mirando con tristeza la lapida con el nombre de Tomás inscrito en ella. Así como estaba grabado ahí, también lo estaba muy dentro de ella, en lo más profundo de su ser, ese nombre, tenía un gran significado y valor.

Salió apenas se repuso y se montó en el carro de Jhonny, sonaba la canción «Rap God de Eminem».

—¿Puedes llevarme a una panadería o kiosco? —pidió Reyna.

—Hay una panadería a unas pocas cuadras. ¿Y Yancelis?

—También estaba dormida cuando me fui. ¡Anoche jugó hasta cansarse! —Una sonrisa se plantó en su rostro al recordarlo.

—¿Nadie sabe que saliste? —Ella solo negó y él no siguió preguntando. No tomó más de dos minutos llegar y estacionar el carro frente a la panadería

—Cómprame unos cigarrillos —Reyna sacaba el dinero para entregárselo.

—Sabes que no estoy de acuerdo con que hagas eso —dijo serio.

—¿Me los vas a comprar o no? —preguntó exasperada de ese discurso.

—¡Está bien! —Se bajó para evitar una discusión, sin tomar el dinero que Reyna le tendía; esto hizo que ella dejara el dinero en la parte trasera del carro. Cuando él volvió, tenía una caja de lucky strike y un encendedor.

—¡Gracias! —Reyna guardó ambas cosas en su cartera. Hablaron de cosas sin importancia para romper la tensión hasta que llegaron a la casa de Rocket y Jhonny se estacionó en frente.

—Casi se me olvida decirte que ya hablé con mi amigo y nos garantizó el entretenimiento; las payasitas, un mago, pinta caritas y dice que habrá dos personas disfrazadas de Minnie y Mickey para que los invitados se tomen fotos, además del robot led.

—¡Muchas gracias! Dile que me pase el presupuesto. Ya tengo la comida y el castillo inflable. Compramos las invitaciones, los cotillones, la decoración, los premios y las chucherías, ¿te parece si paso a buscarlos mañana?

—Yo te los llevo a casa de tu papá. Entraré por la puerta de atrás para que Yancelis no me vea. —Y le recordó—. Y todavía falta la torta, la piñata y la caja de regalos.

—Antes de volver al liceo compro todo eso —dijo pensativa.

—Entonces mañana te llevo todo. ¿Te parece si voy a las 10:00 a.m?

—¡Si, claro! Gracias por traerme —Se despidió con un beso en la mejilla, se bajó del carro y entró a la casa. Jhonny se fue a su apartamento e hizo una llamada.

—¡Tenemos que estar listos! —dijo serio.

—Me encargaré de preparar todo —respondió alguien al otro lado del teléfono.

—En menos de una semana lo haremos —Y colgó. Fue por un trago y se sentó a ver la tv, tenía mucho en qué pensar y varias cosas que coordinar si quería que todo saliera perfecto.

Reyna los vio a todos en la sala, parecían molestos.

—¿Dónde estabas? —Rocket estaba serio, típico en él.

—Quería caminar —Reyna soltó la cartera en el mueble, con cansancio.

—¿Adónde?

—Por ahí —contestó vacilante.

—¡Dime dónde fuiste! —Rocket empezaba a perder la poca paciencia que le quedaba. Reyna se cruzó de brazos, retándolo con la mirada—. ¿Adónde fuiste? —preguntó aún con un poco de autocontrol; ella desvío la mirada—. ¡Responde, maldita sea! —gritó furioso.

—¡Cálmate y deja que responda! —Raúl también estaba serio, pero se veía más sereno que Rocket.

—¡No me voy a calmar! Esta niña sale sin decir dónde va, y cuándo regresa, me sale con que quería caminar —Para Rocket, todo eso sonaba absurdo.

—¿Por qué no dices las cosas como son? ¡Di lo que crees que estaba haciendo! —Esta vez, fue Rocket el que desvió la mirada—. ¡Me choca! ¡Me revienta que me traten así! ¿Por qué estás con tantos rodeos?

—Pensamos que ibas a hacerte daño —dijo Samuel sin ninguna expresión. Todos lo miraron como si se hubiese vuelto loco, no podía soltar esa bomba y ver cómo explotaba desde la distancia, sobretodo sabiendo el significado que había tras esas palabras y el papel que él había representado.

—¡¿Qué creen?! ¡¿Estoy loca?! —Sonaba evidentemente dolida.

—No estás lista para salir sola tanto tiempo, y menos después de tu actitud de ayer —Franco trató de acercarse pero no pudo.

—¿No confían en mí? ¿No aguantarías ese cargo en tu conciencia? Saber que no hiciste nada para evitarlo... ¿No aguantarías el peso de otra muerte? ¿Si yo estuviera en su lugar, le dirías lo mismo a él? —Ahí, sacó toda su capacidad de herir, descargó un poco su frustración y rabia, todo esto en alguien que quería y solo se preocupaba por ella, Rocket.

—¡Reyna! —dijo Raúl serio, pues se estaba pasando. Reyna cerró los ojos y suspiró.

—Me voy. —Subió a su cuarto, Yancelis estaba caminando por el lugar; ambas al verse, sonrieron—. ¡Hola princesa! ¿Cómo estás? ¿Quieres que nos vayamos a la casa grande? —Le dio un beso en la mejilla y buscó de hacerle cosquillas. La vistió y peino para guardar todo lo que trajeron nuevamente en la maleta, necesitaba irse ya.

Con cuidado, cargó a Yancelis y cuando estaba por salir, Ibrahim entró, sorprendiéndose al encontrarla lista para irse, ¿pretendía dejarlo?

—Intenta arreglar las cosas.

—No tengo nada que arreglar. ¡No confían en mí!

—Nos preocupamos mucho cuando no te vimos.

—Por eso dejé la carta... ¡Creen que estoy loca! —A Reyna se le llenaron los ojos de lágrimas.

—Estoy seguro que no se les ocurrió de la nada —dijo serio y más severo de lo que hubiese querido, Reyna desvió la mirada—. Déjame hablar con él.

—Te espero —Se sentó en la cama y dejó que Yancelis gateara a libertad. Ibrahim salió y se dirigió a la habitación de Rocket, tocó la puerta antes de entrar.

—No le hagas caso, no lo dijo enserio.

—Sé que ella piensa que soy culpable. Lo que dijo es algo que se ha estado guardando. —Rocket se oía triste—. ¿Quieres saber por qué pensamos que se haría daño?

—Si. Es que... no lo entiendo.

—Reyna ha sufrido mucho. Una vez te dije que lleva cargas muy pesadas, sola... En un momento de desesperación, ella quiso acabar con su vida —decirlo era horrible, era traer ese momento a la actualidad, era recordar la impotencia y angustia que sintió cuando la encontró temblando en el piso, abrazada a quién había sido su ángel en aquel momento.

—¡¿Ella intentó suicidarse?! —Ibrahim quedó totalmente sorprendido, eso era un shock muy fuerte.

—Estuvo a punto de saltar de un séptimo piso. Samuel fue quien logró evitarlo —recordó con amargura—. Ese miedo no se nos ha quitado. No sabemos en qué momento ella pueda intentarlo otra vez —Un par de lágrimas lo traicionaron.

Ibrahim tuvo que sentarse porque por un momento, sintió que sus piernas no lo sostenían, todas las fuerzas se habían ido de su cuerpo.

—Pero... ¿Nunca la llevaron a psicólogo?

—¡Lo intentamos! Pero ella no quería y en lo que Rubén le dio apoyo, dejó de ir —explicó Rocket con rabia, pues ese maldito nunca aparecía y cuando lo hacía, era para causar estragos.

—¡Maldición! —Ibrahim pasó sus manos por el cabello con frustración—. Hablaré con ella en algún momento de esto... por ahora está decidida a irse y no está dispuesta a hablar con ninguno. Lo mejor será irnos. ¡Gracias por decirme! —Ibrahim se levantó, necesitaba salir de ahí, necesitaba volver con Reyna, chequear que estaba bien.

—Intenta convencerla, y por favor... ¡Cuídala! —suplicó Rocket.

—¡No te preocupes! ¡Estaré muy pendiente... intentaré convencerla! —Ibrahim se despidió y se fue. Llegó al cuarto de Reyna y aunque quiso abrazarla, actuó con normalidad—. ¿Quieres que nos vayamos?

—¡Si!

—Buscaré el bolso —Fue a buscarlo. Bajó con Reyna, la cual no se despidió de nadie, estaba muy molesta con todos; Ibrahim por su parte, se despidió de todos, pero no vio a Jean Carlos ni a Britany. Sin embargo, cuando salieron, estaba Jean Carlos en el carro con la niña, se montaron e hicieron el viaje en un silencio incomodo. El único que habló, fue Ibrahim y eso para indicar la dirección.

Llegaron a la casa y por más que Reyna le insistió a Jean Carlos para que pasara, este la evadió con la excusa de que debía dejar a Britany con su mamá.

Ibrahim y Reyna entraron a la casa, ella dejó la pañalera y la cartera en el mueble, llevó a Yancelis a su cuarto, le prendió la tv y le puso unos juguetes alrededor.

Se encerró un momento en el baño para lavarse la cara, necesitaba serenarse un poco. Al salir, acomodó las almohadas para que Yancelis no se cayera y se fue a uno de los cuartos de huéspedes, donde se encerró y comenzó a llorar.



Ibrahim sabía que Reyna quería estar sola, decidió darle su espacio. Sin embargo, al ver que pasaban las horas y que el hambre comenzaba a aparecer, preparó unos panqueques con nutella y se los llevó a Reyna a su habitación.

Para su sorpresa, solo encontró a Yancelis a punto de quedarse dormida, pero apenas lo vio, se activó nuevamente. Decidió quedarse un rato jugando con ella, aunque su preocupación crecía y se reparó yendo a buscarla.

Descubrió que estaba encerrada en un cuarto de huéspedes, este quedaba a tres puertas del suyo propio.

—¿Quieres abrir? —Ella abrió—. ¿Qué haces aquí?

—Quería estar sola

—¿Tanto te molestó que se preocuparan? —Ibrahim se sentó junto a ella, pues estaba en un rincón del piso.

—¡Me molesta que no confíen en mi! —dijo exasperada.

—¡No pienses en eso! Ven y prueba lo que te preparé —Le agarró la mano, la ayudó a levantarse y la guió hasta su habitación.

—¡Huele delicioso! ¿De verdad lo hiciste tú?

—¡Claro! ¡Soy todo un chef! —dijo con orgullo. Ella se sentó en la cama y él acercó la bandeja, se sentó junto a ella, puso la bandeja en sus piernas y tomó la primera cucharada—. ¡Abre!

—¡No soy un bebé! —Reyna lo veía con seriedad fingida.

—No seas quisquillosa y abre —insistió. Reyna suspiró y abrió con duda, al probar el primer bocado, se dio cuenta de que Ibrahim no presumía en vano.

—¡Está delicioso! ¡Si que sabes cocinar! ¿Quién te enseñó?

—¡Mi padre! Decía que debía aprender a hacer las cosas de la casa para valerme por mí mismo, y así cuando me casara, no le dejaría todo a mi esposa —dijo con nostalgia.

—¡Te enseñó muy bien! —Reyna no supo qué más decir—. ¿No comerás?

—No tengo hambre —Reyna siguió comiendo aunque debes en cuando le daba a Ibrahim para que probara tal como él había hecho con ella.

—¡Muchas gracias! ¡Me encanta! —dijo sonriendo.

—Me alegro. ¿Te parece si caminamos un rato? —propuso sonriéndole. Reyna cargó a Yancelis y agarró una sábana. Fueron al patio trasero, extendieron la sábana y dejaron a Yancelis ahí, la cual tocaba con curiosidad la tela, al sentir el césped debajo. Esto le dio oportunidad de ir a un banco, no muy lejos de ahí—. ¿Adónde fuiste?

—Al cementerio. Quería dejarle flores a mi abuela y a Tomás —dijo con tristeza.

—¿Y tu mamá? —preguntó sin poder abstenerse.

—No sé dónde está su tumba; no sé si la enterraron, la cremaron o... como no había nadie que reclamara su cuerpo, la arrojaron a... una fosa común —Sus ojos se cristalizaron, incluso salieron varias lágrimas como muestra de su dolor.

—¡Tienes derecho a saberlo! ¿Nunca nadie te habló de eso?

—¿No ves que ni siquiera tenía una foto?

—¿Cómo es posible? ¿Nunca has tenido un sitio al cuál llevarle flores o llorarle? —Sin poder evitarlo, la abrazó. Reyna no dijo más, solo se dedicó llorar y desahogarse en su pecho. Ibrahim no podía imaginarse el lío que Reyna tenía en la cabeza. Necesitaba preguntarle respecto a lo que le había dicho Rocket; sabía que ella estando así, le respondería—. Reyna, ¿por qué escribiste la canción de «Doctor psiquiatra»?

—Poco antes de conocerte, Rocket y los demás me llevaron a un psicólogo. La muerte de Tomás me afectó mucho y casi hago una locura —explicó un poco más calmada aunque con dificultad.

—Debió ser algo muy fuerte para que te llevaran al psicólogo —No se atrevía a preguntarlo directamente.

—Si, pero no era un psicólogo lo que necesitaba. Necesitaba atención.

—¡No Reyna! Eso es lo que querías, pero si necesitabas ayuda psicológica y... creo que todavía la necesitas —dijo serio.

—¿Cómo estás tan seguro? —Lo vio con duda.

—Dijiste que casi cometes una locura y tienes unos traumas que para superarlos, necesitas la ayuda de alguien que sepa cómo brindártela.

—Solo quería que me prestaran atención —Un sollozo se le escapó, no sabía si por lo que recordaba o por lo que Ibrahim le estaba diciendo.

—¿Y qué ibas a hacer?

—Sé que Rocket te dijo todo

—¿Qué crees que me dijo?

—Te dijo que traté de suicidarme después de la muerte de Tomás —Ya era difícil saberlo, pero escucharlo directamente de ella, con ese tono tan... serio y cortante, fue un golpe muy duro, era como si le arrugaran algo en su interior.

—Reyna pero... ¿qué te hizo pensar que no había salida? Sé que lo de Tomás te afectó mucho y que aún te duele, pero tú eres fuerte. ¡No te derrumbas fácilmente!

—Pasaron muchas cosas para las que no estaba lista. —Quedó por un momento perdida en sus pensamientos—. ¡Ya no quiero hablar de eso! —dijo cortante. Se levantó, se acercó a Yancelis y se quedó jugando con ella bajo la atenta mirada de Ibrahim.

Unos minutos después, él se acercó y sin decir nada, la abrazó. No podía seguir intentando hacerla hablar.

—¡Prometo mantenerte a salvo! ¡Prometo no dejar que nada malo te pase!

—¿Lo cumplirás? —preguntó seria.

—¡Claro que lo haré! —aseguró Ibrahim—. Entremos, empieza a hacer frío —La ayudó a levantarse y cargó a Yancelis. Se quedaron en la sala viendo tv mientras Yancelis recorría todo el primer piso, excepto la cocina, la cual Ibrahim cerró previendo que Yancelis intentara entrar.

Al ver que ya era tarde, se fueron a acostar. Yancelis dormía cómodamente en su cuna, Ibrahim y Reyna estaban abrazados en la cama.

Ibrahim no lograba conciliar el sueño, no podía sacarse de la mente cuando Reyna le dijo que intento suicidarse, esa frialdad en su voz, y esa tristeza y súplica en su mirada.

Como pudo se levantó y fue a la sala, vio la cartera de Reyna en el mueble y la curiosidad lo llevó a revisarla, para terminar encontrándose una caja de cigarrillos. «¿Qué hace Reyna con esto?», pensó frunciendo el ceño. Trató de no molestarse y darle el beneficio de la duda, le daría la oportunidad de explicarse mañana.

Colocó la caja encima de la nevera y subió al cuarto. Reyna parecía buscarlo, ya que se movía y estiraba el brazo con la intención de acariciarlo. Él se acostó cuidando no despertarla y al rato, ella se calmó y él se durmió.






¡Hola a todos! ¿Cómo están? Les debo mil y un disculpas por la súper mega tardanza. Ha sido muy breve el tiempo que he tenido para sentarme a escribir pero ahora que tengo unos días libres, trataré de terminar el siguiente capítulo. Espero les guste, bye.

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