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XXIX - Rescate

Titi estaba caminando, había estado siguiendo a Diablo por veinticinco minutos en la moto, y o ahora, iban por un camino apartado de la autopista. Había dejado la motocicleta estacionada al principio del camino.

Vio a lo lejos una casa abandonada y en mal estado, había dos carros estacionados en frente. Se escondió detrás de un árbol cercano a una ventana de la vivienda, le indicó a Diablo que se sentara para evitar que hiciera ruido. Por la ventana vio a un hombre que caminaba de un lado a otro, no lo reconocía.

La puerta se abrió y el vio salir a un hombre de unos veintidós años, rubio y vestido de traje, que se montó en el Honda Civic y se fue. Titi siguió viendo, esperando encontrar a Argenis.

Al no ver movimiento, decidió recorrer los alrededores de la casa. Abundaban los árboles, pero los caminos eran muy difíciles de recorrer, había muchas raíces, ramas y basura de todo tipo.

Volvió a donde dejó a Diablo, y en la puerta fumando un porro, estaba Argenis. Estuvo tentado a acercarse y partirle la cara, pero debía controlarse, necesitaba analizar bien la situación. Salió el mismo hombre que estaba en el interior de la casa y le dijo, con el volumen de voz suficiente como para que el Titi escuchara.

—¡Te divertiste mucho ayer! Los gritos fueron muy altos.

—Ya me desquité con la mocosa, hoy lo haré con Reyna. Esa zorra me va a conocer, anoche se salvó de milagro —dijo Argenis con su sonrisa sádica.

—Y no invitas... ¡Desde aquel día te dije que estaba que se caía de buena! —Carlos le dio un leve golpe en el hombro.

—Aunque defiende a la mocosa con uñas y dientes, me sigue teniendo miedo. ¡Ayer me di cuenta! Estoy seguro de que con tal de protegerla, podría ceder a hacer algunas cosas. —Se burló Argenis dándole el porro a Carlos—. Voy a comprar más, ayer consumí casi todo lo que tenemos —Y se fue, mientras Carlos entró a la casa.

Titi maldijo, se descuidó y ahora dos de ellos habían salido, verían la moto; no le quedaba de otra que arriesgarlo todo. No tenía un arma, pero estaba seguro de no necesitarla. Tenía entendido que eran tres personas las que participaban en esto, al estar dos fuera, el tipo había quedado solo.

Sacó su teléfono, ya que por lo menos con eso si contaba, y marcó el número de Rocket. Al segundo pitido, atendieron:

—¡No me menciones! Estoy a unos quince o veinte kilómetros del sector Izcaragua, camino hacia Guarenas-Guatire. Dejé la moto estacionada al lado derecho de la carretera, siguiendo ese camino, encontraran una casa abandonada, ahí está Reyna. Son tres personas, Argenis y otro tipo, salieron. No la he visto, pero aprovecharé que el tipo está solo y las sacaré de ahí. Diablo estará cerca de la moto y cuando te vea, te guiará hasta aquí —dijo el Titi serio. Le colgó y volvió a marcar otro número, el de su hombre de confianza.

—¿Qué? —respondieron al otro lado de la línea.

—Ve a la casa de Reyna, vete armado y mantente al tanto de la situación. Ve cómo está el movimiento de la policía y si es necesario, actúa. ¡Solo si es necesario! Yo voy a ver si puedo sacar a Reyna. Si la policía viene, tú vienes con ellos, di que eres un amigo de la familia. Recuerda que la prioridad son Reyna y la bebé.

—¡Estás loco! Si ellos van y te ven, pueden llevarte preso —dijo el hombre del otro lado de la línea, molesto.

—¡Para eso estarás tú! En caso de que hayan salvado a Reyna y Yancelis, y la policía vaya a atraparme, tú me sacarás de aquí. Ve rápido que vamos contra reloj. —Y colgó. Se acercó a Diablo, le acarició las orejas y con suma seriedad le dijo—: 5, 6 y 3 Diablo —El perro se fue y él se acercó a la entrada de la casa.



Rocket estaba molesto, nervioso, angustiado, no sabía definir todas las emociones que sentía. Cuando llegaron los policías, vieron que el portero había sido asesinado y que lo habían escondido debajo de algunos de los carros del garaje.

Los policías tenían un montón de aparatos, rastreadores e infinidad de cosas. El detective Arias estaba como loco, no podía creer que Reyna realmente fuera hecho eso sin avisar a nadie, irse y ponerse en peligro de esa manera; además, sabía que su estado de salud no había mejorado mucho.

—Detective, encontramos esta carta —dijo uno de los oficiales, entregándole una hoja. Él la abrió y la leyó:

Arias se acercó a Rocket, de todos los familiares, era el que se mantenía con los nervios a raya.

—Podría decirme, ¿quién es Diablo?

—Es mi perro. Tiene un muy buen olfato y una cercanía con Reyna. Él desapareció junto con ella —dijo Rocket viendo el papel que tenía Arias en la mano.

—Esta es una carta de Reyna, dice que Diablo los llevará hasta allá. ¿Quién es Argenis? —preguntó Arias serio.

—Argenis Vásquez, es su tío. Él huyó hace siete meses del país, pero tengo entendido que regresó hace dos meses. Detective, si él las tiene, les va a hacer mucho daño. ¡Ese tipo está loco! ¡Su único objetivo es lastimar a Reyna! —Rocket tomó la carta y la leyó.

Reyna sabía que era una trampa y aun así no dijo nada. ¡Maldición! De paso Titi se había ido y no tenía noticias de él. Eustaquia se había desmayado apenas se enteró de que Reyna no estaba, aún seguía inconsciente siendo atendida por unos paramédicos.

—Ese hombre está siendo buscado por robos en Colombia, y tenemos entendido que antes se dedicaba a la venta de drogas —Arias reconoció el nombre inmediatamente.

—Él utilizaba a Reyna para esas ventas —dijo Rocket serio.

—Veré que encontramos en el sistema —Arias se acercó a uno de los hombres frente a una computadora.

Rocket se agarró el puente de la nariz con frustración. De repente sonó su teléfono, era un número privado, sabía que era el Titi. Se sorprendió mucho con lo que le dijo, quiso decirle que no entrara a esa casa, que ya la policía iba para allá, pero no le dio tiempo porque apenas el Titi terminó de hablar, colgó.

—¡Maldición! —Inmediatamente le dijo al detective toda la información que le había dado el Titi, explicándole que quién lo llamó era su hermano, y que él había seguido al Diablo.

En media hora, ya tenían planeado como proceder. Rocket vio a uno de los hombres del Titi y supuso que tendría indicaciones, así que lo ayudó a que lo dejaran quedarse, apoyando su mentira de que era un amigo cercano de la familia.

Se quedarían un grupo de diez hombres custodiando la casa, el resto iría a buscar a Yancelis y Reyna. Les acompañarían Rocket, Juan, Raúl y Bernardo —nombre falso que dio el hombre que trabajaba para el Titi—. Al estar listos, se encaminaron a la dirección que tenían.



Titi entró a la casa y vio solo un sillón viejo y sucio, una cocina en una esquina, un refrigerador pequeño y tres puertas, alguna de esas debía esconder a Reyna y a Yancelis. No encontró un cuchillo o algo con lo cual defenderse, no lo necesitaba, era bueno peleando y contaba con astucia. Agarró una escoba y le quitó el palo, podría servirle de algo.

Abrió a la primera puerta, era un cuarto con una cama, un armario y una silla, pero no había nadie. La segunda puerta, lo llevó a bajar unas escaleras y se sorprendió por lo que vio, Yancelis estaba sobre un saco, inconsciente o dormida, y Reyna estaba amarrada a una columna, en ropa interior, con un muchacho besándola.

Sin pensarlo dos veces, se acercó, apartó al muchacho y lo golpeó en la cara, tirándolo al piso; vio que era un jovencito y le resultó familiar su rostro.

—¿Cómo coño entraste? ¿Quién eres? —preguntó Gabriel, levantándose molesto.

—Yo te conozco... ¡Tú estudias con Reyna! —dijo el Titi sorprendido.

—Gabriel... Gabriel esta... esta es nuestra oportunidad. Desátame y vámonos ahora —Reyna sentía su garganta seca y cada vez estaba más débil.

—¿De qué estás hablando? ¿Quieres que nos los llevemos? ¡Reyna, mira cómo estás! —Titi se acercó y le acarició la mejilla, sintiéndola fría.

—¿Qué pasó con los demás? —preguntó Gabriel, creyendo saber quién era él.

—Se fueron. ¡Y será mejor que no busques oponerte a que me las lleve, si no quieres que te parta la cara! —Lo amenazó desatando a Reyna, que inmediatamente se deslizó al piso, sus piernas no la sostenían.

—¡Yo los ayudo! ¡No podrás con las dos! —dijo Gabriel serio.

—¡No! Tú no eres de fiar —Titi ayudó a Reyna a levantarse, asustándose por lo fría que estaba; ella luchaba por intentar sostenerse, pero sus esfuerzos no eran suficiente.

—Él nos va a ayudar. Te puede ser útil —Reyna intentó convencerlo, sabía que ella no sería de ayuda ni siquiera para llevar a Yancelis.

Titi la cubrió con su chaqueta, mientras Gabriel cargaba a Yancelis, la pobre estaba muy lastimada y tenía fiebre de nuevo. Titi no le quedó de otra, él tenia razón, no podía con las dos y debía tener en cuenta que aún quedaba uno de esos hombres en la casa.

Pasó el brazo de Reyna sobre sus hombros y la agarró de la cintura para darle un apoyo.

—Dos salieron, pero uno de ellos se quedó. No lo vi al entrar.

—Debe ser Carlos. Estoy seguro que él no es problema —aclaró Gabriel. Subieron las escaleras cuidando no hacer ruido, y al igual que cuando Titi entró, vieron la sala despejada; sin embargo, al salir, estaban Jhonny, Carlos y Argenis, armados y apuntándolos.

—¡Eres bien idiota! ¿Creíste que nadie se iba a dar cuenta de que entraste a la casa? Fuiste tan estúpido que dejaste la moto a la vista —Se burló Argenis.

—¡Aquí el único estúpido eres tú! Aún sabiendo tu deuda conmigo, te atreviste a volver y a hacerle esto a Reyna. ¡Solo empeoras tu situación! —respondió el Titi con autosuficiencia.

—Yo que tú, controlaba mejor lo que digo, no soy quién está desarmado —Argenis lo miró de arriba abajo, sintiéndose superior.

—¡No me hace falta estar armado para ponerte en tu sitio! —Titi le agarró la muñeca y de un movimiento rápido, le dobló el brazo, pasando a tomar él la pistola. Dejó su brazo libre en el cuello de ese infeliz, y apuntó a los otros dos—. ¡Pónganse detrás de mí! —Les ordenó a Gabriel y a Reyna, quienes inmediatamente lo hicieron—. Y ustedes, ¿qué prefieren? Morir junto con su jefe o tener chance de escapar.

—¿Realmente crees que nos importa lo que le hagas? ¡Mátalo si quieres! —Carlos se encogió de hombros, pues le valía un comino.

—¡Si quieres llevártelas, hazlo! Pero a ese traidor que escondes, lo dejas —Jhonny tenía el ceño fruncido, algo había escuchado de ese tipo.

—¡Cállate! ¡Nadie se va! Reyna y yo tenemos algo pendiente, ¿no le contaste al Titi cómo terminaste así? —Se burló Argenis. Titi apretó su agarre, sabía que quería provocarlo. Lo cierto es que Argenis podía hacer que soltara el arma con gran facilidad, pero era tan cobarde.

Reyna estaba agarrada del hombro de Gabriel, él era su soporte en ese momento. De repente, le entregó la niña y de su pantalón sacó una Walther P5, se puso junto al Titi y apuntó hacia Carlos.

—¡Eres un maldito traidor! Se supone que estabas de nuestro lado. ¿No querías tener a Reyna para ti? —gritó Argenis viéndolo asqueado.

—¡Cállate! ¡No debiste tratarla así! ¡El trato era no tocar a ninguna! Casi las matas a golpes, y de paso ibas a violarla, ¿no te importa que sea tu propia sobrina? —Gabriel comenzaba a sentirse arder.

—¡Gabriel, no caigas en sus provocaciones! Quiere que pierdas el control —Reyna se balanceaba entre sus piernas, debía resistir un poco más.

—¡Oye tú, mocoso! ¡Llévatelas de aquí! La policía viene en camino —dijo el Titi, asegurándose de que los hombres de Argenis oyeran la última parte.

Gabriel puso la mano en la espalda baja de Reyna y la empujó con la intención de alejarla de ahí, pero Argenis no podía dejar que se fueran, por lo que tomó valor y le empujó el brazo al Titi, dando inicio a los golpes y forcejeos entre ambos.

Gabriel y Reyna se detuvieron preocupados por el Titi. Carlos aprovechó el descuido de Gabriel y le disparó en la pierna, pero tuvo tan mala puntería, que la bala siquiera rozó su muslo. Titi preocupado, se descuidó y Argenis aprovechó para quitarle el arma y golpearlo con ella en la sien, este cayó al piso, inconsciente.

—¡Quédense quietos! Se acabó el jueguito —dijo Argenis apuntando a Gabriel, se notaba furioso; Jhonny y Carlos, se le unieron—. ¡Suelta esa mierda Gabriel!

—Deja que ellas se vayan. ¡Ya tienen el dinero, ya te desquitaste, ya déjalas ir! —Gabriel estaba nervioso, sabía que no lograría salir bien de ahí. Si soltaba el arma, no podría tener la más mínima posibilidad de salvar a Reyna, pero si la mantenía, alguno de ellos podría molestarse más y terminar por matarlos a los cuatro.

—¡No seas imbécil! Tú vas a pagar por habernos traicionado y ella, me va a pagar todo lo que me debe —Argenis le quitó el seguro a la pistola.

—¿Y qué vas a hacer? ¿Me vas a matar? ¿No escuchaste que viene la policía? ¿Quieres que además de secuestro, maltrato e intento de violación, también te acusen por asesinato? —escupió Gabriel, esperando que la policía llegara pronto. Reyna lo agarró de la camisa para que no siguiera, sabía perfectamente que Argenis podría disparar en cualquier momento.

—¡Él tiene razón Argenis! Debemos irnos. Si la policía viene, no podemos dejar que nos atrapen —advirtió Jhonny. Carlos desarmó a Gabriel, mientras que Argenis se acercó a Reyna, quien no puso resistencia. Se colocó detrás de ella y la apuntó en la espalda baja.

—Mueve ese lindo culo hacia la casa. ¡¡Ya!! —Reyna empezó a caminar, mientras que Carlos llevaba a Gabriel casi que a rastras. Sin embargo, no pudieron llegar a la casa, empezaron a salir policías de los alrededores, todos apuntándolos, estaban rodeados.

Al verse amenazados, Argenis se pegó al cuerpo de Reyna, cubriéndose con ella y apuntándole a la sien; Carlos hizo lo mismo con Gabriel y Jhonny se puso junto a ellos, apuntando a algunos policías.

—¡Están completamente rodeados! Liberen a los rehenes y coloquen sus manos al aire —habló un policía a través de un megáfono. Reyna vio que se trataba de Arias.

—¡Ni sueñen que haremos eso! Si no quieren ver como los tres mueren, lo mejor será que nos dejen ir —Los amenazó Argenis.

—No compliques más las cosas Argenis. Podremos ahorrar tiempo y esfuerzo, si se entregan ahora —Arias se mantenía serio, pero realmente estaba muy preocupado, no esperaba encontrarse ese panorama.

—¡Primero muerto que en la cárcel! —Argenis vio como llegaban cinco personas más, entre esos vio a Rocket. Le susurró en el oído algo a Reyna, que solo cerró los ojos con fuerza, pues aún en la situación que se encontraba, se dio cuenta de que lo qué decía Argenis, era verdad.

—Esta será su última oportunidad. ¡Entréguense de una vez!

—Argenis, creo que entregarnos sería lo mejor. No tenemos forma de escapar de esta —susurró Jhonny.

—¡No! ¡No se saldrán con la suya! —dijo Argenis con rabia.

Jhonny bufó molesto, sabía que no escaparían bien librados de esta, así que tomó una decisión: apuntó a Carlos que estaba más cercano a él y le disparó en la pierna, logrando inmovilizarlo. Gabriel quedó libre y corrió hacia los policías, se le había ocurrido la manera de hacer que Argenis soltara a Reyna de una vez por todas, aún cuando después a él, no le fuera bien.

—Yo creo que si lo harán Argenis —Jhonny pateó la pistola de Carlos y arrojó la suya. Agarró a Carlos y lo arrastró hacia los policías, quienes los esposaron.

Argenis, al verse totalmente acorralado, le disparó a Jhonny en el hombro, pero no fue algo de mucha importancia, pues él siguió caminando y no sangraba mucho.

—¡Eres un maldito! ¿Esa es toda la admiración que me tenías? ¡No vales nada! ¡Eres igual a tu padre! —dijo con sorna. Vio como los policías apartaban a Carlos y a Jhonny—. ¡Muy bien! Si quieren que me entregue, lo haré. Pero ni crean que saldrán ganando. Si quieren llevársela, lo harán... ¡Pero al cementerio! —gritó dispuesto a disparar pero...


Gabriel había logrado pasar desapercibido entre los policías, tomó el arma que había dejado tirada y se escabulló quedando en la parte trasera de la casa, desde ahí veía la espalda de Argenis. Sabía que solo tenía una oportunidad, le quitó el seguro a la pistola, apuntó directo al cráneo y... ¡Disparó!


Todos quedaron sorprendidos, oyeron un disparo en seco. Reyna empezó a removerse asustada, Argenis había aflojado su agarre y ella pudo ver como su cuerpo caía al piso. Él la veía, era una mirada cargada de odio y desprecio, tenía un agujero en la parte trasera de la cabeza.

Algunos policías se acercaron a Argenis, quien al parecer todavía tenía pulso, y a la parte trasera de la casa, desde donde vino el disparo. Rocket, Juan, Raúl, Samuel y Bernardo, se acercaron a Reyna, quien arrodillada en el piso, no dejaba de ver hacia donde estaba Argenis hace un momento, pues ya se lo estaba llevando en una camilla.

—¡Llévenla con los paramédicos! —dijo el tal Bernardo con preocupación. Reyna reconoció la voz, era Arturo, uno de los hombres de confianza del Titi, por eso le dijo:

—¡Ve a buscarlo! Argenis le dio un golpe con la pistola en la cabeza —Él asintió y fue por el Titi, quien estaba siendo atendido por unos paramédicos, ya consciente. Aprovechó la distracción con Argenis, Carlos y Jhonny para llevárselo, ya no sangraba.

Se fueron al carro de Arturo sin decir palabra, Diablo no se quiso ir con ellos, Titi sabía que hasta que no viera que Reyna estaba bien, no lograría moverlo. Ya después se pondría en contacto con Rocket para buscarlo.

Reyna vio como esposaban a Gabriel y solo en ese momento, se dio cuenta de que él fue quién disparó. Quiso acercarse, quiso hacerlo, pero sentía su cuerpo dormido. Logró reaccionar cuando sintió como Yancelis se removía.

—¡Yancelis! ¡Tienen que atenderla! Ese maldito la golpeó —Se levantaba con dificultad, se sentía mareada. Intentaron evitar que caminara o quitarle a la bebé, pero ella no estaba dispuesta a soltarla, gracias a que lo había hecho antes, terminaron ahí.

Se acercó a uno de los paramédicos y le pidió que atendiera a Yancelis. Él le indicó que lo siguiera, se montaron en una ambulancia junto con el resto del equipo, siendo seguidos por Rocket, quien tuvo que aceptar que Diablo se fuera con él. Y las patrullas, todas dirigidas a la delegación; excepto una, que iba al hospital.

Al llegar, Reyna tuvo que separarse de Yancelis para que los médicos la atendieran. En la ambulancia le habían dado los primeros auxilios viendo que su pulso estaba un poco débil, pero lo más preocupante, era que tenía una fiebre muy alta. Se sentó en la sala de espera y justo llegó Rocket con los demás, incluyendo al detective Arias. Dejaron a Diablo en el carro

—¿Y Yancelis? —preguntó Juan preocupado al ver que Reyna no la tenía y que su rostro no expresaba nada.

—La están atendiendo. En la ambulancia dijeron que su pulso era muy débil —dijo nerviosa.

—¡Ella va a estar bien! Ya la están atendiendo y deben hacer lo mismo contigo.

—¡No, yo estoy bien! Ahorita me importa saber cómo está ella.

—¿Pero de qué hablas? ¡¿No ves cómo estás?! Todavía no te habías recuperado y ahora con todo esto... hay que saber en qué estado estás —Rocket comenzaba a sentir la molestia en su interior. El miedo ya había pasado a segundo plano, ahora solo quedaba la molestia, la rabia y la preocupación.

—¡Ya te dije que estoy bien! ¡No me pienso mover de aquí! —Reyna se cruzó de brazos, más que para mostrarse segura de lo que decía, para darse calor, pues en la ambulancia le habían dado una cobija para cubrirse, pero con todo el movimiento, la había dejado ahí dentro.

—Aunque sea deja que te hagan un chequeo —suplicó Juan.

—¡Ya dije que no! No insistan —dictaminó Reyna decidida, fijando su mirada en la puerta por la que se llevaron a Yancelis. Todos suspiraron cansados, sabían lo terca que podía ser.

—¿Nos contarás qué se te pasó por la cabeza cuando decidiste irte, o tenemos que preguntar? —Samuel se cruzó de brazos sentándose junto a ella. Reyna lo ignoró, todos sabían que no era el momento.

Rocket se dedicó a avisarles a todos que las habían rescatado a ambas y dónde estaban ahora, pues la noticia se había corrido como pólvora, incluso en las redes se hablaba de eso.


1 hora después.

Reyna sentía que se iba a volver loca, nadie decía nada; cada vez que preguntaba, le pedían que tuviera paciencia y esperara. Habían llegado José, Cristian, Carmen, Vico, Diego, Raúl, Reynaldo y Gregorio, quien explicó que los demás de la banda, no pudieron venir. Según logró escuchar, Olivia se quedó con Eustaquia, a la pobre se le bajó la tensión.

A Reyna le dolía horrores todo el cuerpo, sobretodo las piernas y las costillas, se sentía ya muy débil, empezaba a ver borroso y a marearse en ocasiones, varios le habían dicho que se veía pálida, ya no sentía las manos y de momentos, sentía escalofríos. Sin embargo, necesitaba saber cómo estaba Yancelis.

De repente salió el mismo doctor que recibió a Yancelis, su expresión era seria.

—Familiares de la paciente Yancelis.

—Yo soy su hermana —dijo Reyna levantándose rápidamente, aunque eso la mareó, lo disimuló lo mejor que pudo.

—¡La niña está fuera de peligro! Le hemos puesto suero, atendimos sus golpes y la herida abierta que tenía en la espalda, aunque es muy probable que quede cicatriz. Está por debajo del peso que debería para su edad, suponemos que es debido a la reciente situación. Le dimos un medicamento para que le bajara la fiebre y ahorita esta sedada, lo mejor será que duerma y descanse, mañana le pondré nuevamente el medicamento y veremos cómo amanece —explicó el doctor dedicándoles una sonrisa tranquilizadora.

—¿Puedo entrar a verla? —preguntó Reyna.

—Ahorita las enfermeras la van a trasladar a piso, pueden entrar de tres en tres.

—¡Muchas gracias doctor! —Reyna se sentía aliviada.

—No es nada señorita, ese es mi trabajo. ¿Usted no quiere ser atendida? Disculpe mi atrevimiento, pero no se ve nada bien —dijo el doctor preocupado.

—No se preocupe, yo estoy bien. Solo quiero ver a mi hermana —dijo Reyna negando con la cabeza. El doctor asintió aunque no se le quitó la preocupación.

Todos estaban más tranquilos, ya lo peor había pasado. Vieron a las practicantes saliendo con Yancelis en una camilla, iban hacia el ascensor; estas les indicaron el piso y el número de habitación, y todos fueron hacia allí, teniendo que esperar a que las enfermeras acomodaran a Yancelis.

Todos notaron que los movimientos de Reyna eran lentos y temblorosos, pero cuando se lo mencionaron, ella dijo que era por los nervios. Las enfermeras les dijeron que podían pasar pero sin hacer ruido; primero entraron Reyna, Rocket y Raúl, Yancelis tenía la intravenosa y una cánula nasal para el oxigeno, se veía pálida.

—¡Pobrecita! Está más flaca —Raúl no pudo contenerse.

Reyna tenía los ojos llenos de lágrimas, para este punto sentía como los escalofríos eran insoportables, dificultándole el poder disimularlos. Le agarró la mano a Yancelis y estaba tibia, tal como solía estar, lo cual la tranquilizó. En ese momento, se dio cuenta de que sus dedos estaban azules pero no le dio importancia. Rocket y Raúl no podían verlas así, no se imaginaban lo que habían pasado.

—Saldremos para que entren los demás —Rocket le hizo una seña a Raúl para que salieran, necesitaba que alguien revisara a Reyna, se dio cuenta en que ella temblaba.

Al escucharlos salir y quedarse sola, Reyna sollozó.

—¡Perdóna-me prince-sa! No su-pe cuidarte, perdóname. E-s mi cul-pa que estés a-quí —Se le dificultaba hablar por alguna razón.

Se arrodilló junto a la camilla, ya no podía seguir fingiendo, no aguantaba el dolor ni el frío que le calaba los huesos, sentía como su corazón palpitaba rápidamente. Poco a poco, fue quedando inconsciente, deslizándose hasta llegar al piso, ya sabía que Yancelis estaba fuera de peligro, ya no tenía razón para seguirse aparentando bien.



Salieron y les dijeron a los demás que podían entrar, pero que por mucho que los impactara, evitaran hacer algún comentario.

Esta vez, entraron Vico y Carmen, pero vieron a Reyna en el suelo, tenía las manos y parte de las piernas azules. Se acercaron intentando hacer que reaccionara, estaba fría. Carmen fue por un médico y junto con las enfermeras, la llevaron a emergencias y la dejaron en la camilla, estaba demasiado fría, la conectaron al marcapasos y sus latidos eran muy lentos.

—Doctor, su pulso está muy débil —dijo una enfermera chequeando el marcapasos.

—¡Preparen el desfibrilador! Veremos si con eso, logramos que su corazón reaccione. Vamos a darle la primera descarga —dijo el doctor Fournier, quien al enterarse de que Reyna estaba ahí, fue de inmediato. Le dio la primera descarga, pero de nada sirvió—. Aumenten la carga. —Volvió a darle otra descarga, los latidos de momento aumentaban y disminuían—. ¡Aumenten el oxigeno! Debemos evitar a toda costa que tenga un paro —Intentó nuevamente con la descarga, pero nada.

—Doctor, no podemos subirla más, ya casi llegamos a los cinco mil volteos —dijo una enfermera preocupada.

—¡Súbala al máximo! —ordenó serio, sabía que era peligroso, era una descarga muy fuerte incluso para un adulto, pero era la única oportunidad que tenían de reanimarla.

La enfermera obedeció y él volvió a darle la descarga, Reyna no reaccionaba, los latidos disminuyeron nuevamente, el marcapasos empezó a sonar irregularmente, extendiéndose en la «i». El doctor le hizo «Rcp», pero no lograba nada, la perdían. Le dio respiración boca a boca e hizo las compresiones en el pecho.

Todos los allí presente —cuatro enfermeras—, veían con tristeza al doctor, era la primera vez que le pasaba esto; él intentaba con desesperación, reanimarla, no podía perder una paciente.

—Doctor... ya no podemos hacer más... No logramos reanimarla —dijo una enfermera con tristeza.

—¡Enfermera! Salga y dígales a los familiares que... la paciente ha fallecido... Le ha dado un paro cardiaco —Fournier bajó la mirada, se sentía impotente. Nunca le había pasado algo como esto, nunca había perdido a un paciente en quirófano, y menos un caso en el que se ha esmerado tanto.

Sin duda alguna, esta sería una experiencia dura y difícil para todos, algo que los marcaría y que harían que vieran la vida en un antes y un después. Y es que, ¿será justo que luego de estar un mes en esa angustia, todo termine así?

¡Hola a todos! Este es el capítulo del día de hoy, espero les guste. Trataré de no hacer el mensaje del final tan largo. Sin embargo, aquí les aclararé dos cosas:

*Desfibrilador: En las películas han visto el aparato con el que dan electrochoques en los hospitales para reanimar a las personas; me refiero a eso, así se llama.

*Cánula: Son esos pequeños y delgaditos tubos, parecidos a una manguera, que colocan en los hospitales para darle oxígeno al paciente. En «Bajo la misma estrella», lo que tiene Hazel.

Pronto les actualizaré la historia, los quiero, bye.

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