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XXIV - Reconciliación

Él de la foto es Titi. No tendrá banner porque no necesitan saber mucho de él aún.

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Todos estaban plácidamente dormidos hasta que, una música estruendosa hizo que se despertaran; fueron al lugar del ruido, el cuarto de Reyna.

—¿Qué es ese escándalo? —preguntó Rocket, entrando molesto, seguido de Juan, Franco y Reynaldo.

—Fue Yancelis. Se despertó y empezó a jorungar —Reyna la cargó y la llevó a la cama, pues estaba en el piso, junto al equipo de sonido.

—¡Que flojera! ¿Quién hace tanto ruido? —preguntó Samuel entrando.

—¡Vayan a dormir! —dijo Reyna, restándole importancia. Acostó a Yancelis en la cama junto a Eustaquia, mientras todos se iban, ni siquiera había amanecido. Reyna y Eustaquia se dedicaron a jugar con Yancelis, que no tenía intención de dormir.


3 horas después.

Ya había amanecido y todos bajaron a comer, Eustaquia bajó antes para ayudar a Olivia en la cocina. Reyna terminaba de bañar a Yancelis, cuando recibió un mensaje de Juliana:

"Hola, ¿cómo estas? ¿Qué te parece si vamos a comer con los muchachos?".

Enseguida respondió:

"Hola Juliana. Si, claro. ¿Dónde y a qué hora nos vemos?".

"Nos vemos a las 12:00 p.m., en la estación plaza Venezuela, puedes invitar a Ibrahim, a todos nos cayó bien y queremos verlo".

Eso le quitó las ganas, había dicho que si precisamente para no verlo y posponer la plática que tenían pendiente, sin embargo, respondió:

"Ya le digo... nos vemos allá".

Terminó de vestir a Yancelis y alguien tocó la puerta, ella suspiró y le indicó a quien fuera, que pasara.

—¿Podemos hablar? —preguntó Ibrahim recostado en el marco de la puerta.

—Te iba a buscar para decirte que Juliana nos invitó a comer con los muchachos, nos veremos a las 12:00 p.m. —Reyna no se volteó a mirarlo, no se atrevía.

—¡Claro! Después de todo, no se sabe cuándo se les volverá a ver por un ensayo —Ibrahim sonrió encogiéndose de hombros—, pero no es de eso que quería hablarte, sino de lo que pasó ayer.

—Ahorita vamos a comer —Reyna cargó a Yancelis, aún sin voltearse.

—¿Para qué esperar? ¡Necesitamos hablar ahora! —insistió Ibrahim.

—Por favor, ahorita no estoy de humor.

—Solo dime si significó lo que creo —Pues tenía esa ilusión.

—¿Yo qué voy a saber lo que tú crees? Yo solo sé que... —Soltó mirándolo por primera vez desde que él había entrado, pero a su vez, se calló abruptamente por un grito que provenía de la sala: «¡¡Quiero verla!!».

Reyna dejó a Yancelis en la cama y le encendió la tv para que tuviese algo que ver. Bajó detrás de Ibrahim, pero se detuvo a mitad de las escaleras al ver a quien vio parado en la puerta.

—¿Qué haces aquí? —preguntó seria.

—Vine a verte —El muchacho se encogió de hombros. Era un chico flaco pero con musculatura, de tez blanca, cabello castaño rizado y ojos negros, un poco más alto que Reyna.

—¡Lárgate! ¡No me interesa verte! —dijo terminando de bajar los escalones que faltaban.

—¡Necesito hablar contigo! Aunque sea cinco minutos, te prometo que es rápido, debes saber lo que tengo qué decirte —pidió Brian.

—¡No! ¡Vete de aquí! ¡Tú y yo no tenemos nada de que hablar! —Reyna se giró sobre sus talones y se dispuso a subir nuevamente.

—¿Entonces no te interesa saber que Anthony estuvo en la casa? —Brian lo dijo muy serio. Reyna palideció en lo que escuchó ese nombre y se detuvo abruptamente.

—¡Sígueme! —dijo retomando su marcha hacia la terraza, siendo seguida por Brian. Al llegar—. ¿Hace cuánto estuvo ahí?

—Ayer en la tarde; preguntó por ti y dijo que te iba a buscar al liceo —Brian se notaba preocupado, pues estaba enterado de quién era.

—¿No te dijo más nada? —Se puso nerviosa al recibir esa respuesta, no quería verlo nuevamente.

—Me dijo que te avisara, que hablaría contigo seriamente porque no le gustó ni lo que hiciste, ni lo que dijiste en la tv.

—Si regresa, que es lo más seguro, dile que me importa un comino y que se deshaga de la idea de verme. —Reyna sonó muy decidida y segura de sí misma, aunque por dentro fuese todo lo contrario—. ¿No tienes más nada qué decir?

—Quiero hablar contigo de lo que pasó... —No pudo terminar.

—Gracias por decirme lo de Anthony, pero ahora vete —Reyna estaba dispuesta a entrar nuevamente, pero Brian la agarró del brazo para detenerla.

—¡No puedes seguirme odiando! ¡Por favor, perdóname! —suplicó su perdón, cómo quién suplica ser curado de una enfermedad terminal.

—¡Suéltame! No quiero verte, no quiero tenerte cerca —Se zafó de su agarre y lo miró molesta.

—¿Por qué no me perdonas? ¡No tengo la culpa de que él sea mi padre! —dijo dolido.

—¡Tienes razón! Y yo no te odio por eso porque no es tu elección, te odio porque eres un cobarde, por no actuar cuándo debiste y ahora, no ser capaz de asumirlo —Reyna destilaba rabia, sentía incluso ganas de golpearlo.

—Es mejor que no insistas, ella no quiere escucharte —Samuel subió a ver cómo iban.

—¿A ti qué te importa? —preguntó Brian frunciendo el ceño.

—Sabes que no eres bien recibido aquí, todos te tienen mucha tirria así que vete —dijo Samuel serio.

—¡No quiero! Reyna, ella también era mi abuela y la quise pe... —Se quedó sin palabras, pues el nudo en su garganta no le permitía seguir hablando, no hallaba cómo justificarse.

—¡¿Pero qué?! ¿Pudo más el miedo? ¡Nunca debiste dejar que le diera esa cosa!

—Era como una madre para mí.

—¡Cállate! ¡Mentiroso! ¡Eres un maldito mentiroso! —Reyna estaba por cachetearlo, pero Samuel la detuvo.

—Antes éramos como hermanos, nos contábamos todo, ahora parezco la persona que más odias —dijo Brian con tristeza.

—¿Y qué esperas? ¡No puedo recibirte con los brazos abiertos! Ya me dijiste lo que me interesaba, ahora vete. —Brian la miró con determinación, dándole a entender que seguiría insistiendo con tal de obtener su perdón. Apenas se fue, Reyna suspiro y sintió unos brazos envolverla—. ¿Qué haces? ¡Suéltame!

—¿Por qué? ¿Por qué la princesa malcriada así lo quiere? ¡No! ¡Eres mi prisionera! —Samuel la apretó más contra él mientras imitaba la voz del capitán Garfio.

—¿Qué te pasa? ¡Estás enfermo! —Reyna intentaba soltarse.

—¿Qué dirían los muchachos si vieran cuánto me quieres?

—Bájate de esa nube. Yo solo quiero dos cosas de ti: que me sueltes y que desaparezcas de mi vida.

—¡Yo también te quiero! Eres mi hermana preferida —Samuel le dio un beso en la mejilla, sabiendo que sería una gran tortura para ella ya que, no podría limpiárselo.

Empezó a girar para marearla mientras ella gritaba intentando soltarse, pero en vano. Entre las vueltas de él y el forcejeo de ella, cayeron al piso, muertos de la risa.

—¡Eres un imbécil! —Reyna se levantó y fue a buscar a Yancelis.

—Y uno muy grande —Samuel quedó sonriendo como estúpido. Se levantó y se recostó de la pared, había logrado lo que se proponía.

—¿Por qué sonríes? —preguntó Rocket llegando.

—Recordé algo —Samuel borró su sonrisa para no entrar en detalles.

—¿Escuchaste qué le dijo a Reyna? —Rocket estaba preocupado, pues la mención de Anthony no podía traer nada bueno.

—Cuando llegué, hablaban de la Sra. Isabel —respondió desviando la mirada.

—Reyna debe intentar perdonarlo, después de todo, él no tuvo la culpa.

—Ella no lo culpa de eso. Está molesta porque él pudo hacer algo para impedirlo o para encontrarla viva, y no lo hizo —explicó, sabiendo que realmente Reyna no se perdonaba a sí misma por no haber estado en ese momento.

—¡Le tenía mucho miedo a su padre! Aunque quisiera, no hubiese podido hacer mucho —Rocket sentía lástima por Brian—; Reyna hubiera tenido el valor de enfrentarlo, pero no todos tienen el coraje ni la capacidad de defender a alguien como ella lo hace... eso es algo que no ha entendido.

—Para ella no es fácil, de alguna manera siempre sale perdiendo —Samuel dejó escapar un suspiro y entró a la casa nuevamente.



Reyna regresó a su cuarto y vio a Yancelis riendo por las cosquillas que Ibrahim le hacía.

—Te esperaba —Ibrahim se incorporó y la miró con las manos en los bolsillos.

—¿Para qué? —dijo fastidiada.

—Para hablar. No puede pasar de hoy sin que hablemos.

—Ibrahim, no quiero hablar de eso. ¿Quieres saber por qué te besé? ¡No lo sé! Lo hice sin pensar —Reyna no ocultaría su confusión.

—¿Y qué sentiste?

—Sentí... sentí que... no sé. No sé cómo explicarlo. Sentí que algo me recorría el cuerpo, el corazón se me quería salir del pecho, la tormenta que había en mi cabeza se disipó y... —Reyna estaba nerviosa, pero no podía detenerse ahora.

—¡Te amo! Yo dije que iba a demostrártelo y lo haré, pero ahora... ahora que eres novia del imbécil de Miguel, necesito que me digas que no te soy indiferente porque sino, esto no tendría sentido.

—Sabes que no has dejado de gustarme —respondió desviando la mirada, no se atrevió a decir que no era novia de Miguel realmente.

—¿Por qué es tan complicado? ¡Démonos una oportunidad! —Ibrahim le agarró las manos y acarició el dorso con su pulgar.

—No quiero otra decepción, menos tuya. ¡Me da miedo! Ahora con lo que dijo Brian, tengo que resolver muchas cosas —Rompió el contacto entre ambos.

—Sé que ese tal Anthony te hizo mucho daño, te maltrataba y que hay algo que no le has dicho a nadie, escondes algo que te ha hecho sufrir mucho y que puso ese miedo que veo en tus ojos. ¡No puedes superarlo sola, no tienes que hacerlo! Yo puedo ayudarte, pero no podemos dejar de lado lo que sentimos —Ibrahim quería convencerla, necesitaba hacerlo porque de lo contrario sentía que se volvería loco.

—¿Prometes no mentirme y ser paciente conmigo? —preguntó dudosa.

—¡Lo prometo! ¡No te ocultaré nada! ¡Olvidaré por completo la venganza, odios y rencores! No tienes nada que pedirme, yo siempre esperaré por ti.

—¡Gracias! No sabes cuánto quería escuchar esas palabras —Reyna sonrió, quería tocar el tema del beso con la muchacha del canal, pero no sabía cómo abordarlo.

—¿Vamos a intentarlo de nuevo?

—Primero quiero que me contestes algo, ¿quién era la muchacha que besaste en la presentación? —Lo soltó tal como lo pensó.

—Así que era eso. —Finalmente comprendió el porqué Reyna había hecho lo que hizo—. Ella es novia de Nicolás, la conocí el día de la fiesta en la que terminamos. Los ayudé a sacarla de la casa de sus padres para que se hiciera una prueba de embarazo —explicó sintiéndose un estúpido, pues podía ver todo con claridad ahora.

—¿Y porqué la besaste?

—Me hice pasar por su novio, estaba su papá y tuve que disimular, pero puedo asegurarte que no significó nada. Solo la he visto un par de veces y... —Reyna le impidió seguir.

—¡Está bien! Te creo, Ibrahim; y si, si quiero recuperar lo nuestro —Ibrahim la besó, obviamente siendo correspondido. Ambos danzaron con frenesí y desenfreno, durante tanto esperando este momento y ahora que por fin ocurría, lo sentían como un sueño.

Se separaron y se sentaron en la cama para jugar un rato con Yancelis, quien solo se reía con cada cosa que hacían. Fue cuando ella intentó caminar, que Reyna vio la hora y empezó a tomar todo para salir.

—¿Adónde vas?

—A comer con Juliana y los muchachos —Ella se encogió de hombros, como si fuese obvio.

—No me acordaba —Ibrahim cargó a Yancelis y bajaron. Ya en la sala, Reynaldo los detuvo.

—¿Adónde van?

—¡A comer! Dile a los muchachos que salimos y que regresaremos tarde por favor —Reyna ignoró su molestia.

—No saldrás con él y menos después de lo que dijo Brian —Reynaldo estaba serio y cruzado de brazos.

—¡Saldrá! Ve y diviértete, pero regresa antes de las 5:00 p.m. —dijo Rocket sonriendo, sabiendo que así ganaría más que prohibiéndole salir.

—¡Gracias! —Reyna se despidió y se fue con Ibrahim.

—¿Por qué la dejaste salir? ¿No escuchaste lo que dijo Brian?

—Si, pero no puedo retenerla, ya no es una niña. Además, está con Ibrahim, sé que está a salvo —aseguró Rocket.

—¿Por qué confías en él? —Reynaldo no lograba entenderlo.

—Veo en él al hijo que siempre quise tener. Es responsable, respetuoso, decidido y lo más importante, quiere a Reyna. No puede estar en mejores manos —Y se fue.

Lo que ninguno de los dos sabía, era que detrás de una puerta, estaba Samuel escondido, oyendo lo que hablaban. Le dolió escuchar que Ibrahim era el hijo que Rocket quería tener, él siempre trató de ocupar ese lugar y de hacerlo sentir orgulloso, pero por lo visto, no era suficiente.

Fue a su cuarto pensativo, las palabras de Rocket habían causado algo en él, que no era precisamente bueno, pero que ignoró.



Llegaban a Plaza Venezuela un poco atrasados, ya estaban todos ahí.

—¿Cómo están? ¡Los extrañé! —Juliana los abrazó con euforia.

—Nosotros también. ¿Cómo están ustedes? ¿Qué han hecho con sus vidas? —Reyna los saludó, seguida de Ibrahim.

—¡Que bu-eno que ace-ptaran venir! —Le sonrió Leonardo.

—Que lindo reencuentro y todo, pero podemos ir a comer, tengo hambre —Gregorio usó su típico tono de molestia, aunque se sentía contento de verlos.

—Vamos al Mcdonald's, están dando unos muñecos de Sherk y me falta el burro —Juliana siempre sacaba su lado infantil.

—¿Los coleccionas? —preguntó Reyna sorprendida, pues si bien Juliana mostraba una actitud infantil, no pensó que hasta ese punto.

—¡Si! También tenemos que ir a la piscina, a la playa, al parque de atracciones, a un viaje, a fiestas, al cine —Hablaba y hablaba sin parar, típico de ella. Los quince minutos de camino al Mcdonald's, se les fueron bromeando y riendo de los chistes de Rodrigo.

Al llegar, cada uno pidió su caja feliz y cuando se sentaron, vieron que muñecos tenían para hacer el intercambio con Juliana.

—Tengo el gato —dijo Reyna.

—Me to-có Fio-na —Leonardo se oía decepcionado, él también los coleccionaba, pero ya tenía a Fiona.

—El dragón —Gregorio se notaba fastidiado por esa niñería.

—El burro —Ibrahim sonreía, este era el que quería Juliana. Se lo entregó y enseguida ella chilló:

—¡Gracias! —Casi le revienta los tímpanos a todos en la mesa.

—¡Esto es infantil! Dáselo a tu hermana —Gregorio le entregó el juguete a Reyna.

—¿Por qué no se lo das tú? —preguntó Rodrigo sin entender, por qué Gregorio no se acercaba a Yancelis.

—¿Qué te importa? —Soltó, fastidiado de Rodrigo.

—¡No peleen! ¡Coman! —Juliana utilizó un tono autoritario que solo usaba cuando se trataba de esos dos, haciendo que todos comieran.

Cuando terminaron, decidieron quedarse un rato para que Yancelis jugara en el parque del lugar.

30 minutos después

Fueron a buscarla, pero no estaba por ningún lado.

—Tranquila Rey-na. Ibrahim y Jul-ianna la están bus-cando en los ba-ños —Leonardo trataba de tranquilizarla, estaba al borde de los nervios.

—No está en el baño de hombres —dijo Ibrahim preocupado.

—Ni en el de mujeres —Eso fue suficiente para que todos se terminaran de poner nerviosos. ¿Dónde podía estar?

—¡No puede ser! —Reyna estaba inquieta y temblorosa, pasándose las manos por el cabello una y otra vez.

—Quizás se hizo amiga de otros niños y salió a jugar con ellos —Gregorio, era el único que lograba simularse tranquilo, aunque por dentro, estaba que salía corriendo a buscarla.

—¡Vamos! —Reyna salió rápidamente. Fuera del lugar, vio a Yancelis en brazos de Gabriel, este se volteo y al verla, sonrió.

—¡Está más grande!

—¡Dámela! —Reyna se acercó para cargarla. Gabriel aprovechó que estaba distraída, la agarró de la cintura, la pegó a él y la besó. Reyna lo apartó y cargó a Yancelis, los demás salieron del Mcdonald's, alcanzando a ver el beso.

—No te molestes, ella estaba jugando, me vio y se acercó —Gabriel le restó toda importancia e incluso, sonreía para darle un toque casual.

—Podías haberme dicho —Reyna tenía el ceño fruncido.

—¡Está bien cuidada conmigo!

—¡Lo dudo! —Ibrahim se interpuso en medio de ambos, no quería que Reyna estuviese cerca de ese tipo.

—¿Otra ves tú? ¿No diferencias cuándo no están hablando contigo? —Gabriel lo empujó, toda la amabilidad anterior, desapareció.

—¡Después de lo que hiciste, le hablas con tu cara bien lavada! —Ibrahim irradiaba tensión y rabia. Reyna lo agarró por el brazo para evitar que se le lanzara encima.

—Déjame explicarte lo que pasó ese día Reyna... —No pudo terminar.

—¡No expliques nada! Te molestaste porque no caí en tu chantaje.

—¡No fue así! No querías escucharme y me desesperé —Le agarró la mano, en un intento de mantener algún contacto más allá del visual con ella.

—¡Suéltame Gabriel! Lo que hiciste, lo hiciste porque eres un cobarde.

—¿Por qué actúas así conmigo? ¿Por qué no reconoces tu error? —dijo Gabriel exasperado, vio como Reyna le tomó la mano a Ibrahim y comprendió todo—. ¿Volviste con él? ¿Por eso estás así? ¡Él te metió ideas en la cabeza!

—Juliana cárgala por favor. ¡Aquí el único culpable eres tú! No quiero saber nada de ti, no quiero tenerte cerca y menos con lo que hiciste —Le soltó harta de este drama.

—¡Ese es el problema! Insistes en verme como el malo. Me ha tocado ver cómo estás con idiotas que no hacen más que lastimarte —Gabriel la agarró del brazo con un poco más de fuerza de la que pretendía.

—¡Ella dice que no quiere estar cerca de ti! ¡Suéltala y déjala tranquila! —interfirió Gregorio, frunciendo el ceño, le desagradaba de sobremanera este tipo.

—¿Quién es este? Yo te he visto... eres parte de la banda con la Reyna salió en la tv. ¿Ahora qué? ¿También sales con él? —Gabriel desprendió todo el veneno que pudo, recibiendo una cachetada por parte de Reyna.

—¡Cállate! Si vuelves a ver a Yancelis, no te le acerques, ¡olvídate de nosotras! —Para este punto, llamaron toda la atención de la gente.

Gabriel vio a Reyna con rabia y levantó la mano dispuesto a pegarle, pero Gregorio lo detuvo; Reyna se ocultó en el pecho de Ibrahim con miedo y Juliana se colocó junto a ella, colocándole su mano en el hombro; Leonardo y Rodrigo, se pusieron junto a Gregorio, cubriendo a Reyna de la vista de Gabriel en señal de protección.

—¡Lárgate! —dijo Rodrigo serio, cosa nada usual en él.

—¡Esto no se quedará así! —amenazó Gabriel con determinación para luego irse.

—¿Estás bien? —preguntó Juliana preocupada.

—Si... no me hizo nada —Reyna trató de sonreír.

—¡No puedes dejar que te trate así! —Tal parece que la rabia, ayudaba a Leonardo a no tartamudear.

—Te amenazó y estuvo a nada de pegarte —Rodrigo se cruzó de brazos, le preocupaba tanto lo que había visto.

—Ibrahim, ¿puedes cargar a Yancelis? —pidió Juliana entregándosela, él la cargó. Juliana se apartó con Reyna y le preguntó con suma seriedad—: ¿Él te ha pegado antes?

—La última vez que nos vimos... discutimos y me pegó —Reyna desvió la mirada, avergonzada.

—¿Por qué no denunciaste? Si Gregorio no hubiese sido lo suficientemente rápido, te pega de nuevo.

—¡No puedo! Él sabe muchas cosas que no quiero que nadie más sepa. Además, me da miedo que cumpla una amenaza que hizo desde hace tiempo... y no quiero hablar de eso —Reyna trató de tranquilizarse un poco, necesitaba serenarse.

—¡Está bien! No hablaremos de eso. ¡Vamos! —Juliana la agarró de la mano y volvieron con los chicos—. ¿Les parece si vamos al centro comercial Sambil? —propuso con una sonrisa.

—¡Bue-na ide-a! —Leonardo asintió, quería que la diversión continuase.

—¡Te comportas! —Le advirtió Rodrigo a Juliana.

—¿Por qué lo dices? —preguntó Reyna.

—Espera a que lleguemos y verás.

—¡Que dramático! No le hagan caso —Juliana volvió a hablar y hablar sin parar.

Cuando llegaron al centro comercial, entendieron a qué se refería Rodrigo, Juliana veía absolutamente todo lo que podía, pegaba la cara a la vitrina de las tiendas y preguntaba el precio de todo lo que llamaba su atención.

—Juliana, quédate tranquila. ¡Pareces una niña! —La regañó Rodrigo.

—¡Miren! Un colchón inflable... Yancelis y yo nos montaremos. —Juliana cargó a Yancelis con emoción e ignorando por completo a Rodrigo, corrió hacia el encargado—. ¿Puedo montarme?

—¡Lo siento! Solo niños. La bebé si puede... ¿Qué edad tiene? —preguntó el encargado viendo a Yancelis.

—Casi un año —Reyna llegó junto a los demás. El encargado le colocó una pulsera, indicando que podía montarse.

—¿Y yo no puedo?

—¡Deja el drama Juliana! —Gregorio le pagó al muchacho para que Yancelis estuviera treinta minutos. Reyna al principio lo miró reprobatoriamente y sacó su cartera, dispuesta a devolverle el dinero, pero él se lo impidió—. Ni se te ocurra. Yo quiero pagárselo —Y siguieron a los demás, que se dispusieron a comer un helado en una heladería cercana al colchón inflable.

Se sentaron en las mesas y empezaron a hablar, siempre pendientes de Yancelis. Juliana "lloraba" en el hombro de Reyna, mientras esta intentaba consolarla. Se les fue el tiempo hablando de trivialidades, hasta que tuvieron que ir a buscar a Yancelis.

Se despidieron en la estación de metro, donde los demás se fueron en un tren y ellos, optaron por irse en un taxi.

En la entrada de la casa de Rocket, vieron a tres hombres en la entrada de la casa, todos vestidos con un traje negro, al parecer conocidos para Reyna.

—¿Dónde está? —Reyna se les acercó con Yancelis en brazos, mientras Ibrahim pagaba el taxi.

—Adentro, esperándote —respondió uno de los hombres con una leve sonrisa, pues conocía a Reyna desde que era bebé.

—Él no puede pasar —dijo otro hombre serio, deteniendo a Ibrahim.

—Viene conmigo, duerme aquí —aclaró Reyna seria, viendo al hombre que detuvo a Ibrahim.

—El jefe dio órdenes para que solo pasaras tú —contestó con tono molesto.

—¡A mí no me hablas en ese tono! —advirtió Reyna—. Hablaré para que pases. —Entró a la casa y los vio a todos reunidos en la sala, había cuatro caras nuevas—. ¡Si que hay tensión aquí! Hola mis niños —Dejó la pañalera en el mueble y se refirió a los hombres que vestían un traje negro, como los de la entrada.

—Recuerdo que te dije a las 5:00 p.m., y son las 6:30 p.m., —Rocket tenía el ceño fruncido.

—Se me pasó el tiempo. —Se encogió de hombros—. Titi uno de tus orangutanes, no quiere dejar pasar a alguien.

—¿Es de confianza? — preguntó dudoso.

—¡Si! —aseguró.

—Dile que pase —Titi se refirió a uno de sus hombres, que inmediatamente fue.

—¡Este no es tu cartel! Aquí puede entrar quién quiera —dijo Rocket serio, viéndolo con desprecio.

—No mientras yo esté aquí. ¿Ella es Yancelis? ¡Es muy linda! ¿Qué edad tiene? —La cargó con cuidado, temiendo hacerlo mal.

—Casi un año —Reyna sonreía, Ibrahim entró junto al hombre que fue a buscarlo.

—¿Cuándo la adoptaron? —El Titi le acarició la mejilla y ella sonrió ante ese gesto.

—Hace dos meses.

—¿Quién es él? —preguntó señalando a Ibrahim.

—Si quiere saberlo, pregúntemelo directamente. Soy Ibrahim Arango, estudio con Reyna —Ibrahim le extendió la mano y habló con firmeza.

—Me dicen Titi. ¿Qué haces aquí? —Le estrechó la mano con seriedad, aunque le gustó que tuviera los pantalones de presentarse por sí mismo.

—Duermo temporalmente aquí.

—Deja la preguntadera. ¡Pareces policía! —dijo Reyna fastidiada.

—¡No me digas así! Supe de Yancelis cuando te llevé al liceo, así que le traje algo, terminé por elegir un juguete ya que no sabía su talla; A ti también te traje algo y a todos ellos, pero sé que no lo recibirán... puedes escoger lo que te guste —dijo el Titi con cierta tristeza, refiriéndose a Ibrahim al decir lo último. Les hizo una señal a sus hombres para que fueran por las cosas.

—Tatin —Yancelis le extendió los brazos a Ibrahim.

—Nunca se me han dado los bebés; se parece a ti. —El Titi le entregó la niña a Ibrahim y muy seriamente le dijo a Reyna—: Nunca me dijiste qué fue lo que pasó ese día. Llamé a tu amiguito, pero solo me dijo que estabas bien.

—¡No quiero hablar de eso! Tengo algo que enseñarte —Reyna fue corriendo a su cuarto, buscó los vestidos de su madre y al bajar, vio a Yancelis sentada en el piso tratando de abrir su regalo, los demás los colocaban en un rincón.

— ¿Qué es eso? —El Titi vio la caja que ella traía.

—Me dijiste que le habías regalado unos vestidos así a mi mamá, ¿son estos? —preguntó mostrándoselos.

—¡Si, son estos! ¿Cómo los conseguiste? —El Titi estaba sorprendido.

—Me los dieron junto con otras cosas —Inevitablemente, su mirada se dirigió hacia Samuel.

—Este se lo di cuando estaba embarazada —Pero en ese momento, entró un pastor alemán adulto y se abalanzó sobre Reyna, tumbándola al piso y lamiéndola.

—¡Diablo! —Reyna le acariciaba el lomo con alegría.

—¡Eso si que no! Dejé que tú y tu gente esté aquí, pero a este perro, lo sacas —Saltó Rocket, molesto.

—Solo un rato —pidió Reyna.

—¡No! ¡Saca al perro! —Rocket alzó la voz, causando que Diablo gruñera y se colocara a la defensiva, observando a Rocket con amenaza.

—¡Diablo, quieto! —habló Reyna con autoridad. Temía que no le hiciera caso, pero para su sorpresa, Diablo se hizo a un lado.

—¡Topo, llévatelo! —ordenó el Titi. El mencionado trató de obedecer pero, el perro no estaba dispuesto a moverse.

—Anda. ¡Ve con él! —Reyna señalaba al topo, sin embargo, Diablo se acercó a Ibrahim y empezó a olfatearlo—. Diablo ¡Échate! —Reyna estaba seria, sabía que podía atacar si se mantenía en esa postura. Diablo puso sus patas en la barriga de Ibrahim, lo tumbó y empezó a olfatearlo, no gruñía ni lamía, simplemente olfateaba.

—¡Diablo, quieto! —Ibrahim se rió, le hacía cosquillas en la oreja, pero eso no restó su tono autoritario. Y para sorpresa de todos, le hizo caso.

—¡Le caes bien! —Con solo un silbido, Diablo lamió a Ibrahim, a Reyna y se fue moviendo la cola—. No debiste consentirlo tanto.

—Tenía tiempo sin verme —Reyna se encogió de hombros.

—Rocket... ¿Puedo ver a Rose? —Pidió con duda.

—¡No! Ya viste a Reyna, ahora vete y llévate eso —dijo Rocket serio, refiriéndose a los regalos.

—Deja que la... —Reyna no pudo terminar.

—¡Dije que no! ¡Vete de tu casa! —gritó Rocket molesto.

—¡No tienes que gritarle! —Titi trató de calmarlo.

—¡No te metas! —Rocket le dio un golpe, los hombres del Titi sacaron sus armas y apuntaron a Rocket.

—¡No! ¡Basta! ¡No disparen! —dijo Reyna cubriendo a Rocket. Ibrahim cubrió a Yancelis, asegurándose de que no viera nada—. Diles que bajen las armas.

—¡Bájenlas! Si vuelven a apuntarte por golpearme, será la última vez que les ordenaré bajarlas. Es más, yo mismo presiono el gatillo —Lo amenazó, limpiándose la sangre que le salía del labio.

—¡Vete de mi casa! No quiero verte.

—Adiós niñas; Ibrahim, un gusto conocerte —Se despidió, salió de la casa y se montó en un carro junto con tres de sus hombres, el resto en otro carro.

—¿Se siente mal jefe? —preguntó su hombre de mayor confianza, preocupado.

—No Arturo ¡Vamos! —dijo serio. Como cada que volvían de ahí, estaba pensativo y con una mirada que reflejaba el vacío que tenía en su interior. No había querido amenazar a Rocket, pero no podía dejar que ese golpe quedara así y menos delante de sus hombres. Él lo único que quería, era recuperar la relación con su familia.



—¡No me veas así!

—¿Tenías que pegarle? ¡No estaba haciendo nada malo! —Reyna fruncía el ceño con molestia.

—¡No lo quiero en mi casa! ¡No lo quiero cerca de mi hija!

—Es su sobrina, es lógico que quiera estar cerca de ella. ¡Es tu hermano!

—¡Es un delincuente! ¿Viste cómo me amenazó? No le importó que yo sea su hermano.

—¡Lo golpeaste! Te cansaste de correrlo y de despreciarlo.

—No quiero tenerlo cerca y no quiero seguir discutiendo por esto. ¡Él no pisa esta casa y punto! —Rocket cortó la discusión y se fue a su cuarto, con Olivia y Rose.

Reyna cargó a Yancelis y se encerró en el cuarto, le cambió la ropa y la dejó jugando en la cama. Cuando estaba buscando la ropa para cambiarse, tocaron la puerta.

—¿Estás bien? —preguntó Ibrahim entrando.

—Me molesta como Rocket trata al Titi —dijo molesta.

—¿Cómo es eso de que son hermanos? —Ibrahim no entendía ese punto.

—El mayor de todos es Rocket, le sigue Raúl, Juan, Titi y Reynaldo, todos son hermanos de padre y madre. Cuando el Titi tenía cinco años, su padre los dejó por otra mujer; aunque fue difícil, todos siguieron adelante, excepto Titi, él agarró malas compañías y hoy en día es... traficante —Reyna se sentía triste al contar todo eso.

—¿Por qué se odian?

—¡No lo sé! Nunca logré enterarme de eso —Reyna se encogió de hombros.

—¿Cómo conociste al Titi?

—Cuando era pequeña, Titi iba mucho a la casa. Hacía negocios con mi tío, al igual que muchos otros... él era el único que me hablaba. Poco a poco, me empezó a contar que mi mamá y él siempre tuvieron una relación muy estrecha, igual con Rocket. A ambos les tomé cariño, eran como unos padres para mí —Reyna sonreía nostálgica.

—¿Tu abuela o Rocket, no te hablaban de tu mamá?!

—Mi abuela me decía que era mejor no saber nada y Rocket ignoraba mi pregunta. Por otro lado tenía a mi tío, siempre me decía cosas respecto a ella, la insultaba —Aún recordaba todas las veces que lloró por eso.

—No lo recuerdes, no pienses en eso, no quiero que estés triste. ¿Por qué el Titi dice que no debiste consentir tanto a Diablo? —Ibrahim la abrazó por detrás y apoyó su cabeza en su hombro.

—Él nació en la puerta del cartel del Titi. La mamá murió a los días de tenerlo a él y a tres perritos más. Los puse en adopción a los cuatro, solo se llevaron tres; Titi pensaba votarlo a la calle pero le rogué que se lo quedara... no podía abandonarlo a su suerte —dijo con una mirada indescifrable, pero en el fondo, Ibrahim comprendió que ella se había reflejado en ese perro al que nadie quiso.

—¿Sientes que te abandonaron a tu suerte? —No pudo quedarse con esa duda.

—Después de nacer, no había nadie a quién pudieran entregarme; estuve dos años en la misma casa-hogar donde adoptamos a Yancelis. No sé cómo hizo Rocket para encontrarme —Luchaba con las lágrimas, odiaba llorar al hablar de eso, pues ya era algo superado, según ella.

—Cuando naciste no había nadie en la clínica y después de lo que le pasó a tu mamá... tenían que dejarte con quién pudiera encargarse de ti —Ibrahim cuidó sus palabras, pero se arrepintió de soltarlas cuando escuchó un sollozo por parte de Reyna.

—¡Abrázame! Por favor, abrázame muy fuerte —Reyna se sentía protegida en sus brazos, él era algo así como su refugio, aquel lugar cálido que la envolvía y la hacía retroceder a la etapa en la que tenía cinco años, cuando corría asustada a esconderse debajo de las sábanas y eso le daba la sensación de que todo estaría bien.

Luego de un rato bajaron a comer, recibiendo miradas extrañadas, molestas y curiosas, no podía faltar la mirada alegre de Eustaquia, quién sabía que las cosas se habían arreglado.

Cuando terminaron de comer, Reyna le hizo el tetero a Yancelis y mientras esta lo tomaba sola —como quería hacer desde hace tiempo— cada uno aprovechó de bañarse, Reyna en el baño de su cuarto e Ibrahim en el baño del cuarto de Samuel.

Al juntarse nuevamente, ya Reyna le había sacado los gases, así que solo se acostaron, sintiendo el cansancio crecer en sus cuerpos.

Ibrahim se posicionó detrás de Reyna, abrazándola por la cintura, mientras que Yancelis, dormía placidamente junto a Reyna. Por suerte, la cama era king size y había espacio suficiente.

—Deberíamos irnos a casa de Rubén, aquí no podremos estar juntos tranquilamente —susurró Reyna, cuidando no despertar a Yancelis.

—Si eso quieres, pero debemos hablar con Rubén y con Rocket.

—No hace falta hablar con Rubén. Con Rocket hablamos en la mañana y nos vamos por la tarde —Reyna sonrió victoriosa, la verdad no esperaba que cediera tan rápido.

Hubo unos segundos de silencio, hasta que Ibrahim dejó salir su curiosidad a flote nuevamente y preguntó:

—¿Por qué te llevas mal con Samuel?

—Al ser la única niña y la más pequeña, siempre fui la consentida. En algún punto, Rocket dejó de prestarme atención y se enfocó en el trabajo, llegó Olivia y toda su atención se enfocó en ella, me costó un poco pero acepté que ella lo hacía feliz. Llegó Samuel y todos se enfocaron en él, el pobre niño de la calle, me dio mucha rabia y aunque el trató de ser mi amigo, siempre lo rechacé, lo veía como un intruso.

«Era muy inmadura para ese entonces y no pensaba bien las cosas. Con el paso de los años, la relación no mejoró y se mantiene como hasta ahora, pero te puedo asegurar que si nos hubiésemos conocido bajo otras circunstancias, seríamos amigos... y no digas algo como que podríamos ser hermanos porque no.

—¡Está bien! ¡Ahora duérmete! —Ibrahim le dio un beso en la frente y la acurrucó más en sus brazos.

En ese silencio relajador y tranquilo, se quedaron dormidos, resultando ser una noche sosegada para ambos.






Hola a todos. ¿Cómo estás? Disculpen que me desapareciera, pero aquí está el capítulo.

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