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XVI - Otro Intento


El viernes.

Todos estaban emocionados, ya tenían todo preparado para la fiesta que se celebraría al día siguiente.

Reyna pudo arreglar las cosas entre Gabriel e Ibrahim, logró convencer a este último de que no se fuera y de que aceptara su amistad con Gabriel. Por otro lado, las cosas entre Reyna y Lupe iban mal, parecían enemigas.

A Reyna se le metió en la cabeza la idea de hacerle una fiesta de cumpleaños a Yancelis y la de hablar con su suegra, razón por la cual había estado en contacto con Jean Carlos, obviamente sin que Ibrahim supiese.

Esa mañana, Reyna se levantó y salió al pasillo para poder hacer una llamada.

—¿Con quién hablo? —dijo una voz al otro lado de la línea.

—¡Buenas! Soy Reyna Castillo, seguro Jean Carlos le habló de mí.

—Me dijo que eres la novia de Ibrahim y que querías hablar conmigo —dijo la señora Nancy con un trono neutro.

—Bueno quiero que usted, su hija y su esposo vengan a Venezuela un fin de semana —Soltó sin rodeos, notaba que la señora era directa.

—No creo que sea buena idea —A Nancy le pareció descabellado realmente.

—No tiene que preocuparse por los gastos, todo corre por mi cuenta —aclaró pensando que ese era el problema.

—Tu oferta es tentadora pe... —Nancy no pudo terminar.

—¡Bien! Entonces le informo que los pasajes ya están reservados para que salgan esta misma noche, llegarían aquí a las 6:00 a.m., y para esa hora un señor los va a esperar en la entrada del aeropuerto. ¡Hasta pronto! —Se despidió con entusiasmo, volviendo a su habitación para vestir a Yancelis y vestirse ella misma. Sus amigas ya estaban despiertas, y Lupe ya había vestido a Yancelis—. Lupe quiero hablar contigo.

Se fueron al pasillo para que en caso de que volviesen a discutir, evitar que Yancelis las viera.

—¿Qué quieres? —preguntó cruzándose de brazos.

—Quiero arreglar las cosas —dijo arrepentida.

—¡No me crees! Prefieres amenazarme a confiar en mí —Lupe no pudo ocultar el hecho de que estaba dolida.

—¡Confío en ti! Es solo que no puedo creer eso que me dices, yo a él lo amo y estoy segura de que él también me ama —Reyna trataba de hacerla entender.

—¿Y si después te das cuenta de que yo tenía razón?

—Si eso ocurre, terminamos y ya.

—Está bien —Lupe la abrazó, no quería seguir peleada con ella, le dolía la actitud que habían tomado estos días.

—¡Hasta que por fin las cosas se arreglan entre ustedes! Ya me cansaba hacer de mensajero. —Gabriel se acercaba con una sonrisa—. ¿Quién está con mi princesa? —Corrió hacia la habitación, no le gustaba que Yancelis estuviera sola, la vio jugando en el piso con su pelota—. ¡Que susto me he pegado! ¡Hola chicas! —dijo tratando de normalizar el ritmo de su respiración mientras cargaba a Yancelis.

—¡Eres un exagerado! ¡No puedes entrar así! Tienes que tocar; recuerda que aquí también duermen Vico y Carmen —Reyna le dio un golpe en el hombro.

—A ellas no les da vergüenza ¿O si?

—A mí no —Vico reía de forma pícara.

—A... a mí... tam-poco —Carmen se puso nerviosa y se sonrojó.

—¿Ves? No hay nada por lo que debas regañarme —Se sentó en la cama de Reyna para hacerle cosquillas a Yancelis.

—¡Buenas! ¿Cómo están chicas? —Ibrahim se acercó a Reyna y le dio un beso.

—¡Muy bien! —dijeron todas al unísono. Ibrahim fue a cargar a Yancelis, que se estaba riendo a carcajadas por las cosquillas de Gabriel, sin importarle recibir una mirada molesta de parte de él al habérsela quitado.

—¿Cómo está el caramelito más hermoso del mundo? —Ibrahim se acomodó a Yancelis a la altura de su cintura.

—Eres tú quien la tiene tan consentida —dijo Carmen viendo como se ponía. Todos se rieron al ver que Yancelis se recostaba en el pecho de Ibrahim y se quedaba tranquila, como adormecida.

De repente, alguien entró causando la impresión de todos los que la conocían.

—¡Sol! ¿Qué haces aquí? —preguntó Lupe sorprendida.

—¡Regresé! ¿Cómo están? —dijo la tal Sol, la misma que era amiga de quienes se metieron con Carmen y quien también se dedica a hacerle la vida imposible. Era un chica de tez blanca, cabello y ojos negros, estatura promedio y una lengua venenosa, que destrozaba a quien tenía en frente.

—Mejor ahora que regresó el juguetito —Gabriel sonreía, pues si había algo que le gustaba, era saber que Sol regresó.

—¿Qué haces tú aquí? —quiso saber, sorprendida por su presencia.

—¿Qué te importa? —respondió Reyna, cargando a Yancelis.

—¡Tienes razón! Son muy insignificantes. ¿Cómo te va con Anthony? —preguntó creyendo que le dolería hablar de él.

—Él y yo terminamos antes de acabar las clases. ¿Con lo chismosa que eres, no te has enterado de que mi novio es Ibrahim? —Reyna lo agarró de la mano, Sol enseguida sonrío y se acercó para saludarlo con un beso en la mejilla, pero Ibrahim la detuvo y optó por darle un beso en la mano.

—¡Pero que educado! ¿Estás seguro que eres novio de ella? —dijo mirando despectivamente a Reyna.

—Será mejor que vayas a ver si tu madre puso —Reyna sacó a Sol de la habitación y azotó la puerta, pero se arrepintió al escuchar como Yancelis se quejaba, asustada. Empezó a mecerla para calmarla.

—¿Por qué hiciste eso? —Ibrahim estaba sorprendido por su actitud.

—Porque dice cosas que no debe —Agarró su bolso cuidando de no incomodar a Yancelis, quién estaba entretenida jalándole el arete de la oreja derecha.

—¡No te preocupes! Sol siempre le ha tenido envidia a Reyna —explicó Vico.

—Vámonos o llegaremos tarde —Reyna salía de la habitación con apuro, si no se movían desde ahorita, no llegarían a tiempo a la primera clase.

Junto a Gabriel e Ibrahim, dejó a Yancelis en la guardería, como hacían siempre; solo que esta vez mientras regresaban, alguien los hizo detenerse.

—¡Gabriel! —gritó Hernán mientras se acercaba hacia ellos—. Reyna, ¿cómo estás? —preguntó besándola en la mejilla y recorriéndola con la mirada descaradamente.

—Bien, muy bien, ¿y tú? —Reyna tenía una pequeña sonrisa que se notaba a leguas, era falsa.

—¡Mejor ahora que tengo la dicha de verte! De haber sabido que hay que sacar cita para hablar contigo, lo hubiese hecho antes —dijo fijándose en que estaba más buena desde la última vez que hablaron tan de cerca.

Reyna empezaba a incomodarse por la mirada de Hernán, era demasiado descarado; Gabriel enseguida lo notó e interfirió.

—Ustedes adelántense, yo voy después —Gabriel le advirtió a Ibrahim con la mirada, que debía llevarse a Reyna cuánto antes.

—¡Nos vemos Reyna! —Hernán se despidió y vio como se iba agarrada de la mano con Ibrahim.

—¡Vuelves a mirarla así y te juro que te parto los dientes! —Lo agarró por el cuello de la camisa.

—¡Relájate chamo! No pude evitarlo. ¿Me vas a decir que no está que se cae de buena? —Recibió un golpe que le borró la sonrisa.

—¡Espero que no vuelvas a decir algo así, si sabes lo que te conviene! —Giró sobre sus talones y se fue.

El profesor no estaba en el salón, pero más importante aún, no estaba Reyna, por lo que fue a buscarla, preocupado, sabía que estaría a solas con Ibrahim.



Reyna e Ibrahim iban al salón pero desde hace rato, él la notó muy apática, así que le preguntó:

—¿Qué tienes?

—Nada. ¿Por qué lo preguntas? —respondió encogiéndose de hombros.

—Estás como muy... no sé... distante —dijo mientras detenía su andar, ella lo imitó.

—Estoy como siempre, son ideas tuyas —Reyna se cruzó de brazos.

—¡A mí no me engañas! Tú estás molesta por algo, y te pusiste así desde que la tal Sol apareció —Ibrahim vio como se tensaba y supo que había dado en el clavo.

—No me gustó que la saludaras así —aceptó frunciendo el ceño.

—¿Estás celosa? —Ibrahim no pudo evitar el tono de burla que se coló en su voz, nunca la había visto celosa.

—¡No me da risa! —Reyna giró sobre sus talones dispuesta a irse.

—No seas tonta, no tienes porque estar celosa, yo a ti te quiero y nadie va a cambiar eso —La abrazó por detrás y le dio un beso en el cuello.

—¿Me lo prometes?

—Claro que si, lo prometo —Le plantó un beso suave en los labios.

—Les recuerdo que están en el pasillo —Gabriel se acercaba con el ceño fruncido.

—¿Ustedes no deberían estar en clase? —preguntó Henri, apareciendo de la nada.

—¿Y tú no deberías estar dándonos clases? —Contraatacó Reyna.

—¡Touche! Ahora vamos al salón. Les tengo una tarea especial a ustedes, así que se sientan adelante —Henri sonreía al ver el fastidio en el rostro de Gabriel y Reyna.

Llegaron al salón, tomaron asiento y Henri pasó a dar las indicaciones de lo que sería la asignación del día de hoy.

—Ahora saquen sus libros y hagan un ensayo del conocimiento. —Todos se quejaron pero comenzaron—. Gabriel, vas a escribir una lista con las razones por las que odias a Ibrahim y me vas a explicar detalladamente porqué no desistes en que Reyna se enamore de ti; Ibrahim, vas a hacer una lista sobre porqué odias a Gabriel y me vas a explicar como ha sido tu noviazgo; y Reyna, vas a hacer un poema, canción o cuento, donde me digas como consideras que ha sido tu amistad con Gabriel y como inició tu noviazgo con Ibrahim.

Con mucha flojera y resignación, empezaron a hacer la actividad. Todo iba bien hasta que Sol, con su imprudencia, quiso causar un problema.

—Disculpe pero, ¿por qué siempre hacemos algo diferente a Reyna? —Todos la miraban como si estuviera loca, nadie se atrevía a decir algo al respecto.

—¿Alguna vez aprenderás a cerrar la boca? —preguntó Reyna levantándose de su asiento.

—¡No van a pelear! Reyna por favor, siéntate; y tú Sol, lo hacen porque yo así lo digo y no tienes que saber más nada, siempre te he dicho que si no te gusta, ahí está la puerta —Henri puso orden sin dar pie a quejas, ambas obedecieron.

Mientras todos hacían su actividad, Henri daba charlas sobre el funcionamiento del cerebro y la importancia del mismo en el sistema nervioso central.


Pasadas las dos horas de clases, todos se levantaron a entregarle los trabajos y salir al receso, pero cuando fue el turno de Ibrahim, Gabriel y Reyna, los detuvo.

—Los tres se van a quedar para que lean lo que escribieron en voz alta —Sabía que era injusto pero necesitaba que así fuera.

—¿Por qué nosotros? —Soltó Gabriel fastidiado.

—Porque yo quiero que se queden, tan sencillo como eso —Se encogió de hombros levantándose del escritorio.

—Ensañat... —No pudo terminar porque Reyna no lo dejó.

—¡Ya Gabriel! Nos quedamos y punto. ¿Y ustedes que ven? ¡Salgan de aquí! —Los pocos rezagados que quedaban, salieron corriendo.

—El primero será Ibrahim —Henri volvió a tomar asiento y le indicó al mencionado que pasara al frente.

—Odio a Gabriel por distintas razones: Odio que se crea con algún derecho sobre Reyna, que mande a todos a su antojo, que por su reputación Reyna haya quedado como una mala junta. —Ibrahim empezaba a sentirse un poco mejor por decirlo en voz alta y en su cara—. Y si hablamos de cómo es mi noviazgo con Reyna, hemos tenido problemas pero supimos lidiar con ellos. Considero que estamos bien en todos los sentidos.

—Muy bien. Pasa tú Gabriel —Henri hacía unas anotaciones en una hoja como si la vida se le fuese en ello, mientras Gabriel se levantaba de mala gana.

—Odio el hecho de que Ibrahim es un intruso que llegó a meterse en mi relación con Reyna, odio que la haga llorar, que no sea sincero y que su relación se base en mentiras. —Gabriel sentía como la ira se apoderaba de su cuerpo, así que suspiró y prosiguió—: Y no dejo de tratar a Reyna porque pienso que en cualquier momento se dará cuenta de que yo soy quien busca, que no la lastimaría y que la amo como nadie lo hará.

Reyna trató de no verlo a los ojos para no sentir ese extraño escalofrío que le provocaba la mirada de Gabriel; sin embargo, este no le quitó la mirada de encima en ningún momento.

—Bien, siéntate. Te toca Reyna —Henri escribía en otro papel diferente.

—Yo escribí una canción sobre cómo empezó mi relación con Ibrahim y un poema de mi amistad con Gabriel, primero el poema:

"Quiero pedirte perdón por esta decepción de no poder amarte con todo mi corazón,

No puedo creer que aquel amor que me quisiste dar, acabara con nuestra amistad de esa manera tan brutal.

Llegaste a mi pensamiento, y un poco más que eso, pero nunca tocaste adentro de mi pecho.

Me duele decir que me quisiste

pues desgraciadamente, yo nunca lo hice.

Pero en mi recuerdo siempre serás aquella persona

que me dio su amistad,

que desgraciadamente trato de llegar a más."

—Y la canción dice así:

No me has dado tiempo de disimularte
que te quiero hablar
Que por un beso puedo conquistar el cielo
y dejar mi vida atrás.
Quiero pertenecerte
ser algo en tu vida que me pueda amar
Con un abrazo fuerte hacerte un poesía
renunciar a lo demás.
Que en cada frase oculta de lo que tu digas
en un beso hablara,
Ya no me queda duda solo ven y escucha
Decidamos comenzar.

Por besarte mi vida cambiaria en un segundo
Tu, serias mi equilibrio mi destino
Bésame, que solo así podré tenerte
eternamente en mi mente.
Nara nana Nara nana.

Un solo intento basta en este momento
Para poder saber
Si aun nos queda tiempo para estar en medio
de lo que va a suceder
Conmigo no hay peligro ven te necesito
la distancia no es
Motivo del olvido
Aquí estoy yo contigo y para siempre yo estaré.

Por besarte mi vida cambiaria en un segundo
Tú, serias mi equilibrio mi destino
Bésame, que solo así podré tenerte eternamente en mi mente.

Por besarte mi vida cambiaria en un segundo
Tú, serias mi equilibrio mi destino
Bésame, que solo así podré tenerte eternamente en mi mente.

Por besarte mi vida cambiaria en un segundo
Tú, serias mi equilibrio mi destino
Bésame, que solo así podré tenerte eternamente en mi mente.

Por Besarte
Por Besarte
Besarte
Besarte besarte iiiiiiie

Una vez que terminó, se sentó sintiendo la mirada de Ibrahim y Gabriel sobre ella, cosa que la puso nerviosa.

—Me alegra ver que cumplieron con la actividad. Aquí les anoté unas preguntas que deberán responder para el lunes. Tienen todo el fin de semana para pensar la respuesta —Les entregó un papel a cada uno.

—¿Ya nos podemos ir? —preguntó Gabriel guardándose el papel en su bolsillo.

—¡Si! Pueden irse —Los tres salieron del salón.

—¡Te estaba buscando! Parece que Yancelis le lanzó un juguete a una niña —dijo Carmen agitada, había corrido para encontrar cuánto antes a Reyna.

Los cuatro se fueron corriendo hasta el salón de Yancelis; la vieron sentada en una de las sillas frente al escritorio, junto a una señora que cargaba a una niña y la maestra sentada frente a ellas.

—¿Qué pasó? —preguntó Reyna cargando a Yancelis

—Reyna, Yancelis le lanzó un juguete a su compañera Valeria cuando estaban a punto de salir del salón, y aunque no le pegó, la señora insistió en hablar contigo —La maestra se notaba apenada.

—Señora, lamento lo que pasó, de verdad, le aseguro que no se repetirá —Se disculpó, casi igual de apenada que la maestra.

—¿Qué hace una niña representando a otra? Que por cierto, tiene muy malos modales. ¡Es una niña violenta! Ese juguete casi le pega en la cabeza a mi hija. ¡Deberían expulsarla! —La señora señaló despectivamente a Yancelis mientras veía molesta a Reyna.

—¡Usted a mí no me va a hablar así! ¡Y mucho menos va a expresarse de ese modo de mi hermana! Ya le pedí disculpas y le digo que no se va a repetir pero si no le basta con eso, no es mi problema —Se levantó molesta y se fue de ahí.


Al salir, estaban todos a la espera de ver qué había pasado, ella les fue contando mientras salían del área de guardería para volver a la de secundaria.

—¡No puedo creer que esa señora haya dicho eso! —Carmen estaba sorprendida.

—Que diga lo que se le de la gana de mí pero no de Yancelis. —Reyna todavía se sentía molesta, pero luego de un suspiro, dijo—: Aunque no puedo quitar el hecho de que la señora tiene razón en molestarse —Todos la miraron sorprendidos.

—¿A qué te refieres? —preguntó Ibrahim frunciendo el ceño.

—El juguete no le pegó a la niña pero estuvo a punto. Entiendo que se haya molestado porque pudo ser peor —explicó con tono y expresión neutra.

—¿Estás diciendo que la señora tenía razón al decir todo lo que dijo de Yancelis y de ti? —Soltó Gabriel mirándola como si se hubiese vuelto loca.

—¡Claro que no! No digo que tenía razón en lo que dijo pero entiendo que haya querido hablar con el representante de quién casi golpea a su hija, debió controlarse y medir sus palabras al momento de hacerlo, si; pero eso no quita el hecho que de Yancelis le haya lanzado un juguete a esa niña, ¿y si le hubiese pegado? —La irritación, se notaba en su voz. No era fácil para ella reconocer que a pesar de lo que dijo la señora, el problema radicaba en Yancelis y lo que hizo, no sabía que hacer ahora, no tenía conocimiento de cómo habían sido las cosas.

—Llevemos a Yancelis a la habitación para que descanse —dijo Ibrahim pensando que era lo mejor, pues reconocía que Reyna tenía razón.

Carmen decidió ir con Vico, y Gabriel se desapareció de la nada, por lo que quedaron los tres en la habitación, Yancelis dormida en su cuna e Ibrahim y Reyna acostados uno junto al otro en la cama.

—¿Por qué tan callada?

—No es nada —Trató de sonreír pero solo le salió una mueca. Ibrahim la miró reprobatoriamente.

—¡No me mientas! Después de lo que dijiste, te quedaste callada, ¿en qué piensas? —Le agarró el mentón e hizo que lo viera directo a los ojos.

—Es que... fue Yancelis quién lanzó el juguete y no sé qué hacer, debo reñirla y decirle que eso no se hace. Ya me disculpé con la señora aunque no salió nada bien pero... me preocupa el hecho de que me cuesta regañarla, me cuesta pensar que ella lanzó ese juguete porque sí. Me da miedo que desde ya estoy haciendo las cosas mal —Ibrahim suspiró, entendía cómo se sentía.

—Tú hiciste bien disculpándote con la señora, la que actuó mal fue ella. Y con Yancelis, cuando despierte, vamos a aclararle que eso no se hace, que está mal y que no debe hacerlo de nuevo, juntos vamos a explicárselo sin caer en un regaño, después de todo, no sabemos cómo ocurrió todo. —La besó en la frente mientras ella asentía con una sonrisa. Se sumieron nuevamente en un silencio que Ibrahim interrumpió con un tema que le daba vueltas en la cabeza—. Mi amor, ¿ya tú me compusiste la canción?

—Si y le puse una melodía. ¡Te va a encantar! —Reyna tenía la misma emoción que tiene un niño de tres años cuando recibe un dulce.

—Si es como la que compusiste hoy, seguro que si; aunque no me pareció justo que le hicieras un poema a Gabriel —dijo Ibrahim enfurruñado.

—Fue a petición de Henri, no tienes porqué molestarte —aclaró temiendo que eso fuese a traer una discusión—. Por cierto, te tengo una sorpresa.

—¿Qué sorpresa? —preguntó curioso, pues después de una canción, no sabía qué podría sorprenderlo.

—No debería decirte porque deja de ser sorpresa.

—¡Princesa dime! Ya sacaste el tema, ahora no me puedes dejar con la curiosidad —Quería saber de qué se trataba.

—Resulta que cumplimos un mes de novios pero cayó entre semana, obvio no pudimos hacer nada. A mí se me ocurrió darte un regalo junto con la canción —Reyna sonreía tal cual gato de Cheshire.

—Sabes que esos regalos así, no me gustan —Ibrahim comenzaba a apenarse por pensar en que ella pudo haber gastado algo en él.

—Pero es que... bueno, era sorpresa pero te voy a decir... Ay ¿Te digo? —Su mirada traviesa, le causaba gracia a Ibrahim. Ella se arrodilló y él la imitó.

—¿Cómo? ¿Ya lo compraste?

—¡No! No lo he comprado pero... ya lo encargué —Reyna buscaba las palabras que dijeran mucho pero a la vez nada.

—Entonces, ¿por qué no le dices al vendedor que ya no quieres nada? Es que eso en verdad no me gusta —Ibrahim sonaba aliviado. Reyna rió solo por imaginarse la expresión que pondría cuándo se enterara de qué se trataba la sorpresa.

—No le puedo decir eso al vendedor porque, ¿qué crees? ¡Se va a enojar tu mamá!

—¿Cómo? ¿Qué tiene que ver? —No estaba entendiendo nada.

—Hablé con tu madre y le dije que nos fuéramos todos a Margarita el fin de semana, como familia. Tu madre, tu padrastro, tu hermana, tu tío, mi padre, Yancelis, tú y yo —Reyna no paraba de hablar y de sonreír, pero entonces Ibrahim estalló.

—¿Cómo pudiste? ¿Por qué hiciste eso? —La agarró de las muñecas.

—Ibrahim me... me estás lastimando —Estaba asustada.

—¿Tienes que meterte con mi familia? ¿Por qué haces eso? ¡No tenías ningún derecho de hablar con mi mamá y menos de invitarla a venir! —gritó fuera de sí, apretando más sus muñecas, haciendo que Yancelis empezara a llorar; sin embargo, él no parecía reaccionar, la miraba como un desquiciado.

—Ibrahim, por favor suéltame —pidió con voz apenas audible.

—¿No pudiste decirme antes de hacerlo? Ahora tendré que arreglar el desastre que hiciste —La soltó de mala gana y la empujó haciendo que cayera acostada, estuvo por caer ya que quedó justo en el borde de la cama. Sin decir más nada, se levantó y se fue.



Reyna quedó llorando y acariciándose las muñecas, las cuales estaban adquiriendo un color violáceo. Escuchar nuevamente el llanto de Yancelis, la trajo a la realidad, la cargó para que se calmara, aunque ella misma no dejaba de temblar.

—Ya pasó princesa —Intentaba calmarse y convencerse de sus palabras.

Luego de darse cuenta de que lloraba porque tenía hambre, le preparó un tetero, se lo dio e inmediatamente se quedó dormida. Cuando la estaba recostando, llegó Lupe y Reyna tomó la decisión de desahogarse con ella.

—Tengo que contarte algo —dijo nerviosa.

—¿Es sobre Ibrahim? —preguntó frunciendo el ceño.

—¡Si! Es que las cosas no están saliendo como quisiera. Soy una tonta, trato de ayudarlo y le causo problemas, se enoja y no hago nada bien —Tenía los ojos llenos de lágrimas.

—¡Eso no es cierto! Si así fuera, no te hubiese pedido ser su novia —Trataba de subirle el ánimo, aunque no sabía cómo.

—Creo que se dio cuenta de que soy una tonta y ya no quiere estar conmigo —Sentía como si le estuviesen oprimiendo el pecho.

—¡Tú eres una niña increíble! No solo porque eres bonita, sino porque eres noble y una excelente amiga. Reyna, por favor no hables así de ti misma —Lupe sentía rabia por oírla hablar así, moría por decir lo que sabía pero no era el momento, eso solo la destrozaría más.

—¡Pues si Lupe! Pero también soy una tonta porque estoy perdiendo a una de las personas que más amo en el mundo. Lupe te quiero pedir algo, ayúdame a que Ibrahim me quiera más, ayúdame a ser mejor para que me quiera más, por favor —suplicó.

—¡Está bien! ¡Lo haré! Pero ya no llores —Lupe se sentía como una traidora, no podía creer que cediera a su petición sabiendo que sería en vano.

—¡Gracias! Iré a buscar a Ibrahim, necesito hablar con él. Quédate un momento con Yancelis, regreso ahorita —Lupe asintió y Reyna se fue hacia la habitación de Ibrahim, suponiendo que ahí estaría.



Ibrahim había llegado a su habitación sumamente molesto por lo que Reyna había hecho. Sacó su celular y llamó a su madre, que atendió luego de cinco tonos.

—Sé que Reyna te llamó pero quiero que devuelvas esos pasajes.

—¿Y si no quiero? —respondió Nancy, su madre, desafiante.

—¡Lo harás! No entiendo por qué le dijiste que si —Estaba exasperado.

—¡Ella lo dio por hecho! Pero igual tú no quieres que vaya para que no vea como va tu venganza.

—¿Qué venganza? ¿De qué hablas? —Se hizo el desentendido, pero escuchó un ruido y al voltearse, vio a Reyna parada en el marco de la puerta; ella salió corriendo y aunque él trato de alcanzarla, no pudo—. ¡Espera! Ven acá Reyna, espera —Suspiró frustrado y recordó que tenía a su madre al teléfono—. ¡Ya sabes! ¡Devuelve los pasajes! —Colgó y fue a buscarla.



Reyna no quiso volver a su habitación hasta estar un poco más calmada, así que fue a buscar algo a su casillero, se le acercó Vico.

—¿Y Yancelis? ¿Dónde está?

—Está en el cuarto dormida, Lupe se quedó con ella —Cerró su casillero. En eso, Vico vio a Ibrahim haciéndole señas para que se fuera.

—Yo voy a ver que tal les va —Se despidió y se fue.

—Hola princesa —Ibrahim se acercó.

—Hola —dijo en un tono cabizbajo.

—Te pido que me perdones.

—Es que... no sé Ibrahim. ¡Me confundes! Un día estás bien y al siguiente trato de hacer algo bonito pero me tratas mal y termino creyendo que soy la culpable —Reyna tenía los ojos llenos de lágrimas.

—¡De verdad perdóname! No lo quise hacer. Te prometo, te juro que no volverá a pasar —Le acarició la mejilla y se alegró al ver que ella no rechazaba su contacto.

—Siempre me dices lo mismo pero lo vuelves a hacer —Le reprochó.

—Esta vez será diferente, te lo prometo. Por favor perdóname, perdóname princesa —suplicó con desespero.

—¿Me lo prometes?

—¡Si! ¡Te lo prometo! ¡Más nunca volverá a pasar! —prometió abrazándola.

—Está bien, te perdono —Reyna sonrío.

—Solo pido que me consultes antes de hablar con ella.

—¿Por qué no quieres que venga? —No lograba entender ese punto.

—Es que... tu familia es rica y mi mamá está acostumbrada a otro tipo de vida. Venir para acá, va a hacer que se cohíba y se sienta mal —mintió siendo eso lo único que se le vino a la mente.

—¡Está bien! No lo volveré a hacer —aseguró Reyna.

—¡Te amo princesa! —Le dio un beso intenso el cual permitió que ella se fuese relajando entre sus brazos.

Al separarse, Ibrahim le dijo que lo esperara en su habitación, que debía hacer algo primero y que la buscaba después. Vio como ella se marchaba y la imitó.

Cuando llegó a su cuarto, vio a los chicos leyendo un libro con sumo interés, «Las Cincuentas Sombras de Grey», recordaba escuchar decir a Diego que leería ese libro para poner sus actos en práctica.

—Necesito que me hagan un favor enorme —dijo serio.

—¿Qué pasa? —José sabía que sería un gran favor.

—Necesito que dejen la habitación.

—¿De qué hablas? —preguntó Diego creyendo que se había vuelto loco.

—¡Por favor chicos! Solo será esta noche.

—¿Y para qué quieres la habitación? —Esta vez, fue Cristian quién preguntó.

—Quiero pasar esta noche con Reyna —respondió desviando la mirada.

—¿Planeas hacerlo con ella? — A Diego le molestó solo pensarlo.

—¿Y si así fuera? ¿Por qué lo dices como si te molestara? —A Ibrahim no le gustó el tono de Diego.

—¡Porque me molesta! ¿Planeas utilizarla hasta el final?

—¡No vayan a pelear! Ibrahim di para qué y nos vamos —intervino José calmando a esos dos torbellinos que estaban por chocar.

—Depende de lo que pase mañana seguiremos siendo novios, por eso nuestra última noche quiero que la pasemos juntos.

—Yo dormiré con Vico, no me va a decir que no —José sonreía como idiota.

—Dormiré en mi antiguo cuarto, todavía no ha sido ocupada mi cama —Diego se encogió de hombros, no iba a pelearse con Ibrahim ahorita cuando desde un principio no impidió que todo esto continuara; además, confiaba lo suficiente en él como para saber que no haría algo que trajera más consecuencias.

—Yo duermo con Lupe —Cristian sonreía, imaginándose la cara de la mencionada cuando se lo propusiera.

—Diego, tienes que dormir con Carmen —Diego miró a Ibrahim como si fuese absurdo lo que acababa de decir.

—¿Por qué?

—No va a ver como estos dos duermen con Vico y Lupe, mientras ella está sola —dijo como si fuese obvio.

—¿Y tú crees que me dejará? Me va a cachetear apenas se lo pida —Diego se negaba a hacerlo.

—¡No exageres! No se negará, va a entender la situación —Ibrahim sonaba muy convencido, se la imaginaba avergonzándose e intentando negarse, pero cediendo al final.

—¡No se diga más! ¡Duermes con Carmen! ¿Y cómo van a hacer con Yancelis? —preguntó José, queriendo tocar un tema de real importancia.

—Pues viene con nosotros.

—¡Y va a escuchar todo lo que hagan! Se quedará en la habitación con nosotros —José salió del cuarto, sin dar derecho a quejas. Todos lo siguieron, querían ver cómo iba a convencer a Reyna de dejar a la niña.

Una vez que estuvieron frente a la habitación de las chicas, se pusieron de acuerdo en lo qué dirían y finalmente, decidieron tocar.



Reyna llegó a su cuarto con una sonrisa, a diferencia de cómo salió. Las chicas jugaban con Yancelis, quién se reía a carcajadas.

—¿No creen que ya debería hablar? —preguntó Carmen; Vico se encogió de hombros, no tenía idea.

—Creo que debería decir cosas básicas, que si agua, mamá, papá, casa —explicó Lupe dudosa.

—Cuando la lleve al pediatra, le preguntaré sobre eso. Debo llamar a Rocket para que me pase el número del pediatra al que me llevaban —Reyna sabía que se había visto atrasada con eso.

Siguieron hablando de otros temas hasta que tocaron la puerta, Reyna abrió y al ver a los chicos, hizo que pasaran y se puso a hablar con Ibrahim.

—Bueno, yo creo que deben estar muy ocupados —dijo Vico sacando a Ibrahim y a Reyna de la habitación.

—¿Cómo que ocupados? —Reyna no entendía de que hablaba. Al ver Ibrahim, entendió que él sabía de qué se trataba eso—. ¿Y Yancelis?

—Se queda con nosotras —Y les cerró la puerta en la cara.

—Ibrahim, no quiero que Yancelis se quede ahí —Reyna, ya imaginándose por dónde iba la cosa, no quería pasar la noche sin ella.

—Tranquila, va a estar bien cuidada —dijo tratando de que se olvidara de cualquier cosa que pudiera ponerla nerviosa. Ya que no dijo nada más, se fueron a su habitación.


Al llegar, buscó algo de tomar y se pusieron a ver una película, recostados uno junto al otro. Sin embargo, Reyna no aguantaba la curiosidad y por eso preguntó:

—¿Por qué le dijiste a los muchachos que se cambiaran de habitación?

—Quería estar un momento contigo a solas, últimamente es muy difícil —Ibrahim no pensó antes de hablar y temió que hubiese sonado brusco, pero al no percibir ninguna tensión de parte de ella, supo que no fue así.

—Tienes razón. —Fue lo único que dijo. Ibrahim empezó a besarla; apenas eran roces pero lo fue intensificando, hasta que Reyna lo detuvo—. Tengo que ir al baño —Se levantó y fue al baño, se lavó la cara con agua fría y esperó unos minutos para salir.


Ibrahim vio como ella se metió al baño dejándolo un poco decepcionado, pero sabía que darle su espacio era lo mejor.

Para él pareció una eternidad el tiempo que le tomó a Reyna salir y acostarse nuevamente junto a él.

—¿Qué tienes? —preguntó notándola nerviosa.

—Nada, ¿por qué lo preguntas? —Reyna hacía como si nada hubiera pasado.

—¡Por nada! ¿Dónde estábamos? —Ibrahim no quiso seguirle la corriente, quería retomar lo que quedó pendiente.

Se acercó lentamente a ella y le besó el cuello, colocando sus piernas a los costados de Reyna.

Con suma lentitud empezó a desabrocharle los botones de la blusa, mientras ella enredaba los dedos en su cabello buscando profundizar el beso.

Ibrahim le quitó la blusa y se quitó su camisa, buscando quedar en las mismas condiciones; se permitió ver el cuerpo de Reyna y lo admiró tal cual obra de arte, era perfecto.

Se acercó y le mordió el lóbulo de la oreja haciendo que esta soltara un jadeo, lo cuál fue música para sus oídos. Dejó un camino de besos por su cuello y descendió hasta llegar a su pecho, en dónde hizo una pausa y retomó el camino hasta su abdomen.

Al llegar a su falda, la miró a los ojos pidiéndole permiso; no supo descifrar su expresión pero no se detuvo, se la quitó con ayuda de ella misma.

Con cuidado, bajó el cierre de las botas mientras acariciaba sus piernas, y al terminar de quitárselas, volvió a besarla más desesperadamente que antes mientras con sus manos, acariciaba el contorno de sus caderas.

Sin previo aviso, Reyna empezó a forcejear para alejarlo.

—¡No! ¡Suéltame! No quiero, suéltame —Estaba con los ojos llorosos.

—¿Qué tienes? ¿Qué pasó Reyna? —Trató de detenerla para que se calmara pero ella ni siquiera lo veía.

—¡No me toques! Suéltame. ¡No quiero, no me obligues! —Reyna seguía intentando zafarse de su agarre.

—¡Ya! ¡Nada va a pasar! ¡Todo está bien, estoy contigo! —Ibrahim la abrazó como pudo, le susurraba en el oído para que ella se fuese calmando, aunque no parecía tan fácil.

—¿No me va a pasar a nada? —preguntó en un susurro, asustada.

—¡Te lo prometo! —Ibrahim estaba empezando a asustarse, Reyna lloraba y lo abrazaba como si la vida se le fuese en ello; él le decía que todo iba a estar bien y trataba de calmarla. Cuando sintió que ella dejaba de temblar y sollozar, se animó a preguntarle—: ¿Ya estás tranquila?

—¡Si! Lo siento, no debí ponerme así —Reyna no se atrevía a separarse de él.

—No te preocupes. —Seguía acariciándole el cabello, lo que la hacía sentir tranquila; aún contra todos sus deseos, se levantó y empezó a vestirse. Ibrahim la miró desconcertado—. ¿Qué haces?

—Me voy a mi habitación —Reyna se puso la blusa.

—¿Por qué? —preguntó levantándose.

—No me puedo quedar —contestó sin dirigirle la mirada.

—¡Claro que si! No tienes porqué irte —Él se colocó la camisa para que el verlo semidesnudo, no fuera razón de nervios.

—Pero no tengo nada porqué quedarme —Justo cuando se estaba dirigiendo hacia la puerta, él la agarró del brazo.

—¡Por mí! ¿Te parece poco?

—Lo mejor es que me vaya —Reyna trataba de zafarse sin dirigirle la mirada, pero Ibrahim se lo impidió.

—¡No voy a dejar que te vayas! Por favor, quédate —Hizo más firme su agarre y fue ahí cuándo ella lo miró.

—No puedo hacerlo después de lo que pasó.

—¿Por qué? Aquí no paso nada que no quisiéramos, y no va a pasar nada que tú no quieras —aseguró con seriedad.

—Ibrahim, querías que algo pasara entre nosotros, íbamos bien y lo arruiné —Volvió a intentar zafarse sin éxito.

—¡No arruinaste nada! Arruinarás todo si te vas —Ibrahim la abrazó y al tomarla de la mano, volvió a acostarla con cuidado, para tenderse junto a ella.

Reyna se acurrucó en su pecho, mientras él la agarraba por la cintura y le tarareaba una canción, la misma que su papá le cantaba cuando tenía pesadillas de niño.

Cuando Reyna se durmió, por momentos parecía tener pesadillas, se removía y fruncía el ceño, pero bastaba que él pusiera firmeza en su agarre.

Es verdad que él quería hacer el amor con ella, es verdad que la deseaba, pero al ver como se puso, quedó incapaz de continuar. Y es que para Ibrahim, era muy difícil comprender el por qué de esa actitud.

Eso podría deberse a que quizás ella era virgen y tenía miedo, o que hubiese sido violada de niña, pero no podía siquiera pensarlo, el considerarlo como el motivo de su actuar, hizo que se le llenaran los ojos de lágrimas que no se permitió derramar.

Gracias a esos pensamientos y a esas dudas, decidió que debía preguntarle a Rocket; él era el único que podía decirle si lo de la violación llegó a ocurrir.

Todas estas preguntas y dudas, hicieron que Ibrahim no pudiera pegar ojo en toda la noche, se dedicó enteramente a velar el sueño de Reyna, quien había dejado de tener pesadillas y pasó a dormir placidamente entre sus brazos.






Hola a todos. ¿Cómo están? Aquí les tengo el capítulo ¿Qué les pareció? ¿Les gustó el momento apasionado que hubo entre Reyna e Ibrahim? Les pido que se preparen porque para el capítulo que viene, Reyna se enterará de la venganza. ¿Cómo reaccionará? ¿Por qué Reyna se puso así? ¿Ibrahim logrará hablar con Rocket? Todo esto y más en el próximo capítulo, bye.

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