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XIX - Lo Demostraré

1 hora después

Las chicas ya se habían arreglado, procurando no hacer ruido, pues en algún punto, Reyna se quedó dormida y no querían despertarla.

Se encargaron de alistar a Yancelis, no con la misma destreza que mostraba Reyna todas las mañanas, pero hicieron el intento.

Le dejaron un sándwich para que desayunara, suponiendo que tendría hambre cuando despertase. Se encaminaron a dejar a Yancelis en la guardería, no sin antes, escribirle una nota a Reyna, avisándole que se ocuparon de todo y que no se preocupara por las clases, porque después le pasarían los apuntes.



Ibrahim se levantaba tarde, aún no entendía porque se acostó nuevamente sabiendo que debía empezar a arreglarse de una vez para poder estar a tiempo en el salón.

Como pudo, se bañó, se vistió, se peinó y bajó al aula.

Iba retrasado por veinte minutos y lo más seguro es que la profesora no lo dejara ingresar. Sin embargo, cuando pidió permiso para entrar, ella no se opuso, ni siquiera le preguntó la razón por la que llegaba tarde, solo dijo: «Pasa y siéntate».

Al no ver a Reyna, supuso que se quedó durmiendo en su habitación; aunque se moría por preguntarles a las chicas, no podía, seguían molestos a pesar de todo lo que había pasado; y ni hablar de sus amigos, quienes no se enteraron de nada.


45 minutos después

Se abrió la puerta de golpe, haciendo que los hombres silbaran con la vista que gozaban.

Reyna, parada en la puerta, tenía la falda un poco más corta de lo que acostumbraba, su blusa blanca pegada a su cuerpo y acomodada para que su abdomen plano quedara a la vista, y con los dos primeros botones desabrochados que dejaban ver el inicio de sus senos.

—¿Por qué llegas a esta hora? —preguntó la profesora.

—Me quedé dormida —respondió encogiéndose de hombros.

—La única forma de que te deje pasar, es que te bajes esa camisa y pidas un pase en coordinación —La profesora borraba la pizarra sin siquiera mirarla.

—Déjalo así —Se fue y cerró la puerta de mala gana. Ibrahim quedó sorprendido ante esa actitud.



Reyna regresó a su habitación a por unos cigarrillos, y luego se fue a uno de los pasillos poco transitados. Se sentó en un rincón y se puso a fumar, jugaba con el humo tratando de formar círculos.

—No sabía que fumabas.

—Hay muchas cosas que no sabes. ¿Quieres uno? —preguntó extendiéndole un cigarro.

—¡Ya veo! Y no gracias, no fumo —Jhonny negó con la cabeza.

—¡No me mires así! Detesto esa mirada.

—¿Qué mirada? —No entendía a que se refería.

—Esa de que no estás de acuerdo con lo que hago y quieres darme un sermón.

—No lo voy a hacer, pero, ¿por qué tienes que fumar aquí? Si te ven, me quedo sin trabajo.

—¡No dejaré de hacerlo aquí! Ahora déjame fumar tranquila, total ya todos saben que fumo —Se encogió de hombros, restándole importancia.

—¡No sabes lo mal que me pone verte así! —Reyna le lanzó una mirada indicándole que se marchara—. Está bien, me voy —Se fue, dejándola sola para que se terminara los cigarrillos.

Esperó un par de minutos a que la profesora saliera, y esta cuando la vio, negó con la cabeza y se fue. Reyna se burló de su mirada y entró al salón, todos volvieron a silbar, pero se callaron abruptamente.

—¿Qué pasa aquí? ¿Por qué el bochinche? —preguntó Henri confundido, pero al ver a Reyna, supo el motivo—. ¿Qué te he dicho de usar la blusa así?

No respondió ni hizo ningún gesto, pero se la acomodó de mala gana; sin embargo, la mirada insistente de Henri, hizo que terminara por decir:

—¡No tengo ganas de discutir contigo! No me la volveré a poner así en tu clase y ya.

—Me imagino que hicieron las preguntas. —Henri trató de ignorar el hecho de que Reyna se estaba comportando igual que antes. Gabriel se levantó y dejó unas hojas sobre el escritorio—. Por sus caras, veo que no hicieron nada —dijo refiriéndose a Ibrahim y Reyna.

—Entre él y yo no hay nada, tienes que cambiar las preguntas —Reyna se encogió de hombros, aunque le costó decirlo naturalmente.

—Entonces vengan a buscar las nuevas preguntas —Henri sacó unas hojas y comenzó a escribir.

Ambos se levantaron y una vez que él se las entregó, volvieron a sus asientos.

Se tomaron un poco más de media hora para responderlas, mientras sus compañeros hacían otra actividad.

Al terminar todos, salieron al receso.

—Reyna, Nicolás me dijo que fueras al sitio de siempre —Lupe se acercó corriendo.

—¡Gracias Lupe! Nos vemos —Reyna fue tranquilamente, pues todavía quedaban unos veinte minutos antes de volver a clases.

Al llegar al sitio donde siempre se reunían para hacer todo lo que se prohibiera en el liceo, entiéndase fumar, beber, drogarse, etc., estaban Ibrahim y Nicolás prendiendo unos cigarrillos.

—¡Por fin llegas! Los cigarros están sobre aquella mesa —indicó Nicolás. Reyna sacó cinco.

—¿Dónde quedó la radio la otra vez? —preguntó rebuscando entre el reguero de cosas que había en ese lugar.

—Creo que detrás de esa tabla —Reyna la encontró donde le dijo Nicolás que estaba. La encendió, puso la música y empezó a bailar, mientras terminaba el cigarrillo con más rapidez de la que esperó.



Ibrahim estaba sorprendido por ver a Reyna fumando, y además con una velocidad impresionante.

Nicolás aprovechó y fue a por tres botellas: Tequila, Ginebra y Vodka. Vertió un poco de cada líquido en tres vasos, formando un TGV. Sabía que no era recomendable que Reyna bebiera, pero necesitaba mantener a ese par juntos y ver si las cosas entre ambos se podían arreglar.

Una vez que Nicolás repartió los vasos, hicieron un brindis. Ibrahim, debía reconocer que se mareó con el primer trago, era una bebida fuerte; sin embargo, veía que Reyna y Nicolás la tomaban con naturalidad, como si fuese jugo.

Él no podía quitarle los ojos de encima a ella, que seguía bailando desinhibida a pesar de haber pasado casi una hora desde que llegó al lugar.



Al terminar la canción, Reyna paró de bailar y dejó el vaso sobre la mesa. Se despidió de Nicolás y se fue, diciendo que debía buscar a Yancelis. No obstante, al salir, vio que ya era de noche, se le había hecho tarde.

Por estar metida en sus pensamientos y no fijarse por dónde iba, terminó en el área de la piscina.

—Bueno... ya que estoy aquí, voy a nadar —Se quitó las botas, pero no se midió bien y se resbaló.



Al ver que Reyna se marchó, Nicolás le preguntó a Ibrahim, evidentemente molesto:

—¿Por qué no aprovechaste de bailar con ella?

—¿Para qué? ¿Para que me aleje? —Ibrahim se tomó lo que le quedaba de su trago.

—Ayer te veías muy preocupado, hoy te dí la oportunidad de hablarle, de acercarte, y no te moviste de esa silla. ¡Tienes que ponerte las pilas! —Ibrahim bufó.

—Lo mejor es que estemos lo más distanciados posible —Se sirvió otro trago y se lo tomó de mala gana, mientras Nicolás negaba con la cabeza—. ¡Ya! No quiero que me des sermones, no estoy dispuesto a acercarme a ella así que no vuelvas a hacer una reunión de estas con esa intención —Se levantó dispuesto a irse.

—Espero que cuando quieras, todavía puedas —Nicolás reía por la actitud de Ibrahim, que solo le sacó el dedo corazón y se fue.

Necesitaba tomar un poco de aire, por lo que se dirigió a la cancha, pero desde ahí, logró escuchar un ruido proveniente de la piscina.

Al acercarse, vio a Reyna luchando para salir, se estaba ahogando. Él no lo pensó y saltó para sacarla de ahí, la depositó en el suelo y empezó a hacerle presión en su pecho, pero al ver que no resultó, le dio respiración de boca a boca.

Repitió esa acción un par de veces, hasta que ella empezó a toser y a expulsar el agua, haciendo que él pudiese respirar normalmente.

—¿Cómo se te ocurre meterte estando borracha? ¿Qué pretendías? —Cuando Reyna se calmó un poco, le respondió:

—¡No me hables así! Solo me metí a nadar... me... me voy a convertir en sirena.

—¡Estás borracha! Vamos a tu habitación —La agarró del brazo para levantarla.

—¿Por qué tuve que terminarte? ¿Por qué no podemos estar juntos? —Tenía los ojos llenos de lágrimas, no sabía decir si por el esfuerzo o por el sentimiento que le provocaba preguntar algo sobre ese tema.

—No sabes lo que dices —Ibrahim desvió la mirada, no podía prestarle atención mientras ella estuviese en ese estado.

—¡Responde! —exigió molesta.

—No tengo porqué hacerlo.

—Tienes razón. —¡Y lo besó! Pero no estaba dispuesta a alargarlo más de la cuenta, por lo que inmediatamente se separó—. Ahora niégame que me amas.

—Puedo hacerlo.

—¿Y por qué no lo haces?

—¡No quiero! —Esta vez, él la besó. Se tomó el tiempo necesario para explorar su boca, con apuro y desespero, con calma y paciencia, disfrutando cada segundo. Al separarse, Reyna tenía un brillo en los ojos, mientras que Ibrahim, desprendía confusión en cada poro de su piel—. ¿Qué me hiciste? ¿Por qué no puedo lastimarte como lo planeé?

—Me quieres, ¿tanto te cuesta admitirlo? ¡Eres un cobarde! —Molesta, lo empujó.

—¡No digas eso!

—¿Por qué no lo admites? No puedo creer que te resulte tan difícil decirlo, ¿o es que si es mentira? —Gruesas lágrimas resbalaban por sus mejillas.

—¡No es eso! Te quise... y no he dejado de hacerlo, pero... no puedo olvidar quien eres. ¡No puedo! —Se sentía frustrado al no saber expresar qué era exactamente lo que sentía.

—¿De qué hablas? —Reyna no entendía a que se refería.

Ibrahim tuvo un momento de guerra interna, debatiéndose entre hacer lo que su cuerpo le pedía a gritos o hacer lo lógico tomando en cuenta todo lo que había pasado.

Terminó eligiendo la primera opción: ¡La besó!

Entre besos, le decía —sin pensarlo del todo bien—: «Te amo», y acariciaba sus mejillas con delicadeza.

Reyna no pudo más, no se sabe si debido a todas las emociones que la recorrían o a la borrachera que cargaba, pero se desmayó.

Después de suspirar y fijarse en que estaban tiritando del frío, la cargó y la llevó hasta su habitación; para su mala suerte, las chicas se encontraban dormidas, incluso Yancelis.

Cuidando no despertar a ninguna, dejó a Reyna sobre su cama y buscó unas cobijas en el closet. Con esfuerzo, desvistió a Reyna hasta dejarla en ropa interior, le secó el cabello cosa de que no agarrase un resfriado y la cubrió con las cobijas, procurando dejarla bien abrigada.

Esperó un par de minutos para asegurarse de que Reyna ya no tiritaba y recuperaba la temperatura normal de su cuerpo.

Pensó en dejarle una nota, pero creyó que lo mejor sería no hacerlo, optó por darle un beso en los labios e irse a su habitación. Fue inevitable que en el camino pensara en el beso y en cómo se lo explicaría a Reyna si le preguntaba.


2 semanas después

Era el último día de clases por la temporada navideña, todos esperaban a que el día terminara para poder iniciar con sus vacaciones.

Ibrahim, se levantaba todas las mañanas muy pensativo, ese beso había causado algo en él, podía sentir sus labios sobre los de ella y ese cosquilleo en todo su cuerpo.

Aún no entendía cómo terminaron hablando a los dos días después de que el beso ocurriera.


Ibrahim se levantó súper temprano, se le estaba haciendo costumbre desde que se peleó con sus amigos.

Al terminar de arreglarse, fue al pasillo donde se hizo novio de Reyna y la vio sentada en un rincón, fumando muy ensimismada. Se acercó lentamente y se sentó junto a ella, sacó también un cigarro y le preguntó:

—¿Desde cuándo fumas?

—Desde los nueve. ¿Y tú?

—Hace bien poco. ¿No crees que empezaste muy temprano?

—¡Tal vez! ¿Vas a algún sitio estas vacaciones? —Reyna quiso cambiar el tema, no estaba dispuesta a seguir por ahí

—Para el vacan school, ¿y tú?

—Vamos para las islas Fiji —No pudo ocultar su emoción, verdaderamente la emocionaba saber que pasaría ese tiempo con Rubén y Yancelis.

—¿Tu padre va a venir a la presentación?

—¡Si! Me lo prometió. ¿Y Jean Carlos? —Apagó el cigarrillo y dejó la colilla en un rincón

—Creo que si, aunque le dije que no lo hiciera —Hubo un momento de silencio, un poco incómodo, que Reyna decidió romper.

—Sé que ayer me emborraché y que tú me llevaste a mi habitación, pero... no recuerdo que pasó después —Su tono era de confusión, pero su rostro era de indiferencia.

—¿Qué recuerdas? —preguntó, repentinamente alegre

—Que me estaba ahogando y tú me ayudaste —Ella desvió la mirada, reconocer ese momento de debilidad, le estaba costando un montón.

—Te desmayaste y te llevé a tu habitación. Te quité la ropa mojada y te cubrí con las cobijas... después me fui —Ibrahim dudó un momento si contar lo del beso o no, pero prefirió la opción más sana, no decir nada.

—No se lo digas a nadie. —Fue lo único que alcanzó a decir—. ¿Irás a la presentación?

—¡A lo mejor! Tengo entendido que anunciaron lo del acto de graduación por los parlantes, pero ustedes todavía no sabían que les iba a tocar ensayar y no tenían una coreografía —A Ibrahim le preocupaba que ella pudiese agotarse.

—Yo ya la tenía planeada; no había dicho nada porque quería saber si Rubén vendría. Si decía que no, ponía otra coreografía más sencilla, pero ahora que dijo que si vendrá y es la primera vez que lo hace, haremos la que llevo cuatro meses planeando, requiere de mucho ensayo —explicó nerviosa.

—¡Estarás más brillante que de costumbre! —La animó, entendiendo que ella quería impresionar a Rubén, y que quizás, eso los haría avanzar en eso de recuperar la relación padre-hija.

—¡Exageras! —Reyna sonrío de lado mientras se acomodaba el cabello detrás de la oreja, algo que Ibrahim notó, solía hacer cuando se avergonzaba.

Él creyó que esa sonrisa, le indicaba que era el momento para resolver una duda que le carcomía el pensamiento.

—¿Qué pasó ese día que llegaste drogada?

—No recuerdo —Desvió la mirada.

—Investigué en internet y vi que es una droga que utilizan para violar a las chicas en las discotecas —Estaba serio, pero no parecía molesto, se notaba tenso.

—¡Ya lo sé! —dijo Reyna cortante.

—¿Cómo te lo puedes tomar tan tranquila? —Estaba intentando contenerse, realmente ponía todo su empeño en eso, pero ella no colaboraba con ese tipo de respuestas.

—No me dices nada que no sepa.

—¡Querían violarte! No hablamos de cualquier cosa —Alzó la voz, sin poder evitarlo.

—¿Y qué quieres que haga? ¿Qué esté paranoica? ¿Qué no tome más? ¡¿Qué es lo que quieres?!

—¡No quiero que hagas nada de eso! Pero si te pido que te preocupes un poco más por ti misma.

—¡No voy a discutir contigo y menos sobre esto! —Se levantó dispuesta a irse pero él la agarró del brazo.

—¡Espera! Entonces dime, ¿por qué me terminaste?

—¡Ya lo dije ese día!

—¿Por qué?

—Porque así debía ser.

—¿Por qué dices eso? —Hizo presión en su agarre, su voz sonaba torturada.

—¿Qué importa? Además, quedamos a mano, lo mío fue una apuesta y lo tuyo una venganza —Reyna, tenía lágrimas en los ojos que no se dio el lujo de derramar.

— Co... ¿Lo sabes? —Ibrahim estaba impresionado.

—¡Si! ¡Lo sé! —No le dio oportunidad de contestar, se fue antes de que sus sentimientos la traicionaran.

Ibrahim quedó sorprendido. ¡Ella lo sabía! Pero, ¿cómo? Solo lo sabían tres personas, y aunque quiso ir a hablar con ellos, no lo creyó conveniente.


No volvió a pasar absolutamente nada interesante, no volvieron a tener un acercamiento, no hubo ninguna pelea ni discusión entre, solo se dedicaban a ignorarse, aunque cargaban un humor de los mil demonios.



Al ya haber dejado a Yancelis en la guardería, Reyna se dirigió a su salón. Algo que llamó su atención al llegar, era que no estaban ninguno de los chicos.

Seguido de ella, entró el profesor y empezó la clase. Reyna se sentía muy inquieta, no paraba de pensar porqué habían faltado los cuatro, por lo que a mitad de la explicación, se paró y se fue.

Si los encontraba, la excusa de su presencia sería que buscaba a Diego para explicarle las canciones que debía poner en la presentación, pues él era el Dj; tenían mucho de que hablar, no solo de la fiesta.

Cuando estuvo frente la puerta de la habitación de los chicos, escuchó un ruido, como si algo se hubiera roto. Asustada, abrió de par en par, y acabó sorprendida por lo que vio.



Ibrahim se había levantado y al ver que era más temprano que de costumbre, se fue al patio un rato.

Había decidido que hablaría con sus "amigos", sabía que ninguno de ellos tenía pensado ir a clases así que creyó que era el momento de enfrentarlos.

Al llegar a la habitación, los vio comiendo y aunque pensó en posponerlo, terminó diciéndoles:

—¡Necesito hablar con ustedes!

—¿Y de qué? Tenemos dos semanas sin hablarnos — dijo José frunciendo el ceño.

—¿Alguno de ustedes dijo algo de mi venganza?

—El hecho de que estemos molestos contigo, no quiere decir que seamos sapos —aclaró Diego, ofendido por su acusación.

—Reyna me dijo que sabía lo de la venganza y solo ustedes estaban enterados de eso. Y realmente no creo que Gabriel se lo haya dicho —Aunque por un momento quiso pensar que había sido él, no estaba del todo seguro, ya que casi podía jurar que Gabriel se lo diría a Reyna estando él presente.

—Ibrahim... yo lo... siento. Fui yo quién le dije a Gabriel... No estoy seguro de si él le dijo a Reyna pero... fallé en no decir nada —dijo Cristian arrepentido.

—¡Eres un traidor! —Le dio un golpe a Cristian, que no se defendió, sabía que se lo merecía; no conforme con eso, le dio varios más.

José, al ver como Ibrahim golpeaba a Cristian, se metió a separarlos, pero terminó dando y recibiendo golpes.

Diego, que se había mantenido al margen, decidió meterse al ver que la cosa se estaba poniendo fea, solo para terminar dando y recibiendo golpes igual que los demás.

Se detuvieron al escuchar un estruendo y ver a Reyna en la puerta con un bate de béisbol en las manos.

—¿Están locos o qué? ¿Por qué demonios se pelean? —Solo se vieron entre sí y se rieron—. ¿Qué es lo gracioso? ¿Saben que la presentación es hoy?

—Mire director —Entraron dos personas más a la habitación.

—¿Qué pasa aquí? ¿Qué es esto jóvenes? ¡Gracias por decirme! —dijo el director, refiriéndose a Sol al decir lo último.

—¡Eres una maldita chismosa! —Reyna se fue sobre ella, le jaló el cabello y le rasguñó la cara. No hizo más porque los chicos la separaron

—¡Basta! ¡Los cinco se vienen conmigo! —Los mencionados siguieron al director con resignación. Al llegar a la oficina de este, se sentaron con pose cabizbaja—. ¿Por qué estaban peleando?

—Teníamos un desacuerdo —dijo Diego con una sonrisa.

—¿Y tenían que resolverlo a golpes como si fuesen animales?

—¡Si! De lo contrario, no nos estaríamos riendo —explicó Ibrahim.

—Vamos a ver quien ríe al último. Les voy a mandar una citación a sus representantes y van a hacer servicio comunitario por dos semanas, así tendrán más de qué reírse. Y respecto a ti Reyna, ¡ya no sé que hacer contigo! ¿Vamos a seguir con lo mismo de todos los años? —Estaba exasperado.

—¡Es culpa de ella! ¡No es más que una lengua larga! —Se excusó, cruzándose de brazos.

—¡No es eso! ¡He tenido veintinueve quejas de tu comportamiento en esta semana! —exclamó el director.

—¡¿Tan poquito?! Pensé que serían muchas más... Y en todo caso, no es mi culpa que aquí vivan quejándose de todo.

—Harás servicio comunitario, estarás suspendida cinco días cuando nos reintegremos en enero, le pedirás disculpas a Sol y evitarás meterte en problemas —Declaró dándole un papel.

—¡Sabes que no haré nada! —dijo, y salió ignorando los gritos del director, que terminó por suspirar con resignación e indicarle a los chicos que se retirasen.

Recostado en la pared, junto a la puerta, estaba Gabriel, había escuchado todo a la perfección. Apenas vio que Reyna salió, le dijo:

—Sigues siendo la misma.

—Necesito hablar contigo —Ibrahim impidió que ella respondiese, pues realmente esa afirmación de Gabriel, no le había gustado.

—Vamos. —Reyna fue con él. Llegaron al bosque ubicado en la parte trasera del liceo, el mismo donde treparon juntos; ella no quiso adentrarse en él, por lo que justo en la entrada del mismo, preguntó—: ¿Qué quieres?

—¿Quién te dijo de mi venganza? ¿Fue Lupe?

—¿Qué importa cómo me enteré? —Se notaba dolida, no podía creer que realmente le estuviese preguntando eso.

—¡Solo dímelo! —Ibrahim comenzaba a impacientarse.

—¡No pienso responderte! Y me voy, debo ensayar —Se fue de ahí, molesta. ¡Era increíble el hecho de que le importaba más saber cómo se enteró, qué lo que sintió al escuchar semejante verdad!

Al llegar a la sala de ensayo, vio a todas las chicas listas, nada más esperando su presencia.

—¡Bien, empecemos! —Reyna colocó el CD y dieron inicio a la práctica.


3 horas después

Cada una se fue a arreglar. Reyna buscó a Yancelis y en el camino se encontró a Eustaquia, juntas fueron a la habitación a prepararse.

Eustaquia arreglaba a Yancelis y se ponían al tanto de muchas cosas, mientras Reyna se alistaba a sí misma.

Al terminar, bajó y fue detrás del escenario donde estaban las chicas esperando a que las llamasen.

—¿Has visto si llegó Rubén? —Le preguntó a Carmen, sonaba preocupada.

—No, no lo he visto.

—Reyna, quiero que aceptes esto como muestra de mi amor... y quiero pedirte que tengamos una cita —Un muchacho se acercó dándole unos chocolates y unas rosas.

—Bien háblame en... las vacaciones —Reyna le sonrió falsamente, estaba acostumbrada a que eso pasara.

—¡Muchas gracias! —El chico se animó y le dio un beso en la mejilla; se alejó rápidamente, tropezando en las escaleras.

—¿Por qué le dijiste que en las vacaciones si te vas de viaje?

—¡Por eso! Para que me hable cuando no estoy —explicó como si fuese obvio.

—¡Eres mala! Vamos que ya nos falta poco —Carmen la agarró del brazo pero inmediatamente, ella se soltó.

—¡Anda tú y llévatelas! Ahorita voy —Y se fue, necesitaba hacer algo.

—Bueno chicas, a prepararnos —Carmen tuvo que alzar la voz para que la escucharan, y ni aún así, la oyó más de la mitad.

—¿Y por qué Reyna se fue? —preguntó una muchacha, confundida.

—Tenía algo que hacer antes pero cuando regrese nos quiere ver a todas acomodadas.

—No tenemos por qué hacerte caso, cerdita —dijo una de las amigas de Sol.

—¡Es cierto! No eres la jefa del grupo, solo eres nuestra mascota. A ver, muge vaquita, muge —Se burló Sol, que recién aparecía para contarle algo a sus amigas.

—Chicas vamos a organizarnos que se nos hará tarde —dijo una de las otras chicas, mirando con lástima a Carmen. Todas la siguieron y se ubicaron en el orden en el que debían salir.

Carmen quedó cabizbaja y triste, se sentía humillada. ¿Acaso siempre sería así? Con solo unas pocas palabras, sintió su ánimo y autoestima venirse abajo.



Reyna iba a hablar con Rocket para que le avisara cuando llegara Rubén, pero en el camino se encontró con Ibrahim y prefirió ahorrarse el viaje

—¿Podrías mandarme un mensaje cuando llegue Rubén?

—¡Esta bien! Ahí están Rocket, su esposa, su hija y unos muchachos —dijo un poco molesto, ya que aunque no tuvo oportunidad de hablarles directamente a esos chicos, Rocket le dijo que venían por Reyna y eso no le gustaba, él y sus celos.

—¡Vinieron todos! Si quieres puedes hablarle a Yancelis, me da la impresión de que te extraña —propuso, nerviosa por recibir una negativa.

—¡Ya lo hice! También conocí a Eustaquia, recuerdo que me hablaste de ella y tenías razón, es muy cariñosa —Ibrahim notó que estaba nerviosa y suponiendo la razón, le preguntó—: ¿Estás segura de que vendrá?

—¡Claro! ¡Me lo prometió! —Para no dudar de lo que aseguraba, optó por despedirse e irse.



Ibrahim volvió junto a sus amigos. Los padres de Cristián estaban buscando manera de consentirlo, aún cuando este les pedía que lo dejaran tranquilo, y Diego, trataba de llamar la atención de su madre antes de ir a la cabina de sonidos.

Debido a todo esto, Ibrahim eligió sentarse junto a José y su nana; desde ahí veía a Eustaquia y a Rocket hablando. Este último, al percatarse de su mirada, le hizo señas para que se sentara junto a ellos, a lo que no pudo negarse.

Se despidió de José y de su nana y fue hacia ellos, agradecía eternamente que unas amigas de Diego se ofrecieran a maquillarlos para taparles los moretones que se ganaron con la pelea que tuvieron esta mañana.

Al llegar adónde Rocket, se sentó e inmediatamente recibió la pregunta:

—¿Hablaste con ella?

—¡Si! Está esperando a Rubén, pero por lo visto no planea venir.

—No me sorprende, ese desgraciado siempre termina fallándole —Se veía que Rocket hablaba desde la rabia y el rencor.

—¡Buenas noches damas y caballeros! Tengan todos una cordial bienvenida a la fiesta de fin de año. Iniciaremos este acto con la actividad sorpresa elegida por nuestros estudiantes —El director explicó un poco lo que se llevaría a cabo durante el acto.

Fue después de casi diez minutos, que dieron inicio a las actividades organizadas por los grados de instrucción, continuando con el protocolo.



En la parte trasera del escenario, Reyna estaba que se arrancaba los cabellos, los nervios la estaban llevando a un estado de ansiedad insostenible.

—Aún no ha llegado —dijo Carmen preocupada. Había querido contarle a Reyna lo que pasó, pero al verla así, no quiso sumarle otra preocupación.

—¡Vendrá! No me dejará mal —Tenía los ojos llenos de lágrimas.

—¡Seguramente viene el chófer! Ya deberías estar acostumbrada —Una chica que apareció de la nada, comenzó a burlarse.

—¿Por qué te metes en lo que no te importa? —Reyna la agarró del cabello y se lo jaló con fuerza, haciendo que la muchacha se quejara y le pidiera que la soltara.

—¡Reyna, no vale la pena! Y tú, déjala tranquila. —Carmen la separó de la chica, que se fue acariciándose el cuero cabelludo—. Yo creo que no vendrá, mira quién llegó. —Señaló a Vicente con pesar. Reyna lo vio y una lágrima resbaló por su mejilla—. ¿Te pusiste así por esa zorra?

—¡No es por ella! Rubén me puso así, pero eso es lo que quiere, me las va a pagar. ¡Ya vengo! —Se secó la lágrima y se fue.

—¿Adónde vas? —Pero la pregunta quedó en el aire, ya Reyna había desaparecido.

Camino a su habitación, le escribió un mensaje a Ibrahim:

"Que las bebés se vayan a mi habitación antes de que las chicas y yo salgamos".

"¿Por qué? ¿Qué planeas hacer?".

"¡Sólo hazlo!".

Llegó a su habitación, se cambió por lo que necesitaba, buscó un DVD y bajó con las chicas nuevamente.

—¿Ya llegó Rubén? —preguntó con un brillo de esperanza en los ojos, Carmen negó con la cabeza—. ¡Bien! Él se lo buscó. Le dices a Diego que cuando haga una señal, cambie la música; en ese momento, me pasarás una silla —Le entregó el DVD en sus manos.

—¿Para qué?

—¡Hazlo y no preguntes! Chicas, ya nos toca —Todas la siguieron. Al salir, el público empezó a aplaudir y a silbar. Diego puso la música indicada y las chicas empezaron a bailar.

A mitad del baile, Reyna se colocó al frente e hizo una señal con los dedos, haciendo que empezara a sonar la canción «Dance for you de Beyonce». Carmen puso una silla frente a Reyna, tal como ella le dijo, y se retiró rápidamente del escenario.

Empezó a bailar de una manera sexy, quitándose la blusa lentamente, dejando a la vista un brassier negro de encaje. Hacía todo tipo de movimientos mientras se quitaba la falda y dejaba ver una braga negra a juego con el brassier.

Bailaba como si nadie la estuviese viendo mientras se iba desvistiendo, todo esto sentada en la silla.

Para este punto, la mayoría de los padres se habían ido. Los estudiantes bailaban y deshacían de prendas que creían, estaban de más.


Rocket se quitaba la chaqueta para subir al escenario y cubrir a Reyna, no podía creer que se haya atrevido a tanto, pero Ibrahim se le adelantó.

Se dirigió hacia ella sorprendido. ¡Estaba loca! ¿Cómo se le ocurre hacer eso? Algo en su interior se removió cuando vio a un chico bailando sumamente pegado a su cuerpo, le estaba recostando todo y ella se dejaba.

Al llegar al escenario, empujó al chico, cubrió a Reyna con su camisa, la cual se había quitado en algún momento, y se montó a Reyna sobre su hombro derecho. Ella trataba de resistirse pero él igualmente se la llevó hasta el cuarto de limpieza, el cual cerró para poder hablar sin interrupciones.

—¿Estás loca o qué coño te pasa? —La bajó molesto.

—¡Loco estás tú! ¿Para qué me trajiste?

—Yo no me desnudé frente a todo el liceo —Le soltó comenzando a perder los estribos, sabía que podía terminar diciendo algo de lo que luego se arrepentiría.

—Y si no lo hiciste tú, ¿por qué te importa?

—¡No voy a dejar que todo el liceo te vea así! —Le señaló su desnudez.

—¡Es mi cuerpo y lo puede ver quién yo quiera! —gritó Reyna empujándolo.

—¡No! ¡No es así! —Ibrahim sentía que estaba a punto de estallar.

—¿Quién lo dice?

—¡Yo lo digo!

—¿Tú? ¡No me hagas reír! —Se burló—. ¡No eres nadie para decirme que hacer! No tenías ningún derecho a sacarme del escenario y menos de golpear a Miguel.

—¿Qué querías que hiciera? ¿Qué me quedara viendo como te recostaba todo y tú no hacías nada?

—No tienes derecho a hacer algo. Si yo dejé que él bailara conmigo así, no tenías que meterte.

—No iba a quedarme viendo como él hacía todo lo que hizo. ¡Casi tiene sexo contigo ahí mismo! —La rabia que recorría su sistema, lo hacía hablar sin pensar, no quiso decirle eso.

—Ya te dije que es mi cuerpo y hago lo que se me da la gana con él. Si me da la gana de bailar así, lo hago; si me da la gana de desnudarme en frente de todo el mundo, lo hago; si me da la gana de tener sexo ahí mismo, lo hago —Reyna iba a salir, necesitaba poner distancia entre ambos o esto acabaría mal, pero Ibrahim la agarró del brazo.

—¡No lo harás! ¡No te dejaré! —Ibrahim estaba fúrico. Reyna lo miró con desprecio y aunque sabía que lo que iba a decir estaba mal, necesitaba decirlo para ver si así lograba alejarse.

—A ti definitivamente no te enseñaron a no meterte en la vida ajena, no te enseñaron a respetar a la gente. ¿Qué hacía tu papá Ibrahim? De seguro a alguien tuviste que salir así... era... era un vividor... —No pudo terminar.

—¡Cállate! No tienes derecho a hablar de mi padre —Ibrahim cerró los puños a sus costados, manteniendo su fuerza y rabia concentrada en ellos.

—¿Qué te pasa? ¡A mí no me vas a hablar así! ¿Me vas a pegar? Anda pégame a ver si eres tan machito, pégame. ¡Pégame! —Lo retó esperando un golpe que jamás llegó, lo que si llegó, fue un beso salvaje.

No cedió, le faltaba el oxígeno, lo empujó intentando recuperar el aire, sin embargo, Ibrahim no le concedió su petición, todo lo contrario, hizo más intenso el beso.

A Reyna le costaba respirar, Ibrahim no le daba tregua, le hacía daño, la mordía con fuerza y la tenía totalmente pegada a su cuerpo. Tuvo que morderlo para separarse, sus labios estaban hinchados.

—Estás loco —dijo recobrando el aliento, tratando de normalizar su respiración. En ese momento, tocaron la puerta.

—Reyna, Ibrahim, ¿están ahí? ¡Abran! —Era Rocket.

—A ver cómo se lo explicas a Rocket.

—Mira si... si te besé fue solo... porque no te quería pegar —Se justificó Ibrahim sin pensar antes de hablar. Reyna por un momento quedó boquiabierta, pero se recuperó rápidamente.

—Pues me hubieses pegado. Preferiría el dolor, al asco que me da hacer esto contigo —respondió dolida, limpiándose la boca.

Ibrahim no dijo nada, no quería seguir lastimándola; abrió la puerta y le dio paso a Rocket para que entrara, seguido por cuatro chicos.

—¿Qué pasa aquí? ¿Por qué hiciste eso? —exigió saber.

—Quise hacerlo —Se encogió de hombros e hizo el ademán de irse, pero un muchacho contemporáneo con ella, la agarró del brazo.

—¡No señorita! Tú de aquí no te vas.

—Suéltame Reynaldo —Él la soltó pero ella no se fue.

—¿Por qué tardaron tanto en abrir? —Quiso saber Rocket.

—Que te lo explique él —señaló a Ibrahim, librándose de todas las miradas.

—Estás sangrando —Se acercó otro chico limpiándole el labio a Reyna.

—¿Qué le hiciste desgraciado? —El tal Reynaldo, agarró a Ibrahim por el cuello de la camisa.

—No van a pelear aquí. ¡Reynaldo déjalo! —Reyna los separó.

—¡Es culpa de este imbécil que estés sangrando!

—¡Él no me hizo nada! —Reyna empujó a Reynaldo, sin entender bien porqué defendía a Ibrahim.

—Explícanos, ¿por qué hiciste eso? —preguntó un hombre, más o menos de la edad de Rocket, pero un poco más bajo.

—Ya lo dije Raúl, quise hacerlo —respondió fastidiada.

—¡Eso no se hace solo porque quieres! Has hecho cosas malas, pero nunca habías llegado hasta este extremo, incluso tú sabes que existe un límite —Rocket no podía creer las respuestas que ella daba.

—¡Siempre hay una primera vez! Además, estás exagerando —Reyna quería irse pero no encontraba la oportunidad.

—No es solo eso. El director dijo que vas a estar suspendida una semana cuando regresen en enero —Por un momento, Rocket se había olvidado de ese tema.

—Eso fue mi culpa —habló Ibrahim, no dejaría que Reyna fuese la única que se llevara el regaño, si ya se libraría de que ella contara lo del beso, no lo haría de la culpa por el castigo que ella recibió.

—¿Ven que le ha buscado problemas? —Saltó Reynaldo nuevamente.

—¡No es por él! Tenía que darle algo a uno de sus compañeros y si seguían peleando, no iba a poder —Reyna le restó importancia, como si fuese algo de lo más normal.

—¿Y la mejor forma de hacerlo era rompiendo el televisor? —Esta vez, Rocket alzó la voz sin llegar a gritar. Alguien entró a la habitación, al parecer ignorando la tensión que había en el ambiente.

—¡Buenas noches! Reyna, me informaron de que tendrías un acto hoy y quise verlo con mis propios ojos. Aquí está el contrato, puedes leerlo tranquilamente, pero necesito una respuesta dentro de tres días porque ya tengo el sitio perfecto para que inicies. Le agregué unas cosas para que se te haga más difícil decir que no — Fernando tenía una sonrisa enorme adornando su rostro.

—No hay que esperar, mi respuesta es si.

—¡Perfecto! Firma aquí y cerramos el trato —Le tendió un bolígrafo.

—¿Qué significa todo esto? —Raúl no entendía nada.

—A partir de hoy voy a trabajar para Fernando —Reyna firmó el contrato sin decir nada más.

—¿Trabajar? ¿Con permiso de quién? —Rocket la miraba como si se hubiese vuelto loca.

—No necesito tu permiso para hacerlo —No pudo ocultar la burla.

—¡No puedes hacer eso solo porque te da la gana! —Rocket estaba haciendo un esfuerzo sobrehumano por controlarse.

—¿Quién dijo? ¡Puedo y lo haré! Habla con Jhonny para que te dé mi número y me avises mejor lo del sitio que conseguiste.

—Ya que dijiste que si, lo ideal es que a partir de mañana empecemos a grabar, ensayos, vestuarios, etc.

—Mañana hablamos mejor de todo eso. ¡Adiós! —Reyna quería que se fuera para evitar que le hicieran preguntas a él.

—¡Cuento con vernos mañana! Buenas noches Reyna, caballeros —Se despidió, entendiendo que Reyna no lo quería ahí.

—¿De qué hablaba ese tipo? —Juan, un chico de veintidós años, le preguntó a Reyna sin poder permanecer callado más tiempo.

—Me escuchó cantar y quiere que trabaje para su disquera.

—¿Y le dijiste que si sin leer el contrato? —Rocket sentía como si fuese a estallar en cualquier momento.

—Lo leí antes. Necesitaba unas modificaciones, pero ya que están hechas, no hay problema —Reyna sonrió, realmente le causaba gracia esta situación.

—¿Qué ganas con hacer esto? —preguntó Reynaldo con tristeza.

—La pregunta sería: ¿A quién quieres lastimar haciendo todo esto? —Entró un chico que causó tensión en Reyna.

—¿Qué hace él aquí? —preguntó ella, viendo molesta a Rocket.

—¿Qué hago aquí? Quería hablarte —dijo como si fuese obvio.

—Sabes perfectamente que yo no quiero verte. ¡Eres tan cínico!

—¡No me mires así! Llevamos seis meses sin hablar —Se oía dolido.

—¿Y quién dijo que yo quería hablar contigo? —Su tono era hiriente.

—Antes siempre querías hablarme. ¿Por qué no me das otra oportunidad? —El chico se acercó.

—¡Aléjate de mí! ¡No quiero tenerte cerca! Me enferma saber que estás aquí —Reyna se alejaba cada vez más.

—¡Brian basta! —dijo Juan serio.

—No puedes guardarme rencor por siempre —Seguía acercándose, ignorando las negativas.

—¡Claro que puedo! Todo lo que pasó fue culpa tuya y de tu maldita cobardía. —Sus ojos estaban llenos de lágrimas. Esto hizo que Brian la abrazara, sin poder evitarlo—. ¡Suéltame, no me toques! —Lo empujó sin lograr alejarlo.

—¿Eres sordo o qué? Te dijo que la sueltes —Ibrahim lo apartó de mala gana.

—¿Y quién eres tú para decirme qué hacer? Ella lo dice por rabia —Brian estaba molesto por su intromisión.

—No me interesa porqué lo dice, el caso es que te dijo que no.

—¡No te metas en lo que no te importa!

—Me meto porque ella me importa, así como todo lo que la incluya —Ibrahim lo iba a empujar, pero Reyna lo agarró del brazo y se ocultó detrás de él.

—Reyna, déjame defenderme. No puedes simplemente desecharme de tu vida —Brian comenzaba a desesperarse.

—Lo mejor es que te vayas —dijo Rocket con autoridad.

—Me voy si este idiota se va —respondió refiriéndose a Ibrahim.

—¡No hace falta! ¡La que se va soy yo! —Reyna se marchó escuchando como todos trataban de detenerla.

Llegó al auditorio que ya para este punto, estaba vacío; vio su ropa tirada en el escenario, la recogió y se la puso.

Cuando terminó, se sentó en un rincón escondiendo su cabeza entre sus piernas y se puso a llorar sintiéndose débil y vulnerable, no estaba preparada para ver cara a cara a Brian, eran demasiados recuerdos y mucho dolor removiéndose en su interior.



Ibrahim y los chicos trataron de impedir que se fuera, pero la perdieron en el desvío del pasillo.

—¿Ves lo que hiciste? ¡Por tu culpa se fue! Acepta que no te va perdonar —dijo un chico rubio y alto.

—¡No te metas Samuel! Ella me perdonará, lo sé —aseguró Brian; solo necesitaba ser escuchado.

—Por tu culpa perdió a una de las personas más importantes en su vida, es absurdo que pienses así —Samuel lo empujó.

—¡No tienes derecho a decirme algo! Te la pasas peleando con ella, llegaste a quitarle la vida que tenía en casa de Rocket —Se defendió Brian, sintiéndose mal por las palabras de Samuel.

—Yo no le quité nada. ¡Eres un maldito falso! Es increíble tu descaro. Ella confió en ti y la traicionaste, algo que yo nunca haría.

—¿Qué querías que hiciera? —preguntó frunciendo el ceño.

—¡Eres igual a él! —La mirada cargada de desprecio de Samuel, fue capaz de hacer que Brian retrocediera un par de pasos.

—¡Samuel ya basta! Brian lo mejor es que te vayas —intervino Raúl poniéndole fin a la discusión. Brian se fue sin decir nada más.

—Ibrahim, ¿qué pasó entre tú y Reyna? Veo que terminaron —Rocket permanecía serio, ya se había calmado un poco.

—Se enteró de un error mío y me terminó —respondió repentinamente tenso.

—¿Y qué fue lo que pasó aquí? —preguntó Samuel.

—Estábamos discutiendo —No quiso dar una respuesta concreta pero tampoco una evasiva.

—¿Y por qué Reyna sangraba? —Reynaldo frunció el ceño, Ibrahim titubeó, había olvidado ese detalle.

—¿La golpeaste? —Raúl soltó la pregunta con más amenaza de la que hubiese querido, dándole a entender a Ibrahim, que de esa respuesta, dependía su vida.

—¡Claro que no! La besé —Se defendió, no dejaría que lo tildaran de golpeador.

—¿A la fuerza? —Rocket sintió la molestia crecer en su interior.

—Si —Ibrahim mantuvo la mirada, no negaría lo que hizo.

—¡Maldito! —Reynaldo se le fue encima.

—Reynaldo contrólate —Samuel logró detenerlo antes de que siquiera tocara a Ibrahim, aunque por muy poco.

—¿No escuchaste? ¡La forzó! —Reynaldo sentía su sangre hirviendo.

—Igual necesito que te calmes.

—¿Qué sabes tú si como la forzó a besarlo, la ha forzado a otras cosas? —Estaba rojo de rabia.

—¡Eso si que no! Yo no soy esa clase de hombre. Lo que ella y yo hemos hecho, ha sido porque ella lo ha permitido —aclaró Ibrahim, sabiendo perfectamente a lo qué se refería.

—¿Esto es lo único a lo que la has forzado? —Quiso saber Raúl.

—¡Si!. Pueden preguntarle a ella —No tenía nada que ocultar.

—No te creo —mintió Reynaldo, cruzándose de brazos, no estaba dispuesto a dejar las cosas así.

—¡Me importa un comino si me crees o no! —respondió obstinado de ese tipo.

—¡Ni se te ocurra contestar! Vayan y espérenme en el carro —ordenó Rocket. Todos obedecieron, aunque algunos a regañadientes—. Ya te dije que veo a Reyna como una hija. Sé que no les vuelve a hablar a ninguno de sus ex, y menos a defender como lo hizo contigo, estoy seguro de que descubrió algo muy fuerte para terminarte. Como padre, te advierto no hacerla sufrir y como hombre, te aconsejo que le hables siempre con la verdad. Si tienes una buena razón, ella te entenderá.

—¡Muchas gracias Rocket! Ahora que estamos hablando, hay algo que iba a preguntarte, ¿Reyna de niña fue... fue vio... violada? —Pudo tener un poco más de tacto, pero solo necesitaba oír una negativa.

—¿Por qué lo preguntas? —Rocket se tensó.

—Me dio esa impresión —Ibrahim no iba a dar detalles.

—No, no fue violada. Sin embargo, no le preguntes nada parecido, y por tu propio bien, no la fuerces a hacer algo así. Puedo aceptar que crezca, tenga otros intereses, quiera experimentar y todo eso, pero no todavía, aún es demasiado pronto. No lo digo solo porque sea una niña, sino porque también debe superar muchos miedos antes de dar pasos importantes —explicó con suma seriedad.

—¿Cuáles miedos? —Quiso saber Ibrahim, eso le interesaba.

—Cuando se sienta lista, te los dirá, eso no te lo puedo decir yo.

—¡Gracias por todo! Por preocuparte por Reyna, por velar por ella y por el consejo que me diste, créeme que lo tendré en cuenta. Voy a buscarla, creo saber porqué hizo lo que hizo —Se despidió y se fue.

—¡Espero no arrepentirme! Es bastante perspicaz... Ojalá Reyna decida abrir su corazón con él —Rocket suspiró y salió rumbo a su carro, con los demás.

Ibrahim buscaba a Reyna pero no lograba dar con ella, fue a la piscina, a la cancha, los baños y a su habitación, pero ni él ni las muchachas la habían visto.

Decidió ir al auditorio y la encontró vestida, sentada en el regazo de Gabriel, llorando. Se acercó con sigilo, lo suficiente para escuchar la conversación.

—No sabes cuánto me duele verte así.

—Y sabes cuánto odio que me vean así —Se limpió las lágrimas.

—¿Por qué estás así? No creo que sea solo porque Rubén no haya venido —Gabriel la conocía lo suficiente, ella no era así.

—Es por... Brian, vino y recordé muchas cosas —Los ojos se le volvieron a llenar de lágrimas, no hacía falta explicar mucho.

Ibrahim no entendía a qué se refería, necesitaba saber más. Siguió escuchando en silencio.

—Cuando me fui a pasar la noche en casa de Tomás, dejándola a ella con fiebre, no imaginé no volverla a ver. Lo que me da más rabia, fue que él estuvo escondido en el closet, lo vio todo y no hizo nada; pudo impedirlo, llamar a una ambulancia o a alguien, pero prefirió esconderse como un cobarde —Era doloroso decirlo en voz alta, la opresión en su pecho crecía y los sollozos aumentaban.

«¿Quién es ella? ¿De quién habla?», pensó Ibrahim ahora más confundido.

Gabriel no supo que decirle, por lo que solo se dedicó a abrazarla. Reyna se refugió en su pecho, sus lágrimas mojaban su camisa, pero él solo la acunaba y le susurraba palabras tranquilizadoras al oído.

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Después de casi una hora, Reyna se calmó y se separó de Gabriel, aunque no se levantó de su regazo.

—Gracias —dijo pérdida en sus pensamientos.

—¿Por qué?

—Por consolarme.

—No es nada. Sé que te cuesta mucho decir tus sentimientos porque tienes miedo.

—¿Miedo de qué? —preguntó a la defensiva.

—Miedo de ser rechazada o que piensen que eres débil —aseguró.

—¡No es así!

—¡Claro que si! De lo contrario, ¿por qué no te gusta que te vean llorar? —Reyna titubeó—. ¿Por qué no dices lo que sientes? ¿Por qué tienes que imponer miedo ante los demás?

—Yo no hago nada de eso, no me gusta que la gente me mire como lo estás haciendo ahorita —Esta vez, se levantó y se cruzó de brazos.

—¿Cómo te miro?

—¡Con lástima!

—¡Lo siento! Reyna, yo quiero que superes tus miedos y que te olvides de todo eso que no te deja tranquila. —Le acarició la mejilla—. Yo sé que si tuviese la oportunidad, podría ayudarte.

—Yo te he contado muchas cosas Gabriel, pero sé que no ha sido lo correcto. Necesito marcar límites entre nosotros, necesitamos separarnos por nuestro propio bien, ni tú eres bueno para mí no yo para ti —Reyna quería aprovechar que estaba tranquilo para ver si podía hacerlo entender.

—¡No quiero escucharte! Si vas a seguir diciendo eso, lo mejor será que me vaya y deje que pienses las cosas con calma —Gabriel le dio un beso en la frente y se fue.

Reyna suspiró, sabía que no sería tan fácil, lo intentaría después. Escuchó un ruido y al voltearse, vio a Ibrahim con sus manos en los bolsillos, este le dijo:

—Necesito que me respondas algo viéndome a los ojos.

—¿Qué cosa? —Reyna se puso nerviosa al pensar que él pudo escuchar algo.

—¿Tú me amas?

—¿Por qué quieres saberlo?

—Necesito saberlo. Yo te amo y quiero que estemos juntos.

—¿Y si te digo que yo no quiero?

—¡Solo dímelo! —pidió con tristeza al pensar que ella podría negarse.

—No lo sé, estoy confundida —Se sinceró dejando ver su frustración.

—Te ayudaré a que puedas responderme esa pregunta con seguridad —Ibrahim sonrió, al menos no lo negaba.

—¿Y cómo lo harás?

—Comenzaré así —La besó suavemente, de manera delicada y tierna, en parte para reponer el beso anterior. Al separarse, Ibrahim la abrazó y le dio un beso en la frente, la acunó en sus brazos y le acarició el cabello, quería que ella solo recordara su calor y consuelo.

—¿Te puedo preguntar algo? —Reyna dudaba si preguntar o no.

—¿Qué quieres saber?

—¿Es verdad que viniste a vengarte? —Todavía tenía una leve esperanza de que se lo negara. Luego de casi un minuto de silencio, finalmente respondió:

—¡Si, es verdad! Vine con ese propósito —admitió con amargura.

—¿Por qué tenías que vengarte utilizándome? —Reyna no comprendía ese punto.

—Eras a quién tenía al alcance, pero no todo el tiempo mentí. Me enamoré de ti, obviamente sin quererlo —Por lo menos sería sincero.

—¿Y cómo sé que no quieres terminar tu venganza? —Tenía miedo, era algo lógico.

—Me encargaré de demostrártelo —Reyna no quiso decir más, solo quería permanecer así con él y no soltarlo nunca.

Se quedaron dormidos unos minutos después. Ibrahim durmió tranquilo, púes tenía en brazos a uno de sus más preciados tesoros; aunque de vez en cuando ella se removía inquieta, bastaba que la acunara en su pecho y se quedaba tranquila.


Reyna por su parte, durmió tranquila esa noche, estaba segura de que iba a tener pesadillas, pero estando en los brazos de Ibrahim, eso parecía imposible, bastaba que la pegara a su cuerpo para que toda pesadilla se esfumara.






¡Hola a todos! ¿Cómo están? Aquí está el otro capítulo, me alegra ver que hay 575 lecturas. ¿Qué opinan de lo que hizo Reyna? ¿Reyna e Ibrahim volverán a ser novios? ¿Cómo reaccionara Rubén al saber lo que hizo Reyna? ¿A qué se refería Rocket con "miedos que superar"? Todo esto y más en el próximo capítulo, bye. 

PD: Quiero aclararles unos significados para evitar cualquier confusión: *Sapo: Animal muy asqueroso que salta y está cubierto de baba.

*Sapo: Hombre que en vez de pene, tiene vagina y no sabe guardar secretos. —Es una expresión utilizada en mi país y al momento de utilizarla en este capítulo, hago referencia al último concepto.

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