XIV - Yancelis
El domingo.
Reyna ya estaba vestida, peinada y maquillada, Rubén iba a ir hoy al liceo a darle una "sorpresa". No se sentía con ánimo pero tampoco tenía ganas de buscarse una discusión con él.
1 hora después.
Seguía esperando, molesta. No entendía por qué se había arreglado con anterioridad si ya conocía la impuntualidad de Rubén cuándo se trataba de ella; o mejor dicho, no entendía por qué había aceptado verlo.
Sus amigas trataban de hacer que se calmara sin mucho éxito, pues parecía un león enjaulado caminando de un lado al otro.
Fue hasta que tocaron la puerta y ella corrió a abrir, que su expresión cambió. Sin embargo, al encontrar a Ibrahim, no pudo evitar mostrar cierta decepción.
—¡Hola amor! ¿Qué pasó? ¿No quieres verme? —preguntó con molestia por ver la desilusión en su rostro.
—No, no es eso. Pensé que eras Rubén, llevo una hora esperándolo —Reyna se guindó de su cuello y le dio un beso.
—Está allá abajo, acabó de llegar y me pidió que te buscara —La agarró de la cintura, se despidieron de las chicas y se fueron hacia la entrada del colegio, riendo de una pequeña broma.
Rubén estaba con las manos en los bolsillos, parado justo debajo del marco de la puerta, pensativo; realmente esperaba que a Reyna le gustara la idea, pues por lo poco que sabía, era algo que ella siempre había querido.
Sus pensamientos se vieron interrumpidos por la pareja de jóvenes que venía acercándose a él.
—¿Cuál es la sorpresa? —Soltó Reyna con impaciencia, apenas lo tuvo frente.
—Lo sabrás cuando lleguemos. —Tenía una sonrisa de medio lado—. Ahora vámonos. —Él y Reyna se acercaron al carro donde Vicente los esperaba—. Ibrahim, si quieres puedes acompañarnos.
—No, no señor. Lo de ustedes es algo familiar y yo estaría de más —negó, ya estando enterado de qué se trataba todo.
—¿Qué dices? Tú formas parte de la familia, si no es por ser novio de mi hija, ten por seguro que serías como de la familia porque yo te considero un hijo —dijo con orgullo.
—¡Esta bien! —Ibrahim no halló como negarse. Se subieron al auto y rodaron por hora y media.
La casa-hogar a la que llegaron, quedaba bastante retirada. Reyna al darse cuenta del sitio, preguntó:
—¿Qué hacemos aquí? —Fulminaba a Rubén con la mirada, ese lugar no le daba buena espina, sabía de la existencia de ese sitio, una vez al año suele venir a observarlo desde el carro de Rocket.
—Siempre has dicho que quieres un hermano y ya que no tengo con quién dártelo, pensé que se podía adoptar —sugirió Rubén encogiéndose de hombros.
—¡¿De verdad?! ¿Y qué esperamos? —Reyna salió del carro con una rapidez impresionante, totalmente emocionada. En la entrada estaba la directora de la casa-hogar, que les sonrío y los guió hacia el interior del lugar.
Mientras recorrían largos y extensos pasillos, la directora daba una charla sobre lo que era la misión, visión y objetivos de la casa-hogar, sus actividades de sustento, entre otras cosas a las que realmente, no le prestaron mucha atención.
Reyna estaba ansiosa, no podía imaginarse con un hermano; y al hacerlo, sentía una emoción creciendo en su pecho. Logró escuchar que la directora le preguntaba desde cuando tenían pensado adoptar y no supo muy bien que contestar, pues todo esto era tan sorpresivo.
—¡Desde siempre he querido tener una hermanita! Quisiera que no tuviera ningún recuerdo de este lugar —Según sabía, esta directora era la misma de hace 10 años atrás.
—Tiene en mente adoptar una niña entonces. Siendo así, acompáñeme. No solemos recibir bebés ya que no hay los suficientes medios para la etapa de lactancia, pero está Valentina, tiene tres meses y está aquí porque sus padres murieron en un accidente; Estefania tiene siete meses y está aquí porque la dejaron en la puerta; y por última, está Yancelis que tiene nueve meses y está aquí porque su madre murió al darla a luz —explicó la directora con tristeza al hablar del pasado de esos tres angelitos.
—¿Podría estar un momento con Yancelis, por favor? —pidió Reyna.
—¡Claro! Por aquí. —La directora le indicó una puerta, Reyna pasó y vio a una niña preciosa, acostada en la cama queriendo sentarse—. Si gustas, puedes cargarla, no le molestan los extraños —Reyna se acercó y con mucho cuidado la cargó, se sintió feliz al tenerla entre sus brazos.
—¿Hace cuánto está aquí?
—Desde que tenía siete meses, el gobierno se tardó dos meses en asignarla a este lugar —La directora le acarició el cabello. Reyna sentía un montón de mariposas revoloteando en su cuerpo, era un cosquilleo que aumentó cuando Yancelis la vio a los ojos, aquellos ojos grandes y expresivos que brillaron aún más cuando ella sonrió.
—¡Quiero adoptarla a ella! —Reyna estaba entretenida, sonriéndole y acariciando sus mejillas.
—Voy a hacer el papeleo con tu padre y a mandar a que guarden las cosas de la niña —Cuando la directora se dispuso a marcharse, Reyna la detuvo.
—¡No hace falta! Deje esas cosas para cualquier otra bebé —Salió con la niña en brazos; iba hablándole y haciéndola reír.
Al llegar a la entrada, Ibrahim se acercó sin poder resistirse a cargarla; era una niña preciosa, de ojos grandes y verdes, morena de cabello rizado y sonrisa encantadora.
—¡Es hermosa! ¿Qué edad tiene? —preguntó viendo que era mucho más grande de lo que imaginó.
—Tiene nueve meses, sé que es un poco grande pero una vez que la cargué, ya no pude soltarla. Voy a preguntarle a mi papá algo. —Reyna cargó a Yancelis y se acercó hasta Rubén—. ¿La cuidaremos en la casa, cierto? —preguntó con una sonrisa tímida.
—¡En la guardería de la escuela! Ya tiene cupo, solo faltan pequeñas cositas —Rubén firmaba un documento tras otro, ni siquiera le dirigió una mirada a Yancelis.
—Pero yo puedo quedarme en la casa a cuidarla, y se contrata una niñera que la cuide mientras veo clases —Se quejó, negada a pasar días enteros sin verla.
—No vamos a hacer eso, en la guardería va a estar bien cuidada —Rubén siguió firmando y firmando papeles; lo cierto es que ya había iniciado el proceso antes y solo quedaban pequeñas formalidades, por ejemplo, colocar el nombre de la niña en todos los papeles de adopción que firmó mientras estaban en blanco.
Reyna suspiró, sabía que no era momento de ponerse a discutir con él, tenía que ceder.
—Que duerma conmigo en la habitación —dijo volviendo con Ibrahim. No le pasó desapercibido el hecho de que Rubén no contestó, pero de igual forma seguiría insistiendo.
Al terminar con el papeleo, se fueron al carro y se dirigieron al centro de la ciudad, ahí le compraron a Yancelis todo lo que hiciera falta; cabe mencionar que Reyna exageró comprando de todo y más.
Al volver al liceo, Rubén fue a hablar con el director para acordar el tema de que la niña durmiera con Reyna, quién después de tanto insistir, chantajear y amenazar, consiguió lo que se propuso. Se logró llegar un acuerdo con el director, gracias a una generosa suma de dinero.
Rubén se fue a su trabajo apenas salieron de la dirección, diciendo que ya iba atrasado a una junta pero que pasaría durante estos días para ver que tal iba el proceso de adaptación y para que pasearan los cuatro, porque si, incluyó a Ibrahim en sus planes.
Los jóvenes una vez se quedaron solos, se fueron a la habitación de Reyna y acomodaron las cosas que habían comprado. Gracias a que el cuarto era bastante espacioso, la cuna, el coche y la bañera, no estorbaron; además, Reyna abrió espacio en el closet para guardar la ropa de Yancelis, que estaba muy cómoda en la cama.
Viendo la hora y el tiempo, la bañaron, le hicieron tetero y la durmieron casi a las 6 p.m., Reyna la acomodó asegurándose de que no corriera riesgo de ahogarse con alguna almohada o cobija, y aprovechó ese tiempo libre para salir al pasillo con Ibrahim.
—¿Cómo te sientes? —preguntó abrazándola por la cintura.
—Me siento... en las nubes. Me hace mucha ilusión y me emociona saber que se puede quedar conmigo; pero te confieso que tengo miedo.
—¿Por qué?
—¿Y si me apresuré? Rubén no va a ayudar más que en el aspecto monetario pero... yo... no sé si podré hacerlo bien —Reyna quedó ensimismada un tiempo mientras Ibrahim analizaba cuidadosamente sus siguientes palabras.
—Quizás si fue todo muy precipitado, pero aunque Rubén no te ayude a cuidarla, no estás sola. Es normal que estés nerviosa y asustada, después de todo es algo nuevo para ti, pero sé que lo harás muy bien y que... pondremos nuestro mejor esfuerzo —Ibrahim trató de transmitirle esa determinación y seguridad.
Reyna lo abrazó sintiendo esa calidez que solo él podía desprender y sintiéndose segura, aunque no todas las dudas y miedos se habían disipado, se sintió mejor al saber que estaba dispuesto a apoyarla.
Al separarse, fue un momento al cuarto a chequear que Yancelis estuviera bien y se quedó unos breves segundos contemplándola hasta que, un movimiento de ella la trajo a la realidad y regresó con Ibrahim.
Estaban besándose cuándo apareció Gabriel y viéndolos con asco, dijo:
—Vaya Reyna. ¡No puedo creer que hayas caído tan bajo!
—¡Bajo caí al ser tu amiga! —respondió empezando a cansarse de toda esta situación.
—¡Eso no es lo que demostrabas! Solo recuerda la fiesta de Jeremy, te divertías como nunca —Gabriel estaba a punto de soltar todo su veneno pero Reyna no se lo permitió.
—Pero no hice nada y eso es lo que importa. ¡Ya deja de meterte en mi relación con Ibrahim!
—Me meto porque este imbécil no te quiere y tú tampoco lo quieres a él, lo utilizas para olvidarte de Anthony; y que él mismo te diga porqué está contigo.
—¡Será mejor que te calles de una buena vez! —Ibrahim lo agarró por el cuello de la camisa, empezaba a perder la paciencia.
—¡No te quiere! Está contigo para olvidarse de otro. ¡Es mía y no la pienso compartir! —gritó empujándolo.
—¡Maldito infeliz! ¡Repítelo! —Lo retó Ibrahim, ya fuera de sí, sobretodo al ver que no se le borraba la sonrisa arrogante del rostro; preso del ataque de ira, lo golpeó todas las veces que fue capaz, resultándole fácil ya que no se defendía.
Aparecieron Vico, Carmen, Cristian, José y Nicolás, quienes se metieron a detenerlos; o más bien, a detener a Ibrahim que estaba fuera de sí. Vico agarraba a Gabriel; José, Cristian y Nicolás detenían a Ibrahim; y Carmen fue a abrazar a Reyna que no paraba de llorar, pero se vio obligada a interponerse entre ambos para evitar que se fueran uno sobre el otro nuevamente.
—Les voy a aclarar algo a los dos y quiero que no se les olvide nunca: Gabriel, acepta que estoy con alguien y no eres tú, yo te quiero como un amigo. —Lágrimas resbalaban por su rostro—; y tú Ibrahim, sabes que te amo y que así él diga lo que diga de mí o de ti, no me va a hacer cambiar de opinión. —Hizo una pausa y continúo—: ¡Así que dejen de pelearse! ¿No entienden que me duele verlos así? —Corrió a encerrarse en su cuarto.
Cada que veía a Ibrahim de esa manera, terminaba muy mal; sin contar que le dolía que esos dos siempre pelearan y que Gabriel no la dejara tranquila, realmente quería llevar la fiesta en paz con ambos.
Se sentía feliz estando con Ibrahim pero de su cabeza, no podía quitarse la mortificación de que Gabriel terminara por hacer una locura y eso no la dejaba estar del todo tranquila. Y a su vez, sentía miedo de que Ibrahim se cansara de todo eso y terminara por mandarlos a ambos al diablo.
Sus pensamientos fueron interrumpidos por unos golpes en la puerta, bastante suaves.
—Reyna, por favor perdóname. Si te has enamorado de él, lo respeto. Si eso es lo que quieres, está bien, pero pido que me escuches —Gabriel estaba apoyado sobre el marco de la puerta, hablaba con un tono... derrotado.
Reyna le abrió la puerta, le indicó que pasara y volvió a sentarse en su cama. Gabriel se puso de cuclillas junto a ella y le dijo:
—Sabes que te quiero, sabes que todo lo que digo, es porque me preocupo por ti y no quiero que sufras; además, me cuesta aceptar que estés con otro. ¡Por favor perdóname!
—Quiero que me prometas dos cosas. —Gabriel asintió sin pensarlo; sin embargo, Reyna tuvo que suspirar para poder seguir—: Quiero que dejes de pelear con Ibrahim. Por favor, me duele verlos pelear, eso me trae malos recuerdos —Él ahuecó el rostro de Reyna entre sus manos.
—¡Lo sé y de verdad lo siento! —Gabriel entendía el pasado de ella; sabía que buscó refugio en él y su mundo.
—Y no saques cosas del pasado, eso ya quedó atrás. Hice muchas cosas de las que no quiero hablar hoy día.
—También perdóname por eso, pero pienso que él no te merece. ¡Estoy seguro! Yo sé porque te lo digo, también sé que ahorita no te darás cuenta; sin embargo, yo estaré aquí para ti... Ahora te quiero pedir algo —Gabriel se mantuvo serio y luego de que ella asintiera, dijo—: Quiero que no te alejes de mí. Te distanciaste después de que te dije que me gustabas pero no perdiste el trato conmigo, ahora que estás con él, te has apartado y no puedo soportarlo. Cuando te distanciaste supe que te perdía pero ahora que te alejas... por favor Reyna —Un nudo se instaló en su garganta, impidiéndole seguir.
—¡Está bien Gabriel! Te prometo no apartarme, pero tienes que entender que no puedo estar todo el tiempo contigo y menos si no te llevas bien con Ibrahim —Reyna se levantó de la cama poniendo distancia entre ambos, por un momento sintió que se asfixiaba con las palabras de él.
Cuando iba a responder, Gabriel quedó sorprendido al ver una bebé acostada en una cuna junto a la cama de Reyna, recién fue que se fijó en eso y en todas las cosas que había en la habitación.
—¿Quién es ella? —preguntó señalando a Yancelis.
—¡Es mi hermana! La adoptamos esta mañana. Logré conseguir que se quedara conmigo en la habitación —respondió contenta.
—¡Es hermosa! ¿Cómo se llama? —Gabriel le acarició la mejilla.
—Se llama Yancelis, tiene nueve meses. Su madre murió cuando nació —Reyna se sentó en la cama viendo hacia la cuna.
Después de hablar un rato entre susurros mientras admiraban a Yancelis, tocaron la puerta, Reyna fue a abrir y vio a Ibrahim, quién entró sin más y se sorprendió al ver a Gabriel junto a Yancelis y solo en la habitación con Reyna.
—¿Qué hace este tipo aquí? —preguntó viéndolo con rabia.
—Explícale antes de que yo lo haga a mi manera —Gabriel se levantó de la cama, conteniéndose de responder lo que quería.
—Estuvimos hablando y él accedió a no pelear contigo, pero tienes que poner de tu parte, ¿si? —Reyna se acercó a Ibrahim y lo guió hacia Gabriel.
—Está bien —Ibrahim le extendió la mano, no muy convencido.
—Ya dije que lo iba a hacer por ti Reyna —Gabriel le estrechó la mano, aunque la idea de darle un manotazo fue la primera que pasó por su mente.
—Ahora quiero hablar contigo Reyna, a solas —Ibrahim miraba a Gabriel fijamente, dándole a entender que sobraba.
—¡Yo me voy! Nos vemos luego Reyna —Optó por no responder la "indirecta" de Ibrahim y salir de la habitación sin causar más problemas, pues tenía presente que ahí se encontraba Yancelis profundamente dormida.
—Trata de esforzarte, para él tampoco es fácil —Le agarró una mano entre las suyas y con el pulgar, acarició el dorso de la misma.
—¿Qué hacías a solas con él? —Ibrahim hizo un movimiento rápido, y terminó por ser él, quien agarrara las manos de Reyna.
—¡Solo estábamos hablando! —Reyna se puso en alerta enseguida.
—Con ese animal no se puede hablar —Ibrahim pasó a agarrarla por las muñecas, apretándoselas tan fuerte, que sus manos casi se cerraban en un puño.
—¿Estás seguro de que el animal es él? Porque el que se comporta como uno, eres tú, ¿no ves que me lastimas? —Reyna estaba aguantando las lágrimas. En ese momento, entró José a la habitación.
—¿Qué pasa aquí? —preguntó desconcertado—. Ibrahim, ¿qué estás haciendo? —Lo apartó de Reyna y la cubrió con su cuerpo.
—¿Qué te importa? —Ibrahim lo miró con rabia, le molestaba su interferencia.
—¡Me importa! No voy a dejar que la maltrates. ¿No te das cuenta de que le haces daño? Ella te quiere de verdad y hasta donde sé, tú también, ¿no es así?
—Déjanos solos, por favor —Ibrahim suavizó la voz.
—Ni sueñes que te dejaré con ella para que la sigas maltratando.
—¡Déjanos solos José! Cualquier cosa, grito —Reyna logró decirlo con seguridad, causando una expresión de dolor en Ibrahim, escuchar que ella tenía que gritar para defenderse de él, le afectó. José, antes de irse, miró a Ibrahim con advertencia.
—¡Lo siento! ¡Perdóname! No sé que me pasó, me salí de mis casillas —Ibrahim sabía que había cometido doble error, ya que no se había disculpado por lo de la pelea con Gabriel y ahora la trataba así, como si ella tuviese la culpa o hubiese hecho algo malo.
—No debería... pero te perdono. Sé que lo de Gabriel no te cayó bien y que no confías en él por lo que te hemos dicho, y me incluyo en eso; además, te habías peleado con él antes de verlo aquí, yo solo empeoré las cosas. Él ha prometido que ya no va a pelear contigo, lo único que pide es que no lo aparte otra vez —Reyna usó un tono persuasivo, sabía que él se sentía culpable por lo que acababa de pasar y ella sacaría provecho de eso, pues así accedería sin poner peros.
—¡Está bien! Pondré de mi parte, pero no quiero que pases mucho tiempo con él —La abrazó y le dio un beso, quería sentir lo mejor de ella. Exigía que ella le demostrase que podía estar tranquilo porque Gabriel, dijera lo que dijera, no iba a lograr alejarla de él.
Se separaron al escuchar un quejido, era Yancelis que tenía sus hermosos ojos abiertos, al parecer había dormido lo suficiente. Se acercaron y jugaron con ella un rato, en el que no pararon de reírse.
A las muchachas les sorprendió tanto como a Gabriel, ver a Yancelis cuando entraron a la habitación. Entre Ibrahim y Reyna, les explicaron quién era la bebé y porqué estaba en la habitación; a ninguna les molestó el hecho de que durmiera con ellas, todo lo contrario, quedaron encantadas con la idea.
1 hora después.
Ibrahim se fue a su habitación, si lo veían saliendo a esa hora de un cuarto de chicas, podría ser expulsado.
Todas se acostaron después de estar jugando y consintiendo a Yancelis durante toda la tarde, ya agotadas; aunque quisieron ayudar a Reyna a prepararle el tetero, ella no las dejó, quería hacerlo sola para aprender sin problema.
Bastó nada más tocar los colchones, para que quedaran profundamente dormidas.
Al llegar a su cuarto, recibió un golpe que lo tiró al piso, y como si fuera poco, recibió dos más.
—¿Qué coño les pasa? —preguntó limpiando la sangre que corría por su labio.
—¡Eso es por lo que le hiciste a Reyna! —Le soltó Diego, le dolía saber que maltrataban a Reyna quién siempre ha sido buena y comprensiva con él.
—Sé que lo merezco y les juro que no sé que me pasó, verla sola con Gabriel en el cuarto me dio tanta rabia que no me pude controlar, saben que no confío en ese tipo. Ahora le dijo a Reyna que no peleará conmigo si ella pasa tiempo con él, podrán imaginar que los celos me están carcomiendo y no puedo hacer nada porque no quiero perderla.
»Además, ese imbécil conoce mi secreto y si lo dice antes que yo, todo se arruina; Reyna tiene que enterarse por mí porque de lo contrario, nunca me va a perdonar y no sé cómo mantenerle la boca cerrada a Gabriel.
—Hay que evitar que eso pase, ya nos las ingeniaremos. —Cristian le extendió la mano a Ibrahim para que se levantara—. Ahora dejemos de pelear y vamos a dormir —Todos bostezaron y optaron por hacerle caso, se cambiaron y se acostaron.
Ibrahim no pudo dejar de pensar en Reyna y Gabriel, tenía que ceder para no perderla y sabía de antemano, que le iba a costar horrores hacerlo, pues si con solo imaginárselo ya sentía su sangre hervir, cuando los viera juntos, se iría a quemar por dentro.
Logró dormirse cuando casi amanecía y su cabeza se había cansado de darle vueltas a todo lo ocurrido ese día.
Hola a todos ¿Cómo están? Me alegra saber que hay 392 lecturas, sé que me tarde en subirlo pero he tenido mucha tarea, disculpen la demora. ¿Gabriel cumplirá su parte del trato? ¿Ibrahim podrá ceder? ¿Reyna estará haciendo lo correcto al confiar? ¿Qué les parece que Reyna tenga una hermana?
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro