XII - Confesión
2 días después
Rubén se levantó, se aseó y salió a observar el mar un rato para refrescarse, esperaba encontrar a Reyna o a Ibrahim afuera, pero al parecer ninguno de los se había despertado.
Ibrahim se levantó con flojera esa mañana, se puso presentable y fue al cuarto de Reyna para que desayunaran juntos, obviamente en compañía de Rubén.
Tocó un par de veces pero no recibió respuesta así que entró sin más, la cama estaba vacía pero se percibía el ruido del agua cayendo, indicando que Reyna se estaba bañando. A pesar de estar la puerta cerrada, pudo escucharla decir: «Ojalá se haga realidad».
Se alejó y se sentó en la cama tratando de disimular el cómo le afectó esa frase, supuso que se debía a lo que habían hablado ayer.
15 minutos después
Reyna salió del baño envuelta en una toalla y se sorprendió por ver a Ibrahim sentado en su cama.
—¿Qué haces aquí?
—Vine a buscarte para desayunar pero te estabas bañando y decidí esperarte —Ibrahim la miró de arriba abajo, la toalla en la que estaba envuelta, era diminuta para su cuerpo.
No pudo evitar quedarse embobado, y es que si con ropa se veía tremendamente atractiva, ahora que tiene la oportunidad de verla nada más que con esa toalla se ve... ¡Perfecta!
Logró reaccionar y volver en sí cuando Reyna le habló, haciendo que voltease la cara ya que le daba vergüenza verla de ese modo, sentía que algo en él estaba reaccionando y eso no era bueno.
—Debiste avisarme desde antes, no me hubiese tardado tanto. Dame unos minutos más para vestirme —pidió Reyna sonriendo.
—Si...s...si claro. Esta...ré afuera —balbuceó saliendo de la habitación. Para intentar distraerse, se puso a caminar de un lado al otro, tal cual tigre enjaulado; trataba de distraerse para ver si su "amigo" volvía a la normalidad.
La puerta se abrió dejando ver a Reyna con un hermoso bikini anaranjado que iba perfecto con su piel morena, y un short marrón. Él le dio un beso largo para evitar mencionar lo que había pasado en la habitación.
Juntos, se fueron a comer, cosa que hicieron sin Rubén ya que este no se sentía bien y se quedó recostado un poco más.
Al terminar, se sentaron en unas tumbonas y casi media hora después, apareció Rubén. Pasaron toda la mañana tranquilos hasta que Ibrahim se apartó y se sentó en la barandilla de la popa del yate.
Reyna al fijarse en eso, se le acercó y se sentó junto a él; no aguantando su curiosidad, le preguntó:
—¿Qué tienes? ¿Por qué te viniste para acá?
—No es nada, solo que... me gusta ver que estás compartiendo con tu papá —respondió con una sonrisa falsa.
—¿Quisieras estar así con tu familia verdad? —Reyna dedujo que eso era lo que pasaba—. Sé que ahorita estás distanciado de tu madre, que no has hablado con ella desde que llegaste a Venezuela, pero tengo entendido que te ha llamado y tú no le contestas, lo que no entiendo es, ¿por qué? —Ella dudaba si tocar ese tema puesto que no era algo que le había sido comentado directamente, simplemente fue una cuestión que surgió la noche que conoció a Jean Carlos, y que Ibrahim se encargó de dejar en claro con respuestas cortantes y tajantes, que no quería hablar de eso.
—Mira Reyna, hay cosas de las que no me gusta hablar y esta es una de ellas —Volvió a tomar la misma actitud cortante de aquella ocasión.
—¿Y de tu padre? Me has contado de tu pasado pero, ¿por qué nunca quieres que hablemos de él? —Se acercó un poco más a él con la intención de acariciarlo.
—¡Porque está muerto! —respondió con frialdad.
—Mira, tienes a tu tío que te quiere como si fueses su hijo, me tienes a mí que estaré para lo que sea y no voy a dejar que te sientas solo; incluso tienes a Rubén que te ha tomado cariño. Ayer me comentó que quiere ser tu tutor en la escuela, así dejarás de ser un becado y renunciarás a las preocupaciones de perder la beca y todo eso. Rubén tiene muy buenas referencias tuyas y dijo que eres el hijo que siempre quiso tener —Trató de subirle el ánimo, aunque al decir lo último, le quedó un mal sabor en la boca.
—Si Reyna, pero tu papá no es el mío, no es mi sangre, no es mi familia. Mi tío tiene sus propios problemas de los cuales preocuparse y contigo pues... puedes cambiar de parecer —Estaba perdiendo su autocontrol, primero muerto a dejar que el tipo que mató a su padre, fuera su tutor.
—No Ibrahim, lo que siento no va a cambiar. Yo te apoyaré, porque... porque te quiero —Reyna se oía muy segura y por un momento, casi decía otra cosa, pero logró contenerse.
—No me lo tomes a mal pero quiero estar solo —Con la intención de poner distancia, se fue a la proa, pero igual ella volvió a seguirlo.
—¿Qué pasa? ¿En qué necesitas pensar?
—¡Nada Reyna! Son cosas mías, nada más —Ibrahim frunció el ceño, ya molesto porque ella insistiera tanto.
—Pero puedes contarme, quizá pueda aconsejarte o aunque sea escucharte; además, se supone o por lo menos creo yo, que las cosas que nos pasen son cosas de los dos —dijo Reyna con una leve sonrisa que se le formó al escucharse decir eso.
—Hay cosas que son muy privadas, cosas que no son fáciles de contar.
—¿Por qué no confías en mí? —preguntó utilizando un tono neutro, pero que escondía un gran temor.
—Porque no es tan fácil hablar de mi familia, no es sencillo —Intentaba con todas sus fuerzas contenerse pero sentía que si ella seguía por ese camino, iba a estallar.
—¿No puedes... confiar en la persona que más te ama? —Sabía que con esa pregunta soltaba una gran confesión, pero era lo que sentía.
—No puedo entregarme de la misma manera en que tú lo haces, no puedo corresponder igual que tú. ¡No voy a hacerlo! —Ibrahim estalló y dijo lo primero que se le vino a la mente sin prestar verdadera atención a eso que Reyna le había soltado.
—Pero... ¿por qué dices eso? Ibrahim tú... ¡Tú no eres así! ¡No digas eso, por favor! —pedía con los ojos llenos de lágrimas.
—¡Si, soy así! Tal vez no siento lo mismo que tú sientes por mí, y tal vez no quiero continuar con esto —Se fue a su cuarto echando chispas, estaba realmente molesto; pero lo peor, era que no sabía por qué o con quién, simplemente sentía su cuerpo arder de rabia.
No salió de su habitación sino hasta que era de noche y supuso que Rubén y Reyna estarían cenando. Efectivamente, los encontró sentados en el restaurante, no hablaban, solo comían. Se acercó a saludarlos y aprovechó de tomar asiento, notando que Reyna no le dirigía la mirada, estaba molesta.
Reyna se fue corriendo a su cuarto a llorar, cosa en la que se la pasó toda la tarde. No podía creer que Ibrahim le haya dicho todo eso; quiso justificarlo o tratar de buscarle otro sentido a sus palabras pero no podía, no había nada que buscarle, había sido muy claro.
Cuándo consideró conveniente, salió a cenar. Rubén ya estaba sentado mientras un mesero le servía la comida, ella solo se sentó junto a él y pidió que le trajeran algo ligero.
Al rato apareció Ibrahim, aunque los saludó a ambos, no le despegaba la mirada de encima, pero ella ni siquiera lo veía. Reyna pensaba que lo mejor es que al regresar a la escuela, finalizaran su relación.
Al terminar la cena, se despidieron y cada quién se fue a su cuarto.
Reyna apenas cerró la puerta, volvió a llorar; esta vez, por el hecho de que Ibrahim ni siquiera se había disculpado, algo que ella esperaba para decirle que todo estaba bien, que no importaba y hacer como si nada hubiese pasado.
Se cambió por un pijama fresco y corto debido a que hacía demasiado calor, se sentó en su cama mientras acomodaba la almohada dispuesta a dormir pero la puerta se abrió e Ibrahim entró, se arrodilló junto a ella, agarró una de sus manos y le dijo:
—Princesa, quiero pedirte disculpas por como te traté.
—Hice algo malo, ¿verdad? —preguntó con miedo, mientras sus ojos se llenaban de lágrimas.
—No, no hiciste nada malo, solo que... hay cosas que tengo aquí en la cabeza y en las que pienso, cosas que a veces me fastidian el día... pero no tenía que desquitarme contigo —Ibrahim estaba verdaderamente arrepentido y aún más por ver las lágrimas empañando ese bello rostro.
—¿Algún día me vas a contar? —Sollozaba intentando calmarse, eso era algo que había estado esperando todo el día, solo esa excusa tan simple y confusa, fue suficiente para ella.
—¡Ojalá! Yo te prometo que voy a cambiar, que no te seguiré causando sufrimientos —No solo se lo prometía a ella, sino a sí mismo.
—¡No quiero que cambies! Para mí estás bien así tal cual eres, tú me haz aceptado con mis llantos, mis berrinches y mis caprichos —Le dio un beso suave para deshacer por completo esa tensión que seguía entre ellos.
Ibrahim se acostó junto a ella y ambos, pueden decir que ha sido la noche más perfecta de sus vidas, hasta ahora.
Sin embargo, sus mentes estaban siendo embargadas por distintos pensamientos provocados por la misma causa: la confesión de esta tarde. Reyna había confesado estar enamorada, pero él no sabía si podía decir lo mismo, y eso era algo que les preocupaba. No había caído en cuenta de lo que Reyna dijo, sino hasta pasadas unas horas de la discusión.
Ella notó que Ibrahim por nada del mundo le había dicho si la amaba o no, es más, ni siquiera le dijo un «te quiero» para no hacerla sentir tan mal; pero nuevamente, se calló y decidió dejar que las cosas fluyeran, ya él se lo diría cuando realmente lo sintiera.
Hola otra vez, aquí está el capítulo. ¿Qué opinan de lo que dijo Ibrahim? ¿Creen que es verdad? ¿Qué les parece lo que dijo Reyna? ¿Rubén descubrirá a Ibrahim en la misma cama que Reyna? Lean el próximo capítulo.
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