XI - Rubén
El sábado
Reyna preparaba su maleta, no sabía que traje de baño guardar ya que ninguno parecía que le fuese a gustar lo suficiente a Ibrahim . Entró Vico a la habitación y al verla tan confundida, le preguntó:
—¿Qué pasó? ¿Por qué no has terminado de arreglar la maleta? Faltan dos horas para las 11:00 a.m.
—No sé que traje de baño llevar. No sé cuál me queda mejor —Reyna acomodó los siete trajes de baño que tenía, cada uno de un color diferente e incluso modelos distintos.
—A Ibrahim le va a encantar cualquier traje de baño que te pongas, con tal de que lo uses tú, él no se va a fijar en eso —dijo como si fuese obvio.
—Ay Vico, deja de decir eso. Además, sea como sea, quiero que lo que vaya ver o en lo que se vaya a fijar, sea bonito.
—Yo creo que sería mejor el azul porque hace contraste con tus ojos y el amarillo que combinaría con tu cabello —Le resolvió.
—Yo creo que me quedaría bien el fucsia y el blanco —Trató de imaginarse con ambos, y realmente, eran los que más le gustaban y con los que se sentía más cómoda.
—Pruébatelos a ver que tal —Vico le entregó el traje de baño azul. Reyna se cambió en el baño y salió encontrándose a Vico, Lupe y Carmen sentadas en la cama; todas estuvieron de acuerdo que el azul no.
Reyna se fue probando cada uno y al final decidieron que se iba a llevar el verde que era un trikini y el anaranjado que era un bikini.
Ibrahim guardaba las cosas en su morral, tenía claro lo que se iba a llevar, aunque todo le parecía muy simple.
Sus amigos empezaron a fastidiarlo con el hecho de que se iba de paseo con Reyna todo un fin de semana; aún no entendía como había terminado así.
Hace dos días, Reyna llegó a su cuarto diciéndole que le iba a presentar a Rubén, que tendrían su primer paseo juntos y que pasarían todo un fin de semana en medio del mar, en uno de los yates de su padre.
—¿Seguro que quieres ir a ese paseo? Va a estar su papá, ¿y si te dan ganas de írtele encima? —Le sembró Diego la intriga, él y su imprudencia.
—¡Estoy seguro! Sé que me podré controlar. Además, decidí renunciar a mi venganza por Reyna y si lo hago, tengo que conocer a mi suegro; pienso que es mejor hacerlo ahorita que él no sabe de la venganza —Ibrahim siguió en lo suyo, en parte convenciéndose a sí mismo de lo que decía.
—Espero que sepas lo que haces. Recuerda que por estas semanas tienes que tratar de no darle muchas alas a Reyna, esa chama te quiere en serio. Hace un par de días nos mostró parte de una canción que te escribió y según Vico, nunca la había escuchado cantar con tanto sentimiento —advirtió Cristian.
—¡¿En verdad lo hizo?! Pensé que bromeaba. Cuando me enteré del tal Jhonny, le hice preguntas de la fiesta esa de la que ustedes me hablaron y me dijo que me escribiría una canción que me dedicaría ese día.
—Pues trátala bien. Ya te la hizo y ahí dice que te ama. Ahora ve que ya faltan diez minutos —José lo hizo salir con el morral rápidamente, para no darle tiempo de que le entrara el arrepentimiento.
Vico, Lupe y Carmen ayudaron a preparar la maleta, logrando así terminar justo cuando Ibrahim tocó la puerta; Reyna le abrió y le dio un beso, pero sintió que él no le correspondía como lo hacía normalmente. Sin embargo, quiso pensar que eran ideas suyas.
Ibrahim agarró la maleta, se despidieron de las muchachas y se fueron. Caminaban agarrados de manos por los pasillos cuando se encontraron a Jhonny, quien preguntó:
—¡Que bonita pareja! ¿Para dónde va una belleza como tú, tan mal acompañada? —Todo con la intención de provocar.
—¡Me colmas la paciencia! Más te vale alejarte de mi novia, te recuerdo que es eso, ¡Mi novia! Deja de meterte en lo que pasa entre nosotros y ocúpate de tus asuntos —Ibrahim lo cortó de una, no estaba de humor. Y antes de que Jhonny respondiera, Reyna se encargó de alejarse de ahí junto a Ibrahim.
En la entrada, vieron un convertible rojo y frente a este, a un señor de treinta y seis años, moreno de ojos cafés y cabello castaño oscuro, Reyna lo saludó con familiaridad ya que ha sido el chofer de su padre desde hace años. Luego de hacer las debidas presentaciones, se montaron en el carro y se fueron, haciendo el viaje menos tedioso gracias a las risas, pláticas y cantos.
Llegaron a un muelle dónde estaba un yate a motor grande y un señor moreno de unos treinta y ocho años, parado viendo el horizonte. Reyna se dio cuenta de que Ibrahim se tensó, pero se lo acreditó a los nervios, por lo que le agarró la mano y siguieron su camino.
—¡Hola Rubén! Te presento a Ibrahim Arango, mi novio —Fue directa, los presentó sin ningún tipo de tacto.
—¡Mucho gusto señor! Soy Ibrahim Arango, el novio de su hija, un gusto conocerlo —Ibrahim le estrechó la mano tal como se había mentalizado que haría. Sintió cierta impotencia al tener frente a él, al hombre que mató a su padre y no poder hacer nada.
—¡Un gusto conocerte! Me sorprende ya que Reyna no me presenta un novio como se debe, eso me hace imaginar que lo de ustedes va enserio y que debiste hacer algún cambio en ella.
—No creo haber hecho un cambio en ella, creo que se muestra de verdad. Y si, vamos enserio, por eso quería pedirle que acepte el noviazgo que tenemos —Agarró la mano de Reyna y miró a Rubén con seriedad.
—Todo depende jovencito, necesito verlos juntos. Por ahora, siéntense un rato, ordenaré que enciendan el yate —Rubén se fue a hablar con el capitán.
—¡No puedo creer que lo hayas hecho! —Le soltó la mano, molesta.
—¿Qué no puedes creer? —preguntó sorprendido por su reacción, pues según él, había hecho las cosas bien.
—¡Le pediste permiso! No tienes que hacerlo, él no es importante.
—¡Claro que si! Es tu padre, el pariente que tienes más cercano y gracias a él, estamos hoy aquí —Ibrahim empezaba a molestarse por la manera en la que se expresaba Reyna.
—No te diste cuenta —suspiró—. No le puedo decir papá. Ni siquiera puedo creer que tengamos la misma sangre... no puedo quererlo como un padre cuándo me abandonó incluso antes de nacer —Algunas lágrimas se deslizaron por su rostro.
—Lo siento mi amor, no debí hablar de más —La abrazó empezando a comprenderla, y prosiguió—: ¡Discúlpame! Solo tú sabes lo que has pasado, pero debes valorar que está ahorita contigo, peor si nunca se hubiese aparecido —dijo dándole un beso en la frente y secándole las lágrimas.
—No me siento bien, me voy a acostar un rato. Puedes agarrar la habitación que quieras —Reyna se fue hacia el pasillo de camarotes masajeándose la sien con los dedos.
—Gracias por defenderme pero no pierdas tu tiempo, no vale la pena que tengas una pelea con ella por mí. Llevo años tratando de ganarme su cariño. Me sorprende que te lo haya contado, quiere decir que confía en ti —dijo Rubén sentándose e invitando a Ibrahim a que lo imitara.
Le iba a responder algo un poco grosero pero al escuchar las palabras: "confía en ti", no se sintió con cara para decir lo que pensaba.
—Señor, creo que debería seguir intentando, ella lo perdonará, solo es cuestión de tiempo, está sentida.
—¡Ja! Ya me resigné a que me odie. Cambiando de tema, ¿cuánto tienen juntos? —preguntó Rubén mientras llenaba dos copas de brandy—. Imagino que ya has bebido.
—Si, lo he hecho. Reyna y yo apenas vamos a cumplir dos semanas, acabamos de empezar la relación —aceptó la copa y le dio un ligero sorbo, sabía bien.
—¿Cómo se conocieron?
—Entré al liceo como becado y la vi apenas pisé la escuela, ella estaba repartiendo los exámenes. Con el paso de los días, hablamos y me animé a pedirle que fuera mi novia —Ibrahim acabó el contenido de su copa, nunca había bebido brandy, y debía decir que sabía exquisito. Evitó sentirse incómodo al decir que era becado, pues pensó que eso sería un impedimento para Rubén.
—No me pareces un mal muchacho. He recibido llamadas del director, me dice que ella está muy cambiada y que no se mete en problemas, tanto él como algunos profesores y compañeros piensan que tú eres la causa de eso, incluso Vico y Carmen lo creen. —Hizo una breve pausa para darle un sorbo a su copa, y continúo—: Tengo mucha fe en ti, estoy seguro de que eres lo que ella ha necesitado, alguien en quién confiar, con quién se sienta segura, que la escuche y la entienda. Además, basta verla para notar su cambio, en cualquier otra situación nunca me hubiese abrazado —Rubén miraba a Ibrahim con agradecimiento.
—No ha sido nada, lo hago porque de verdad quiero a su hija por sobre todas las cosas —Ibrahim se mantuvo sereno, sabiendo que esa frase era cierta.
Bebieron dos copas más mientras hablaban. Rubén logró conocer un poco de su yerno y vio que efectivamente, no era un mal chico.
Después de hablar y hablar, decidió irse a la habitación a descansar, dejando a Ibrahim en el pasillo de camarotes indicándole que eligiera la habitación que quisiera.
Ibrahim entró a una habitación y se quedó boquiabierto, era casi tan enorme como las del internado; al parecer era la de Reyna, ya que ella estaba sentada en la cama abrazando un peluche.
—¿Cómo te sientes? —preguntó sentándose junto a ella.
—¡Mejor! Perdón por la escena que armé allá afuera, me descontrolé —No levantó la mirada, le daba vergüenza.
—¡No te preocupes! Yo le pedí permiso a tu... —Se detuvo ante la mirada que ella le dirigió—, a Rubén para ser tu novio, porque pienso que es importante hacerlo, creo que es lo correcto; además, no quiero estar contigo a escondidas de nadie —La abrazó. Lo que dijo, causó un sonrojo en Reyna que le hizo reírse, era la primera vez que la veía sonrojarse.
—¿En alguna ocasión escuchas lo que dices? —preguntó recostándose en su pecho, con una sonrisa.
—Somos novios y te dije que quiero que sea algo real. Es más, cuando cumplas la mayoría de edad nos casaremos, te compraré una casa en la playa, tendremos siete hijos, dos perros y seremos felices los once —Ibrahim se reía al imaginarse un futuro así.
—Me imagino a siete Ibrahimsitos corriendo y haciendo desastre por toda la casa —A Reyna le causaba gracia la idea, no quería tomarlo en serio; pero una parte muy pequeña de ella, lo hizo.
Hablaron y vieron televisión hasta que se hizo de noche. Ibrahim se tuvo que ir a cambiar para cenar. Terminó eligiendo como su habitación, una que estaba dos puertas más allá a la de Reyna.
Se vistió con unos jeans azul, una camisa de marca Zara color verde y unos zapatos RS21 negros. Luego de peinarse, echarse colonia y esperar casi media hora para que Reyna se arreglara, decidió finalmente salir a buscarla.
Apenas Ibrahim se fue, Reyna se bañó, se puso un pantalón que le llegaba hasta las rodillas color fucsia, una camiseta de tirantes blanca con un corazón rojo en el centro, un suéter negro al cual le dejó el cierre abierto, y unas sandalias del mismo color; se soltó el cabello, se maquilló levemente, se puso unos aretes, una pulsera y una cadena muy especial para ella.
Alguien tocó la puerta y al abrir, se encontró con Rubén, que con un gesto le indicó que saliera. En el pasillo, vio a Ibrahim acercándose; se encaminaron todos juntos al restaurante, dónde comieron y hablaron. Reyna no lo demostró pero se alegró de que Ibrahim y Rubén se llevaran tan bien.
Luego de la cena, ambos jóvenes se despidieron de Rubén y se fueron a sus habitaciones. Como siempre, Ibrahim fue a llevar a Reyna a su puerta y frente a esta, le dijo:
—Buenas noches amor, descansa.
—Buenas noches. ¡Te quiero! —Le dio un beso que fue apenas un ligero roce, y se metió a su habitación. Se dejó caer en el piso, estaba agotada, demasiadas emociones por un día.
Se puso su pijama y se acostó, no tardó nada en quedarse dormida. Toda la noche soñó con Ibrahim. La verdad es que aunque no lo admita, le gusta mucho la seriedad que él le pone a la relación.
No podía negarse a sí misma que se sintió como en las películas basadas en siglos pasados, cuándo el hombre cortejaba a la chica y pedía permiso para desposarla y salían con chaperonas.
Podía sonar absurdo, pero se sentía en un cuento de hadas.
Ibrahim llegó a su cuarto y se acostó sin quitarse la ropa. Sus pensamientos estaban alborotados. En su cabeza pasaban cosas respecto a su venganza, a Rubén, a lo que sentía por Reyna; sabía que ese sentimiento era fuerte y que ella también lo sentía, por eso estaba dispuesto a renunciar a su venganza, para poder estar con ella.
Luego de dar vueltas en la cama, se durmió; pero no paraba de sentirse mal consigo mismo, no podía calmar el sentimiento de culpa, su conciencia no le daba tregua, el remordimiento era una carga muy fuerte.
En la pesadilla que tuvo, él intentaba alcanzar a Reyna pero ella solo lo veía fríamente, y cuánto más él se acercaba, más ella se alejaba, hiciera lo que hiciera simplemente no podía alcanzarla.
Se levantó todo sudoroso y agitado, el miedo recorría su cuerpo. Fue al baño y se lavó la cara con agua fría, procurando calmarse. Volvió a acostarse pero no pudo dormir nuevamente, no quería tener otra pesadilla.
Rubén por su parte, se bañó, se puso su ropa de dormir y se acostó. Sus pensamientos lo llevaron al hecho de que Reyna ya estaba creciendo, se estaba volviendo una señorita y él aún no se sentía preparado para eso.
Con respecto a Ibrahim, se veía un buen muchacho, demostró querer a Reyna esta mañana, cuándo la consoló y le dio el consejo correcto, eso a Rubén le dio a pensar muy bien de él.
Quería ver que pasaba entre esos dos, no hacían mala pareja y le gustaba el cambio que notaba en su hija, solo debía hacerse la idea, no estaba acostumbrado a verla en una relación estable. Desde que la conoció, ella nunca lo había abrazado, y lo hizo hoy para darle una buena impresión a Ibrahim; quizás ese muchacho logre hacer que las cosas entre ambos mejoren y surja esa relación padre-hija.
Hola a todos. ¿Cómo están? Disculpen que me tardara tanto. Como eran tres capítulos, la inspiración se tardó en llegar pero lo prometido es deuda, así que aquí están. ¿Qué pasará ahora que Ibrahim conoce a Rubén? ¿Ibrahim de verdad querrá tener un futuro con Reyna o lo dirá solo por jugar con ella? ¿Rubén habrá aceptado totalmente a Ibrahim? Esto y más en el próximo capítulo.
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