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VIII - Paso a paso

Ibrahim se levantó con un dolor de cuello infernal, pensó que fue su tío quien lo envolvió con una cobija. Se dirigió a la sala y vio a Jean Carlos al lado de unos panqueques leyendo una nota, temiendo que fuera lo que creyó, corrió a la habitación dónde se supone debía estar Reyna, estaba vacía.

Se dispuso a vestirse para ir a buscarla, ni siquiera había amanecido del todo y pudo ver que los panqueques aún estaban calientes, no debía estar lejos. «¿Cómo coño se le ocurrió irse así? ¡Debe estar loca!», pensó molesto y preocupado.

Jean Carlos lo detuvo justo en la entrada del departamento, dándole la carta e indicándole que la leyera:

—Fue por lo que pasó ayer.

—Lo mejor es que la busques y aclares las cosas, pero primero debes determinar lo que sientes por ella.

—Es que no lo sé... La deseo, no lo niego, hay que estar ciego para no hacerlo. Siento un poco de... aprecio por ella, se lo ha ganado —Ibrahim trataba de analizar sus sentimientos pero eran una verdadera confusión.

—¿Estás totalmente seguro?

—¡Claro que si! —Pero le evitó la mirada.

—Ahora dímelo viéndome a los ojos. —Lo retó su tío—. Dime que no te importa si sufre, si encuentra a otro que si la quiera o que juegue con ella de la misma manera que tú lo haces; dime que no te importa si ella se entrega a la persona equivocada y esa inocencia que desprende, se borra para siempre. —Viendo que él no decía nada, lo presionó—: ¿Por qué no lo dices? ¡Dilo de una vez!

—¡Si! ¡Si me importa! No quiero que sufra, no quiero que llore, no quiero que jueguen con ella, no quiero borrar su inocencia y su sonrisa, no quiero verla en brazos de otro, no quiero que tenga ojos para alguien más, no quiero que otro la toque, no soporto siquiera imaginármelo.

—¿Por qué? —preguntó con un tono bajo pero demandante, estaba logrando lo que quería.

—Porque es mi novia, porque es mía, porque no se merece sufrir más; se merece que la cuiden, la quieran y la protejan, y quiero ser yo quien lo haga ¡Solo yo! —Ibrahim estaba sorprendido pero muy seguro de lo que había dicho.

No la odiaba, estaba muy lejos de hacerlo, le tenía aprecio, le gustaba, pero sobretodo la quería; no se atrevía a decir que la amaba porque realmente no estaba seguro, pero si la quería.

Abrazó a su tío agradecido de que le abriera los ojos. Se despidió y tomó un taxi para llegar a la escuela cuanto antes; el vigilante del edificio lo puso al tanto de la hora en la que Reyna se fue y hacia dónde, con un poco de suerte podría encontrarla en la entrada del liceo.



Reyna llegó a eso de las 6:30 a.m., entró a su habitación y vio a Carmen y Vico durmiendo plácidamente, se cambió de ropa y se acostó evitando hacerles ruido.

Sin embargo, no podía dejar de pensar en Ibrahim y en lo que ocurrió, se dejó llevar por un impulso y lo besó; se sintió tan bien que olvidó todo, —incluso de que en la habitación cercana estaba Jean Carlos—, su mente y sentidos estaban concentrados en ese momento.



Ibrahim llegó al liceo, subió corriendo las escaleras y entró a la habitación de Reyna causando que ella se incorporara sorprendida; viendo que las chicas estaban dormidas, le hizo una seña para que fuera con él.

Se dirigieron al patio del liceo para poder hablar tranquilamente, no había nadie por ahí, era aún muy temprano.

—Reyna discúlpame, sé que apresuré las cosas. No debí perder el control así, debí detenerme mucho antes. Entiendo que necesitas tiempo y estoy totalmente dispuesto a dártelo, no volveré a dejarme llevar hasta que tú estés lista.

—No tengo nada que disculpar, quería agradecerte que pararas cuando lo pedí. La que inició fui yo, debí pensar más antes de actuar; también agradezco que estés dispuesto a darme el tiempo que necesite —Le dio un beso, apenas un roce.

—Vamos a hacer como si nada hubiera pasado. —Ibrahim le dio otro beso, uno de verdad, pues había quedado decepcionado con ese roce—. ¡Te quiero! —Sorprendió a Reyna, era la primera vez que lo decía.

—¡Yo también te quiero! —Lo abrazó porque necesitaba aferrarse a algo de esta tierra, las palabras de Ibrahim habían provocado que se sintiese volando, se sentía por las nubes.

Estuvieron un rato sin decir palabras, solo compartiendo ese momento fundidos en los brazos del otro, sintiendo ese contacto tan íntimo.


Reyna volvió a su habitación para bañarse y vestirse, luego de que acordaran verse en el cafetín. Iba a preparar algo de comer, al menos para amortiguar —tenía un hambre de camionero y no quería que Ibrahim la viese así—, cuando sus amigas despertaron y exigieron detalles.

Con la intención de realizar el respectivo interrogatorio o confesionario —depende de que tan dispuesta estuviese a hablar la involucrada—, se sentaron en la cama de Carmen. Por suerte, Reyna comenzó a contarles todo lo que pasó desde que llegaron al restaurante.

No pudo evitar sonrojarse al hablar de lo ocurrido en el departamento de Jean Carlos, aunque al principio no estaba muy segura de decirlo, necesitaba sacarlo y quizás, escuchar algún consejo.

—Cuando salimos del restaurante nos fuimos al departamento del tío, vimos una película y nos acostamos a dormir pero yo no lograba hacerlo, así que fui a buscar a Ibrahim y le pedí que durmiese conmigo... nos dejamos llevar y casi lo hacemos.

—¿Cómo que casi? —preguntó Vico boquiabierta.

—Pues si, casi. Al final me dio miedo y no hicimos nada. En la madrugada salí de la casa y me vine; ahorita acabé de hablar con él y me pidió disculpas, me dijo que me iba a esperar el tiempo que fuese necesario y que me quería —Reyna sonreía como una tonta, así se sentía.

—¡Me alegro mucho por ti! Te ves muy contenta —Carmen se sentía realmente feliz por su amiga.

—¡Ya era hora! Además, Ibrahim está que se cae de bueno —mencionó Vico con su tan característica picardía. Se quedó un momento pensativa, viendo como continuar—. Tengo que confesarles algo, estuve con tres hombres —Sabía que sus amigas no la juzgarían.

—¿En serio? ¿Amigos de Andrés? —Vico asintió—. Cada vez estas más cerca del tan anhelado número 100 —dijo Reyna con naturalidad, Vico era su amiga y no la iba a sermonear por hacer algo que ella quería, aunque ya lo habían hablado, ella siguió con su estilo de vida y Reyna optó por escucharla, apoyarla y aconsejarla siempre que lo necesitase.

—Bueno niñas, vamos a vestirnos para bajar a comer —propuso Carmen, se estaba muriendo de hambre.

Vico y Carmen fueron a arreglarse; Reyna se encargó de terminar lo que estaba preparando y servirle a sus amigas y a sí misma.



Ibrahim fue recibido por el escándalo de sus amigos, tenían gorros de fiesta, serpentinas, pitos, globos y cervezas. Solo atinó a preguntar:

—¿Qué se supone que es esto?

—Se puede decir que una despedida de soltero —dijo José encogiéndose de hombros, para luego gritar—: ¡Cristian! —El mencionado salió vestido de hawaiana, bailando mientras se acercaba a Ibrahim, el cual no pudo contener la carcajada.

—¡Están locos, todos ustedes! Pero ahora no estoy para fiestas, necesito su ayuda —Estaba nervioso, no sabía si decirlo o no. Quería creer que podía confiar en ellos.

—¡Claro! ¿Qué pasó? —Quiso saber Cristian.

—Se los digo porque confío en ustedes y espero que no me vayan a traicionar. —Luego de que asintieran, suspiró y continuó—: Yo vine a Venezuela a vengarme de Rubén Castillo por la muerte de mi padre, y la única forma de hacerlo, era a través de su hija —Hizo una pausa para examinar las reacciones de sus amigos, y al ver que tenían una expresión neutral, estaba dispuesto a seguir pero Diego lo interrumpió.

—¿Y qué pensabas hacer? —Se notaba en su voz y postura, que se estaba conteniendo. Hubo unos segundos de silencio hasta que Ibrahim finalmente dijo:

—Empecé a investigar y vi que podía entrar como becado a esta escuela, mi plan consistía en encontrarla, hacerme su amigo, enamorarla y luego tirarla como si fuese basu... —No pudo terminar porque José lo golpeó.

—¡Maldito infeliz! ¿Cómo puedes hacer eso? —Estaba dispuesto a darle otro golpe pero fue detenido por Cristian y Diego.

—No creo que puedas juzgarme cuando tú haces lo mismo, y sin razones —Se defendió tratando de no sentirse tan mal.

—Yo no juego con los sentimientos de nadie, a todas les hablo claro pero lo que tú estas haciendo, es de cobardes. ¡Eso eres! ¡Cobarde! ¡Poco hombre! —José estaba realmente molesto, no toleraba que jugaran con los sentimientos de una mujer.

—¿Crees que no lo sé? ¿Crees que no me siento así? Pensé que era la hija consentida de papi pero me di cuenta de que no es así; ella me gusta, la quiero y me siento culpable, no sé cómo decírselo, no quiero perderla pero no puedo guardarme esto. —A Ibrahim se le llenaron los ojos de lágrimas, se sentía impotente; José se calmó un poco al verlo así—. Necesito que me ayuden, por favor —pidió sentándose en la cama y frotándose el cabello con frustración.

—Cuenta conmigo —Cristian le dio una palmada en la espalda, no era quién para juzgarlo, pues quizás si él hubiese estado en esa situación, su reacción sería la misma.

Ibrahim sonrío, al menos uno de ellos estaba de su parte.

—Quiero que sepas que no estoy para nada de acuerdo con lo que planeabas hacer. Conozco a Reyna y sé que va a ser muy difícil que te entienda pero... te ayudaré. Eso si, no se te ocurra lastimarla porque ahí si te vas a arrepentir —Lo amenazó Diego, quien conocía a Reyna desde pequeña y aunque no se trataran mucho, sabía que no es una mala muchacha; además de que en varias ocasiones, había dado la cara por él.

Ibrahim asintió, entendiendo su punto y agradeciendo que se pusiera a su favor a pesar de todo.

—En tres semanas va a haber una fiesta que es sólo de estudiantes, no hay profesores ni nada, ella suele cantar dos canciones. Podrías hacer público que la quieres, te la llevas a un sitio apartado y le explicas como pasaron las cosas —Con eso, José dio a entender que lo iba a apoyar.

—¡Muchas gracias chicos! Esto no lo olvidaré, de verdad gracias. —Los abrazó; si bien sospechó que estarían de su parte, ver que fue realmente así, lo hizo sentir apoyado—. Me voy a vestir, quedé con Reyna en el cafetín. Mañana te devuelvo el traje José.



Reyna salió del baño, se despidió de sus amigas y se fue al cafetín. Ibrahim estaba sentado en una de las mesas, se acercó abrazándolo por el cuello y dándole un beso en la mejilla.

—¿Me estabas esperando?

—Si princesa —Se volteó a darle un beso en los labios—. ¿Tú comiste? —Lo cierto es que no sabía como decirle que salió tan rápido, que ni siquiera probó los panqueques.

—La verdad no pero no tengo hambre, ¿qué les parecieron los panqueques? —preguntó con un brillo en la mirada.

—¡Estaban deliciosos! Quería comer más pero Jean Carlos no me dejó —No pudo decirle la verdad al ver la ilusión en su rostro.

—Mi abuela me enseñó a hacerlos. Antes de que cayera en cama, siempre los hacía para mí. Nunca había tenido la oportunidad de que alguien los probara —Sabía que Ibrahim le mentía para no hacerla sentir mal, no quiso quitarle valor a su gesto, igual esperaba hacerle unos más adelante.

—¡Pues los haces muy bien! Vamos para qué comas algo —Le ofreció su mano para que se levantara. Fueron a ver que elegía Reyna. Mientras ella comía, Ibrahim la hacia reír con sus comentarios y bromas.


A los minutos

Reyna terminó de comer su sándwich e Ibrahim llevó su bandeja. De ahí, fueron hasta el patio y se sentaron en las raíces de un árbol.

—Me dijeron que va a haber una fiesta en tres semanas, ¿es verdad?

—Si, es en tres semanas. No hay profesores, se puede tomar sin problema, fumar cigarros si les da la gana e incluso drogarse; bailan hasta reventarse las piernas, usan la piscina que está cerca de la cancha. ¡Es todo un caos! —Reyna sonreía con picardía al acordarse del desastre que había hecho en fiestas anteriores.

—Y también me dijeron que cantas dos canciones —Ibrahim recordaba haberla oído cantar, y tenía una voz hermosa.

—Eso empezó porque hace años, el dj de esa fiesta era amigo mío y sabía que me gustaba cantar, me pidió que cantara una canción y lo hice, pero pidieron otra y la canté. —A Reyna le avergonzaba hablar de eso, no era buena conversando de sus habilidades; aunque con esta se le ocurrió una idea—: ¿Qué te parece si para esa fiesta, te canto una canción?

—¿Harías eso?

—¡Claro que si! Siempre que no te moleste —Reyna se encogió de hombros, queriendo dar a entender que no le importaba si se negaba.

—A mí no me molesta, todo lo contrario, me gusta que quieras hacer eso por mí. —Le besó la mejilla repetidas veces pero de la nada, se detuvo, se pegó a su cuello y dudoso dijo—: ¿Qué harías si yo te dijera que... —No supo como continuar.

—¿Si?

—¿Si te dijera que eres la primera novia que tengo? —preguntó cambiando el tema, pues aún no se atrevía a prepararla para la noticia de la venganza.

—Mentira... —Reyna lo vio asombrada pero él estaba serio, ¿eso era posible?—. Pues... me alegra saber que ocupo ese lugar y que... no me lo esperaba... ¡¿Lo dices en serio?! —No sabía que más decir.

—Nunca me animé a tener una novia, me parecía tonto. —A Ibrahim le estaba costando lo suyo decir eso—. Si, eres la primera novia que tengo —confesó viéndola a los ojos, Reyna quedó boquiabierta—, ¿Tan difícil es de creer?

—Es que... ¿Te has visto? Es increíble que no hayas tenido una novia —Reyna no cabía en sí de la sorpresa y a su vez, de la alegría de saberse la primera. Recibió un beso suave y corto pero lo suficiente para sentirse especial.

—No debes contestar si no quieres pero... ¿y tú? —Ibrahim no pudo controlar su boca cuando soltó esa pregunta, pero ya lo había hecho y no estaba dispuesto a quedarse con la duda. Reyna no supo que hacer, la tomó desprevenida.

—Bueno... he tenido novios antes pero como tal, uno que fue... significativo —Se sentía la tristeza en su voz al hablar de eso, pero Ibrahim quería saber más.

—¿Por qué? —Sonó más brusco de lo que hubiese querido.

—Duramos un año y dos meses, fue... mi primer novio; desde entonces, tengo noviazgos de días o cuando mucho una semana —Se sentía avergonzada por decirlo, no quería que Ibrahim pensara que se volvía novia de cualquiera, pero no estaba dispuesta a mentirle.

Ibrahim tensó su mandíbula ante su respuesta pero por lo menos apreciaba que le fuese sincera.

—¿Yo seré uno de esos?

—Espero que no —Ibrahim la miró a los ojos, esos que desprendían esperanza, y la besó. Arremetió contra ella sin contemplaciones, jugó con su lengua tanto como quiso hasta dejarla sin aliento, y todavía un poco más. Era la única forma de desquitar la rabia que sintió al escuchar esa confesión; y Reyna, solo se dejó guiar.

Al separarse, se recostó en su pecho y pasaron la tarde hablando; e incluso, se quedaron dormidos por un breve período de tiempo.

O0O0O0O0O0O0O

El primero en despertar fue Ibrahim, lo que le permitió quedarse admirándola. Vio esas largas pestañas que parecían no tener fin, esos dos lunares que adornaban su cara y su boca. ¡Dios! Esos labios entreabiertos que se habían vuelto adictivos para él.

Como un acto reflejo, acercó su mano y rozó su labio inferior causando que Reyna se removiera y fuese despertando, dedicándole una sonrisa.

Se estaba haciendo de noche, tuvieron que levantarse para a volver a sus habitaciones. Ibrahim la fue a dejar en la puerta de su cuarto pero no dejó que entrara todavía, quería tenerla más tiempo consigo.

—Ibrahim tengo que entrar. Recuerda que mañana tenemos clase y no hemos dormido casi nada.

—¡No me importan las clases! Quiero quedarme contigo —Parecía un niño pequeño.

—No podemos faltar mañana y si no duermo ahorita, no me podré levantar —Reyna le pedía con la mirada que la soltara, pues la tenía envuelta en sus brazos.

—¡Está bien! Ve a dormir, mañana te busco —La besó, solo con la intención de que permaneciera más tiempo a su lado.

—Hasta mañana —Reyna sonreía con ternura, le dio un beso más corto esta vez, se separó y entró a su habitación.

—Hasta mañana princesa —susurró con una sonrisa boba que no se le borraba de la cara. Se guardó las manos en sus bolsillos y fue a su habitación, se sentía relajado.

Sus amigos estaban roncando en el quinto sueño y apenas llegó, decidió imitarlos, pero algo se lo impedía, la conciencia, la culpa, el remordimiento, una corazonada.

Lo cierto es que algo en su interior, no dejaba de repetirle una y otra vez que Reyna no sería capaz de perdonarlo, y aunque evitaba torturarse con eso, era imposible. Solo podía esperar hasta el día de la fiesta para decírselo todo y que ella decidiera que haría.

Una hora después

Al ya haberse dado por vencido ante la lucha con su mente y su conciencia, logró conciliar el sueño. Aunque no pudo dormir placidamente debido a las pesadillas en donde Reyna no lo perdonaba, le decía que lo odiaba o que era lo peor que le pudo pasar en la vida.

Todo esto, no hizo más que despertarlo cada dos por tres, para volverse a dormir y tener otra pesadilla, así una y otra, y otra, y otra vez. Terminó por caer en un círculo vicioso del cual no salió en toda la noche.



Reyna entró a su habitación encontrándose a Carmen dormida y a Vico lista para imitarla, así que sólo le sonrío y gesticuló un "Buenas noches".

Fue a buscar su pijama, se cambió en el baño y al terminar, sus pensamientos se dirigieron hacia Ibrahim y lo que le había dicho. Lo cierto es que aunque lo quisiese ocultar, se estaba enamorando de él, solo que no se atrevía a decirlo, pues el famoso y tan esperado "te quiero" había estado muy reciente.

Salió del baño y se acostó a dormir, pudo hacerlo tranquila, feliz. Había sido un gran día, quizás no empezó bien pero terminó... ¡Excelente!






Hola a todos. Aquí les dejo el capítulo para arreglar un poco el desastre del anterior, me alegra ver que hay 267 lecturas y saber que mi historia se lee tanto en mi país como en países extranjeros, de verdad les agradezco a todos. ¿Ibrahim le dirá lo de su venganza a Reyna? ¿Sus amigos lo ayudaran? ¿Reyna podrá perdonarlo? ¿Cuánto aguantará Ibrahim la culpa? Todo esto y más en el próximo capítulo, bye.

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