VII - Casi, casi
El vestido de la foto es el que tiene puesto Reyna
http://lh3.ggpht.com/-RFgywkM-_U8/VKh1oMSS0CI/AAAAAAAAAnY/nuZYKWh3WZ8/TRENZA%252520CASCADA%25255B2%25255D.jpg?imgmax=800 Este es el peinado que tiene Reyna.
http://www.modalia.es/images/stories/2015/Mayo/Lookbook_hombre_Zara/traje_hombre.jpg Este es el traje de Ibrahim junto con el peinado
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Reyna estaba sumida en un sueño profundo que se vio interrumpido cuando Carmen la tumbó de la cama, causándole un dolor en el trasero.
—¡Por fin despiertas! Muévete que son las 4:50 p.m., tienes que bañarte y no sé que vestido vas a usar —Carmen parecía buscar como loca algo en específico. Reyna no perdió tiempo en contestarle, salió volando, literalmente, a bañarse.
Diego, José y Cristian llegaban muy sonrientes a su habitación para ver a Ibrahim profundamente dormido y teniendo en cuenta que eran las 5:00 p.m., decidieron despertarlo. Él estaba listo para reclamarles pero en lo que vio el reloj, solo dijo:
—¡Préstenme un traje! Llevaré a Reyna a cenar para que conozca a Jean Carlos —Y corrió a bañarse.
Los tres se apresuraron a buscar entre sus cosas y cada uno consiguió un traje para su amigo. Los pusieron encima de la cama para que cuando él saliera, eligiera cual iba a ponerse: el de Cristian era negro, el de José blanco y el de Diego azul.
Ibrahim salió apresurado a eso las 5:15 p.m., y se probó cada uno de los trajes para acabar decidiéndose por el azul. Se puso unos zapatos negros de cuero que le prestó José; después se peinó con ayuda de Cristian, quien le engominó el pelo hacia atrás, obstinado de verlo pasarse el cepillo una y otra vez sin terminar.
Al Ibrahim acomodarse la corbata por vigésima vez y por fin quedar satisfecho con el resultado, vio que eran las 6:40 p.m., así que se echó perfume, agarró dinero, las llaves de la habitación, un pañuelo que le dio Cristian, su celular y para no discutir con José, un condón que este le ofreció.
Salió de su habitación para ir a la de Reyna, estaba algo nervioso, solo esperaba que todo saliera bien, sabía que esto sería un paso decisivo y crucial.
Reyna salió a las 5:20 p.m., y se encontró con un vestido blanco con encajes florales, de mangas largas y corto en la falda pero nada vulgar, se podían ver sus esbeltas piernas y dejaba al descubierto su espalda.
Inmediatamente se lo puso, le había fascinado; al igual que los tacones plateados que estaban puestos junto al vestido, hacían una combinación increíble.
Luego de eso, Carmen le hizo una trenza de cascada y se dedicó a hacerle las uñas de los pies, mientras Reyna se maquillaba sin exagerar, algo suave, que se viera natural.
Terminaron cuando eran las 6:45 p.m., y ya que no quedaba más nada que hacerle a Reyna, Carmen arregló un bolso de mano plateado, en el que metió labial, delineador, polvo, rimel, rubor, base, las llaves de la habitación, su celular y decidió agarrar un condón de la gaveta de Vico —por si acaso—, aunque no le dijo nada a Reyna.
—¡Ahora si estás lista! Mírate en el espejo —La agarró de la mano y la colocó frente a dicho objeto.
Reyna quedó impactada, nunca se había visto tan hermosa y natural a la vez, casi parece que el vestuario y el maquillaje hubiesen sido hechos para ella.
—Me veo y no me reconozco, estoy... —No supo como terminar esa frase.
—¡Hermosa! Solo faltan los accesorios y el perfume. Sería bueno que llevaras un suéter, guardé otras cosas que puedes usar para protegerte —dijo sonriendo pícaramente.
Le colocó los aretes, el collar y la pulsera, pero justo cuando observaría nuevamente su reflejo, fueron interrumpidas por tres toques en la puerta; Carmen fue rápidamente a abrir, encontrándose con un galante Ibrahim.
—¡Hola Carmen! Quedé en venir a buscar a Reyna.
—¡Claro! —Abrió más la puerta para que Ibrahim pasara.
Sin embargo, él quedó estático al ver a Reyna con ese vestido blanco que contrastaba con su piel morena y ojos verdes, esos tacones que la hacían ver más alta, ese peinado que resaltaba la belleza de su cabello y ese maquillaje que destacaba sus facciones. Estaba bella, hermosa. ¡Perfecta!
—¡Estas hermosísima! —Le dio un beso en los labios y le agarró la mano para darle una vuelta.
Como todo buen caballero, le extendió el brazo, el cual ella tomó con una sonrisa para luego despedirse de su amiga con un beso en la mejilla, Ibrahim hizo lo mismo.
Ambos bajaron hasta la entrada de la escuela, donde un taxi los esperaba. Ibrahim le abrió la puerta a Reyna y la ayudó a subirse, para dar la vuelta y subir él.
El taxista se puso en marcha mientras Reyna agarraba a Ibrahim de la mano e inconscientemente, la apretaba de vez en cuando debido a los nervios.
20 minutos después
Llegaron al restaurante —que formaba parte nada más y nada menos que del Hotel Eurobilding—, y el taxista se aparcó en la entrada para que ambos se bajasen.
Ibrahim le pagó, agarró a Reyna de la mano y le dio un beso en la frente, la sentía tensa y realmente no sabía qué hacer o decirle para que se tranquilizase.
—Cálmate princesa, todo saldrá bien. ¡Mi tío te va a adorar! —comentó esperando surtir el efecto deseado, aunque no sirvió de mucho.
Ibrahim dijo en el lobby que tenían una reservación a nombre de Jean Carlos Palacios, el señor confirmó la información y los llevó hacia la mesa en la cual ya se encontraba un hombre de cuarenta años, alto, de tez blanca, cabello castaño oscuro, ojos color avellana y una expresión que desprendía amabilidad.
Al verlos, se levantó de su asiento y fue a abrazar a su sobrino, quien le devolvió el gesto.
—¡Me alegra mucho verte tío! Quiero presentarte a alguien, ella es Reyna Castillo, mi novia —Se apartó para que se saludasen como es debido.
—Es un gusto conocerte, mi sobrino me ha hablado mucho de ti —Besó su mano.
—El gusto es mío señor, me alegra mucho poder conocerlo al fin —respondió sonriendo, estaba muy nerviosa.
—¡Por favor no me digas señor! No soy tan viejo todavía, tutéame, espero que no te moleste si yo hago lo mismo.
—No, de hecho creo que es mejor así —expresó sintiéndose un poco más cómoda sin esas formalidades.
—Bueno, creo que deberíamos sentarnos —sugirió Ibrahim mientras él y su tío le movían la silla a Reyna para después sentarse ellos.
Enseguida se acercó un mesero de unos veintitrés años, y les entregó la carta del menú. Para Ibrahim y Jean Carlos no pasó desapercibido que el mesero no le quitaba los ojos de encima a Reyna, pero prefirieron no decir nada para no hacerle pasar un mal momento; sin embargo, ella también lo había notado pero hizo caso omiso de ello.
Después de leer todo lo que estaba en el menú, decidieron ordenar tres risottos de camarones y tres copas de vino tinto; el mesero tomó la orden y se fue, guiñándole el ojo a Reyna, la cual solo desvío la mirada.
Ibrahim se iba a parar a reclamarle pero Jean Carlos empezó a hacerles preguntas sobre su noviazgo. Le preguntó a Reyna sobre su vida y se dio cuenta de que no era una mala chica, incluso por como hablaba de Ibrahim parecía sentir algo más que cariño, su sobrino cometía un grave error al jugar con ella de esa manera.
Al rato, el mismo mesero trajo la comida y las copas de vino, solo que esta vez, ni siquiera trató de disimular su atención por Reyna, era tan descarado que resultaba nauseabundo.
Nuevamente interfirió Jean Carlos, aligerando la tensión y proponiendo hacer un brindis por esa reunión, diciendo que esperaba, fuese la primera de muchas, dejándole en claro a Ibrahim, que hablarían muy seriamente apenas la oportunidad se presentase.
Empezaron a comer; de vez en cuando hablaban y se reían, la cena estaba resultando muy amena. Reyna buscaba su tarjeta de crédito cuando Jean Carlos la detuvo diciéndole que no hacía falta, que quién invitó fue él y que la comida corría por su cuenta.
Justo cuando llamó al mesero para pedir la cuenta, este se acercó a dejar un dulce de chocolate y una malteada frente a Reyna, diciéndole con una sonrisa coqueta:
—Esto va por la casa —Se tomó el atrevimiento de posar la mano en su espalda.
Ibrahim no pudo seguir conteniéndose, se levantó y lo agarró por el cuello de la camisa, mirándolo amenazante. Una de sus ventajas, era que para ser joven, contaba con la altura suficiente para no dejarse intimidar por alguien de más edad, pues lo igualaba en tamaño con gran facilidad.
—Más te vale que alejes tus sucias manos de ella.
—¿Y quien eres tú para hablar por ella? —dijo el mesero empujándolo, Jean Carlos se levantó a sepáralos, pero instantáneamente Reyna se levantó y le puso las manos en los hombros a Ibrahim para detenerlo.
—¡Ya, cálmate! No vale la pena —Ibrahim lo soltó de mala gana y agarró a Reyna del brazo para colocarla detrás de él, pero el mesero intentó tocarla nuevamente con la intención de jalarla hacia sí; esta vez, ella fue más rápida y se apartó.
—Dile a este idiota que te quieres ir conmigo muñeca —insistió; al parecer no se había dado cuenta del gesto de Reyna.
—Primero, el único idiota eres tú; segundo, él es mi novio y puede hablar por mí todo lo que se le de la gana; y tercero, gracias por el dulce y la malteada pero no acepto nada de imbéciles —Agarró el dulce y la malteada, y se lo echó en la camisa, dejando a todo el restaurante boquiabierto. Tomó a Ibrahim de la mano y con su mejor seguridad le dijo—: ¿Nos vamos?
Ibrahim le sonrío y asintió, le encantó verla defender su relación con esa fiereza, no tuvo necesidad de rebajarse ni mucho menos para poner en su lugar al tipo ese.
Salieron juntos, mientras que Jean Carlos dejaba el dinero de la cuenta en la mesa y se levantaba para darle un golpe en la cara al mesero, no podía irse así nada más.
—¡Lo siento! Pero odio a los hombres que le faltan el respeto a una mujer —Fue tras Reyna e Ibrahim—. Lamento que hayas pasado este mal rato Reyna, ya que esta cena no salió del todo perfecta, ¿les parece si vamos a mi departamento? —propuso pensando que allá, olvidarían este inconveniente y podría hablar con Ibrahim sin interrupciones.
—Yo digo que no es mala idea. ¿Tú que dices princesa? —A Ibrahim le sorprendió la proposición tan repentina; la verdad es que no se sintió nada convencido, pero sabía que si se negaba, a Reyna le parecería extraño.
—¡Por mí no hay ningún problema! —respondió con entusiasmo, emoción que opacó los nervios que aún no la habían asaltado lo suficiente.
Pararon un taxi que los llevó hasta el departamento de Jean Carlos. Obviamente, platicaron durante el camino, cosas triviales pero que ayudaban a romper el hielo.
El edificio estaba en buen estado, quedaba ubicado en una de las mejores zonas de la ciudad, cosa que sorprendió a Reyna, pues los costos de compra o alquiler más servicios, eran bastante elevados.
Subieron en el elevador hasta el piso doce y entraron al departamento, ambos jóvenes se sorprendieron; era bastante espacioso, tenía dos habitaciones con su respectivo balcón cada una, dos baños, una cocina empotrada, una sala/comedor y un balconcillo con vista hacia el centro de la ciudad.
Se sentaron en los muebles de cuero que estaban frente al televisor plasma de sesenta pulgadas y decidieron ver una película. Costó un poco pero se pusieron de acuerdo en ver "Jack y Jill"; cabe destacar que se rieron hasta que les dolió el estómago.
El momento de risas y comentarios, dio pie para que contaran experiencias graciosas de sus vidas y hablaran de distintos temas en el transcurso de la noche.
Sin darse cuenta, se hicieron las 11:30 p.m., no podían trasnocharse y la verdad es que ya tenían sueño, así que decidieron irse a dormir, cosa que harían de la siguiente manera: Jean Carlos en su habitación, Reyna en el otro cuarto e Ibrahim en el sofá, por decisión de él.
Jean Carlos le prestó un pijama a Reyna de su difunta esposa para que no tuviera que dormir con ese vestido, y aunque ella la recibió, no quiso ponérsela, veía la nostalgia en el rostro de Jean Carlos al entregársela.
Se acostó pero lo que hizo fue dar vueltas en la cama un rato, simplemente no podía dormir; sin más salió a buscar a Ibrahim, quien estaba dormido boca arriba, se veía tan relajado que ella optó por darle un beso leve en los labios, pero igual él despertó.
—¿Qué pasó princesa? ¿No puedes dormir? —preguntó sentándose y agarrándole las manos entre las suyas. Ella se sorprendió, estaba sin camisa, solo tenía unos boxers negros. Tuvo que carraspear para recuperarse y negar con la cabeza.
—¿Podrías dormir conmigo? —pidió con voz suave y lo que a Ibrahim le pareció, ojos llorosos.
—¿Quieres dormir aquí en el sofá o en la cama? —La sentó en su regazo.
—En el mueble no cabemos los dos.
—Entonces vamos a la cama —La cargó a modo princesa y la llevó hasta la cama, donde la depositó con mucha delicadeza. Cuándo iba a acostarse junto a ella, esta le dio un beso que lo tomó por sorpresa.
Puso sus piernas a los costados de la cadera de Reyna, aunque al hacerlo chocó con el buró, a ninguno de los dos les importó, estaban concentrados en lo suyo, en el otro y en sus sensaciones.
Cada vez los besos eran más intensos. Reyna tenía una mano en la espalda de Ibrahim y la otra enredada en su cabello, mientras que él tenía una mano en su cintura y con la otra se apoyaba de la cama para no dejar caer todo su peso sobre ella.
Buscó el cierre del vestido mientras seguía besándola, pero Reyna empezó a forcejear con él haciéndolo levantarse de la cama, estaba agitada.
—¿Qué pasó mi amor? ¿Por qué reaccionas así? ¿Hice algo mal? —preguntó preocupado, pensando que había llevado las cosas muy rápido.
—Es solo que... no quiero estar contigo —Reyna se levantó y salió corriendo a encerrarse en el baño.
Ibrahim quedó confundido, sin entender el por qué de su reacción. Se incorporó, escondió su cara entre sus manos y se las pasó por el cabello con frustración.
Lo último que se esperó, fue que Jean Carlos entrara cruzado de brazos y con el ceño fruncido, obviamente molesto.
—¡Todo lo estás haciendo mal Ibrahim! ¡Desde que te hiciste novio de esa muchacha estás haciendo todo mal!
—¿Nos estabas espiando? —preguntó frunciendo el ceño, intentando hacerse el indignado para evadir el regaño.
—¡Claro que no! Salí a tomar agua, no te vi en el sofá y escucho un ruido proveniente de este cuarto, al llegar te veo a ti encima de ella. Ibrahim, ¿qué demonios estás haciendo?
—¡Sabes muy bien lo que estoy haciendo! ¡Cumplo con mi venganza! —Se levantó de la cama, su mirada reflejaba una determinación que dejó helado a Jean Carlos, haciéndolo preguntarse si estaría dispuesto a llevar esto hasta las últimas consecuencias.
—¡Esto no era parte de tu plan! ¿Te das cuenta del daño que estás haciéndote a ti mismo? ¿No te basta con enamorarla y dejarla, sino que también planeas acostarte con ella?
—¡No grites! Te va a oír. Claro que no planeo eso —Fue incapaz de mantenerle la mirada.
—Entonces, ¿qué planeas? Lo que vi, me da a entender que pensabas acostarte con ella, ¿sabes si es virgen? —Ibrahim se impactó ante sus palabras, y eso le dio a entender a Jean Carlos que ni siquiera contaba con esa información.
—Realmente nunca hemos tocado ese tema —reconoció avergonzado, rascándose la nuca.
—Pensabas acostarte con ella, sin sentir nada y sin saber si es su primera vez, ¿sabes lo importante que puede ser eso para una mujer? ¿No te das cuenta de la inocencia que ella refleja? ¿Sabes lo miserable e infeliz que esa niña sería, si te da su virginidad y la dejas? Porque aunque no lo parezca, es solo eso Ibrahim ¡Una niña! En cuerpo de mujer y todo, pero niña al fin y al cabo. Prefieres dejarte llevar por tus malditos deseos carnales. ¡Te has vuelto un monstruo! —Le soltó con tristeza y decepción.
Ibrahim se quedó con la mirada baja mientras su tío salía de la habitación, causando que la puerta hiciera un ruido estrepitoso, dejando más que en evidencia su molestia.
Él por su parte, salió al balcón y se sentó en la barandilla a pensar en sus acciones, en sus sentimientos, en Reyna, en su padre, en su venganza, en todo.
Eso le sirvió para darse cuenta de que era una porquería. Iba a ser capaz de hacerle daño a una niña que nada tenía con ver con lo que había ocurrido, una niña que se abría cada vez más con él, una niña que día a día le regalaba una sonrisa y que estaba a solo unos metros de distancia, culpándose y lamentándose por no haber concretado algo que no debía pasar.
Reyna estaba sentada en el piso del baño, llorando por ser una cobarde, por pensar en cómo debía sentirse Ibrahim después de semejante rechazo, por no saber cuales eran los sentimientos que ella tenía hacia él.
2 horas después, quizás más
Fue que tuvo el valor de salir del baño. No había nadie despierto todavía, lógico, ni siquiera eran las 5 a.m.
Verificó que Jean Carlos estuviera durmiendo en su habitación y al ir a checar a Ibrahim, lo vio dormido en el balcón de la sala. Sin pensarlo, agarró una cobija y se la puso encima para evitar que pasara frío, el pobre estaba temblando, ni siquiera tenía puesta una camisa.
Decidió hacer unos panqueques para que desayunaran junto con una nota, disculpándose por irse sin despedirse pero explicando que era necesario.
Dejó la nota junto a los panqueques y al ver que ya estaba amaneciendo, le dio un beso suave a Ibrahim y se fue, sabía que cuando él despertase, se molestaría mucho.
Bajó hasta la planta baja del edificio, dónde el vigilante le hizo el favor de pararle un taxi y la ayudó a montarse, no sin antes advertirle que se cuidara y que al señor Jean Carlos, no le haría mucha gracia que se fuera a esa hora. Ella sólo asintió y le indicó la dirección al taxista, necesitaba pensar y poner distancia de ese lugar; pero sobretodo, precisaba saber que había un trecho que la separaba de él, al menos por ahora.
Hola a todos ¿Cómo están? Me alegra ver que la historia ya ha llegado a 236 lecturas, aquí está el capítulo, lo pensaba subir ayer pero el sueño pudo más conmigo ¿Qué pasará entre Ibrahim y Reyna? ¿Ibrahim renunciará a su venganza? ¿Ibrahim siente algo por Reyna? ¿Reyna está enamorada de Ibrahim? Todo esto y más en el próximo capítulo, bye.
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