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IV - Un Poco De Confianza

Al día siguiente

Carmen y Victoria se estaban levantando, ya mentalizadas en que tendrían que poner su mejor esfuerzo para despertar a Reyna; pero para sorpresa de ambas, ella estaba saliendo del baño ya con su uniforme puesto y una enorme sonrisa.

—Que raro que te pares temprano —dijo Carmen con mirada curiosa.

—A quien madruga dios lo ayuda, ¿no?

—Pero, ¿en que te puede ayudar? —preguntó Victoria seria, cruzándose de brazos.

—Parece que estás como amargada hoy. —Reyna se acercó a la ventana y la abrió dejando que la luz del sol, entrara e iluminara la habitación—. ¿No ves que es un día hermoso?

—¿Qué te pasa? Estás muy rara hoy —dijo Vico algo preocupada; pero en ese momento, el celular de Reyna sonó informando que le había llegado un mensaje.

En lo que ella lo leyó, se despidió de sus amigas y salió aun más contenta, dejándolas sorprendidas y con mil preguntas en la punta de la lengua.



Ibrahim había amanecido luchando por levantar a sus compañeros, Diego y José, quienes no parecían dispuestos a ir a clases hoy.

Para cuando lo logró, ambos se sorprendieron al ver que él ya estaba listo para irse en cualquier momento; sin embargo, decidieron no decir nada.

Diego se metió a bañar mientras José se dedicó a preparar los uniformes y bolsos de ambos, lo cierto es que estaban acostumbrados a llegar tarde; pero con Ibrahim y Cristian ahí, sería imposible, ambos eran madrugadores.

Ibrahim se había encargado de preparar el desayuno de los cuatro y al verse sin nada más que hacer, sacó su celular y mandó un mensaje:

"Hola bombón, buenos días. ¿Cómo estás? Te espero en las escaleras que dan hacia las habitaciones de las chicas"

Inmediatamente recibió respuesta:

"Hola, buenos días ¿Bien y tú? Pareces un acosador... en un par de minutos estoy allá"

Al leerlo, se apresuró a agarrar su bolso y salir de la habitación, no quería hacerla esperar. Debía aprovechar el tiempo que pasara con ella, pues al parecer, no estaba dispuesta a dejar que lo de su "amistad" se supiera.

Llegó y no la vio por ningún lado, así que se recostó de la baranda de las escaleras a esperarla. Algunas chicas que pasaban, lo veían y le sonreían, él les respondía de igual manera. No podía decir que era un mujeriego pero le agradaba tener varias opciones al momento de elegir.

Al mirar hacia arriba, vio a Reyna bajando las escaleras, estaba hermosa, tenía un leve maquillaje y su cabello recogido en una coleta alta, se veía un poco más seria de aquella manera; pero de igual forma no perdía su toque.

Se enderezó, caminó hacia ella y antes de saludarla, ella se le adelantó.

—¡Hola! ¿Cómo dormiste?

—Bien porque estuviste todo el tiempo en mis sueños, ¿y tú? —respondió con una sonrisa, contento de que ella demostrara curiosidad por lo que él le había dicho ayer por mensaje.

—¡Muy bien! Aunque me sorprende que tú lo hicieras, eres un mentiroso.

—¿Por qué lo dices? —preguntó repentinamente nervioso.

—Hablamos antes de dormirme y no soñé contigo —reclamó con el ceño fruncido.

—Era eso... —susurró aliviado—. Me asustaste, pensé que había hecho algo mal.

—¿Te parece poco mentirme?, —dijo indignada—, no me gustan las mentiras y si no quieres que te tilde de embustero, será mejor que hoy si sueñe contigo. Quizás si hablamos más, si pase —Reyna se encogió de hombros sin fijarse muy bien en lo que decía.

—Si quieres soñar conmigo, hablaremos muchísimo hoy; es más, pasaremos todo el día juntos, y si eso no es suficiente, saldremos el fin de semana, ¿te parece?

—¿Es una cita? —preguntó con una sonrisa pícara.

—Si quisieras, podría serlo —Usó un tono sugerente que causó un estremecimiento en Reyna.

—¿Por qué decidiste inscribirte en este liceo? —Ella cambió rápidamente el tema, no quería que la conversación siguiera por ese camino, pero tampoco quería ponerle fin.

—Repetí quinto grado de primaria. Me distraje con otras cosas y ya no pude hacer nada para pasar de año —respondió con amargura. Luego de un corto silencio, prosiguió—: Y bueno, decidí entrar aquí porque le ahorraría mucho dinero a mi tío, ya que obtendría una beca, me darían hospedaje, comida y así él no gastaría de su dinero, demasiado hizo con pagar los pasajes de avión para venir hasta aquí.

—Que quieras ahorrarle ese dinero a tu tío y evitar causarle problemas, habla muy bien de ti. Sé que soy muy curiosa pero ¿por qué te lo pagaría él y no tus padres? —preguntó no muy segura de hacerlo.

—Mi papá murió por culpa de un desgraciado hace años —dijo sin ocultar su rabia. La abrazó como acto reflejo y le susurró en el oído—. ¡Lo siento! Nunca he tenido buena relación con mi madre, ella no estaba de acuerdo con que viniera, así que me puse de acuerdo con mi tío. Estuvimos arreglando todo durante casi un año y para suerte de nosotros, mi madre no nos negó el permiso.

—Dices que lograste llegar aquí, ¿De dónde eres?

—Soy del D.F, México. Llegué a Venezuela hace tres días, justo cuando te conocí —respondió sintiéndose un poco más tranquilo por el cambio de tema. Reyna lo miró con emoción.

—¿De verdad? ¿Cómo es eso allá? ¡Yo siempre he querido ir! —Sonreía tal cual niña pequeña.

—Hay muchos sitios que puedes conocer, desde parques y bosques, hasta sierras y volcanes. Yo he ido al volcán Ajusco, ahí puedes ver como corren varios ríos, tienen una granja didáctica donde te dejan tocar animales. He visitado los centros culturales, donde ves cualquier tipo de cosas: tejidas, en arcilla, barro, en plata —Era palpable el entusiasmo en Ibrahim, todas esas cosas las había vivido junto a su padre; lo que no entendía, era porque se lo contaba a ella.

—¿En serio estuviste en un volcán? ¡Wow! Debe ser hermoso poder ver todo eso —Reyna estaba alucinada. Ibrahim no entendía su emoción, pero le gustaba verla así.

—Ya he hablado mucho de mí, ahora cuéntame de ti.

—Bueno mi mamá murió cuando nací. Me crió mi abuela hasta los siete años, cuando mi papá apareció y me fui a vivir con él. Cuando cumplí los ocho años, me inscribió en este internado y lo veo que si en las navidades y eso —Sus ojos se llenaron de lágrimas que no dejó salir.

Se sorprendió cuando sintió a Ibrahim envolverla en un fuerte y reconfortante abrazo, que ella correspondió; aunque no lloró, si se refugió en su pecho, sintiéndose protegida y con una calidez interna.

Pasaron varios minutos en los que ninguno dijo nada, no era necesario; pero se vieron interrumpidos por el timbre que indicaba el inicio de clases. Reyna con cierta vergüenza, levantó la cara y dijo:

—Tenemos que ir a clases. Llegaremos tarde —Ibrahim asintió y se fueron agarrados de manos.

Entraron al salón causando un alboroto en los demás, pues en ningún momento se soltaron. El profesor tuvo que poner orden con un fuerte regaño, tanto a Reyna e Ibrahim por llegar tarde y alborotar a la clase, como a los demás por empezar a armar semejante escándalo.


Ibrahim se sentó recibiendo miradas de envidia de varios muchachos, pero se fijó en una en especial, la de Gabriel, esa mirada no solo reflejaba envidia, si no que además odio, celos, desprecio y rabia; ignoró todo eso, incluso las palmadas de «¡Bien hecho!» de parte de sus amigos.


Reyna se sentó recibiendo miradas y sonrisas pícaras de Carmen y Victoria, además de miradas de envidia de una que otra chica y un «Tenemos que hablar» de parte de Gabriel.

Pero lo cierto es que ella no tenía tiempo de fijarse en nada de eso, solo podía preguntarse: ¿Qué estaría pensando Ibrahim después de esa escena?



Ibrahim no paraba de meditar sobre lo que había pasado en el pasillo hace un rato, le sorprendió mucho verla en ese estado. Sintió cierta empatía por Reyna, lo que pasó le causó un gran sufrimiento y aún le duele.

Por un lado debería estar feliz al saber que ella le tiene confianza, ya que eso le facilitaría las cosas... pero no. Viene esa niña a mostrarse tan débil y vulnerable que a él lo que le da, son ganas de protegerla.


Pasaron las horas de historia, las cuales fueron eternas; seguidas de las de ingles, quién solo se dedicó a mandar un trabajo para retirarse.

Llegó el receso y Reyna se levantó de su asiento dispuesta a acercarse a Ibrahim, pero una mano le agarró el brazo bruscamente para que se volteara, Gabriel.

—¡Acuérdate que tenemos que hablar! —dijo frunciendo el ceño.

—¿Y de qué tiene que hablar contigo? —interfirió Ibrahim.

—¡Eso a ti no te incumbe! Lo que tengo que decir, es un asunto entre ella y yo —respondió apretando más el brazo de Reyna y acercándose a Ibrahim, preparado para golpearlo.

—¡Pues si me incumbe! No veo razón para que hable en privado contigo —Ibrahim le arrebató a Reyna de un movimiento rápido y la puso detrás de él, tomando la misma postura amenazante que Gabriel.

—¡Bueno ya! No hay necesidad de que armen un escándalo —dijo Reyna seria.

—¡Maldito infeliz! ¿Qué es lo que buscas? Solo pasar el rato ¡Deja de querer dártelas del héroe! No eres diferente a los demás —gritó Gabriel ignorando por completo a Reyna, sentía como le hervía la sangre y necesitaba desquitarse, así que dio el primer golpe; Ibrahim, no lo pensó dos veces para regresárselo.

Parecían animales, tumbaban pupitres, dando y recibiendo golpes por todo el cuerpo. Reyna trataba de meterse a separarlos pero sus amigas no la dejaban, hasta que Hernán y Nicolás se metieron para detener a Gabriel, mientras que José y Cristian a detener a Ibrahim; sin embargo, para estar bastante cansados, querían continuar.

Todo terminó cuando llegó el director, quien con cara de disgusto dijo:

—¿Qué está pasando aquí?

—¡Este tipo no deja de meterse en lo que no le incumbe! —Gabriel respiraba agitadamente, estaba claramente alterado, pues incluso al director, le estaba levantando la voz.

—Porque este imbécil, no entiende que no puede hablarle a las personas como se le da la gana —contraatacó Ibrahim.

—Todo fue mi culpa director, yo empecé este problema —dijo Reyna, mirando seriamente a Gabriel.

—No director, ella se quiere culpar —Ibrahim y Gabriel hablaron al unísono.

—¿Otra vez? ¡Todos salgan al receso! Y ustedes tres, —Refiriéndose a Gabriel, Ibrahim y Reyna—: acompáñenme a mi oficina.

Todos obedecieron sin rechistar, pues en pocas ocasiones lograban ver al director molesto y sobretodo, tratándose de algo tan normal en ese internado, como ver a Reyna o a Gabriel involucrados en un problema.

Una vez que llegaron, se pararon frente al escritorio mientras el director se sentaba frente a la computadora. Todo estaba en un incómodo silencio que Santiago interrumpió con la mirada fija en el monitor.

—Gabriel, esta es tu primera pelea del año y no tenemos ni una semana de haber empezado las clases, esta vez has batido récords. Finalizando el año, te dije que te suspendería una semana apenas dieras el primer problema, y así será.

—Pero yo no fui quien empezó —protestó Gabriel.

—¡Ya dije! Ahora vamos con usted Ibrahim Arango, según sé es becado, viajó desde México con su tío y repitió un año por problemas familiares. ¿Sabe lo decepcionado que estaría su tío si se entera de que usted ya ha estado en una pelea? —mencionó el director con seriedad.

—No fue su culpa. Vio a Gabriel alterado cuando quiso hablar conmigo y le preocupó que me fuera con él en ese estado —lo defendió Reyna, más por instinto que por otra cosa.

—Pero que caballero salió el muchacho ¡Reyna, no lo defiendas! —Gabriel estaba más que molesto. «Ahora hasta lo defiende, eso es lo que me faltaba», pensó mientras veía a Ibrahim con rabia.

—¡Basta! No van a armar un escándalo aquí también. Ya que es su primera pelea, lo voy a pasar por alto joven Arango —anotó algo en alguna hoja—. Y guardé lo mejor para el final, Reyna Castillo. Ya habías tardado en meterte en problemas. ¿Qué voy a hacer contigo? Tendré que llamar a tu padre, no podemos volver a pasar por esto.

Esperaron una reacción que nunca llegó. Reyna, para sorpresa de Gabriel y el director, asintió.

—Disculpe pero no es justo. Ella no se metió en ningún problema, no es necesario que llame a su padre —Ibrahim se sorprendió a sí mismo, él debiese ser el más interesado en conocer al culpable de su desgracia.

—Ella tenía una advertencia, bastante le pasé antes de las vacaciones y dije que este año no iba a ser igual. Ahora retírense a sus habitaciones, yo les avisaré a los profesores que están castigados. Gabriel, a partir de mañana comienza tu expulsión —Los tres salieron de la dirección y enseguida Ibrahim agarró a Reyna de la mano, llevándosela hasta el baño de mujeres, sin darle tiempo a Gabriel de reaccionar.

—¿Por qué trataste de defenderlo? —preguntó.

—Te defendí más a ti, con él sólo traté de que no le pusieran un castigo tan fuerte —respondió evitándole la mirada.

—¡Él no me inspira confianza! Por lo que sé, se mete en problemas; además, me molesta muchísimo la confianza con la que te habla —dijo con el ceño fruncido.

—Él no es malo. Tiene problemas y los refleja aquí, donde siente que no lo reprimen. Y me habla así porque me conoce —Ibrahim no supo si eran ideas suyas, pero podía ver reflejada la tristeza en la mirada de Reyna.

—¿Es verdad que está enamorado de ti? —Esa pregunta le dejó un sabor amargo en la boca y bien sabía, que la respuesta le produciría un efecto peor; ella asintió y él suspiró, se pasó las manos por el cabello y le preguntó—: ¿Y a ti te gusta él?

—¡No! Nunca me gustó, y por eso nos distanciamos —explicó—. Ya no hablemos de eso —Se sentía incomoda.

—¿Qué quieres hacer? Tenemos todo el día libre para nosotros.

—Vamos al patio, quisiera tomar un poco de aire —Reyna agarró su mano y se encaminaron a la parte trasera del colegio.

Allí, se detuvieron cerca de un gran árbol, viendo el bosque que se extendía ante ellos. Todo esto, hizo que a Ibrahim se le ocurriera una idea.

—Subamos al árbol.

—¡¿Qué?! —Reyna lo miró como si se hubiese vuelto loco.

—Me escuchaste. ¿Tienes miedo? —Se burló.

—No tengo miedo pero no voy a hacer eso, nos podemos caer —Se negó.

—No nos caeremos. Ven, yo te ayudo —dijo jalándola de la mano.

—¡No Ibrahim! No me voy a montar. Si quieres hazlo tú, yo me quedo aquí.

—Entonces no me dejas otra opción —Se encogió de hombros, se acercó a ella y la montó en su hombro tal cual costal de papas. Reyna empezó a removerse y a golpearlo.

—¡Suéltame! No hagas tonterías, no puedes subir conmigo sobre tu hombro, nos caeremos. ¡Déjame! ¡Bájame de una vez! —gritó sin dejar de golpearle la espalda, pero él solo se reía.

—Si no dejas de moverte, nos caeremos en serio —Ibrahim ya estaba frente al árbol al cual pensaba subirse—. Si quieres que te baje, lo haré si prometes trepar conmigo.

—No me gusta trepar, no soy un mono —contestó girándose lo más que pudo para verle la cara.

—Mira, hay una rama que no está tan alta y se ve lo suficientemente fuerte, podemos sentarnos. No tengas miedo, yo no voy a dejar que te caigas —aseguró Ibrahim. Reyna se lo pensó un momento, tenía casi cuatro meses sin trepar, y no porque no le gustara o no supiera, sólo que le traía demasiados recuerdos.

—¡Está bien! Pero me bajaré cuando yo decida —Cedió con cierta molestia, no podía creer que sin estar del todo segura, había dicho que si solo por complacerlo. Él la bajó de su hombro, le agarró la mano y le sonrío, eso bastó para que ella quisiera volver a subirse a un árbol.

Ibrahim iba primero, indicándole dónde colocar el pie y dónde agarrarse. Al principio le pidió a Reyna que fuera de primera pero al fijarse en su uniforme, se dio cuenta de que no era buena idea, esa falda lo iba a atormentar durante toda la subida y aunque ella no se opuso, él la convenció de que lo mejor era que él la guiara.

La verdad es que Reyna lo hacía bastante bien, y en menos de lo esperado, llegaron a la rama que Ibrahim había visto y se sentaron, quedando ella junto al tronco.

Se sentaron con sumo cuidado y empezaron a hablar sobre ellos, nada verdaderamente importante, solo trivialidades para pasar el tiempo.

Ibrahim quedó un poco sorprendido al enterarse de que Reyna tenía doce años, la verdad es que cuando la vio, parecía una muchacha de quien o dieciséis, y en su investigación, no hubo ninguna página que mencionara su edad.

Descubrió que desde niña aprendió a trepar; le gustaba el helado de chocolate, la música, las películas pero sobretodo escribir, incluso le mencionó que escribía una historia en una página de libros virtuales, llamada Wattpad; amaba los paseos a la playa y la montaña; supo que odiaba las mentiras, las cosas rosadas y el egocentrismo, —Si claro, como no—; además de conocer una que otra anécdota que ella le fue contando.

Por su parte, dijo que tenía quince años, le contó que le gustaba la música y el fútbol; le dijo que no le gustaba la frivolidad y el materialismo pero a ella no le afectó enterarse, pareció agradarle, cualquiera era capaz de pensar que ella no era nada de eso; le contó ciertas anécdotas, todas con mucho recelo, pues mencionaba a su padre; pero debía ceder un poco, estaba consiguiendo su confianza.


Así pasaron las horas hasta que se hizo de noche, Reyna se había quedado dormida en algún momento de la tarde, con su cabeza recostada en el hombro de Ibrahim, quien tuvo que despertarla para poder bajar, pero apenas tocaron el piso, ella lo abrazó recargándose en su espalda y volviendo a dormirse.

—No puedes hacerme esto —dijo agachándose para acomodarla, la sostuvo de los muslos y se encaminó hacia la habitación de ella; por suerte, ella no pesaba casi nada, y a pesar de ser un recorrido largo, no se le dificultó llevarla.

Al entrar al cuarto, vio a la misma chica que le había dado la dirección de esa misma habitación el día que llegó, si mal no recordaba, se llamaba Carmen.

—Hola. Disculpa que entre así, se ha quedado dormida —explicó con una sonrisa.

—Ho-hola ¿Puedes dejarla en e-sa cama? —pidió señalando la cama de Reyna, Ibrahim la recostó con el mayor cuidado posible y la cubrió con una sábana—. Grac-cias por traerla.

—¡No es nada! No nos hemos presentado, soy Ibrahim Arango, la otra vez no me dijiste tu nombre —Le extendió la mano.

—So-soy Carmen Ferrer, un gusto —Ella aceptó su mano nerviosa y aunque intentó, no pudo dejar de tartamudear.

—El gusto es mío —Sonrió besándole la mano, causando que desviara la mirada, nerviosa. Él se fijó en que ella casi no lo veía a la cara, al parecer era muy tímida, por lo que la aconsejó—: Disculpa mi atrevimiento pero trata de mirar siempre a la cara a las personas. Tienes una mirada muy hermosa como para que la cedas ante alguien.

Carmen lo miró sorprendida y enseguida sus mejillas se tiñeron de rojo, Ibrahim rió al ver ese gesto tan tierno, parecía una niña. Ella abrió la boca dudosa y se alcanzó a escuchar:

—Hmp, yo... yo... —Pero no volvió a hacer el intento e Ibrahim al verla tan nerviosa, optó por despedirse.

—Bueno Carmen, que descanses, buenas noches —Le hizo un ademán con la mano y se fue, tenía mucho en qué pensar.

No entendía porque se había comportado así el día de hoy, pero se sentía bien al haber pasado la tarde con Reyna; era una muchacha muy interesante y divertida, quizá si no fuera hija de quien es, hubiesen podido ser amigos.

Al llegar a su habitación, vio a sus compañeros dormidos, así que se metió a bañar evitando hacer ruido, sabía que si los despertaba, estarían insoportables.

No pudo evitar pensar en lo bien que se sintió al tener a Reyna sobre su espalda, podía sonar enfermo y loco, pero le gustó tenerla para él. Tal parece que había sido un día agotador para ella y tuvo la confianza para quedarse dormida, y dejarle a él la libertad de devolverla a su habitación. ¡Esa niña se confiaba muy rápido!

Al salir de la ducha, se colocó unos boxers y se acostó a dormir, le dolía un poco la mejilla derecha por uno de los golpes que le dio Gabriel, quizás mañana, tendría una marca o sentiría el verdadero dolor; por ahora, aprovecharía de dormir, tenía que tener energías para ver si mañana avanzaba un poco más con Reyna.











¡Hola a todos! Sé que me tardé un poco en subir este capítulo pero he tenido muchas diligencias que hacer y no tuve tiempo de sentarme a escribir. Espero que les haya gustado, gracias por leer, bye.

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