III - Amigos
Al día siguiente
Primer día de clases, en el mismo salón donde se reunieron ayer, estaban nuevamente todos los de primer año de secundaria; ya la mayoría se conocían, otros (los nuevo ingreso) se estaban conociendo, pero al parecer, entre todos congeniaban bastante bien.
Ibrahim hablaba con sus compañeros de habitación, quienes se pusieron de acuerdo para sentarse juntos.
Inconcientemente, buscó a Reyna con la mirada y no le agradó para nada encontrarla hablando familiarmente con el tal Gabriel, quién por desgracia, también tocaba en el mismo curso.
—Oigan, ¿alguno de ustedes sabe quién es ese muchacho que está hablando con Reyna? —preguntó dirigiéndose a Diego y José.
Diego, al ver quien era, miró a Ibrahim y con seriedad le contestó:
—Es Gabriel Camacho, el chamo más rudo del liceo. Desde primaria se mete mucho en problemas, pero cambió cuando se hizo amigo de Reyna, está perdidamente enamorado de ella y aunque siguen siendo amigos, a veces discuten y se forma todo un revuelo en este sitio.
—¿Y a ella le gusta él?
—Hasta donde sabemos, no; pero a todo esto, ¿por qué tanto interés? —Contraatacó con curiosidad.
—¿Yo? ¿Interés? ¿En esos dos? Se nota que no me conoces, es solo curiosidad —respondió encogiéndose de hombros.
—Reyna está fuera de tu alcance, ha tenido varios novios pero ninguno es becado, todos son multimillonarios —mencionó con cierto orgullo—. Pero dejando ese tema de lado, ¿qué les pareció el partido de fútbol de anoche?
Los cuatro jóvenes, siguieron hablando con entusiasmo e interés. Bueno... mejor dicho tres, porque Ibrahim tenía la mirada y la mente en cierta morena que se reía del comentario de Gabriel.
En la parte trasera del salón estaban Victoria, Carmen, Nicolás, Paola, Hernán, Reyna y Gabriel reunidos en un círculo, hablando de distintas cosas.
Gabriel no le quitaba la mirada de encima a Reyna y ya la tenía bastante incómoda; para tratar de disimularlo, hacia algún comentario sobre lo que hablaban o le sonreía a Gabriel, sabía que era mejor no decir nada, en cualquier momento llegaría el profesor.
Un par de minutos después
Llegó el profesor de Matemáticas, hizo la presentación, dio el plan de evaluación, mandó a comprar el libro y explicó una breve introducción de lo que se vería ese año en su materia.
Después de dos horas, llegó el prof. de Biología, repitió el mismo procedimiento que el de matemática y después de otras dos horas, llegó el tan anhelado receso, que injustamente eran 40 minutos.
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Toda la escuela estaba reunida en el cafetín, comiendo y hablando con su respectivo grupo, ahí fue cuando Ibrahim se dio cuenta de que Reyna evitaba dirigirle la mirada, seguro por lo que pasó ayer.
Con toda la confianza que lo caracterizaba, se levantó de su asiento y se dirigió a la mesa donde estaba Reyna con el mismo grupo del salón, ella se le quedó viendo sin ninguna expresión.
—¿Qué haces aquí? —preguntó alzando una sola ceja.
—Necesito hablarte, ¿me acompañas? —pidió, casi que demandó.
Cuando ella se iba a parar de su asiento, Gabriel la agarró por la muñeca, la jaló detrás de él y dijo:
—¿Quién coño te crees para hablarle así? Ella no tiene que ir a ningún sitio contigo.
—A ella no le molesta que le hable así y hasta donde sé, tú no eres nadie para reclamar algo —El derecho que este tipo creía tener sobre Reyna, hizo que se molestara.
—¡Bueno ya! ¡No van a empezar un escándalo! Gabriel cálmate, yo regreso ahorita —dijo ella molesta. Agarró a Ibrahim de la muñeca y se desaparecieron por los pasillos, acabando en uno solitario, vacío, con mala iluminación y en un estado bastante deteriorado, pero perfecto para ellos en esa ocasión—. ¿De qué querías hablar?
—Quería pedirte disculpas por el beso que te dí, sé que no fue lo correcto y que debí controlarme, pero es que en verdad me gustas. Tenerte tan cerca y saber que antes estabas con el imbécil ese, me molestó demasiado.
—A pesar de la situación, mi reacción no fue la mejor —Reyna estaba avergonzada. No entendía desde cuando ella debía disculparse por anteponer su negativa.
—Creo que empezamos con mal pie. He sido un insufrible pero realmente no soy así, sólo quiero ser tu amigo y...— No pudo terminar la frase porque inesperadamente, Reyna lo besó. ¡ELLA LO BESÓ!
Le transmitía la necesidad de aquel contacto, era como si hubiese anhelado ese beso, como si lo hubiese esperado desde hace tanto tiempo. Para ambos era una sensación increíble estar sobre los labios del otro, no sabían como explicarlo pero era así.
Al separarse, se miraron fijamente y ella dijo:
—Me deje llevar... No debí...
Pero Ibrahim no dejó que terminara, le puso un dedo en la boca y susurró:
—No digas nada —Le dio otro beso, más dulce que el anterior.
Exploraron lentamente la boca de su compañero, sin ningún apuro; también sus manos indagaron, Ibrahim las colocó en la nuca de ella, mientras que Reyna las apoyaba en su pecho, pero no para apartarlo, sino para sentir algo que la aferrara a este mundo, pues con esos labios se sentía por las nubes.
Cuando se separaron, Ibrahim no la dejó hablar, tomó la delantera ya que ese era su momento, sino lo decía ahora, ¿quién sabe cuándo se le presentaría nuevamente la oportunidad?
—Reyna, sé que es sorpresivo pero, ¿quieres ser mi novia? No tienes que decirme que si pero me gustaría que me des el chance —Le agarró las manos. Era más que obvio que a Reyna la tomó por sorpresa, su cara, sus ojos, su expresión la delataban.
—Tú y yo no podemos ser novios. Apenas nos conocemos ¡Es absurdo! No podemos ser nada —respondió negando con la cabeza después de un largo suspiro.
Ibrahim se desanimó al oír su respuesta, pero no podía negar que ella tenía razón, por lo que sonrió y no dispuesto a perder del todo su trabajo, dijo:
—Entonces accede a ser mi amiga. Como amigos no tendremos problemas, nos vamos conociendo y ya después vemos que pasa.
—¡Bien! Entonces seremos amigos —Aceptó con una sonrisa.
—Bueno amiga, vamos juntos al salón —dijo extendiéndole el brazo, Reyna lo tomó y así llegaron a la puerta, donde ella se detuvo y lo soltó, dándole a entender que eso sería lo mejor; él accedió y la dejó entrar primero.
Todas las miradas se posaron sobre los recién llegados, pero ambos las ignoraron.
Las clases transcurrieron tranquilamente con una que otra mirada cómplice entre Reyna e Ibrahim, pero que pasaba desapercibida para todos; excepto para Gabriel, quien si vio todo raro desde que esos dos entraron pero sabía que no era el momento de decir algo.
Por fin sonó el timbre indicando el final de las clases por ese día, causando que todos salieran apurados.
Reyna se despidió de sus amigas para ir al baño y aunque insistieron en acompañarla, ella se negó; lo cierto es que iba a fumarse un cigarrillo.
No fue hasta que abrió la puerta del baño, que se dio cuenta de que alguien la seguía, volteó dispuesta a enfrentar a esa persona pero se encontró con Ibrahim.
—¿Qué haces aquí? Te pueden ver y nos meteríamos en problemas.
—No me importa si es por estar contigo. No hemos podido hablar casi hoy, así que quiero que me des tu número telefónico —pidió sacando su teléfono.
—Te lo doy y me voy, tengo algo que hacer —Sonrío, le dio su número y cuando estaba dispuesta a irse, Ibrahim la detuvo.
—¿No ibas al baño? —preguntó dudoso, pues había visto cuando ella se negó a que sus amigas la acompañasen.
—Iré al de la habitación. Nos vemos mañana —respondió algo nerviosa, Ibrahim lo dejó pasar. Con sumo cuidado, se acercó a ella y le dio un beso en la mejilla.
Al separarse, ella tenía la boca entreabierta y lo miraba sorprendida, sonrío satisfecho y se fue a su habitación, había adelantado algo el día de hoy.
Reyna quedó un rato parada en el pasillo, sorprendida por ese beso tan... tierno. Solo alguien la había besado en la mejilla con esa delicadeza, pero en aquella ocasión, no sintió ese estremecimiento en su cuerpo.
Cuando logró recuperarse un poco, entró al baño y en uno de los cubículos, se fumó un cigarrillo; sin embargo, no fue capaz de terminárselo, así que regresó a su habitación, se aseó y cuando se acostó dispuesta a descansar, recibió un mensaje de texto que decía:
"¡Hola bombón! ¿Ya te dormiste? Yo no puedo dormir por pensar en ti"
Ella sonrió, no pensó que realmente le fuese a escribir, pero ya que lo había hecho, le respondió:
"¡Hola! Estaba por hacerlo pero tu mensaje interrumpió mi intento"
"¡Eso me gusta! Si hablamos antes de dormir, soñarás conmigo. Prometo mañana, contarte lo que soñé"
"Dices cosas muy raras. Déjame dormir, yo si tengo sueño. Anda a dormir tú también"
"Bueno entonces te dejo dormir. Buenas noches, descansa princesa, dulces sueños"
Reyna sonrío y luego de quedarse un momento viendo el mensaje, le respondió:
"¡Buenas noches, tú igual!"
Apagó el celular y se acomodó en su cama, por alguna extraña razón, se alegró al ver un mensaje de parte de Ibrahim en su teléfono y eso la ayudó a dormirse rápidamente.
Ibrahim estaba más feliz que ratón en fábrica de queso, todo le estaba saliendo perfecto. Aún cuando ella lo había rechazado, accedió a ser su amiga y eso era un avance.
Solo debía ganarse su confianza, hacerse su novio y cerrar con broche de oro; solo tenía que llevarla al cielo y dejarla caer con todo el peso de sus ilusiones de niña ingenua.
¡Hola a todos! Aquí está el otro capítulo, espero les guste. Pobrecita Reyna, ella tan feliz sin saber que su amado no siente lo mismo.
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