Extra: Esperanza
La esperanza se levanta como un ave fénix de las cenizas de los sueños rotos.
(S.A. Sachs)
***
NOTA: algunos dijeron que les valía Esperanza. Así que sólo sáltense este capítulo y esperen el siguiente. Y a los que querían leerlo, aquí está…
***
[Extra: Esperanza]
POV ALEC
-¿Estás bien, Alec? –pregunta Esperanza, sacándome de mi momento miseria.
-S-sí –contesto sabiendo incluso yo que eso no sonó nada convincente.
-¿Y el chico este ya se fue? ¿Cómo es que se llama…?
-Magnus –contesto con un suspiro, algo cálido se instala en mi pecho y, definitivamente, tengo miedo.
Ella me está mirando, lo sé, lo siento, pero no dice nada al respecto, y se lo agradezco, yo tampoco lo hago. –Iré a pedirle a Irene que cierre –me dice en cambio-, espérame y te acompaño a casa.
-Gracias –le contesto resignado.
Siento su brazo engancharse al mío unos minutos después y me jala para ponerme de pie. Una sonrisa se me escapa, con ella siempre es así. Caminamos un momento en silencio, un silencio que no es incómodo, con ella nunca lo es.
-¿Estás bien? –me pregunta de nuevo, rompiendo el silencio de repente.
Siento mis labios temblar un poco antes de atreverme a contestar, no quiero mentirle, no a ella, no después de todo: -No lo sé…
Suspiro y suelto una carcajada triste. Ella se aferra un poco más a mi brazo, abrazándolo ahora con sus dos manos entrelazadas alrededor de él. -¿Quieres contarme?
-No sé qué me pasa –admito en voz baja, pero ella me escucha.
-Tal vez lo sabes, cariño, ¿recuerdas aquella vez que nos conocimos…? ¿Recuerdas tus palabras?
Inevitablemente sonrió ante el recuerdo.
-Claro que sí, como si hubiera sido ayer…
<<Flashback:
El agua corría por todo mi cuerpo, mojaba mi cabello, pegándolo a mi frente, bajaba gota a gota por mi rostro, mezclándose con mis lágrimas saladas, liberándome de ellas. Nunca como en aquella vez quise dejar este mundo, morirme de una buena vez. Izzy había insistido en que debía bañarme…
-Alec, tengo que salir –me había dicho-, acompáñame, por favor.
-No quiero –susurré contra la almohada, acomodándome para dormir de nuevo.
-Por favor –sentí la cama hundirse a mi lado, ella se había sentado ahí. Me alejé un poco cuando sentí su mano enterrarse en mi enmarañado cabello.
-No quiero salir de esta cama, Izzy, ¿por qué no lo entiendes? Después del accidente te dijeron, yo escuché a los doctores, hay lugares donde puedes dejar a las personas como yo para que no sean una carga… Tal vez deberías…
Escuché como un sollozo se le escapó y al instante me sentí mal, pero no dije nada, era mejor así. –N-no te voy a d-dejar…
-Izz…
-¡No! –me gritó-, no te voy a dejar, tú no me vas a dejar, y ahora mismo vas a bañarte y a acompañarme, hace meses no sales de aquí, esta todo sombrío, oscuro, huele mal… Sé que hace días no te bañas, la comida que te traigo se queda casi intacta…
-Tú no cocinas bien –me excuso, esperando que se moleste y se vaya.
-Sabes que no cocino yo. Levántate, no puedes seguir así…
-Puedo y lo haré. No hay mucho que una persona ciega pueda hacer. Me quedaré aquí, no puedo ver a nadie, y no quiero que nadie me vea a mí…
-Mira, Alexander, no te hagas el inútil conmigo, porque he investigado y las personas invidentes no lo son, ellas aprender a leer con sus dedos, a moverse solos dentro y fuera de sus casas, tienen empleos normales…
-Pero yo no…
-¡Alexander Gideon! ¡Levántate! Max no querría verte así…
-Max ya no está –contesto con un gruñido, tratando de no llorar-, Max nunca volverá y es mi culpa, debí morir yo y no él…
-Alec –me dice con voz rota, la fuerte Isabelle Lightwood a punto de llorar-, no me hagas esto, por favor, no me dejes tú también. Tú eres lo único que me queda, tú siempre fuiste el fuerte, hermano mayor. Y-yo…yo…cuando llegué al hospital Max aún estaba consciente, me vio y lo único que preguntó fue “¿Cómo está Alec?” y cuando le dije que tú estabas bien él sonrió, ¡sonrió, Alec! Nuestro hermanito se fue con una sonrisa porque sabía que estabas bien… Así que aunque tenga que arrastrarte para que lo hagas, tú saldrás de aquí y volverás a vivir, yo sé que un día volverás a sonreír o a ser el Alec amargado de siempre…
Yo nunca fui fuerte, nunca fui útil, nunca fui nada. Nunca lo fui, y ahora menos lo seré. Dejo el agua seguir corriendo, pasa de caliente a tibia, de tibia a fría, y finalmente helada hasta calarme los huesos. Suspiro, cerrando las llaves. Puedo hacerlo. Puedo fingir por Izzy, hasta que ella encuentre a alguien y yo pueda irme tranquilo…
Froto mi cuerpo con la toalla y busco a tientas mi ropa, tardó bastante…
-¿Alec, necesitas ayuda? –pregunta Izzy al otro lado de la puerta.
-No. Yo puedo…
Yo puedo. Yo puedo. Yo puedo… Me repito esas dos palabras y sigo buscando, choco varias veces con objetos que ni recuerdo que estuvieran en el baño… Suspiro frustrado en más de una ocasión, hasta que por fin doy con ella. Me pongo la ropa interior, los jeans y un suéter, confiando en que lo hice bien.
Ahora me muevo, una de mis manos sin despegarse de la pared, así como se supone que debes hacer para no perderte en un laberinto. Ojala sirviera para salir del mío, pero mi laberinto es la oscuridad, son las sombras, y de aquí ya no saldré. Yo estoy atrapado en este laberinto como el minotauro, y nadie viene tampoco a acabar con mi tortura…
Doy con el pomo de la puerta, lo giro lentamente y abro la puerta, chocando al instante con Izzy que estuvo ahí todo el tiempo. -¿T-tie-nes ham-bre? –me pregunta nerviosa.
-No. Vamos a lo que sea que tengas que hacer. Ya quiero volver a mi cama.
-¿Puedes al menos intentarlo? –me pregunta con voz triste.
-Eso hago. ¿Puedes buscar las gafas? No quiero sentir miradas fijas en mis ojos…
Ella no dice nada. Se limita a buscarlas y a dármelas. Luego una de sus manos toma mi brazo con delicadeza y empieza a dirigirme. Siento el cambio en el ambiente cuando salimos de casa y ahora tengo miedo. Empiezo a temblar un poco. Este es un mundo nuevo, un mundo de depredadores con ojos vivos y presas que viven entre las sombras, yo soy una de ellas y ahí debí quedarme. Me recorre un escalofrío que me hace temblar aún más, a la vez que siento el sol calentando mi cara y mi cuerpo. Me está dando un ataque de pánico, lo recuerdo de cuando estudiaba psicología…antes del accidente, siento que voy a vomitar…
Y entonces escuché su voz sollozante por primera vez. –Por favor, Jonathan, ¡por favor, no más!
Se escuchó un golpe seco y otro sollozo. Y eso fue el detonante, algo en mi interior se apagó o se encendió, no sé, pero algo cambió. Las náuseas, los temblores, los escalofríos, el miedo, todo se fue en un instante. Empecé a escuchar todo más claro, podía sentir a Izzy y más personas a nuestro alrededor, mis dedos picaban por tocar algo, por hacer algo. –Izzy, ¿qué pasa?
-No sé, Alec, creo que…alguien está golpeando a una chica…
-¡Y por qué nadie hace nada! –le grité enojado, pude sentir como varias cabezas se giraron hacia mí, sentía sus ojos clavados. También me di cuenta que varias personas se fueron después de eso. Malditos cobardes, era más fácil hacer como que nada pasaba… -Izzy, llévame con ella…
-No, Alec… El chico sigue ahí. No pienso dejar que te acerques…
-Izzy, esa podrías ser tú…
-Pero no soy…
-No me importa –empecé a empujar personas, pronto dejé de escuchar los gritos aterrorizados de Izzy, me perdí entre ese río humano y me guíe por los sollozos de la chica. No supe cómo llegué hasta ellos, pero cuando lo hice casi tropiezo con ella, estaba en el suelo, intenté agacharme y entonces recibí un golpe que me dejó a su lado.
-¡Jonathan, no! –gritó ella, cubriéndome con su cuerpo-. Es…es ciego…
-¡Y a mí qué me importa! Que no se meta en esto… Tú eres mía y puedo hacer contigo lo que quiera…
-¡Ella no es de nadie! –le grité, sacando valor de no sé dónde, me puse de pie aprovechando mi rabia, y le ofrecí mi mano, ella la tomo y al instante la sentí tras de mí, temblando-. ¡Dile! Dile que no eres suya, no eres un objeto, ¿por qué dejas que te trate así?
-Porque él me ama –contestó ella sollozando contra mi hombro, logrando que mi corazón se encogiera y al instante se hinchara queriendo protegerla de todo.
-Él no te ama…
-El ciego tiene razón –dijo él-. Yo no te amo, y si la golpee hace un momento fue precisamente porque ella no lo entiende, no entiende que esto ya se terminó. Que yo ya tengo a alguien más…
-Vete –le grite antes de que ella hablara-. Vete. Yo le haré entender…
Sentí como se acercaba hasta mí, su aliento alcohólico golpeándome, una de sus manos tomando un puñado de mi suéter. -¿Y dejarla contigo? ¡Ja! Ni de broma… No la amo, pero ella es mía… Ven ahora mismo… -sentí su otra mano jalar la de ella y entonces llegó Izzy…
-Suéltala o despídete de esa mano –le dijo con voz amenazante. Él se rio después de un momento de silencio, mala idea, Izzy sabía artes marciales, desde niños las habíamos practicado.
Esperanza estuvo en shock dos días. La llevamos a casa, aun cuando Izzy no quería. Yo fui aprendiendo a moverme, sin chocar ni tropezar, entre mi recamara y la de huéspedes donde ella estaba. Iba a escuchar su respiración, a asegurarme que estaba bien, me sentaba junto a ella, sentía su rostro, su cabello, fue a ella a quien memoricé con mis manos por primera vez.
Cuando volvió del shock, le ofrecimos llevarla a un psicólogo, ella se rehusó, así que yo le conté que había estudiado psicología y podía intentar ayudarla. Aceptó y se quedó en la casa un mes más, ella me hacía recorrerla entera varias veces al día mientras me contaba su historia. Jonathan había sido su novio desde la prepa, pero era violento, celoso, le gustaba beber y en los últimos meses hasta drogarse, conoció a una mujer en su trabajo que le ofreció cocaína, ella sabía que él le era infiel y, a pesar de eso y los golpes, no quería dejarlo.
-¿Cómo te llamas? –le pregunté en unos de los primeros días, mientras bajábamos lentamente las escaleras.
-Cuenta los escalones, recuérdalo –me dijo ella-. Esperanza. Me llamo Esperanza.
-Ya lo he hecho, son treinta y cinco…
-¿Por qué no lo dejabas? –le pregunté uno de los últimos días que estuvo en casa-. Tú eres una chica genial.
Ella rio por primera vez desde que estaba aquí y su risa fue como música para mi corazón. Tal vez no era un inútil, no si había logrado que ella riera de nuevo. –Porque creí que me amaba. Creí que yo lo amaba.
-¿Y no era así?
-Creo que no, ahí hay una planta… -me avisó.
-Ya lo sé. Está junto a la puerta del estudio… ¿Cómo sabes que no lo amabas ni él a ti?
-He visto tu relación con tu hermana y, aunque es un amor distinto, sé que Jonathan nunca quiso protegerme ni busco mi bienestar como ustedes lo hacen por el otro…
-¿No tienes familia?
-No. Él siempre fue todo para mí. Supongo que por eso me aferré tanto tiempo… Pero no volverá a pasar…
El último día, antes de despedirse y prometer que me visitaría, me dijo: -Gracias a ti he aprendido que el amor no es para mí. No volveré a darle a nadie mi corazón, no permitiré que me hagan daño de nuevo…
Yo busqué su rostro, ahora ya conocido, con mis manos, acaricié sus mejillas. –No digas eso, Esperanza. El verdadero amor no te hará daño y si lo hace, será un dolor que valga la pena. No puedes cerrarte por una mala experiencia. No todas las personas son malas, aún hay buenos sentimientos en la tierra. Tú eres un ejemplo, tú fuiste mi esperanza, sin ti seguro seguiría en mi cama todo el día…
-Y tú has sido la mía, estamos a mano –me dijo antes de darme un beso, y dar por terminada mi primera sesión de treinta días.>>
-¿Recuerdas tus palabras? –volvió a preguntar.
-Sí –dije buscando de nuevo su rostro, como aquella primera vez-. Tú fuiste mi esperanza, mi persona de buenos sentimientos…
-No –dijo deteniéndose, pues ya habíamos llegado a la casa-. Me dijiste que aunque el amor duela, cuando es verdadero, vale la pena. Tal vez ya es hora de que te abras tú, cariño, no puedes cerrarte por siempre. Tal vez este tal Magnus sea otra de esas personas…
CONTINUARÁ…
Sé que muchos no querían este extra. Así que gracias a los que lo lean ❤ y dejen de odiar e insultar a Esperanza
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro