Día 30
Cuando los ojos ven lo que nunca vieron, el corazón siente lo que nunca sintió.
(Baltasar Gracián)
* * *
POV MAGNUS
[Día 30]
Salgo de mi loft y camino nervioso, por primera vez Magnus Bane está nervioso, ¿la razón? Un par de bellos pero apagados ojos azules, un simple mundano que no tenía en realidad nada de simple...aunque claro, él no lo sabe.
<<Si al menos pudiera verme>>, ese pensamiento lleva días en mi mente, negándose a abandonarme.
Hoy es el último día y no sé cómo hacer para convencerlo de dejarme entrar en su vida, entrar de verdad, no sólo verlo un par de horas al día mientras le cuento mis antiguas desgracias amorosas...
Todo empezó como un juego, es decir, ¿qué perdía al detenerme unos minutos y contarle a aquel joven vagabundo mi historia o al menos una de ellas? Y no pueden culparme, en verdad parecía un vagabundo...
Pero vaya que había mucho que perder, para empezar olvidé cómo respirar cuando me acerqué y vi sus ojos, fue sólo un segundo hasta que sintió mi presencia y se colocó rápidamente sus características gafas oscuras...pero ese vistazo fugaz al azul intenso pero apagado de su mirada me bastó. Era él.
Su hermana, Isabelle, me dio una amenazante y silenciosa mirada antes de susurrarle algo al oído que lo hizo enrojecer, para después ir a sentarse al café de enfrente. No estoy seguro si escuché bien pero me pareció que fue un "éste es ardiente". Casi quise reír, ella era la misma, pero ¿y él?
* * *
Sonreí al recordar y apenas me di cuenta que ya había llegado. Sólo debía cruzar la avenida y ahí me esperaba Alexander. Él giró su cabeza hacia mí como si percibiera mi presencia, casi como si pudiera verme, pero yo sabía que era imposible.
Él me sonrió con dulzura y dijo con voz melodiosa: -Hola, Magnus.
Una sonrisa se extendió, fácil y feliz, también en mi rostro: -Hola, Alexander, ¿sabes? A veces creo que sólo finges no ver.
Él río suavemente. Sé que hace unos días le habría molestado, pero no más. Aunque lo niegue, sé que su corazón se ablandó conmigo, una puerta pequeña se abrió para mí, así como el mío se fue perdiendo (de nuevo) por él, en estos treinta días... -Es sólo tu olor, es inconfundible. Es sándalo y...algo más, ¿no?
Hoy no estaba Isabelle, eso era raro. -¿Dónde está tu hermana? -pregunté mientras me sentaba frente a él.
-Le pedí que no viniera -su rostro girándose hacia mí, directamente, y algo se removió en mi interior y me puso nervioso de nuevo. Su mirada, a través de las gafas, era tan penetrante que casi parecía que de verdad me veía.
-¿Por qué? -tragué nervioso (nervioso yo) y después agregué, medio en broma, medio en serio: -¿Cambiaste de opinión y vas a aceptar ser mi novio?
Sin darme cuenta, mi mano se había acercado a la suya, él la apartó de un manotazo. ¿Cómo lo hacía?
-Claro que no. Ya hemos hablado de eso. Desde el primer momento sabías que no serían más de treinta días, no hay excepciones.
-Pero, ¿por qué? -pregunté, sin querer, con tono lastimero. Y su expresión se suavizó un poco.
-Escucha, Magnus -dijo, tomando mi mano y dándole un suave apretón para después dejarla ir. Mis ojos perdidos en ese gesto volvieron a él cuando habló de nuevo: -Yo sé que han lastimado tu corazón muchas veces, me ha quedado más que claro en estos treinta días, aunque no te niego que he llegado a pensar que inventas gran parte, brujos, vampiros, seelies, hombres lobo, shadowhunters... -sacudió la cabeza con una pequeña sonrisa en sus labios-. El punto es que sé que estás buscando, aunque no lo sepas, alguien a quien abrirle tu corazón, alguien que te demuestre que es posible amar intensamente y recibir el mismo amor de vuelta, alguien que limpie las piezas rotas de tu alma y te arme de nuevo. Pero yo no soy ese alguien, Magnus.
-¿Cómo puedes decir eso? -pregunté desesperado-. Déjame intentarlo al menos, inténtalo conmigo.
Algo entre un sollozo y una carcajada salió de él. -Mírame, Magnus. Por eso no puedo seguirte viendo... ¡Ja! No me refería a eso...
-Alec...
-No, no, déjame seguir. Por eso no podemos seguirnos frecuentando. No quiero ser yo el que empiece a abrirse, ¿me entiendes? Son treinta días y ni uno más, porque treinta días puedo olvidarlos, pero si alguien está en tu vida más tiempo...
-Alec, dame una oportunidad -hay ruego en mi voz, la gente a nuestro alrededor ya nos está viendo y no me importa.
-No.
-Alec, por favor -mi voz estrangulada y desesperada
-No -la suya fría, neutra, impasible, controlada.
-¿Por qué?
-Magnus, por favor, mírame -dice, quitándose las gafas oscuras, revelando el azul apagado pero brillante de sus bellos ojos celestes-. ¡Soy ciego! ¿Crees que no quisiera? ¿Qué crees que siento cuando mi hermana me dice que todo en ti es hermoso, que tienes unos ojos únicos y brillas a cada paso que das? Y yo sólo tengo tu voz, tu presencia, tu olor...
-Alec, a mí no me importa...
-¡Pero a mí sí! -grita y cuando volteo a verlo hay lágrimas en esos hermosos ojos.
Me acerco y las limpio suavemente con mis pulgares. -Alec, por favor, te lo ruego, dame sólo una oportunidad, si es sólo por eso yo podría... -<<chasquear los dedos y devolverte la vista en un segundo>>, pero no lo digo-. Por favor, ¿y si me das otros treinta días para convencerte?
Él sonríe, pero no contesta.
-¿Eso es un sí?
CONTINUARÁ...
Los que me dijeron que sí querían leer esta historia no sé qué esperaban, probablemente no esto 😂 y bueno este es el día treinta, como pudieron ver, el siguiente capítulo sería el día uno. Porque mi mente retorcida empezó casi por el final, después faltará ver si Alec dice sí...
Espero que les guste 🙈
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