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Día 12

—Tal vez algún día seremos sólo tú y yo,  mi pequeño arándano— dijo Magnus  conversacionalmente—. Pero no por  mucho, mucho tiempo. Vamos a cuidar de él, tú y yo, ¿cierto?
(Nacido para la noche eterna)

* * *

[Día 12]

POV MAGNUS

¡Hoy era el día! Hoy volvía mi Arándano, ya no tan pequeño. Estaba sumamente nervioso, quería verlo, claro que sí. Hace una década que no lo hacíamos, él siempre insistía en que lo visitará y yo me negaba.

Ha sido un siglo difícil. Fue un siglo difícil. Sin Alec. Los primeros años, sí, fueron años completos, los que tuvieron que pasar para que yo aceptara que lo había perdido. Me encerré en este loft, en la habitación que compartí con él, en la cama en la que fue mío y yo fui suyo, me acurruqué entre su ropa, sintiendo como el olor de Alexander la iba abandonando poco a poco…

Únicamente permitía la entrada de Max, porque sólo él podía entender un poco el dolor de mi pérdida. Un poco, ya que no era la misma, él había perdido a su padre y yo al amor de mi vida. Ninguno, nunca, iba a entender del todo el dolor del otro. Y yo fui el peor padre, en vez de darle mi apoyo a mi hijo, me derrumbé cada día y cada noche frente a él.

Repito, sólo él y Tessa podían entrar. Tessa, como es obvio, tuvo que tomar su forma para que no me volviera loco de dolor en esa primera década sin Alec. Y eso que sólo unos años antes, había sido yo quien la visitaba diario y la veía llorar por Jem, no pude ser un gran soporte en aquel tiempo ya que Alec ya estaba demasiado mayor y yo no quería dejarlo más del tiempo necesario. Ella, en cambio, estuvo conmigo incluso en los días más difíciles, aquellos en los que quise morirme a pesar de mi promesa. Nunca se rehusó a dejarme ver y sentir a Alexander una vez más.

Tessa y Max era a los únicos que dejaba verme así, aunque Cat también venía, a ella no le importaba que yo fuera grosero, nunca me dejó de visitar…

Cuando pasó la primera década, les dije que iría a visitar los restos de Alec y ocurrió aquel…accidente… Eso hizo que los tres me obligaran a hacer un viaje por el mundo con ellos.

Pasamos otras dos décadas juntos, sin que aceptaran dejarme solo. Hasta que les dejé claro que ya lo necesitaba, necesitaba vivir mi duelo en soledad. Sin apoyo, sin miradas de lástima, sin un cuerpo falso al que aferrarme en las noches, sin hacerle más daño a mi hijo…

-¿Estás bien? –pregunta Tessa, sacándome de mis recuerdos.

-Sí, fue hace mucho. Y ya no duele como antes…pero… ¿cómo se lo voy a explicar a Max?

-No se estén secreteando sin mí –dice Cat, entrando a la habitación-. Tú hijo no es tonto y notará tu cambio. Hace una década todavía parecías una piltrafa…la última vez que él te vio…

-Nunca he parecido una piltrafa –le digo indignado.

Catarina suelta una risita. Mi ceño se frunce y busco el apoyo de Tessa, ella pone su mano sobre la mía y me sonríe. –Lo siento, cariño.
-…

-Es hora de irnos o llegará él antes que nosotros –dice Catarina, jalándonos a ambos.

El viaje en taxi hasta el aeropuerto fue tenso, con un silencio incómodo. Ellas no lo rompieron, me dejaron vagar en mis pensamientos, únicamente tomando una de mis manos cada una para mostrarme su apoyo.

Cuando entramos al aeropuerto, empecé a sentir de gelatina las piernas. Llegamos justo a tiempo, la llegada de su vuelo se anunció al minuto siguiente de que llegamos, apenas íbamos tomando asiento…

Me sentí peor que en mi boda, que ya es decir mucho, creo que ese día hasta me desmayé…

-¡Ah! ¡Ahí viene! –gritó Cat, corriendo a abrazarlo-. ¿Dónde está mi sobrino favorito?

Levanté mi mirada y ahí estaba. Mi hijo. Nuestro hijo. El glamure obviamente no lo cubría de nosotros. Su piel azul oscuro, sus ojos de un azul más fuerte que los de Alec, sus cuernos resaltando sobre su cabello desordenado como el de su padre. Aparentaba tal vez unos diecinueve o veinte años, parecíamos de la misma edad, más que un hijo parecía mi hermano, había crecido tanto como yo…

Tessa fue también a abrazarlo e insistió en ayudarlo con su maleta. Ambas nos sonrieron y dijeron que se adelantarían al loft.

Max se acercó lentamente, con cautela, como dudando. Sentí mis ojos inundarse de lágrimas y un nudo en mi estómago y mi garganta. Mi pecho inundado de orgullo, mi Max ya no era un niño, era un adulto, un hombre hecho y derecho, y yo no estuve para él, no le ayudé a superar la muerte de su padre, no lo ayudé a perfeccionar su magia, no estuve ahí cuando le rompieron el corazón y no tuvo a Alec que siempre fue mejor aconsejando en esos casos…

Abrió sus brazos para mí y corté la poca distancia que nos separaba. Él hundió su rostro en mi nombro y sentí su cuerpo temblar por los sollozos contenidos. Pase mis manos por su espalda intentando calmarlo. –Ya está.

-Te extrañé –dice apartándose y sorbiendo por la nariz. Sus ojos azules brillando por las lágrimas.

-Yo también…

-No se nota –dice ahora tallándose los ojos, nunca le gustó que lo viéramos llorar-. Llevaba una década pidiéndote que fueras a vivir conmigo… Hace unas semanas creí que estaba por convencerte, ¿qué pasó? ¿qué cambió?

-Lo sé. Sé que no he sido el mejor padre… -digo contestando a lo primero, esperando que no insista con sus preguntas.

-No empieces con eso –dice, tomándome de la mano y jalándome para salir. Algunas personas nos ven mal y él les dice: -¡Es mi padre!

Una risita se me escapa y él sonríe. –Ahora vamos a recuperar el tiempo, gran brujo de Brooklyn, no te voy a dejar libre ni un minuto del día. Puede que hasta me cuele en tu cama como cuando éramos niños Rapha y yo…

Se me borra la sonrisa. –Debes estar bromeando…

-Max Lightwood Bane no bromea con esas cosas –me contesta muy serio-. Necesito a mi padre conmigo. Cuando papá Alec murió, sentí que en cierto modo los perdí a ambos, una parte de ti se fue con él… Pero ha pasado ya casi un siglo, quiero recuperarte… Y a eso regrese. Ahora no voy a compartirte con nadie…

CONTINUARÁ…

OK. ¿entonces será que Max deja ir hoy a Magnus o no podrá ver a Alec?
Otra cosa, vi que preguntaron sobre “aquella vez” que nadie quiere recordar, el “accidente” de Magnus, ¿quieren saber qué pasó o lo dejo a su imaginación?

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