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2. Cuando no te lo esperas

Nota autora: Yo sé que normalmente no acostumbro a poner anuncios primero, pero aquí estamos, capítulo publicado y espero que lo disfruten <3

Post data: Escuchen la canción cuando yo les diga. Para tener el momento correcto así que háganme ¡caso!

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Cuando no te lo esperas, la vida puede jugar de varias maneras, aunque trates, trates y trates de hacer lo que tú quieras lamentablemente, ya estás predestinado a que suceda una cosa que en definitiva no lo esperas.

Cuando no te lo esperas, el tiempo y el entorno puede hacer tantas cosas que simplemente no las tenías en tus planes.

Cuando no te lo esperas. Ese es el momento donde todo puede cambiar.

*********************

Ayana

—¡Ayanaaa! Despierta.

—Déjame. -Dije a currándome sobre mis sábanas.

Dormir para mi es la cosa más satisfactoria que existe en el mundo, donde soy libre de soñar lo que quiera.

Dicho momento es arruinado por una impetuosa compañera de cuarto.

—Ayana, tienes que levantarte, tienes que ir a tus prácticas y yo también. -Empezó a moverme.

—Cinco minutos más te lo prometo. -Me escurrí sobre mis almohadas.

—Eso lo dijiste hace 20 minutos.

Abrí mis ojos analizando lo que acaba de decir. —Espera ¿Qué hora es?

—Faltan 30 para las 8 ¿por qué?

—¡Carajo ¡-Me levanté de mi cama lo más rápido que pude.

Se suponía que tenía que estar hace más de 20 minutos en la escuela.

Me coloqué rápido mis sandalias y fui al baño a cepillarme los dientes.

—Se te hizo tarde ¿no?

—No debiste dejarme dormir cinco minutos más.

—Lo hice, pero estabas decidida con la excusa que estabas cansada por la mudanza, y eso que ni si quiera desempacaste la mitad de tus cosas.

Saqué mi cabeza sobre la puerta con el cepillo de diente en la mano. —A la próxima oblígame más. -Volví al lavamanos a enjaguar mi boca. —Oye el departamento que escogiste está muy bonito, pero hay algo que no me gusta. -Salí del baño, secándome la cara.

—Adivino, ¿qué no tenga ascensor no? -Dijo volteando a verme mientras se colocaba un zapato.

—Si. -Dije quejosa. —Subir de uno en uno cada caja al tercer piso no es muy relajante que digamos.

—Lo siento mi claustrofobia, no me permitió aceptar los ascensores. -Se acercó a mí y me sonrió. —Pero ve el lado positivo, harás mucho ejercicio.

Rodé los ojos, alejándome de ella, y cruzando los brazos. —Solo porque el alquiler vale la pena. -Busque en mi armario. —¿Qué crees que me debería de poner para mi primer día como psicóloga infantil?

—Aún no puedo creer que te hayas especializado en educación especial.

—Ni yo, pero mis papás intervinieron en mis estudios así que...-Empecé a buscar más detenidamente mi ropa. —Tienes suerte de que te hayan seleccionado para el hospital.

—¿Estás bromeando? Es mucho más difícil lidiar con los adultos que con niños.

Empecé a enseñarle mi ropa para ver cuál me convenía mejor usar.

—Espera, Ayana ¿aún tienes ese vestido de verano blanco con flores pequeñas celestes?

—Mmm, déjame buscar. -Empecé a buscar entre mi armario denuevo. —Sii, aquí está. -Lo saqué con su cercha y lo puse enfrente de mí.

—Me gusta esa, combina con tus ojos verdes. Llévatelo con una chaqueta y tus tennis blancos.

—Voy a atender a niños no a impresionar. -revise el vestido con detalle, no se veía mal a simple vista, era corto pero apropiado.

—Cariño vas a impresionar también, así que cámbiate y te veo después.

—Está bien, cuídate.

Ella se acercó hacia la puerta tomando su bolso y una chaqueta.

—Y llévate una sombrilla, dicen que podría llovieres a cántaros hoy.

—¿Está bromeando? Esta soleado a fuera, el día esta hermoso. -dije sonriendo.

—Bien no digas que no te lo advertí, por cierto ¿qué opinas? -Dijo señalándome si atuendo.

—Mmm, como que no debiste cortarte el cabello tan corto.

—Y volvemos a lo mismo. -Rodo los ojos.

—Tenías el cabello rubio más hermoso que había visto, y solo te lo cortaste como la dora exploradora si no que te lo oscureciste. -Fruncí el ceño.

—Había que cerrar ciclos, y cómo sea te ignoraré ya me voy.

—Bien, hasta luego. -Me despedí de ella y la vi salir por esa puerta.

Me apresuré para vestirme rápido, solo tenía nada más 15 minutos para llegar.

Me puse el vestido y la chaqueta como había dicho Elena y al verme al espejo tenía razón, me veía muy bien.

No tenía mucho tiempo para pensar en alguno peinado así que me recogí el cabello con una trenza. Y empecé a ponerme mis zapatos.

Estaba casi lista para irme, cuando pude escuchar mi teléfono sonando, así que rápido corrí a la sala a tomarlo con prisa.

Me queje a ver qué se trataba de mi mamá, así que quejosa conteste.

Yo: Hola mamá, estoy apurada se me hizo tarde para ir a mi primer día de prácticas.

Mamá: No me sorprende mucho.

Rodé los ojos, realmente no debí haber atendido esta llamada.

Yo: ¿Qué pasa mamá?

Mamá: Recibiste el paquete que te envié verdad.

Yo: Siii, ¿Por cierto que es?

Mamá: Son unas bebidas que tienes que darles a tus compañeros de trabajo.

Yo: ¿Qué? ¿Cómo se te ocurre que voy a llevarles esas bebidas a personas que ni conozco?

Mamá: Haz lo que te digo tienes que hacer contactos, para cuando te gradúes.

Yo: Mamá, es una escuela especializada en educación especial, no un lugar para hacer negocios.

Mamá: Tú haz lo que te digo y llévatelo, ya me voy.

Yo: Esta bien, saluda a papá por mí.

Realmente quiero mucho a mis padres, pero, hay veces que quisiera que se alejaran de mí, han controlado mi vida inclusive ahora, solo quiero respirar.

Olvide mis problemas, aguarde mi celular y de mala gana tome la caja de bebidas de mi madre para irme.

******************

Casi morí, por ir en ese taxi y pedirle que fuera lo más rápido posible, pero gracias a él estoy en la escuela.

Antes de entrar a esa escuela me quedé viendo la entrada por un árbol cubriéndome del sol.

Vi durante unos segundos las personas que venían y iba dejando a sus hijos en la entrada.

Estaba realmente nerviosa, al entrar por esas puertas ya no solo sería una estudiante de universidad, si no una adulta a cargo del cuidado de esos chicos.

—¡Vamos Ayana tú puedes! No te sabotees.

Después de inhalar y exhalar fuertemente para armarme de valor decidí dar el primer paso para cruzar la calle.

Me estaba acercando al edificio. Y entre más cerca estaba más era mis nervios brotando sobre mí.

Me detuve al ver la espalda de un chico saliendo de un auto gris, el color de cabello me resultó bastante conocido.

El cabello castaño oscuro, de ese hombre lo he visto antes.
—Ahhh, el desconocido de ojos color miel del parque. -Solté una pequeña sonrisa.

Enserio era un chico muy guapo.

No le había visto el rostro a esa persona que saldría de ese auto, pero por su espalda podría jurar que es el, jamás olvidaría un cabello tan hermoso.

Me desconcerté al ver que ese chico saldría con un bastón guía para entrar al establecimiento.

—No es el. -Dije descontenta.

Podría haber jurado que era el, ese chico en definitiva no era ciego. Lo confundí con un estudiante de aquí.

Empecé a caminar de nuevo hacia el establecimiento sujetando fuertemente la caja de bebidas de mi querida madre.

Al entrar al establecimiento lo primero que pude ver es que era demasiado grande el lugar y bastante colorido.

Subí las escaleras para buscar el salón de maestros, y al subir las escaleras me percaté que todas ellas tenían podotáctiles para los estudiantes con discapacidad visual. Bendito sea el curso a esa área.

—¿Dónde estás oficina de catedráticos? -Me pregunte a mí misma, buscando a mi alrededor en el segundo piso entre las aulas.

Mientras pasaba, veía en las ventanas a todos los niños recibiendo clases.

—Espero verme así pronto. -Dije caminado manteniendo mi vista en un salón.

Cuando sentí haber golpeando algo.

—Aush. -Dijo una niña.

Me agache rápidamente al ver que había tropezado con una pequeña niña.

—Lo siento mucho. -Dije preocupada.

Y empecé a inspeccionar todo su cuerpo, asegurándome de no haberla lastimado.

—Estoy bien. -Me sonrió para que no me siguiera preocupanda

—¿Enserio? No te lastime, perdona no vi por donde venia caminando.

—Tranquila, yo me golpeo muy seguido y choco siempre. Me podrías alcanzar mi bastón.

No me había dado cuenta de que la pequeña y dulce niña no podía ver.

Busque sobre el suelo buscando el bastión cuando lo encontré y lo lleve hacia ella.

—Aquí tienes. -Se lo di en sus brazos. —Ven te ayudo a levantarte. -Dije empezando a tratar a levantarnos a ambas.

—¿A dónde ibas? ¿Te puedo ayudar? -Pregunté.

—¿Eres nueva verdad?

— Si -Confesé confundida.

—Yo puedo ir sola, conozco este lugar muy bien. Pero muchas gracias.

—¿Segura?

—Si. -Sonrió. —¿Cómo te llamas?

—Ayana y ¿tú?

—Me llamo Lara, y me tengo que ir espero verte pronto. -Dijo despidiéndose y luego darme la espalda.

¡Genial! Primer día y ya derribé a una niña. Maldición que más me espera esta vez.

Seguí caminando, tratando de buscar el salón de maestros, cuando me percaté que un sonido provenía de algún salón.

(¡Denle play a la canción!!)

Trate de ignorarlo, pero entre más me acercaba podía escuchar mejor esa melodía.

Seguí caminado pero esta vez siguiendo la melodía buscando ese salón, cuando por fin pude escuchar claramente esa melodía proviniendo del salón más retirado.

Era la melodía de un piano. No pude evitar abrir un poco la puerta de ese salón.

Abrí un poco nada más para saber de quién se trataba.

Era un gran salón, con poca iluminación, pero allí estaba en el centro un gran piano.

Y también allí estaba, la misma espalda del chico que vi en la entrada.

Podría recordar esa camisa blanca en cualquier lado.

La sincronización de sus dedos, con el teclado se veía tan concentrado. No sé nada sobre tocar el piano, pero se veía sumergido allí.

No pude evitar, apreciar cada detalle, se veía tan natural, el sol proviniendo de la ventana le daba directo a su cabello castaño, no podía ver su rostro, pero sus manos hablaban por él.

Me sentía conmovida, pero solo tenía una pregunta que simplemente no podía cuestionarme ¿Por qué se escuchaba tan triste esa melodía?

Estaba tan absorta en mis pensamientos que sin darme cuenta abrí un poco más la puerta provocando un pequeño ruido proviniendo de ella.

Eso provocaría un pequeño ruido. La detuve antes que se abriera más. Y volteé a verlo rápidamente, la música de había detenido, él había parado.

—¡Mierda ¡-Murmure viendo si irme o donde esconderme.

Cerré rápido la puerta antes que pudiera darse la vuelta y descubrir que lo espiaba.

Me fui tan rápido como pude.

Me detuve cuando vi que estaba lo completamente alejada de allí. Y empecé q jadear intentado tomar suficiente aire. Lo que me recuerda que debería ejercitarme más, eso que me canse tan rápido no está bien.

Después de haber tomado suficiente aire, tome la caja de bebidas que había dejado en el suelo y mire alrededor buscando es bendito salón que a mi sorpresa esa haba enfrente de mí.

Tome una gran respiración tomando el picaporte de la puerta y dándome el valor para entrar.

Por fin abrí esa puerta y entre, había varios maestros allí la mayoría en sis escritorios.

Estaba nerviosa sin saber a quién hablarle todos se veían tan concentrados.

—Eres Dayana, la practicante ¿verdad?

Uno de los maestros se acercó a mi sorprendiéndome un poco.

Le di una inspección rápida, y se veía agradable el señor de no más de 40.

Force una sonrisa. —Si, pero me llamo Ayana.

—Si, eso. -Se acomodó sus lentes. —Soy el subdirector Andrade, pero puedes llamarme Martí. -Estiro si mano para que las estrecháramos.

Sujete la caja que pesaba con un brazo y estreche su mano. —Mucho gusto Martí.-Sonreí.

—Pensé que vendrías más temprano.

Vamos Ayana inventa algo, pon una buena excusa.
—Yo...En el taxi que venía, se quedó sin gasolina, así que tuvo que esperar a que le trajeran más, entonces cuando por fin venía acá hubo un gran embotellamiento en la carretera. -Respiré por fin.

—Te quedaste dormida ¿no?

—Si señor. -Baje la cabeza.

—Está bien no importa, es tu primer día, pero solo por hoy. - empezó a caminar hacia los escritorios. —Bien, este será tu escritorio en estos meses. -Señalo uno que estaba enfrente de otro. —Vas a darle charla a los niños debes en cuando, y a veces si alguno tiene algún problema puedes aconsejarlos. Y también si algún maestro falta lo reemplazaras.

—Entendido.

—Y ¿cómo sabes? -Volteó a verme. —Esta institución, se encarga de darle la mejor educación a estos niños, muchos de ellos vienen de orfanatos, y cómo sabes todos tienes discapacidades diferentes así que tratamos de tratarlos de la mejor manera posible para que se sienta bien y tenga una nueva oportunidad en la sociedad. Así que trátalos bien sí. -Me guiño el ojo.

—Claro señor, me especializo en esta área así que haré lo mejor posible, tenga la mejor confianza en mí. -Sonreí de la manera más agradable.

—Por cierto, tengo curiosidad de ¿qué es lo que tienes en esa caja que llevas bastante tiempo sosteniendo?

Mire hacia la caja acordándome. —Ahh, esta caja, creí que sería por lo menos bien de mi parte traerles algo de tomar. -Abrí la caja sacando una bebida.—Son de jugos de kiwi y de zanahoria, son muy buena proteína.-Sonreí y le di la botella.

Él inspección la botella. —oh, bueno si es así quiero dos. —Empezó a reír y tomo la caja sacándola por fin de mis brazos adoloridos. —Oigan profesores Dayana, trajo un par de bebidas para nosotros las dejare en la mesa por si quiero beberlas. -Dijo alzando la voz mirando los profesores.

—Es Ayana. -Dije entre dientes, forzando mi sonrisa.

Un ruido nos interrumpió a todos, era la puerta, alguien entraría a la sala.

—Ohh, entra Ethan, terminaste tu primera clase. -Dijo el subdirector mirando hacia la entrada.

Seguí la mirada del subdirector para ver quien habría entrado.

Me quede helada, al ver de quién se trataba, no lo podía creer. Era el chico del salón de música, por fin pude ver su rostro, y no pude evitar mostrar una sonrisa al ver que era el chico del parque.
—Ojos color miel. -Dije sonriendo tontamente.

—¿Disculpa? -Dijo el desconocido con desdén.

Reacción ante mi estupidez. Y por favor díganme ¿Qué solo lo pensé y no lo dije?

—Nada. -Tartamudeé.

—Ven acércate, Dayana, te presentaré con un de nuestros mejores profesores. -Dijo el subdirector haciéndome señas que me acercara.

Me acerqué tímidamente, al subdirector, y no pude evitar posar mis ojos en el desconocido.

Lo tenía enfrente de mí, el chico misterioso del salón de música, el chico del parque con el mismo estilo de música. Lo tenía frente de mí.

Lo vi detenidamente por fin, es bastante apuesto ese castaño, era bastante alto que podía intimidar, se veía algo musculoso.

Pero mis ojos fueron directo a la miel de sus pupilas, lo podía ver por fin y una sonrisa brotó en mí.

—Bien te lo presento. -Dijo Martín haciéndome volver de mis pensamientos. —Él es Ethan Davies.

Así que te llamas Ethan desconocido.

—Es nuestro profesor más joven aquí.

No podía dejar de verlo, pero se veía algo serio no sonrió ni nada solo se quedó quieto allí sin ninguna expresión mirando hacia otro lado.

Así que un hombre frío. Interesante.

Decidí dar el primer paso. —Hola, mucho gusto me llamo Ayana la nueva practicante. —Sonrió tontamente y estire mi mano esperando a que la estrechara.

Di una mirada rápida hacia el suelo y vi que tenía un bastón guía, contestando todas mis preguntas por qué no me veía.

Quite rápido mi mano pasándomela por mi cabeza disimuladamente. Pero qué rayos me pasa hoy que solo hago ridiculeces.

El por fin hizo alguna señal de vida exhalando. —Mucho gusto Ayana, si me permiten tengo mucho que hacer. -Dijo en seco, alejándose de la entrada.

Dejándome allí con Martí, completamente confundida ¿acaso no le agrade? y fue directo a su escritorio que sorpresivamente estaba adelante del mío.

—Bien Dayana, te dejo para que te instales y mires los programas de estudios. -Se da la vuelta dándome la espalda, pero regresa. -Ah, y no te sorprendas de la actitud del joven Davies no es muy sociable. -Me guiño el ojo dejándome allí parada.

Gire para ver a Ethan sonriendo. Bien Ayana no puedes causar una mala impresión, tienes que hacer que tú le agrades. Tome una de las botellas de jugo que traje y tome el de zanahoria.

De apoco me acerqué a mi escritorio, y no podía dejar de verlo. Deje mi bolso en mi escritorio y tome la botella con mis dos manos.

Camine un poco hacia delante acercándome al escritorio donde él se encontraba tocando unos libros que aparentemente eran de braille.

Lo tenía enfrente de mi tenía que iniciar alguna conversación, no podía solo quedarme allí parada.

—¿Necesitas algo? -Pregunto con desdén, deteniendo lo que hacía.

Me sorprendí un poco al ver que noto mi presencia. No tengo la menor idea de cómo lo supo que era yo.

Sonreí incrédulamente. —Hola, soy Ayana.

—Lose, hace menos de 5 minutos nos presentaron. -Dijo sin ninguna expresión en su rostro.

Concéntrate Ayana y ve al punto. —Ehh...Yo traje unos jugos para los profesores de aquí, y te traje uno de zanahoria, son muy buenas vitaminas y muy buenos para la vist...

Yo y mi estúpida bocotá.

—Lo siento, pero no tengo ganas de beber nada ahora. -Dijo mostrándose impasible, y continuó lo que hacía.

—Ahh, okey yo...te lo dejaré justo en tu escritorio. -Lo deje cerca de él. —Por si luego tienes sed.

Lo vi de nuevo y bajé mi cara derrota, y fui directo a mi escritorio a ponerme boca abajo. Tratando de comprender ¿por qué soy tan idiota? Cuando me pongo nerviosa.

Me calme y de apoco fui levantando mi cabeza. —Escucha lo sien...-Me detuve al ver que ya no había nadie en ese escritorio ni en la sala. —¡Genial! lo espante. -murmure quejándome.

¡Qué bonito día para espantar a los chicos guapos!

******************

Este ha sido un largo día, pero por fin ¡acabó! Estire mis brazos para relajarme. Camine por la acercándome a las escaleras para subir de nuevo a traer mis cosas, mire hacia alrededor mirando a los chicos y mire hacia la salida.

—Oh, Ethan. -Dije sonriendo, viendo su espalda.

Pero mi cara se llenó de disolución cuando vi que ya se iba.

Lo miré por última y subí las escaleras para ir directo al salón de profesores.

Cuando ya iba llegando me sorprendí al escuchar truenos y la lluvia empezando a caer fuertemente.
—Elena tenía razón. -Dije mirando la lluvia caer.

Entre a la sala de profesores y fui directo a mi escritorio aguardar algunos archivos y mis cosas.

Apague el computador y tome mi bolso dirigiéndome hacia la puerta.

—Espera. -Dijo uno de los profesores.

Gire para ver quien era. —Oh, profesor Ben, pensé que ya se había ido. -Le dije al apuesto profesor.

—No, esperare a que termine de llover. -Me miro detenidamente. —Y ¿tú paraguas? -Pregunto.

—Amm, de hecho, no tengo. -Confesé.

—Lo supuse, este...puedes tomar uno de que están en ese balde. -Señaló. —Normalmente no tienen dueño y mañana lo traes.

Miré hacia el lugar que me mostraba y luego volví a verlo a él. —Ohh, muchas gracias lo haré. -Sonreí y empecé a ir hacia el balde lleno de sombrillas.

Había varias sombrillas, una de ellas me pareció interesante, esa sombrilla blanca, tenía en el mango algo escrito con braille. Así que supuse rápidamente que era de él.

—Esa es del profesor Ethan, al parecer se le olvido. -Argumentó el profesor Ben. —Vi que salió hace poco, si quieres llévate su sombrilla contigo y se la das si lo encuentras. -Sonrío.

—Si, si claro. -Mi sonrisa volvió a surgir.

Casualmente no me pareció ni una sombrilla adecuada para llevarla, así que debería de llevarme la del ¿no?

No me lleve ni una de las que estaban allí y solo me fui con la de el.

—Ya me voy entonces. —Dije despidiéndome del profesor Ben.

*******************

Caminé tranquilamente observando la lluvia caer.

—Está sombrilla es bastante grande. -Dije a la nada. —Pero le falta algo. -Dije dudosa. —Ya se.

Bajé la sombrilla y saqué un marcador de mi bolso.

Pensé detenidamente en que podría dibujarle. Ya que presento que se veía bastante apagada.

Destape el marcador y dibuje por dentro de la sombrilla un pequeño sol en ella.

—Ahora sea ve bien. -Sonreí y empecé a caminar hacia la salida.

Caminé llegando a la salida abrí la sombrilla por fin sonriendo por el dibujo en el.

Mire la lluvia caer por la calle, mirando alrededor esperando un taxi.

Cuando puse mi vista el aquel árbol donde me había parado por la mañana, había alguien allí parado en aquella llovizna.

Trate de mejor quien era esa persona que estaba en la lluvia.

—Pero... ¿qué hace allí? -Dije confusa.

Trate de enfocar mejor mi vista, pero en efecto era Ethan, allí sobre la lluvia debajo de ese árbol.

Estaba allí completamente solo, debajo de ese árbol, sin ninguna expresión en su rostro, pero por alguna razón mi corazón dolió sin ningún motivo.

Sin analizar bien la situación corrí hacia el otro lado de la calle.

Subí a la banqueta y empecé a caminar hacia él. no sabía en lo que me metía. Pero no dude cada vez que me acercaba hacia él.

Estaba completamente empapado.

Llegue hacia el y lo primero que hice fue poner la sombrilla en el para que no continuara empapándose, sin importar si yo me estuviera mojando.

Él se sorprendió al ver que alguien lo cubrió de la lluvia.

—¿Qué hace sobre la lluvia? -Pregunte cubriéndome con mi mano la cabeza

—No es necesario. -Manteniéndose impasible conmigo.

—Se que no le agrado, pero no puede estar sobre la lluvia y solo. ¿Necesita ayuda?

—Estoy esperando a alguien, se le hizo tarde.

—Pero ¿por qué no espero adentro?

—La lluvia me atrapo.

Tal vez no demostraba ni una expresión en él, pero esos ojos bellos que tenía en ese momento se veían llenos de dolor.

Recordé la canción que estaba tocando, y ahora todo tenía sentido.

—Se puede resfriar. -Tome su brazo para que sujetara la sombrilla. —De todas maneras, esta es su sombrilla.

—Y tú ¿Te irás sobre esta lluvia? -Movió un poco la sombrilla para cubrirme.

No pude evitar sonreír. —No se preocupe. -camine un poco hacia delante subiéndome sobre una roca para alcanzar una pequeña hoja de aquel árbol frondoso. Baje de la roca después de tomar esa hoja.

—Tranquilo. -Sonreí. —Está hoja me cubrirá de esta lluvia.

Y aún que no podía verme, el lanzo una pequeña sonrisa correspondiendo la mía.

Era la primera vez que vi una sonrisa saliendo de él, pude permitirme notar aquellos hoyuelos en sus mejillas, se veía tan bien.

—Me tengo que ir. -Dije tratando de evitar no ridiculizarme.

Le di la espalda para irme.

—Gracias Ayana.

Pronunció por primera vez de esos labios en forma de corazón, mi nombre, mi corazón de alguna manera latió.

—De nada Ethan. -Dije soltando una sonrisa.

Me fui con una sonrisa de satisfacción, no importaba si me empapaba de alguna manera, esa sonrisa y esos ojos color miel hicieron que terminara mi día tan bien.

Cuando no te lo esperas, definitivamente el destino puede sorprenderte de varias maneras, solo espero continuar con este sentimiento en mi corazón.

Aquel pájaro que no veía, por primera vez pudo seguir su camino con aquella voz tan hermosa que por primera vez aparecía frente a él.

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